Eclesiástico 14 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 27 versitos |
1 ¡Feliz el hombre que no ha faltado con su lengua ni es atormentado por el remordimiento!
2 ¡Feliz el que no tiene que reprocharse a sí mismo y no ve desvanecerse su esperanza!
3 ¿De qué le sirve la riqueza al mezquino y para qué tiene el avaro su fortuna.
4 El que acumula, privándose de todo, acumula para otros, y otros se darán buena vida con sus bienes.
5 El que es malo consigo mismo ¿con quién será bueno? Ni él mismo disfruta de su fortuna.
6 No hay nadie peor que el avaro consigo mismo, y ese es el justo pago de su maldad.
7 Si hace algún bien, lo hace por descuido, y termina por revelar su malicia.
8 Es un malvado el que mira con envidia, el que da vuelta la cara y menosprecia a los demás.
9 El ojo del ambicioso no está satisfecho con su parte y la ruindad reseca el alma.
10 El miserable mezquina el pan y tiene su mesa siempre vacía.
11 En la medida de tus recursos, vive bien, hijo mío, y presenta al Señor ofrendas dignas.
12 Recuerda que la muerte no tardará y que el pacto del Abismo no te ha sido revelado.
13 Antes de morir, haz el bien a tu amigo y dale con largueza, en la medida de tus fuerzas.
14 No te prives de un día agradable ni desaproveches tu parte de gozo legítimo.
15 ¿Acaso no dejarás a otro el fruto de tus trabajos, y el de tus fatigas, para que lo repartan en herencia?
16 Da y recibe, olvida tus preocupaciones, porque no hay que buscar delicias en el Abismo.
17 Todo ser viviente envejece como un vestido, porque está en pie la antigua sentencia: "Tienes que morir".
18 En el follaje de un árbol tupido, unas hojas caen y otras brotan: así son las generaciones de carne y de sangre, una muere y otra nace.
19 Toda obra corruptible desaparece y el que la hizo se irá con ella.
20 ¡Feliz el hombre que se ocupa de la sabiduría y el que razona con inteligencia,
21 el que reflexiona sobre los caminos de la sabiduría y penetra en sus secretos!
22 El la sigue como un rastreador y se queda al acecho de sus pasos;
23 espía por sus ventanas y escucha atentamente a sus puertas;
24 busca albergue cerca de su casa y clava una estaca en sus muros;
25 instala su carpa cerca de ella y se alberga en la mejor de las moradas;
26 pone a sus hijos bajo el abrigo de ella y vive a la sombra de sus ramas:
27 ella lo protege del calor y él habita en su gloria.

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Introducción a Eclesiástico


Segundo Libro de los Macabeos

El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C.
Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado "historia dramática" o "patética", en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. Eso explica el empleo de ciertos recursos "efectistas", destinados a suscitar la adhesión o la repulsa, como son el lenguaje declamatorio y ampuloso, los epítetos hirientes, el tono mordaz con que se trata a los adversarios y la acentuada predilección por los elementos maravillosos.
A lo largo de toda su obra, que es una especie de "panegírico religioso", el autor trata de inculcar el amor y la devoción hacia el Templo de Jerusalén, centro de la vida del Pueblo judío. Esta idea ya está presente en las "Cartas" que figuran al comienzo del Libro e imprime su sello al plan que ha guiado la composición del mismo. De hecho, la historia relatada en él se desarrolla en cinco actos centrados alrededor del Templo, y al final del Libro se deja clara constancia de que para Judas y sus hombres "lo primero y principal era el Templo consagrado" (15. 18).
La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.



CARTAS A LOS JUDÍOS DE EGIPTOY PRÓLOGO DEL AUTOR

Al comienzo del Libro, el autor transcribe dos cartas escritas por los judíos de Jerusalén. En la primera, estos exhortan a sus hermanos de Egipto a celebrar en unión con ellos la fiesta de la Dedicación del Templo. Dicha carta está fechada en el 124 a. C., es decir, en el cuadragésimo aniversario de la Purificación del Santuario realizada por Judas Macabeo (164 a. C.).
La segunda es anterior y bastante más extensa. Aunque no lleva fecha, parece que fue escrita pocos días antes de la Dedicación del Templo en el 164 a. C., con el fin de poner de relieve la importancia de la Fiesta que se iba a celebrar dentro de poco (1. 18). Después de un breve relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, en esta carta se evocan los hechos portentosos que acompañaron a la restauración del Templo en la época de Nehemías. La mayor parte de los datos están tomados de escritos apócrifos o de tradiciones populares, que no pueden ser considerados como documentos históricos. Las dos cartas van seguidas de un Prólogo, donde el autor explica sus intenciones y su método de trabajo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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