Eclesiástico 27 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 30 versitos |
1 Muchos han pecado por amor a las ganancias y el que busca enriquecerse hace como quien no ve.
2 Entre la juntura de las piedras se clava la estaca, y entre la compra y la venta se desliza el pecado.
3 El que no se aferra resueltamente al temor del Señor verá muy pronto su casa en ruinas.
4 Cuando se zarandea la criba, quedan los residuos: así los desechos de un hombre aparecen en sus palabras.
5 El horno pone a prueba los vasos del alfarero, y la prueba del hombre está en sus conversación.
6 El árbol bien cultivado se manifiesta en sus frutos; así la palabra expresa la índole de cada uno.
7 No elogies a nadie antes de oírlo razonar, porque allí es donde se prueban los hombres.
8 Si buscas la justicia, la alcanzarás, y te revestirás de ella como de una túnica gloriosa.
9 Los pájaros buscan la compañía de sus semejantes y la verdad retorna a aquellos que la practican.
10 El león está al acecho de su presa y el pecado, de los que practican la injusticia.
11 La conversación del hombre bueno es siempre sabia, pero el insensato es variable como la luna.
12 Mide tu tiempo cuando estés entre los necios, pero quédate largo rato entre la gente de criterio.
13 La conversación de los necios es odiosa y sólo les causa gracia el vicio desenfrenado.
14 Los que juran constantemente hacen erizar los cabellos y cuando discuten, hay que taparse los oídos.
15 Las disputas de los orgullosos hacen correr la sangre y es lamentable escuchar sus invectivas.
16 El que revela los secretos hace que le pierdan la confianza y no encontrará jamás un amigo íntimo.
17 Sé afectuoso y confiado con tu amigo, pero si has revelado sus secretos, no corras tras él,
18 porque como el asesino destruye a su víctima, así has destruido la amistad de tu prójimo:
19 como un pájaro que has dejado escapar de tu mano, así has perdido a tu amigo, y ya no lo recobrarás.
20 No corras detrás de él, porque está muy lejos, huyó como una gacela de la red.
21 Porque una herida puede ser vendada, y para la injuria puede haber reconciliación, pero el que revela los secretos nada puede esperar.
22 Algo malo trama el que guiña un ojo, y nadie logrará disuadirlo.
23 Delante de tus ojos, su boca es toda dulzura y se extasía con tus palabras, pero por detrás cambia de lenguaje y tiende una trampa con tus mismas palabras.
24 Yo detesto muchas cosas, pero más que nada a él, y el Señor también lo detesta. En el pecado, el castigo
25 El que tira una piedra hacia arriba, la tira sobre su cabeza, y un golpe traicionero hiere también al que lo da.
26 El que cava una fosa caerá en ella y el que tiende una red quedará enredado.
27 El mal que se comete recae sobre uno mismo, sin que se sepa siquiera de dónde proviene.
28 Sarcasmos e insultos son propios de los soberbios, pero el castigo los acecha como un león.
29 Caerán en la red los que se alegran de la caída de los buenos y el dolor los consumirá antes de su muerte.
30 También el rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio de pecador.

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Introducción a Eclesiástico


Segundo Libro de los Macabeos

El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C.
Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado "historia dramática" o "patética", en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. Eso explica el empleo de ciertos recursos "efectistas", destinados a suscitar la adhesión o la repulsa, como son el lenguaje declamatorio y ampuloso, los epítetos hirientes, el tono mordaz con que se trata a los adversarios y la acentuada predilección por los elementos maravillosos.
A lo largo de toda su obra, que es una especie de "panegírico religioso", el autor trata de inculcar el amor y la devoción hacia el Templo de Jerusalén, centro de la vida del Pueblo judío. Esta idea ya está presente en las "Cartas" que figuran al comienzo del Libro e imprime su sello al plan que ha guiado la composición del mismo. De hecho, la historia relatada en él se desarrolla en cinco actos centrados alrededor del Templo, y al final del Libro se deja clara constancia de que para Judas y sus hombres "lo primero y principal era el Templo consagrado" (15. 18).
La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.



CARTAS A LOS JUDÍOS DE EGIPTOY PRÓLOGO DEL AUTOR

Al comienzo del Libro, el autor transcribe dos cartas escritas por los judíos de Jerusalén. En la primera, estos exhortan a sus hermanos de Egipto a celebrar en unión con ellos la fiesta de la Dedicación del Templo. Dicha carta está fechada en el 124 a. C., es decir, en el cuadragésimo aniversario de la Purificación del Santuario realizada por Judas Macabeo (164 a. C.).
La segunda es anterior y bastante más extensa. Aunque no lleva fecha, parece que fue escrita pocos días antes de la Dedicación del Templo en el 164 a. C., con el fin de poner de relieve la importancia de la Fiesta que se iba a celebrar dentro de poco (1. 18). Después de un breve relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, en esta carta se evocan los hechos portentosos que acompañaron a la restauración del Templo en la época de Nehemías. La mayor parte de los datos están tomados de escritos apócrifos o de tradiciones populares, que no pueden ser considerados como documentos históricos. Las dos cartas van seguidas de un Prólogo, donde el autor explica sus intenciones y su método de trabajo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas