Eclesiástico 32 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 24 versitos |
1 ¿Te toca presidir la mesa? No te envanezcas: compórtate con los demás como uno de ellos y atiéndelos bien antes de sentarte.
2 Una vez cumplido todo tu oficio, ocupa tu puesto para alegrarte a causa de los comensales y verte coronado porque todo está en orden.
3 Habla, anciano, porque te corresponde hacerlo, pero con discreción y sin interrumpir la música.
4 Mientras se escucha, no te pongas a charlar ni te hagas el sabio fuera de tiempo
5 Sello de rubí en una alhaja de oro es un concierto musical mientras se bebe vino;
6 sello de esmeralda en un engaste de oro es la música melodiosa sobre la dulzura del vino.
7 Habla, joven, cuando sea necesario, pero dos veces a lo más, y si te preguntan.
8 Habla concisamente, di mucho en pocas palabras: sé como uno que sabe y sin embargo se calla.
9 En medio de los grandes, no pretendas igualarlos, y si otro habla, sé parco en tus palabras.
10 El relámpago brilla antes del trueno y el encanto precede al hombre modesto.
11 Levántate a tiempo, se seas el último en irte, ve derecho a tu casa, sin entretenerte por el camino.
12 Diviértete allí como más te guste, pero sin pecar con palabras arrogantes.
13 Y por todo eso, bendice a tu Creador, que te embriaga con sus bienes.
14 El que teme al Señor acepta ser instruido y los que lo buscan ardientemente alcanzarán su favor.
15 El que busca la Ley se saciará de ella, pero al que finge observarla le sirve de tropiezo.
16 Los que temen al Señor descubren lo que es recto y hacen brillar sus preceptos como una lámpara.
17 El hombre pecador no tolera ningún reproche y encuentra pretextos para hacer lo que quiere.
18 El hombre de consejo no descuida la reflexión; el impío y el arrogante proceden temerariamente.
19 No hagas nada sin el debido consejo y no te arrepentirás de tus acciones.
20 No vayas por un camino lleno de obstáculos y no tropezarás contra las piedras.
21 No te fíes del camino despejado
22 y cuídate hasta de tus hijos.
23 En todo lo que hagas, sé fiel a ti mismo, porque también eso es observar los mandamientos.
24 El que confía en la Ley presta atención a los mandamientos y el que confía en el Señor no sufrirá menoscabo.

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Introducción a Eclesiástico


Segundo Libro de los Macabeos

El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C.
Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado "historia dramática" o "patética", en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. Eso explica el empleo de ciertos recursos "efectistas", destinados a suscitar la adhesión o la repulsa, como son el lenguaje declamatorio y ampuloso, los epítetos hirientes, el tono mordaz con que se trata a los adversarios y la acentuada predilección por los elementos maravillosos.
A lo largo de toda su obra, que es una especie de "panegírico religioso", el autor trata de inculcar el amor y la devoción hacia el Templo de Jerusalén, centro de la vida del Pueblo judío. Esta idea ya está presente en las "Cartas" que figuran al comienzo del Libro e imprime su sello al plan que ha guiado la composición del mismo. De hecho, la historia relatada en él se desarrolla en cinco actos centrados alrededor del Templo, y al final del Libro se deja clara constancia de que para Judas y sus hombres "lo primero y principal era el Templo consagrado" (15. 18).
La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.



CARTAS A LOS JUDÍOS DE EGIPTOY PRÓLOGO DEL AUTOR

Al comienzo del Libro, el autor transcribe dos cartas escritas por los judíos de Jerusalén. En la primera, estos exhortan a sus hermanos de Egipto a celebrar en unión con ellos la fiesta de la Dedicación del Templo. Dicha carta está fechada en el 124 a. C., es decir, en el cuadragésimo aniversario de la Purificación del Santuario realizada por Judas Macabeo (164 a. C.).
La segunda es anterior y bastante más extensa. Aunque no lleva fecha, parece que fue escrita pocos días antes de la Dedicación del Templo en el 164 a. C., con el fin de poner de relieve la importancia de la Fiesta que se iba a celebrar dentro de poco (1. 18). Después de un breve relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, en esta carta se evocan los hechos portentosos que acompañaron a la restauración del Templo en la época de Nehemías. La mayor parte de los datos están tomados de escritos apócrifos o de tradiciones populares, que no pueden ser considerados como documentos históricos. Las dos cartas van seguidas de un Prólogo, donde el autor explica sus intenciones y su método de trabajo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas