Eclesiástico 35 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 24 versitos |
1 Observar la Ley es como presentar muchas ofrendas y ser fiel a los mandamientos es ofrecer un sacrificio de comunión;
2 devolver un favor es hacer una oblación de harina y hacer limosna es ofrecer un sacrifico de alabanza.
3 La manera de agradar al Señor es apartarse del mal, y apartarse de la injusticia es un sacrificio de expiación.
4 No te presentes ante el Señor con las manos vacías, porque todo esto lo prescriben los mandamientos.
5 Cuando la ofrenda del justo engrasa el altar, su fragancia llega a la presencia del Altísimo.
6 El sacrificio del justo es aceptado y su memorial no caerá en el olvido.
7 Glorifica al Señor con generosidad y no mezquines las primicias de tus manos.
8 Da siempre con el rostro radiante y consagra el diezmo con alegría.
9 Da al Altísimo según lo que él te dio, y con generosidad, conforme a tus recursos,
10 porque el Señor sabe retribuir y te dará siete veces más.
11 No pretendas sobornarlo con un don, porque no lo aceptaría, y no te apoyes en un sacrificio injusto.
12 Porque el Señor es juez y no hace distinción de personas:
13 no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido;
14 no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja.
15 ¿No corren las lágrimas por las mejillas de la viuda y su clamor no acusa al que las hace derramar?
16 El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes.
17 La súplica del humilde atraviesa las nubes y mientras no llega a su destino, él no se consuela:
18 no desiste hasta que el Altísimo interviene, para juzgar a los justos y hacerles justicia.
19 El Señor no tardará y no tendrá paciencia con los impíos,
20 hasta quebrar el poderío de los despiadados y dar su merecido a las naciones;
21 hasta extirpar la multitud de los prepotentes y quebrar el cetro de los injustos;
22 hasta retribuir a cada hombre según sus acciones, remunerando las obras de los hombres según sus intenciones;
23 hasta juzgar la causa de su pueblo y alegrarlo con su misericordia.
24 ¡Qué hermosa es la misericordia en le momento de la aflicción, como las nubes de lluvia en tiempo de sequía!

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Introducción a Eclesiástico


Segundo Libro de los Macabeos

El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C.
Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado "historia dramática" o "patética", en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. Eso explica el empleo de ciertos recursos "efectistas", destinados a suscitar la adhesión o la repulsa, como son el lenguaje declamatorio y ampuloso, los epítetos hirientes, el tono mordaz con que se trata a los adversarios y la acentuada predilección por los elementos maravillosos.
A lo largo de toda su obra, que es una especie de "panegírico religioso", el autor trata de inculcar el amor y la devoción hacia el Templo de Jerusalén, centro de la vida del Pueblo judío. Esta idea ya está presente en las "Cartas" que figuran al comienzo del Libro e imprime su sello al plan que ha guiado la composición del mismo. De hecho, la historia relatada en él se desarrolla en cinco actos centrados alrededor del Templo, y al final del Libro se deja clara constancia de que para Judas y sus hombres "lo primero y principal era el Templo consagrado" (15. 18).
La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.



CARTAS A LOS JUDÍOS DE EGIPTOY PRÓLOGO DEL AUTOR

Al comienzo del Libro, el autor transcribe dos cartas escritas por los judíos de Jerusalén. En la primera, estos exhortan a sus hermanos de Egipto a celebrar en unión con ellos la fiesta de la Dedicación del Templo. Dicha carta está fechada en el 124 a. C., es decir, en el cuadragésimo aniversario de la Purificación del Santuario realizada por Judas Macabeo (164 a. C.).
La segunda es anterior y bastante más extensa. Aunque no lleva fecha, parece que fue escrita pocos días antes de la Dedicación del Templo en el 164 a. C., con el fin de poner de relieve la importancia de la Fiesta que se iba a celebrar dentro de poco (1. 18). Después de un breve relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, en esta carta se evocan los hechos portentosos que acompañaron a la restauración del Templo en la época de Nehemías. La mayor parte de los datos están tomados de escritos apócrifos o de tradiciones populares, que no pueden ser considerados como documentos históricos. Las dos cartas van seguidas de un Prólogo, donde el autor explica sus intenciones y su método de trabajo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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