Eclesiástico 36 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 27 versitos |
1 Ten piedad de nosotros, Dueño soberano, Dios de todas las cosas, y mira, infunde tu temor a todas las naciones.
2 Levanta tu mano contra las naciones extranjeras y que ellas vean tu dominio.
3 Así como les manifestaste tu santidad al castigarnos, manifiéstanos también tu grandeza castigándolas a ellas;
4 y que ellas te reconozcan, como hemos reconocido nosotros que no hay otro Dios fuera de ti, Señor.
5 Renueva los signos y repite las maravillas, glorifica tu mano y tu brazo derecho.
6 Despierta tu furor y derrama tu ira, suprime al adversario y extermina al enemigo.
7 Apresura la hora y acuérdate del juramento, para que se narren tus hazañas.
8 Que el fugitivo sea devorado por el ardor del fuego, y que encuentren su perdición los que maltratan a tu pueblo.
9 Aplasta la cabeza de los jefes enemigos, que dicen: "¡No hay nadie fuera de nosotros!".
10 Congrega a todas las tribus de Jacob, y entrégales su herencia, como al comienzo.
11 Ten piedad, Señor, del pueblo que es llamado con tu Nombre, de Israel, a quien trataste como a un primogénito.
12 Ten compasión de Ciudad santa, de Jerusalén, el lugar de reposo.
13 Llena a Sión de alabanzas por tu triunfo, y a tu pueblo, cólmalo de tu gloria.
14 Da testimonio a favor de los que tú creaste en el principio, y cumple las profecías anunciadas en tu Nombre.
15 Dales la recompensa a los que te aguardan, y que se compruebe la veracidad de tus profetas.
16 Escucha, Señor, la oración de los que te suplican, conforme a la bendición de Aarón sobre tu pueblo,
17 para que todos los que viven en la tierra reconozcan que tú eres el Señor, el Dios eterno.
18 El estómago asimila toda clase de alimentos, pero hay unos mejores que otros.
19 El paladar distingue los manjares y el corazón inteligente descubre las mentiras.
20 Un corazón tortuoso provoca contrariedades, pero el hombre de experiencia le da su merecido.
21 Una mujer acepta cualquier marido, pero unas jóvenes son mejores que otras.
22 La hermosura de la mujer alegra el rostro y supera todos los deseos del hombre.
23 Si en sus labios hay bondad y dulzura, su marido ya no es más uno de tantos hombres.
24 El que adquiere una mujer tiene el comienzo de la fortuna, una ayuda adecuada a él y una columna donde apoyarse.
25 Donde no hay valla, la propiedad es saqueada, y donde no hay mujer, el hombre gime y va a la deriva.
26 ¿Quién puede fiarse de un salteador que va rápidamente de ciudad en ciudad?
27 Así sucede con el hombre sin nido, que se alberga donde lo sorprende la noche.

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Introducción a Eclesiástico


Segundo Libro de los Macabeos

El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C.
Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado "historia dramática" o "patética", en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. Eso explica el empleo de ciertos recursos "efectistas", destinados a suscitar la adhesión o la repulsa, como son el lenguaje declamatorio y ampuloso, los epítetos hirientes, el tono mordaz con que se trata a los adversarios y la acentuada predilección por los elementos maravillosos.
A lo largo de toda su obra, que es una especie de "panegírico religioso", el autor trata de inculcar el amor y la devoción hacia el Templo de Jerusalén, centro de la vida del Pueblo judío. Esta idea ya está presente en las "Cartas" que figuran al comienzo del Libro e imprime su sello al plan que ha guiado la composición del mismo. De hecho, la historia relatada en él se desarrolla en cinco actos centrados alrededor del Templo, y al final del Libro se deja clara constancia de que para Judas y sus hombres "lo primero y principal era el Templo consagrado" (15. 18).
La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.



CARTAS A LOS JUDÍOS DE EGIPTOY PRÓLOGO DEL AUTOR

Al comienzo del Libro, el autor transcribe dos cartas escritas por los judíos de Jerusalén. En la primera, estos exhortan a sus hermanos de Egipto a celebrar en unión con ellos la fiesta de la Dedicación del Templo. Dicha carta está fechada en el 124 a. C., es decir, en el cuadragésimo aniversario de la Purificación del Santuario realizada por Judas Macabeo (164 a. C.).
La segunda es anterior y bastante más extensa. Aunque no lleva fecha, parece que fue escrita pocos días antes de la Dedicación del Templo en el 164 a. C., con el fin de poner de relieve la importancia de la Fiesta que se iba a celebrar dentro de poco (1. 18). Después de un breve relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, en esta carta se evocan los hechos portentosos que acompañaron a la restauración del Templo en la época de Nehemías. La mayor parte de los datos están tomados de escritos apócrifos o de tradiciones populares, que no pueden ser considerados como documentos históricos. Las dos cartas van seguidas de un Prólogo, donde el autor explica sus intenciones y su método de trabajo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas