Eclesiástico 39 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 35 versitos |
1 No pasa lo mismo con el que consagra su vida a reflexionar sobre la Ley del Altísimo. El busca la sabiduría de todos los antiguos y dedica su tiempo a estudiar las profecías;
2 conserva los dichos de los hombres famosos y penetra en las sutilezas de las parábolas;
3 indaga el sentido oculto de los proverbios y estudia sin cesar las sentencias enigmáticas.
4 Presta servicio entre los grandes y se lo ve en la presencia de los jefes; viaja por países extranjero, porque conoce por experiencia lo bueno y lo malo de los hombres.
5 De todo corazón, muy de madrugada, se dirige al Señor, su Creador, y suplica en la presencia del Altísimo; abre sus labios para orar y pide perdón por sus pecados.
6 Si el gran Señor así lo desea, será colmado del espíritu de inteligencia: derramará como lluvia sus sabias palabras y celebrará al Señor con su plegaria;
7 dirigirá rectamente su conejo y su ciencia y reflexionará sobre los secretos de Dios;
8 con su enseñanza hará brillar la doctrina y se gloriará en la Ley de Alianza del Señor.
9 Muchos alabarán su inteligencia, que nunca caerá en el olvido; su recuerdo no se borrará jamás y su nombre vivirá para siempre.
10 Las naciones hablarán de su sabiduría y la asamblea proclamará su alabanza.
11 Si vive largo tiempo, tendrá más renombre que otros mil; si entra en el reposo, eso le bastará.
12 Voy a seguir exponiendo mis reflexiones, porque estoy colmado como la luna llena.
13 Escúchenme, hijos santos, y crezcan como rosal que brota junto a la corriente de agua.
14 Exhalen suave fragancia como el incienso y florezcan como el lirio; derramen aroma y entonen un canto, bendigan al Señor por todas sus obras.
15 Reconozcan que su Nombre es grande, denle gracias, proclamando su alabanza, con cantos en los labios y con arpas, y digan en la acción de gracias:
16 ¡Qué hermosas son todas las obras del Señor, y todo lo que él ordena se cumple a su tiempo! No hay por qué decir: "¿Qué es esto? ¿Para qué está?". Porque todo será comprendido en su momento.
17 Por su palabra, las aguas se detuvieron como una masa; por una de sus órdenes, se formaron los depósitos de agua.
18 El lo ordena, y se cumple su voluntad, y nadie puede menoscabar su obra salvadora.
19 Las obras de todo ser viviente están ante él y nada puede ocultarse a sus ojos.
20 El abarca con la mira los límites del tiempo y no hay nada extraordinario para él.
21 No hay por qué decir: "¿Qué es esto? ¿Para qué está?". Porque todo ha sido creado con un fin.
22 Su bendición desborda como un río y como un diluvio, empapa la tierra.
23 Pero su ira será la herencia de las naciones, igual que cuando él cambió las aguas en sal.
24 Sus caminos son rectos para los santos, pero están llenos de obstáculos para los impíos.
25 Los bienes fueron creados desde el principio para los buenos, así como los males para los pecadores.
26 Lo más indispensable para la vida del hombre es el agua y el fuego, el hierro y la sal, la harina de trigo, la leche y la miel, la sangre de la vid, el aceite y la ropa:
27 todo esto es beneficioso para los buenos, y se vuelve perjudicial para los pecadores.
28 Hay vientos que fueron creados para el castigo, y en sus furor, él los hace más impetuosos: en el momento de la destrucción, desencadenan su violencia y apaciguan el furor de aquel que los hizo.
29 Fuego, granizo, hambre y peste: todo esto fue creado para el castigo.
30 Los dientes de las fieras, los escorpiones y las víboras, y la espada vengadora que destruye al impío,
31 todos ellos se alegran de sus órdenes y están sobre la tierra dispuestos a servirlo: llegado el momento, no transgredirán su palabra.
32 Por eso, desde el principio, convencí de esto, reflexioné, y lo puse por escrito:
33 Las obras del Señor son todas buenas, y a su debido tiempo, él provee a toda necesidad.
34 No hay por qué decir: "Esto es peor que aquello", porque a su tiempo todo será reconocido como bueno.
35 Y ahora, de todo corazón y en alta voz, canten himnos y bendigan el nombre del Señor".

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Introducción a Eclesiástico


Segundo Libro de los Macabeos

El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C.
Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado "historia dramática" o "patética", en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. Eso explica el empleo de ciertos recursos "efectistas", destinados a suscitar la adhesión o la repulsa, como son el lenguaje declamatorio y ampuloso, los epítetos hirientes, el tono mordaz con que se trata a los adversarios y la acentuada predilección por los elementos maravillosos.
A lo largo de toda su obra, que es una especie de "panegírico religioso", el autor trata de inculcar el amor y la devoción hacia el Templo de Jerusalén, centro de la vida del Pueblo judío. Esta idea ya está presente en las "Cartas" que figuran al comienzo del Libro e imprime su sello al plan que ha guiado la composición del mismo. De hecho, la historia relatada en él se desarrolla en cinco actos centrados alrededor del Templo, y al final del Libro se deja clara constancia de que para Judas y sus hombres "lo primero y principal era el Templo consagrado" (15. 18).
La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.



CARTAS A LOS JUDÍOS DE EGIPTOY PRÓLOGO DEL AUTOR

Al comienzo del Libro, el autor transcribe dos cartas escritas por los judíos de Jerusalén. En la primera, estos exhortan a sus hermanos de Egipto a celebrar en unión con ellos la fiesta de la Dedicación del Templo. Dicha carta está fechada en el 124 a. C., es decir, en el cuadragésimo aniversario de la Purificación del Santuario realizada por Judas Macabeo (164 a. C.).
La segunda es anterior y bastante más extensa. Aunque no lleva fecha, parece que fue escrita pocos días antes de la Dedicación del Templo en el 164 a. C., con el fin de poner de relieve la importancia de la Fiesta que se iba a celebrar dentro de poco (1. 18). Después de un breve relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, en esta carta se evocan los hechos portentosos que acompañaron a la restauración del Templo en la época de Nehemías. La mayor parte de los datos están tomados de escritos apócrifos o de tradiciones populares, que no pueden ser considerados como documentos históricos. Las dos cartas van seguidas de un Prólogo, donde el autor explica sus intenciones y su método de trabajo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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