Eclesiástico 4 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 31 versitos |
1 Hijo mío, no prives al pobre de su sustento ni hagas languidecer los ojos del indigente.
2 No hagas sufrir al que tiene hambre ni irrites al que está en la miseria.
3 No exasperes más aún al que está irritado ni hagas esperar tu don al que lo necesita.
4 No rechaces la súplica del afligido ni apartes tu rostro del pobre.
5 No apartes tus ojos del indigente ni des lugar a que alguien te maldiga:
6 porque si te maldice con amargura en el alma, su Creador escuchará su plegaria.
7 Procura hacerte amar de la asamblea y ante un poderoso, inclina la cabeza.
8 Vuelve tu oído hacia el pobre y devuélvele el saludo con dulzura.
9 Arranca al oprimido de las manos del opresor y no te acobardes al hacer justicia.
10 Sé un padre para los huérfanos y como un marido para su madre: así serás como un hijo del Altísimo y él te amará más que tu propia madre.
11 La sabiduría encumbra a sus hijos y cuida de aquellos que la buscan.
12 El que la ama, ama la vida, y los que la buscan ardientemente serán colmados de gozo.
13 El que la posee heredará la gloria, y dondequiera que vaya, el Señor lo bendecirá.
14 Los que la sirven rinden culto al Santo y los que la aman son amados por el Señor.
15 El que la escucha juzgará a las naciones y el que le presta atención habitará seguro.
16 El que confía en ella la recibirá en herencia y sus descendientes también la poseerán.
17 Al comienzo, ella lo conducirá por un camino sinuoso, le infundirá temor y estremecimiento y lo hará sufrir con su disciplina, hasta que tenga confianza en él y lo haya probado con sus exigencias.
18 Después, volverá a él por el camino recto, lo alegrará y le revelará sus secretos.
19 Si él se desvía, ella lo abandonará y lo dejará librado a su propia caída.
20 Ten en cuenta el momento y cuídate del mal, y no te avergüences de ti mismo.
21 Porque hay una vergüenza que lleva al pecado, y hay otra vergüenza que es gloria y gracia.
22 No te perjudiques por tener en cuenta a los demás, y que la vergüenza no provoque tu caída.
23 No dejes de hablar cuando sea necesario, ni escondas tu sabiduría.
24 Porque la sabiduría se reconoce en las palabras, y la instrucción, en la manera de hablar.
25 No digas nada contrario a la verdad y avergüénzate de tu falta de instrucción.
26 No tengas vergüenza de confesar tus pecados ni pretendas oponerte a la corriente de un río.
27 No te rebajes ante un hombre necio ni seas parcial en favor del poderoso.
28 Lucha hasta la muerte por la verdad, y el Señor Dios luchará por ti.
29 No seas atrevido con la lengua, ni perezoso y descuidado en tus acciones.
30 No seas como un león dentro de tu casa, y cobarde entre tus servidores.
31 No tengas la mano abierta para recibir y cerrada cuando hay que dar.

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Introducción a Eclesiástico


Segundo Libro de los Macabeos

El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C.
Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado "historia dramática" o "patética", en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. Eso explica el empleo de ciertos recursos "efectistas", destinados a suscitar la adhesión o la repulsa, como son el lenguaje declamatorio y ampuloso, los epítetos hirientes, el tono mordaz con que se trata a los adversarios y la acentuada predilección por los elementos maravillosos.
A lo largo de toda su obra, que es una especie de "panegírico religioso", el autor trata de inculcar el amor y la devoción hacia el Templo de Jerusalén, centro de la vida del Pueblo judío. Esta idea ya está presente en las "Cartas" que figuran al comienzo del Libro e imprime su sello al plan que ha guiado la composición del mismo. De hecho, la historia relatada en él se desarrolla en cinco actos centrados alrededor del Templo, y al final del Libro se deja clara constancia de que para Judas y sus hombres "lo primero y principal era el Templo consagrado" (15. 18).
La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.



CARTAS A LOS JUDÍOS DE EGIPTOY PRÓLOGO DEL AUTOR

Al comienzo del Libro, el autor transcribe dos cartas escritas por los judíos de Jerusalén. En la primera, estos exhortan a sus hermanos de Egipto a celebrar en unión con ellos la fiesta de la Dedicación del Templo. Dicha carta está fechada en el 124 a. C., es decir, en el cuadragésimo aniversario de la Purificación del Santuario realizada por Judas Macabeo (164 a. C.).
La segunda es anterior y bastante más extensa. Aunque no lleva fecha, parece que fue escrita pocos días antes de la Dedicación del Templo en el 164 a. C., con el fin de poner de relieve la importancia de la Fiesta que se iba a celebrar dentro de poco (1. 18). Después de un breve relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, en esta carta se evocan los hechos portentosos que acompañaron a la restauración del Templo en la época de Nehemías. La mayor parte de los datos están tomados de escritos apócrifos o de tradiciones populares, que no pueden ser considerados como documentos históricos. Las dos cartas van seguidas de un Prólogo, donde el autor explica sus intenciones y su método de trabajo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas