Eclesiástico 44 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 23 versitos |
1 Elogiemos a los hombres ilustres, a los antepasados de nuestra raza.
2 El Señor los colmó de gloria, manifestó su grandeza desde tiempos remotos.
3 Algunos ejercieron la autoridad real y se hicieron famosos por sus proezas; otros fueron consejeros por su inteligencia, transmitieron oráculos proféticos,
4 guiaron al pueblo con sus consejos, con sus inteligencia para instruirlo y con las sabias palabras de su enseñanza;
5 otros compusieron cantos melodiosos y escribieron relatos poéticos;
6 otros fueron hombres ricos, llenos de poder, que vivían en paz en sus moradas.
7 Todos ellos fueron honrados por sus contemporáneos y constituyeron el orgullo de su época.
8 Algunos de ellos dejaron un nombre y se los menciona todavía con elogios.
9 Pero hay otros que cayeron en el olvido y desaparecieron como si no hubieran existido; pasaron como si no hubieran nacido, igual que sus hijos después de ellos.
10 No sucede así con aquellos, los hombres de bien, cuyas obras de justicia no han sido olvidadas.
11 Con su descendencia se perpetúa la rica herencia que procede de ellos.
12 Su descendencia fue fiel a las alianzas y también sus nietos, gracias a ellos.
13 Su descendencia permanecerá para siempre, y su gloria no se extinguirá.
14 Sus cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre sobrevive a través de las generaciones.
15 Los pueblos proclaman su sabiduría, y la asamblea anuncia su alabanza.
16 Henoc agradó al Señor y fue trasladado, él es modelo de conversión para las generaciones futuras.
17 Noé fue hallado perfectamente justo, en el tiempo de la ira sirvió de renovación: gracias a él, quedó un resto en la tierra, cuando se desencadenó el diluvio.
18 Alianzas eternas fueron selladas con él, para que nunca más un diluvio destruyera a los vivientes.
19 Abraham es padre insigne de una multitud de naciones, y no hubo nadie que lo igualara en su gloria.
20 El observó la Ley del Altísimo y entró en alianza con él; puso en sus carne la señal de esta alianza y en la prueba fue hallado fiel.
21 Por eso, Dios le aseguró con un juramento que las naciones serían bendecidas en sus descendencia, que lo multiplicaría como el polvo de la tierra, que exaltaría a sus descendientes como las estrellas, y les daría en herencia el país, desde un mar hasta el otro y desde el Río hasta los confines de la tierra.
22 A Isaac, le hizo la misma promesa, a causa de su padre Abraham.
23 La bendición de todos los hombres y la alianza las hizo descansar sobre la cabeza de Jacob; lo confirmó en las bendiciones recibidas y le dio la tierra en herencia; dividió el país en partes y las distribuyó entre las doce tribus.

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Introducción a Eclesiástico


Segundo Libro de los Macabeos

El segundo libro de los MACABEOS no es la continuación del primero, sino en parte paralelo a él, ya que se refiere a los mismos acontecimientos del período comprendido entre el 175 y el 160 a. C., tomados de un poco más atrás y relatados en un estilo diferente. Como lo señala su autor (2. 23), él se limitó a resumir una obra mucho más extensa, redactada en cinco volúmenes por Jasón de Cirene, un ferviente judío de sólida formación helenista. Todo parece indicar que este resumen se llevó a cabo en Alejandría, poco después del 124 a. C.
Este Libro pertenece a un género literario muy difundido en aquella época, denominado "historia dramática" o "patética", en el cual la narración de los hechos históricos se convierte en un medio para conmover, entusiasmar o edificar al lector. Eso explica el empleo de ciertos recursos "efectistas", destinados a suscitar la adhesión o la repulsa, como son el lenguaje declamatorio y ampuloso, los epítetos hirientes, el tono mordaz con que se trata a los adversarios y la acentuada predilección por los elementos maravillosos.
A lo largo de toda su obra, que es una especie de "panegírico religioso", el autor trata de inculcar el amor y la devoción hacia el Templo de Jerusalén, centro de la vida del Pueblo judío. Esta idea ya está presente en las "Cartas" que figuran al comienzo del Libro e imprime su sello al plan que ha guiado la composición del mismo. De hecho, la historia relatada en él se desarrolla en cinco actos centrados alrededor del Templo, y al final del Libro se deja clara constancia de que para Judas y sus hombres "lo primero y principal era el Templo consagrado" (15. 18).
La forma explícita con que este Libro afirma la resurrección de los muertos y la claridad con que destaca el valor de la oración por los difuntos y de la intercesión de los mártires, le han merecido una especial acogida por parte de la Iglesia.



CARTAS A LOS JUDÍOS DE EGIPTOY PRÓLOGO DEL AUTOR

Al comienzo del Libro, el autor transcribe dos cartas escritas por los judíos de Jerusalén. En la primera, estos exhortan a sus hermanos de Egipto a celebrar en unión con ellos la fiesta de la Dedicación del Templo. Dicha carta está fechada en el 124 a. C., es decir, en el cuadragésimo aniversario de la Purificación del Santuario realizada por Judas Macabeo (164 a. C.).
La segunda es anterior y bastante más extensa. Aunque no lleva fecha, parece que fue escrita pocos días antes de la Dedicación del Templo en el 164 a. C., con el fin de poner de relieve la importancia de la Fiesta que se iba a celebrar dentro de poco (1. 18). Después de un breve relato sobre la muerte de Antíoco IV Epífanes, en esta carta se evocan los hechos portentosos que acompañaron a la restauración del Templo en la época de Nehemías. La mayor parte de los datos están tomados de escritos apócrifos o de tradiciones populares, que no pueden ser considerados como documentos históricos. Las dos cartas van seguidas de un Prólogo, donde el autor explica sus intenciones y su método de trabajo.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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