I Macabeos 12 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 53 versitos |
1 Jonatán, al ver que las circunstancias le eran favorable, eligió a unos cuantos hombres y los envió a Roma para confirmar y renovar la amistad con los romanos.
2 También envió cartas a los espartanos y a otros lugares en el mismo sentido.
3 Cuando los judíos llegaron a Roma y se presentaron ante el Senado, dijeron: "El Sumo Sacerdote Jonatán y la nación de los judíos nos han enviado para que ustedes renueven con ellos la amistad y el pacto, tal como quedó establecido anteriormente".
4 El Senado les dio un salvoconducto para los distintos países, a fin de que les permitieran llegar sanos y salvos al país de Judá.
5 Esta es la copia de la carta que Jonatán escribió a los espartanos:
6 "Jonatán, Sumo Sacerdote, el consejo de la nación, los sacerdotes y todo el Pueblo judío saludan a sus hermanos de Esparta.
7 Ya en tiempos pasados, Areios, que reinaba entre ustedes, envió una carta al Sumo Sacerdote Onías en la que le decía que ustedes son hermanos nuestros, como lo atestigua la copia adjunta.
8 Onías recibió al embajador con todos los honores, y aceptó la carta que hablaba claramente de pacto y amistad.
9 Ahora nosotros, aunque no tenemos necesidad de estas cosas, porque encontramos el consuelo en los Libros santos que están en nuestras manos,
10 nos hemos permitido enviarles embajadores para renovar la fraterna amistad que nos liga con ustedes, a fin de no comportarnos como extraños, ya que ha pasado mucho tiempo desde que nos escribieron.
11 En todo momento nos acordamos de ustedes, particularmente en las fiestas y en otros días apropiados, cuando ofrecemos los sacrificios y hacemos oración, ya que es justo y conveniente acordarse de los hermanos.
12 Nos alegramos mucho de la gloria de ustedes.
13 Nosotros, en cambio, nos hemos visto envueltos en muchas tribulaciones y guerras, y hemos sido atacados por los reyes vecinos.
14 Pero no hemos querido molestarlos, ni a ustedes ni a nuestros otros aliados y amigos, con motivo de estas guerras,
15 porque contamos con el auxilio del Cielo que nos asiste constantemente. Así fuimos liberados de nuestros enemigos y ellos quedaron humillados.
16 Ahora hemos elegido a Numenio, hijo de Antíoco, y a Antípatro, hijo de Jasón, y los hemos enviado a los romanos para renovar con ellos nuestro antiguo pacto de amistad,
17 Además, les ordenamos que fueran a saludarlos a ustedes y les entregaran la carta con al que queremos renovarles nuestra fraternidad.
18 Tengan ahora la bondad de respondernos".
19 Esta es la copia de la carta que había sido enviada a Onías:
20 "Areios, rey de los espartanos, saluda a Onías, Sumo Sacerdote.
21 En un documento que trata de los espartanos y los judíos, consta que son hermanos y que pertenecen a la raza de Abraham.
22 Ahora que sabemos esto, hagan el favor de escribirnos para ver cómo están.
23 Nosotros, por nuestra parte, les escribimos: El ganado y todos los bienes de ustedes son nuestros, y los nuestros son de ustedes. En consecuencia, ordenamos que se les envíe un mensaje para comunicarles esto".
24 Jonatán tuvo noticias de que los generales de Demetrio habían regresado con un ejército más numeroso que el anterior, para combatir contra él.
25 Partió entonces de Jerusalén y fue a enfrentarlos en la región de Jamat, sin dejarles tiempo a que invadieran sus dominios.
26 Envió espías al campamento enemigo y estos, al regresar, le anunciaron que los sirios se estaban preparando para atacarlos durante la noche.
27 Al ponerse el sol, Jonatán ordenó a sus hombres que velaran toda la noche con las armas en la mano, listos para entrar en combate, y estableció puestos de avanzada alrededor del campamento.
28 Cuando los enemigos supieron que Jonatán y sus hombres estaban preparados para el combate, sintieron un gran temor y encendieron fogatas en su campamento.
29 Pero Jonatán y los suyos, como veían arder las hogueras, no se dieron cuenta de su partida hasta el amanecer.
30 Jonatán los persiguió, pero no pudo alcanzarlos, porque ya había pasado el río Eléutero.
31 Entonces Jonatán se volvió contra los árabes llamados sabadeos, los derrotó y se apoderó del botín.
32 Luego reanudó la marcha hacia Damasco y recorrió toda la región.
33 Simón, por su parte, hizo una expedición hasta Ascalón y las fortalezas vecinas. Se volvió luego hacia Jope y la tomó,
34 porque se había enterado de que sus habitantes querían entregar la plaza fuerte a los hombres de Demetrio. Por eso dejó en ella una guarnición para defenderla.
35 A su regreso, Jonatán reunió en asamblea a los ancianos del pueblo y decidió con ellos construir fortalezas en Judea.
36 También resolvió elevar las murallas de Jerusalén y levantar un gran muro entre la Ciudadela y el resto de la ciudad, a fin de separarlas, de manera que la Ciudadela quedara aislada y sus habitantes no pudieran comprar ni vender.
37 Se reunieron entonces para reconstruir la ciudad, porque se había caído la parte de la muralla que da al torrente oriental, y también se restauró la parte llamada Cafenatá.
38 Simón, por su lado, reconstruyó Adidá en la Sefelá, la fortificó y la aseguró con puertas y cerrojos.
39 Mientras tanto, Trifón aspiraba a reinar sobre Asia y a ceñirse la corona, eliminando al rey Antíoco.
40 Temiendo que Jonatán se lo impidiera y le hiciera la guerra, buscaba la manera de detenerlo para deshacerse de él. Entonces se puso en marcha y llegó a Betsán.
41 Jonatán salió a su encuentro con cuarenta mil hombres elegidos para la guerra y también llegó a Betsán.
42 Trifón, al ver que se presentaba con un ejército tan numeroso, no se atrevió a enfrentarlo.
43 Lo recibió con grandes honores, lo recomendó a todos sus Amigos, le hizo regalos y ordenó a sus Amigos y a sus tropas que lo obedecieran como a él mismo.
44 Luego dijo a Jonatán: "¿Por qué has fatigado a toda esta gente sino hay guerra entre nosotros?
45 Mándalos ahora mismo a sus casas, quédate con una pequeña escolta y ven conmigo a Tolemaida. Yo te la entregaré con las otras plazas fuertes, el resto de las tropas y todos los funcionarios. Enseguida emprenderé el regreso, porque para eso he venido".
46 Jonatán confió en él e hizo lo que Trifón le había dicho: licenció las tropas, que se retiraron al país de Judea,
47 y no se reservó más que tres mil soldados, dejando a dos mil en Galilea y haciéndose acompañar por los otros mil.
48 Pero apenas entró Jonatán en Tolemaida, sus habitantes cerraron las puertas, lo apresaron y pasaron al filo de la espada a todos los que habían entrado con él.
49 Luego Trifón envió tropas y caballería a Galilea y a la Gran Llanura para acabar con todos los partidarios de Jonatán.
50 Pero estos, al darse cuenta que Jonatán había sido apresado y que había perecido con todos sus acompañantes, se animaron uno a otros y avanzaron en filas bien compactas, resueltos a luchar.
51 Sus perseguidores, viendo que estaban resueltos a jugarse la vida, emprendieron la retirada.
52 Así pudieron regresar sanos y salvos al país de Judá, donde lloraron a Jonatán y a sus compañeros, en medio de un gran temor. Hubo un gran duelo en Israel,
53 y todos los pueblos vecinos trataban de exterminarlos, porque decían: "Ya no tienen jefe ni nadie que los ayude. Ataquémoslos ahora mismo, y borremos su recuerdo de entre los hombres".

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Introducción a I Macabeos


Eclesiástico

A este Libro "deuterocanónico" -el más extenso de los escritos sapienciales- se lo designa habitualmente de dos maneras distintas. El nombre de ECLESIÁSTICO, que significa "libro de la asamblea", se hizo tradicional en la iglesia latina, quizá por la frecuencia con que se lo utilizaba en los primeros siglos para la formación moral de los catecúmenos y de los fieles. La mayoría de los manuscritos griegos, en cambio, lo titulan "Sabiduría de Jesús, hijo de Sirá"- en hebreo, Ben Sirá -y de allí deriva el nombre de SIRÁCIDA, que también se le suele dar.
Mientras que la mayoría de los escritos sapienciales son atribuidos a Salomón, el Eclesiástico es el único que lleva la firma de su autor. Este era un judío de Jerusalén, culto y de buena posición, que se dedicó desde su juventud al conocimiento de las Escrituras y a la búsqueda de la Sabiduría, sobre todo por medio de la oración (51. 13). Como fino observador, aprovechó sus frecuentes viajes para completar su formación (34. 11). Convertido en "maestro de sabiduría", orgulloso de su raza y de su historia nacional, dirigió en Jerusalén una escuela (51. 23), destinada a iniciar a los jóvenes en la adquisición de la Sabiduría. Por último, hacia el 180 a. C., recogió por escrito el fruto de sus reflexiones y de su larga experiencia.
La obra de Ben Sirá es un llamado de atención frente a la influencia de la cultura griega, que no cesaba de expandirse en el Próximo Oriente desde las conquistas de Alejandro Magno. Él comprendió que ese nuevo movimiento de ideas no tardaría en entrar en conflicto con la fe de Israel. Para contrarrestar el peligro, puso todo su empeño en preservar el patrimonio religioso y cultural del Judaísmo en esa época de transición. A diferencia de los antiguos "maestros de sabiduría", que consideraban al hombre nada más que en su condición de tal, al Sirácida le preocupaba antes que nada la formación del hombre "judío". Según él, la Sabiduría se ofrece a todos, pero puso su Morada en Israel y, en última instancia, se identifica con la Ley de Moisés. De allí la necesidad de meditar constantemente "el libro de la Alianza del Dios Altísimo" (24. 23), para adquirir la verdadera Sabiduría y vivir en conformidad con la voluntad divina.
El Eclesiástico fue escrito originariamente en hebreo, pero el texto original cayó pronto en el olvido. La obra se conservó gracias a la traducción griega realizada por un nieto del autor, emigrado a Egipto en el 132. A fines del siglo pasado y en las últimas décadas del actual se encontraron varios manuscritos hebreos, que abarcan unas dos terceras partes del Libro. La traducción que damos a continuación es la del texto griego, ya que es este el que fue recibido y transmitido por la tradición cristiana.
El Sirácida es el último testigo inspirado de la corriente sapiencial dentro de Palestina. El ideal de vida propuesto por él tiene las limitaciones propias de su época, pero también encierra valores permanentes, que fueron asumidos por el Nuevo Testamento, especialmente en la Carta de Santiago. Por su profunda religiosidad, unida a un sano sentido común, por su fidelidad a la Ley y su afán de encontrar en todo un reflejo de la sabiduría de Dios, el autor de este Libro anticipa el retrato que hará Jesús del "escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos": él "se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo" ( Mat_13:52 ).

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR


La versión griega del Eclesiástico está precedida de un Prólogo, que generalmente no se considera inspirado, donde el traductor explica los motivos que lo impulsaron a llevar a cabo esta difícil tarea. Entre otras informaciones de interés, en este Prólogo encontramos la primera alusión a la división tripartita de la Biblia hebrea: LA LEY, LOS PROFETAS y LOS DEMÁS ESCRITOS.
1 Muchas e importantes enseñanzas nos han sido transmitidas por la Ley, los Profetas y los otros Escritores que los han seguido, por los cuales se debe elogiar a Israel a causa de su instrucción y su sabiduría. Pero es un deber para los que leen esos Libros, no sólo adquirir ciencia personalmente, 5 sino también poder ser útiles a los de afuera, con la palabra y los escritos. Por eso, mi abuelo Jesús, después de haberse aplicado intensamente a la lectura de la Ley, de los Profetas 10 y de los otros Libros de los antepasados, en los que adquirió una gran competencia, se decidió también él a escribir algo sobre temas de instrucción y sabiduría, de manera que los hombres deseosos de aprender, aplicándose a estas disciplinas, hicieran mayores progresos en la manera de vivir conforme a la Ley.
15 Por lo tanto, ustedes están invitados a leer esto con benévola atención, y amostrarse indulgentes allí donde pudiera parecer que, 20 a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos logrado acertar en alguna expresión. Porque lo que está expresado en hebreo no conserva su misma fuerza cuando se lo traduce a otra lengua. Y esto no sucede sólo aquí, sino que la misma Ley, los Profetas 25 y los demás Libros presentan diferencias notables cuando se los lee en el original.
Ahora bien, en el año 38 del rey Evergetes, cuando yo vine a Egipto y me quedé allí, descubrí un ejemplar de esta valiosa instrucción, 30 y juzgué extremadamente necesario aportar mi dedicación y esfuerzo a traducir ese Libro. He consagrado muchos desvelos y ciencia, durante este período, hasta llevar a buen término y publicar este Libro, para aquellos que, en el extranjero, están deseosos de aprender, 35 a fin de ajustar sus constubres a una vida conforma e la Ley.

COLECCIÓN DE SENTENCIAS


La primera parte del Eclesiástico incluye varios elogios de la Sabiduría, personificada como una madre que alimenta a sus hijos (15. 2) y como una Palabra salida "de la boca del Altísimo" (24. 3). Ella penetra todo el universo, pero "echó raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia" (24. 12), y es concedida abundantemente a los que lo aman (1. 10). El "principio" y la "corona" de la Sabiduría es el "temor del Señor", actitud que implica el respeto filial a la infinita grandeza de Dios y la obediencia a su voluntad expresada en la Ley (1. 11-20). Aunque la Sabiduría "viene del Señor" (1.1) y es un don divino, para alcanzarla se requiere un largo esfuerzo personal. Ella no se deja conquistar fácilmente y al principio prueba a sus hijos. Pero si estos superan las primeras dificultades y son dóciles a sus enseñanzas, termina por revelarles sus secretos y alegrarlos con sus bienes (4. 17-18).
A partir de estas ideas, el Sirácida agrupa una cantidad de sentencias y exhortaciones sobre las materias más diversas, sin ningún plan sistemático y con no pocas repeticiones. Entre las normas de sabiduría práctica que deben regir la conducta, se destacan la prudencia en las relaciones con los demás, la discreción en el hablar, la humildad y el desapego de las riquezas, el dominio de sí mismo, la firmeza en la educación de los hijos, la manera de cultivar la amistad y de comportarse con los necios, la cautela en el trato con las mujeres, el cuidado de la salud y la práctica del culto agradable a Dios. Por último, Ben Sirá hace algunas reflexiones sobre las miserias de la vida (40. 1-11) y la condición mortal de los hombres (41. 1-4), sin vislumbrar todavía la posibilidad de una justa retribución más allá de la muerte.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

I Macabeos 12,1-54

1. Ver 8. 17-32.

21. Este parentesco ficticio entre judíos y espartanos estaba fundado sin duda en ciertas afinidades entre los dos pueblos. Los espartanos eran famosos por su vida austera y por la legislación de Licurgo, comparable en algunos aspectos a la Ley de Moisés. La leyenda pudo haber surgido en Egipto, que mantenía estrecho contacto con los espartanos y donde había una numerosa comunidad judía.