I Macabeos 5 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 68 versitos |
1 Cuando las naciones vecinas supieron que había sido reconstruido el altar y restaurado como antes el Santuario, se irritaron profundamente
2 y decidieron acabar con los descendientes de Jacob que vivían entre ellos. Por eso comenzaron a matar y exterminar a mucha gente del pueblo.
3 Judas hizo la guerra contra los descendientes de Esaú que habitaban en Idumea, en la región de Acrabatena, porque tenían asediados a los israelitas. Les infligió una gran derrota, cometiéndolos y apoderándose de sus despojos.
4 Luego se acordó de la maldad de los descendientes de Beán; que eran una trampa y un obstáculo para el pueblo por las emboscadas que le tendían en los caminos.
5 Los obligó a encerrarse en sus torres, los asedió y los consagró al exterminio total, prendiendo fuego a esas torres con todos los que estaban dentro.
6 Luego atacó a los amonitas, y allí encontró un fuerte ejército y una población numerosa cuyo jefe era Timoteo.
7 Después de muchos combates, los desbarató y los deshizo.
8 También ocupó Iazer y sus poblados, y regresó a Judea.
9 Los pueblos de Galaad se coaligaron contra los israelitas que vivían en su territorio, para exterminarlos. Pero ellos se refugiaron en la fortaleza de Datemá,
10 desde donde enviaron una carta a Judas y a sus hermanos, diciéndoles: "Los pueblos que nos rodean se coaligaron para exterminarnos;
11 ahora se preparan para venir a tomar la fortaleza donde nos hemos refugiado, y Timoteo está al frente de su ejército.
12 Ven en seguida a librarnos de sus manos, porque muchos de entre nosotros ya han caído;
13 todos nuestros hermanos que vivían en el país de Tobías han sido matados, sus mujeres y sus hijos fueron llevados cautivos y sus bienes han sido robados. Allí han muerto unos mil hombres".
14 Cuando todavía estaban leyendo la carta, llegaron otros mensajeros de Galilea, con las vestiduras rasgadas, trayendo esta noticia:
15 "Los habitantes de Tolemaida, de Tiro, de Sidón y de toda la Galilea de los extranjeros se han coaligado para acabar con nosotros".
16 Apenas Judas y el pueblo oyeron estas noticias, reunieron una gran asamblea para deliberar sobre lo que debían hacer en favor de sus hermanos que se encontraban en un aprieto, amenazados por sus enemigos.
17 Judas dijo a su hermano Simón: "Elige algunos hombres y ve a librar a tus hermanos de Galilea; mi hermano Jonatán y yo iremos a la región de Galaad".
18 Dejó para defender a Judea a José, hijo de Zacarías, y a Azarías, jefe del pueblo, con el resto del ejército,
19 dándoles esta orden: "Tomen el mando de estas tropas, pero no entren en batalla con los paganos hasta que nosotros volvamos".
20 Se le asignaron tres mil hombres a Simón para la campaña de Galilea y ocho mil a Judas para la de Galaad.
21 Simón partió para Galilea y luego de librar muchos combates con los paganos, los derrotó, los obligó a huir
22 y los persiguió hasta las puertas de Tolemaida. Allí sucumbieron unos tres mil hombres y Judas se apoderó del botín.
23 Luego tomó consigo a los judíos de Galilea y de Arbatá, con sus mujeres, sus hijos y todos sus bienes, y en medio de una gran alegría los llevó a Judea.
24 Judas Macabeo y su hermano Jonatán, por su parte, atravesaron el Jordán y caminaron tres días por el desierto.
25 Allí se encontraron con los nabateos, que los recibieron amistosamente y los pusieron al tanto de lo que les ocurría a sus hermanos de la región de Galaad;
26 muchos de ellos se encontraban prisioneros en Bosorá y Bosor, en Alemá, Casfó, Maqued y Carnain, que eran ciudades fuertes e importantes;
27 también había prisioneros en las demás ciudades de Galaad, y sus enemigos tomaban posiciones para atacar las fortalezas al día siguiente, a fin de apoderarse de ellos y exterminarlos a todos de una sola vez.
28 Inmediatamente, Judas dio vuelta con su ejército y se dirigió por el desierto hacia Bosorá, ocupó la ciudad y después de pasar al filo de la espada a todos los varones, la saqueó por completo y la incendió.
29 Partió de allí por la noche y avanzó hasta la fortaleza.
30 Al llegar el día, los judíos divisaron una muchedumbre innumerable que levantaba escaleras y empalizadas para tomar la fortaleza y había pasado a la ofensiva.
31 Al ver que el ataque ya había comenzado y que el griterío de la ciudad y el sonido de las trompetas subía hasta el cielo,
32 Judas dijo a sus hombres: "¡Luchen hoy por nuestros hermanos!".
33 Luego los ordenó en tres columnas y los hizo avanzar por detrás del enemigo, tocando las trompetas y orando a gritos.
34 Las tropas de Timoteo, apenas se enteraron que era el Macabeo, huyeron ante él. Judas les infligió una gran derrota, y ese día dejaron tendidos unos ocho mil hombres.
35 Luego se volvió contra Alemá; la atacó, la ocupó y, después de matar a todos los varones, la saqueó y la incendió.
36 Partiendo de allí, se apoderó de Casfó, Maqued, Bosor y de las demás ciudades de Galaad.
37 Después de estos acontecimientos, Timoteo reunió un nuevo ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente.
38 Judas mandó a explorar el campamento y le dieron este informe: "Todas las naciones vecinas se han unido a Timoteo y forman un ejército muy numeroso.
39 Además, tienen como auxiliares a mercenarios árabes. Ahora están acampados al otro lado del torrente, preparados para atacarle". Entonces Judas salió a su encuentro,
40 y mientras él se acercaba al torrente con su ejército, Timoteo dijo a sus capitanes: "Si él lo pasa primero y viene sobre nosotros, no podremos resistir, y nos vencerá seguramente;
41 pero si se atemoriza y acampa al otro lado del río, lo atravesaremos nosotros, caeremos sobre él y lo venceremos".
42 Cuando Judas llegó al borde del torrente, ubicó a los escribas del pueblo a la orilla y les dio esta orden: "No dejen que ningún hombre quede en el campamento, sino que todos vayan al combate".
43 El fue el primero en cruzar el río en dirección al enemigo, y toda su gente lo siguió. Todos los paganos quedaron derrotados ante ellos, arrojaron sus armas y corrieron a refugiarse en el templo de Carnain.
44 Pero los judíos se apoderaron de la ciudad y quemaron el templo con todos los que había adentro. Carnain fue sometida, y ya nadie pudo resistir a Judas.
45 Judas reunió a todos los israelitas de la región de Galaad, del más pequeño al más grande, con sus mujeres, sus hijos y sus equipajes, para llevarlos al país de Judá: era una inmensa muchedumbre.
46 Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy fortificada, que estaba sobre el camino, por la que tenían que pasar necesariamente, ya que no era posible desviarse ni a la derecha ni a la izquierda.
47 Pero los habitantes de la ciudad les negaron el paso y bloquearon las entradas con piedras.
48 Judas les envió un mensaje en son de paz, diciéndoles: "Permítannos pasar por el territorio de ustedes, para ir a nuestro país; nadie les hará ningún mal, sólo queremos pasar". Como ellos se negaron a abrirle,
49 Judas hizo anunciar en el campamento que cada uno tomara posición donde se encontraba.
50 Los soldados ocuparon sus posiciones, y Judas atacó la ciudad todo aquel día y toda la noche, hasta que cayó en sus manos.
51 Hizo pasar al filo de la espada a todos los varones, arrasó la ciudad, la saqueó y la atravesó por encima de los cadáveres.
52 Después pasaron el Jordán en dirección a la gran llanura que está frente a Betsán.
53 Durante todo el trayecto, Judas fue recogiendo a los rezagados y animando al pueblo hasta llegar a la tierra de Judá.
54 Todos subieron al monte Sión con júbilo y alegría, y ofrecieron holocaustos por haber regresado sanos y salvos sin perder a ninguno de los suyos.
55 Cuando Judas y Jonatán estaban en el país de Galaad, y su hermano Simón en Galilea, frente Tolemaida,
56 José, hijo de Zacarías, y Azarías, jefes del ejército, al oír las proezas y combates que aquellos habían llevado a cabo,
57 dijeron: "Hagámonos célebres también nosotros, luchando contra los paganos que nos rodean".
58 Entonces ordenaron a las tropas que estaban bajo su mando que avanzaran sobre Iamnia.
59 Gorgias salió de la ciudad con su ejército para luchar contra ellos.
60 José y Azarías fueron derrotados y perseguidos hasta la frontera de Judea. Aquel día cayeron alrededor de dos mil israelitas.
61 Este fue un grave desastre para el pueblo por no haber obedecido a Judas y a sus hermanos, creyéndose capaces de grandes hazañas.
62 Pero ellos no pertenecían a la estirpe de aquellos hombres a quienes estaba confiada la salvación de Israel.
63 El valiente Judas y sus hermanos alcanzaron gran celebridad en todo Israel en todas las naciones donde se oía hablar de ellos.
64 La gente se agolpaba a su alrededor para aclamarlos.
65 Judas salió con sus hermanos para hacer la guerra a los descendientes de Esaú, en la región meridional. Se apoderó de Hebrón y de sus poblados, destruyó sus fortificaciones e incendió las torres de su alrededor.
66 Luego partió en dirección al país de los filisteos y atravesó Marisá.
67 Aquel día, algunos sacerdotes que querían mostrar su valentía, cayeron en el combate por salir a luchar imprudentemente.
68 En seguida Judas se desvió hacia Azoto, en territorio filisteo: allí derribó sus altares, incendió las estatuas de sus dioses, saqueó sus ciudades, y finalmente, regresó al país de Judea.

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Introducción a I Macabeos


Eclesiástico

A este Libro "deuterocanónico" -el más extenso de los escritos sapienciales- se lo designa habitualmente de dos maneras distintas. El nombre de ECLESIÁSTICO, que significa "libro de la asamblea", se hizo tradicional en la iglesia latina, quizá por la frecuencia con que se lo utilizaba en los primeros siglos para la formación moral de los catecúmenos y de los fieles. La mayoría de los manuscritos griegos, en cambio, lo titulan "Sabiduría de Jesús, hijo de Sirá"- en hebreo, Ben Sirá -y de allí deriva el nombre de SIRÁCIDA, que también se le suele dar.
Mientras que la mayoría de los escritos sapienciales son atribuidos a Salomón, el Eclesiástico es el único que lleva la firma de su autor. Este era un judío de Jerusalén, culto y de buena posición, que se dedicó desde su juventud al conocimiento de las Escrituras y a la búsqueda de la Sabiduría, sobre todo por medio de la oración (51. 13). Como fino observador, aprovechó sus frecuentes viajes para completar su formación (34. 11). Convertido en "maestro de sabiduría", orgulloso de su raza y de su historia nacional, dirigió en Jerusalén una escuela (51. 23), destinada a iniciar a los jóvenes en la adquisición de la Sabiduría. Por último, hacia el 180 a. C., recogió por escrito el fruto de sus reflexiones y de su larga experiencia.
La obra de Ben Sirá es un llamado de atención frente a la influencia de la cultura griega, que no cesaba de expandirse en el Próximo Oriente desde las conquistas de Alejandro Magno. Él comprendió que ese nuevo movimiento de ideas no tardaría en entrar en conflicto con la fe de Israel. Para contrarrestar el peligro, puso todo su empeño en preservar el patrimonio religioso y cultural del Judaísmo en esa época de transición. A diferencia de los antiguos "maestros de sabiduría", que consideraban al hombre nada más que en su condición de tal, al Sirácida le preocupaba antes que nada la formación del hombre "judío". Según él, la Sabiduría se ofrece a todos, pero puso su Morada en Israel y, en última instancia, se identifica con la Ley de Moisés. De allí la necesidad de meditar constantemente "el libro de la Alianza del Dios Altísimo" (24. 23), para adquirir la verdadera Sabiduría y vivir en conformidad con la voluntad divina.
El Eclesiástico fue escrito originariamente en hebreo, pero el texto original cayó pronto en el olvido. La obra se conservó gracias a la traducción griega realizada por un nieto del autor, emigrado a Egipto en el 132. A fines del siglo pasado y en las últimas décadas del actual se encontraron varios manuscritos hebreos, que abarcan unas dos terceras partes del Libro. La traducción que damos a continuación es la del texto griego, ya que es este el que fue recibido y transmitido por la tradición cristiana.
El Sirácida es el último testigo inspirado de la corriente sapiencial dentro de Palestina. El ideal de vida propuesto por él tiene las limitaciones propias de su época, pero también encierra valores permanentes, que fueron asumidos por el Nuevo Testamento, especialmente en la Carta de Santiago. Por su profunda religiosidad, unida a un sano sentido común, por su fidelidad a la Ley y su afán de encontrar en todo un reflejo de la sabiduría de Dios, el autor de este Libro anticipa el retrato que hará Jesús del "escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos": él "se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo" ( Mat_13:52 ).

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR


La versión griega del Eclesiástico está precedida de un Prólogo, que generalmente no se considera inspirado, donde el traductor explica los motivos que lo impulsaron a llevar a cabo esta difícil tarea. Entre otras informaciones de interés, en este Prólogo encontramos la primera alusión a la división tripartita de la Biblia hebrea: LA LEY, LOS PROFETAS y LOS DEMÁS ESCRITOS.
1 Muchas e importantes enseñanzas nos han sido transmitidas por la Ley, los Profetas y los otros Escritores que los han seguido, por los cuales se debe elogiar a Israel a causa de su instrucción y su sabiduría. Pero es un deber para los que leen esos Libros, no sólo adquirir ciencia personalmente, 5 sino también poder ser útiles a los de afuera, con la palabra y los escritos. Por eso, mi abuelo Jesús, después de haberse aplicado intensamente a la lectura de la Ley, de los Profetas 10 y de los otros Libros de los antepasados, en los que adquirió una gran competencia, se decidió también él a escribir algo sobre temas de instrucción y sabiduría, de manera que los hombres deseosos de aprender, aplicándose a estas disciplinas, hicieran mayores progresos en la manera de vivir conforme a la Ley.
15 Por lo tanto, ustedes están invitados a leer esto con benévola atención, y amostrarse indulgentes allí donde pudiera parecer que, 20 a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos logrado acertar en alguna expresión. Porque lo que está expresado en hebreo no conserva su misma fuerza cuando se lo traduce a otra lengua. Y esto no sucede sólo aquí, sino que la misma Ley, los Profetas 25 y los demás Libros presentan diferencias notables cuando se los lee en el original.
Ahora bien, en el año 38 del rey Evergetes, cuando yo vine a Egipto y me quedé allí, descubrí un ejemplar de esta valiosa instrucción, 30 y juzgué extremadamente necesario aportar mi dedicación y esfuerzo a traducir ese Libro. He consagrado muchos desvelos y ciencia, durante este período, hasta llevar a buen término y publicar este Libro, para aquellos que, en el extranjero, están deseosos de aprender, 35 a fin de ajustar sus constubres a una vida conforma e la Ley.

COLECCIÓN DE SENTENCIAS


La primera parte del Eclesiástico incluye varios elogios de la Sabiduría, personificada como una madre que alimenta a sus hijos (15. 2) y como una Palabra salida "de la boca del Altísimo" (24. 3). Ella penetra todo el universo, pero "echó raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia" (24. 12), y es concedida abundantemente a los que lo aman (1. 10). El "principio" y la "corona" de la Sabiduría es el "temor del Señor", actitud que implica el respeto filial a la infinita grandeza de Dios y la obediencia a su voluntad expresada en la Ley (1. 11-20). Aunque la Sabiduría "viene del Señor" (1.1) y es un don divino, para alcanzarla se requiere un largo esfuerzo personal. Ella no se deja conquistar fácilmente y al principio prueba a sus hijos. Pero si estos superan las primeras dificultades y son dóciles a sus enseñanzas, termina por revelarles sus secretos y alegrarlos con sus bienes (4. 17-18).
A partir de estas ideas, el Sirácida agrupa una cantidad de sentencias y exhortaciones sobre las materias más diversas, sin ningún plan sistemático y con no pocas repeticiones. Entre las normas de sabiduría práctica que deben regir la conducta, se destacan la prudencia en las relaciones con los demás, la discreción en el hablar, la humildad y el desapego de las riquezas, el dominio de sí mismo, la firmeza en la educación de los hijos, la manera de cultivar la amistad y de comportarse con los necios, la cautela en el trato con las mujeres, el cuidado de la salud y la práctica del culto agradable a Dios. Por último, Ben Sirá hace algunas reflexiones sobre las miserias de la vida (40. 1-11) y la condición mortal de los hombres (41. 1-4), sin vislumbrar todavía la posibilidad de una justa retribución más allá de la muerte.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

I Macabeos 5,1-68

4. "Beán" es probablemente el nombre de una tribu árabe.

13. "El país de Tobías": región situada al este del Jordán y gobernada por la familia judía de los Tobíadas.

23. "Arbatá" es probablemente la zona comprendida entre Galilea y Samaría.

25. Los "nabateos" eran una tribu semita, que conquistaron una parte del territorio de Edóm. Desde Petra, su capital, controlaban las rutas de las caravanas que se desplazaban entre el Golfo Pérsico, Arabia y el Mar Rojo.

54. Acerca de este regreso, ver 2Ma_12:31.

66. "Marisá": ciudad helenística situada a unos 20 kilómetros al norte de Hebrón. En Jos_15:44 se la llama Maresá.