I Macabeos 9 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 73 versitos |
1 Cuando Demetrio se enteró de que Nicanor y su ejército habían sucumbido en el combate, envió por segunda vez al país de Judá a Báquides y Alcimo, con el ala derecha de su ejército.
2 Estos tomaron el camino de Guilgal y sitiaron a Mesalot en el territorio de Arbela; se apoderaron de ella y mataron a mucha gente.
3 El primer mes del año ciento cincuenta y dos acamparon frente a Jerusalén,
4 de donde partieron con veinte mil hombres y dos mil jinetes en dirección a Berzet.
5 Judas tenía puesto su campamento en Elasá y había con él tres mil hombres elegidos.
6 Pero al ver la multitud de los enemigos, se atemorizaron y muchos desertaron del campamento, de manera que no quedaron más que ochocientos hombres.
7 Judas advirtió que su ejército se había desbandado, precisamente cuando la batalla era inminente y quedó descorazonado, porque no había tiempo de volverlos a reunir.
8 A pesar de su desaliento, dijo a los que habían quedado: "Ataquemos lo mismo a nuestros enemigos; tal vez podamos hacerles frente".
9 Pero ellos trataban de disuadirlo, diciéndole: "¡Imposible! Salvemos primero nuestras vidas; después volveremos con nuestros hermanos para continuar luchando, ya que ahora somos muy pocos".
10 Judas les respondió: "¡Eso nunca! No podemos huir ante ellos. Si es que ha llegado nuestra hora, muramos valientemente por nuestros hermanos, sin que nuestra gloria sufra menoscabo".
11 El ejército enemigo salió del campamento y se aprestó para enfrentarlos. La caballería se había dividido en dos escuadrones; en primera línea, avanzaban los más aguerridos, precedidos por los arqueros y los honderos.
12 Báquides estaba en el ala derecha. Las tropas avanzaron por ambos lados, al sonido de las trompetas.
13 Los hombres de Judas también tocaron las trompetas y la tierra tembló por el estruendo de los ejércitos. La lucha se inició al amanecer y duró hasta la tarde.
14 Judas vio que Báquides y el grueso de su ejército estaban a la derecha. Entonces los israelitas más decididos se reunieron a él
15 y derrotaron el ala derecha, persiguiéndola hasta las últimas estribaciones de la montaña.
16 Pero los del ala izquierda, al ver derrotada el ala derecha, se volvieron contra Judas y los suyos, tomándolos por la espalda.
17 La lucha se hizo más encarnizada, y hubo muchas víctimas de uno y otro bando.
18 También cayó Judas y los demás huyeron.
19 Jonatán y Simón tomaron a su hermano Judas y lo sepultaron en el sepulcro de sus padres en Modín.
20 Todo Israel lloró e hizo un gran duelo por él, y muchos días repitieron esta lamentación:
21 "¡Cómo ha caído el héroe que salvaba a Israel!".
22 El resto de las acciones de Judas, de sus guerras, de las proezas que realizó y de sus títulos de gloria no ha sido escrito, porque fueron innumerables.
23 Después de la muerte de Judas, reaparecieron los renegados en todo el territorio de Israel y se envalentonaron los impíos.
24 En aquellos días, el hambre asoló el país y la gente se puso de parte de ellos.
25 Báquides eligió a unos hombres impíos y los hizo dueños del país.
26 Ellos buscaban a los amigos de Judas, siguiéndoles las pistas, y se los llevaban a Báquides, que los castigaba y escarnecía.
27 Esta fue una gran tribulación para Israel, como no se había visto desde que dejaron de manifestarse los profetas.
28 Entonces todos los amigos de Judas se reunieron y dijeron a Jonatán:
29 "Desde la muerte de tu hermano Judas no tenemos un hombre como él, capaz de enfrentar a nuestros enemigos, a Báquides y a los que odian a nuestra nación.
30 Por eso, hoy te elegimos a ti para que ocupes el lugar de tu hermano, y seas nuestro jefe y nuestro guía en la lucha que sostenemos".
31 En ese momento Jonatán tomó el mando como sucesor de su hermano Judas.
32 Cuando Báquides lo supo, trató de matarlo.
33 Pero Jonatán, su hermano Simón y todos sus partidarios, al enterarse de esto, huyeron al desierto de Técoa y acamparon junto a las aguas de la cisterna de Asfar.
34 Báquides se enteró el día sábado, y atravesó el Jordán con todo su ejército.
35 Jonatán envió a su hermano Juan, el encargado de conducir la caravana, a pedir autorización a los nabateos, sus amigos, para dejarles en depósito su equipaje, que era muy grande.
36 Pero los jambritas, que habitaban en Madabá, capturaron a Juan con todo lo que llevaba, y se fueron con el botín.
37 Poco tiempo después, Jonatán y su hermano Simón se enteraron de que los jambritas celebraban una gran boda y traían de Nabatá, con mucha pompa, a la novia, hija de uno de los grandes magnates de Canaán.
38 Entonces se acordaron del sangriento fin de su hermano Juan y fueron a esconderse en un repliegue de la montaña.
39 Al alzar los ojos, divisaron una numerosa caravana que avanzaba en medio de un gran tumulto, y vieron que el novio iba a su encuentro, acompañado de sus amigos y hermanos, al son de tambores e instrumentos musicales y con mucha gente armada.
40 Inmediatamente, salieron de su escondite, se precipitaron sobre ellos y los masacraron, dejando muchas víctimas. Mientras los sobrevivientes huían a la montaña, ello se apoderaron de todo el botín.
41 Así la boda terminó en duelo y la música en lamentaciones.
42 De esta manera vengaron la sangre de su hermano y volvieron a las regiones pantanosas del Jordán.
43 Cuando Báquides se enteró, fue un día sábado a las riberas del Jordán con un ejército numeroso.
44 Entonces Jonatán arengó a sus hombres, diciendo: "¡Animo! Luchemos por defender nuestras vidas, porque ahora no estamos como antes.
45 El enemigo nos asedia por delante y por detrás, de un lado están las aguas del Jordán y del otro, los pantanos y las malezas; no hay escapatoria posible.
46 Clamen al Cielo, para que nos salve de nuestros enemigos".
47 Una vez iniciado el combate, Jonatán extendió su brazo para descargar un golpe sobre Báquides, pero este lo esquivó, echándose atrás.
48 Entonces Jonatán y los suyos se tiraron al Jordán y lo atravesaron a nado, pero sus enemigos no nos persiguieron.
49 Aquel día murieron unos mil hombres del ejército de Báquides.
50 Al volver a Jerusalén, Báquides comenzó a fortificar algunas ciudades en Judea: las fortalezas de Jericó, Emaús, Betjorón, Betel, Tamnatá, Faratón y Tefón, protegiéndolas con altas murallas, puertas y cerrojos.
51 En cada una de ellas puso una guarnición para hostigar a Israel.
52 También fortificó la ciudad de Betsur, Guéser y la Ciudadela, dejando en ellas tropas y depósitos de víveres.
53 Después tomó como rehenes a los hijos de las principales familias del país y los puso bajo custodia en la Ciudadela de Jerusalén.
54 En el segundo mes del año ciento cincuenta y tres, Alcimo mandó derribar las murallas de la parte interior del Santuario, destruyendo así la obra de los profetas. Pero al comenzar la demolición,
55 sufrió un ataque y la obra se detuvo. El perdió el habla y la boca le quedó paralizada, de manera que no pudo hablar más ni dar ninguna orden en lo referente a su casa.
56 Alcimo murió en esa época en medio de grandes tormentos.
57 Al ver que Alcimo había muerto, Báquides regresó adonde estaba el rey, y así Judá quedó en paz durante dos años.
58 Todos los renegados se confabularon diciendo: "Jonatán y los suyos viven tranquilos y confiados. Hagamos volver a Báquides, para que los arreste a todos en una sola noche".
59 Ellos fueron a comunicarle su plan,
60 y Báquides partió con un gran ejército. Mientras tanto, envió instrucciones secretas a todos sus aliados de Judea para que se apoderaran de Jonatán y de sus amigos, pero aquellos no pudieron hacerlo porque sus planes fueron descubiertos.
61 En represalia, Jonatán y sus amigos apresaron a unos cincuenta hombres entre los cabecillas de la conspiración, y los mataron.
62 Jonatán y Simón se retiraron con sus compañeros a Betbasí, en el desierto, y la fortificaron, restaurando sus ruinas.
63 Al saber esto, Báquides reunió a toda su gente y convocó a sus partidarios de Judea.
64 Luego acampó frente a Betbasí y la atacó durante varios días, emplazando máquinas de guerra.
65 Pero Jonatán, dejando en la ciudad a su hermano Simón, hizo una incursión por el país con algunos hombres.
66 Derrotó a Odomerá y a sus hermanos, y también a los hijos de Fasirón en sus propios campamentos. Una vez asestados estos primeros golpes, volvieron con más fuerzas.
67 Simón y los suyos salieron de la ciudad e incendiaron las máquinas de guerra.
68 Lucharon contra Báquides y lo derrotaron, dejándolo muy abatido porque sus planes y su campaña habían fracasado.
69 Por eso se enfureció contra los renegados que le habían aconsejado regresar al país y mandó ejecutar a muchos de ellos. Después decidió volver a su país.
70 Al enterarse de esto, Jonatán envió mensajeros a Báquides para concertar con él la paz y para que les devolviera los prisioneros.
71 Báquides aceptó la propuesta y le juró no hacerle ningún daño durante toda su vida;
72 le devolvió los prisioneros capturados anteriormente en Judá y regresó a su país. Y nunca más volvió al territorio de Judea.
73 Hubo así paz en Israel y Jonatán se estableció en Micmás, donde comenzó a gobernar al pueblo y a exterminar a los impíos de en medio de Israel.

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Introducción a I Macabeos


Eclesiástico

A este Libro "deuterocanónico" -el más extenso de los escritos sapienciales- se lo designa habitualmente de dos maneras distintas. El nombre de ECLESIÁSTICO, que significa "libro de la asamblea", se hizo tradicional en la iglesia latina, quizá por la frecuencia con que se lo utilizaba en los primeros siglos para la formación moral de los catecúmenos y de los fieles. La mayoría de los manuscritos griegos, en cambio, lo titulan "Sabiduría de Jesús, hijo de Sirá"- en hebreo, Ben Sirá -y de allí deriva el nombre de SIRÁCIDA, que también se le suele dar.
Mientras que la mayoría de los escritos sapienciales son atribuidos a Salomón, el Eclesiástico es el único que lleva la firma de su autor. Este era un judío de Jerusalén, culto y de buena posición, que se dedicó desde su juventud al conocimiento de las Escrituras y a la búsqueda de la Sabiduría, sobre todo por medio de la oración (51. 13). Como fino observador, aprovechó sus frecuentes viajes para completar su formación (34. 11). Convertido en "maestro de sabiduría", orgulloso de su raza y de su historia nacional, dirigió en Jerusalén una escuela (51. 23), destinada a iniciar a los jóvenes en la adquisición de la Sabiduría. Por último, hacia el 180 a. C., recogió por escrito el fruto de sus reflexiones y de su larga experiencia.
La obra de Ben Sirá es un llamado de atención frente a la influencia de la cultura griega, que no cesaba de expandirse en el Próximo Oriente desde las conquistas de Alejandro Magno. Él comprendió que ese nuevo movimiento de ideas no tardaría en entrar en conflicto con la fe de Israel. Para contrarrestar el peligro, puso todo su empeño en preservar el patrimonio religioso y cultural del Judaísmo en esa época de transición. A diferencia de los antiguos "maestros de sabiduría", que consideraban al hombre nada más que en su condición de tal, al Sirácida le preocupaba antes que nada la formación del hombre "judío". Según él, la Sabiduría se ofrece a todos, pero puso su Morada en Israel y, en última instancia, se identifica con la Ley de Moisés. De allí la necesidad de meditar constantemente "el libro de la Alianza del Dios Altísimo" (24. 23), para adquirir la verdadera Sabiduría y vivir en conformidad con la voluntad divina.
El Eclesiástico fue escrito originariamente en hebreo, pero el texto original cayó pronto en el olvido. La obra se conservó gracias a la traducción griega realizada por un nieto del autor, emigrado a Egipto en el 132. A fines del siglo pasado y en las últimas décadas del actual se encontraron varios manuscritos hebreos, que abarcan unas dos terceras partes del Libro. La traducción que damos a continuación es la del texto griego, ya que es este el que fue recibido y transmitido por la tradición cristiana.
El Sirácida es el último testigo inspirado de la corriente sapiencial dentro de Palestina. El ideal de vida propuesto por él tiene las limitaciones propias de su época, pero también encierra valores permanentes, que fueron asumidos por el Nuevo Testamento, especialmente en la Carta de Santiago. Por su profunda religiosidad, unida a un sano sentido común, por su fidelidad a la Ley y su afán de encontrar en todo un reflejo de la sabiduría de Dios, el autor de este Libro anticipa el retrato que hará Jesús del "escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos": él "se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo" ( Mat_13:52 ).

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR


La versión griega del Eclesiástico está precedida de un Prólogo, que generalmente no se considera inspirado, donde el traductor explica los motivos que lo impulsaron a llevar a cabo esta difícil tarea. Entre otras informaciones de interés, en este Prólogo encontramos la primera alusión a la división tripartita de la Biblia hebrea: LA LEY, LOS PROFETAS y LOS DEMÁS ESCRITOS.
1 Muchas e importantes enseñanzas nos han sido transmitidas por la Ley, los Profetas y los otros Escritores que los han seguido, por los cuales se debe elogiar a Israel a causa de su instrucción y su sabiduría. Pero es un deber para los que leen esos Libros, no sólo adquirir ciencia personalmente, 5 sino también poder ser útiles a los de afuera, con la palabra y los escritos. Por eso, mi abuelo Jesús, después de haberse aplicado intensamente a la lectura de la Ley, de los Profetas 10 y de los otros Libros de los antepasados, en los que adquirió una gran competencia, se decidió también él a escribir algo sobre temas de instrucción y sabiduría, de manera que los hombres deseosos de aprender, aplicándose a estas disciplinas, hicieran mayores progresos en la manera de vivir conforme a la Ley.
15 Por lo tanto, ustedes están invitados a leer esto con benévola atención, y amostrarse indulgentes allí donde pudiera parecer que, 20 a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos logrado acertar en alguna expresión. Porque lo que está expresado en hebreo no conserva su misma fuerza cuando se lo traduce a otra lengua. Y esto no sucede sólo aquí, sino que la misma Ley, los Profetas 25 y los demás Libros presentan diferencias notables cuando se los lee en el original.
Ahora bien, en el año 38 del rey Evergetes, cuando yo vine a Egipto y me quedé allí, descubrí un ejemplar de esta valiosa instrucción, 30 y juzgué extremadamente necesario aportar mi dedicación y esfuerzo a traducir ese Libro. He consagrado muchos desvelos y ciencia, durante este período, hasta llevar a buen término y publicar este Libro, para aquellos que, en el extranjero, están deseosos de aprender, 35 a fin de ajustar sus constubres a una vida conforma e la Ley.

COLECCIÓN DE SENTENCIAS


La primera parte del Eclesiástico incluye varios elogios de la Sabiduría, personificada como una madre que alimenta a sus hijos (15. 2) y como una Palabra salida "de la boca del Altísimo" (24. 3). Ella penetra todo el universo, pero "echó raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia" (24. 12), y es concedida abundantemente a los que lo aman (1. 10). El "principio" y la "corona" de la Sabiduría es el "temor del Señor", actitud que implica el respeto filial a la infinita grandeza de Dios y la obediencia a su voluntad expresada en la Ley (1. 11-20). Aunque la Sabiduría "viene del Señor" (1.1) y es un don divino, para alcanzarla se requiere un largo esfuerzo personal. Ella no se deja conquistar fácilmente y al principio prueba a sus hijos. Pero si estos superan las primeras dificultades y son dóciles a sus enseñanzas, termina por revelarles sus secretos y alegrarlos con sus bienes (4. 17-18).
A partir de estas ideas, el Sirácida agrupa una cantidad de sentencias y exhortaciones sobre las materias más diversas, sin ningún plan sistemático y con no pocas repeticiones. Entre las normas de sabiduría práctica que deben regir la conducta, se destacan la prudencia en las relaciones con los demás, la discreción en el hablar, la humildad y el desapego de las riquezas, el dominio de sí mismo, la firmeza en la educación de los hijos, la manera de cultivar la amistad y de comportarse con los necios, la cautela en el trato con las mujeres, el cuidado de la salud y la práctica del culto agradable a Dios. Por último, Ben Sirá hace algunas reflexiones sobre las miserias de la vida (40. 1-11) y la condición mortal de los hombres (41. 1-4), sin vislumbrar todavía la posibilidad de una justa retribución más allá de la muerte.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

I Macabeos 9,1-73

21. Ver 2Sa_1:27.

54. "La obra de los profetas": alusión a los esfuerzos de los profetas Ageo y Zacarías para promover la reconstrucción del Templo, a la vuelta del exilio.

66. "Odomerá" y "Fasirón" eran tribus árabes, aliadas de Báquides.