I Samuel 1 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 28 versitos |
1 Había un hombre de Ramataim, un sufita de la montaña de Efraím, que se llamaba Elcaná, hijo de Ierojam, hijo de Eliú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita.
2 El tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Peniná. Peniná tenía hijos, pero Ana no tenía ninguno.
3 Este hombre subía cada año desde su ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios al Señor en Silo. Allí eran sacerdotes del Señor, Jofni y Pinjás, los dos hijos de Elí.
4 El día en que Elcaná ofrecía su sacrificio, daba a su esposa Peniná, y a todos sus hijos e hijas, porciones de la víctima.
5 Pero a Ana le daba una porción especial, porque la amaba, aunque el Señor la había hecho estéril.
6 Su rival la afligía constantemente para humillarla, por el Señor la había hecho estéril.
7 Así sucedía año tras año cada vez que ella subía a la Casa del Señor, la otra la afligía de la misma manera. Entonces Ana se ponía a llorar y no quería comer.
8 Pero Elcaná, su marido, le dijo: "Ana, ¿por qué lloras y no quieres comer? ¿Por qué estas triste? ¿No valgo yo para ti más que diez hijos?".
9 Después que comieron y bebieron en Silo, Ana se levantó. Mientras tanto, el sacerdote Elí estaba sentado en su silla a la puerta del Templo del Señor.
10 Entonces Ana, con el alma llena de amargura, oró al Señor y lloró desconsoladamente.
11 Luego hizo este voto: "Señor de los ejércitos, si miras la miseria de tu servidora y te acuerdas de mí, si no te olvidas de tu servidora y le das un hijo varón, yo lo entregaré al Señor para toda su vida, y la navaja no pasará por su cabeza".
12 Mientras ella prolongaba su oración delante del Señor, Elí miraba atentamente su boca.
13 Ana oraba en silencio; sólo se movían sus labios, pero no se oía su voz. Elí pensó que estaba ebria,
14 y le dijo: "¿Hasta cuándo te va a durar la borrachera? ¡Ve a que se te pase el efecto del vino!".
15 Ana respondió: "No, mi señor; yo soy una mujer que sufre mucho. No he bebido vino ni nada que pueda embriagar; sólo me estaba desahogando delante del Señor.
16 No tomes a tu servidora por una mujer cualquiera; si he estado hablando hasta ahora, ha sido por el exceso de mi congoja y mi dolor".
17 "Vete en paz, le respondió Elí, y que el Dios de Israel te conceda lo que tanto le has pedido".
18 Ana le dijo entonces: "¡Que tu servidora pueda gozar siempre de tu favor!". Luego la mujer se fue por su camino, comió algo y cambió de semblante.
19 A la mañana siguiente, se levantaron bien temprano y se postraron delante del Señor; luego regresaron a su casa en Ramá, Elcaná se unió a su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella.
20 Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: "Se lo he pedido al Señor".
21 El marido, Elcaná, subió con toda su familia para ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto.
22 Pero Ana no subió, porque dijo a su marido: "No iré hasta que el niño deje de mamar. Entonces lo llevaré, y el se presentará delante del Señor y se quedará allí para siempre".
23 Elcaná, su marido, le dijo: "Puedes hacer lo que mejor te parezca. Quédate hasta que lo hayas destetado, y ojalá que el Señor cumpla su palabra". La mujer se quedó, y crió a su hijo hasta que lo destetó.
24 Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño.
25 Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.
26 Ella dijo: "Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor.
27 Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía.
28 Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él; para toda su vida queda cedido al Señor". Después se postraron delante del Señor.

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Introducción a I Samuel


Samuel I

Los libros de SAMUEL formaban originariamente una sola obra, que luego fue dividida en dos partes, debido a la considerable extensión de la misma. Esta obra abarca un amplio e importante período de la historia de Israel. Es el que transcurre entre el fin de la época de los Jueces y los últimos años del reinado de David, o sea, entre el 1050 y el 970 a. C. Israel vive en este tiempo una difícil etapa de transición, que determina el paso del régimen tribal a la instauración de un estado monárquico.
Los hechos que aquí se relatan están centrados en torno a tres figuras protagónicas: Samuel, el profeta austero; Saúl, el primer rey de Israel, y David, el elegido del Señor. Aunque de muy diversa manera, los tres tuvieron una parte muy activa en la agitada vida de su Pueblo y ejercieron sobre ella una influencia decisiva.
Samuel fue el guía espiritual de la nación en los días oscuros de la opresión filistea. Firmemente arraigado en las tradiciones religiosas de Israel, luchó más que ningún otro por mantener viva la fe en el Señor, estimulando al mismo tiempo el fervor patriótico de los israelitas y la voluntad de resistir a la dominación extranjera. Una vez instaurada la realeza, le prestó su apoyo, pero nunca dejó de afirmar que por encima de la autoridad del rey está la Palabra del Señor, manifestada por medio de sus Profetas.
Saúl fue, ante todo, un rey guerrero. El relato bíblico ha conservado ciertos episodios que nos hacen entrever, al mismo tiempo, la importancia histórica de Saúl y la tragedia de su reinado. Hacia el año 1030 a. C., él comienza la guerra de liberación y los filisteos tienen que replegarse a sus fronteras. Pero la violación de las leyes de la guerra santa ( 1Sa_13:8-14 ; 1Sa_13:15 ) le atrae la reprobación de Samuel. Con inflexible severidad, el profeta proclama la caída del rey, y este comienza a perder prestigio. Saúl se vuelve receloso y colérico. La primera víctima de sus celos es David, contra quien desata una encarnizada persecución. Así se desgastan las fuerzas de la monarquía naciente, precisamente cuando el peligro filisteo se hacía cada vez más amenazador. Por último, hacia el 1010 a. C., el desastre de Gelboé marca el trágico fin de este héroe contradictorio y desdichado.
David restauró las ruinas del reino en franco proceso de desintegración. La más significativa de sus hazañas fue ganarse la adhesión de todas las tribus de Israel. Los filisteos fueron rechazados definitivamente y las plazas fuertes cananeas quedaron sometidas al dominio israelita, lográndose así la unidad territorial. Después de la conquista de Jerusalén, el reino davídico tuvo su capital política y religiosa, y las victorias de David sobre los pueblos vecinos aseguraron su hegemonía sobre la Transjordania y sobre los arameos de Siria meridional. Sin embargo, la unidad interna de Israel no llegó a consolidarse realmente. La revuelta de Absalón -apoyada por las tribus del Norte- puso en peligro la estabilidad del reino apenas constituido. A pesar de todo, al término de su larga y azarosa vida, David dejó a su hijo Salomón un reino lleno de gloria y de grandeza.
Basta una somera lectura de los libros de Samuel para descubrir en ellos la presencia de elementos heterogéneos. Fuera de la "Crónica de la sucesión al trono de David" (2 Sam. 9-20), que se caracteriza por su notable unidad, el resto de la obra fue compuesto a partir de tradiciones y documentos de índole bastante diversa. De allí las frecuentes repeticiones y las divergencias en la presentación de los mismos hechos, particularmente en los relatos sobre los orígenes de la monarquía. En la redacción final de la obra se percibe la influencia del Deuteronomio, aunque en menor medida que en los libros de Josué, de los Jueces y de los Reyes.
Los libros de Samuel relatan una historia que llega a su etapa de madurez con la formación del reino de David. En el centro de la narración, el oráculo de Natán ( 2Sa_7:1-17 ) asegura la continuidad de la dinastía davídica en el trono de Israel. Así la historia de David adquiere un significado profético y mesiánico. El recuerdo de esta historia fue perfilando en Israel la figura ideal de un descendiente de David, de un "nuevo" David, el Ungido del Señor, el Mesías. Y "cuando se cumplió el tiempo establecido" ( Gal_4:4 ), "de la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús" ( Act_13:23 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

I Samuel 1,1-28

2. La insistencia en la esterilidad de Ana -como de varias otras mujeres de la Biblia- pone de relieve la libertad y el poder con que el Señor realiza sus designios. Ver Rom_4:17.

3. El santuario de "Silo", sede del Arca de la Alianza en el tiempo de los Jueces, se encontraba en el territorio de Efraím, al este del camino que subía de Betel a Siquém ( Jue_21:19).

11. El hecho de no cortarse el cabello es un signo de consagración al Señor. Ver Num_6:1-21.