I Samuel 22 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 23 versitos |
1 David partió de allí y se puso a salvo en la caverna de Adulam. Al enterarse, sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron a unirse con él.
2 Además, se le juntaron todos los que estaban en algún aprieto, cargados de deudas o descontentos de la vida. Así llegó a ser jefe de unos cuatrocientos hombres.
3 De allí David se fue a Mispé de Moab y dijo al rey de Moab: "Deja que mi padre y mi madre vivan entre ustedes, hasta que yo sepa lo que Dios va a hacer conmigo".
4 Luego los llevó a la presencia del rey de Moab, y ellos se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio.
5 El profeta Gad dijo a David: "¡No te quedes en el refugio! Entra en el país de Judá". Entonces David partió y entró en el bosque de Járet.
6 Saúl se enteró de que David y sus compañeros habían sido descubiertos. El se encontraba entonces en Guibeá, sentado debajo del tamarisco del lugar alto; tenía su espada en la mano y todos sus servidores estaban de pie en torno de él.
7 Saúl dijo a sus servidores: "¡Escuchen, benjaminitas! ¿Acaso el hijo de Jesé también les dará a todos ustedes campos y viñas, y los hará a todos jefes de mil y de cien hombres,
8 para que hayan conspirado contra mí? Nadie me avisa nada cuando mi hijo pacta con el hijo de Jesé. Ninguno de ustedes se conduele conmigo, ni me revela que mi hijo sublevó contra mí a mi esclavo, para que me tienda acechanzas, como sucede en el día de hoy?"
9 Entonces intervino Doeg, el edomita, que estaba de pie junto a los servidores de Saúl, y dijo: "Yo vi al hijo de Jesé cuando llegó a Nob, a ver a Ajimélec, hijo de Ajitub.
10 Ajimélec consultó por él al Señor, le dio provisiones y le entregó la espada de Goliat, el filisteo".
11 El rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec, hijo de Ajitub, y a toda su casa paterna, los sacerdotes de Nob. Todos ellos comparecieron ante el rey,
12 y Saúl dijo: "¡Escucha bien, hijo de Ajitub!". "A tus órdenes, rey", respondió él.
13 Saúl añadió: "¿Por qué han conspirado contra mí, tú y el hijo de Jesé? Tú le has dado pan y una espada, y has consultado a Dios por él, para que se subleve contra mí y me tienda acechanzas, como sucede en el día de hoy".
14 Ajimélec respondió al rey: "¿Hay entre todos tus servidores alguien tan de confianza como David? El es yerno del rey, es jefe de tu guardia personal y todos lo honran en tu casa.
15 ¿O acaso es esta la primera vez que consulto a Dios por él? ¡No, lejos de mí! Que el rey no levante ningún cargo contra tu servidor ni contra toda su casa paterna, porque tu servidor no sabía absolutamente nada de este asunto".
16 Pero el rey replicó: "¡Morirás sin remedio, Ajimélec, tú y toda tu casa paterna!".
17 Luego el rey dijo a los de su escolta, que estaban apostados junto a él: "¡Vuélvanse y maten a los sacerdotes del Señor, porque también ellos están de parte de David! Aun sabiendo que él huía, no me lo denunciaron". Pero los servidores del rey no quisieron extender su mano para ultimar a los sacerdotes del Señor.
18 Entonces el rey dijo a Doeg: "Vuélvete y mátalos tú". Doeg se volvió y acometió contra los sacerdotes; así mató aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían el efod de lino.
19 En Nob, la ciudad de los sacerdotes, Saúl pasó al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y pequeños, bueyes, asnos y ovejas.
20 Sólo pudo escapar un hijo de Ajimélec, hijo de Ajitub, llamado Abiatar, que huyó a reunirse con David
21 y le contó que Saúl había dado muerte a los sacerdotes del Señor.
22 David dijo a Abiatar: "Ya sabía yo aquel día que Doeg, el edomita, estaba allí presente y que no dejaría de informar a Saúl. Yo hice que las cosas se volvieran contra toda su casa paterna.
23 Pero quédate conmigo y no temas. El que atenta contra tu vida, atenta contra la mía. Junto a mí, estarás bien protegido".

Patrocinio

 
 

Introducción a I Samuel


Samuel I

Los libros de SAMUEL formaban originariamente una sola obra, que luego fue dividida en dos partes, debido a la considerable extensión de la misma. Esta obra abarca un amplio e importante período de la historia de Israel. Es el que transcurre entre el fin de la época de los Jueces y los últimos años del reinado de David, o sea, entre el 1050 y el 970 a. C. Israel vive en este tiempo una difícil etapa de transición, que determina el paso del régimen tribal a la instauración de un estado monárquico.
Los hechos que aquí se relatan están centrados en torno a tres figuras protagónicas: Samuel, el profeta austero; Saúl, el primer rey de Israel, y David, el elegido del Señor. Aunque de muy diversa manera, los tres tuvieron una parte muy activa en la agitada vida de su Pueblo y ejercieron sobre ella una influencia decisiva.
Samuel fue el guía espiritual de la nación en los días oscuros de la opresión filistea. Firmemente arraigado en las tradiciones religiosas de Israel, luchó más que ningún otro por mantener viva la fe en el Señor, estimulando al mismo tiempo el fervor patriótico de los israelitas y la voluntad de resistir a la dominación extranjera. Una vez instaurada la realeza, le prestó su apoyo, pero nunca dejó de afirmar que por encima de la autoridad del rey está la Palabra del Señor, manifestada por medio de sus Profetas.
Saúl fue, ante todo, un rey guerrero. El relato bíblico ha conservado ciertos episodios que nos hacen entrever, al mismo tiempo, la importancia histórica de Saúl y la tragedia de su reinado. Hacia el año 1030 a. C., él comienza la guerra de liberación y los filisteos tienen que replegarse a sus fronteras. Pero la violación de las leyes de la guerra santa ( 1Sa_13:8-14 ; 1Sa_13:15 ) le atrae la reprobación de Samuel. Con inflexible severidad, el profeta proclama la caída del rey, y este comienza a perder prestigio. Saúl se vuelve receloso y colérico. La primera víctima de sus celos es David, contra quien desata una encarnizada persecución. Así se desgastan las fuerzas de la monarquía naciente, precisamente cuando el peligro filisteo se hacía cada vez más amenazador. Por último, hacia el 1010 a. C., el desastre de Gelboé marca el trágico fin de este héroe contradictorio y desdichado.
David restauró las ruinas del reino en franco proceso de desintegración. La más significativa de sus hazañas fue ganarse la adhesión de todas las tribus de Israel. Los filisteos fueron rechazados definitivamente y las plazas fuertes cananeas quedaron sometidas al dominio israelita, lográndose así la unidad territorial. Después de la conquista de Jerusalén, el reino davídico tuvo su capital política y religiosa, y las victorias de David sobre los pueblos vecinos aseguraron su hegemonía sobre la Transjordania y sobre los arameos de Siria meridional. Sin embargo, la unidad interna de Israel no llegó a consolidarse realmente. La revuelta de Absalón -apoyada por las tribus del Norte- puso en peligro la estabilidad del reino apenas constituido. A pesar de todo, al término de su larga y azarosa vida, David dejó a su hijo Salomón un reino lleno de gloria y de grandeza.
Basta una somera lectura de los libros de Samuel para descubrir en ellos la presencia de elementos heterogéneos. Fuera de la "Crónica de la sucesión al trono de David" (2 Sam. 9-20), que se caracteriza por su notable unidad, el resto de la obra fue compuesto a partir de tradiciones y documentos de índole bastante diversa. De allí las frecuentes repeticiones y las divergencias en la presentación de los mismos hechos, particularmente en los relatos sobre los orígenes de la monarquía. En la redacción final de la obra se percibe la influencia del Deuteronomio, aunque en menor medida que en los libros de Josué, de los Jueces y de los Reyes.
Los libros de Samuel relatan una historia que llega a su etapa de madurez con la formación del reino de David. En el centro de la narración, el oráculo de Natán ( 2Sa_7:1-17 ) asegura la continuidad de la dinastía davídica en el trono de Israel. Así la historia de David adquiere un significado profético y mesiánico. El recuerdo de esta historia fue perfilando en Israel la figura ideal de un descendiente de David, de un "nuevo" David, el Ungido del Señor, el Mesías. Y "cuando se cumplió el tiempo establecido" ( Gal_4:4 ), "de la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús" ( Act_13:23 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

Patrocinio

Notas