I Samuel 23 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 28 versitos |
1 A David le llegó esta noticia: "Los filisteos están combatiendo contra Queilá y saqueando las eras".
2 Entonces David preguntó al Señor: "¿Debo ir a atacar a esos filisteos?". El Señor dijo a David: "Sí, ve; derrotarás a los filisteos y salvarás a Queilá".
3 Pero los hombres de David le dijeron: "Si nosotros tenemos miedo aquí, en Judá, ¡cuánto más sí vamos a Queilá contra los escuadrones filisteos!".
4 David interrogó de nuevo al Señor, y el Señor le respondió, diciendo: "Baja ya mismo a Queilá, porque yo entrego a los filisteos en tus manos".
5 David fue a Queilá con sus hombres; atacó a los filisteos, se llevó sus rebaños y les infligió una gran derrota. Así salvó David a los habitantes de Queilá.
6 Abiatar, hijo de Ajimélec, que había ido a refugiarse junto a David, bajó a Queilá con el efod en la mano.
7 Y cuando informaron a Saúl que David había entrado en Queilá, pensó: "Dios lo ha entregado en mis manos. Porque él mismo se ha cortado la retirada, metiéndose en una ciudad con puertas y cerrojos".
8 Luego convocó a todo el pueblo a las armas, para bajar a Queilá y sitiar a David y a sus hombres.
9 Al saber que Saúl tramaba su ruina, David ordenó al sacerdote Abiatar: "Presenta el efod".
10 Luego dijo: "Señor, Dios de Israel, tu servidor ha oído que Saúl intenta venir a Queilá, para destruir la ciudad por causa mía.
11 ¿Es verdad que Saúl bajará, como tu servidor ha oído decir? Señor, Dios de Israel, dígnate comunicárselo a tu servidor". El Señor respondió: "Sí, él bajará".
12 David continuó diciendo: "Y los señores de Queilá, ¿me entregarán a mí y a mis hombres en manos de Saúl?". "Sí, respondió el Señor; ellos te entregarán".
13 David partió con sus hombres, que eran unos seiscientos; salieron de Queilá y anduvieron a la ventura. Y cuando informaron a Saúl que David había escapado de Queilá, él desistió de su expedición.
14 David anduvo por el desierto, en los sitios bien protegidos, y se estableció en la zona montañosa, en el desierto de Zif. Durante todo ese tiempo, Saúl trató de encontrarlo, pero Dios no lo puso en sus manos.
15 David advirtió que Saúl se había puesto en campaña para atentar contra su vida. Por ese entonces, él se encontraba en el desierto de Zif, en Jorsa.
16 Jonatán, hijo de Saúl, se puso en camino y fue a verlo allí. Lo reconfortó en nombre de Dios,
17 y le dijo: "No temas, porque la mano de mi padre Saúl no te alcanzará. Tú reinarás sobre Israel, y yo seré tu segundo. Hasta mi padre Saúl lo sabe muy bien".
18 Los dos hicieron un pacto delante del Señor, y David se quedó en Jorsa, mientras que Jonatán se fue a su casa.
19 Unos hombres de Zif subieron a Guibeá, donde estaba Saúl, y le dijeron: "David está escondido entre nosotros, en los refugios de Jorsa, sobre la colina de Jaquilá, al sur de la estepa.
20 Por eso, rey, baja si es que así lo deseas, y nosotros nos encargaremos de ponerlo en tus manos"
21 Saúl les respondió: "¡Que el Señor los bendiga, por haberse comparecido de mí!
22 Pero vayan, se lo ruego, y asegúrense bien. Fíjense por dónde anda y quién lo ha visto por allí, porque me han dicho que es muy astuto.
23 Observen y reconozcan todos los escondites donde podría ocultarse. Cuando estén bien seguros, vuelvan a verme, y yo iré con ustedes. Y si está en el país, registraré todos los clanes de Judá hasta encontrarlo".
24 Ellos se dirigieron hacia Zif, precediendo a Saúl. Mientras tanto, David y sus hombres estaban en el desierto de Maón, en la depresión al sur de la estepa.
25 Saúl y sus hombres salieron a buscarlo; pero alguien avisó a David, y él bajó a la Roca que está en el desierto de Maón. Saúl se enteró y se lanzó en persecución de David por el desierto de Maón.
26 Saúl iba por un lado de la montaña, y David con sus hombres por el lado opuesto. David apresuró su marcha para escapar de Saúl. Y cuando Saúl y sus hombres estaban a punto de cercar a David y a los suyos para capturarlos,
27 un mensajero fue a decir a Saúl: "Ven en seguida, porque los filisteos están incursionando por el país".
28 Saúl dejó entonces de perseguir a David y partió al encuentro de los filisteos. Por eso aquel lugar fue llamado "Roca de las Separaciones".

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Introducción a I Samuel


Samuel I

Los libros de SAMUEL formaban originariamente una sola obra, que luego fue dividida en dos partes, debido a la considerable extensión de la misma. Esta obra abarca un amplio e importante período de la historia de Israel. Es el que transcurre entre el fin de la época de los Jueces y los últimos años del reinado de David, o sea, entre el 1050 y el 970 a. C. Israel vive en este tiempo una difícil etapa de transición, que determina el paso del régimen tribal a la instauración de un estado monárquico.
Los hechos que aquí se relatan están centrados en torno a tres figuras protagónicas: Samuel, el profeta austero; Saúl, el primer rey de Israel, y David, el elegido del Señor. Aunque de muy diversa manera, los tres tuvieron una parte muy activa en la agitada vida de su Pueblo y ejercieron sobre ella una influencia decisiva.
Samuel fue el guía espiritual de la nación en los días oscuros de la opresión filistea. Firmemente arraigado en las tradiciones religiosas de Israel, luchó más que ningún otro por mantener viva la fe en el Señor, estimulando al mismo tiempo el fervor patriótico de los israelitas y la voluntad de resistir a la dominación extranjera. Una vez instaurada la realeza, le prestó su apoyo, pero nunca dejó de afirmar que por encima de la autoridad del rey está la Palabra del Señor, manifestada por medio de sus Profetas.
Saúl fue, ante todo, un rey guerrero. El relato bíblico ha conservado ciertos episodios que nos hacen entrever, al mismo tiempo, la importancia histórica de Saúl y la tragedia de su reinado. Hacia el año 1030 a. C., él comienza la guerra de liberación y los filisteos tienen que replegarse a sus fronteras. Pero la violación de las leyes de la guerra santa ( 1Sa_13:8-14 ; 1Sa_13:15 ) le atrae la reprobación de Samuel. Con inflexible severidad, el profeta proclama la caída del rey, y este comienza a perder prestigio. Saúl se vuelve receloso y colérico. La primera víctima de sus celos es David, contra quien desata una encarnizada persecución. Así se desgastan las fuerzas de la monarquía naciente, precisamente cuando el peligro filisteo se hacía cada vez más amenazador. Por último, hacia el 1010 a. C., el desastre de Gelboé marca el trágico fin de este héroe contradictorio y desdichado.
David restauró las ruinas del reino en franco proceso de desintegración. La más significativa de sus hazañas fue ganarse la adhesión de todas las tribus de Israel. Los filisteos fueron rechazados definitivamente y las plazas fuertes cananeas quedaron sometidas al dominio israelita, lográndose así la unidad territorial. Después de la conquista de Jerusalén, el reino davídico tuvo su capital política y religiosa, y las victorias de David sobre los pueblos vecinos aseguraron su hegemonía sobre la Transjordania y sobre los arameos de Siria meridional. Sin embargo, la unidad interna de Israel no llegó a consolidarse realmente. La revuelta de Absalón -apoyada por las tribus del Norte- puso en peligro la estabilidad del reino apenas constituido. A pesar de todo, al término de su larga y azarosa vida, David dejó a su hijo Salomón un reino lleno de gloria y de grandeza.
Basta una somera lectura de los libros de Samuel para descubrir en ellos la presencia de elementos heterogéneos. Fuera de la "Crónica de la sucesión al trono de David" (2 Sam. 9-20), que se caracteriza por su notable unidad, el resto de la obra fue compuesto a partir de tradiciones y documentos de índole bastante diversa. De allí las frecuentes repeticiones y las divergencias en la presentación de los mismos hechos, particularmente en los relatos sobre los orígenes de la monarquía. En la redacción final de la obra se percibe la influencia del Deuteronomio, aunque en menor medida que en los libros de Josué, de los Jueces y de los Reyes.
Los libros de Samuel relatan una historia que llega a su etapa de madurez con la formación del reino de David. En el centro de la narración, el oráculo de Natán ( 2Sa_7:1-17 ) asegura la continuidad de la dinastía davídica en el trono de Israel. Así la historia de David adquiere un significado profético y mesiánico. El recuerdo de esta historia fue perfilando en Israel la figura ideal de un descendiente de David, de un "nuevo" David, el Ungido del Señor, el Mesías. Y "cuando se cumplió el tiempo establecido" ( Gal_4:4 ), "de la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús" ( Act_13:23 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas