I Reyes 10 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 29 versitos |
1 Llegó a la reina de Saba la fama que para gloria de Yahvé tenía Salomón, y vino para probarle con enigmas.
2 Llegó a Jerusalén con muy numeroso séquito y con camellos carga-dos de aromas, de oro en gran cantidad y de piedras preciosas. Vino a Salomón y le propuso cuanto quiso proponerle;"
3 y a todas sus preguntas respondió Salomón, sin que hubiera nada que el rey no pudiera explicarle.
4 La reina de Saba, al ver la sabiduría de Salomón, la casa que había edificado,
5 los manjares de su mesa y las habitaciones de sus servidores, sus cometidos y los vestidos que vestían, los de los coperos, y los holocaustos que se ofrecían en la casa de Yahvé, fuera de sí,
6 Dijo al rey: “Verdad es cuanto en mi tierra me dijeron de tus cosas y de tu sabiduría.
7 Yo no lo creía antes de venir y haberlo visto con mis propios ojos. Pero cuanto me dijeron no es ni la mitad. Tienes más sabiduría y prosperidad que la fama que a mí me había llegado.
8 Dichosas tus gentes, dichosos tus servidores, que están siempre ante ti y oyen tu sabiduría.
9 Bendito Yahvé, tu Dios, que te ha hecho la gracia de ponerte sobre el trono de Israel. Por el amor que Yahvé tiene siempre a Israel, te ha hecho su rey para que hagas derecho y justicia.”
10 Dio al rey ciento veinte talentos de oro, una gran cantidad de aromas y de piedras preciosas. No se vieron nunca después tantos aromas como los que la reina de Saba dio al rey Salomón.
11 Las flotas de Hiram que traían el oro de Ofir trajeron también de Ofir gran cantidad de madera de sándalo y de piedras preciosas.
12 Con la madera de sándalo hizo el rey las balaustradas de la casa de Yahvé y de la casa del rey y arpas y salterios para los cantores. No vino después nunca más madera de ésta y no se ha vuelto a ver hasta hoy.
13 El rey Salomón dio a la reina de Saba todo cuanto ella deseó y le pidió, haciéndole, además, presentes dignos de un rey como Salomón. Después se volvió ella a su tierra con sus servidores.
14 El peso de oro que cada año llegaba a Salomón era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro,
15 además del que como tributo recibía de los grandes y pequeños mercaderes, de los príncipes de los beduinos y de los intendentes de la tierra.
16 Hizo también el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro macizo, para cada uno de los cuales empleó seiscientos siclos de oro,
17 y otros trescientos escudos de oro macizo, para cada uno de los cuales empleó tres minas de oro, y los puso en la casa “Bosque del Líbano.”
18 Hizo también el rey un gran trono de marfil, que cubrió con láminas de oro purísimo.
19 Seis gradas tenía el trono, y el respaldo era arqueado, y tenía dos brazos, uno a cada lado del asiento, y junto a los brazos dos leones,
20 y doce leones en las gradas, uno a cada lado de cada una de ellas. No se ha hecho nada semejante para rey alguno.
21 Todas las copas del rey Salomón eran de oro y toda la vajilla de la casa “Bosque del Líbano” era de oro macizo. No había nada de plata; no se hacía caso alguno de ésta en tiempos de Salomón,"
22 porque el rey tenía en el mar naves de Tarsis con las de Hiram, y cada tres años llegaban las naves de Tarsis trayendo oro, plata, marfil, monos y pavones.
23 Fue el rey Salomón más grande que todos los reyes de la tierra por las riquezas y la sabiduría.
24 Todo el mundo buscaba ver a Salomón para oír la sabiduría que había puesto Yahvé en su corazón;"
25 y todos le llevaban presentes, objetos de plata, de oro; vestidos, aromas, caballos y mulos, y todos los años era lo mismo."
26 Reunió carros y caballos• Tenía mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes, que puso en las ciudades donde tenía los carros, y en Jerusalén, cerca del rey.
27 El rey hizo que en Jeru-salén abundara la plata como las piedras, y los cedros fueron tan numerosos como los sicómoros que crecen en el llano.
28 Los caballos los traía de Musri y de Coa; una caravana de comerciantes del rey los compraba a un precio determinado;"
29 un tiro de carro venía a costar, al salir de Musri, seiscientos siclos de plata, y un caballo, ciento cincuenta siclos. Traíanlos también al mismo tiempo para los reyes de los jéteos y los de Siria.

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Introducción a I Reyes

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Reyes.

Introducción.

Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.

Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.

Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.

Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.

Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,

Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.

Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.

Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).

Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que obraron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.

Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.

El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.

Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:

853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.

Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.

Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.

1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

I Reyes 10,1-29

La reina de Saba, en Jerusalén (10:1-10).
1 Llegó a la reina de Saba la fama que para gloria de Yahvé tenía Salomón, y vino para probarle con enigmas. 2 Llegó a Jerusalén con muy numeroso séquito y con camellos carga-dos de aromas, de oro en gran cantidad y de piedras preciosas. Vino a Salomón y le propuso cuanto quiso proponerle; 3 y a todas sus preguntas respondió Salomón, sin que hubiera nada que el rey no pudiera explicarle. 4 La reina de Saba, al ver la sabiduría de Salomón, la casa que había edificado, 5 los manjares de su mesa y las habitaciones de sus servidores, sus cometidos y los vestidos que vestían, los de los coperos, y los holocaustos que se ofrecían en la casa de Yahvé, fuera de sí, 6 Dijo al rey: Verdad es cuanto en mi tierra me dijeron de tus cosas y de tu sabiduría. 7 Yo no lo creía antes de venir y haberlo visto con mis propios ojos. Pero cuanto me dijeron no es ni la mitad. Tienes más sabiduría y prosperidad que la fama que a mí me había llegado. 8 Dichosas tus gentes, dichosos tus servidores, que están siempre ante ti y oyen tu sabiduría. 9 Bendito Yahvé, tu Dios, que te ha hecho la gracia de ponerte sobre el trono de Israel. Por el amor que Yahvé tiene siempre a Israel, te ha hecho su rey para que hagas derecho y justicia. 10 Dio al rey ciento veinte talentos de oro, una gran cantidad de aromas y de piedras preciosas. No se vieron nunca después tantos aromas como los que la reina de Saba dio al rey Salomón.

La reina de Saba (Sheba) encaminóse a Jerusalén acaso movida por una doble finalidad: preparar un tratado comercial y admirar la sabiduría del soberano. Las naves hebreas y de Tiro que surcaban los mares ponían en peligro el comercio que se efectuaba hasta ahora entre pueblos y continentes por medio de las famosas rutas caravaneras. La reina de Saba, viendo mermados sus intereses, dirigióse a Jerusalén para pactar con Salomón y llegar a un acuerdo comercial. Diversas veces aparece en la Biblia la palabra Sheba (Gen_10:30; Gen_15:3; Job_16:19). En Isa_43:3; Isa_45:14 se coloca el país de Saba en relación con Kus y Etiopía, y en Gen_10:7, con Dedán. Ambos pueblos no estaban lejos de Tarsis (Sal_72:10) 1.
La reina presentóse con numeroso séquito y con camellos (Gen_37:25) cargados de aromas (Exo_25:6; Exo_30:23), oro y piedras preciosas. Gustaban mucho los orientales de proponer y solucionar enigmas (Jue_14:10). Emplea la reina una fórmula de bendición (Jue_5:21; Jue_8:56) corriente en la que se emplea el nombre de Yahvé, lo cual no quiere significar que reconociera a Yahvé por único Dios, sino expresar que Israel estaba bajo la protección de un Dios muy activo y solícito de su nación, en comparación con otros de otras aciones. Cristo alude a la visita de la reina de Saba a Salomón (Mat_12:42; Luc_11:31) para condenar la incredulidad de los judíos de su tiempo. Antes de marcharse hizo la reina cuantiosos regalos a Salomón. También Hiram entregó a Salomón ciento veinte talentos de oro (Luc_9:14) o sea, más de tonelada y media.

La nota de Hiram (Luc_10:11-13).
11Las flotas de Hiram que traían el oro de Ofir trajeron también de Ofir gran cantidad de madera de sándalo y de piedras preciosas. 12 Con la madera de sándalo hizo el rey las balaustradas de la casa de Yahvé y de la casa del rey y arpas y salterios para los cantores. No vino después nunca más madera de ésta y no se ha vuelto a ver hasta hoy. 13 El rey Salomón dio a la reina de Saba todo cuanto ella deseó y le pidió, haciéndole, además, presentes dignos de un rey como Salomón. Después se volvió ella a su tierra con sus servidores.

En un ostrakon encontrado en tell Qasileh, al norte de Jafa, se habla del oro de Ofir para Bet Horón, treinta siclos.2 De las excavaciones del mencionado tell ha aparecido el antiguo puerto de Jafa, adonde llegaba la madera del Líbano para ser trasladada a Jerusalén 3. A este puerto llegaba también el oro de Ofir, lugar que se encontraba en las costas de Arabia4. La naturaleza de las maderas que trajeron las naves de Hiram es desconocida. Se supone que almuggim, por metátesis de algummim (2 Crón 9:10-11), designa la madera de sándalo. Toda ésta se utilizó en obras de ornamentación del templo, tales como balaustradas (mis'ad = apoyo) e instrumentos músicos.

Riquezas de Salomón (10:14-25).
14 El peso de oro que cada año llegaba a Salomón era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro, 15 además del que como tributo recibía de los grandes y pequeños mercaderes, de los príncipes de los beduinos y de los intendentes de la tierra. 16 Hizo también el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro macizo, para cada uno de los cuales empleó seiscientos siclos de oro, 17 y otros trescientos escudos de oro macizo, para cada uno de los cuales empleó tres minas de oro, y los puso en la casa Bosque del Líbano. 18 Hizo también el rey un gran trono de marfil, que cubrió con láminas de oro purísimo. 19 Seis gradas tenía el trono, y el respaldo era arqueado, y tenía dos brazos, uno a cada lado del asiento, y junto a los brazos dos leones, 20 y doce leones en las gradas, uno a cada lado de cada una de ellas. No se ha hecho nada semejante para rey alguno. 21 Todas las copas del rey Salomón eran de oro y toda la vajilla de la casa Bosque del Líbano era de oro macizo. No había nada de plata; no se hacía caso alguno de ésta en tiempos de Salomón, 22 porque el rey tenía en el mar naves de Tarsis con las de Hiram, y cada tres años llegaban las naves de Tarsis trayendo oro, plata, marfil, monos y pavones. 23 Fue el rey Salomón más grande que todos los reyes de la tierra por las riquezas y la sabiduría. 24 Todo el mundo buscaba ver a Salomón para oír la sabiduría que había puesto Yahvé en su corazón; 25 y todos le llevaban presentes, objetos de plata, de oro; vestidos, aromas, caballos y mulos, y todos los años era lo mismo.

El oro que llegaba cada año a Salomón tenía un valor fabuloso. Comenta Colunga que la suma de seiscientos sesenta y seis talentos de oro es colosal. El talento equivalía a tres mil siclos; éste a unos catorce gramos; luego el talento correspondía a cuarenta y dos kilogramos de oro. La suma de seiscientos sesenta y seis talentos equivale a unas veintiocho toneladas de oro, o sea, setenta y ocho millones de pesetas oro. Pero puede ser que el número seiscientos sesenta y seis, que reaparece en Rev_13:18 como nombre de la bestia, tenga sentido simbólico. La cifra puede provenir de la suma de ciento veinte (Rev_9:14), más cuatrocientos veinte (Rev_9:28), más ciento veinte (Rev_10:10). Construyó Salomón muchos escudos de oro, doscientos de los grandes (sinnah), que cubrían todo el cuerpo, y trescientos de los pequeños (maguen). Para cada uno de los primeros se utilizaron seiscientos siclos de oro (unos 6:7 kgs.); para los segundos, tres minas de oro cada uno (2,07 kgs.). El trono construido llamábase de marfil por contener muchas incrustaciones de este material. Empleábase el marfil para la fabricación de muebles en Fenicia, Siria, Palestina, Mesopotamia y Egipto (22:39; Amo_3:15; Amo_6:4; Eze_27:15; Rev_18:12). Las mejores fuentes de riqueza eran las famosas naves de Tarsis. Mucho se ha discutido acerca del significado de la palabra Tarsis, que acaso corresponde a fundición; las naves de Tarsis exportaban a las diferentes naciones los metales de las fundiciones de Asiongaber, cobrando la mercancía en oro. El texto bíblico habla siempre de naves de Tarsis (Rev_10:22; 2Cr_9:21). En la segunda parte del verso 21 del texto último mencionado se dice que las naves iban (halekot) a Tarsis, verbo que un copista pudo añadir erróneamente, como hizo la Vulgata en 1Re_10:22. También en 2Cr_20:36 se encuentra la expresión ir a Tarsis, pero quizá el texto deba corregirse conforme aL Rev_22:49 (Garofalo) 5.

Los carros (Rev_10:26-29).
26 Reunió carros y caballos· Tenía mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes, que puso en las ciudades donde tenía los carros, y en Jerusalén, cerca del rey. 27 El rey hizo que en Jeru-salén abundara la plata como las piedras, y los cedros fueron tan numerosos como los sicómoros que crecen en el llano. 28 Los caballos los traía de Musri y de Coa; una caravana de comerciantes del rey los compraba a un precio determinado; 29 un tiro de carro venía a costar, al salir de Musri, seiscientos siclos de plata, y un caballo, ciento cincuenta siclos. Traíanlos también al mismo tiempo para los reyes de los jéteos y los de Siria.

En algunas ciudades concentró Salomón los carros de combate, desconocidos antes en Israel. Según el códice B, disponía Salomón de cuatro mil carros, con tres hombres cada uno, obteniéndose de esta manera la suma de doce mil jinetes adictos al servicio de los carros de combate. Los caballos importábanse de Coa, pequeña ciudad de las costas de Cilicia; Musri hallábase al norte de la misma región, cuya riqueza principal consistía en la cría de caballos (Herodoto, 3:90), entregando anualmente trescientos caballos blancos a Darío. Salomón negociaba con los caballos de Musri y Coa; los traía de allí para él y para los países vecinos, Siria y el reino de los hititas, a quienes los revendía a precios más remuneradores.
Hasta el presente nos ha hecho ver el autor sagrado la prosperidad del reinado de Salomón en todos los órdenes: religioso, militar, administrativo y político. A partir del próximo capítulo se nos enseña el reverso de la medalla, con la exposición de las causas que llegaron a empañar tanta gloria y adelantaron la escisión del reino.