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Reyes.
Introducción.
Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.
Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.
Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.
Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.
Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,
Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.
Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.
Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).
Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que obraron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.
Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.
El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.
Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:
853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.
Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.
Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.
1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.
I Reyes 12,1-33
Segunda Parte.
Historia Sincrónica de los Reyes hasta Ajab y Josafat (c.12-22).
Roboam en Siquem (12:1-15).
1 Roboam fue a Siquem por haberse reunido en Siquem todo Israel para proclamarle rey. 2 Así que lo oyó Jeroboam, hijo de Nabat, que estaba en Egipto, adonde había huido de Salomón, se volvió de Egipto. 3 Y hablaron a Roboam diciendo: 4 Tu padre hizo muy pesado nuestro yugo; aligera tú, pues, ahora esta dura servidumbre, y te serviremos. 5 El les respondió: Id y volved a mí dentro de tres días. Fuese el pueblo. 6 El rey Roboam consultó a los ancianos que habían estado cerca de Salomón, su padre, durante su vida, diciéndoles: ¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo? 7 Y ellos le dijeron: Si ahora te rindes a este pueblo y le complaces hablándole blandas palabras, te estará siempre sujeto. 8 Pero Roboam no siguió el consejo de los ancianos, y consultó a los jóvenes que se habían criado con él y le rodeaban, 9 diciéndoles: ¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que así me habla: Aligera el yugo que tu padre nos impuso? 10 Y los jóvenes que se habían criado con él le dijeron así: Habla de este modo al pueblo que te ha dicho: Tu padre hizo muy pesado su yugo sobre nosotros; aligéralo tú. Habíales así: Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre. 11 Ahora, pues, mi padre os cargó con pesado yugo, y yo haré vuestro yugo más pesado todavía. Mi padre os azotó con azotes, y yo os azotaré con escorpiones. 12 Vino a Roboam, pues, todo Israel al día tercero, según lo que había dicho el rey: Volved dentro de tres días; 13y el rey respondió al pueblo duramente, dejando el consejo que le habían dado los ancianos, 14 y le habló así, según el consejo de los jóvenes: Mi padre hizo pesado vuestro yugo, y yo lo haré más pesado todavía; mi padre os azotó con azotes, y yo os azotaré con escorpiones. 15 Desoyó, pues, el rey al pueblo, porque así lo disponía Yahvé para cumplir la palabra que El había dicho por medio de Ajías, de Silo, de Jeroboam, hijo de Nabat.
Salomón había bajado al sepulcro dejando a su hijo en herencia un descontento general en el interior. Antes de morir habíanse renovado los conatos de independencia de las tribus del norte a causa del trato desigual de que eran objeto con relación a los de Judá, que la conducta abiertamente imprudente de Roboam sellaron definitivamente. Roboam dispuso que la ceremonia de la proclamación como nuevo rey de Israel se celebrara en Siquem, lugar donde se produjo la primera tentativa de la monarquía Que 8:22ss; c.9). A las razones históricas se añadieron otras consideraciones de orden social. Las tribus norteñas eran más ricas económicamente que Judá; sus tierras, más feraces; sus ciudades, más abiertas a las grandes vías comerciales, lo que originó un nivel de vida superior, una cultura más refinada. Desde el punto de vista religioso, Siquem guardaba el sepulcro de José (Jos_24:32). Abraham había estado allí (Gen_12:6); Jacob había morado grandes temporadas en sus inmediaciones (Gen_33:18). Además, ¿no había sido contaminada Jerusalén por los santuarios extranjeros? El numeroso harén real creó en la capital un ambiente de sensualidad y cierto sincretismo religioso. No solamente las reinas acudían a los templos de sus respectivos dioses, sino también la servidumbre, el séquito, los mercaderes extranjeros, los simpatizantes. Los mismos israelitas debían ser, en parte, los proveedores de víctimas y de cuanto se necesitaba para los sacrificios a los ídolos.
El acto de señalar a Siquem como lugar de su proclamación como rey fue un acierto diplomático de Roboam. No sabemos si Jeroboam estuvo o no presente en la ceremonia, ya que había abandonado Egipto tan pronto como se enteró de la muerte de Salomón.
Los LXX dicen que se retiró a Sareda; del texto masorético (v.3; 5; 12), de 2Cr_10:3 y Vulgata parece deducirse que asistió a la misma.
¡A tus tiendas, Israel! (2Cr_12:16-24).
16 Entonces todo Israel, viendo que el rey no le escuchaba dijo al rey: ¿Qué tenemos que ver nosotros con David? No tenemos heredad con el hijo de Isaí. J A tus tiendas, Israel! ¡Provee ahora a tu casa, David! Fuese Israel a sus tiendas (17 y Roboam no reinó sobre más hijos de Israel que los que habitaban en las ciudades de Judá). 18 Mandó entonces Roboam a Adoni-ram, que era prefecto de los tributos; pero éste fue lapidado por todo Israel y murió. Apresuróse Roboam a montar en su carro para huir a Jerusalén;19 y así se separó Israel de la casa de David hasta el día de hoy. 20 Sabiendo que había vuelto Jeroboam, todo Israel le mandó a llamar a la asamblea y le hicieron rey de todo Israel. La tribu de Judá fue la sola que siguió a la casa de David. 21 Llegado Roboam a Jerusalén, convocó a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, ciento ochenta mil hombres de guerra, para hacer la guerra a la casa de Israel y reducirla a la obediencia de Roboam, hijo de Salomón; 22 pero Semeyas, varón de Dios, recibió palabras de Yahvé, diciendo: 23 Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a toda la casa de Judá y de Benjamín, y a todos los del pueblo, diciendo: 24 He aquí lo que dice Yahvé: No subáis a hacer la guerra a vuestros hermanos, los hijos de Israel. Vuélvase cada uno de vosotros a su casa, porque de mí ha venido esto; y ellos, obedeciendo la palabra de Dios, se volvieron, según la palabra de Yahvé.
La respuesta insolente del rey pone en boca de la muchedumbre el grito separatista lanzado en otro tiempo por Seba (2Sa_20:1). La escisión del pueblo era un hecho: Roboam dominaría sobre Judá y Benjamín, mientras que las diez tribus del norte se unirían bajo Jeroboam. Varias causas contribuyeron a esta división. En el colmo de la imbecilidad, no encontró Roboam otro funcionario para atraer y reducir a los del norte que el odiado Adoniram (2Sa_4:6; 2Sa_4:5.28), jefe de los tributos. Dios obceca a los que quiere perder. Vuelto el rey a Jerusalén, trató de reducir a los separatistas por la fuerza, pero le disuadió el profeta Semeyas (2Sa_13:1-9). Según algunos textos (n. 13; 32), solamente la tribu de Judá obedeció a Roboam; sin embargo, parte de Benjamín, en cuyo territorio se encontraba Jerusalén, se unió al reino del sur (2Cr_11:1), en tanto que Jericó se adhirió al del norte (16.34).
Cisma religioso (2Cr_12:25-33).
25 Jeroboam edificó Siquem, en la montaña de Efraím, y residió allí; salió después y edificó Penuel. 26 Jeroboam se dijo en su corazón: El reino podría muy bien volver otra vez a la casa de David. 27 Si este pueblo sube a Jerusalén para hacer sus sacrificios en la casa de Yahvé, el corazón del pueblo se volverá a su señor, Roboam, rey de Judá, y me matarán a mí. 28 Despues de pensarlo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: Bastante tiempo habéis subido a Jerusalén; ahí tienes a tu dios, Israel, el que te sacó de la tierra de Egipto. 29 Hizo poner uno de los becerros en Betel y otro en Dan; 30 y esto indujo al pecado, pues iba el pueblo hasta Dan para adorar. 31 Edificó también Jeroboam lugares excelsos e hizo sacerdotes a gentes del pueblo que no eran de los hijos de Leví. 32 Instituyó Jeroboam una solemnidad en el mes octavo, el quince del mes, conforme a las de Judá, y sacrificó sobre el altar. Así puso también en Betel sacerdotes en los altos que había construido, para que sacrificasen a los becerros que había hecho; 33 y subió al altar que se había hecho en Betel el día quince del octavo mes, que él a su voluntad eligió. Instituyó una fiesta para los hijos de Israel y subió al altar para sacrificar.
Con el fin de defender el nuevo reino, fortificó Jeroboam las ciudades de Siquem y de Penuel. Se identifica esta última con Tulul ed-Dahab, en la ribera del Yaboc, a unos once kilómetros al este del Jordán. Pensó en rehabilitar los dos santuarios antiguos: Dan, en los confines septentrionales (Jue_18:1-31), y Betel, en el límite sur, lugar donde existían recuerdos venerandos de los tiempos de los patriarcas (Gen_12:8; Gen_13:4; Gen_28:19; Gen_35:7) y en donde se ofrecían sacrificios en tiempos de los jueces (Jue_20:21; Jue_21:4; 1Sa_10:3). Jeroboam repite las palabras que pronunció Aarón después de haber construido el becerro de oro (Exo_32:4). Al rey se le ocurrió representar a Yahvé en forma de becerro por influencias religiosas paganas de Palestina y Siria, en donde el becerro era considerado como símbolo de fecundidad y de fuerza, atributos del dios cananeo Baal-Hadad. En Israel no se practicaba propiamente la idolatría, ya que no se adoraba a dioses extranjeros, sino que se representaba a Yahvé bajo la forma de un toro o becerro; lo que se oponía, sin embargo, a la ley sobre la representación sensible de la divinidad (Exo_20:34; Deu_4:15-20; Deu_5:8-9). Además, con esta práctica Jeroboam ponía el yahvismo al nivel de las otras religiones paganas, creando una especie de sincretismo religioso y una gran desorientación. ¿Cómo distinguirá el pueblo entre el toro de Yahvé y el de Baal? Oseas (Deu_8:6) y escritores posteriores consideran este culto de las imágenes como una verdadera apostasía. Es posible, además, que buscara Jeroboam un acercamiento religioso con los cananeos, muy numerosos en su territorio. En todo caso, consciente o no de sus actos, abría Jeroboam las puertas del sincretismo religioso 1.
Para el servicio de los nuevos santuarios creó sacerdotes a gentes que no pertenecían a la tribu de Leví; los sacerdotes y levitas habían emigrado casi en masa a Judá (2Cr_11:13). La institución de sacerdotes que no contaban con títulos para ello fue considerada como un gran escándalo y un nuevo pecado de Jeroboam (2Cr_13:33-34). Procuró conservar las festividades principales vigentes en Judá, acomodándolas, sin embargo, a la nueva situación. Retrasó un mes la fiesta de los Tabernáculos, haciéndola coincidir con el término de la recolección de la uva a fin de que la solemnidad y jolgorio fueran mayores. El rey ofrecía sacrificios, considerándose rey teocrático y sumo sacerdote. Por todo lo dicho, vemos cuan dudosos fueron los comienzos del reino del norte desde el punto de vista religioso.