I Reyes 17 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 24 versitos |
1 Elías, tisbita, habitante en Galaad, dijo a Ajab: “Vive Yahvé, Dios de Israel, a quien sirvo, que no habrá en estos años ni rocío ni lluvia sino por mi palabra.”
2 Y dirigió Yahvé a Elías su palabra, diciendo:
3 “Pártete de aquí, vete hacia el oriente y escóndete junto al torrente de Querit, al este del Jordán.
4 Beberás el agua del torrente y yo mandaré a los cuervos que te den de comer allí.”
5 Hizo según la palabra de Yahvé, y fue a asentarse junto al torrente de Querit, que está al este del Jordán.
6 Los cuervos le llevaban por la mañana pan, y carne por la tarde, y bebía del agua del torrente;"
7 pero al cabo de cierto tiempo se secó el torrente, pues no había caído lluvia alguna sobre la tierra.
8 Entonces le dirigió Yahvé su palabra, diciendo:
9 “Levántate y vete a Sarepta, de Sidón, y mora allí. Yo he dado orden a una mujer viuda para que te mantenga.”
10 Levantóse y fuese a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una mujer viuda que recogía serojos; la llamó y le dijo: “Vete a buscarme, por favor, un poco de agua en un vaso para que beba”;"
11 y ella fue a buscarla. Llamóla de nuevo cuando iba a traérselo, y le dijo: “Tráeme también, por favor, un bocado de pan”;"
12 pero ella le contestó: “Vive Yahvé, tu Dios, que no tengo nada de pan cocido y que no me queda más que un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija; precisamente estaba ahora tomando unos serojos para ir a preparar esto para mí y para mi hijo; lo comeremos y nos dejaremos morir.”
13 y me dijo: “No temas; ve y haz lo que has dicho; pero prepárame para mí antes una tortita cocida en el rescoldo y tráemela, y luego ya harás para ti y para tu hijo;"
14 pues he aquí lo que dice Yahvé: “No faltará la harina que tienes en la tinaja ni disminuirá el aceite en la vasija hasta el día en que Yahvé haga caer la lluvia sobre la haz de la tierra.”
15 Fue ella e hizo lo que le había dicho Elías, y durante mucho tiempo tuvieron que comer ella y su familia y Elías,
16 sin que faltase la harina de la tinaja ni disminuyese el aceite de la vasija, según lo que había dicho Yahvé por Elías.
17 Después de esto enfermó el hijo de la mujer dueña de la casa; y su enfermedad era tan violenta, que no podía resollar."
18 La mujer dijo entonces a Elías: “¿Qué hay entre ti y mí, hombre de Dios? ¿Has venido por ventura a mi casa para traer a la memoria mis pecados y hacer morir a mi hijo?”
19 El le respondió: “Dame acá tu hijo.” El le tomó del regazo de su madre, le subió a la habitación donde él dormía y le puso en su cama,
20 e invocó a Yahvé, diciendo: “jOh Yahvé, mi Dios! ¿Vas a afligir a la viuda que en su casa me ha hospedado, matando a su hijo?”
21 Tendióse tres veces sobre el niño, invocando a Yahvé y diciendo: “Yahvé, Dios mío! Que vuelva, te ruego, el alma de este niño a entrar en él.”
22 Yahvé oyó la voz de Elías, y volvió dentro del niño su alma y revivió.
23 Tomó entonces al niño Elías, bajó y entrególo a su madre, diciendo: “Mira, tu hijo vive.”
24 La mujer dijo a Elías: “Ahora conozco que eres hombre de Dios y que es verdad en tu boca la palabra de Yahvé.”

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Introducción a I Reyes

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Reyes.

Introducción.

Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.

Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.

Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.

Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.

Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,

Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.

Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.

Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).

Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que obraron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.

Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.

El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.

Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:

853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.

Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.

Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.

1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

I Reyes 17,1-24

El ciclo de Elías (17:1-2 Re).
E n la introducción vimos que el autor sagrado utilizó diversas fuentes preexistentes para la composición de su obra. En la historia de Elías, que tuvo ante sus ojos, pueden vislumbrarse dos corrientes: una, en la que Elías desempeña el papel principal y en la que existe una hostilidad violenta contra Ajab y su familia, comprende los relatos referentes a la gran sequía (c.17-18), al viaje del profeta a Horeb (c.19), a la viña de Nabot (c.21) y a la enfermedad de Ocozías (2 Re c.1). La segunda corriente trata a Ajab con más indulgencia; en ella aparecen varios profetas (c.20 y 22). Cabe suponer que hacia finales del siglo IX se escribió una historia de Elías, a la que siguió más tarde una de Elíseo. Las dos biografías fueron refundidas, de tal suerte que el final de la vida de Elías y los comienzos de la historia de Elíseo se han perdido. El autor del libro de los Reyes ha quizá utilizado un corpus de relatos profetices compuestos en el reino del Norte 1.

Elías en la palestra (17:1-7).
1 Elías, tisbita, habitante en Galaad, dijo a Ajab: Vive Yahvé, Dios de Israel, a quien sirvo, que no habrá en estos años ni rocío ni lluvia sino por mi palabra. 2 Y dirigió Yahvé a Elías su palabra, diciendo: 3 Pártete de aquí, vete hacia el oriente y escóndete junto al torrente de Querit, al este del Jordán. 4 Beberás el agua del torrente y yo mandaré a los cuervos que te den de comer allí. 5 Hizo según la palabra de Yahvé, y fue a asentarse junto al torrente de Querit, que está al este del Jordán. 6 Los cuervos le llevaban por la mañana pan, y carne por la tarde, y bebía del agua del torrente; 7 pero al cabo de cierto tiempo se secó el torrente, pues no había caído lluvia alguna sobre la tierra.

Elías aparece de improviso en la historia del reino de Israel. Originario de Tisbe, en TransJordania, del lugar conocido hoy por Il-Istib, Lisdib, al norte del Yaboc 2, pertenecía a una familia profundamente yahvista. Su mismo nombre: Eliyahu = Yahvé es Dios, indica su fe y su misión. Aunque fuera profeta, como le llama repetidamente el texto griego, es más conocido por el hombre de Dios (17:18-24; 2Re_1:9-16). Presentóse ante Ajab, anunciándole en nombre de Yahvé que no habrá ni rocío ni lluvia sino por la palabra de Dios. La sequía será total (2Sa_1:21), porque Dios, amo y señor supremo de los elementos, quiere castigar a Israel por la introducción oficial del culto de los baales en la nación (2Sa_18:18) y asegurar el triunfo del yahvismo (2Sa_18:41). De esta sequía en tiempos de Ajab (Luc_4:25-26; Stg_5:17-18) habla también Menandro de Efeso, citado por Flavio Josefo 3. Una vez anunciado su mensaje al rey, Elías se escondió en una caverna del torrente Querit, al este del Jordán. Por voluntad divina, los cuervos le proveían de pan y carne por la mañana y de pan y carne por la tarde (texto hebreo), o, como dicen los LXX, de pan por la mañana y carne por la tarde.

El milagro de la harina y del aceite (Stg_17:8-16).
8 Entonces le dirigió Yahvé su palabra, diciendo: 9 Levántate y vete a Sarepta, de Sidón, y mora allí. Yo he dado orden a una mujer viuda para que te mantenga. 10 Levantóse y fuese a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una mujer viuda que recogía serojos; la llamó y le dijo: Vete a buscarme, por favor, un poco de agua en un vaso para que beba; 11 y ella fue a buscarla. Llamóla de nuevo cuando iba a traérselo, y le dijo: Tráeme también, por favor, un bocado de pan; 12 pero ella le contestó: Vive Yahvé, tu Dios, que no tengo nada de pan cocido y que no me queda más que un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija; precisamente estaba ahora tomando unos serojos para ir a preparar esto para mí y para mi hijo; lo comeremos y nos dejaremos morir. 13 y me dijo: No temas; ve y haz lo que has dicho; pero prepárame para mí antes una tortita cocida en el rescoldo y tráemela, y luego ya harás para ti y para tu hijo; 14 pues he aquí lo que dice Yahvé: No faltará la harina que tienes en la tinaja ni disminuirá el aceite en la vasija hasta el día en que Yahvé haga caer la lluvia sobre la haz de la tierra. 15 Fue ella e hizo lo que le había dicho Elías, y durante mucho tiempo tuvieron que comer ella y su familia y Elías, 16 sin que faltase la harina de la tinaja ni disminuyese el aceite de la vasija, según lo que había dicho Yahvé por Elías.

El torrente Querit se secó al cabo de un tiempo; entonces indicó Dios a Elías que se trasladara a Sarepta, al mediodía de Sidón, en el lugar llamado hoy Sarfend, Sarafand, entre Tiro y Sidón. Un wely guarda todavía el recuerdo de la permanencia allí del gran profeta Elías. Al pedirle pan, le responde la mujer fenicia, poniendo a Yahvé por testigo, que no dispone de pan cocido, o sea, de pan plano, redondo y cocido bajo la ceniza. Parece que la viuda solamente tenía un hijo de corta edad.

Resurrección del hijo de la viuda (Stg_17:17-24).
17 Después de esto enfermó el hijo de la mujer dueña de la casa; y su enfermedad era tan violenta, que no podía resollar. 18 La mujer dijo entonces a Elías: ¿Qué hay entre ti y mí, hombre de Dios? ¿Has venido por ventura a mi casa para traer a la memoria mis pecados y hacer morir a mi hijo? 19 El le respondió: Dame acá tu hijo. El le tomó del regazo de su madre, le subió a la habitación donde él dormía y le puso en su cama, 20e invocó a Yahvé, diciendo: jOh Yahvé, mi Dios! ¿Vas a afligir a la viuda que en su casa me ha hospedado, matando a su hijo? 21 Tendióse tres veces sobre el niño, invocando a Yahvé y diciendo: Yahvé, Dios mío! Que vuelva, te ruego, el alma de este niño a entrar en él. 22 Yahvé oyó la voz de Elías, y volvió dentro del niño su alma y revivió. 23 Tomó entonces al niño Elías, bajó y entrególo a su madre, diciendo: Mira, tu hijo vive. 24 La mujer dijo a Elías: Ahora conozco que eres hombre de Dios y que es verdad en tu boca la palabra de Yahvé.

Al cabo de un tiempo enfermó el hijo de la viuda, quedando sin respiración (neshama). Por razones literarias, por la forma con que se introduce el relato, por no tener éste relación con lo que precede, ya que la mujer parece ignorar el milagro de la harina y del aceite, y, finalmente, por su analogía con lo de la mujer sunamita (2Re_4:8ss), se sospecha que el presente episodio fue añadido al texto de Elías por los discípulos de Elíseo 4. La mujer le echa en cara el haberse entrometido en su vida, atrayendo sobre ella la atención divina, que le castiga por los pecados pasados. Tres veces se tendió el profeta sobre el niño muerto, como hizo más tarde Elíseo (2Re_4:34) y San Pablo (Hec_20:10). Parece como un rito esencial, por el cual se establecía una corriente de vida entre ambos cuerpos (Landersdorfer). Pero Dios obra el milagro a ruegos de Elías.