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Reyes.
Introducción.
Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.
Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.
Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.
Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.
Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,
Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.
Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.
Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).
Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que obraron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.
Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.
El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.
Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:
853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.
Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.
Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.
1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.
I Reyes 18,1-46
Encuentro de Elías con Abdías (18:1-15).
1 Pasados muchos días, al tercer año, dirigió Yahvé su palabra a Elías, diciendo: Ve, preséntate a Ajab, que voy a hacer que caiga la lluvia sobre la haz de la tierra. 2 Fue, pues, Elías para presentarse ante Ajab. El hambre era grande en Samaría, 3 y Ajab mandó a llamar a Abdías, su mayordomo. Abdías era muy temeroso de Yahvé; 4 y cuando Jezabel exterminaba a los profetas de Yahvé, escondió a cien profetas, de cincuenta en cincuenta, por cincuenta días en cavernas, proveyéndoles de pan y de agua. 5 Ajab dijo a Abdías: Vete por la tierra a todas las fuentes de agua y a todos los torrentes, a ver si por allí hay alguna hierba para que podamos conservar con vida a los caballos y mulos y no nos quedemos sin ganado. 6 Dividiéronse, pues, la tierra para recorrerla, y Ajab se fue solo por un camino y Abdías se fue solo por otro. 7 Cuando iba Abdías por su camino, encontróse con Elías, y como le reconócelo, echóse sobre el rostro, diciendo: ¿Eres tú, mi señor, Elías? 8 El le respondió: Sí, yo soy; vete a decir a tu señor: Ahí está Elías. 9 Y Abdías le contestó: ¿Qué pecado he cometido yo para que tú me entregues en manos de Ajab, que seguramente me hará morir? 10 Vive Yahvé, tu Dios, que no hay nación ni reino adonde no haya mandado mi amo a buscarte; cuando venían diciéndole que no estabas allí, hacía jurar al reino y a la nación que no te habían hallado. 11¿Y ahora tú me dices: Ve a decir a tu amo: Ahí está Elías? 12 Además, en cuanto yo te deje, el espíritu de Yahvé te llevará yo no sé dónde, y cuando vaya a informar a Ajab, él no te hallará y me matará. Sin embargo, tu siervo teme a Yahvé desde su juventud. 13 ¿No le han dicho a mi señor lo que yo hice cuando Jezabel mataba a los profetas de Yahvé? Yo oculté a cien profetas de Yahvé, de cincuenta en cincuenta, en cavernas, y los proveí de pan y de agua. 14¿Yahora me mandas: Ve a decir a tu amo: Ahí está Elías, para que me mate? 15 Pero Elías le dijo: Vive Yahvé, Sebaot, a quien sirvo, que hoy mismo me presentaré yo delante de Ajab.
La sequía fue de tres años o de tres años y medio (Luc_4:25; Stg_5:17), según la distinta manera de contar, al término de los cuales fue palabra de Dios (Stg_17:2-24) a Elías para que se presentara a Ajab. Tenía éste un mayordomo que, a pesar de vivir en un ambiente idolátrico, conservóse fiel a la religión de sus padres. Abdías se encontró con Elías, que le mandó fuera a anunciar a Ajab su presencia. Con estilo propio de los orientales, el mayordomo se excusa exponiendo al profeta los temores que le asaltaban. La última de las razones que aduce para justificar sus temores es que, conociendo Abdías que el espíritu de Yahvé se presenta de improviso sobre Elías y sobre los profetas, trasladándolos a otras partes 1Sa_10:6-10; 1Sa_19:20-23; 2Re_2:16), teme que en su ausencia se produzca este fenómeno y desaparezca, apareciendo ante Ajab como mentiroso. Elías le asegura con juramento que aquel mismo día se presentará ante Ajab. Emplea Elías la expresión Yahvé Sebaot el Dios de los ejércitos (1Sa_1:3-11; 1Sa_4:4; 1Sa_17:45) l.
Elías y Ajab se enfrentan (1Sa_18:16-19).
16 Abdías, yendo al encuentro de Ajab, le informó, y Ajab se volvió para ir al encuentro de Elías. 17 Apenas le vio Ajab, le dijo: ¿Eres tú, ruina de Israel? 18 Y Elías le respondió: No soy yo la ruina de Israel, sino tú y la casa de tu padre, apartándoos de los mandamientos de Yahvé y yéndoos tras los baales. 19 Anda, convoca a todo Israel sobre el monte Carmel y a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal que comen de la mesa de Jezabel.
Ajab acudió inmediatamente al encuentro de Elías, con el que sostuvo un breve diálogo. A las palabras: ¿Eres tú, ruina de Israel? responde Elías con decisión y aires de superioridad. No es él el causante de la ruina de Israel, sino el rey y la casa de Omri (1Sa_16:27-28) al rendir culto a los baales, abandonando al verdadero y único Dios; la sequía es efecto de un castigo de Yahvé.
Sacrificios sobre el monte Carmelo (1Sa_18:20-40).
20 Convocó, pues, Ajab a todos los hijos de Israel y a todos los profetas al monte Carmel; 21 y acercándose Elías a todo el pueblo, le dijo: ¿Hasta cuándo habéis de estar vosotros claudicando de un lado y de otro? Si Yahvé es Dios, seguidle a El; y si lo es Baal, id tras él. El pueblo no respondió nada. 22 Volvió a decir Elías al pueblo: Sólo quedo yo de los profetas de Yahvé, mientras que hay cuatrocientos cincuenta profetas de Baal. 23 Que traigan bueyes para que escojan ellos uno, lo corten en pedazos y lo pongan sobre la leña, pero sin poner fuego debajo; yo prepararé otro sobre la leña, sin poner fuego debajo. 24 Después invocad vosotros el nombre de vuestro dios y yo invocaré el nombre de Yahvé. El dios que respondiere con el fuego, ése sea Dios; y todo el pueblo respondió: Está muy bien. 25 Entonces dijo Elías a los profetas de Baal: Escogeos el buey y haced vosotros primero, pues que sois los más, e invocad el nombre de vuestro dios, pero sin poner fuego debajo. 26 Tomaron ellos el buey que les entregaron, aprestáronlo, y estuvieron invocando el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: Baal, respóndenos. Pero no había voz ni quien respondiese, mientras estaban ellos saltando en torno del altar que habían hecho. 27 Al mediodía burlábase de ellos Elías, diciendo: Gritad bien fuerte; dios es, pero quizá está entretenido conversando, o tiene algún negocio, o está de viaje. Acaso esté dormido, y así le despertaréis. 28 Ellos daban voces y más voces y se sajaban con cuchillos y lancetas, según su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. 29 Pasado el mediodía, siguieron enfurecidos hasta la hora en que suele hacerse la ofrenda de la tarde; pero no hubo voz ni quien escuchase ni respondiese. 30 Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos. Y todo el pueblo se acercó a él. Preparó el altar de Yahvé, que estaba en ruina; 31 y tomando Elías doce piedras, según el número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien había dicho Yahvé: Israel será tu nombre, 32 alzó con ellas un altar al nombre de Yahvé. Hizo en derredor una zanja tan grande como la superficie en que se siembran dos satos de simiente; 33 compuso la leña, cortó el buey en pedazos y púsolo sobre la leña. 34 Dijo luego: Llenad de agua cuatro cántaros y echadla sobre el holocausto y sobre la leña. Después dijo: Haced lo mismo otra vez. Otra vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo por tercera vez. Y por tercera vez lo hicieron. 35 Corría el agua todo en derredor del altar y había llenado el agua también la zanja. 36 Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, llegóse el profeta Elías y dijo: Yahvé, Dios de Abra-ham, de Isaac y de Israel: que se sepa hoy que tú eres Dios de Israel y que yo soy tu siervo, que todo esto hago por mandato tuyo. 37 Respóndeme, Yahvé; respóndeme, para que todo este pueblo conozca que tú, ¡oh Yahvé! eres Dios y que tú conviertes a ti su corazón. 38 Bajó entonces fuego de Yahvé, que consumió el holocausto y la leña, las piedras y el polvo, y aún lamió las aguas que había en la zanja. 39 Viendo esto el pueblo, cayeron todos sobre sus rostros y dijeron: ¡Yahvé es Dios, Yahvé es Dios! 40 Y díjoles Elías: Tomad a los profetas de Baal, sin dejar que escape ninguno. Tomandolos a ellos y llevólos Elías al torrente Cisón, donde los degolló.
Los reyes paganos de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón consultaban a los profetas en los negocios más importantes del reino (Jer_27:3; Jer_27:9-10). Existía en Canaán el profetismo extático y delirante y otro más moderado. En uno de los textos de Rash Shamra se habla de un éxtasis sobrevenido durante un acto cultual; la toma de posesión de parte de la divinidad se expresa con la imagen típicamente bíblica de la mano que agarra. La forma moderada del profetismo se encuentra especialmente en el área aramaica y moabítica, como atestiguan las inscripciones de Zakir y de Mesa 2. La reina Jezabel había traído gran número de profetas de Tiro y Sidón. Siguiendo la indicación de Elías, Ajab convocólos al Carmelo. Debían deslindarse los campos y no andar Israel encendiendo una lámpara a Yahvé y otra a Baal. No se trata de decidir cuál de los dos es el más fuerte, sino de saber cuál de los dos es píos; si lo es Yahvé, entonces Baal es pura nada, y viceversa. El juicio de Dios tendría lugar sobre el monte Carmelo (Kerem = viña), hermosa montaña que se extiende al sudoeste de la llanura de Esdrelón, cubierta de abundante vegetación.
El punto tradicional del sacrificio es El Muhraqa, en la extremidad sudoriental del monte, a 514 metros sobre el nivel del Mediterráneo. Desde este sitio se divisa el mar; cerca brota el manantial Bir-el-Mansura, del cual se sacaba el agua para el sacrificio En Tell el-Qasis, al pie de El Muhraqa y cerca del Cisón, se conserva todavía hoy la memoria de la matanza de los profetas de Baal Alt, para el cual el dios Baal era el dios local del Carmelo, propone como lugar del sacrificio la punta norte de la montaña que domina el mar; pero no convencen sus razones 3.
Elías habla al pueblo, reprobando su conducta sincretista. Como ejemplo del avance de la idolatría, dice que es el único profeta de Yahvé que se atreve a presentarse en público, lo que contrasta con el apoyo oficial con que cuentan los profetas de Baal. A pesar de esta desproporción numérica, propone Elías el duelo entre Yahvé y los baales, entre él y los centenares de profetas de los ídolos. La prueba consistirá en que cada uno de los dos bandos inmole sobre el Carmelo un becerro (Exo_24:5; Num_23:2; Jue_6:25); que se corte la víctima en pedazos y se coloque sobre la leña, pero sin poner fuego debajo (Gen_22:6). Al pueblo agradó aquella propuesta de Elías. A los profetas de Baal, por ser muchos, se les concedió fueran los primeros, dándoseles, además, la facultad de escoger la víctima. Elías reservóse para el acto apoteósico final.
Los profetas de Baal aparejaron el altar e invocaron a Baal a grandes voces, al mismo tiempo que se entregaban a una danza violenta y frenética, que a la larga solía provocar el delirio mántico (v.28-29). Era esta danza originaria de Fenicia4. Con este baile fenicio cabe relacionar lo que se dice en 19:18: Voy a dejar con vida a siete mil cuyas rodillas no se han doblado ante Baal. Al ver Elías que nada conseguían con sus gritos y danzas, burlábase de ellos, diciéndoles que su dios Baal, o Herakles, llamado el filósofo, estaba acaso enfrascado en resolver alguna cuestión filosófica; o que, por razón de atribuírsele la invención de la púrpura y de las naves, estaba ocupado en algún negocio o de viaje. Al dios fenicio se le atribuían expediciones a Libia, y sus admiradores se lo imaginaban al frente de las naves fenicias que surcaban los mares enarbolando las banderas de Tiro y de Sidón o cabalgando sobre un hipocampo alado. Admite Elías la posibilidad de que Herakles esté dormido 5.
A las palabras de Elías redoblaban los profetas de Baal sus esfuerzos a fin de llamar la atención de su dios. Los gritos se suceden cada vez más agudos y suplicantes, y la danza toma caracteres de vértigo; la agitación alcanza el paroxismo. Aturdidos, insensibles y fuera de sí, se herian freneticamente con cuchillos a los fines de volver mitica la danza. Añade la Biblia que lo hacían según su costumbre6. Por la Biblia consta la costumbre de hacerse tales incisiones en honor de los muertos (Deu_14:1) y por otros motivos, que los verdaderos profetas condenaban (Jer_41:5; Jer_47:5; Ose_7:14; Zac_13:6; Lev_19:28; Lev_21:5). Hasta bien entrada la tarde no cesaron de profetizar, en el sentido de estar poseídos y dar señales externas del éxtasis profético (Num_11:25-27; 1 Sam 10:5-I3; 19:20-24).
Cuando la noche amenazaba caerse encima en aquel lugar inhóspito, y ante el rotundo fracaso de los falsos profetas, Elías recogió las piedras del altar de Yahvé que Jezabel había hecho demoler y lo reconstruyó 7. Sobre el Carmelo residió Elíseo (2Re_4:25) y allí celebraba el pueblo las neomenias y sábados (2Re_4:23). Causa extrañeza el interés en reunir doce piedras que evocaran la memoria de las doce tribus en unos momentos en que existía la escisión; quizá se trata de alguna alusión histórica (Exo_24:4; Jos_4:4). Abrió Elías alrededor del altar una zanja tan grande que en su superficie cabían dos satos de simiente. Es el sato una medida de capacidad (Gen_18:6; 1Sa_25:18) que equivalía a trece litros8.
Al llegar la hora del sacrificio vespertino, que tenía lugar entre dos luces (Exo_29:39.41; Num_28:4-8), empezó Elías su oración a Yahvé. Nada de gritos ni de danzas rituales, ni incisiones de ninguna clase, para dar a entender que sólo el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel (1Cr_29:18; 2Cr_30:6) podía mandar el fuego. El milagro se produjo, de lo que dedujeron los israelitas que Yahvé era el solo y verdadero Dios. A una indicación de Elías se apoderó el pueblo de los profetas de Baal, que Elías degolló en el torrente Cisón (Jue_4:7-13; Jue_5:21), al pie del Carmelo. En la lucha entre Yahvé y Baal, los servidores de éste sufren las consecuencias de la derrota de su dios, conforme a las leyes entonces en uso sobre la suerte de los vencidos (Deu_13:2-6; Deu_18:20-22).
Fin de la sequía (Deu_18:41-46).
41 Entonces dijo Elías a Ajab: Sube a comer y a beber, porque ya suena gran ruido de lluvia. 42 Y subió Ajab a comer y a beber. Elías subió a la cumbre del Carmel y se postró en tierra, poniendo el rostro entre las rodillas; 43 y dijo a su siervo: Sube y mira hacia el mar. Subió él, miró y dijo: No se ve nada. Elías le dijo: Vuelve a hacerlo siete veces. 44 Y a la séptima vez dijo el siervo: Veo una nubécula, como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. El le dijo: Ve y dile a Ajab: Unce y baja, no te lo impida luego la lluvia. 45 Y en esto se cubrió el cielo de nubes, sopló el viento y cayó gran lluvia. Subió Ajab y vino a Jezrael. 46 Fue sobre Elías la mano de Yahvé, que ciñó sus lomos, y vino corriendo a Jezrael delante de Ajab.
El gran drama ha terminado con el triunfo aplastante de Yahvé. Ajab y Elías suben del torrente Cisón a la cumbre del monte (Jue_6:26); el rey dirigióse al lugar donde se guardaban las provisiones, mientras subía Elías a otra altura superior. Allí se arrodilló, y, con la cabeza entre las rodillas, no atreviéndose a mirar de cara lo que está por suceder, esperaba la lluvia, que debía proceder del mar anunciando con gran ruido su llegada. En Palestina la lluvia es producida por vientos del oeste y sudoeste. En la nube se ha querido ver una figura de la Virgen María, que llevó la salud al mundo9.