I Reyes 2 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 46 versitos |
1 Llegaron los días de la muerte para David, y dio sus instrucciones a Salomón, su hijo, diciéndole:
2 “Yo me voy por el camino de todos; esfuérzate, pues, y sé hombre."
3 Sé fiel a Yahvé, tu Dios, marchando por sus caminos, guardando sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos como están escritos en la ley de Moisés, para que seas afortunado en cuanto hicieres y dondequiera que vayas;"
4 de manera que cumpla Yahvé su palabra, la que a mí me ha dado, diciendo: Si tus hijos siguen su camino ante mí en verdad y con todo su corazón y toda su alma, no te faltará jamás un descendiente sobre el trono de Israel.
5 Bien sabes también tú mismo lo que me ha hecho Joab, hijo de Sarvia; lo que hizo con los dos jefes del ejército de Israel, Abner, hijo de Ner, y Amasa, hijo de Jeter, que los mató, derramando en la paz la sangre de la guerra y manchando con la sangre inocente el cinturón que ceñía sus lomos y los zapatos que calzaban sus pies."
6 Haz, pues, con él conforme con tu sabiduría y no dejes que sus canas bajen en paz a la morada de los muertos.
7 Trata con benevolencia a los hijos de Barzilai el galadita y sean de los invitados a tu mesa, pues hicieron así bien conmigo cuando yo iba huyendo de Absa-lón, tu hermano.
8 Ahí tienes también a Semeí, hijo de Güera, benjaminita, de Bajurim, que profirió contra mí violentas maldiciones el día que iba yo a Majanaím. Cuando luego me salió al encuentro al Jordán, yo le juré por Yahvé, diciendo: No te haré morir a espada.
9 Pero tú no le dejes impune, pues, como sabio que eres, sabes cómo has de tratarle, y harás que con sangre bajen sus canas al sepulcro.”
10 Durmióse David con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David.
11 El tiempo que reinó David sobre Israel fue de cuarenta años: siete años reinó en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
12 Sentóse Salomón en el trono de David, su padre, y su reino quedó muy firme.
13 Adonías, hijo de Jaguit, fue en busca de Betsabé, madre de Salomón. Ella le dijo: “¿Vienes de paz?” Y él respondió: “De paz.”
14 El añadió: “Quisiera decirte una palabra.” “Habla,” le dijo ella.
15 Y él dijo: “Tú sabes que el reino era mío y que todo Israel había puesto en mí los ojos para hacerme rey; pero el reino ha sido traspasado y dado a mi hermano, porque Yahvé se lo había destinado."
16 Una sola cosa te pido ahora; no me la niegues.” Ella respondió: “Di.”
17 Y él prosiguió: “Te pido que digas a Salomón, porque él no te lo negará, que me dé por mujer a Abisag la sunamita.”
18 Betsabé dijo: “Bien; yo hablaré por ti al rey.”
19 Betsabé fue a hablar a Salomón por Adonías, y el rey se levantó para salir a su encuentro, la besó, y, sentándose sobre su trono, hizo poner otro para de madre del rey y la sentó a su derecha.
20 Ella le dijo entonces: “Tengo una cosita que pedirte; no me la niegues.” Y el rey la dijo: “Pide, madre mía, que yo no te negaré nada.”
21 Ella le dijo: “Que le des por mujer a Adonías, tu hermano, Abisag la sunamita.”
22 El rey Salomón preguntó a su madre: “¿Por qué pides tú para Adonías a Abisag la sunamita? Pide ya el reino para él, pues que es mi hermano mayor y tiene con él a Abiatar, sacerdote, y a Joab, hijo de Sarvia.”
23 Y juró por Yahvé, diciendo: “Así me haga Yahvé y así me añada si no ha sido pronunciada contra su vida esta palabra de Adonías.
24 Ahora, pues, vive Yahvé, que me ha confirmado y me ha establecido sobre el trono de David, mi padre, y me ha edificado mi casa, según su promesa, que hoy mismo morirá Adonías.”
25 El rey Salomón mandó a Banayas, hijo de Jo-yada, que le hirió, y Adonías murió.
26 Luego dijo el rey al sacerdote Abiatar: “Vete a tus tierras de Anatot. Tú merecías la muerte, pero yo no quiero hacerte morir ahora, por haber llevado el arca de Yahvé delante de David, mi padre, y porque participaste en los trabajos de mi padre.”
27 Echó, pues, Salomón a Abiatar para que no fuese sacerdote de Yahvé, cumpliéndose así la palabra que había pronunciado Yahvé contra la casa de Helí en Silo.
28 Llegaron estas noticias a Joab, que había seguido el partido de Adonías, aunque no había seguido el de Absalón, y se refugió en el tabernáculo de Yahvé, cogiéndose a los cuernos del altar.
29 Dijeron a Salomón que Joab se había refugiado en el tabernáculo de Yahvé y estaba agarrado a los cuernos del altar; y Salomón mandó decir a Joab: ¿Qué sucedió para que huyeses al altar?” Y contestó Joab: “Es que he temido de ti y me he refugiado cerca del Señor.” Y Salomón mandó a Banayas, hijo de Joyada, diciendo: “Ve y hiérele.”
30 Llegado al tabernáculo de Yahvé, Banayas dijo a Joab: “Así habla el rey: Sal.” Pero él respondió: “No; quiero morir aquí.” Banayas llevó al rey esta respuesta, diciendo: “Esto he dicho a Joab y esto me ha contestado.”
31 El rey dijo a Banayas: “Haz como él dice: Hiérele y sepúltale, y quita hoy de sobre mí y de sobre la casa de mi padre la sangre inocente que Joab ha derramado.
32 Haga caer Yahvé esa sangre sobre su cabeza, pues mató a dos hombres más rectos y mejores que él, dándoles la muerte con la espada, sin que nada supiera mi padre, David: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasa, hijo de Jeter, jefe del ejército de Judá.
33 Su sangre caerá sobre la cabeza de Joab y sobre la de sus descendientes por siempre, mientras que sobre David y su descendencia, sobre su casa y su trono, dará siempre Yahvé su paz.”
34 Subió entonces Banayas, hijo de Joyada, y le hirió, matándole, y Joab fue sepultado en su sepulcro en el desierto.
35 Puso el rey en su lugar, por jefe del ejército, a Banayas, hijo de Joyada, y al sacerdote Sadoe en el lugar de Abiatar.
36 Hizo el rey llamar a Semeí y le dijo: “Hazte una casa en Jerusalén y habita en ella, sin salir ni entrar para nada. El día en que salgas y pases el torrente de Cedrón,
37 sabe que con toda certeza morirás; será tu sangre sobre tu cabeza.”
38 Semeí respondió al rey: “La orden es buena. Como lo dice mi señor el rey, así hará tu siervo.” Semeí estuvo mucho tiempo en Jerusalén;"
39 pero, al cabo de tres años, dos siervos de Semeí huyeron a refugiarse junto a Aquis, hijo de Maaca, rey de Gat. Le dijeron a Semeí: “Tus siervos están en Gat”;"
40 y, levantándose, montó en su asno y se fue a Gat, a Aquis, en busca de sus siervos, y de vuelta, se los trajo con él.
41 Informaron a Salomón de que Semeí había ido de Jerusalén a Gat y estaba ya de vuelta;"
42 y mandando llamar a Semeí, le dijo: “¿No te conjuré yo por Yahvé y no te advertí que el día en que salieras acá o allá sería el de tu muerte? Y me dijiste tú: La orden es buena y la obedeceré.
43 ¿Por qué, pues, no has guardado el juramento de Yahvé y la orden que yo te di ?”
44 Y siguió el rey diciendo a Semeí: “Bien sabes tú, tu corazón lo sabe muy bien, todo el mal que hiciste a David, mi padre. Yahvé hace recaer tu maldad sobre tu cabeza,
45 mientras que el rey Salomón será bendecido y el trono de David afirmado por siempre ante Yahvé.”
46 Dio el rey orden a Banayas, hijo de Joyada, que salió e hirió a Semeí, y Semeí murió. El reino se afirmó en las manos de Salomón.

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Introducción a I Reyes

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Reyes.

Introducción.

Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.

Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.

Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.

Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.

Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,

Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.

Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.

Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).

Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que obraron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.

Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.

El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.

Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:

853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.

Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.

Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.

1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

I Reyes 2,1-46

Ultimas instrucciones de David a Salomón (2:1-9).
1 Llegaron los días de la muerte para David, y dio sus instrucciones a Salomón, su hijo, diciéndole: 2 Yo me voy por el camino de todos; esfuérzate, pues, y sé hombre. 3 Sé fiel a Yahvé, tu Dios, marchando por sus caminos, guardando sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos como están escritos en la ley de Moisés, para que seas afortunado en cuanto hicieres y dondequiera que vayas; 4 de manera que cumpla Yahvé su palabra, la que a mí me ha dado, diciendo: Si tus hijos siguen su camino ante mí en verdad y con todo su corazón y toda su alma, no te faltará jamás un descendiente sobre el trono de Israel. 5 Bien sabes también tú mismo lo que me ha hecho Joab, hijo de Sarvia; lo que hizo con los dos jefes del ejército de Israel, Abner, hijo de Ner, y Amasa, hijo de Jeter, que los mató, derramando en la paz la sangre de la guerra y manchando con la sangre inocente el cinturón que ceñía sus lomos y los zapatos que calzaban sus pies. 6 Haz, pues, con él conforme con tu sabiduría y no dejes que sus canas bajen en paz a la morada de los muertos. 7 Trata con benevolencia a los hijos de Barzilai el galadita y sean de los invitados a tu mesa, pues hicieron así bien conmigo cuando yo iba huyendo de Absa-lón, tu hermano. 8 Ahí tienes también a Semeí, hijo de Güera, benjaminita, de Bajurim, que profirió contra mí violentas maldiciones el día que iba yo a Majanaím. Cuando luego me salió al encuentro al Jordán, yo le juré por Yahvé, diciendo: No te haré morir a espada. 9 Pero tú no le dejes impune, pues, como sabio que eres, sabes cómo has de tratarle, y harás que con sangre bajen sus canas al sepulcro.

David reconoce que el fin de su carrera mortal se aproxima, y quiere aprovechar los últimos momentos para aconsejar a su hijo empleando los conceptos que utilizó Moisés al hablar a Josué (Deu_31:7-23) y recordarle la venganza de sangre y la eficacia de las maldiciones (v.8). En el v.4 se hace referencia a la promesa hecha a David mediante el profeta Natán (2Sa_7:12-16). Le recuerda los dos homicidios de Joab (2Sa_3:21-27; 2Sa_20:8-12), derramando sangre en época de paz, sangre que a grandes voces pedía venganza. Con estas muertes mancilló Joab el honor del rey y le hizo odioso al pueblo, dándole pie para creer que fue David el instigador de las mismas. El rey o sus descendientes deben vengar tales muertes. No habla de la de Absalón por haberle matado Joab en pleno combate. De Barzilai y de sus buenos servicios al rey hablamos en otro lugar (2Sa_17:27-29; 2Sa_19:32). En cuanto a Semeí (2Sa_16:555; 2Sa_19:1755), no quiere David faltar a su juramento; pero encarga a su hijo que anule los efectos de las maldiciones proferidas por él (2Sa_16:555).

Muerte de David (2Sa_2:10-12).
10 Durmióse David con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. 11 El tiempo que reinó David sobre Israel fue de cuarenta años: siete años reinó en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. 12 Sentóse Salomón en el trono de David, su padre, y su reino quedó muy firme.

Murió David y fue sepultado en la ciudad que lleva su nombre. Tradiciones recientes colocaban el sepulcro de David en Belén o en una dependencia del Cenáculo (Benjamín De Tudela); pero era natural que sus restos mortales descansaran en un mausoleo levantado en la ciudad que arrebató a los jebuseos, En las excavaciones hechas por R. Weill durante los años 1913-1914 creyóse haberse encontrado el sepulcro de los trece primeros reyes de la dinastía davídica cerca de la piscina de Siloé; pero su optimismo no encontró eco entre los historiadores y exegetas l .
Según los cómputos, murió David a los setenta años de edad (2Sa_5:4), después de un reinado de cuarenta, en cifras redondas. Con su muerte desaparecía el que ha sido llamado modelo de reyes y tipo del Mesías. Son pocos los datos que la historia ha dejado para poder dar un juicio certero y cabal de su obra. La Biblia ha puesto de relieve que Yahvé estaba con él, que le asistía en todo momento y que le colmó de bienes. Dios escogió a David por rey de Israel; lo tomó de la majada, de detrás de las ovejas, para ser príncipe en Israel (1Sa_7:8-9). Con el auxilio de Dios y su propio valor y constancia fue venciendo los obstáculos que cerraban sus pasos al trono, llevando una vida arriesgada y errante, con la mirada fija en la meta que debía alcanzar. Muerto Saúl, fue requerido para que reinara sobre Judá (2Sa_2:4), ejemplo que siguieron poco después las tribus del Norte (2Sa_5:1-3). Con este acto, el rey, con poder personal, se convierte en monarca de Judá y de Israel, es decir, de un reino unido bajo el imperio de su persona. Durante toda su vida demuestra David fe y piedad, celo por el arca y por el culto. Quiso edificar un templo a Yahvé, sirviendo de modelo el palacio que había levantado en la ciudad de David para él y su familia; pero si no tuvo este honor, fue él quien adquirió los terrenos y construyó un altar en la era de Areuna (2Sa_24:2255), donde más tarde levantará Salomón el edificio. Pero, a pesar de su piedad, cayó en el pecado, cometiendo un adulterio y un homicidio (2Sa_11:1ss). Si pecó, como puede hacerlo cualquier rey humano, se arrepintió sinceramente de su falta tan pronto como el profeta Natán le echó en cara sus crímenes, en lo que no suelen imitarlo los reyes de este mundo. Durante su vida vivió oprimido por su culpa y recibió con resignación los castigos que le mandó Dios. Menos conocido es el aspecto profano del reinado de David. Sabemos que con su diplomacia supo mantener el equilibrio entre Judá e Israel, turbado más de una vez. Bastaba cualquier pretexto, como el que invocaba Seba (2Sa_20:1), para que se manifestasen las susceptibilidades de ambos reinos. En lo exterior tuvo a raya a los enemigos tradicionales del pueblo hebreo: filisteos, amonitas, moabitas, amalecitas, árameos, etc. A los jebuseos arrebató la ciudad de Jerusalén, que, dadas sus condiciones geográficas, convirtió en capital de su reino. Para llevar a término tantas guerras contaba principalmente con una legión extranjera y tropas mercenarias. A la paz entre las tribus, al menos aparente, acompañó la tranquilidad en las fronteras, dominando a cananeos y jebuseos, sometiendo a tributo a otros pueblos e imponiéndose por su prestigio a todas las naciones colindantes hasta el Introitus Hamat 2. El reino de pavid tuvo atisbos de imperio. Murió David en la brecha, luchando por la grandeza y unidad del reino.
Al desgaste físico se unió el drama de su familia, que aceleró su marcha hacia el sepulcro. En su umbral salvó a Israel de una lucha civil para ocupar su trono vacante. De no ser la imprudencia de Adonías, acaso David hubiera muerto sin arreglar el problema de su descendencia. Murió David hacia el año 970 a.C.

Muerte de Adonías (2Sa_2:13-25).
13 Adonías, hijo de Jaguit, fue en busca de Betsabé, madre de Salomón. Ella le dijo: ¿Vienes de paz? Y él respondió: De paz. 14 El añadió: Quisiera decirte una palabra. Habla, le dijo ella. 15 Y él dijo: Tú sabes que el reino era mío y que todo Israel había puesto en mí los ojos para hacerme rey; pero el reino ha sido traspasado y dado a mi hermano, porque Yahvé se lo había destinado. 16 Una sola cosa te pido ahora; no me la niegues. Ella respondió: Di. 17 Y él prosiguió: Te pido que digas a Salomón, porque él no te lo negará, que me dé por mujer a Abisag la sunamita. 18 Betsabé dijo: Bien; yo hablaré por ti al rey. 19 Betsabé fue a hablar a Salomón por Adonías, y el rey se levantó para salir a su encuentro, la besó, y, sentándose sobre su trono, hizo poner otro para de madre del rey y la sentó a su derecha. 20 Ella le dijo entonces: Tengo una cosita que pedirte; no me la niegues. Y el rey la dijo: Pide, madre mía, que yo no te negaré nada. 21 Ella le dijo: Que le des por mujer a Adonías, tu hermano, Abisag la sunamita. 22 El rey Salomón preguntó a su madre: ¿Por qué pides tú para Adonías a Abisag la sunamita? Pide ya el reino para él, pues que es mi hermano mayor y tiene con él a Abiatar, sacerdote, y a Joab, hijo de Sarvia. 23 Y juró por Yahvé, diciendo: Así me haga Yahvé y así me añada si no ha sido pronunciada contra su vida esta palabra de Adonías. 24 Ahora, pues, vive Yahvé, que me ha confirmado y me ha establecido sobre el trono de David, mi padre, y me ha edificado mi casa, según su promesa, que hoy mismo morirá Adonías. 25El rey Salomón mandó a Banayas, hijo de Jo-yada, que le hirió, y Adonías murió.

A Adonías había Salomón perdonado la vida, imponiéndole, sin embargo, la orden de marcharse a su casa y conducirse lealmente (2Sa_1:52). Enamorado de Abisag la sunamita (2Sa_1:3), quiso desposarla. Sabido es que, a la muerte del rey, el harén pasaba a su sucesor. Si alguien lograba casarse con alguna mujer o concubina del rey, adquiría un título que le daba derecho a la sucesión (2Sa_3:8). De ahí que Absalón abusó de las concubinas de su padre ante todo el pueblo para confirmar sus pretensiones al trono (2Sa_16:22). Abisag no era propiamente del harén de David, pero el pueblo opinaba lo contrario. El monarca comprendió las intenciones malignas de Adonías al pedir la mano de Abisag, y así se lo da a entender a su madre.
Con el apoyo de un gran sector, por su condición de hermano mayor, con la sunamita por esposa tenía Adonías en sus manos títulos suficientes para derrocar a Salomón y ocupar el trono de Judá y de Israel. ¿Había en las palabras de Adonías indicios de una conjura en gran escala? Puede ser. Salomón, con su juramento (1Sa_3:17; 1Sa_14:44), afirma que la mano de Adonías mueve turbiamente a Betsabé a hacerle tal petición, y con igual firmeza decreta su muerte. ¿Puede Salomón proceder con guante blanco en unos momentos decisivos para el trono? ¿No ha manifestado su padre su voluntad? ¿No es manifiesta la voluntad de Dios de que sea él el sucesor de David? En pocas palabras refiere el texto la ejecución de Adonías.

Abiatar, desterrado (1Sa_2:26-27).
26 Luego dijo el rey al sacerdote Abiatar: Vete a tus tierras de Anatot. Tú merecías la muerte, pero yo no quiero hacerte morir ahora, por haber llevado el arca de Yahvé delante de David, mi padre, y porque participaste en los trabajos de mi padre. 27Echó, pues, Salomón a Abiatar para que no fuese sacerdote de Yahvé, cumpliéndose así la palabra que había pronunciado Yahvé contra la casa de Helí en Silo.

Entre bastidores apoyaba Abiatar la causa de Adonías. Por haber llevado el arca de Yahvé (2Sa_15:24-29) y por haber compartido las penalidades de su padre, David, desde que escapó de la matanza de Nob (1Sa_22:18-23), Salomón le perdonó la vida, desterrándole a Anatot, ciudad levítica (Jos_21:18), a cuatro kilómetros al nordeste de Jerusalén, famosa por haber nacido allí el profeta Jeremías. Este castigo es, además, el epílogo de la amenaza divina contra la casa de Helí (1Sa_2:30-36; 1Sa_3:10-18).

Muerte de Joab (1Sa_2:28-35).
28 Llegaron estas noticias a Joab, que había seguido el partido de Adonías, aunque no había seguido el de Absalón, y se refugió en el tabernáculo de Yahvé, cogiéndose a los cuernos del altar. 29 Dijeron a Salomón que Joab se había refugiado en el tabernáculo de Yahvé y estaba agarrado a los cuernos del altar; y Salomón mandó decir a Joab: ¿Qué sucedió para que huyeses al altar? Y contestó Joab: Es que he temido de ti y me he refugiado cerca del Señor. Y Salomón mandó a Banayas, hijo de Joyada, diciendo: Ve y hiérele. 30 Llegado al tabernáculo de Yahvé, Banayas dijo a Joab: Así habla el rey: Sal. Pero él respondió: No; quiero morir aquí. Banayas llevó al rey esta respuesta, diciendo: Esto he dicho a Joab y esto me ha contestado. 31 El rey dijo a Banayas: Haz como él dice: Hiérele y sepúltale, y quita hoy de sobre mí y de sobre la casa de mi padre la sangre inocente que Joab ha derramado. 32 Haga caer Yahvé esa sangre sobre su cabeza, pues mató a dos hombres más rectos y mejores que él, dándoles la muerte con la espada, sin que nada supiera mi padre, David: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasa, hijo de Jeter, jefe del ejército de Judá. 33 Su sangre caerá sobre la cabeza de Joab y sobre la de sus descendientes por siempre, mientras que sobre David y su descendencia, sobre su casa y su trono, dará siempre Yahvé su paz. 34 Subió entonces Banayas, hijo de Joyada, y le hirió, matándole, y Joab fue sepultado en su sepulcro en el desierto. 35 Puso el rey en su lugar, por jefe del ejército, a Banayas, hijo de Joyada, y al sacerdote Sadoe en el lugar de Abiatar.

Joab temió correr la misma suerte que los otros jefes de la conjuración y trató de salvar su vida buscando asilo en los cuernos del altar del tabernáculo de Yahvé. Pero, conforme a la Ley (Exo_21:14), debía morir. A sangre fría, y por temor a que le suplantara, no temió matar a Abner (2Sa_3:27), aduciendo las leyes de la venganza de sangre por la muerte de su hermano Azael (2Sa_2:22). Mientras besaba a Amasa, le introdujo la espada en sus entrañas, desplomándose (2Sa_20:9). Tanta sangre inocente derramada en tiempo de paz (v.5) debía ser vengada. Por los favores que hizo a su padre, David, se autorizó fuera sepultado en el mausoleo familiar, que se encontraba en las afueras de Belén, al descampado, donde estaba también sepultado su hermano Azael (2Sa_2:32). Banayas le sustituyó en la jefatura del ejército; Sadoc quedó único sumo sacerdote, descendiente de la rama de Eleazar.

Aviso a Semeí (2Sa_2:36-46).
36 Hizo el rey llamar a Semeí y le dijo: Hazte una casa en Jerusalén y habita en ella, sin salir ni entrar para nada. El día en que salgas y pases el torrente de Cedrón, 37 sabe que con toda certeza morirás; será tu sangre sobre tu cabeza. 38 Semeí respondió al rey: La orden es buena. Como lo dice mi señor el rey, así hará tu siervo. Semeí estuvo mucho tiempo en Jerusalén; 39 pero, al cabo de tres años, dos siervos de Semeí huyeron a refugiarse junto a Aquis, hijo de Maaca, rey de Gat. Le dijeron a Semeí: Tus siervos están en Gat; 40 y, levantándose, montó en su asno y se fue a Gat, a Aquis, en busca de sus siervos, y de vuelta, se los trajo con él. 41 Informaron a Salomón de que Semeí había ido de Jerusalén a Gat y estaba ya de vuelta; 42 y mandando llamar a Semeí, le dijo: ¿No te conjuré yo por Yahvé y no te advertí que el día en que salieras acá o allá sería el de tu muerte? Y me dijiste tú: La orden es buena y la obedeceré. 43 ¿Por qué, pues, no has guardado el juramento de Yahvé y la orden que yo te di ? 44 Y siguió el rey diciendo a Semeí: Bien sabes tú, tu corazón lo sabe muy bien, todo el mal que hiciste a David, mi padre. Yahvé hace recaer tu maldad sobre tu cabeza, 45 mientras que el rey Salomón será bendecido y el trono de David afirmado por siempre ante Yahvé. 46 Dio el rey orden a Banayas, hijo de Joyada, que salió e hirió a Semeí, y Semeí murió. El reino se afirmó en las manos de Salomón.

Había David afirmado con juramento a Semeí que no le haría morir a espada (2Sa_19:17); pero encargó a Salomón no le dejara impune a causa de las maldiciones que profirió contra él. Salomón buscó una ocasión propicia para cumplir con una y otra voluntad de su padre. Empezó por someterlo a una libertad vigilada, quizá por estar también comprometido con la causa de Adonías. Se le prohibe salir de Jerusalén e incluso atravesar el torrente Cedrón (2 Sam 15:23) para ir a su casa de Bajurim, en la vertiente oriental del monte Olívete. Buena le pareció a Semeí la propuesta del rey, que se obligó conjuramento a cumplir. Según 1Sa_27:2, Aquis, rey de Gat, era hijo de Maoc. Era Gat una de las cinco grandes ciudades filisteas; dos veces habíase refugiado David allí (1Sa_21:11-16; 1Sa_27:2ss). No atravesó Semeí el torrente Cedrón, pero hizo un recorrido superior a los cuarenta kilómetros en dirección al sudoeste de la capital. En seguida se enteró Salomón de esta salida de Semeí, que, por perjuro y para anular los efectos de sus maldiciones, fue condenado a muerte. Después de la maldición que pronuncia el rey en el v-44, añade inmediatamente una bendición para contrarrestar los efectos de aquélla. Con estas medidas se afirma el reino de Salomón. Muertos los conspiradores, nadie pensó en adelante en disputarle su derecho al trono, que en tres años quedó afianzado (v.39).