I Reyes 20 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 43 versitos |
1 Ben Hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército. Tenía consigo treinta y dos reyes vasallos, caballos y carros. Subió y puso sitio a Samaría,
2 y mandó mensajeros que dijesen a Ajab, rey de Israel:
3 “Así habla Ben Hadad: Tu plata y tu oro son míos, mías tus mujeres y míos tus hijos.”
4 El rey de Israel respondió: “Rey, mi señor, yo soy tuyo, y tuyo es, como tú dices, todo lo que yo tengo.”
5 Volvieron los mensajeros y dijeron: “Así habla Ben Hadad: Yo te he mandado a decir: Entrégame tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos.
6 Mañana, pues, a estas horas, yo mandaré a ti mis servidores para que escudriñen tu casa y la de tus siervos y pongan su mano sobre cuanto de precioso encuentren y me lo traigan.”
7 El rey de Israel convocó a todos los ancianos de Israel y les dijo: “Oíd bien y entended que este hombre nos quiere mal; porque él me ha pedido mis mujeres y mis hijos, mi plata y mi oro, y yo no se los he rehusado.”
8 Todos los ancianos del pueblo dijeron a Ajab: “No le oigas y niégate a ello.”
9 Y él les dijo a los mensajeros de Ben Hadad: “Decid a vuestro señor el rey: Yo haré todo lo que has mandado a decir a tu siervo la primera vez, pero esto otro no puedo hacerio.” Los mensajeros se fueron y le llevaron la respuesta
10 Ben Hadad mandó a decir a Ajab: “Que esto me hagan los dioses y esto me añadan si el polvo de Samaría basta para llenar el hueco de la mano del pueblo todo que me sigue,”
11 Y el rey de Israel respondió: “Decidle que no ha de alabarse el que se ciñe como el que ya se desciñe,”
12 Cuando Ben Hadad recibió esta respuesta, estaba bebiendo en su tienda con los reyes vasallos y dijo a sus servidores: “Preparaos.” E hicieron sus preparativos contra la ciudad.
13 Acercóse a Ajab, rey de Israel, un profeta y le dijo: “Así habla Yahvé, Dios de Israel: ¿Ves toda esta muchedumbre? Voy a entregarla en tus manos, y así sabrás que yo soy Yahvé.”
14 Ajab preguntó: “¿Por mano de quién?” Y él respondió: “Así dice Yahvé: Por mano de los servidores de los jefes de provincia.” Ajab preguntó más: “¿Quién comenzará el combate?” Y él respondió: “Tú mismo,”
15 Entonces Ajab revistó a los servidores de los jefes de provincia, en todo doscientos treinta y dos. Luego revistó a todo el pueblo, a todos los hijos de Israel, que fueron siete mil.
16 Hicieron una salida al mediodía, mientras Ben Hadad estaba bebiendo y embriagándose en las tiendas con los treinta y dos reyes, sus auxiliares.
17 Salieron los primeros los servidores de los jefes de provincia. Ben Hadad fue informado y le dijeron: “Los de Samaría han hecho una salida.”
18 Y él respondió: “Si han salido de paz, traédmelos vivos, y si han salido en guerra, traédmelos vivos.”
19 Una vez que los servidores de los jefes de provincia salieron de la ciudad, y tras ellos el ejército,
20 cada uno de ellos mató a su hombre, y los sirios emprendieron la fuga. Israel los persiguió. Ben Hadad, rey de Siria, se salvó en un caballo con algunos de la caballería.
21 El rey de Israel salió y destrozó a la caballería y a los carros, haciendo en los sirios gran estrago.
22 Entonces se acercó al rey de Israel el profeta y le dijo: “Ve y fortifícate, y mira lo que debes hacer, porque el rey de Siria volverá contra ti a la vuelta del año.”
23 Los servidores del rey de Siria dijeron a éste: “Su Dios es un Dios de monte; por eso nos han vencido; pero, si peleamos con ellos en el llano, los venceremos."
24 Haz, pues, así: quita a los reyes sus mandos y pon jefes en lugar de ellos.
25 y hazte un ejército semejante al que has perdido, con otros tantos caballos y otros tantos carros. Después daremos la batalla en el llano y se verá si no los vencemos.” El rey les dio oídos e hizo así.
26 Pasado el año, Ben Hadad reunió a todos los sirios y vino a Afee, a dar la batalla a Israel.
27 Reuniéronse también los hijos de Israel y saliéronle al encuentro. Asentaron su campo frente a ellos, como dos rebañitos de cabras, mientras que los sirios llenaban la tierra.
28 Un hombre de Dios se acercó al rey de Israel y le dijo: “Así habla Yahvé. Porque los sirios han dicho: Yahvé es un Dios de monte y no de llano, entregaré en tus manos toda esta muchedumbre, y así sabréis que yo soy Yahvé.”
29 Siete días estuvieron acampando los unos frente a los otros. El séptimo día se trabó el combate, y los hijos de Israel hicieron a los sirios cien mil muertos de a pie en un día.
30 El resto huyó a la ciudad de Afee, y las murallas se les caían encima a los veintisiete mil hombres que quedaban. También Ben Hadad se refugió en la ciudad, y andaba de cámara en cámara.
31 Sus servidores le dijeron: “Nosotros hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos; vamos a vestirnos sacos sobre nuestros lomos y a ponernos sogas al cuello, y a ir así al rey de Israel, a ver si te deja la vida.”
32 Vistiéronse sacos sobre los lomos y pusiéronse sogas al cuello y se fueron al rey de Israel y le dijeron: “Tu siervo Ben Hadad dice: Déjame la vida.” Ajab respondió: “¿Vive todavía? Es mi hermano.”
33 Tuvieron esto los hombres por buen agüero y se apresuraron a tomarle por la palabra, diciendo: “Ben Hadad es tu hermano.” Y él dijo: “Id y traédmelo.” Vino a él Ben Hadad, y Ajab le hizo subir a su carro.
34 Ben Hadad le dijo: “Yo te devolveré las ciudades que mi padre tomó al tuyo y tendrás en Damasco calles para ti, como las tuvo mi padre en Samaría.” “Y yo, repuso Ajab, te dejaré ir libre, hecha esta alianza.” Hizo, pues, alianza con él y le dejó ir.
35 Uno de los profetas dijo a un su compañero por mandato de Yahvé: “Hiéreme, te lo ruego”; pero éste se negó a herirle."
36 Entonces le dijo el otro: “Por no haber obedecido la voz de Yahvé, en cuanto me dejes te herirá un león”; y en cuanto se alejó, encontróse con un león, que le hirió."
37 Encontró el otro a otro hombre y le dijo: “Hiéreme, te lo ruego”; y éste le dio un golpe y le hirió."
38 Fue a ponerse el profeta en el camino del rey y se disfrazó cubriéndose el rostro con un velo.
39 Cuando pasaba el rey, le gritó diciendo: “Tu siervo estaba entre las tropas, y, apartándose uno, me entregó a un hombre, diciendo: Guarda a este hombre. Si llega a faltar, responderás de su vida con la tuya o con un talento de plata.
40 Mientras tu siervo andaba de una parte para otra, el hombre desapareció. El rey de Israel le dijo: “Tú mismo te juzgas; ésa es tu sentencia.”
41 Quitóse entonces el profeta el velo de sobre los ojos, y vio el rey que era un profeta.
42 Este le dijo entonces: “Así dice Yahvé: Por haber dejado ir de tus manos al que yo había dado al anatema, tu vida responderá de la suya, y tu pueblo de su pueblo.”
43 Fuese el rey para su casa triste e irritado, y llegó a Samaría.

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Introducción a I Reyes

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Reyes.

Introducción.

Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.

Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.

Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.

Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.

Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,

Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.

Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.

Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).

Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que obraron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.

Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.

El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.

Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:

853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.

Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.

Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.

1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

I Reyes 20,1-43

Guerras con los árameos (20:1-34).
1 Ben Hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército. Tenía consigo treinta y dos reyes vasallos, caballos y carros. Subió y puso sitio a Samaría, 2 y mandó mensajeros que dijesen a Ajab, rey de Israel: 3 Así habla Ben Hadad: Tu plata y tu oro son míos, mías tus mujeres y míos tus hijos. 4 El rey de Israel respondió: Rey, mi señor, yo soy tuyo, y tuyo es, como tú dices, todo lo que yo tengo. 5 Volvieron los mensajeros y dijeron: Así habla Ben Hadad: Yo te he mandado a decir: Entrégame tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos. 6 Mañana, pues, a estas horas, yo mandaré a ti mis servidores para que escudriñen tu casa y la de tus siervos y pongan su mano sobre cuanto de precioso encuentren y me lo traigan. 7 El rey de Israel convocó a todos los ancianos de Israel y les dijo: Oíd bien y entended que este hombre nos quiere mal; porque él me ha pedido mis mujeres y mis hijos, mi plata y mi oro, y yo no se los he rehusado. 8 Todos los ancianos del pueblo dijeron a Ajab: No le oigas y niégate a ello. 9 Y él les dijo a los mensajeros de Ben Hadad: Decid a vuestro señor el rey: Yo haré todo lo que has mandado a decir a tu siervo la primera vez, pero esto otro no puedo hacerio. Los mensajeros se fueron y le llevaron la respuesta 10 Ben Hadad mandó a decir a Ajab: Que esto me hagan los dioses y esto me añadan si el polvo de Samaría basta para llenar el hueco de la mano del pueblo todo que me sigue, u Y el rey de Israel respondió: Decidle que no ha de alabarse el que se ciñe como el que ya se desciñe, l2 Cuando Ben Hadad recibió esta respuesta, estaba bebiendo en su tienda con los reyes vasallos y dijo a sus servidores: Preparaos. E hicieron sus preparativos contra la ciudad. 13 Acercóse a Ajab, rey de Israel, un profeta y le dijo: Así habla Yahvé, Dios de Israel: ¿Ves toda esta muchedumbre? Voy a entregarla en tus manos, y así sabrás que yo soy Yahvé. 14 Ajab preguntó: ¿Por mano de quién? Y él respondió: Así dice Yahvé: Por mano de los servidores de los jefes de provincia. Ajab preguntó más: ¿Quién comenzará el combate? Y él respondió: Tú mismo, is Entonces Ajab revistó a los servidores de los jefes de provincia, en todo doscientos treinta y dos. Luego revistó a todo el pueblo, a todos los hijos de Israel, que fueron siete mil. 16 Hicieron una salida al mediodía, mientras Ben Hadad estaba bebiendo y embriagándose en las tiendas con los treinta y dos reyes, sus auxiliares. 17 Salieron los primeros los servidores de los jefes de provincia. Ben Hadad fue informado y le dijeron: Los de Samaría han hecho una salida. 18 Y él respondió: Si han salido de paz, traédmelos vivos, y si han salido en guerra, traédmelos vivos. 19 Una vez que los servidores de los jefes de provincia salieron de la ciudad, y tras ellos el ejército, 20 cada uno de ellos mató a su hombre, y los sirios emprendieron la fuga. Israel los persiguió. Ben Hadad, rey de Siria, se salvó en un caballo con algunos de la caballería. 21 El rey de Israel salió y destrozó a la caballería y a los carros, haciendo en los sirios gran estrago. 22 Entonces se acercó al rey de Israel el profeta y le dijo: Ve y fortifícate, y mira lo que debes hacer, porque el rey de Siria volverá contra ti a la vuelta del año. 23 Los servidores del rey de Siria dijeron a éste: Su Dios es un Dios de monte; por eso nos han vencido; pero, si peleamos con ellos en el llano, los venceremos. 24 Haz, pues, así: quita a los reyes sus mandos y pon jefes en lugar de ellos. 25 y hazte un ejército semejante al que has perdido, con otros tantos caballos y otros tantos carros. Después daremos la batalla en el llano y se verá si no los vencemos. El rey les dio oídos e hizo así. 26 Pasado el año, Ben Hadad reunió a todos los sirios y vino a Afee, a dar la batalla a Israel. 27 Reuniéronse también los hijos de Israel y saliéronle al encuentro. Asentaron su campo frente a ellos, como dos rebañitos de cabras, mientras que los sirios llenaban la tierra. 28 Un hombre de Dios se acercó al rey de Israel y le dijo: Así habla Yahvé. Porque los sirios han dicho: Yahvé es un Dios de monte y no de llano, entregaré en tus manos toda esta muchedumbre, y así sabréis que yo soy Yahvé. 29 Siete días estuvieron acampando los unos frente a los otros. El séptimo día se trabó el combate, y los hijos de Israel hicieron a los sirios cien mil muertos de a pie en un día. 30 El resto huyó a la ciudad de Afee, y las murallas se les caían encima a los veintisiete mil hombres que quedaban. También Ben Hadad se refugió en la ciudad, y andaba de cámara en cámara. 31 Sus servidores le dijeron: Nosotros hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos; vamos a vestirnos sacos sobre nuestros lomos y a ponernos sogas al cuello, y a ir así al rey de Israel, a ver si te deja la vida. 32 Vistiéronse sacos sobre los lomos y pusiéronse sogas al cuello y se fueron al rey de Israel y le dijeron: Tu siervo Ben Hadad dice: Déjame la vida. Ajab respondió: ¿Vive todavía? Es mi hermano. 33 Tuvieron esto los hombres por buen agüero y se apresuraron a tomarle por la palabra, diciendo: Ben Hadad es tu hermano. Y él dijo: Id y traédmelo. Vino a él Ben Hadad, y Ajab le hizo subir a su carro. 34 Ben Hadad le dijo: Yo te devolveré las ciudades que mi padre tomó al tuyo y tendrás en Damasco calles para ti, como las tuvo mi padre en Samaría. Y yo, repuso Ajab, te dejaré ir libre, hecha esta alianza. Hizo, pues, alianza con él y le dejó ir.

Rezón (11:23) creó el reino de Damasco y reinó allí. Sus sucesores, Jezyón, Tabrimón y Ben Hadad I (15:18), ensancharon los límites del reino apoderándose de las rutas caravaneras del desierto sirio hasta el Eufrates. Omri estuvo desafortunado frente a ellos, viéndose obligado a cederles algunas ciudades de la frontera septentrional y otorgarles privilegios comerciales en Samaría (20:34). Como consecuencia. Omri buscó la alianza de los fenicios, en particular con el rey y sumo sacerdote Etbaal, sellándose la amistad con el matrimonio de Ajab, hijo de Omri, con Jezabel, hija del rey de Tiro (16:31). Entre Israel y Judá existían relaciones amistosas. Josafat (870-848), rey de Judá, asociado al reino durante la enfermedad de su padre Asa, pagaba, al parecer, tributos al rey de Israel (22:4). Joram (848-841), hijo de Josafat, tomó por esposa a Atalía, hija o hermana de Ajab. Esta amistad permitió a Josafat tener sujeto a Edom y libre el camino de las minas de Asiongaber (22:48).
Pero Israel tenía un enemigo al norte: los árameos, a quienes molestaba la amistad de Israel con Fenicia y el control, por parte de Judá, de los territorios de Edom y costa del mar Rojo, que cortaban a Siria las vías comerciales con Arabia. Ben Hadad II, con gran número de tribus aliadas, puso sitio a Samaría. Reconoció Ajab la superioridad de Ben Hadad, disponiéndose a entregarle el tributo que le exigía con tal de salvar la capital. Del texto hebraico no puede deducirse claramente en qué consistía el tributo exigido por Ben Hadad. La segunda vez reclama, además del oro y la plata para sus arcas, las mujeres para su harén y los hijos en calidad de rehenes. El rey mandó recado a Ben Hadad diciéndole que está dispuesto a entregarle el oro y la plata, pero no sus mujeres e hijos. Ben Hadad juró vengarse (19:2); atacará a Samaría con un ejército tan numeroso, que todo el polvo de Samaría no llenará el hueco de la mano de cada uno de los soldados. A lo que respondió Ajab que no conviene envalentonarse antes de conocer el resultado de la batalla.
Un profeta de Yahvé promete a Ajab la victoria sobre Ben Hadad por la acción guerrera de los soldados reclutados por los Jefes de distrito. No deja de causar extrañeza que un profeta de Yahvé intervenga activamente en favor de Ajab; pero ya vimos que hizo otro tanto Elías (18:41-46). En esta coyuntura está en causa la independencia de Israel. Ben Hadad, que sitiaba la ciudad de Samaría, bebía con sus reyezuelos aliados hasta embriagarse (16:9), no preocupándose de la marcha de la guerra. Al anuncio de qué los israelitas habían hecho una salida, no se interesa por saber quiénes han salido y por qué, dando la orden de que, en todo caso, los capturen vivos. Ben Hadad tuvo que escapar a uña de caballo. El profeta antes mencionado advirtió al rey que fortificara la ciudad, porque Ben Hadad volvería al ataque a la primavera siguiente (2Sa_11:1).
Saben los árameos que Yahvé es el dios de los montes, que tiene su asiento en el Sinaí-Horeb Que 5:4-5); por esta causa han ganado la batalla los israelitas en el terreno montañoso de Samaría. Decidieron atacar a Israel esta segunda vez en terreno llano. Además, los jefes de tribu no han demostrado ser guerreros, por lo que se recomienda a Ben Hadad que los sustituya por otros jefes. Al año siguiente, Ben Hadad presentó batalla en Afee, el actual Fiq, al este del lago de Tiberíades, punto estratégico en el camino de Damasco a Betsán (2Re_13:17). La cifra de cien mil muertos es inverosímil; obedece a un género literario preconcebido ( 1Sa_11:8). Ben Hadad, vencido, vistióse de saco, confiando en la misericordia de Ajab para salvar su vida. Los reyes llamábanse entre sí hermanos (1Sa_9:13). Ben Hadad promete devolver las ciudades israelitas que le arrebató a su padre (1Sa_15:20) y conceder al rey de Israel idénticos privilegios comerciales a los que tenía él en Samaría. La razón principal de haber Ajab perdonado la vida de Ben Hadad fue el peligro asirio que se cernía sobre Siria y Palestina 1. A Ben Hadad no le convenían las condiciones que le habían impuesto a raíz de su derrota en Afec.

Un profeta condena la conducta de Ajab (1Sa_20:35-43).
35 Uno de los profetas dijo a un su compañero por mandato de Yahvé: Hiéreme, te lo ruego; pero éste se negó a herirle. 36 Entonces le dijo el otro: Por no haber obedecido la voz de Yahvé, en cuanto me dejes te herirá un león; y en cuanto se alejó, encontróse con un león, que le hirió. 37 Encontró el otro a otro hombre y le dijo: Hiéreme, te lo ruego; y éste le dio un golpe y le hirió. 38 Fue a ponerse el profeta en el camino del rey y se disfrazó cubriéndose el rostro con un velo. 39 Cuando pasaba el rey, le gritó diciendo: Tu siervo estaba entre las tropas, y, apartándose uno, me entregó a un hombre, diciendo: Guarda a este hombre. Si llega a faltar, responderás de su vida con la tuya o con un talento de plata. 40 Mientras tu siervo andaba de una parte para otra, el hombre desapareció. El rey de Israel le dijo: Tú mismo te juzgas; ésa es tu sentencia. 41 Quitóse entonces el profeta el velo de sobre los ojos, y vio el rey que era un profeta. 42 Este le dijo entonces: Así dice Yahvé: Por haber dejado ir de tus manos al que yo había dado al anatema, tu vida responderá de la suya, y tu pueblo de su pueblo. 43 Fuese el rey para su casa triste e irritado, y llegó a Samaría.

Un profeta manifestó su disconformidad por el proceder del rey de Israel al confiar más en las alianzas humanas que en la ayuda divina y anuncia al rey su castigo por no haber entregado al anatema a Ben Hadad II (1Sa_9:21; 1Sa_15:3-18). Con una parábola hábilmente propuesta obliga al rey a pronunciar su propia condenación, como en el caso de Natán (2Sa_12:1-12) y de la mujer de Tecua (2Sa_14:1-20). No sabemos si los profetas llevaban externamente alguna incisión, tatuaje o algo que les caracterizara (2Re_2:23). Ben Hadad debía correr la suerte del herem, que tanto urgían los profetas. En el texto griego, los cuatro últimos capítulos del libro están dispuestos en el siguiente orden: 19; 21; 20; 22. Parece que sea éste el orden lógico de la narración. En buena lógica, al capítulo 20 debía seguir inmediatamente el 22.