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Reyes.
Introducción.
Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.
Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.
Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.
Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.
Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,
Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.
Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.
Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).
Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que obraron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.
Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.
El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.
Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:
853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.
Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.
Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.
1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.
I Reyes 3,1-28
Matrimonio de Salomón (3:1).
1 Emparentó Salomón con el faraón, rey de Egipto, tomando a una hija del faraón por mujer. Trájola a la ciudad de David, hasta acabar de edificar su casa, la casa de Yahvé, y las murallas de Jerusalén en derredor.
Tras de haber narrado el autor inspirado la elevación de Salomón al trono y el cumplimiento de la última voluntad de su padre, entra de lleno a hablar de su reinado, fijándose en tres aspectos principales: 1) Prudencia y sabiduría del nuevo monarca (3:1; 5:14)·2) Salomón constructor (5:15; 9:25). 3) Política comercial (9:26-10, 29). A estos tres cuadros luminosos sigue un apéndice en que se anota la parte sombría del reinado de Salomón (11:1-43).
En contra del carácter dinámico del reinado anterior, el de Salomón es estático: conserva, organiza y saca provecho de las circunstancias 1. A la muerte de David hubo conatos de rebelión por parte de Hadad, rey de Moab (11:21), y de Rezón, el arameo que creó la dinastía de Damasco (11:23-25). Para proteger la ruta comercial nordeste, vióse obligado Salomón a enfrentarse con Rezón en Soba (2Cr_8:3). Pero, a pesar de estos intentos de independencia, el imperio de David se mantuvo intacto durante todo el reinado de Salomón. Para afianzarlo modernizó el ejército con armamento nuevo y carros de combate, fortificó las ciudades clave y creó una línea de plazas fuertes a lo largo de la gran vía comercial que unía Egipto con Siria: Hasor, Megiddo, Betorón, Guezer. Por el sur, las fortalezas de Baalat y Tamar protegían las rutas de los metales, que Salomón extraía de las minas de Asiongaber, junto al moderno puerto ¿el golfo de Aqaba.
En vez de velar las armas, creyó Salomón que el método más seguro para asegurar la paz era la vía diplomática. De ahí su política de las uniones matrimoniales. Después de una larga ausencia de Egipto de la historia de Palestina, reaparece ahora acogiendo a Hadad fugitivo en el palacio del faraón y apoyando su causa en contra de los israelitas (2Sa_8:13-14; 1Re_11:14-22). Salomón se apresuró a pactar con el faraón egipcio, obteniendo de él el privilegio de llegar a ser yerno (yithhatten) suyo. No es fácil determinar de qué faraón se trata, pero los autores modernos están acordes en admitir que fue uno de los últimos monarcas de la XXI dinastía, de Tanis, muy probablemente Psusenne II, cuya tumba ha sido encontrada en Tanis y que reinó hacia los años 984-950 a.C.
El reinado de Salomón abarca aproximadamente los años 970-930 a.C. Como dote entregó el faraón a su hija la ciudad de Guezer, que conquistó, incendiándola y matando a los cananeos que habitaban en la ciudad (1Re_9:16). Parece que el faraón se apoderó de Guezer en los primeros años del reinado de Salomón, poco después de la muerte de David y del regreso de Hadad a su patria. Una de las razones en apoyo de lo dicho está en que, al cuarto año de su reinado, estableció Salomón relaciones comerciales con Hiram, rey de Tiro, en virtud de las cuales la madera de cedro era transportada por mar hasta el puerto de Jafa, y de allí, en arrastre, a Jerusalén, por el camino que pasaba junto a Guezer (2Cr_2:115). Ninguna dificultad ponen los de esta ciudad al arrastre de la madera por su territorio, lo que induce a creer que estaba entonces bajo el poder de Salomón. El texto que comentamos añade que Salomón condujo a su esposa egipcia provisionalmente (2Cr_9:24) al palacio real que existía en la ciudad de David, en espera de que se terminaran las tres grandes construcciones salomónicas: palacio real, el templo y la muralla de la ciudad. Los matrimonios de israelitas con extranjeros, aunque no estaban expresamente prohibidos por la Ley (Exo_34:16; Deu_7:3), eran poco conformes con el espíritu religioso de Israel. Estos enlaces matrimoniales torcieron el corazón de Salomón (Deu_11:3).
El sueño de Gabaón (Deu_3:2-15).
2 El pueblo sacrificaba en los altos, porque no había sido hasta entonces edificada casa a Yahvé. 3 Salomón amaba a Yahvé y marchaba según las órdenes de David, su padre, pero sacrificaba y quemaba perfumes en los altos. 4 Fue el rey a sacrificar a Gabaón, que era uno de los principales altos. Mil holocaustos ofreció Salomón en aquel altar. 5 Yahvé se le apareció en Gabaón durante la noche, en sueños, y le dijo: Pídeme lo que quieras que te dé. 6 Salomón respondió: Tú hiciste gran misericordia a David, mi padre, conforme marchaba él en tu presencia en la fidelidad, en la justicia y en la rectitud de corazón ante ti; le has guardado esta misericordia, dándole un hijo ??? se sentara sobre su trono, como lo está hoy. 7 Ahora, pues, ¡oh Yahvé! mi Dios, que has hecho reinar a tu siervo en el lugar de David, mi padre, no siendo yo más que un jovencito, que no sabe por dónde ha de entrar y por dónde ha de salir, 8 y que está tu siervo en medio del pueblo que tú te elegiste, un pueblo grande, que por su muchedumbre no puede contarse ni numerarse, 9 da a tu siervo un corazón prudente para juzgar a tu pueblo y poder discernir entre lo bueno y 10 malo; porque ¿quién, si no, podrá gobernar a un pueblo tan grande? 10 Agradó al Señor que Salomón le hiciera esta petición; 11 y Dios le dijo: Por haberme pedido esto y no haber pedido para ti ni vida larga, ni muchas riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino haberme pedido entendimiento para hacer justicia, 12yo te concedo lo que me has pedido y te doy un corazón sabio e inteligente, tal como antes de ti no ha habido otro ni lo habrá en adelante después de ti. 13 Y aún te añado lo que no has pedido: riquezas y gloria tales, que no habrá en tus días rey alguno como tú; 14y si andas por mis caminos, guardando mis leyes y mis mandamientos, como lo hizo David, tu padre, prolongaré tus días. 15Despertóse Salomón de su sueño, y, de vuelta a Jerusalén, se presentó ante el arca de la alianza de Yahvé y ofreció holocaustos y sacrificios eucarísticos y dio un banquete a todos sus servidores.
La Ley de unidad de altar, que tanto encarece el Deu_12:4-14, no estaba en vigor en tiempos de Salomón; la urgió el rey Josías hacia el año 621 a.C. Vimos que dos eran los santuarios nacionales en tiempos de David: el de Gabaón, con Sadoc al frente, y el de Jerusalén, que presidía el sumo sacerdote Abiatar (Deu_2:26). Era Gabaón una ciudad levítica, de la tribu de Benjamín (Jos_9:3; Jos_10:2; Jos_18:25; Jos_21:17).
Había allí una piedra célebre (2Sa_20:8), que quizá era un monumento conmemorativo. No lejos de Gabaón se levantaba la colina llamada hoy día Nebí Samuil, donde, según 1Cr_16:40; 1Cr_21:29, se encontraba el tabernáculo de Moisés y el antiguo altar de los holocaustos. A este lugar iba Salomón para ofrecer sacrificios al Señor (2Cr_1:1-6); por este lugar debía también de tener sus preferencias Sadoc. El autor sagrado, al mismo tiempo que pone de relieve la piedad y munificencia de Salomón, le disculpa de ir a Gabaón y ofrecer allí sacrificios, porque no había sido hasta entonces edificada casa a Yahvé. De ahí que el monarca siguiera la costumbre antigua de sacrificar en los lugares altos (Exo_20:24), por creer el pueblo que, por razón de su altura, los montes estaban más cerca de los cielos y en comunicación más estrecha con la divinidad, con el Dios que marcha por las alturas de la tierra (Amo_4:13).
Fueron acaso razones políticas las que aconsejaron a Salomón a desplazarse a Gabaón, por mirar las tribus del Norte con recelo el centralismo de Judá (Sanda). El número de sacrificios cruentos ofrecidos parece excesivo, si consideramos que en tales sacrificios la víctima era consumida totalmente por el fuego. Pero no parece fuera de lugar entender la expresión mil holocaustos ofreció (oloth yh aleh) de los sacrificios pacíficos, en los cuales parte de la víctima era consumida y otra servida a los que intervenían en el banquete sagrado. También el número crecido de víctimas puede significar la piedad y munificencia del rey.
Durante aquella fiesta, Dios habló a Salomón en sueños (Gen_20:3-6; Gen_31:10-11; Gen_28:12-15). Deja entrever el texto que Salomón dormía en una de las dependencias del santuario, lugar propicio para recibir comunicaciones celestiales por residir Dios allí (Gen_28:10-11; 1Sa_3:1ss). Agradecido Dios por tanto sacrificio, concedió a Salomón la gracia que le pidió. Discreta y juiciosa fue la petición que le hizo el monarca. Le concedió Dios un corazón que entienda (leb shomeah; 2 Sam 1:6-:17), a fin de poder juzgar rectamente las causas del pueblo. Según las promesas de Dios a Abraham, el pueblo de Israel será de una extension incalculable , como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Tal vez el v.8 aluda al pecado de David al hacer el censo de la población (2Sa_24:1-9) que estaba bajo sus dominios.
Fue proverbial la sabiduría de Salomón, que ya admiraban sus contemporáneos, israelitas y paganos (2Sa_5:9-14; 2Sa_10:1-10). La ciencia extraordinaria que poseía es de origen divino, es un don de Dios. De ahí que la tradición le haya atribuido los libros llamados sapienciales. Anota Dhorme que esta petición de bienes espirituales por parte del rey es única en la antigüedad semítica 2. Los reyes de Babilonia y de Asiría pedían a sus dioses larga vida, seguridad nacional, un ejército invencible, país próspero, un poder duradero, etc. Da a entender Dios en su respuesta que también sus servidores de Israel le pedían preferentemente larga vida, derrota de los enemigos, grandes riquezas, gracias que también concedía Dios graciosamente a los que le servían (Deu_5:33; Deu_11:9; Deu_17:20). De vuelta a Jerusalén ofreció nuevos sacrificios, cruentos y pacíficos, en el santuario donde se albergaba el arca de la alianza (2Sa_6:1-19). No convenía al rey indisponerse con los de Judá.
Juicio salomónico (2Sa_3:16-28).
16 Vinieron por entonces al rey y se presentaron ante él dos mujeres de mala vida. 17 Dijo una de ellas: Escucha, mi señor: Yo moraba con esta mujer en la misma casa y allí di a luz a un niño. 18A los tres días dio también ella a luz un niño. Habitábamos juntas, y ningún extraño había entrado en la casa, no había allí más que las dos. 19El hijo de esta mujer murió una noche por haberse ella acostado sobre él; 20y ella, levantándose en medio de la noche, me quitó de mi lado a mi hijo, mientras tu sierva dormía, y púsolo a su lado, dejando al mío a su hijo muerto. 21 Cuando yo me levanté por la mañana para dar el pecho a mi hijo, hállele muerto; mas, mirándole atentamente a la mañana, vi que no era mi hijo, el que yo había parido. 22 La otra mujer dijo: No; mi hijo es el que vive; es el tuyo el que ha muerto. Y la primera replicaba: No; tu hijo es el muerto, y el mío el vivo. Y así disputaban en presencia del rey. 23 Tomó entonces el rey la palabra: La una dice: Mi hijo es el que vive, el tuyo ha muerto; y la otra dice: No; es el tuyo el que ha muerto, y el mío vive; 24 y añadió: Traedme una espada. Trajeron al rey la espada, 25 y él dijo: Partid por el medio al niño vivo, y dad la mitad de él a la una y la otra mitad a la otra. 26 Entonces la mujer cuyo era el niño vivo dijo al rey, pues se le conmovían todas las entrañas por su hijo: ¡Oh señor rey, dale a ésa el niño, pero vivo; que no le maten. Mientras que la otra decía: Ni para mí ni para ti: que le partan. 27 Entonces dijo el rey: Dad a la primera el niño vivo, sin matarle; ella es su madre. 28 Todo Israel supo la sentencia que el rey había pronunciado, y todos temieron al rey, viendo que había en él una sabiduría divina para hacer justicia.
El autor sagrado cita un ejemplo en prueba de la sabiduría de Salomón. El relato tiene analogías con otras narraciones similares de la antigüedad. Gressmann señala veintidós 3, de lo cual no se sigue que el presente relato no sea histórico. Además, los hechos similares que se aducen son posteriores a nuestra época.
No se toleraban las meretrices en Israel (Deu_23:17), pero a menudo se camuflaban presentándose como sirvientas en los bares y casas de bebidas (Jos_1:17). El hombre que frecuenta una prostituta disipa sus bienes y pierde su vigor (Pro_29:3; Pro_31:3), pero no comete un delito que la Ley castigaba. Lo que prohíbe el citado texto del Deuteronomio es la prostitución sagrada de los dos sexos (qadesh, qedesha; 1Re_14:24; 1Re_15:12; 1Re_22:47). El código de Hammurabi (§ 101-111) prohibía a las mujeres abrir cervecerías y aun entrar en ellas (Montgomery).