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Reyes.
Introducción.
Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.
Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.
Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.
Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.
Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,
Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.
Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.
Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).
Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que obraron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.
Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.
El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.
Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:
853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.
Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.
Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.
1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.
I Reyes 8,1-66
Dedicación del Templo.
L a solemne dedicación del templo constituía el sueño dorado de Salomón. Finalmente, Yahvé tenía su casa, mucho más suntuosa que cualquiera de las que había habitado anteriormente. Ya no era Yahvé un Dios peregrino, que iba de un lugar a otro, de una tienda a un tabernáculo (2Sa_7:6). A Salomón, rey pacífico, le toco el honor de levantar un templo digno a Yahvé. Vimos que su fábrica se terminó el año undécimo del reinado de Salomón, en el mes octavo, correspondiente a octubre-noviembre. La dedicación, que se inicia con el traslado del arca de la alianza, efectuóse en el mes séptimo (septiembre-octubre). ¿En qué año del reinado de Salomón tuvo lugar tan gran acontecimiento? Unos (Desnoyers, Landersdorfer) creen que fue el año 12, es decir, once meses después de terminada la obra; otros (Kortleiner) retrasan la ceremonia hasta el año 20 de su reinado. Esta segunda hipótesis tiene a su favor el testimonio de los LXX y algunos indicios textuales. No es posible separar la cuestión.
Traslación del arca (2Sa_8:1-9).
1 Entonces convocó Salomón a los ancianos de Israel, a todos los cabezas de las tribus y a los príncipes de las familias de los hijos de Israel, para trasladar el arca de la alianza de Yahvé de la ciudad de David, que es Sión. 2 Reuniéronse con el rey Salomón todos los varones de Israel en el mes de Etanim, que es el séptimo mes, en el día solemne de la fiesta; 3 y, llegados todos los ancianos de Israel, llevaron los sacerdotes el arca. 4 Llevaban el arca de Yahvé, el tabernáculo de la reunión y todos los utensilios sagrados del tabernáculo. Los sacerdotes y los levitas 1OS llevaban. 5 El rey Salomón y toda la asamblea de Israel, convocada por él, iban delante del arca. Sacrificaron ovejas y bueyes en número incontable por su muchedumbre. 6 Los sacerdotes pusieron el arca de la alianza de Yahvé en su sitio, en el santuario (debir) de la casa, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines, ? pues los querubines tenían las alas extendidas sobre el lugar del arca y la cubrían por encima, el arca y sus barras. 8 Se había dado a las barras una longitud suficiente para que sus extremidades se viesen desde el lugar santo, que está delante del santuario (debir), pero sin que pudiesen verse desde fuera, y así quedaron hasta el día de hoy. 9 No había en el arca ninguna otra cosa más que las dos tablas de piedra que Moisés depositó en ella en Horeb, cuando hizo Yahvé alianza con los hijos de Israel a su salida de Egipto.
El arca de la alianza era el símbolo del pacto existente entre Yahvé y su pueblo y una prueba de su presencia en medio de éste. Vimos que el arca se encontraba en Silo (1Sa_4:3), desde donde fue sacada para acompañar al ejército en guerra contra los filisteos (1Sa_4:11; c.5-6). Olvidada casi por mucho tiempo en Quiriat-Jearim (1Sa_7:1), fue trasladada solemnemente a Jerusalén, siendo colocada en medio del tabernáculo que David había alzado para ella (2Sa_6:17). De este refugio va a sacarla Salomón para llevarla procesionalmente de la ciudad de David, que es Sión (2Sa_5:7.9), al nuevo templo. En el solemne acto toman parte los ancianos de Israel, los jefes de las tribus y los príncipes de los padres (aboth) de los hijos de Israel. Con la última expresión, que falta en el texto griego, se designan los príncipes de las casas paternas, o sea, los padres (Exo_6:25; Num_32:28). El traslado efectuóse en el mes de Etanim, séptimo. La fiesta de que se habla es la de los Tabernáculos (Lev_23:39; Jue_21:19). El traslado coincidió con el quince del mes, primer día de la fiesta.
Los sacerdotes llevaban el arca (Jos_3:6; Jos_6:6) y el tabernáculo de la reunión, o sea, la tienda que albergó el arca (2Sa_7:2; 1Re_1:39). En el texto hebraico se añade que los levitas tomaron parte en la ceremonia, que propiamente les pertenecía (Num_1:4855; Num_4:1-15). Delante del arca marchaba Salomón y todo el pueblo sacrificando muchos animales. El sentido factitivo, dice De Fraine, del verbo ofreció es patente, por ejemplo, cuando se menciona explícitamente la participación, no ritual, por supuesto, del pueblo. Este es el caso de 1Re_8:5 1.
El arca fue depositada en el debir (1Re_6:5ss; 1Re_7:49), debajo de los querubines (1Re_6:23-28). Con ello toma Yahvé posesión de su templo y lo santifica con su presencia. No es creíble que el arca se depositara a ras del suelo. Según una tradición judía reciente, colocóse sobre una piedra, a una altura de pocos centímetros sobre el pavimento. (Véase, sin embargo, Eccli 49:10; Eze_1:15.) Contenía el arca las dos tablas, en piedra, del decálogo (Exo_34:1-4; Deu_4:14; Deu_5:22; Deu_9:9-11.) y las tablas de la alianza (luhot haberith) que Yahvé había Incluido con Israel. Según Heb_9:4, durante la peregrinación por el desierto contenía también un poco de maná y la vara de Aaron. En el Deu_1:6; Deu_4:10 y en los relatos elohistas, el monte Sinaí es llamado Horeb.
Dios tama posesión del templo (Deu_8:10-13).
10 En cuanto salieron los sacerdotes del santuario, la nube llenó la casa de Yahvé, 11 sin que pudieran permanecer allí los sacerdotes para el servicio por causa de la nube, pues la gloria de Yahvé llenaba la casa. 12 Entonces dijo Salomón: Yahvé, has dicho que habitarías en la oscuridad. 13 Yo he edificado una casa para que sea tu casa, el lugar de tu habitación para siempre.
Tan pronto como los sacerdotes hubieron abandonado el debir; una vez depositada allí el arca, una nube misteriosa se esparció por el hecal, o templo propiamente dicho, anunciando y velando al mismo tiempo la presencia de Yahvé (Exo_16:10; Exo_19:16; Exo_40:34-35; Eze_1:4). Repetíase la escena descrita en Exo_40:34-35. Los sacerdotes comprendieron el excelso simbolismo de aquella nube, por lo cual, temblando, se retiraron, no siéndoles posible pisar la habitación de Yahvé ni acercarse al altar de los perfumes. Ante aquel fenómeno pronuncia Salomón un corto poema, que se ha conservado fragmentariamente en el texto hebraico y que los LXX reproducen después del v.53, añadiéndole al principio un hemistiquio. Dicen los traductores que estas palabras formaban parte de un libro de cantos. El sentido del poema parece ser de admiración, ya que el Dios que creó el sol resplandeciente ha elegido su casa en el departamento oscuro del debir. El Dios de luz se oculta entre las nubes al avecinarse al hombre (Exo_19:18; Isa_6:4; Sal_18:12) para significar que nunca podrá el nombre comprender su grandeza. Una nube llena el templo porque Dios habita en él; es su casa.
Salomón habla al pueblo (Sal_8:14-21).
14 Volvióse el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda la asamblea de Israel se tenía en pie, 15 y dijo: Bendito Yahvé, Dios de Israel, que con su misma boca habló a David, mi padre, y ha cumplido con su mano lo que había prometido, diciendo: 16 Desde el día en que yo saqué de Egipto a mi pueblo, Israel, no he elegido ciudad de entre todas las tribus de Israel para que en ella se me edificase una casa consagrada a mi nombre, aunque elegí a David para que reinase sobre mi pueblo, Israel. 17 David, mi padre, tuvo en su corazón edificar una casa al nombre de Yahvé, Dios de Israel; 18 pero Yahvé dijo a David, mi padre: Tú tenías en tu corazón el deseo de edificar una casa a mi nombre; has hecho bien en tener esta voluntad, 19 pero no edificarás tú la casa; tu hijo, salido de tus entrañas, edificará casa a mi nombre, 20 Yahvé ha cumplído la palabra que dio. Yo me he levantado en el lugar de David, mi padre, y me siento sobre el trono de Israel, como se lo había anunciado Yahvé, y he edificado la casa al nombre de Yahvé, Dios de Israel. 21 He dispuesto un lugar para el arca de la alianza de Yahvé, de la alianza que hizo con nuestros padres al sacarlos de la tierra de Egipto.
Salomón, de pie, bendijo a toda la asamblea de Israel. Este acto no constituye una función sacerdotal, sino que era un derecho reconocido a todo padre de familia (Gen_24:60; Gen_27:23-30; Gen_28:1-2; Gen_31:55; Exo_39:43; Deu_33:1; Jos_14:13)· Como padre y representante de la familia israelita, Salomón bendice a su pueblo, recordándole la importancia del acontecimiento, en el cual ve una confirmación plena de las promesas que hizo Dios a su padre, David (1Sa_7:4-16; 2Sa_24:18), a las que se alude vagamente a través de Deu_12:4-26. Afirma Salomón que en el templo reside el Nombre de Yahvé (Deu_3:2; 2Sa_7:13), precisión teológica que concilla la restricción local con la inmensidad divina (v.27). Según una antigua concepción, el nombre expresa la persona y la representa; donde está el nombre de Yahvé se encuentra también Dios presente de manera especial, aunque no exclusiva (De Vaux). Termina Salomón afirmando que en el templo ha dispuesto un lugar para el arca que contiene las tablas en las que están escritas las condiciones de la alianza y del pacto sellado entre Dios y su pueblo. El nuevo templo no representa, por consiguiente, un cambio o una orientación distinta de la religión mosaica, sino que es la continuación de la misma.
Oración de Salomón (2Sa_8:22-53).
22 Púsose Salomón ante el altar de Yahvé en presencia de toda la asamblea de Israel, y, tendiendo sus manos al cielo, 23 dijo: Yahvé, Dios de Israel: No hay Dios semejante a ti ni en lo alto de los cielos ni abajo sobre la tierra. Tú guardas la alianza y la misericordia con tus siervos, los que de todo corazón andan en tu presencia. 24 Así has mantenido tu palabra a tu siervo David, mi padre, y lo que por tu boca dijiste, lo has cumplido hoy con tu mano. 25 Ahora, pues, ¡oh Yahvé, Dios de Israel! guarda la promesa que a David, mi padre, hiciste diciendo: No faltará de ti varón delante de mí que se siente en el trono de Israel, siempre que tus hijos sigan mis caminos y anden delante de mí como has andado tú. 26 Cúmplase ahora, ¡oh Yahvé, Dios de Israel! la palabra que a David, tu siervo, mi padre, dijiste. 27 Pero, en verdad, ¿morará Dios sobre la tierra? Los cielos y los cielos de los cielos no son capaces de contenerte. ¡Cuánto menos esta casa que yo he edificado! 28 Mas, con todo, atiende a la plegaria de tu siervo, ¡oh Yahvé, Dios mío! y oye la oración que ante ti hace hoy tu siervo.29 Que estén abiertos tus ojos noche y día sobre este lugar, del que has dicho: En él estará mi nombre, y oye toda oración que tu siervo haga en este lugar. 30 Oye, pues, la oración de tu siervo y la de tu pueblo, Israel; cuando oren en este lugar, óyela tú también desde el lugar de tu morada de los cielos, y, oyendo de la perdona. 31 Cuando pecare alguno contra su prójimo y, haciéndolo jurar, le tomen juramento delante de tu altar en esta casa, 32 oye tú desde los cielos, y obra juzgando a tus siervos, condenando al impío, haciendo recaer su maldad sobre su cabeza y justificando al justo para retribuirle según su justicia. 33 Cuando tu pueblo, Israel, cayere ante sus enemigos por haber pecado contra ti, y, vueltos a ti, confiesen tu nombre y oren, y te rue-guen, y te supliquen en esta casa, 34 óyelos tú en los cielos, y perdona el pecado de tu pueblo, Israel, y restituyelos a la tierra que diste a sus padres. 35 Cuando se cierre el cielo y no llueva por haber ellos pecado contra ti, y te rueguen en este lugar, invocando tu nombre, convertidos del pecado por haberlos tú afligido, 36 oye tú en los cielos, y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo, Israel, enseñándoles el recto camino por donde han de ir y dando las lluvias a su tierra, la que por heredad diste a tu pueblo. 37 Cuando haya en la tierra hambre o pestilencia, o tizón, añublo, langosta o pulgón invadan la tierra; y cuando el enemigo asedie a tu pueblo en su tierra, en sus ciudades; cuando haya enfermedades y plagas de cualquier clase; 38 si cada uno, si todo tu pueblo, Israel, reconociendo la llaga de su corazón y alzando las manos hacia este lugar, te hiciere oraciones y súplicas, 39 óyelas desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y perdona. Obra con cada uno según sus caminos, y según ellos retribuyelos tú, que escudriñas el corazón de todos los hijos de los hombres, 40 y ellos te temerán durante todo el tiempo que habiten en la tierra que diste a nuestros padres. 41 Cuando el extranjero, el que no es de tu pueblo, Israel, venga de tierra lejana por la fama de tu nombre, 42 porque se sabrá que tu nombre es grande, fuerte tu mano y tendido tu brazo; cuando venga a orar a ti en esta casa, 43 óyele desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y otorga a ese extranjero lo que pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre para temerte como tu pueblo, Israel, y sepan que tu nombre es invocado en esta casa que yo he edificado.44 Cuando salga el pueblo para combatir a sus enemigos por el camino que tú les señalares, si dirigen a Yahvé sus plegarias, vueltos sus ojos a la ciudad que tú has elegido y a la casa que yo he edificado a tu nombre, 45 oye desde los cielos sus oraciones y hazles justicia. 46 Si hubieren pecado contra ti, pues no hay hombre que no peque, y estuvieres tú airado contra ellos, y los entregares al enemigo para que los cautive y los lleve a tierra enemiga, lejana o cercana; 47 si ellos vuelven en sí en la tierra de su cautividad y, convertidos a ti, te suplican en la tierra adonde los llevaren y dicen: Hemos pecado, hemos hecho el mal, hemos cometido impiedad, 48 y se convierten a ti de todo su corazón y de toda su alma, en la tierra de los enemigos que los cautivaron, y oran a ti, hacia su tierra, la que diste a sus padres, y hacia la ciudad que elegiste y la casa que yo he edificado a tu nombre, 49 oye en los cielos, en la habitación de tu morada, su oración y su súplica y hazles justicia. 50 Perdona, pues, a tu pueblo, que ha pecado contra ti, todas las infracciones con que contra ti se rebelaron, y haz que hagan con ellos misericordia los que los hubieran llevado cautivos; 51 porque son tu pueblo y tu heredad, que tú sacaste de Egipto, de en medio del horno de hierro. 52 Que estén abiertos tus ojos a las oraciones de tu siervo y a la plegaria de tu pueblo, Israel, para oírlos en todo aquello en que te invoquen, 53 pues que tú los separaste para ti, por heredad tuya, de entre todos los pueblos de la tierra, corno lo dijiste por medio de Moisés, tu siervo, cuando sacaste de Egipto a nuestros padres, ¡oh Señor, Yahvé!
Salomón oró arrodillado o postrado ante el altar de los holocaustos (v.54), con la cara dirigida hacia el templo y los brazos extendidos (Exo_9:29; Is 1.15). En 2Cr_6:13 se dice que oró Salomón sobre un estrado de bronce.
Repetidamente pide Salomón que realice Dios todo cuanto ha prometido. Propiamente Dios habita en los cielos (v.27), pero está muy cerca del templo. Si el universo, si los cielos de los cielos (Deu_10:14; Sal_148:4) no pueden contener la inmensidad de Dios, ¿cómo es posible que pueda habitar en los estrechos límites del templo? Que Dios, al que el espacio no puede aprisionar, oiga desde los cielos la oración que en el templo le dirige el hombre encadenado por el espacio (Góttsberger).
A continuación dirige Salomón a Dios siete peticiones. La primera se refiere a la santidad del juramento. En ciertos casos permitía la Ley al acusado de algún crimen se justificase presentándose ante Yahvé en el templo para atestiguar su inocencia mediante juramento (Exo_22:6-12; Lev_5:21-24). Ruega Salomón a Dios que su nombre sea santificado; que castigue al perjuro y justifique al justo. En una palabra, que Dios dé a conocer quién es el culpable y quién el inocente (Deu_25:1). La segunda petición se refiere a los prisioneros. Según los antiguos, la guerra es un castigo de Dios. Quienes caen en la lucha o son hechos prisioneros reciben el castigo de sus pecados. Para expiarlos, los que están en sus casas deben encaminarse al templo y pedir por la libertad y regreso de los prisioneros (Deu_28:15-25; Deu_30:1-4). Una petición a favor del forastero que, atraído por la fama del nombre de Yahvé y por la idea de que su mano es fuerte y tendido su brazo (Deu_4:34; Deu_5:15; Deu_7:19; Sal_136:12), acudiere a orar en el santuario. Le suplica Salomón que escuche la plegaria de estos extranjeros, para que, favorecidos por Yahvé, vuelvan a sus tierras proclamando la grandeza de su nombre. Este universalismo, comenta De Vaux, no aparece antes del exilio y es como una visión del porvenir (Isa_2:2; Jer_16:19-21; Miq_4:1ss). El proselitismo que aquí se vislumbra es un rasgo característico de los tiempos posteriores (Zac_8:20-22).
La séptima petición se refiere al exilio, que es un castigo por los pecados cometidos. Todo hombre peca (1Jn_1:8-10); el pecado provoca la indignación divina, que lo castiga de diversas maneras: con la sequía, muerte, destierro, invasión enemiga, etc. Tiene Dios en su mano todos los medios para azotar al pecador. El castigo máximo que mandó Dios contra su pueblo fue la cautividad de Babilonia (v.48). No pide aquí Salomón que los desterrados regresen a sus casas, sino que hallen gracia ante los vencedores. Algunos autores católicos sugieren que esta petición data del tiempo de la primera o segunda deportación a Babilonia. De Vaux, Dhorme, etc., creen que es ésta la oración que hacían los de Palestina en favor de los que estaban en la cautividad. Los que en ella viven se encuentran en medio del horno de hierro (Deu_4:20; Jer_11:4).
Bendición del pueblo (Jer_8:54-61).
54 Cuando hubo acabado Salomón de hacer esta oración y súplica, levantóse de delante del altar de Yahvé, donde estaba arrodillado, y con las manos tendidas al cielo, 55 puesto en pie, bendijo a toda la asamblea de Israel, diciendo: 56 Bendito Yahvé, que ha dado el reposo a su pueblo, conforme a lo que él había dicho; ninguna de las promesas hechas por medio de Moisés, su siervo, ha fallado. 57 Que Yahvé, nuestro Dios, sea con nosotros, como lo fue con nuestros padres; que no nos deje ni nos abandone, 58 sino que incline nuestros corazones hacia El, para que marchemos por todos sus caminos y sigamos sus mandamientos, y sus leyes, y sus mandatos, los que El prescribió a nuestros padres. 59 Que estas mis palabras y el objeto de mis súplicas estén delante de Yahvé, día y noche presentes a Yahvé, nuestro Dios, para que defienda la causa de su siervo y la de su pueblo, Israel, en todo tiempo; 60 para que todos los pueblos de la tierra sepan que Yahvé es Dios y no hay otro. 61 Que vuestro corazón sea todo para Yahvé, nuestro Dios, como lo es hoy, para seguir sus leyes y guardar sus mandamientos.
Durante la oración estuvo el monarca arrodillado o postrado en tierra; ahora se levanta ante el altar de los holocaustos, bendiciendo a Yahvé por haber cumplido todas sus promesas, augurando que siga siempre en su empresa y no le abandone jamás.
Sacrificios y fiestas de la dedicación (Jer_8:62-66).
62 El rey y todo Israel ofrecieron sacrificios a Yahvé. 63 Salomón inmoló veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas en sacrificios eucarísticos que ofreció a Yahvé. Así hizo el rey, y con él todos los hijos de Israel, la dedicación del templo. 64 Aquel día consagró el rey el atrio que está delante de la casa de Yahvé, pues ofreció allí holocaustos y ofrendas y los sebos de los sacrificios eucarísticos, porque el altar de bronce que hay delante de Yahvé era demasiado pequeño para contener los holocaustos, las ofrendas y los sebos de los sacrificios eucarísticos. 65 Celebró entonces la fiesta, y todo Israel con él. Una gran muchedumbre venida de todas partes, desde Jamat hasta el torrente de Egipto, se reunió ante Yahvé, nuestro Dios, durante siete días. 66 el día octavo despidió al pueblo, y ellos bendijeron al rey yéndose cada uno a su morada, alegre y lleno de gozo el corazón por todos los beneficios que Yahvé había hecho a David, su siervo, y a su pueblo, Israel.
Estos sacrificios son del rey y del pueblo; el elevado número de víctimas sacrificadas expresa de manera clara el entusiasmo y devoción popular. Los LXX nada dicen de las cien mil ovejas.
Los sacerdotes eran propiamente los que sacrificaban; del rey se dice que hizo sacrificar (Lev_5:10; Lev_9:7; Lev_15:15). Con el fin de dar abasto al sacrificio de tantos animales, se consagró el atrio (Lev_6:30) para que se inmolaran también allí víctimas. El altar de los holocaustos medía, según 2Cr_4:1, veinte codos de largo, veinte de ancho y diez de alto, correspondiendo, respectivamente, a 11:11 y 5:50 metros. A él se llegaba por unos escalones (Eze_43:17), colocándose encima del mismo la víctima para el sacrificio. No se indica el lugar de su emplazamiento; unos lo colocan sobre la roca de Ornan (Barrois), otros al lado (Lods). Con ocasión de esta fiesta de la dedicación fue incapaz este altar de bronce de dar abasto a tanto sacrificio, por lo que se improvisaron otros altares menores en la parte media del atrio, que se convirtió en una gran ara sacrificial. El trabajo de los sacerdotes durante la semana debió de ser agotador. Coincidiendo la dedicación con la fiesta de los Tabernáculos, los festejos se prolongaron durante siete días, con asistencia de grandes muchedumbres provenientes de toda Palestina, desde Hamat (Jos_13:5; Jue_3:3; 2Re_14:25) hasta el torrente de Egipto (Num_34:5; Jos_15:4-47, etc.). El día octavo de la fiesta, Salomón despidió al pueblo. Los regocijos habían durado desde el 15 hasta el 21 del mes Etanim (septiembre-octubre), conforme a lo preceptuado en Lev_23:34; Exo_23:16.