II Reyes  4 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 44 versitos |
1 Una mujer de las de los hijos de los profetas clamó a Elíseo, diciendo: “Tu siervo, mi marido, ha muerto, y bien sabes tú que mi marido era temeroso de Yahvé; ahora un acreedor ha venido para tomar a mis dos hijos y hacerlos esclavos.”
2 Elíseo le dijo: “¿Qué puedo yo hacer por ti? Dime: ¿Qué tienes en tu casa?” Ella le respondió: “Tu sierva no tiene en casa absolutamente nada más que una vasija de aceite,”
3 El le dijo: “Vete a pedir fuera a todos los vecinos vasijas vacías, y no pidas pocas.
4 Cuando vuelvas a casa, cierra la puerta tras de ti y tras de tus hijos y echa en todas esas vasijas el aceite, poniéndolas aparte conforme vayan llenándose.”
5 Entonces ella se alejó, cerró la puerta tras de sí y de sus hijos; y éstos fueron presentándole las vasijas, y ella las llenaba."
6 Cuando estuvieron llenas todas las vasijas, dijo a su hijo: “Dame otra vasija”; pero él le respondió: “Ya no hay más.” Estacionóse entonces el aceite,"
7 y ella fue a dar cuenta al hombre de Dios, que le dijo: “Vete a vender el aceite y paga la deuda; y de lo que te quede vive tú y tus hijos.”
8 Pasaba un día Elíseo por Sunam. Había allí una mujer distinguida, que insistentemente le invitó a comer, y siempre que por allí pasaba iba a comer a su casa.
9 Ella dijo a su marido: “Yo sé que este hombre, que pasa siempre por nuestra casa, es un santo hombre de Dios.
10 Vamos a prepararle en lo alto una pequeña habitación y a ponerle allí una cama, una mesa, una silla y un candelero, para que él pueda retirarse a ella cuando venga a nuestra casa.”
11 Habiendo vuelto un día Elíseo a Sunam, se retiró a la habitación alta y se acostó.
12 Dijo a su siervo Guejazi: “Llama a esa sunamita.” Llamóla Guejazi, y ella se presentó a él.
13 Elíseo dijo a Guejazi: “Dile: Tú nos has mostrado toda esa solicitud por nosotros y este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey o al jefe del ejército?” Y ella respondió: “Yo habito en medio de mi pueblo.”
14 Y él dijo: “¿Qué haremos, pues, por ella?” Y Guejazi respondió: “Üvlira, no tiene hijos y su marido es viejo.”
15 Entonces dijo Elíseo: “Llámala.” La llamó, y ella se paró a la puerta.
16 El le dijo: “El año que viene, por este tiempo, abrazarás a tu hijo.” “No, por favor, mi señor; no engañes a tu sierva.”
17 La mujer quedó encinta, y al año siguiente, como se lo anunciara Elíseo, por aquel mismo tiempo dio a luz un hijo.
18 Creció el niño, y un día fue a donde estaba su padre con los segadores
19 y dijo a su padre: “¡Ay mi cabeza, ay mi cabeza!” El padre dijo a un criado:
20 “Llévalo a su madre.” El criado lo cogió y se lo llevó a su madre. El niño estuvo sobre las rodillas de su madre hasta el mediodía y luego murió.
21 Ella subió, le acostó en el lecho del hombre de Dios, cerró la puerta y se fue.
22 Llamó a su marido y le dijo: “Mándame, te ruego, un criado y una asna, que quiero ir en seguida al hombre de Dios y luego volveré.”
23 El le dijo: “¿Para qué quieres ir a verle hoy? No es ni novilunio ni sábado.” Ella respondió: “Estáte tranquilo.”
24 Hizo enalbardar la borrica y dijo al criado: “Gájela y anda, y no me detengas más que cuando yo te lo diga.”
25 Partió, pues, y llegó al hombre de Dios en el monte Carmelo. Cuando el hombre de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Guejazi: “Ahí está la sunarnita.”
26 Vete corriendo a recibirla y pregúntale si está bien ella y su marido y su hijo.” Y ella contestó: “Sí, bien.”
27 Llegó luego al hombre de Dios en el monte, y, cogiéndose de sus pies, llegó Guejazi para desasirla; pero el hombre de Dios le dijo: “Déjala, que su alma está angustiada y Yahvé me lo ha ocultado y no me lo ha revelado.”
28 Ella le dijo: “¿Pedí yo a mi señor un hijo? ¿No te dije ya que no me engañaras?”
29 Entonces dijo él a Guejazi: “Cíñete los lomos, toma en tu mano mi bordón, y si a alguno encuentras, no le saludes siquiera, y si alguno te saluda, no le respondas, y pon mi bordón sobre la cara del niño.”
30 La madre del niño le dijo: “Por la vida de Yahvé y la tuya que no te dejaré.”
31 Levantóse entonces y la siguió. Guejazi había llegado antes que ellos y había puesto el bordón sobre el rostro del niño; pero éste no tenía ni voz ni sentido; así que se había vuelto para decírselo a Elíseo y se lo manifestó, diciendo: “El niño no despierta,”
32 Llegado Elíseo a la casa, el niño estaba tendido, muerto, en la cama.
33 Entró entonces él, cerró la puerta tras los dos y oró a Yahvé.
34 Subió a la cama y se acostó sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre los del niño, y sus manos sobre las manos del niño, y se tendió sobre él. La carne del niño se recalentó
35 y Elíseo se alejó, yendo y viniendo por la habitación, y luego volvió a subirse en la cama y se tendió sobre el niño. El niño estornudó siete veces y abrió los ojos.
36 Llamó entonces Elíseo a Guejazi y le dijo: “Llama a esasunamita.” Llamóla Guejazi, y ella vino a Elíseo, que le dijo: “Toma a tu hijo.”
37 Ella se echó a sus pies y se prosternó ante él rostro a tierra; tomo a su hijo y salió."
38 Elíseo volvió a Caígala. Había gran hambre en la región y, estando los hijos de los profetas sentados ante él, dijo a su criado: “Coge la olla grande y pon a cocer un potaje para los hijos de los profetas.”
39 Salió uno de ellos al campo para coger hierbas, y encontró una vid silvestre, y cogió de ella coloquíntidas hasta llenar su vestido. Cuando estuvo de vuelta, las cortó en pedazos en la olla donde estaba el potaje, pues él no las conocía.
40 Sirvióse la comida a aquellos hombres; pero en cuanto hubieron probado el potaje, se pusieron a gritar: “La muerte está en la olla, hombre de Dios,” y no pudieron comerlo."
41 Elíseo dijo: “Traed harina.” El la echó en la olla, y dijo: “Servid a esas gentes; que coman.” Y ya no había en la olla nada de malo."
42 Llegó de Baalsalisa un hombre a traer al hombre de Dios el pan de las primicias, veinte panes de cebada, y espigas nuevas en su saco. Elíseo dijo: “Da a esas gentes; que coman.”
43 Su criado le contestó: “¿Cómo voy a poder dar a cien personas?” Pero Elíseo le repitió: “Da a esas gentes; que coman. Así dice Yahvé: Comerán y sobrará.”
44 Puso entonces los panes ante ellos, comieron y quedaron sobras, según la palabra de Yahvé.

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Introducción a II Reyes 

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Reyes.

Introducción.

Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.

Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.

Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.

Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.

Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,

Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.

Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.

Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).

Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: "Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato" (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: "Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel" (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, "aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron" (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que "obraron el mal a los ojos de Yahvé," siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.

Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.

El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.

Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:

853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.

Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.

Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.

1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

II Reyes  4,1-44

Poder taumatúrgico de Elíseo.
En esta sección ha recogido el autor sagrado algunas anécdotas relacionadas con Elíseo para confirmar que recibió de Elías el don de hacer milagros, al que incluso superó. Con estos hechos extraordinarios sirvió a la causa del yahvismo, confirmando con hechos extraordinarios sus enseñanzas religiosas. Repetidas veces se inmiscuyó en la vida política de Israel, tratando de oponerse al avance de la idolatría. Como Elías, su apostolado fue oral. Toda la narración tiene sabor popular y folklórico; los hechos narrados formaban parte de una colección más amplia.

El aceite de la viuda (4:1-7).
1 Una mujer de las de los hijos de los profetas clamó a Elíseo, diciendo: Tu siervo, mi marido, ha muerto, y bien sabes tú que mi marido era temeroso de Yahvé; ahora un acreedor ha venido para tomar a mis dos hijos y hacerlos esclavos. 2 Elíseo le dijo: ¿Qué puedo yo hacer por ti? Dime: ¿Qué tienes en tu casa? Ella le respondió: Tu sierva no tiene en casa absolutamente nada más que una vasija de aceite, 3 El le dijo: Vete a pedir fuera a todos los vecinos vasijas vacías, y no pidas pocas. 4 Cuando vuelvas a casa, cierra la puerta tras de ti y tras de tus hijos y echa en todas esas vasijas el aceite, poniéndolas aparte conforme vayan llenándose. 5 Entonces ella se alejó, cerró la puerta tras de sí y de sus hijos; y éstos fueron presentándole las vasijas, y ella las llenaba. 6 Cuando estuvieron llenas todas las vasijas, dijo a su hijo: Dame otra vasija; pero él le respondió: Ya no hay más. Estacionóse entonces el aceite, 7 y ella fue a dar cuenta al hombre de Dios, que le dijo: Vete a vender el aceite y paga la deuda; y de lo que te quede vive tú y tus hijos.

Una viuda de un profeta acudió a Elíseo para que le solucionara un asunto grave. El profeta, temeroso de Dios, murió, dejando a la viuda algunas deudas. No teniendo ésta con qué pagar, el acreedor, parándose en la ley (Lev_25:39-41; Amo_2:6; Amo_8:6; Mat_18:25), eclamaba sus hijos a fin de que redimieran con el trabajo su deuda. Entre los hebreos, esta servidumbre no debía ser considerada como regimen de esclavitud, no pudiéndose prolongar más allá del año del jubileo. La mujer disponía únicamente de un poco de aceite con el que se perfumaba (Rut_3:3). La abundancia de aceite simbolizaba una vida desahogada (Deu_33:24). El milagro recuerda el que obró Elías en otro tiempo (1Re_17:8-16).

La mujer de Sunarn (1Re_4:8-37).
8 Pasaba un día Elíseo por Sunam. Había allí una mujer distinguida, que insistentemente le invitó a comer, y siempre que por allí pasaba iba a comer a su casa. 9 Ella dijo a su marido: Yo sé que este hombre, que pasa siempre por nuestra casa, es un santo hombre de Dios. 10 Vamos a prepararle en lo alto una pequeña habitación y a ponerle allí una cama, una mesa, una silla y un candelero, para que él pueda retirarse a ella cuando venga a nuestra casa. 11 Habiendo vuelto un día Elíseo a Sunam, se retiró a la habitación alta y se acostó. 12 Dijo a su siervo Guejazi: Llama a esa sunamita. Llamóla Guejazi, y ella se presentó a él. 13 Elíseo dijo a Guejazi: Dile: Tú nos has mostrado toda esa solicitud por nosotros y este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey o al jefe del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo. 14 Y él dijo: ¿Qué haremos, pues, por ella? Y Guejazi respondió: Üvlira, no tiene hijos y su marido es viejo. 15 Entonces dijo Elíseo: Llámala. La llamó, y ella se paró a la puerta. 16 El le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás a tu hijo. No, por favor, mi señor; no engañes a tu sierva. 17 La mujer quedó encinta, y al año siguiente, como se lo anunciara Elíseo, por aquel mismo tiempo dio a luz un hijo. 18 Creció el niño, y un día fue a donde estaba su padre con los segadores 19 y dijo a su padre: ¡Ay mi cabeza, ay mi cabeza! El padre dijo a un criado: 20 Llévalo a su madre. El criado lo cogió y se lo llevó a su madre. El niño estuvo sobre las rodillas de su madre hasta el mediodía y luego murió. 21 Ella subió, le acostó en el lecho del hombre de Dios, cerró la puerta y se fue. 22 Llamó a su marido y le dijo: Mándame, te ruego, un criado y una asna, que quiero ir en seguida al hombre de Dios y luego volveré. 23 El le dijo: ¿Para qué quieres ir a verle hoy? No es ni novilunio ni sábado. Ella respondió: Estáte tranquilo. 24 Hizo enalbardar la borrica y dijo al criado: Gájela y anda, y no me detengas más que cuando yo te lo diga. 25 Partió, pues, y llegó al hombre de Dios en el monte Carmelo. Cuando el hombre de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Guejazi: Ahí está la sunarnita. 26 Vete corriendo a recibirla y pregúntale si está bien ella y su marido y su hijo. Y ella contestó: Sí, bien. 27 Llegó luego al hombre de Dios en el monte, y, cogiéndose de sus pies, llegó Guejazi para desasirla; pero el hombre de Dios le dijo: Déjala, que su alma está angustiada y Yahvé me lo ha ocultado y no me lo ha revelado. 28 Ella le dijo: ¿Pedí yo a mi señor un hijo? ¿No te dije ya que no me engañaras? 29 Entonces dijo él a Guejazi: Cíñete los lomos, toma en tu mano mi bordón, y si a alguno encuentras, no le saludes siquiera, y si alguno te saluda, no le respondas, y pon mi bordón sobre la cara del niño. 30 La madre del niño le dijo: Por la vida de Yahvé y la tuya que no te dejaré. 31 Levantóse entonces y la siguió. Guejazi había llegado antes que ellos y había puesto el bordón sobre el rostro del niño; pero éste no tenía ni voz ni sentido; así que se había vuelto para decírselo a Elíseo y se lo manifestó, diciendo: El niño no despierta, 32 Llegado Elíseo a la casa, el niño estaba tendido, muerto, en la cama. 33 Entró entonces él, cerró la puerta tras los dos y oró a Yahvé. 34 Subió a la cama y se acostó sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre los del niño, y sus manos sobre las manos del niño, y se tendió sobre él. La carne del niño se recalentó 35 y Elíseo se alejó, yendo y viniendo por la habitación, y luego volvió a subirse en la cama y se tendió sobre el niño. El niño estornudó siete veces y abrió los ojos. 36 Llamó entonces Elíseo a Guejazi y le dijo: Llama a esasunamita. Llamóla Guejazi, y ella vino a Elíseo, que le dijo: Toma a tu hijo. 37 Ella se echó a sus pies y se prosternó ante él rostro a tierra; tomo a su hijo y salió.

También este episodio es análogo al que se refiere de Elías en 1Re_17:17-24. Es curioso observar que el milagro de Elías, tal como se narra en el texto citado, aparece fuera de lugar. Mientras en 1Re_17:7-16 se habla de una viuda pobre, en el v.17 es llamada dueña de la casa, lo que se armoniza con la frase de mujer distinguida de que habla el texto de Elíseo (v.8). Entre la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta y el de la sunamita existen otros puntos de contacto. Entre ambas narraciones existe, al menos, dependencia literaria. Al desplazarse Elíseo desde el Carmelo hacia su pueblo natal de Abel Mejola (1Re_4:12) pasaba por Sunam. A la insinuación del criado promete Elíseo a la mujer sunamita un niño para el año. La sunamita acogió las palabras del profeta con escepticismo (Gen_18:10-14; Gen_18:11-15). Al año cumplióse la promesa; el niño creció y fuese un día al campo en tiempo de la siega, sufriendo una insolación (Jdt_8:2), a consecuencia de la cual murió. La sunamita pensaba que, si Elíseo tuvo poder para darle un niño, ¿no lo tendría para devolvérselo vivo después de muerto? No comunicó a su marido la muerte del hijo, pidiéndole, en cambio, un criado y una asna para salir al encuentro del hombre de Dios. Quiso el marido disuadirla alegando que no eran las neomenias, tiempo en que tenían lugar asambleas religiosas (1Sa_20:5; 1Sa_18:24). Su encuentro con Elíseo fue dramático. El profeta promete su intervención y manda a su criado por delante, con la prohibición de saludar a nadie (Luc_10:4). Deseaba Elíseo que su criado llegase pronto a su casa y pusiera encima del cadáver su bastón para tomarlo bajo su custodia y propiedad e impedir de esta manera las tentativas de enterrarlo antes de que él llegara. A su tiempo vino Elíseo, quien, entrando en casa, subió a la habitación superior y, encerrándose en ella, oró a Yahvé (v.33), porque sabía que sólo Dios podía obrar el milagro. Después realizó la misma ceremonia que Elías en parecida circunstancia (1Re_17:19-21), tratando de comunicar su espíritu vital al niño. Poco a poco hace la vida su aparición, manifestándose externamente con el estornudo, ya que por los orificios de las narices pasa la vida (Gen_2:7; Gen_7:22; Lam_4:20; Isa_2:22). La mujer tomó a su hijo vivo en sus brazos y salió.

La muerte está en la olla (Isa_4:38-41).
38 Elíseo volvió a Caígala. Había gran hambre en la región y, estando los hijos de los profetas sentados ante él, dijo a su criado: Coge la olla grande y pon a cocer un potaje para los hijos de los profetas. 39 Salió uno de ellos al campo para coger hierbas, y encontró una vid silvestre, y cogió de ella coloquíntidas hasta llenar su vestido. Cuando estuvo de vuelta, las cortó en pedazos en la olla donde estaba el potaje, pues él no las conocía. 40 Sirvióse la comida a aquellos hombres; pero en cuanto hubieron probado el potaje, se pusieron a gritar: La muerte está en la olla, hombre de Dios, y no pudieron comerlo.41 Elíseo dijo: Traed harina. El la echó en la olla, y dijo: Servid a esas gentes; que coman. Y ya no había en la olla nada de malo.

Elíseo regresó a Caígala, al norte de Betel (Isa_2:1), donde sucedió un percance desagradable a los hijos de los profetas. Salió uno de ellos al campo a tomar hierbas y juntó cierta cantidad de coloquíntidas. Produce la coloquíntida unos calabacines del tamaño de naranjas, pero muy amargos y empleados en farmacia como purgante poderoso. Crece la planta en la costa mediterránea y en la cuenca del Jordán, dato este último que induce a algunos exegetas a situar este episodio en Caígala de Jericó, cerca del Jordán (1Sa_7:16). Pero las gentes de Jericó debían conocer perfectamente las propiedades de la planta, que los de Caígala ignoraban. A los primeros bocados experimentaron los efectos de la coloquíntida, por lo que, alarmados, imploraron la intercesión de Elíseo. De este suceso se desprende que los hijos de los profetas vivían en comunidad.

Multiplicación de los panes (1Sa_4:42-44).
42Llegó de Baalsalisa un hombre a traer al hombre de Dios el pan de las primicias, veinte panes de cebada, y espigas nuevas en su saco. Elíseo dijo: Da a esas gentes; que coman. 43 Su criado le contestó: ¿Cómo voy a poder dar a cien personas? Pero Elíseo le repitió: Da a esas gentes; que coman. Así dice Yahvé: Comerán y sobrará. 44 Puso entonces los panes ante ellos, comieron y quedaron sobras, según la palabra de Yahvé.

Un hombre de Baalsalisa (1Sa_9:4), en el actual Kefr Tih, a veinticinco kilómetros al norte de Lidda, entre Siquem y Jafa, supo que Elíseo se encontraba en Caígala y le llevó el pan de las primicias, amasado con grano nuevo (Lev_23:17-20). Pero Elíseo, rehusó comerlo, indicando al buen hombre que lo repartiera entre el centenar de profetas. Ante su admiración, vio cómo ellos comieron, se saciaron y que sobró todavía.