II Reyes  6 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 33 versitos |
1 Los hijos de los profetas dijeron a Elíseo: “El lugar en que moramos contigo nos es demasiado estrecho.
2 Vamos a ir al Jordán, y tomaremos de allí una viga cada uno para hacernos una habitación.” Elíseo les respondió: “Id.”
3 Uno de ellos le dijo: “Ven tú también con nosotros.” El dijo: “Iré”;"
4 y partió con ellos. Llegados al Jordán, cortaron los árboles,
5 y mientras uno estaba cortándolos, el hierro fue a caer en las aguas. Se puso a clamar: “¡Ah, mi señor! Era prestado.”
6 Y el hombre de Dios le preguntó: “¿Dónde ha caído?” El le indicó el lugar, y Elíseo, cortando un trozo de madera, lo arrojó al mismo lugar, y el hierro sobrenadó.
7 Entonces le dijo: “Cógelo”; y él tendió la mano y lo cogió."
8 El rey de Siria estaba en guerra con Israel, y en un consejo que tuvo con sus servidores, dijo: “En tal y en cual lugar acamparemos.”
9 El hombre de Dios mandó a decir al rey de Israel: “Guárdate de ir a tal lugar, porque los sirios bajarán allá.”
10 El rey de Israel mandó gentes al lugar que el hombre de Dios había señalado, para que estuvieran al acecho. Y esto sucedió no una ni dos veces solamente.
11 El de Siria se inquietó con esto, y preguntó a sus servidores: “¿No me diréis vosotros quién nos traiciona ante el rey de Israel?”
12 Uno de los servidores le dijo: “Nadie. ¡Oh rey, mi señor! Es Elíseo, el profeta que hay en Israel, que lleva al rey de Israel las palabras que tú pronuncias en tu misma alcoba.”
13 El rey le dijo: “Id y ved dónde está, y yo le haré prender.” Vinieron, pues, a decirle: “Está en Dotan.”
14 Mandó él entonces caballos y carros, una gran tropa, que llegaron de noche y cercaron la ciudad.
15 El siervo del hombre de Dios se levantó muy de mañana y vio que la ciudad estaba cercada por una tropa con caballos y carros, y dijo al hombre de Dios: “¡Ah, mi señor! ¿qué haremos?”
16 El le respondió: “Nada temas, que los que están con nosotros son más que los que están con ellos.”
17 Elíseo oró y dijo: “¡Oh Yahvé! Ábrele los ojos para que vea.” Y Yahvé abrió los ojos del siervo, y vio éste la montaña llena de caballos y carros de fuego que rodeaban a Elíseo.
18 Los sirios bajaron al valle en busca de Elíseo, y éste dirigió entonces a Yahvé esta súplica: “Dígnate herir de ceguera a esta gente,” Y Yahvé los hirió de ceguera, conforme a la súplica de Elíseo.
19 Elíseo les dijo: “No es éste el camino ni ésta la ciudad. Seguidme y yo os llevaré a donde está el hombre a quien buscáis”; y los condujo a Samaría."
20 Entrados en Samaría, dijo Elíseo: “¡Oh Yahvé! Abre los ojos de esta gente para que vea”; y Yahvé les abrió los ojos, y vieron que estaban en medio de Samaría."
21 El rey de Israel, viéndolos, preguntó a Elíseo: “¿Los hiero, padre mío?”
22 Y Elíseo respondió: “No los hieras, que no los has hecho tú prisioneros con tu espada y tu arco. Dales pan y agua, para que coman y beban, y que se vayan a su señor.”
23 El rey de Israel hizo que les sirvieran una gran comida, y ellos comieron y bebieron; luego los despidió para que fueran a su señor. Las tropas sirias no volvieron más a la tierra de Israel."
24 Después de esto, Ben Hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército y, subiendo, puso cerco a Samaría.
25 Hubo en Samaría mucha hambre, y de tal modo la apretaron, que una cabeza de asno valía ochenta siclos de plata, y el cuarto de un “cab” de palomina cinco siclos de plata.
26 Pasando el rey por la muralla, le gritó una mujer: “¡Sálvame, oh rey, mi señor!”
27 Y el rey respondió: “Si Yahvé no te salva, ¿cómo voy a salvarte yo? ¿Con algo de la era o con algo del lagar?”
28 Preguntóle luego el rey: “¿Qué te pasa?” Y ella respondió: “Esta mujer me dijo: Trae a tu hijo y lo comeremos hoy, y mañana comeremos el mío.
29 Cocimos, pues, mi hijo y lo comimos, y al día siguiente yo le dije: Trae a tu hijo para que lo comamos, pero ella ha escondido a su hijo.”
30 Cuando oyó el rey las palabras de esta mujer, rasgó sus vestiduras mientras iba por la muralla, y la gente vio que por dentro estaba vestido de saco.
31 El rey dijo: “Que esto me haga Yahvé y esto me añada si la cabeza de Elíseo, hijo de Safat, quedare hoy sobre los hombros.”
32 Estando, pues, Elíseo sentado en casa, rodeado de los ancianos que se sentaban con él, mandó el rey a uno delante de él, y antes que el mensajero llegara dijo Elíseo a los ancianos: “¿No veis cómo ese hijo de asesino manda a que me quiten la cabeza? Estad atentos: cuando llegue el mensajero, cerrad y rechazadle con la puerta; ¿no se oye ya tras él el ruido de los pasos de su amo?”
33 Todavía estaba hablándoles, cuando ya el rey llegó a él y le dijo: “De Yahvé ciertamente nos ha venido este mal. ¿Tendré yo todavía que esperar más de Yahvé?”

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Introducción a II Reyes 

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Reyes.

Introducción.

Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vulgata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL 20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Venecia 1517). Esta división es artificial.

Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado medianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la versión siríaca Peshitta y la Vulgata.

Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar, representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto griego que al masorético, presentando lecciones propias, omisiones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él concuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete, Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia a los textos  y A.

Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11). 2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la destrucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existencia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i) el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam (1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) período de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Joram-Joram; Ocozías-Joram (1 Re 16:29-2 Re 8:29); 3) el segundo período de relaciones tensas, desde Jehú en Israel y Atalía en Judá hasta la caída de Samaría en 722, en el año quinto de Oseas, rey de Israel.

Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros textos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1 Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atribuía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ideológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627), de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pretendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25 del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo. Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio, o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21. En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el último rey de Judá, manteniéndose dentro de la misma línea deuteronómica, aunque el hecho de la ruina de Jerusalén le obliga a mostrarse más severo para con Judá, lo que le llevó a revisar algunos pasajes anteriores. Es visible su mano en 2 Re 21:7-15; 22:16-17. En realidad, ambos reinos son culpables (2 Re 17:7-20); pero también Israel se beneficia de la misericordia divina (2 Re 13:4-5.23). Durante el exilio se hicieron al libro otros retoques, tales como, probablemente, 2 Re 25:22-30. Después del exilio amplióse la oración de Salomón (1 Re 8:41-51). Pequeños detalles son posteriores a la traducción griega (200-150 a.C.).
De lo dicho se infiere que es opinión común entre los católicos que la composición definitiva del libro efectuóse durante el exilio, y más probablemente después del mismo. La finalidad histórico-religiosa del autor lo confirma,

Fin del autor sagrado.
A los pocos renglones de lectura cae el lector en la cuenta de que el libro tiende a probar que todos los males que han azotado a Israel y Judá son efecto de la infidelidad de los reyes y del pueblo al pacto de la alianza (2 Re 23:27). Como padre comportóse Dios para con su pueblo, ya premiando su conducta cuando seguía por las sendas del bien o castigándole en caso de desvío religioso, dispuesto siempre a perdonarle en caso de arrepentimiento. Por entregarse a la idolatría desapareció el reino de Israel; en cuanto al de Judá, le castigó Dios con la deportación a Babilonia, pero no lo destruyó totalmente a fin de mantener en pie la promesa del trono eterno hecha a David. Los libros de los Reyes pueden considerarse como un comentario a la profecía de Natán (2 Sam 7:12-16). Gomo se desprende de lo dicho, no quiere el autor sagrado escribir todo lo sucedido desde todos los puntos de vista en Israel y Judá desde la muerte de David hasta el exilio de Babilonia, sino más bien entresacar de la historia de Israel y Judá de aquellos cuatro siglos algunos hechos característicos que son sostén y base de la tesis religioso-histórica que intenta probar.

Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello. Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1 Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re 14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1 Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente: 1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sacerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todavía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuentes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde, por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Salomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó, modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen en que el autor no las transcribió totalmente, sino que seleccionó aquello que conducía a probar su tesis.

Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido esquematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).

Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter religioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monarca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: "Rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato" (Tob 4:21).
A partir de la división del reino condena el autor la conducta de todos los reyes de Israel, diciendo de ellos que hicieron el mal a los ojos de Yahvé, siguiendo los pecados de Jeroboam (2 Re 13:2; 15:26-34, etc.); incluso de Zimbri, que reinó siete días, se dice: "Y murió por los pecados que él había cometido, haciendo lo malo a los ojos de Yahvé y marchando por los caminos de Jeroboam y dándose a los pecados que Jeroboam había cometido para hacer pecar a Israel" (1 Re 16:19). Oseas hizo lo malo a los ojos de Dios, "aunque no tanto como los reyes de Israel que le precedieron" (2 Re 17:2). De los reyes de Judá, unos reciben plena aprobación por su conducta y por haber quitado los lugares altos (2 Re 18:3-4; 22:2), a otros se les reprocha no haber procurado la unidad de santuario (1 Re 15:11-14; 22:43-44; 2 Re 12:3-4). Severo juicio merecen los reyes que "obraron el mal a los ojos de Yahvé," siguiendo el ejemplo de Ajab (2 Re 8:18), o se entregaron a la idolatría (2 Re 21:2; 22:21-22). Esta finalidad primaria del autor le llevó a pasar por alto multitud de hechos importantes que sucedieron durante los reinados de Omrí, Jeroboam II, Ajab, etc. Los hechos que se recogen se relacionan con cuestiones religiosas.
Más que una historia propiamente dicha, el libro de los Reyes es una compilación histórica y una interpretación religiosa de la historia. La conducta de los reyes es juzgada de conformidad a las leyes del Deuteronomio, cuyos principios fundamentales son: un solo Dios, un solo santuario. Los santuarios yahvísticos provinciales deben desaparecer (Deut c.12). Reflexiones, expresiones e ideas deuteronómicas hállanse esparcidas a lo largo y ancho del libro (1 Re 8:23; 29; 33-37; 53). Fórmulas deuteronómicas: 1 Re 2:2; 8:23-61. Fórmulas de Jeremías: 1 Re 9:7-8; 2 Re 17:13-20; 21:9-16; 22:16-19; 24:3-4 2.

Valor histórico del libro.
El autor del libro refiere fielmente ciertos hechos conducentes a probar su tesis; no escribe una historia completa, sino preferente-niente la historia religiosa de los reinos de Israel y de Judá. Dice Garofalo que la obra del autor es un trabajo de tesis, bastante parecido al que compuso Lactancio en su obra De mortibus persecutorum, en el cual no debe buscarse la historia económica, social y política de los dos reinos, sino la presencia de Dios, que dirige todos los acontecimientos terrenos y da premio o envía el castigo según el mérito o demérito. En el fondo, añade, la historia del libro de los Reyes es una historia vista con los ojos de Dios.

El libro de los Reyes en el marco de la historia universal.
En el comentario hemos tratado siempre de encuadrar la historia del pueblo judío dentro del marco de la historia universal; a él remitimos. Basta anotar aquí que, además de los pueblos circunvecinos, influyeron en Israel los imperios de Egipto, Babilonia y Asiría. Sheshonq fundó la XX dinastía hacia los años 950-929; Salmana-sar III, rey de Asiría, hizo sentir su presencia en Occidente; en 853 tuvo lugar la batalla famosa de Qarqar. Otros tres reyes asirios pesaron sobre el reino del Norte: Teglatfalasar III (745-727), Salmanasar V (726-722), Sargón (721-705). Sobre Judá actuaron: Senaquerib (704-681), Asaraddón (680-669), Asurbanipal (668-628). Funesto para Judá fue sobre todo el rey de Babilonia Nabucodonosor (605-562). Ambas historias se completan, pero no se contradicen.

Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a solucionar este problema. Modernamente son muchos los autores que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas. Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; algunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos datos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro de los Reyes:

853: Batalla de Qarqar, reinando Ajab en Israel.
841: Tributo de Jehú.
738: Tributo de Menajem.
732: Empieza el reinado de Oseas.
721: Toma de Samaría.
701: Invasión de Senaquerib.
598: Primera deportación de Judá.
587: Caída de Jerusalén.

Los años del reinado de los reyes de Israel y de Judá que damos en el comentario son aproximados.

Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento Yahvé; en él debe concentrarse el culto que se le debe. En todo el libro se recuerda que sólo existe un Dios: Yahvé; un solo santuario legítimo: el templo de Jerusalén. Pero, aunque Yahvé tenga su asiento en Jerusalén, domina aun fuera de los límites de Palestina; tiempo vendrá en que todas las naciones reconocerán a Yahvé por único Dios (1 Re 8:60). Dios no admite rivales, que nada son; exige que se guarden sus mandamientos y leyes; a los fieles les premiará aun en vida; a los que le abandonan castigará. Pero no quiere Dios la muerte del pecador ni la ruina de la nación que ha tomado bajo su protección. En último término es el hombre el que teje su porvenir feliz o desgraciado; es el pueblo judío el que labra su destino, el que prepara la caída de Samaría y la de Jerusalén.

1 J. A. Montgomery, Archíval Data in the Book ofKings: JBL 53 (1924) 46-52.
2 A Robeft, Historique (Genres): DBS 14-15.


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

II Reyes  6,1-33

El hacha flotante (6:1-7).
1 Los hijos de los profetas dijeron a Elíseo: El lugar en que moramos contigo nos es demasiado estrecho. 2 Vamos a ir al Jordán, y tomaremos de allí una viga cada uno para hacernos una habitación. Elíseo les respondió: Id. 3 Uno de ellos le dijo: Ven tú también con nosotros. El dijo: Iré; 4 y partió con ellos. Llegados al Jordán, cortaron los árboles, 5y mientras uno estaba cortándolos, el hierro fue a caer en las aguas. Se puso a clamar: ¡Ah, mi señor! Era prestado. 6 Y el hombre de Dios le preguntó: ¿Dónde ha caído? El le indicó el lugar, y Elíseo, cortando un trozo de madera, lo arrojó al mismo lugar, y el hierro sobrenadó. 7Entonces le dijo: Cógelo; y él tendió la mano y lo cogió.

Había en Caígala muchos profetas un centenar (4:43) , y el espacio en que habitaban resultaba insuficiente. Por lo mismo, la mayoría propuso trasladarse a orillas del Jordán, donde había abundancia de árboles, lugar muy a propósito para levantar sus cabanas. Llegados a las orillas del río, empezaron a talar árboles. Al golpear uno de ellos con el hacha, se le cayó el hierro al agua, quedando con el mango en la mano. A los gritos del leñador acudió Elíseo, que, cerciorado del accidente, cortó una rama y la introdujo en el agua, logrando sacar a flote el hierro. A este episodio anota San Jerónimo que estos profetas de las orillas del Jordán fueron los precursores de los monjes y anacoretas cristianos 1. Aunque algunos de los hijos de los profetas contrajeran matrimonio (5:1), la mayoría vivían célibes. Llevaban los profetas una vida pobre y fatigosa; sus vestidos estaban tejidos con pieles; comían en común (4:38.42), oraban juntos (1Sa_10:10; 1Sa_19:19-24) y obedecían a un superior (2Re_9:1-10).

Fracasan los planes de los árameos (2Re_6:8-23).
8 El rey de Siria estaba en guerra con Israel, y en un consejo que tuvo con sus servidores, dijo: En tal y en cual lugar acamparemos. 9 El hombre de Dios mandó a decir al rey de Israel: Guárdate de ir a tal lugar, porque los sirios bajarán allá. 10 El rey de Israel mandó gentes al lugar que el hombre de Dios había señalado, para que estuvieran al acecho. Y esto sucedió no una ni dos veces solamente. ? El de Siria se inquietó con esto, y preguntó a sus servidores: ¿No me diréis vosotros quién nos traiciona ante el rey de Israel? 12 Uno de los servidores le dijo: Nadie. ¡Oh rey, mi señor! Es Elíseo, el profeta que hay en Israel, que lleva al rey de Israel las palabras que tú pronuncias en tu misma alcoba. 13 El rey le dijo: Id y ved dónde está, y yo le haré prender. Vinieron, pues, a decirle: Está en Dotan. 14 Mandó él entonces caballos y carros, una gran tropa, que llegaron de noche y cercaron la ciudad. 15 El siervo del hombre de Dios se levantó muy de mañana y vio que la ciudad estaba cercada por una tropa con caballos y carros, y dijo al hombre de Dios: ¡Ah, mi señor! ¿qué haremos? 16 El le respondió: Nada temas, que los que están con nosotros son más que los que están con ellos. 17 Elíseo oró y dijo: ¡Oh Yahvé! ábrele los ojos para que vea. Y Yahvé abrió los ojos del siervo, y vio éste la montaña llena de caballos y carros de fuego que rodeaban a Elíseo. 1S Los sirios bajaron al valle en busca de Elíseo, y éste dirigió entonces a Yahvé esta súplica: Dígnate herir de ceguera a esta gente, Y Yahvé los hirió de ceguera, conforme a la súplica de Elíseo. 19 Elíseo les dijo: No es éste el camino ni ésta la ciudad. Seguidme y yo os llevaré a donde está el hombre a quien buscáis; y los condujo a Samaría. 20 Entrados en Samaría, dijo Elíseo: ¡Oh Yahvé! Abre los ojos de esta gente para que vea; y Yahvé les abrió los ojos, y vieron que estaban en medio de Samaría. 21 El rey de Israel, viéndolos, preguntó a Elíseo: ¿Los hiero, padre mío? 22 Y Elíseo respondió: No los hieras, que no los has hecho tú prisioneros con tu espada y tu arco. Dales pan y agua, para que coman y beban, y que se vayan a su señor. 23 El rey de Israel hizo que les sirvieran una gran comida, y ellos comieron y bebieron; luego los despidió para que fueran a su señor. Las tropas sirias no volvieron más a la tierra de Israel.

No es posible determinar en qué momento histórico se desarrollaron los hechos que se refieren en el texto. Puede ser que remonten a los reinados de Joás (798-783), rey de Israel, y de Ben Hadad III (797-773), hijo de Jazael (2Re_13:3; 2Re_13:19-24), rey de Siria. En guerra con Joás fue vencido Ben Hadad tres veces (c.790), perdiendo todas las ciudades que Jazael había arrebatado a Joacaz (814-798). El rey de Siria puso asechanzas al de Israel, planeando incursiones contra esta o aquella ciudad. Pero todas las veces fracasaron, porque, al presentarse los sirios, estaban ya al acecho las tropas de Israel, prontas para rechazar el ataque. En un principio creyó Ben Hadad que existían traidores en su ejército, pero pronto le enteraron de que en Israel había un profeta que comunicaba al rey lo que Ben Hadad hablaba en la intimidad de su alcoba (Exo_7:28; 2Sa_4:7). Quiso entonces el rey de Siria apoderarse de Elíseo, que habitaba en Dotan, o Dotáin, a unos dieciséis kilómetros al norte de Siquem (Gen_37:17; Jdt_4:6; Jdt_7:18). A este fin mandó tropa con carros y caballos para que cercaran la ciudad de Dotan. Invocado el auxilio divino, logró Elíseo quitar a la tropa enemiga el sentido de la orientación y del discernimiento, dejándose llevar incautamente a Samaría. El rey de Israel quería matar a los que no había hecho prisioneros con su valor, a lo que se opuso Elíseo alegando que los soldados enemigos eran botín suyo y no del rey.

Sitio de Samaría (Jdt_6:24-30).
24 Después de esto, Ben Hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército y, subiendo, puso cerco a Samaría. 25 Hubo en Samaría mucha hambre, y de tal modo la apretaron, que una cabeza de asno valía ochenta siclos de plata, y el cuarto de un cab de palomina cinco siclos de plata. 26 Pasando el rey por la muralla, le gritó una mujer: ¡Sálvame, oh rey, mi señor! 27 Y el rey respondió: Si Yahvé no te salva, ¿cómo voy a salvarte yo? ¿Con algo de la era o con algo del lagar? 28 Preguntóle luego el rey: ¿Qué te pasa? Y ella respondió: Esta mujer me dijo: Trae a tu hijo y lo comeremos hoy, y mañana comeremos el mío. 29 Cocimos, pues, mi hijo y lo comimos, y al día siguiente yo le dije: Trae a tu hijo para que lo comamos, pero ella ha escondido a su hijo. 30 Cuando oyó el rey las palabras de esta mujer, rasgó sus vestiduras mientras iba por la muralla, y la gente vio que por dentro estaba vestido de saco.

Quizá el hecho tuvo lugar en el reinado de Ben Hadad III· El sitio a Samaría duró mucho tiempo, a consecuencia de lo cual escasearon los alimentos, hasta el punto de desencadenarse un hambre espantosa. Era tal la escasez, que una cabeza de asno se cotizaba a ochenta siclos de plata, y un cuarto de cab, o sea, medio litro de palomina (harey yonim), a cinco siclos de plata, equivalente a unas quince pesetas. Algunos cambian las palabras rosh hamor = cabeza de asno, por estas otras: homer tirosh = un jomer de mosto. Pero cuenta Plutarco en la Vita Artaxersis, 24, que en la guerra contra los cadusianos fue tanta la escasez de víveres, que la cabeza de asno se vendía a sesenta dracmas. Al 'decir el texto cabeza de asno, es verosímil que tome la parte por el todo, refiriéndose a todo el animal, cuyas carnes en tiempos normales eran arrojadas en los muladares. Más barato resultaba el cuarto de un cab de palomina. Según Isa_36:12, Rabsaces amenazó a Jerusalén con un asedio tal que los sitiados fueran constreñidos a comerse sus excrementos y beberse sus orines. Muchos exegetas, por creer poco probable la lectura actual del texto masorético, cambian las palabras harey yonim en estas otras: harsonim = ajos silvestres, o sea, bulbos de una liliácea (ornithogalum umbellatum), muy común en Palestina 2. Según Dhorme, harey yonim es una denominación conservada también en árabe para designar una especie de guisante. El hambre llevó a la antropofagia materna, tan prohibida por la Ley (Lev_26:29; Deu_28:4355; Eze_5:10). Alusiones a las madres que cocinan y comen las carnes de sus hijos se hallan en Lam_2:20; Lam_4:10. El rey vestía de saco debajo del vestido exterior (1Re_21:27).

Amenazas del rey a Elíseo (1Re_6:31-33).
31 El rey dijo: Que esto me haga Yahvé y esto me añada si la cabeza de Elíseo, hijo de Safat, quedare hoy sobre los hombros. 32 Estando, pues, Elíseo sentado en casa, rodeado de los ancianos que se sentaban con él, mandó el rey a uno delante de él, y antes que el mensajero llegara dijo Elíseo a los ancianos: ¿No veis cómo ese hijo de asesino manda a que me quiten la cabeza? Estad atentos: cuando llegue el mensajero, cerrad y rechazadle con la puerta; ¿no se oye ya tras él el ruido de los pasos de su amo? 33 Todavía estaba hablándoles, cuando ya el rey llegó a él y le dijo: De Yahvé ciertamente nos ha venido este mal. ¿Tendré yo todavía que esperar más de Yahvé?

El monarca culpa a Elíseo del desastre, ya que, a una simple intervención suya, podía desbaratar al ejército sirio. No era imposible esto al profeta, que solamente esperaba un acto de arrepentimiento de parte del rey. El hambre que se atribuye a los efectos de un prolongado cerco de Samaría se debe, según 7:2, a una tenaz sequía. No puede determinarse el lugar donde residía Elíseo, ni saber a dónde fue a encontrarle el rey. El cerco de Samaría se relaciona con ios acontecimientos de que se hablará en el capítulo 13.