Proverbios 12 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 28 versitos |
1 El que ama la corrección ama la sabiduría, el que odia la corrección es un necio.
2 El bueno alcanza el favor de Yahvé, que condena al de mala vida.
3 No se afirma el hombre por la impiedad; la raíz del justo no será arrancada."
4 La mujer fuerte es la corona del marido, la mala es carcoma de sus huesos.
5 Los pensamientos del justo son rectitud; los consejos del impío, fraude."
6 Las palabras del impío son para acechar la sangre; la boca del justo la salva."
7 Son trastornados los impíos y dejan de ser, pero la casa del justo queda en pie.
8 Cada uno es alabado según su sabiduría, pero el de perverso corazón es menospreciado.
9 Mejor está el hombre oscuro que tiene qué comer que el presuntuoso que carece de pan.
10 El justo provee a las necesidades de sus bestias, pero el corazón del impío es despiadado.
11 El que labra su campo tendrá pan a saciedad, pero el que se va tras los vagabundos es un insensato.
12 El deseo del impío es una red de males, la raíz del justo es fructífera.
13 El malvado se enreda en pecados de lengua, el justo se libra de ellos.
14 De los frutos de su boca se sacia el hombre, y según él trata, así será tratado.
15 Al necio le parece derecho su camino, mas el que escucha el consejo es sabio.
16 El necio luego al punto descubre su cólera, el sensato sabe disimular su afrenta.
17 El que habla verdad declara lo justo, pero el testigo falso lo disfraza.
18 Hay quien al hablar da tantas estocadas como palabras, pero la lengua del sabio cura las heridas.
19 El labio veraz mantiene siempre la palabra; la lengua mentirosa, sólo por un momento."
20 El corazón del que maquina el mal es fraudulento, alegre el corazón de los buenos consejos.
21 Sobre el justo no vendrá la adversidad, mas para los impíos todo serán males.
22 Los labios mentirosos los aborrece Yahvé; se agrada de los que proceden sinceramente."
23 El cuerdo encubre su sabiduría; el corazón del necio pregona su necedad."
24 La mano laboriosa señorea; la perezosa se hace tributaria."
25 La angustia del corazón deprime al hombre, y una palabra buena le conforta.
26 El justo aventaja a su prójimo; el camino del impío le lleva a la ruina."
27 El indolente no asa su pieza, pero el diligente tiene copiosa abundancia.
28 En el camino de la justicia está la vida; el camino tortuoso lleva a la muerte."

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Introducción a Proverbios

Times New Roman ;;;;; Riched20 5.40.11.2210;
Proverbios.

Introducción.

El título. El
máshál hebreo.
El libro de los Proverbios lleva en el texto hebreo el título Mislé Selomo, que la versión de los LXX han traducido por Ðáñïéìßáé Óáëùìùíôïò, y la Vulgata Líber Proverbiorum. La tradición cristiana en su liturgia ha designado este libro, como los otros estrictamente sapienciales i, con el de Sabiduría de Salomón. Sólo cuando esta denominación se reservó para el libro que hoy intitulamos con ella, se dio al libro de los Proverbios su actual título, que responde al hebreo, tomado de 1:1.
Proverbio es una breve sentencia que, generalmente bajo una imagen o comparación, recoge una observación interesante, a veces curiosa; casi siempre un consejo útil para la vida práctica, cuya inteligencia exige frecuentemente atenta reflexión. Forma de sabiduría popular que se encuentra en todos los pueblos, cada cual tiene su refranero, especialmente en los orientales. Alguien la definió sabiduría de muchos e ingenio de uno 2, que supo expresar aquélla en su forma proverbial.
Pero el máshál hebreo tiene una significación más amplia y una dimensión más religiosa que nuestro proverbio. Etimológicamente implica la idea de semejanza, comparación; como éstas eran cultivadas especialmente por los sabios, máshál vino a designar cualquier escrito sapiencial, sobre todo si en ellos se empleaban expresa o tácitamente aquellas figuras literarias. Así se aplicó a la parábola 3, a los oráculos de Yahvé expresados por medio de imágenes4, a los vaticinios de Balaam 5; incluso a poemas satíricos contra los falsos profetas6, contra los ricos opresores7. En cuanto a su dimensión religiosa, una séptima parte de los contenidos en proverbios encierran enseñanzas de orden dogmático o moral. Los demás son meras reglas de prudencia humana. Pero, si consideramos el libro en su conjunto, se adivina en la mente del autor sagrado un fondo religioso, unos principios morales, entre los que sobresale el temor de Dios, que informan todo el libro. De ahí que los judíos, no obstante el carácter profano de muchos de sus proverbios, consideraran siempre el libro como inspirado, y sus sentencias llenas de sabiduría y autoridad.
La forma literaria de los proverbios es poética, que facilita su retención en la memoria, comparativa a veces hiperbólica , muy apta para enseñar e impresionar las mentes sencillas del pueblo hebreo, en dísticos antitéticos casi siempre, cuyo contraste pone más de relieve la idea que se quiere inculcar. Todo lo cual hace de las páginas de los Proverbios una de las lecturas más amenas de la literatura antico-testamentaria 8.
El estilo proverbial no es exclusivo de Israel. Se encuentra en el Oriente 9 En el comentario aludiremos a la sabiduría de Ahikar, de Asiría, que debió de escribir en el siglo VII y bajo cuyo nombre nos han llegado muchas colecciones de sentencias 10. Citaremos también sentencias de Amen-en-ope, alto funcionario de Egipto que vivió entre los años 1000-600, cuya semejanza con las de Proverbios hace pensar en la dependencia de éstas respecto de las del sabio egipcio, si es que no dependen ambas de una fuente común 11.

Contenido.
Proverbios contiene un maravilloso conjunto de máximas sobre la sabiduría divina y la humana, que hacen del libro un precioso manual de conducta que enseña el arte del buen vivir. Pues, como observó San Basilio, contiene la ordenación de las costumbres, la enmienda de las pasiones, enseñando en brevísimas advertencias todo aquello que hay que hacer o hay que evitar 12.
Su contenido más importante lo encierran los capítulos 8-9, en los que el autor hace un cumplido elogio de la sabiduría divina, señala su origen y excelencias y describe sus efectos maravillosos en la creación. Añade una apremiante exhortación a su búsqueda y a regir la vida por los principios que de ella dimanan.
Los demás capítulos contienen sentencias de orden moral y humano de dimensión universalista. Para toda virtud tiene su recomendación, especialmente para el principio de todas ellas, que es el temor de Dios, y para todo vicio su reproche, particularmente para el libertinaje, la injusticia, la ociosidad, la ira y el odio. Todas las diversas clases de hombres encuentran en el libro consejos adecuados a su profesión: los reyes, los jueces y los magistrados, los que tienen negocios y los que carecen de ellos, los amigos y los enemigos, los jóvenes y las personas de edad madura; se regulan incluso las relaciones entre los padres y los hijos, los hombres y las mujeres,, los señores y los siervos. Y en todos los aspectos de su vida, religioso, moral, político, social, con sus circunstancias concretas, señala la norma práctica a seguir dictada por la sabiduría.
El fin, por consiguiente, que se ha propuesto el redactor en su obra es el enseñar a los hombres de toda clase y condición, y en todas las circunstancias de su vida, la ciencia y el arte del buen vivir. Es decir, las enseñanzas de la Sabiduría, que se refleja en la creación y en la ley de Dios, y que señalan los principios de conducta para una vida recta y feliz y las normas concretas de prudencia y discreción, de disciplina y corrección, precisas para obrar con rectitud moral y asegurar el éxito en las diversas empresas y negocios de la vida (en la mente del autor la virtud es premiada en este mundo). El arte de vivir sabiamente consiste, por tanto, en el cumplimiento de las instrucciones de la sabiduría, en la observancia de los mandamientos. Y como a esto se llega por el temor de Dios, de ahí la repetida enseñanza del sabio de que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, y en este sentido la sabiduría misma; el temor de Yahvé, dice el libro de Job, ésa es la sabiduría; apartarse del mal, ésa es la inteligencia.13 Véase comentario a 1:1-7.

División.
La división del libro apenas podría hacerse en razón de su contenido, ya que los diversos temas se tratan en las diferentes partes del mismo. Puede, en cambio, hacerse fácilmente si atendemos a los distintos autores a que el mismo texto atribuye secciones de proverbios y al estilo que caracteriza a cada una de éstas. Teniendo en cuenta estos factores, proponemos la división siguiente:
Prólogo (1:1-7). Presenta el título y argumento del libro.
I. Exhortación a conseguir la sabiduría (1:8-9:18). Amplia introducción al libro, en que su autor, anónimo, en estrofas de unos diez versos, invita al estudio de la sabiduría, haciendo su elogio y poniendo de relieve sus frutos. Pone en guardia, especialmente a los jóvenes, de los peligros de corrupción que apartan de ella.
II. Primera colección de proverbios de Salomón (10:1-22:16). Comprende 373 sentencias, que el mismo texto atribuye al rey sabio, expresadas en paralelismo antitético la primera parte de la colección (10-15), sinónimo la segunda (16-22). Señalan normas de conducta para practicar las virtudes y evitar los vicios.
III. Dos colecciones de sentencias de los sabios (22:17-24:34). La primera colección comprende 38 sentencias; la segunda, solamente seis, distribuidas en dísticos o estrofas de varios versos, de paralelismo sinónimo. Exhortan a la justicia con el prójimo, a evitar la intemperancia, a vencer la pereza dadas sus consecuencias.
IV. Segunda colección de proverbios de Salomón (25-39). Más breve que la primera, presenta 127 sentencias, recogidas, dice el texto, por los varones de Ezequías. De gran parecido con aquélla, contiene bellísimas comparaciones y antítesis sobre el rey, el loco, la pereza, la vida del campo, que hacen de esta sección uno de los fragmentos más hermosos del libro.
V. Proverbios de varios autores (30-31:9). A Agur, personaje desconocido, se atribuyen las sentencias de 30:1-14, y a Lemuel las de 31:1-9. Unas y otras en tetrásticos (estrofas de cuatro esticos). Agur exalta la palabra divina y la áurea mediocridad; Lemuel consigna consejos que le dio su madre para ponerlo en guardia frente al vino y las mujeres.
Entre ambas breves colecciones se intercalan, sin consignar su autor, unas sentencias numéricas (30:15-33), forma literaria muy del gusto de los orientales. Los tres grupos de sentencias difieren notablemente por su tono y forma de las precedentes colecciones.
Epílogo. Elogio de la mujer fuerte (31:10-31). Termina el libro con un bellísimo poema alfabético, de paralelismo sintético, en que un autor anónimo hace el elogio de la mujer como esposa, madre y ama de casa.
La presente división sigue el orden del texto hebreo, del cual difiere el de los LXX. Estos colocan los proverbios de Agur (30:1-14) después de la primera colección de los sabios (22:17-24:22), y las sentencias anónimas de 30:15-33 y los proverbios de Lemuel (31:1-9) después de la segunda colección de los sabios (24:23-34).

Autor, fecha y método de composición.
Los diversos autores indicados y las diferencias de estilo señaladas anteriormente indican que la cuestión del autor y fecha de composición de los Proverbios tiene que ser tratada respecto de cada una de las diversas secciones en particular. Seguiremos el orden precedente.
1. El prólogo y exhortación introductoria. El título de la sección segunda, Proverbios de Salomón, indica que ésta que le sirve de introducción no es del rey sabio. Hay indicios para pensar que es de época bastante posterior a él. Las exhortaciones desarrolladas en amplias estrofas en distinción a los aforismos sueltos de la época salomónica, la personificación de la sabiduría en los capítulos 8-9, la revelación antico-testamentaria respecto de ella, suponen una tradición sapiencial que tiene ya un largo pasado. También el ambiente social que reflejan estos capítulos no es el de la edad de oro del rey Salomón, sino que se pronuncian por una época de agitación política y social y decadencia moral profunda, que evocan los días que precedieron al destierro o la época persa. Como, por otra parte, el autor desconoce la retribución del más allá, que no encontramos hasta los escritos del siglo u, parece que la introducción a los Proverbios fue compuesta durante el siglo IV.
2. Las colecciones salomónicas. El libro atribuye las secciones segunda y cuarta al rey Salomón. Indicios internos y referencias externas prestan fundamento suficiente para atribuir al gran rey estas dos colecciones, que constituyen, en consecuencia, la parte más antigua del libro. La forma literaria, dísticos sin ilación de unos con otros, arguye un tiempo muy temprano de composición, ya que la forma más antigua de las sentencias parece haber sido la corta, el proverbio de una sola línea. Su contenido empírico, simples constataciones de la vida cuotidiana, nos dice que nos encontramos todavía en los orígenes de la literatura sapiencial bíblica.
Las mismas sentencias relativas a la realeza dejan entrever que han sido compuestas en los días gloriosos de la monarquía.
Esto confirman los datos externos. Los libros sagrados mismos nos hablan de la sabiduría proverbial de Salomón. El libro I de los Reyes dice que pronunció tres mil proverbios 14. El libro de la Sabiduría refleja la impresión que causó su sabiduría 15, y el Eclesiástico pone de relieve la admiración que suscitaron sus proverbios 16. Tal vez éstos se transmitieron primero oralmente y sólo más tarde fueron consignados por escrito, como debió de ocurrir con los de la segunda colección recogidos por los sabios de la corte de Ezequías. Dado que este procedimiento literario fue cultivado en Oriente ya antes de Salomón y gozó siempre del agrado popular, no hay dificultad ninguna en admitir que en los días del gran rey fuese también utilizado en Israel17.
Salomón es, sin duda, el autor de un buen número de las sentencias contenidas en ambas secciones. No se excluye, claro está, la posibilidad de que algunas sean adiciones posteriores, a que tan fácilmente se presta este género de colecciones. Más aún, el parentesco de algunas de ellas con el Deuteronomio y los escritos profetices dan a entender que son de autores más recientes 18.
3. Las colecciones de los sabios. El texto las atribuye a los sabios. Las dos presentan gran parecido en su forma y pensamiento, por lo que se concluye pertenecen a la misma época y son producto del mismo círculo de sabios. Quiénes sean éstos y en qué tiempo escribieron, no es fácil determinarlo, ya que nada nos dicen sobre ello las fuentes bíblicas ni tenemos noticia alguna por otras fuentes. El léxico y las formas aramaicas, la disposición en estrofas de cuatro, cinco o más versos, que la distingue de la sección precedente y la asemeja a la introducción; la ética interior y profunda, que supone un grado avanzado de reflexión; la probable dependencia de fuentes extranjeras (véase el comentario a esta sección), indicarían como fecha más probable de composición la época posterior al exilio, pero probablemente por autores diferentes al de la sección introductoria, dada la notable diferencia de ambas secciones en cuanto a su estructura y material.
4. Las colecciones de varios. El texto atribuye la primera (30:1-14) a Agur, la tercera (31:1-9) a Lemuel, y presenta anónima la segunda (30:15-33), sin indicación alguna sobre fecha de composición. De Agur y Lemuel sólo sabemos que fueron de la ciudad de Mesa ¿dos israelitas que vivían fuera de su patria? ¿dos extranjeros adoradores de Yahvé? , si es que esta expresión no designa el género literario de lo que sigue (oráculo, vaticinio)19. En cuanto a la fecha de composición, los arameísmos, la forma tetrástica, su contenido y el lugar que ocupan en el libro quizá indiquen también para estas colecciones como fecha más probable la posterior al destierro. El agnosticismo de Agur recuerda al Eclesiastés. La forma rndshál de las sentencias anónimas no decide nada, pues se encuentra en toda literatura hebraica desde Amos 20 hasta el Eclesiástico 21.
5. El elogio de la mujer fuerte. Nos es desconocido el autor de este bellísimo poema. El estilo, la forma alfabética, el ambiente moral que refleja, semejante al del prólogo, con su oposición entre la mujer sabia y fuerte y la mujer necia y adúltera; el lugar que ocupa en el libro, después de las secciones no salomónicas, parecen indicar que es el fragmento de más reciente composición. Pudiera ser del autor del prólogo o de un sabio de la misma escuela.
La composición del libro de los Proverbios en su forma actual tendría lugar de la siguiente manera. De las muchas sentencias de Salomón que se fueron transmitiendo de generación en generación, un autor de época tardía formó la primera colección salomónica, tal vez a base de pequeñas colecciones de proverbios del rey sabio, como sugieren los duplicados 22, con algunas adiciones o retoques suyos. A manera de apéndice se le añadieron las Sentencias de los sabios, que tanto en el TM como en los LXX aparecen después de ella. No sabemos por qué se la colocó antes de la segunda colección salomónica; tal vez llegó a manos del redactor final antes que ésta. Bajo el reinado de Ezequías se había formado la Segunda colección salomónica, que el redactor añadió a las colecciones precedentes con el título También éstas son sentencias de Salomón (25:1). Como complemento añadió las pequeñas Colecciones de Agur y Lemuel y las Sentencias anónimas que aparecen diversamente colocadas en el TM y en los LXX. Finalmente, un último redactor, si no es toda la obra de compilación de uno solo, compuso la Exhortación a alcanzar la sabiduría como prólogo a toda la obra, y tal vez él mismo el Elogio de la mujer fuerte como epílogo. Esta obra del último redactor debió de tener lugar entre los años 500-300, quizá hacia la mitad del siglo IV, fecha, por consiguiente, de composición de los Proverbios en su forma actual. Bajo ella existía ciertamente cuando fue escrito el Eclesiástico (hacia el año 180), como aparece de la comparación de Pro v 1:6 con Eclo 47:18.
Aparece claro que no todo el libro es de Salomón. Si la tradición se lo atribuyó en su totalidad, como también el Eclesiastés y la Sabiduría, la razón es siempre la misma. Salomón pasó a la posteridad como el rey sabio por excelencia, lo mismo que Moisés como el gran legislador de Israel, y David como el salmista por antonomasia. De la misma manera que el Pentateuco se atribuye a Moisés, aunque contenga leyes posteriores a él, y el Salterio a David, sin-que todos los salmos sean suyos, se atribuyen a Salomón los libros citados sapienciales, aunque no todo su contenido sea del rey sabio.

Doctrina religiosa.
Advertimos, al tratar de su contenido, que el libro de los Proverbios no es un tratado dogmático, sino más bien una antología de sentencias; unas de contenido moral; otras, muchas más, observaciones y consejos de prudencia humana y sabiduría práctica. Hay, no obstante, unos presupuestos dogmáticos, fundamento de la moral, y no pocas verdades morales que dan al libro un tono religioso, aunque la mayor parte de sus sentencias sean más bien de carácter profano.

Doctrina dogmática.
1. Dios. Se supone admitido por todos el monoteísmo al no haber alusión alguna a la idolatría, que era desenfrenada en los días que precedieron al destierro 23. Yahvé, nombre con que se designa a Dios en el libro 24, ha creado el mundo con su sabiduría 25. Lo ve y sabe todo 26. Lo gobierna todo con su providencia, incluso las acciones y proyectos de los hombres 27, cuyos más íntimos secretos penetra 28. Es el dispensador de los bienes, autor del rico y el pobre 29; defiende la causa de éste30 y recompensa lo que en su beneficio se hace 31, y considera como insulto a sí mismo el que -contra el pobre se comete 32a. A todas sus obras señala misión que cumplir 32b. Yahvé es eterno 33 e inmutable en sus designios 34.
Se afirma la bondad de Dios, que se complace en el justo y en sus caminos 35. Es misericordioso aun cuando castiga 36, lleno de bondad para los buenos que en El confían 37, de perdón para quienes confiesan su pecado 38. Pero se insiste mucho más en su justicia, como se verá al tratar de la retribución, que de ordinario aparece en la Sagrada Escritura acompañada de la misericordia. Dios, esencialmente justo, tiene como norma suprema de su conducta con los seres humanos, que es la justicia 39.
2. La Sabiduría. La Sabiduría divina. El autor de los Proverbios afirma el origen divino de la Sabiduría, que está en Dios, de quien procede por generación40; su preexistencia a todas las criaturas y la parte que tuvo en la creación de las mismas41. Canta sus excelencias, declarando sus cualidades y los efectos maravillosos que realiza en el mundo 42. Es un don de Dios 43 que se comunica a los hombres, con quienes ella tiene sus delicias 44. Tomando la palabra, cual persona viviente, invita a todos a seguir sus consejos; tenemos también aquí el universalismo de los profetas45. La ley, a cuyo cumplimiento exhorta, sobrepasa la ley mosaica. Más bien que ella y las exhortaciones proféticas son las reflexiones humanas, iluminadas por la sabiduría divina, los principios de conducta que los Proverbios señalan.
La sabiduría humana comprende en los Proverbios varios conceptos, de orden especulativo unos, de orden práctico otros, íntimamente relacionados entre sí, cuya enumeración da la idea compleja de la sabiduría humana en el libro. Son éstos: la ciencia especulativa, que proviene de la revelación y la observación, y comprende el saber o posesión de la verdad 46, la agilidad mental, ingenio o perspicacia para entender las sentencias de los sabios y sus enigmas 47, las aptitudes didácticas, como la elocuencia, la gracia misma en el exponer, para comunicar a otros las enseñanzas de la sabiduría48. La sabiduría es más veces la ciencia práctica que enseña a conducirse en las diversas circunstancias de la vida conforme a los postulados de la sabiduría, tanto en orden físico como en el orden moral. Y bajo este aspecto comprende la prudencia o discreción, que debe acompañar al hombre en todos sus actos 49; la sagacidad y destreza para desenvolverse con éxito en las empresas difíciles y delicadas50. Pero la sabiduría bíblica es ante todo es éste el aspecto en que más se insiste en el libro la rectitud moral, que comprende la justicia, la probidad, la equidad51, es decir, la práctica de todas las virtudes y huida de todos los vicios 52, y requiere disciplina y corrección53. Principio y parte fundamental de esta sabiduría es el temor de Yahvé 54.
3. El ser humano. Naturaleza, Tiene un cuerpo, creado por Dios55, y un hálito vital56, lámpara encendida por Yahvé que penetra hasta el fondo de las entrañas 57, principio de su vida intelectual y conciencia, que descubre su conducta moral. Su estado de ánimo influye en el cuerpo 5S. Se le supone a cada paso dotado del libre albedrío, pues la sabiduría le promete premio o castigo, según que siga o no las sendas por ella trazada59; a su vez, el hombre puede seguir sus consejos o hacer caso omiso de ellos, como suponen sus continuas exhortaciones a que los observe60, a las que de hecho alguna vez ha faltado 61.
¿Inmortalidad del alma? Los autores de los Proverbios afirman la supervivencia de las almas. El hombre después de su muerte desciende al seol, morada de los muertos62, representado como un monstruo insaciable que engulle a todos los vivientes cuando dejan de existir 63, situado en las profundidades de la tierra 64. Su vida allí, un estado de semiinconsciencia y sombras, es poco envidiable 65. Una afirmación expresa de la inmortalidad del alma, razón ontológica de esa supervivencia, no se encuentra en todo el libro. Algunos quieren verla en 12:28, donde el texto hebreo dice: en la senda de la justicia está la vida, y el camino de su senda la no-muerte. Pero dicho texto es muy dudoso y las versiones dan un sentido diverso, preferible, que está de acuerdo con el pensamiento del libro: la senda recta lleva a la vida feliz; la tortuosa, a la muerte prematura. Con mucha frecuencia se afirma que la sabiduría confiere la vida (véase después a propósito de la retribución). Pero la perspectiva parece ser siempre terrena, de modo que la idea de una inmortalidad ética, o fue desconocida para los sabios, o la consideran como algo sin importancia para la vida práctica (Toy) 66.
La retribución. Los autores de los Proverbios participan de la concepción tradicional de su pueblo: las obras buenas son recompensadas en esta vida y las malas reciben en ella su castigo. A la hora de la muerte, todos descienden al seol para llevar allí la vida antes indicada. El premio que se concede a los buenos es una vida larga, feliz y próspera, llena de honor y riquezas, y un buen nombre ante Dios y los hombres67; el castigo de los malos es el deshonor, la desventura, la ruina y la muerte prematura68. Hay algunos textos en los que parece haber una afirmación de la retribución en el más allá, pero son desde el punto crítico dudosos; las versiones dan lecciones diferentes y pueden sin violencia interpretarse de la retribución temporal69. Las expresiones que encontramos en otros versos y que expresan bienes que otorga la sabiduría a quienes siguen sus consejos, árbol de vida70, senderos de vida71, fuentes de vida72, son demasiado indeterminadas para que puedan ser interpretadas de la retribución de ultratumba en un contexto en el que se trata de la temporal y en un libro en el que no hay texto otro alguno en el que se afirme aquella doctrina.
La experiencia clama contra la tesis tradicional: muchas veces los buenos son afligidos y los malos triunfan. Los autores del libro contestan que también los buenos precisan ser purificados, pues ninguno está del todo exento de pecado 73, y que sus tribulaciones pasarán. Por lo que a los malos toca, se contentan con amenazarles con los males antes mencionados cuando contemplan su triunfo. Pero aquella experiencia, tan frecuentemente repetida, debió de ir causando profunda impresión en sus ánimos, y tal vez sospecharon que no todo premio y castigo tenía lugar en esta vida y que no era idéntica la suerte en el más allá para justos y pecadores74, si bien no hay afirmación alguna expresa sobre ello. Si los sabios hubieran conocido la inmortalidad bienaventurada o desventurada, habrían dado la solución al problema, a la vez que habrían tenido un más sólido fundamento, del que no habrían prescindido, para sus recomendaciones a la práctica de las virtudes y la huida de los

Doctrina moral.
1. El temor de Dios es el principio de la sabiduría, en cuanto que lleva al hombre a la práctica de las virtudes, en que la sabiduría bíblica fundamentalmente consiste. Es, además, parte integrante y fundamental de la misma, porque la piedad para con Dios eso viene a ser el temor de Yahvé75 habrá de ser exigencia básica y primordial de toda auténtica sabiduría. Así constituye un deber moral fundamental del hombre para con Dios76, que es fuente de vida77 y asegura el porvenir78.
2. La práctica de las virtudes y la huida de los vicios. El ser humano debe esforzarse por conseguir la sabiduría siguiendo los consejos de los sabios. Ella, que en el orden natural proporciona una vida feliz, exige y recomienda para ello la práctica de todas las virtudes y la huida de todos los vicios. En particular exhorta a practicar la humildad y evitar el orgullo con expresiones que nos recuerdan las de Jesucristo en el Evangelio 79. Recomienda la diligencia para el trabajo y la huida de la ociosidad, que proporcionan, respectivamente, la abundancia y la ruina al hogar 80; la sobriedad en cuanto al vino 81 y en los banquetes 82. Pone en guardia, especialmente en la primera sección, contra el trato licencioso con las mujeres impúdicas, que pone en peligro la paz familiar 83. Al inculcar la moderación en las riquezas y condenar la avaricia, enseña la áurea mediocridad: ni riquezas ni pobreza, sino un justo medio que le mantenga lejos de la soberbia y de maldecir a Dios 84.
3. Moral familiar. El matrimonio se supone monogámico, y se recomienda a los esposos la fidelidad conyugal como factor importantísimo para el bienestar familiar85. La mujer buena es un honor para su marido y su corona86, un inestimable tesoro que sólo Yahvé puede conceder87. Su inteligencia (temor de Dios), mucho más importante que su belleza88, asegura la prosperidad de la casa89. La quisquillosa y de mal carácter, por el contrario, resulta inaguantable 90. Los padres tienen obligación de educar a sus hijos 91. Su educación constituirá una fuente de alegrías para ellos 92, tarea que corresponde también a la madre 93. Si para conseguirla es preciso, deberá emplear medios correctivos; quien entonces no los emplea no ama en realidad a su hijo 94. Los hijos a su vez deben respetar, obedecer y ser dóciles a los mandatos y enseñanzas de sus padres 95. Se condenan enérgicamente ciertas faltas que en los hijos para con sus padres resultan de todo punto detestables, como el robo 96, las injurias 97, los malos tratos 9S. Los señores deben preocuparse del bien físico99 y del bien moral100 de los siervos y no deben acusarlos ante sus dueños, exponiéndolos a que les maldigan 101. Hay siervos inteligentes que merecen ser asociados a los hijos 102. Otros no obedecen sino mediante el castigo 103.
4. Relaciones sociales. Los sabios no se limitan a la moral individual y a la vida familiar, sino que dan también los principios y normas que deben informar las relaciones sociales entre los hombres en general y entre ciertas clases en particular. Aquéllas deben estar reguladas por la caridad y misericordia, recomendadas con expresiones que se acercan a las del Nuevo Testamento, si bien los motivos son todavía más o menos egoístas, y por la justicia, que se identifica con la rectitud y aparece en todas las páginas de los Proverbios. El hombre debe hacer el bien a los demás con prontitud 104, practicar las obras de misericordia 105, especialmente para con el pobre 106, incluso con el enemigo 107. Con los mismos animales deberá ser humano 108. Y debe evitar el devolver mal por mal109, alegrarse del mal ajeno 110, despreciar a los demás 111, especialmente al pobre, lo que indigna al Creador 112. La justicia, que vela por los derechos de los hombres, exige la veracidad en todas las circunstancias 113; dar el peso y medida justas 114, la integridad en los jueces, frecuentemente corrompida por las dádivas 115. Y condena el poner asechanzas a la vida de los demás 116, cooperar al robo 117, la usura 118. Una de las cosas que recomiendan con más frecuencia los Proverbios es el buen uso de la lengua: la muerte y la vida están en su poder; cual sea el uso que de ella hagas, tal sera el fruto 119. Es preciso decir la verdad 12° y ser parco en el hablar, lo que es indicio de sabiduría 121, y evitar la chismorrería 122, la maledicencia 123, la calumnia 124 y, sobre todo, el falso testimonio, que es severamente condenado 125.
Se señalan en particular las relaciones entre el rey y sus subditos. El rey, que recibe de la Sabiduría las disposiciones necesarias para gobernar con acierto y cuya autoridad es necesaria para la buena marcha de los pueblos 126, ha de ser inteligente y prudente, bueno y fiel127, no codicioso 128; ha de hacer reinar entre sus subditos la justicia y el derecho 129, preocupándose de un modo especial de los pobres y humildes 130. Todo ello, más interesante que el número de los subditos 131, hace estable su trono 132 y da a los pueblos grandeza y prosperidad 133. Es preciso que el rey escoja como consejeros hombres inteligentes que sepan asesorarle en las circunstancias difíciles, como la guerra 134. Los subditos harán bien en sentir un saludable temor hacia el rey que les evite actitudes que puedan provocar su ira. Su benevolencia es garantía de favores reales, pero su ira, dado que son señores de la vida y de la muerte, podía poner aquélla en peligro 135.
También para los amigos tienen sus normas los sabios136. La amistad no es sólo para hacerse compañía, ni ha de tener como móvil los beneficios que las riquezas del amigo pueden reportar137. Los amigos han de amarse sinceramente, en todo tiempo 138, y ser como verdaderos hermanos cuando las circunstancias lo exigen 139. No es fácil hallar tales amigos 14°. Han de ser fieles a la amistad probada 141 y encubrirse sus mutuos defectos 142. Hacerse mal es detestable 143.
Moral de los Proverbios y moral evangélica. Los sabios de nuestro libro no ignoraban motivos elevados y desinteresados que proponer a la conducta de sus lectores: el temor de Dios 144, la amistad y complacencia de Yahvé 145, el gozo y el honor de los padres 146, el bien del prójimo 147. Sin embargo, su moral está dominada por motivos egoístas y humanos: aprovecharse lo mejor posible de la vida sobre la tierra, obtener sus recompensas y evitar los males enumerados al hablar de la retribución. Quizá no se pudiera pedir más a quienes ignoraban los destinos del más allá y no les había sido revelada la religión que reclamaría como primera exigencia, junto al amor a Dios, el amor al prójimo como a sí mismo. Sería la revelación neotestamentaria la que por encima de todo motivo humano colocase la gloria de Dios, el bien de los demás, el bien propio moral en orden a la salvación y santificación de las almas para una eterna y celestial bienaventuranza 148.

Inspiración y canonicidad.
Nunca hubo dudas respecto de la inspiración de los Proverbios, por lo que se le enumera entre los libros protocanónicos. El Eclesiástico alude, sin duda, a él en su prólogo es el escrito sapiencial precedente que más se le parece , y en 47:17, al hacer el elogio de la ciencia sapiencial del rey Salomón, menciona los Proverbios (çáâïéìßáé). Los judíos lo admitieron siempre en el canon de libros sagrados. El concilio de Jamnia, que tuvo lugar hacia el año 100 d. C., acabó con las controversias rabínicas que más que sobre el carácter religioso del libro versaban sobre su uso litúrgico , originadas por ciertas supuestas contradicciones y descripciones inconvenientes149, que explicó en razón de su oportunidad y dándoles una interpretación alegórica.
Los cristianos, al recibir corno texto oficial los LXX, aceptaron como inspirado el libro. El Nuevo Testamento lo cita algunas veces 15°; alude otras a él, si no se trata de meras coincidencias 151. Como canónico lo consideraron también los Santos Padres y escritores eclesiásticos 152, que encontraron en él doctrina abundante para instruir a sus fieles. Teodoro de Mopsuestia parece no negó la inspiración del libro, sino que lo subestimó en atención a que sus proverbios parecen encerrar una mera sabiduría humana.
Respecto de la dificultad que pudiera provenir del carácter aparentemente humano muchos de sus proverbios parecen dictados por la mera experiencia y el sentido común , baste añadir a lo indicado a propósito del contenido la observación que frente a tales dificultades hacía Ricardo Simón: Una cosa es la revelación, y otra la inspiración; la inspiración de un libro no ha de ser deducida de su contenido, sino de la revelación divina, que se nos manifiesta con toda certeza153. La revelación tiene por objeto verdades desconocidas; la inspiración puede versar sobre cosas plenamente conocidas, a las que añade certeza divina.

Texto y versiones.
1. El libro fue escrito en hebreo. El texto hebreo, mejor en la primera sección, tiene bastantes corrupciones, como revelan las correcciones marginales de la masora y las versiones, difíciles de evitar en esta clase de libros, en que numerosas expresiones se repiten muchas veces. Algunas de las corrupciones pudieran ser debidas a los escribas, correcciones voluntarias que suelen ser raras en los libros de contenido no teológico. En su mayor parte serían originadas por la mayor libertad con que los judíos trataban estos libros, que no consideraban tan sagrados y autoritativos como el Pentateuco 154.
2. La versión de los LXX, que debió de estar terminada por el año 130, en que el nieto de Ben Sirac componía su prólogo al Eclesiástico, es deficiente. El traductor no captó siempre el sentido del hebreo; tradujo a veces libremente, con perjuicio del sentido genuino del texto, para dar una traducción más suave, obtener una mejor antítesis o un pensamiento más adecuado. Contiene adiciones y paráfrasis que constituyen nuevos dísticos 155. Algunas 156 podrían provenir de un texto más antiguo que el texto masorético, y sin duda indican que nuestro hebreo es una selección del mucho material proverbial que por entonces debía de correr. Omite también sentencias que se encuentran en el hebreo y en las demás versiones 157; pero el texto griego resulta algo más largo que el hebreo. En general da un texto más antiguo que nuestro hebreo, por lo que muchas veces proporciona elementos valiosos para la reconstrucción crítica del texto 158.
3. La versión latina, Vulgata, hecha por San Jerónimo del texto hebreo hacia el año 398 d. C., presenta muy pocas divergencias con el texto hebreo, por lo que ofrece poco material para su reconstrucción crítica. San Jerónimo mismo afirma que la hizo demasiado de prisa; la llevó a cabo en tres días, juntamente con la del Eclesiastés y el Cantar 159. Esto explicaría algunas variantes con el texto hebreo, debidas a una interpretación inexacta del mismo. Las adiciones que contiene provienen de los LXX a través de la Vetus Latina, que fue hecha del griego. Piensan algunos que se introdujeron con el correr del tiempo, obra de los copistas, que quisieron completar utilizando para ello los manuscritos de la Vetus Latina 160.

1 Eclesiastés, Cantar, Sabiduría, Eclesiástico. 2 Dyson, Literatura poética y sapiencial (Verbum Dei, Comentario a la S.E., II) 11.3140. 3 Ez 17:2; Deu_20:49 . 4 Is 14:353; Ez 24:3. 5 Núm 23:7; 24:3.15.20. 6 Ez 13:1; 14:8. 7 Miq 2:4. 8 Lagrange, Le machal sémitique: RB 6 (1909) 340-367; Buzy, Introduction aux parábales évangéliques (París 1912) p.52-61; Vosté, Parabolae selectae Domini Nostri I. C. (Rorna 1933) I P-23-53; Pirot, Le Masa/ dans l'A.T.: RSR 37 (1950) 565-580. 9 1 Re 4:30-34; Jer 49:7; Abd_1:1 :8. 10 Dhorívíe, Études Bibliques. Choix de textes assiro-babyloniens (París 1907); F. Ñau, His-toire et sagesse d'Ahikar l'Assyrien, Traduction des versions syriaques, avec les principales dif-férences des versions árabe, arrnénienne, grecque, néo-syriaque, slave et roumaine (París 1909); Gressmann, Altorientalische Texte zum A.T. (Leipzig 1926); J. B. Pritchard, Ancient Near Eastern Textes (New Jersey 1955); P. Grelot, Les Proverbesaraméensd'Ahiqar: RB 68 (1961) 178-194- 11 Cf. introducción particular a la parte III: Sentencias de loa sabios. 12 IInni. 12, a propósito de 7:1. 13 28:22. 14 -1:30-32; 3:4 28; 4:1-19; 5:9 h. 15 9:7-15. 16 47:16-18. 17 1 Re 4:30-34. La Doctrina de Arnen-tn-opc fue compuesta enhv los unos 1000-600. Después cultivaron este procedimiento literario los persas y los árabes, los griegos y los romanos. Más o menos, todos los pueblos sintieron agrado por las máximas sapienciales. 18 Dt 1:13; 17:14-20; Is 3:3; 11:1-5; 19:11; 40:20; Jer 8:9; Ez 27:8; 28:4; Os 14:9. 19 Cf. Is 13:1; Nah 1:1. 20 1:3.6.9. 21 50:27-28; 2Cr_40:18-26 . 22 Cf. 10:1 y 15:20 10:2 y 11:4; 14:12 y 16:25; 16:2 y 21:2; 19:5 y 19:9. 23 Ez 6:8.23. 24 Ex 3:13. 25 3:19-20; 8:21-31. 26 5:21; 15:3-11. 27 16:1.4.9.33; 19:21; 20:24. 28 15:11; 24:12. 29 22:2', 29:13- 30 22:22-23. 31 16:17; 21:13 32a I4:3i; 17:5. 32 16:4. 33 8:22-23. 34 19:21. 35 3:31-32; 11:1.20; 15:26. 36 3:12. 37 3:5-10.34; 12:2. 38 28:13. 39 14:1; 16:1. 40 8:22-24. 41 8:24-30. 42 8:12-21. 43 2:1-6. 44 8:31. 45 1:20-23; 8:1-11. 46 1:2; 2:5. 47 1:6. 48 1:20-21; 3:11; 7:1; 10:13.31.32; 15:2.7; 16:23-24. 49 1:4; 4:1-7; 8:12; 14:15-19; 25:16-17; 27:12. 50 24:3-6. 51 16:3. 52 2:6-12; 4:10-2.26.27; 8:8-9; 2Cr_20:7 ; 21:4. 53 6:23; 2Cr_10:17 ; 13:1.18.24; 14:13; 19:20; 29:15. 54 1:7; 2:5; 3:7; 14:2.26.27; 23:17:18. 55 20,12. 56 Gen 2:7. 57 20,27. 58 15:30; 17:22. 59 1:20-23; 3:11-21; 4:1.10.20; 8:1-11; 22:17; 23:12. 60 1:8.9.24-33; 3:1-10; 6:12-15; 13:21-23; 14:14; 15:26. 61 20:9 62 1:12; 5:5; 7:27. 63 27:20; 30:16. 64 6:18. 65 2:18; 9:18. 66 Proverbs (ICC) p.XVI. 67 1:9; 2:21; 3:1-10.16-22; 8:18; 13:25; 19:23; 20,7. 68 1:18-19; 4:19; 9:17; 10,9; 11:3; 13:21; 15:27; 19:23; 23:16; 24:14. 69 Cf. comentario a 11:7; 12:28; 13:6; 14:32; 15:24; 23:18; 24:20. 70 3:18; 15:4- 71 2:19; 5:6; 16:22. 72 4:23; 8:35; 10,2.11.17; 13:14- 73 20,9. 74 9:18; 21:16. 75 1:7- 76 3:7; 14.2; 17:18; 24:21. 77 14:27- 78 23:18. 79 3:34; 6:17; 15:25; 22:4. 80 10,4.5; 12:11.27; 13:4; 14:23; 20:13; 28:19. 81 20,1; 21:17; 23:29-35. 82 23:1-3. 83 5:1-23; 6:20-7:27; 23:27.28; 31:3 84 23:4.5; 15:27; 30:8-9. 85 5:15-21; 6:29-32. 86 11: 16; 12:4. 87 18:22; 19:14, 88 31:30. 89 14:1; 31:10-31. 90 19:13; 21:9-19; 25:24; 27:15- 91 22:6. 92 10:1; 15:20; 17:21-25; 23:15.16.24.25; 29:17. 93 1:8; 6:20; 31:1.26. 94 I3:24;19:18; 22:15; 23:13-14; 29:15- 95 1:8; 4:1-4; I9:26;23:22. 9628:24- 97 20:20; 30:11-17. 98 19:26 99 31:15-21 100 29:19-21 101 30:10 102 17:2 103 29:19 104 3.27-28; 11:27 105 21:21-26 106 14.21; 19:17; 21:13 108 12.10 109 24:29 110 24.17-18 111 11:12; 14-21 112 14:31; 27:5 113 6:17; 12:19 114 11:1-20-10; 23 115 17:23; 18:5; 24:23. 116 1:11; 1:67 117 1:10-19 118 28-8 119 18:21; 12:6-18; 15:2; 4-7; 21:23. 120 12:17; 12:22. 121 10,19; 14:23 122 16:28; 26:20. 123 11:13; 26:22. 124 10:18. 125 6:191 14:25; 19:5·91 25:18. 126 11:14· 127 16:10-13; 28:2.6. 128 28:15-16. 129 29:4; 31:5 130 29:14; 31:8-9 131 14:28. 132 16:12; 25:5; 29:4. 133 11.10-11; 14:34; 29:2. 134 20:18; 24:6. 135 16:14-15; 19:12; 20:2; 24:21. 136 18:24. 137 19:4. 138 17:17. 139 18:24. 140 21:19 141 27:10. 142 17:9. 143 26:19. 144 1:7; 8:13. 145 3:32; 11:20; 16:5; 21:27. 146 10.1; 15:20; 19:13 147 11:10-11.26; 14:34· 148 Cf. H. Renard, Le livre des Proverbes (Pirot-Glamer, La "Sainte Bible VI) (París 1946) p.37-38. 149 26:4 y 6; 7:1-27. 150 Heb 12:5 a 3:11; Sant 4:5 a 3:34; Rom 3:15 a 1:16; 12:20 a 25:21-22. 151 Lc 14:10 a 25:7; 2 Cor 8:21 a 3:4; 9:7 a 22:9; 1 Pe 2:17 a 24:21; 4:8 a 10:12; 4:18 a 11:31; 2 Pe 2:22 a 16:11. 152 San Clemente Rom. (1 Cor 14:21. 30. 56. 57); San Ignacio De Ant. (Epist. ad Eph. 5; ad Magn. 12); San Policarpo (Epist. ad Phil. 6); San Efrén (Serm. De Seipso i). 153 Réponse aux sentiments de quelques théologiens de Hollande (1688) 12. 154 Cf. A. J. Baumgartner, Étude critique sur l'état du texte du livre des Proverbes (1890); Müller-Kautzsch, The book of Proverbs. Gritical edition of the Hebrew text with notes (Leipzig; 1091); G. R. Driver, Problemsin the Hebrew Text of Proverbs: Bib 32 (1951) 173-197. 155 4:27; 9:12; 24:22. 156 11:16; 27:20-21

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Proverbios 12,1-28

12. Justicia. Buen Uso de la Lengua. Laboriosidad.

Antítesis Entre el Justo y el Impío Vida Doméstica (12:1-12).
1 El que ama la corrección ama la sabiduría, el que odia la corrección es un necio. 2 El bueno alcanza el favor de Yahvé, que condena al de mala vida. 3 No se afirma el hombre por la impiedad; la raíz del justo no será arrancada. 4 La mujer fuerte es la corona del marido, la mala es carcoma de sus huesos. 5 Los pensamientos del justo son rectitud; los consejos del impío, fraude. 6 Las palabras del impío son para acechar la sangre; la boca del justo la salva. 7 Son trastornados los impíos y dejan de ser, pero la casa del justo queda en pie. 8 Cada uno es alabado según su sabiduría, pero el de perverso corazón es menospreciado. 9 Mejor está el hombre oscuro que tiene qué comer que el presuntuoso que carece de pan. 10 El justo provee a las necesidades de sus bestias, pero el corazón del impío es despiadado. 11El que labra su campo tendrá pan a saciedad, pero el que se va tras los vagabundos es un insensato. 12 El deseo del impío es una red de males, la raíz del justo es fructífera.

Continúan las antítesis en torno al justo y al impío, repitiéndose conceptos ya expresados. La primera pone relación entre la corrección y la sabiduría. Es aquélla un medio maravilloso para evitar toda una serie de pequeños o grandes defectos que, por estar habituado a ellos o no darse cuenta de ellos, sólo una mano amiga y caritativa puede hacernos conscientes de ellos. Dejarse corregir de los sabios, recibiendo con humildad sus advertencias, indica verdadera sabiduría, que lleva a una rectitud moral cada día mayor. Quien rechaza la corrección irá perdiendo sensibilidad para la virtud y se verá cada día más fuertemente dominado por sus vicios y defectos. Los sabios la recomiendan con mucha frecuencia.
Los v.2-3 contienen el pensamiento tan repetido de que la vida virtuosa asegura el favor de Yahvé, que lleva consigo la vida larga y feliz, mientras que la impiedad se hace acreedora al castigo de Dios, que no permitirá al impío una prosperidad duradera 1.
La antítesis del v.4 se refiere a la esposa, de cuyas cualidades depende en gran parte la dicha del marido. La mujer fuerte, virtuosa, que sabe gobernar su casa, solícita del bien de todos, es una gloria para su marido. El 0.31, con su precioso elogio, es el mejor comentario a esta sentencia. La desvergonzada, como dice el hebreo, que no atiende al gobierno de la casa y no es fiel al marido, destruye la felicidad del esposo, y la pena y tristeza que su conducta le causan va minando incluso sus energías corporales, como la caries corroe y destruye los huesos.
Contrastan los pensamientos del justo y del impío, que son la raíz última de sus obras. Los del primero están conformes con los dictámenes de la sabiduría. Los del segundo, simulando buscar el bien de los demás, tienen, en realidad, como única meta el bien propio. Más aún, el impío, no contento con fraudes y engaños, pone con sus calumnias, con sus falsos testimonios, con sus acciones, asechanzas a la vida ajena, y con ello a la propia 2, mientras que el sabio, que busca siempre el bien, libra al incauto con sus consejos 3 y al inocente con su sabiduría, como libró Daniel a Susana de las acusaciones de los ancianos. Las consecuencias para uno y otro serán también muy distintas: perecerá presto el malvado y con él sus planes, mientras que gozará de los bienes de la vida por largo tiempo el justo 4.
Para el sabio, la verdadera fuente de alabanza es la sabiduría, y en la medida que el hombre la posea, es digno de estima. Se trata de la sabiduría bíblica, que incluye la clarividencia intelectual, pero que supone las cualidades morales y religiosas. También prefiere el sabio al hombre sencillo, sin gloria, pero con recursos para mantener a sí y a su familia, que al presuntuoso, que pavonea de nobleza y riquezas y carece de lo indispensable para comer 5.
El justo es humanitario incluso con los animales, que, si no tienen inteligencia, sienten, no obstante, y padecen. Por eso cuida de ellos, procura no les falte el debido sustento, mientras que el impío, de corazón duro, los trata con crueldad, les impone cargas excesivas y les propina fuertes palizas cuando no se doblegan a sus gustos. El· trato de los animales tiene su valor educativo: el que es cruel con ellos, fácilmente lo es también para con sus prójimos. Yahvé mandó a los israelitas repetidas veces ese buen trato respecto de los animales, ordenando, por ejemplo, que no se pusiese bozal al buey mientras trillaba 6; que no se unciesen juntos para arar al buey y al asno 7, lo que supondría para éste, como más débil, un trabajo excesivo; que, si se encontraba un nido, se cogiesen los huevos o polluelos, pero se dejase libre a la madre. Todo lo cual tenía como última mira fomentar la delicadeza de sentimientos en los israelitas 8.
La sabiduría bíblica tenía, naturalmente, que contener axiomas referentes a la agricultura, dado que el pueblo hebreo la cultivó desde la conquista de la tierra prometida hasta la destrucción de Jerusalén por los romanos. Quien es diligente en la labranza del campo obtendrá cosechas que le llenarán los graneros y asegurará un bienestar material. El vago es un necio que se encontrará con la pobreza, que es a veces un castigo de Dios a quienes se enriquecieron rápidamente con medios ilícitos 9; en la mayoría de los casos es debida a la vagancia. Concluye la perícopa con un pensamiento en que ya ha insistido; el malvado, con sus impiedades, se tiende una red, en que muchas veces es cogido, mientras que la sabiduría que dirige la vida del justo le proporciona los frutos que ella lleva consigo 10.

Buen y mal uso de la lengua (12:13-23).
13 El malvado se enreda en pecados de lengua, el justo se libra de ellos. 14 De los frutos de su boca se sacia el hombre, y según él trata, así será tratado. 15 Al necio le parece derecho su camino, mas el que escucha el consejo es sabio. 16 El necio luego al punto descubre su cólera, el sensato sabe disimular su afrenta. 17 El que habla verdad declara lo justo, pero el testigo falso lo disfraza. 18 Hay quien al hablar da tantas estocadas como palabras, pero la lengua del sabio cura las heridas. 19 El labio veraz mantiene siempre la palabra; la lengua mentirosa, sólo por un momento. 20 El corazón del que maquina el mal es fraudulento, alegre el corazón de los buenos consejos. 21 Sobre el justo no vendrá la adversidad, mas para los impíos todo serán males. 22 Los labios mentirosos los aborrece Yahvé; se agrada de los que proceden sinceramente. 23 El cuerdo encubre su sabiduría; el corazón del necio pregona su necedad.

El sabio hace un parangón entre el uso que de la lengua hacen el justo y el impío y sus diversas consecuencias. El impío, con sus mentiras e injurias, con sus calumnias y demás pecados de lengua, se prepara su propia ruina, creándose enemigos y exponiéndose a las penas legales; de todo lo cual se libra el hombre justo, cuyos labios, guiados por la sabiduría, son fuente de vida con sus consejos orientadores n. Cada uno recogerá lo que con su boca sembrare: el agradecimiento y la estima, quien dio sabios consejos; el desprecio y el castigo, quien empleó sus labios para hacer el mal a los demás.
La mayor desgracia del necio es el no darse cuenta de que va errado en su camino, con lo que hace más difícil su corrección. Cegado por su maldad, por la soberbia, por la ambición, se tiene a sí mismo por guía. El sabio, por el contrario, es humilde y se deja guiar con gusto de quienes juzga más sabios que él. Tobías aconsejaba a su hijo seguir el consejo de los prudentes 12, y Ben Sirac exhorta a no hacer nada sin consejo, con lo que no tendrás que arrepentirte de lo hecho 13.
De vez en cuando nos encontramos en los Proverbios con sentencias que traen a nuestra mente los sentimientos de caridad del Nuevo Testamento. El necio es orgulloso y, apenas siente herido su amor propio, incapaz de contener su ira, salta en imprecaciones contra quien le ofendió. Pero el sensato sabe dominar su indignación frente a la injuria recibida y comportarse como si no hubiere sido afrentado. Claro que el motivo no es el amor al ofensor, título por el que Jesucristo recomienda tal conducta, sino el propio interés, al que sirve el conservar la tranquilidad de ánimo frente a las ofensas.
Difiere también, por supuesto, la actitud del justo y la del impío respecto de la verdad. Aquél es un fiel testigo, que no miente14; la justicia es la verdad puesta en práctica. El impío, en cambio, es un testigo falso, con lo que falta a un principio fundamental de la vida social, que exige la verdad en el juicio. El éxodo inculca al testigo la obligación de decir la verdad; al juez, la de juzgar conforme a la justicia, y a los dos, el no apartarse de ellas sobornados por las dádivas 15. Y así, la lengua del impío es como una espada de dos filos, que no sabe pronunciar una palabra sin herir con una crítica, con un falso testimonio, mientras que la del sabio, deshaciendo con su palabra autorizada una murmuración, una calumnia, derrama bálsamo en el ánimo herido por aquéllas. El hombre sabio, antes de hablar o dar testimonio, se informa bien y piensa lo que ha de decir y luego persevera firme en su palabra, sin temor a ser desmentido, porque encontró la verdad y ésta es estable y eterna. El mentiroso sólo por un momento puede mantener su palabra, porque su mentira es presto descubierta, que se coge antes a un mentiroso que a un rengo, como dice nuestro refranero. También la sabiduría egipcia insiste mucho en la veracidad de la palabra, si bien con un fin interesado 16.
Tiene diversa repercusión en el corazón, afirma el v.20, la actividad del que maquina el mal y la del que con sus consejos hace el bien a los demás. La primera crea temor, inquietud, agitación ante el peligro de ser cogido en el mal; los impíos no tienen paz, dice Yahvé.17 La segunda origina ese gozo y alegría que es una consecuencia lógica de la vida virtuosa, que cumple los mandatos de Dios y practica la caridad con los demás. Es fruto de la justicia escribe A Lapide la paz y tranquilidad imperturbable de ánimo, que es, según común testimonio de los filósofos, el mayor bien de esta vida.18 La última razón de todo está en el principio de retribución, que una vez más repite el sabio (v.21). El malo, antes o después, encontrará su castigo, mientras que el justo goza del favor de Yahvé, que le preserva de toda adversidad.
Tratando del buen y mal uso de la lengua, el sabio hace constar que los labios mentirosos son aborrecibles a Yahvé. Lo indicó ya en 6:17, enumerándolos entre las cosas odiosas a Dios, y el libro dedicará unos cuarenta versos a poner de manifiesto lo que Dios y la sabiduría detestan los pecados de lengua 19. El mismo dato declara a la vez lo que Yahvé se agrada en quienes hablan y proceden con sinceridad. Una preciosa constatación concluye la perícopa: el hombre sensato es prudente y reservado en sus palabras; no hace alarde de sí y sus cosas, y en esa sabia actitud de humildad suya radica una buena parte de su encanto. El necio, en cambio, queriendo pregonar a todos su supuesta sabiduría, demuestra con ello que es un necio, y en realidad lo que pregona es su necedad. Una vez más se recomienda el prudente silencio y se condena la procacidad en el hablar.

Laboriosidad y ociosidad. Frutos de la justicia y de la impiedad (12:24-28).
24 La mano laboriosa señorea; la perezosa se hace tributaria. 25La angustia del corazón deprime al hombre, y una palabra buena le conforta. 26 El justo aventaja a su prójimo; el camino del impío le lleva a la ruina. 27El indolente no asa su pieza, pero el diligente tiene copiosa abundancia. 28 En el camino de la justicia está la vida; el camino tortuoso lleva a la muerte.

La primera sentencia, que constata los frutos y consecuencias de la diligencia y la ociosidad en el trabajo, se repite muchas veces en el libro 20. Quien trabaja con esmero obtiene copiosos frutos de su trabajo, que le permitirá adquirir nuevas posesiones, mientras que el negligente las que tiene tendrá que ir vendiendo para tener su sustento, y terminará trabajando las ajenas si no quiere perecer en su indigencia. Recoge a continuación el sabio una observación mil veces comprobada: la angustia deprime el ánimo, abate las energías morales y físicas hasta llegar a veces a paralizar la actividad del ser humano por ella afectado. Es claro, en cambio, que la palabra alentadora que sale de un corazón amigo produce efectos maravillosos en el corazón triste y angustiado. La misma idea con distintas expresiones se repite en 15:13; 17:22.
El texto del v.26 está corrompido y las versiones antiguas presentan lecciones diferentes, de modo que es muy difícil adivinar la lección original. Si la que escogemos es la auténtica, el sabio afirma la ventaja del justo sobre el impío, que encuentra su comentario a lo largo de todo el libro, cuyas sentencias contraponen constantemente los efectos saludables de la vida virtuosa y las consecuencias fatales de la impiedad 21. Con una expresión plástica repite la idea del v.24: el indolente no asará su pieza, porque primero habrá de darle alcance, lo que no es posible sin el esfuerzo y diligencia que él se niega a poner. Es el diligente cazador, que desde muy temprano sale al campo, quien podrá repetir el a quien madruga, Dios le ayuda de nuestro refranero. El v.28, en la lección de los LXX, repite el constante estribillo del libro, que, al proponer una y otra vez ante los ojos los frutos de la vida virtuosa y las consecuencias de la impiedad, sirve de constante estímulo a practicar la justicia y evitar los vicios 22.

1 8:35; 10:25. 2 1:11-19. 3 1:4. 4 10:25. 5 Eco_10:30. 6 Deu_22:10. 7 Deu_22:10. 8 éxo_20:10; Deu_23:12; Deu_5:14; Deu_22:4.6; Deu_25:4; Job_38:39-41; Sal_36:7; Sal_104:14.27; 148: Cf. P. Heinisch, Teología del Vecchio Testamento (Turín-Roma 1950) p.206. 9 20:21; 18:22. 10 1:18. 11 11:9. 12 4:18. 13 32:23. 14 14:5- 15 23:1-9- 16 Cf. Duesberg, O.C., ?.106. 17 Isa_48:22. 18 O.c., 1x367. 19 Cf. 4:24; 6:19; éxo_10:8.112Cr_18:19-21; I2:6.i3ss; 13:3; 14:3.23; 15:2.4.7; 16:23-24, etc. Cf. B. otte, Abomina Yahvé los labios mentirosos (Pro_12:22); RvBiltl 19 (1957) 105s. 20 6:6-11; 10:4; 12:27; 19:15; 21:5; 26:13-16. 21 El TM no ha conservado bien el 26a, y las versiones, con sus lecciones diferentes, no dan elementos de reconstrucción. Los LXX traducen: el arbitro justo es su propio amigo. Así tamben la Bib. de Jér.; Wieseman: el justo busca sus pastos (el aliento moral y religioso). Otros: el justóles un sostén para su amigo. 22 Cf. 2:18-19; 3:2; 5:5; 7:27; 8:35, etc. El TM dice: y en el camino de su senda la no-muerte, que algunos han entendido en el sentido de la inmortalidad. Está más de acuerdo con el libro la versión de los LXX, que prefieren la mayoría de los críticos modernos, confirmada por las versiones antiguas y algunos manuscritos hebreos, que leen 'el (hacia) en lugar de 'al (no-muerte). Cf. Dahood, Inmortality in Pro_12:28 : Bib 41 (1960) 176-181.