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Proverbios.
Introducción.
El título. El máshál hebreo.
El libro de los Proverbios lleva en el texto hebreo el título Mislé Selomo, que la versión de los LXX han traducido por Ðáñïéìßáé Óáëùìùíôïò, y la Vulgata Líber Proverbiorum. La tradición cristiana en su liturgia ha designado este libro, como los otros estrictamente sapienciales i, con el de Sabiduría de Salomón. Sólo cuando esta denominación se reservó para el libro que hoy intitulamos con ella, se dio al libro de los Proverbios su actual título, que responde al hebreo, tomado de 1:1.
Proverbio es una breve sentencia que, generalmente bajo una imagen o comparación, recoge una observación interesante, a veces curiosa; casi siempre un consejo útil para la vida práctica, cuya inteligencia exige frecuentemente atenta reflexión. Forma de sabiduría popular que se encuentra en todos los pueblos, cada cual tiene su refranero, especialmente en los orientales. Alguien la definió sabiduría de muchos e ingenio de uno 2, que supo expresar aquélla en su forma proverbial.
Pero el máshál hebreo tiene una significación más amplia y una dimensión más religiosa que nuestro proverbio. Etimológicamente implica la idea de semejanza, comparación; como éstas eran cultivadas especialmente por los sabios, máshál vino a designar cualquier escrito sapiencial, sobre todo si en ellos se empleaban expresa o tácitamente aquellas figuras literarias. Así se aplicó a la parábola 3, a los oráculos de Yahvé expresados por medio de imágenes4, a los vaticinios de Balaam 5; incluso a poemas satíricos contra los falsos profetas6, contra los ricos opresores7. En cuanto a su dimensión religiosa, una séptima parte de los contenidos en proverbios encierran enseñanzas de orden dogmático o moral. Los demás son meras reglas de prudencia humana. Pero, si consideramos el libro en su conjunto, se adivina en la mente del autor sagrado un fondo religioso, unos principios morales, entre los que sobresale el temor de Dios, que informan todo el libro. De ahí que los judíos, no obstante el carácter profano de muchos de sus proverbios, consideraran siempre el libro como inspirado, y sus sentencias llenas de sabiduría y autoridad.
La forma literaria de los proverbios es poética, que facilita su retención en la memoria, comparativa a veces hiperbólica , muy apta para enseñar e impresionar las mentes sencillas del pueblo hebreo, en dísticos antitéticos casi siempre, cuyo contraste pone más de relieve la idea que se quiere inculcar. Todo lo cual hace de las páginas de los Proverbios una de las lecturas más amenas de la literatura antico-testamentaria 8.
El estilo proverbial no es exclusivo de Israel. Se encuentra en el Oriente 9 En el comentario aludiremos a la sabiduría de Ahikar, de Asiría, que debió de escribir en el siglo VII y bajo cuyo nombre nos han llegado muchas colecciones de sentencias 10. Citaremos también sentencias de Amen-en-ope, alto funcionario de Egipto que vivió entre los años 1000-600, cuya semejanza con las de Proverbios hace pensar en la dependencia de éstas respecto de las del sabio egipcio, si es que no dependen ambas de una fuente común 11.
Contenido.
Proverbios contiene un maravilloso conjunto de máximas sobre la sabiduría divina y la humana, que hacen del libro un precioso manual de conducta que enseña el arte del buen vivir. Pues, como observó San Basilio, contiene la ordenación de las costumbres, la enmienda de las pasiones, enseñando en brevísimas advertencias todo aquello que hay que hacer o hay que evitar 12.
Su contenido más importante lo encierran los capítulos 8-9, en los que el autor hace un cumplido elogio de la sabiduría divina, señala su origen y excelencias y describe sus efectos maravillosos en la creación. Añade una apremiante exhortación a su búsqueda y a regir la vida por los principios que de ella dimanan.
Los demás capítulos contienen sentencias de orden moral y humano de dimensión universalista. Para toda virtud tiene su recomendación, especialmente para el principio de todas ellas, que es el temor de Dios, y para todo vicio su reproche, particularmente para el libertinaje, la injusticia, la ociosidad, la ira y el odio. Todas las diversas clases de hombres encuentran en el libro consejos adecuados a su profesión: los reyes, los jueces y los magistrados, los que tienen negocios y los que carecen de ellos, los amigos y los enemigos, los jóvenes y las personas de edad madura; se regulan incluso las relaciones entre los padres y los hijos, los hombres y las mujeres,, los señores y los siervos. Y en todos los aspectos de su vida, religioso, moral, político, social, con sus circunstancias concretas, señala la norma práctica a seguir dictada por la sabiduría.
El fin, por consiguiente, que se ha propuesto el redactor en su obra es el enseñar a los hombres de toda clase y condición, y en todas las circunstancias de su vida, la ciencia y el arte del buen vivir. Es decir, las enseñanzas de la Sabiduría, que se refleja en la creación y en la ley de Dios, y que señalan los principios de conducta para una vida recta y feliz y las normas concretas de prudencia y discreción, de disciplina y corrección, precisas para obrar con rectitud moral y asegurar el éxito en las diversas empresas y negocios de la vida (en la mente del autor la virtud es premiada en este mundo). El arte de vivir sabiamente consiste, por tanto, en el cumplimiento de las instrucciones de la sabiduría, en la observancia de los mandamientos. Y como a esto se llega por el temor de Dios, de ahí la repetida enseñanza del sabio de que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, y en este sentido la sabiduría misma; el temor de Yahvé, dice el libro de Job, ésa es la sabiduría; apartarse del mal, ésa es la inteligencia.13 Véase comentario a 1:1-7.
División.
La división del libro apenas podría hacerse en razón de su contenido, ya que los diversos temas se tratan en las diferentes partes del mismo. Puede, en cambio, hacerse fácilmente si atendemos a los distintos autores a que el mismo texto atribuye secciones de proverbios y al estilo que caracteriza a cada una de éstas. Teniendo en cuenta estos factores, proponemos la división siguiente:
Prólogo (1:1-7). Presenta el título y argumento del libro.
I. Exhortación a conseguir la sabiduría (1:8-9:18). Amplia introducción al libro, en que su autor, anónimo, en estrofas de unos diez versos, invita al estudio de la sabiduría, haciendo su elogio y poniendo de relieve sus frutos. Pone en guardia, especialmente a los jóvenes, de los peligros de corrupción que apartan de ella.
II. Primera colección de proverbios de Salomón (10:1-22:16). Comprende 373 sentencias, que el mismo texto atribuye al rey sabio, expresadas en paralelismo antitético la primera parte de la colección (10-15), sinónimo la segunda (16-22). Señalan normas de conducta para practicar las virtudes y evitar los vicios.
III. Dos colecciones de sentencias de los sabios (22:17-24:34). La primera colección comprende 38 sentencias; la segunda, solamente seis, distribuidas en dísticos o estrofas de varios versos, de paralelismo sinónimo. Exhortan a la justicia con el prójimo, a evitar la intemperancia, a vencer la pereza dadas sus consecuencias.
IV. Segunda colección de proverbios de Salomón (25-39). Más breve que la primera, presenta 127 sentencias, recogidas, dice el texto, por los varones de Ezequías. De gran parecido con aquélla, contiene bellísimas comparaciones y antítesis sobre el rey, el loco, la pereza, la vida del campo, que hacen de esta sección uno de los fragmentos más hermosos del libro.
V. Proverbios de varios autores (30-31:9). A Agur, personaje desconocido, se atribuyen las sentencias de 30:1-14, y a Lemuel las de 31:1-9. Unas y otras en tetrásticos (estrofas de cuatro esticos). Agur exalta la palabra divina y la áurea mediocridad; Lemuel consigna consejos que le dio su madre para ponerlo en guardia frente al vino y las mujeres.
Entre ambas breves colecciones se intercalan, sin consignar su autor, unas sentencias numéricas (30:15-33), forma literaria muy del gusto de los orientales. Los tres grupos de sentencias difieren notablemente por su tono y forma de las precedentes colecciones.
Epílogo. Elogio de la mujer fuerte (31:10-31). Termina el libro con un bellísimo poema alfabético, de paralelismo sintético, en que un autor anónimo hace el elogio de la mujer como esposa, madre y ama de casa.
La presente división sigue el orden del texto hebreo, del cual difiere el de los LXX. Estos colocan los proverbios de Agur (30:1-14) después de la primera colección de los sabios (22:17-24:22), y las sentencias anónimas de 30:15-33 y los proverbios de Lemuel (31:1-9) después de la segunda colección de los sabios (24:23-34).
Autor, fecha y método de composición.
Los diversos autores indicados y las diferencias de estilo señaladas anteriormente indican que la cuestión del autor y fecha de composición de los Proverbios tiene que ser tratada respecto de cada una de las diversas secciones en particular. Seguiremos el orden precedente.
1. El prólogo y exhortación introductoria. El título de la sección segunda, Proverbios de Salomón, indica que ésta que le sirve de introducción no es del rey sabio. Hay indicios para pensar que es de época bastante posterior a él. Las exhortaciones desarrolladas en amplias estrofas en distinción a los aforismos sueltos de la época salomónica, la personificación de la sabiduría en los capítulos 8-9, la revelación antico-testamentaria respecto de ella, suponen una tradición sapiencial que tiene ya un largo pasado. También el ambiente social que reflejan estos capítulos no es el de la edad de oro del rey Salomón, sino que se pronuncian por una época de agitación política y social y decadencia moral profunda, que evocan los días que precedieron al destierro o la época persa. Como, por otra parte, el autor desconoce la retribución del más allá, que no encontramos hasta los escritos del siglo u, parece que la introducción a los Proverbios fue compuesta durante el siglo IV.
2. Las colecciones salomónicas. El libro atribuye las secciones segunda y cuarta al rey Salomón. Indicios internos y referencias externas prestan fundamento suficiente para atribuir al gran rey estas dos colecciones, que constituyen, en consecuencia, la parte más antigua del libro. La forma literaria, dísticos sin ilación de unos con otros, arguye un tiempo muy temprano de composición, ya que la forma más antigua de las sentencias parece haber sido la corta, el proverbio de una sola línea. Su contenido empírico, simples constataciones de la vida cuotidiana, nos dice que nos encontramos todavía en los orígenes de la literatura sapiencial bíblica.
Las mismas sentencias relativas a la realeza dejan entrever que han sido compuestas en los días gloriosos de la monarquía.
Esto confirman los datos externos. Los libros sagrados mismos nos hablan de la sabiduría proverbial de Salomón. El libro I de los Reyes dice que pronunció tres mil proverbios 14. El libro de la Sabiduría refleja la impresión que causó su sabiduría 15, y el Eclesiástico pone de relieve la admiración que suscitaron sus proverbios 16. Tal vez éstos se transmitieron primero oralmente y sólo más tarde fueron consignados por escrito, como debió de ocurrir con los de la segunda colección recogidos por los sabios de la corte de Ezequías. Dado que este procedimiento literario fue cultivado en Oriente ya antes de Salomón y gozó siempre del agrado popular, no hay dificultad ninguna en admitir que en los días del gran rey fuese también utilizado en Israel17.
Salomón es, sin duda, el autor de un buen número de las sentencias contenidas en ambas secciones. No se excluye, claro está, la posibilidad de que algunas sean adiciones posteriores, a que tan fácilmente se presta este género de colecciones. Más aún, el parentesco de algunas de ellas con el Deuteronomio y los escritos profetices dan a entender que son de autores más recientes 18.
3. Las colecciones de los sabios. El texto las atribuye a los sabios. Las dos presentan gran parecido en su forma y pensamiento, por lo que se concluye pertenecen a la misma época y son producto del mismo círculo de sabios. Quiénes sean éstos y en qué tiempo escribieron, no es fácil determinarlo, ya que nada nos dicen sobre ello las fuentes bíblicas ni tenemos noticia alguna por otras fuentes. El léxico y las formas aramaicas, la disposición en estrofas de cuatro, cinco o más versos, que la distingue de la sección precedente y la asemeja a la introducción; la ética interior y profunda, que supone un grado avanzado de reflexión; la probable dependencia de fuentes extranjeras (véase el comentario a esta sección), indicarían como fecha más probable de composición la época posterior al exilio, pero probablemente por autores diferentes al de la sección introductoria, dada la notable diferencia de ambas secciones en cuanto a su estructura y material.
4. Las colecciones de varios. El texto atribuye la primera (30:1-14) a Agur, la tercera (31:1-9) a Lemuel, y presenta anónima la segunda (30:15-33), sin indicación alguna sobre fecha de composición. De Agur y Lemuel sólo sabemos que fueron de la ciudad de Mesa ¿dos israelitas que vivían fuera de su patria? ¿dos extranjeros adoradores de Yahvé? , si es que esta expresión no designa el género literario de lo que sigue (oráculo, vaticinio)19. En cuanto a la fecha de composición, los arameísmos, la forma tetrástica, su contenido y el lugar que ocupan en el libro quizá indiquen también para estas colecciones como fecha más probable la posterior al destierro. El agnosticismo de Agur recuerda al Eclesiastés. La forma rndshál de las sentencias anónimas no decide nada, pues se encuentra en toda literatura hebraica desde Amos 20 hasta el Eclesiástico 21.
5. El elogio de la mujer fuerte. Nos es desconocido el autor de este bellísimo poema. El estilo, la forma alfabética, el ambiente moral que refleja, semejante al del prólogo, con su oposición entre la mujer sabia y fuerte y la mujer necia y adúltera; el lugar que ocupa en el libro, después de las secciones no salomónicas, parecen indicar que es el fragmento de más reciente composición. Pudiera ser del autor del prólogo o de un sabio de la misma escuela.
La composición del libro de los Proverbios en su forma actual tendría lugar de la siguiente manera. De las muchas sentencias de Salomón que se fueron transmitiendo de generación en generación, un autor de época tardía formó la primera colección salomónica, tal vez a base de pequeñas colecciones de proverbios del rey sabio, como sugieren los duplicados 22, con algunas adiciones o retoques suyos. A manera de apéndice se le añadieron las Sentencias de los sabios, que tanto en el TM como en los LXX aparecen después de ella. No sabemos por qué se la colocó antes de la segunda colección salomónica; tal vez llegó a manos del redactor final antes que ésta. Bajo el reinado de Ezequías se había formado la Segunda colección salomónica, que el redactor añadió a las colecciones precedentes con el título También éstas son sentencias de Salomón (25:1). Como complemento añadió las pequeñas Colecciones de Agur y Lemuel y las Sentencias anónimas que aparecen diversamente colocadas en el TM y en los LXX. Finalmente, un último redactor, si no es toda la obra de compilación de uno solo, compuso la Exhortación a alcanzar la sabiduría como prólogo a toda la obra, y tal vez él mismo el Elogio de la mujer fuerte como epílogo. Esta obra del último redactor debió de tener lugar entre los años 500-300, quizá hacia la mitad del siglo IV, fecha, por consiguiente, de composición de los Proverbios en su forma actual. Bajo ella existía ciertamente cuando fue escrito el Eclesiástico (hacia el año 180), como aparece de la comparación de Pro v 1:6 con Eclo 47:18.
Aparece claro que no todo el libro es de Salomón. Si la tradición se lo atribuyó en su totalidad, como también el Eclesiastés y la Sabiduría, la razón es siempre la misma. Salomón pasó a la posteridad como el rey sabio por excelencia, lo mismo que Moisés como el gran legislador de Israel, y David como el salmista por antonomasia. De la misma manera que el Pentateuco se atribuye a Moisés, aunque contenga leyes posteriores a él, y el Salterio a David, sin-que todos los salmos sean suyos, se atribuyen a Salomón los libros citados sapienciales, aunque no todo su contenido sea del rey sabio.
Doctrina religiosa.
Advertimos, al tratar de su contenido, que el libro de los Proverbios no es un tratado dogmático, sino más bien una antología de sentencias; unas de contenido moral; otras, muchas más, observaciones y consejos de prudencia humana y sabiduría práctica. Hay, no obstante, unos presupuestos dogmáticos, fundamento de la moral, y no pocas verdades morales que dan al libro un tono religioso, aunque la mayor parte de sus sentencias sean más bien de carácter profano.
Doctrina dogmática.
1. Dios. Se supone admitido por todos el monoteísmo al no haber alusión alguna a la idolatría, que era desenfrenada en los días que precedieron al destierro 23. Yahvé, nombre con que se designa a Dios en el libro 24, ha creado el mundo con su sabiduría 25. Lo ve y sabe todo 26. Lo gobierna todo con su providencia, incluso las acciones y proyectos de los hombres 27, cuyos más íntimos secretos penetra 28. Es el dispensador de los bienes, autor del rico y el pobre 29; defiende la causa de éste30 y recompensa lo que en su beneficio se hace 31, y considera como insulto a sí mismo el que -contra el pobre se comete 32a. A todas sus obras señala misión que cumplir 32b. Yahvé es eterno 33 e inmutable en sus designios 34.
Se afirma la bondad de Dios, que se complace en el justo y en sus caminos 35. Es misericordioso aun cuando castiga 36, lleno de bondad para los buenos que en El confían 37, de perdón para quienes confiesan su pecado 38. Pero se insiste mucho más en su justicia, como se verá al tratar de la retribución, que de ordinario aparece en la Sagrada Escritura acompañada de la misericordia. Dios, esencialmente justo, tiene como norma suprema de su conducta con los seres humanos, que es la justicia 39.
2. La Sabiduría. La Sabiduría divina. El autor de los Proverbios afirma el origen divino de la Sabiduría, que está en Dios, de quien procede por generación40; su preexistencia a todas las criaturas y la parte que tuvo en la creación de las mismas41. Canta sus excelencias, declarando sus cualidades y los efectos maravillosos que realiza en el mundo 42. Es un don de Dios 43 que se comunica a los hombres, con quienes ella tiene sus delicias 44. Tomando la palabra, cual persona viviente, invita a todos a seguir sus consejos; tenemos también aquí el universalismo de los profetas45. La ley, a cuyo cumplimiento exhorta, sobrepasa la ley mosaica. Más bien que ella y las exhortaciones proféticas son las reflexiones humanas, iluminadas por la sabiduría divina, los principios de conducta que los Proverbios señalan.
La sabiduría humana comprende en los Proverbios varios conceptos, de orden especulativo unos, de orden práctico otros, íntimamente relacionados entre sí, cuya enumeración da la idea compleja de la sabiduría humana en el libro. Son éstos: la ciencia especulativa, que proviene de la revelación y la observación, y comprende el saber o posesión de la verdad 46, la agilidad mental, ingenio o perspicacia para entender las sentencias de los sabios y sus enigmas 47, las aptitudes didácticas, como la elocuencia, la gracia misma en el exponer, para comunicar a otros las enseñanzas de la sabiduría48. La sabiduría es más veces la ciencia práctica que enseña a conducirse en las diversas circunstancias de la vida conforme a los postulados de la sabiduría, tanto en orden físico como en el orden moral. Y bajo este aspecto comprende la prudencia o discreción, que debe acompañar al hombre en todos sus actos 49; la sagacidad y destreza para desenvolverse con éxito en las empresas difíciles y delicadas50. Pero la sabiduría bíblica es ante todo es éste el aspecto en que más se insiste en el libro la rectitud moral, que comprende la justicia, la probidad, la equidad51, es decir, la práctica de todas las virtudes y huida de todos los vicios 52, y requiere disciplina y corrección53. Principio y parte fundamental de esta sabiduría es el temor de Yahvé 54.
3. El ser humano. Naturaleza, Tiene un cuerpo, creado por Dios55, y un hálito vital56, lámpara encendida por Yahvé que penetra hasta el fondo de las entrañas 57, principio de su vida intelectual y conciencia, que descubre su conducta moral. Su estado de ánimo influye en el cuerpo 5S. Se le supone a cada paso dotado del libre albedrío, pues la sabiduría le promete premio o castigo, según que siga o no las sendas por ella trazada59; a su vez, el hombre puede seguir sus consejos o hacer caso omiso de ellos, como suponen sus continuas exhortaciones a que los observe60, a las que de hecho alguna vez ha faltado 61.
¿Inmortalidad del alma? Los autores de los Proverbios afirman la supervivencia de las almas. El hombre después de su muerte desciende al seol, morada de los muertos62, representado como un monstruo insaciable que engulle a todos los vivientes cuando dejan de existir 63, situado en las profundidades de la tierra 64. Su vida allí, un estado de semiinconsciencia y sombras, es poco envidiable 65. Una afirmación expresa de la inmortalidad del alma, razón ontológica de esa supervivencia, no se encuentra en todo el libro. Algunos quieren verla en 12:28, donde el texto hebreo dice: en la senda de la justicia está la vida, y el camino de su senda la no-muerte. Pero dicho texto es muy dudoso y las versiones dan un sentido diverso, preferible, que está de acuerdo con el pensamiento del libro: la senda recta lleva a la vida feliz; la tortuosa, a la muerte prematura. Con mucha frecuencia se afirma que la sabiduría confiere la vida (véase después a propósito de la retribución). Pero la perspectiva parece ser siempre terrena, de modo que la idea de una inmortalidad ética, o fue desconocida para los sabios, o la consideran como algo sin importancia para la vida práctica (Toy) 66.
La retribución. Los autores de los Proverbios participan de la concepción tradicional de su pueblo: las obras buenas son recompensadas en esta vida y las malas reciben en ella su castigo. A la hora de la muerte, todos descienden al seol para llevar allí la vida antes indicada. El premio que se concede a los buenos es una vida larga, feliz y próspera, llena de honor y riquezas, y un buen nombre ante Dios y los hombres67; el castigo de los malos es el deshonor, la desventura, la ruina y la muerte prematura68. Hay algunos textos en los que parece haber una afirmación de la retribución en el más allá, pero son desde el punto crítico dudosos; las versiones dan lecciones diferentes y pueden sin violencia interpretarse de la retribución temporal69. Las expresiones que encontramos en otros versos y que expresan bienes que otorga la sabiduría a quienes siguen sus consejos, árbol de vida70, senderos de vida71, fuentes de vida72, son demasiado indeterminadas para que puedan ser interpretadas de la retribución de ultratumba en un contexto en el que se trata de la temporal y en un libro en el que no hay texto otro alguno en el que se afirme aquella doctrina.
La experiencia clama contra la tesis tradicional: muchas veces los buenos son afligidos y los malos triunfan. Los autores del libro contestan que también los buenos precisan ser purificados, pues ninguno está del todo exento de pecado 73, y que sus tribulaciones pasarán. Por lo que a los malos toca, se contentan con amenazarles con los males antes mencionados cuando contemplan su triunfo. Pero aquella experiencia, tan frecuentemente repetida, debió de ir causando profunda impresión en sus ánimos, y tal vez sospecharon que no todo premio y castigo tenía lugar en esta vida y que no era idéntica la suerte en el más allá para justos y pecadores74, si bien no hay afirmación alguna expresa sobre ello. Si los sabios hubieran conocido la inmortalidad bienaventurada o desventurada, habrían dado la solución al problema, a la vez que habrían tenido un más sólido fundamento, del que no habrían prescindido, para sus recomendaciones a la práctica de las virtudes y la huida de los
Doctrina moral.
1. El temor de Dios es el principio de la sabiduría, en cuanto que lleva al hombre a la práctica de las virtudes, en que la sabiduría bíblica fundamentalmente consiste. Es, además, parte integrante y fundamental de la misma, porque la piedad para con Dios eso viene a ser el temor de Yahvé75 habrá de ser exigencia básica y primordial de toda auténtica sabiduría. Así constituye un deber moral fundamental del hombre para con Dios76, que es fuente de vida77 y asegura el porvenir78.
2. La práctica de las virtudes y la huida de los vicios. El ser humano debe esforzarse por conseguir la sabiduría siguiendo los consejos de los sabios. Ella, que en el orden natural proporciona una vida feliz, exige y recomienda para ello la práctica de todas las virtudes y la huida de todos los vicios. En particular exhorta a practicar la humildad y evitar el orgullo con expresiones que nos recuerdan las de Jesucristo en el Evangelio 79. Recomienda la diligencia para el trabajo y la huida de la ociosidad, que proporcionan, respectivamente, la abundancia y la ruina al hogar 80; la sobriedad en cuanto al vino 81 y en los banquetes 82. Pone en guardia, especialmente en la primera sección, contra el trato licencioso con las mujeres impúdicas, que pone en peligro la paz familiar 83. Al inculcar la moderación en las riquezas y condenar la avaricia, enseña la áurea mediocridad: ni riquezas ni pobreza, sino un justo medio que le mantenga lejos de la soberbia y de maldecir a Dios 84.
3. Moral familiar. El matrimonio se supone monogámico, y se recomienda a los esposos la fidelidad conyugal como factor importantísimo para el bienestar familiar85. La mujer buena es un honor para su marido y su corona86, un inestimable tesoro que sólo Yahvé puede conceder87. Su inteligencia (temor de Dios), mucho más importante que su belleza88, asegura la prosperidad de la casa89. La quisquillosa y de mal carácter, por el contrario, resulta inaguantable 90. Los padres tienen obligación de educar a sus hijos 91. Su educación constituirá una fuente de alegrías para ellos 92, tarea que corresponde también a la madre 93. Si para conseguirla es preciso, deberá emplear medios correctivos; quien entonces no los emplea no ama en realidad a su hijo 94. Los hijos a su vez deben respetar, obedecer y ser dóciles a los mandatos y enseñanzas de sus padres 95. Se condenan enérgicamente ciertas faltas que en los hijos para con sus padres resultan de todo punto detestables, como el robo 96, las injurias 97, los malos tratos 9S. Los señores deben preocuparse del bien físico99 y del bien moral100 de los siervos y no deben acusarlos ante sus dueños, exponiéndolos a que les maldigan 101. Hay siervos inteligentes que merecen ser asociados a los hijos 102. Otros no obedecen sino mediante el castigo 103.
4. Relaciones sociales. Los sabios no se limitan a la moral individual y a la vida familiar, sino que dan también los principios y normas que deben informar las relaciones sociales entre los hombres en general y entre ciertas clases en particular. Aquéllas deben estar reguladas por la caridad y misericordia, recomendadas con expresiones que se acercan a las del Nuevo Testamento, si bien los motivos son todavía más o menos egoístas, y por la justicia, que se identifica con la rectitud y aparece en todas las páginas de los Proverbios. El hombre debe hacer el bien a los demás con prontitud 104, practicar las obras de misericordia 105, especialmente para con el pobre 106, incluso con el enemigo 107. Con los mismos animales deberá ser humano 108. Y debe evitar el devolver mal por mal109, alegrarse del mal ajeno 110, despreciar a los demás 111, especialmente al pobre, lo que indigna al Creador 112. La justicia, que vela por los derechos de los hombres, exige la veracidad en todas las circunstancias 113; dar el peso y medida justas 114, la integridad en los jueces, frecuentemente corrompida por las dádivas 115. Y condena el poner asechanzas a la vida de los demás 116, cooperar al robo 117, la usura 118. Una de las cosas que recomiendan con más frecuencia los Proverbios es el buen uso de la lengua: la muerte y la vida están en su poder; cual sea el uso que de ella hagas, tal sera el fruto 119. Es preciso decir la verdad 12° y ser parco en el hablar, lo que es indicio de sabiduría 121, y evitar la chismorrería 122, la maledicencia 123, la calumnia 124 y, sobre todo, el falso testimonio, que es severamente condenado 125.
Se señalan en particular las relaciones entre el rey y sus subditos. El rey, que recibe de la Sabiduría las disposiciones necesarias para gobernar con acierto y cuya autoridad es necesaria para la buena marcha de los pueblos 126, ha de ser inteligente y prudente, bueno y fiel127, no codicioso 128; ha de hacer reinar entre sus subditos la justicia y el derecho 129, preocupándose de un modo especial de los pobres y humildes 130. Todo ello, más interesante que el número de los subditos 131, hace estable su trono 132 y da a los pueblos grandeza y prosperidad 133. Es preciso que el rey escoja como consejeros hombres inteligentes que sepan asesorarle en las circunstancias difíciles, como la guerra 134. Los subditos harán bien en sentir un saludable temor hacia el rey que les evite actitudes que puedan provocar su ira. Su benevolencia es garantía de favores reales, pero su ira, dado que son señores de la vida y de la muerte, podía poner aquélla en peligro 135.
También para los amigos tienen sus normas los sabios136. La amistad no es sólo para hacerse compañía, ni ha de tener como móvil los beneficios que las riquezas del amigo pueden reportar137. Los amigos han de amarse sinceramente, en todo tiempo 138, y ser como verdaderos hermanos cuando las circunstancias lo exigen 139. No es fácil hallar tales amigos 14°. Han de ser fieles a la amistad probada 141 y encubrirse sus mutuos defectos 142. Hacerse mal es detestable 143.
Moral de los Proverbios y moral evangélica. Los sabios de nuestro libro no ignoraban motivos elevados y desinteresados que proponer a la conducta de sus lectores: el temor de Dios 144, la amistad y complacencia de Yahvé 145, el gozo y el honor de los padres 146, el bien del prójimo 147. Sin embargo, su moral está dominada por motivos egoístas y humanos: aprovecharse lo mejor posible de la vida sobre la tierra, obtener sus recompensas y evitar los males enumerados al hablar de la retribución. Quizá no se pudiera pedir más a quienes ignoraban los destinos del más allá y no les había sido revelada la religión que reclamaría como primera exigencia, junto al amor a Dios, el amor al prójimo como a sí mismo. Sería la revelación neotestamentaria la que por encima de todo motivo humano colocase la gloria de Dios, el bien de los demás, el bien propio moral en orden a la salvación y santificación de las almas para una eterna y celestial bienaventuranza 148.
Inspiración y canonicidad.
Nunca hubo dudas respecto de la inspiración de los Proverbios, por lo que se le enumera entre los libros protocanónicos. El Eclesiástico alude, sin duda, a él en su prólogo es el escrito sapiencial precedente que más se le parece , y en 47:17, al hacer el elogio de la ciencia sapiencial del rey Salomón, menciona los Proverbios (çáâïéìßáé). Los judíos lo admitieron siempre en el canon de libros sagrados. El concilio de Jamnia, que tuvo lugar hacia el año 100 d. C., acabó con las controversias rabínicas que más que sobre el carácter religioso del libro versaban sobre su uso litúrgico , originadas por ciertas supuestas contradicciones y descripciones inconvenientes149, que explicó en razón de su oportunidad y dándoles una interpretación alegórica.
Los cristianos, al recibir corno texto oficial los LXX, aceptaron como inspirado el libro. El Nuevo Testamento lo cita algunas veces 15°; alude otras a él, si no se trata de meras coincidencias 151. Como canónico lo consideraron también los Santos Padres y escritores eclesiásticos 152, que encontraron en él doctrina abundante para instruir a sus fieles. Teodoro de Mopsuestia parece no negó la inspiración del libro, sino que lo subestimó en atención a que sus proverbios parecen encerrar una mera sabiduría humana.
Respecto de la dificultad que pudiera provenir del carácter aparentemente humano muchos de sus proverbios parecen dictados por la mera experiencia y el sentido común , baste añadir a lo indicado a propósito del contenido la observación que frente a tales dificultades hacía Ricardo Simón: Una cosa es la revelación, y otra la inspiración; la inspiración de un libro no ha de ser deducida de su contenido, sino de la revelación divina, que se nos manifiesta con toda certeza153. La revelación tiene por objeto verdades desconocidas; la inspiración puede versar sobre cosas plenamente conocidas, a las que añade certeza divina.
Texto y versiones.
1. El libro fue escrito en hebreo. El texto hebreo, mejor en la primera sección, tiene bastantes corrupciones, como revelan las correcciones marginales de la masora y las versiones, difíciles de evitar en esta clase de libros, en que numerosas expresiones se repiten muchas veces. Algunas de las corrupciones pudieran ser debidas a los escribas, correcciones voluntarias que suelen ser raras en los libros de contenido no teológico. En su mayor parte serían originadas por la mayor libertad con que los judíos trataban estos libros, que no consideraban tan sagrados y autoritativos como el Pentateuco 154.
2. La versión de los LXX, que debió de estar terminada por el año 130, en que el nieto de Ben Sirac componía su prólogo al Eclesiástico, es deficiente. El traductor no captó siempre el sentido del hebreo; tradujo a veces libremente, con perjuicio del sentido genuino del texto, para dar una traducción más suave, obtener una mejor antítesis o un pensamiento más adecuado. Contiene adiciones y paráfrasis que constituyen nuevos dísticos 155. Algunas 156 podrían provenir de un texto más antiguo que el texto masorético, y sin duda indican que nuestro hebreo es una selección del mucho material proverbial que por entonces debía de correr. Omite también sentencias que se encuentran en el hebreo y en las demás versiones 157; pero el texto griego resulta algo más largo que el hebreo. En general da un texto más antiguo que nuestro hebreo, por lo que muchas veces proporciona elementos valiosos para la reconstrucción crítica del texto 158.
3. La versión latina, Vulgata, hecha por San Jerónimo del texto hebreo hacia el año 398 d. C., presenta muy pocas divergencias con el texto hebreo, por lo que ofrece poco material para su reconstrucción crítica. San Jerónimo mismo afirma que la hizo demasiado de prisa; la llevó a cabo en tres días, juntamente con la del Eclesiastés y el Cantar 159. Esto explicaría algunas variantes con el texto hebreo, debidas a una interpretación inexacta del mismo. Las adiciones que contiene provienen de los LXX a través de la Vetus Latina, que fue hecha del griego. Piensan algunos que se introdujeron con el correr del tiempo, obra de los copistas, que quisieron completar utilizando para ello los manuscritos de la Vetus Latina 160.
1 Eclesiastés, Cantar, Sabiduría, Eclesiástico. 2 Dyson, Literatura poética y sapiencial (Verbum Dei, Comentario a la S.E., II) 11.3140. 3 Ez 17:2; Deu_20:49 . 4 Is 14:353; Ez 24:3. 5 Núm 23:7; 24:3.15.20. 6 Ez 13:1; 14:8. 7 Miq 2:4. 8 Lagrange, Le machal sémitique: RB 6 (1909) 340-367; Buzy, Introduction aux parábales évangéliques (París 1912) p.52-61; Vosté, Parabolae selectae Domini Nostri I. C. (Rorna 1933) I P-23-53; Pirot, Le Masa/ dans l'A.T.: RSR 37 (1950) 565-580. 9 1 Re 4:30-34; Jer 49:7; Abd_1:1 :8. 10 Dhorívíe, Études Bibliques. Choix de textes assiro-babyloniens (París 1907); F. Ñau, His-toire et sagesse d'Ahikar l'Assyrien, Traduction des versions syriaques, avec les principales dif-férences des versions árabe, arrnénienne, grecque, néo-syriaque, slave et roumaine (París 1909); Gressmann, Altorientalische Texte zum A.T. (Leipzig 1926); J. B. Pritchard, Ancient Near Eastern Textes (New Jersey 1955); P. Grelot, Les Proverbesaraméensd'Ahiqar: RB 68 (1961) 178-194- 11 Cf. introducción particular a la parte III: Sentencias de loa sabios. 12 IInni. 12, a propósito de 7:1. 13 28:22. 14 -1:30-32; 3:4 28; 4:1-19; 5:9 h. 15 9:7-15. 16 47:16-18. 17 1 Re 4:30-34. La Doctrina de Arnen-tn-opc fue compuesta enhv los unos 1000-600. Después cultivaron este procedimiento literario los persas y los árabes, los griegos y los romanos. Más o menos, todos los pueblos sintieron agrado por las máximas sapienciales. 18 Dt 1:13; 17:14-20; Is 3:3; 11:1-5; 19:11; 40:20; Jer 8:9; Ez 27:8; 28:4; Os 14:9. 19 Cf. Is 13:1; Nah 1:1. 20 1:3.6.9. 21 50:27-28; 2Cr_40:18-26 . 22 Cf. 10:1 y 15:20 10:2 y 11:4; 14:12 y 16:25; 16:2 y 21:2; 19:5 y 19:9. 23 Ez 6:8.23. 24 Ex 3:13. 25 3:19-20; 8:21-31. 26 5:21; 15:3-11. 27 16:1.4.9.33; 19:21; 20:24. 28 15:11; 24:12. 29 22:2', 29:13- 30 22:22-23. 31 16:17; 21:13 32a I4:3i; 17:5. 32 16:4. 33 8:22-23. 34 19:21. 35 3:31-32; 11:1.20; 15:26. 36 3:12. 37 3:5-10.34; 12:2. 38 28:13. 39 14:1; 16:1. 40 8:22-24. 41 8:24-30. 42 8:12-21. 43 2:1-6. 44 8:31. 45 1:20-23; 8:1-11. 46 1:2; 2:5. 47 1:6. 48 1:20-21; 3:11; 7:1; 10:13.31.32; 15:2.7; 16:23-24. 49 1:4; 4:1-7; 8:12; 14:15-19; 25:16-17; 27:12. 50 24:3-6. 51 16:3. 52 2:6-12; 4:10-2.26.27; 8:8-9; 2Cr_20:7 ; 21:4. 53 6:23; 2Cr_10:17 ; 13:1.18.24; 14:13; 19:20; 29:15. 54 1:7; 2:5; 3:7; 14:2.26.27; 23:17:18. 55 20,12. 56 Gen 2:7. 57 20,27. 58 15:30; 17:22. 59 1:20-23; 3:11-21; 4:1.10.20; 8:1-11; 22:17; 23:12. 60 1:8.9.24-33; 3:1-10; 6:12-15; 13:21-23; 14:14; 15:26. 61 20:9 62 1:12; 5:5; 7:27. 63 27:20; 30:16. 64 6:18. 65 2:18; 9:18. 66 Proverbs (ICC) p.XVI. 67 1:9; 2:21; 3:1-10.16-22; 8:18; 13:25; 19:23; 20,7. 68 1:18-19; 4:19; 9:17; 10,9; 11:3; 13:21; 15:27; 19:23; 23:16; 24:14. 69 Cf. comentario a 11:7; 12:28; 13:6; 14:32; 15:24; 23:18; 24:20. 70 3:18; 15:4- 71 2:19; 5:6; 16:22. 72 4:23; 8:35; 10,2.11.17; 13:14- 73 20,9. 74 9:18; 21:16. 75 1:7- 76 3:7; 14.2; 17:18; 24:21. 77 14:27- 78 23:18. 79 3:34; 6:17; 15:25; 22:4. 80 10,4.5; 12:11.27; 13:4; 14:23; 20:13; 28:19. 81 20,1; 21:17; 23:29-35. 82 23:1-3. 83 5:1-23; 6:20-7:27; 23:27.28; 31:3 84 23:4.5; 15:27; 30:8-9. 85 5:15-21; 6:29-32. 86 11: 16; 12:4. 87 18:22; 19:14, 88 31:30. 89 14:1; 31:10-31. 90 19:13; 21:9-19; 25:24; 27:15- 91 22:6. 92 10:1; 15:20; 17:21-25; 23:15.16.24.25; 29:17. 93 1:8; 6:20; 31:1.26. 94 I3:24;19:18; 22:15; 23:13-14; 29:15- 95 1:8; 4:1-4; I9:26;23:22. 9628:24- 97 20:20; 30:11-17. 98 19:26 99 31:15-21 100 29:19-21 101 30:10 102 17:2 103 29:19 104 3.27-28; 11:27 105 21:21-26 106 14.21; 19:17; 21:13 108 12.10 109 24:29 110 24.17-18 111 11:12; 14-21 112 14:31; 27:5 113 6:17; 12:19 114 11:1-20-10; 23 115 17:23; 18:5; 24:23. 116 1:11; 1:67 117 1:10-19 118 28-8 119 18:21; 12:6-18; 15:2; 4-7; 21:23. 120 12:17; 12:22. 121 10,19; 14:23 122 16:28; 26:20. 123 11:13; 26:22. 124 10:18. 125 6:191 14:25; 19:5·91 25:18. 126 11:14· 127 16:10-13; 28:2.6. 128 28:15-16. 129 29:4; 31:5 130 29:14; 31:8-9 131 14:28. 132 16:12; 25:5; 29:4. 133 11.10-11; 14:34; 29:2. 134 20:18; 24:6. 135 16:14-15; 19:12; 20:2; 24:21. 136 18:24. 137 19:4. 138 17:17. 139 18:24. 140 21:19 141 27:10. 142 17:9. 143 26:19. 144 1:7; 8:13. 145 3:32; 11:20; 16:5; 21:27. 146 10.1; 15:20; 19:13 147 11:10-11.26; 14:34· 148 Cf. H. Renard, Le livre des Proverbes (Pirot-Glamer, La "Sainte Bible VI) (París 1946) p.37-38. 149 26:4 y 6; 7:1-27. 150 Heb 12:5 a 3:11; Sant 4:5 a 3:34; Rom 3:15 a 1:16; 12:20 a 25:21-22. 151 Lc 14:10 a 25:7; 2 Cor 8:21 a 3:4; 9:7 a 22:9; 1 Pe 2:17 a 24:21; 4:8 a 10:12; 4:18 a 11:31; 2 Pe 2:22 a 16:11. 152 San Clemente Rom. (1 Cor 14:21. 30. 56. 57); San Ignacio De Ant. (Epist. ad Eph. 5; ad Magn. 12); San Policarpo (Epist. ad Phil. 6); San Efrén (Serm. De Seipso i). 153 Réponse aux sentiments de quelques théologiens de Hollande (1688) 12. 154 Cf. A. J. Baumgartner, Étude critique sur l'état du texte du livre des Proverbes (1890); Müller-Kautzsch, The book of Proverbs. Gritical edition of the Hebrew text with notes (Leipzig; 1091); G. R. Driver, Problemsin the Hebrew Text of Proverbs: Bib 32 (1951) 173-197. 155 4:27; 9:12; 24:22. 156 11:16; 27:20-21
Proverbios 8,1-36
8. Origen y Excelencia de la Sabiduría.
C on el capítulo 8 llegamos al fragmento más importante, no sólo de la primera parte, sino de todo el libro, por su contenido sapiencial. Unido, con la perícopa 1:20-30, a los capítulos 6-9 de la Sabiduría y el 24 del Eclesiástico, contienen el punto culminante de la revelación anticotestamentaria sobre la Sabiduría divina y la segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Consta de tres partes. La primera es una invitación de la sabiduría, dirigida a todos a participar de sus beneficios (1-11). La segunda canta las excelencias de la sabiduría, declarando su naturaleza y atributos (12-21). La tercera proclama su origen y actividad en la obra de la creación (22-36).
Invitación de la sabiduría (8:1-11).
1 ¿No está ahí clamando la sabiduría y dando voces la inteligencia? 2 En la cima de las alturas, junto a los caminos, en los cruces de las veredas se para; 3 en las puertas, en las entradas de la ciudad, en los umbrales de las casas da voces: 4 A vosotros, mortales, clamo, y me dirijo a todos los hombres. 5 Entended, ¡oh simples! la cordura, y vosotros, necios, entrad en la discreción. 6 Escuchad, que voy a deciros nobles palabras, y abriré mi boca a sentencias de rectitud. 7Sí; mi boca dice la verdad, pues aborrezco los labios inicuos. 8 Todos mis dichos son conformes a la justicia; nada hay en ellos de tortuoso y perverso. 9 Todos son rectos para la persona inteligente y razonables para el que tiene la sabiduría. 10 Recibid mi enseñanza mejor que la plata, y la ciencia mejor que el oro fino; 11 pues la sabiduría vale más que las piedras preciosas, y cuanto hay de codiciable no puede comparársele.
La mujer adúltera había aprovechado la oscuridad y la soledad con su encontradizo para seducirlo y llevarlo a la perdición. La sabiduría, por el contrario, toma la palabra y, a la luz del día, invita en alta voz y en las alturas elevadas, de modo que pueda ser oída por todos; en los cruces del camino, para ofrecerse a todo caminante; en las puertas de la ciudad, para que cuantos entren y salgan por ellas puedan escuchar sus enseñanzas; en los umbrales mismos de las casas, porque a toda costa quiere ser escuchada y hacer a los hombres partícipes de sus beneficios. A través de la ley natural impresa en el corazón de todos los hombres, de la conciencia, que a cada paso dice lo que es bueno y lo que es malo e incita a seguir aquél y evitar éste, la sabiduría divina habla en todas partes, en casa y en la calle, en la ciudad y en los caminos, y en todas las circunstancias de la vida, en los ratos de quietud y en los quehaceres de los negocios, cuando las cosas salen bien y cuando las tribulaciones llegan al corazón. Su llamamiento se dirige a todos los mortales, sin distinción de raza y condición. Es el universalismo que predicaron los profetas, y que en la plenitud de los tiempos, predicada por la Sabiduría que tomó carne, realizarían los apóstoles. Su llamamiento se dirige de una manera especial a aquellos que tienen más necesidad de sus enseñanzas: los simples o inexpertos, que fácilmente se dejan seducir por los razonamientos de los impíos * y de los halagos seductores de la mujer adúltera 2; y los necios o insensatos, que por su mala conducta viven apartados de ella.
Sus enseñanzas, proclama la Sabiduría, están plenamente conformes con la verdad, a la vez que dictadas por la más leal sinceridad. La sabiduría que aquí habla es la sabiduría divina, que no puede engañar ni engañarse. Por lo mismo, sus sentencias están totalmente de acuerdo con la justicia, que es la verdad puesta en práctica, y enseñan el camino que lleva a la verdadera vida. Jesucristo se declaró a sus discípulos como el camino, la verdad y la vida3. Pero, para reconocer como verdaderas las directrices que señala la sabiduría y ordenar la vida conforme a ellas, es precisa la inteligencia, o conocimiento de sus enseñanzas, y la ciencia moral práctica, o buena disposición de la voluntad para llevarlas a la práctica. Los faltos de juicio y los malvados no pueden fácilmente comprenderlas. Muchos judíos, cegados por los prejuicios de un mesías temporal, y muchos gentiles, apegados a las cosas de la tierra, no comprendieron el misterio de la cruz, suprema prueba del amor de Dios a los hombres, y lo tildaron de escándalo y necedad. La sabiduría es un don de Dios escribe Girotti , y sólo quien la ha merecido con sus virtudes la puede estimar; los malos, que están privados de ella, no la comprenden; ninguna maravilla, pues, cuando afirman que las enseñanzas divinas son irracionales e injustas.4
Se concluye esta primera perícopa con un elogio de las enseñanzas de la sabiduría, que utiliza las comparaciones conocidas del oro y las piedras preciosas5, añadiendo que nada hay codiciable que pueda compararse con ella. Con razón el sabio la prefirió a los cetros y a los reinos, y en comparación con ella tuvo en nada la riqueza6. A su lado no cuentan corales y cristales escribe el autor del libro de Job ; vale más que las perlas..., no entra en balanza con el oro más puro.7
Excelencias de la sabiduría (8:12-21).
12 Yo, la sabiduría, tengo conmigo la discreción, poseo la ciencia y la cordura. 13 [Temer a Dios es aborrecer el mal.] La soberbia, la arrogancia, el mal camino, la boca perversa, la detesto. 14 Mío es el consejo y la habilidad; mía la inteligencia, mía la fuerza. 15 Por mí reinan los reyes y los jueces administran la justicia. 16 Por mí mandan los príncipes y gobiernan los soberanos de la tierra. 17 Amo a los que me aman, y el que me busca me hallará. 18 Llevo conmigo el bienestar y la honra, sólidas riquezas y justicia. 19 Mi fruto es mejor que el oro puro; mi ganancia, mejor que la plata acrisolada. 20 Voy por las sendas de la justicia, por los senderos de la equidad, 21 para procurar ricos bienes a los que me aman y henchir sus tesoros.
Después de la exhortación dirigida a todos los mortales con el fin de llevarlos al amor y práctica de sus enseñanzas, va a cantar sus excelencias. Al hacerlo, y para poner más de manifiesto el valor de sus dones, nos hablará de sus atributos, que constituyen, en cierto sentido, su naturaleza, y de los saludables efectos que produce en los reyes y en cuantos la aman y la buscan.
Enumera unas cuantas cualidades que son en otras muchas páginas del libro sinónimos de sabiduría, y que presenta ella misma aquí, personificada, como las cualidades de que ella está adornada o diversas facetas que su naturaleza comprende, y que fueron enumeradas ya en el mismo prólogo. El libro de Job las atribuye directamente a Dios 8, y el profeta Isaías las atribuye al Mesías 9, lo que indica se trata aquí de la sabiduría divina, y al atribuírselas el autor prepara los caminos a la revelación trinitaria. En medio de la enumeración hace mención de tres males que la sabiduría detesta: la soberbia y la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, de que el sabio habla con mucha frecuencia en el libro y presentó poco antes como cosas odiosas a Yahvé 10. La mención del temor de Dios como fuente de aborrecimiento del mal, si bien se encuentra en el texto hebreo y versiones antiguas, es probablemente glosa de un escriba a 13bc, ya que rompe el ritmo.
A continuación describe los efectos de la sabiduría en quienes la alcanzan. Los reyes, quienes por su complicada misión la precisan de una manera peculiar, gobernarán y administrarán justicia con todo acierto, porque ella les inspira las leyes sabias y justas que requieren el bien de los subditos y la justicia social n. Pero antes de pasar adelante establece una condición necesaria para poder gozar de sus beneficios: el amor a la sabiduría y el esfuerzo por conseguirla (v.17), que viene a coincidir con la guarda de los mandamientos de Dios, a la que el autor del Deuteronomio promete los bienes materiales 12. Jesucristo declaró que a todo aquel que le amase ama a Dios quien guarda sus mandamientos vendría El y el Padre y establecerían en él su morada, y que el que no lo ama no guarda sus mandamientos 13.
Pues bien, a quienes la aman y ponen en práctica sus enseñanzas, la sabiduría otorga el bienestar que proviene de una buena reputación ante los hombres y de las riquezas sólidas, cimentadas en la verdad, en la honradez y en la justicia, no en el engaño y en la injusticia, con el consiguiente peligro de perderlas cuando menos se espera. Y sobre estos bienes materiales, la justicia y la equidad, también afirmadas en el prólogo 14; es decir, la rectitud moral, que es la verdadera fuente de felicidad, según el pensamiento de los sabios. Así, los bienes prometidos aquí por la sabiduría son, en primer lugar, de orden material; pero también de orden moral y espiritual, figura de los bienes sobrenaturales que traería la Sabiduría encarnada. El pensamiento de que muchas veces la sabiduría no confería aquellos bienes materiales a quienes de verdad la amaron y siguieron sus consejos, debió de hacer sospechar al sabio en estos últimos, y ciertamente preparó la revelación de los mismos, respecto de los cuales, con relación a las promesas meramente materiales de los primeros libros sagrados, nos hallamos ya a medio camino por lo menos.
Origen de la sabiduría y su obra en la creación (8:22-36). 15
22 Yahvé me engendró, primicias de sus actos, con anterioridad a sus obras, desde siempre. 23Desde la eternidad fui constituida; desde los orígenes, antes que la tierra fuese. 24 Antes que los abismos fui engendrada yo; antes que fuesen las fuentes de abundantes aguas. 25Antes que los montes fuesen cimentados, antes que los collados fui yo concebida; 26 antes que hiciese la tierra, ni los campos, ni el polvo primero de la tierra. 27 Cuando fundó los cielos, allí estaba yo; cuando puso una bóveda sobre la faz del abismo, 28 cuando daba consistencia al cielo en lo alto, cuando daba fuerza a las fuentes del abismo; 29 cuando fijó sus términos al mar para que las aguas no traspasasen sus linderos; cuando echó los cimientos de la tierra, 30 estaba yo con El como arquitecto, siendo siempre su delicia, solazándome ante El en todo tiempo, 31recreándome en el orbe de la tierra, siendo mis delicias los hijos de los hombres, 32Oídme, pues, hijos míos; bienaventurado el que sigue mis caminos. 33 Atended al consejo y sed sabios y no lo menospreciéis. 34 Bienaventurado quien me escucha, y vela a mi puerta cada día, y es asiduo en el umbral de mis entradas. 35 Porque el que me halla a mí halla la vida y alcanzará el favor de Yahvé. 36 Y al contrario, el que me pierde, a sí mismo se daña, y el que me odia, ama la muerte.
El sabio va a revelar el último secreto de la grandeza de la sabiduría, explicándonos su origen y la parte que tuvo en la creación de las cosas: fue engendrada por Dios en la eternidad, antes de la creación de las cosas, y tomó parte en la creación de las mismas como arquitecto que dirigió al Creador en su obra.
Comienza afirmando que Yahvé la engendró, como primicias de sus actos, antes que todas las obras. El verbo hebreo qánáh, empleado por el autor, aparece muchas veces en nuestro libro 16; significa adquirir y, consiguientemente, poseer, como traduce la Vulgata y las versiones de Aquila, Símaco y Teodoción 17. La significación de poseer está aquí determinada por el desde siempre, desde la eternidad, y en los v.24-25 por la afirmación de su generación por parte de Dios. De modo que el sentido completo es que Yahvé posee la sabiduría, porque le ha dado el ser por generación. La traducción me engendró es en nuestro caso preferible, por el contexto siguiente. El término hebreo ré'síth, que la Vulgata Glementina traduce al principio, es un sustantivo apuesto la pronombre personal (la sabiduría), que todas las versiones griegas y los mejores códices de la Vulgata traducen como principio, en el sentido de arquitecto de sus obras. Pero esta idea no aparece hasta la perícopa siguiente (27-31); el sustantivo hebreo, en griego áñ÷Þ, significa también muchas veces primicias 18; a Jesucristo se aplica en este sentido en Col_1:15 y en Rev_3:14. Tomado en esta acepción, el sentido sería que la sabiduría constituye las primicias, la obra primera y singular de la actividad divina. El derek puede significar los escondidos designios de Dios, que el hombre difícilmente puede penetrar 19, o las obras todopoderosas de Dios 20. El vocablo qedhem, que suele traducirse antes de, con anterioridad a (sus obras), en hebreo es un sustantivo apuesto a sabiduría, como primicias, que puede, por consiguiente, traducirse mejor por lo que va delante, preámbulo (Robert, Renard). El sabio presentaría la generación de la sabiduría allá en la eternidad algo así como un muy lejano y misteriosísimo preludio de la creación de las cosas. El desde siempre (mead, desde entonces, mucho antes de la creación) puede interpretarse desde la eternidad, como indica el paralelismo con el verso siguiente.
No ha habido tiempo alguno en el que la sabiduría haya adquirido su excelencia y dignidad, sus atributos, los dones que ella comunica a quienes la alcanzan. Lo tiene todo desde los orígenes, desde mucho antes de que existiesen las criaturas; es eterna como el mismo Dios, porque ha sido constituida desde la eternidad (v.23). Los LXX emplean el verbo èåìåëéüù, que significa fundar, poner los cimientos, establecer 21, que habría que interpretar en el sentido de que la sabiduría está en Dios, es la sabiduría misma de Dios, que existe desde que El es. A otros parece más de acuerdo con el contexto la idea del verbo násak, que significa derramar un metal fundido para hacer una estatua 22, derramar un líquido en honor de Yahvé, hacer una libación 23. Como en la consagración de los reyes se derramaba óleo sobre su cabeza 24, vino a significar dar la investidura, constituir en un cargo25. Significaría que la sabiduría en su generación, que tuvo lugar en la eternidad, recibió su investidura, su dignidad y cuantos dones posee.
Los versos siguientes son un desarrollo en forma negativa de la idea del verso precedente. Afirman la preexistencia de la sabiduría a las primeras obras de la creación: el abismo, las fuentes de las aguas, los montes y los collados, el mismo primer polvo de la tierra. Antes de que todas estas cosas vinieran a la existencia por la acción de Dios creador, fue concebida la sabiduría (v.24). El verbo hebreo hil significa volverse, retorcerse por la vehemencia del dolor como la parturienta 26, concebir, dar a luz 27. El antropomorfismo observa Girotti es atrevido, pero el autor lo ha querido usar para caracterizar la generación de la sabiduría. En seguida dirá que los montes son plantados, que la tierra es hecha; estos verbos caracterizan la actividad divina, en cuanto que produce seres inanimados. Pero de la Sabiduría se dice que fue concebida (partorita). Ella es, pues, un ser viviente, salido de Dios antes que el mundo y de otra manera 28. El cardines orbis terrae, que hemos traducido por el primer polvo de la tierra, responde al hebreo ro'sh, que significa cabeza y entraña la idea de principio, por lo que puede traducirse las partes más importantes de la tierra, los primeros elementos, los primeros átomos del polvo de la tierra.
Afirmado el origen divino de la sabiduría y su preexistencia respecto de las criaturas, en un desarrollo idéntico al anterior y de una manera positiva, va a declarar el papel de la sabiduría en la creación. El autor concibe a Dios como un artífice que va sacando de aquella masa caótica las diversas obras que constituyen el universo. Antes de realizar su obra, el artista ha de idearla y concebirla en su mente con su inteligencia y plasmarla luego en la realidad con su sabiduría. También Dios ideó el universo y fue realizando sus obras conforme al plan preconcebido. A cada una de ellas añade el autor del Génesis que vio que era buena 29; y al conjunto: vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho 30. Pues bien, la Sabiduría estaba entonces en Dios y fue como el arquitecto que le presentaba los planos a realizar y que la omnipotencia divina iba plasmando en la realidad. Fue, pues, ella quien inspiró esa maravillosa armonía de la creación, en cuyas obras fueron quedando impresas sus huellas, a través de las cuales nos es posible a nosotros remontarnos hasta ella 31. Dios encontraba sus delicias en la Sabiduría y se alegraba de sus iniciativas y realizaciones. De la Sabiduría encarnada diría en los tiempos mesiánicos que tenía puesta en ella todas sus complacencias 32. A su vez, la Sabiduría se sentía feliz en el oficio que Dios le había señalado y se alegraba al contemplar realizadas las obras que ella había diseñado. Pero encontró sus delicias (v.31) en el hombre, obra la más perfecta de la creación, hecha a imagen y semejanza del mismo Dios, capaz de entender los misterios de la sabiduría y de amarla y alabarla en nombre de la creación entera.
Con las fórmulas acostumbradas, concluye invitando a todos a seguir sus enseñanzas y a llevarlas en cada momento a la práctica.
La sabiduría que aconsejó, por así decirlo, a Dios en la obra de la creación física, ha de ser también la que dirija al hombre en su actividad moral, el cual debe acoger dócilmente las sugestiones de aquella que ha aconsejado a Dios, y que ha demostrado en el orden físico lo que es capaz de hacer en el orden moral (Girotti) 33. A quienes las sigan promete la vida larga y feliz y el favor de Yahvé, que se gozaba con su Sabiduría en la creación de las cosas y se sentirá ahora complacido en aquellos cuya actividad esté dirigida por ella. El que desprecia sus enseñanzas se verá privado de él y dirige sus pasos por el camino de la perdición, que lo lleva a la muerte 34.
Así, pues, la Sabiduría, en la mente del autor de los Proverbios, tiene su origen en Dios, de quien procede no por creación el sabio ha tenido buen cuidado de evitar los términos hacer, crear, que pudieran expresarla , sino por generación mucho antes de que fueran creadas las demás cosas. Aparece como el primer fruto de la actividad, que es colocado en un rango muy superior y totalmente aparte del de los seres de la creación. No es algo abstracto o un mero ideal que debía servir como modelo en la creación de las cosas, sino un ser concreto que actúa como arquitecto en la misma, que se recrea en sus producciones. Se presenta, por una parte, como algo intrínseco a Dios, su sabiduría esencial; pero, por otra, como algo distinto que ha sido engendrado por El como primicias de sus actos, sin que pueda considerársela como un ser separado de El, pues inspira sus obras, con las que no puede confundirse en consecuencia. ¿Se trata de la mera personificación del atributo divino o de la segunda Persona de la Santísima Trinidad? Cierto que de una personificación tan viva a la afirmación de la segunda Persona no hay más que un paso. Los autores sapienciales no lo dieron 35, pero fueron más allá de la mera personificación, empleando un lenguaje que convenía al misterio trinitario, colocándose en un plano intermedio entre la mera personificación y la afirmación del Hijo, que estaba reservada a los autores neotestamentarios, con lo que prepararon los caminos a la revelación de la doctrina sobre la distinción de personas.
La Iglesia, en su liturgia, aplica esta perícopa a la Santísima Virgen. Es claro que no se refiere a ella en su sentido literal, en el que sólo se trata de la sabiduría divina. Ni tampoco en un sentido plenior, fundado sobre el literal, y que, desconocido por el autor humano, hubiese sido intentado por Dios, ya que no consta de tal cosa en la revelación posterior. Se trata sencillamente de una acomodación de la perícopa a la Santísima Virgen con fundamento en la realidad. La Sabiduría constituye las primicias de la actividad divina, preámbulo de sus obras; María es la obra más eximia del mundo creado que salió de las manos de Dios. La Sabiduría dirigió a Dios como arquitecto en la obra de la creación; María fue la obra cumbre concebida por la Sabiduría. Cuando Dios en su eternidad engendró a la Sabiduría-Persona, pensó en aquella en cuyas entrañas un día, en el tiempo, tomaría la naturaleza humana 36.
Rev_1 1:11-14. 2 7:6-23. 3Jn_1:14 :6. 4 O.c., p.40. 5 3:14-15- 6 Sab_7:8. 7 28:18-19. Cf. también los 8 12:13-16. 9 11:2-5. 10 6:16-19. 11 Muchos Padres e intérpretes han entendido el por mí de los v. 15 y 16 del origen divino del poder de los gobernantes, conforme a la afirmación de San Pablo: no hay potestad sino de Dios (Rom_13:1). Preferimos la interpretación que damos en el comentario por creerla más de acuerdo con el contexto (v.14). 12Rom_7:12-15; Rom_11:1-22. 13 Jua_14:23-24. 14 1:3 15 Lebreton, Les origines du dogme de la Trinité (París 1928) p. 110-113; Â. Âïtte, La Sagesse dans les Livres Sapientiaux: R 14 (1930) ñ; Robert, Les attaches litté-raires bibliques de Proverbes 1-9: RB 43 (1934) 172-205; C. F. Kraft, Poetic Structure and Meaning in Pro_8:22-31 : JBL 72 (1953) VIIs; Stecher, Die persónliche Weisheit in den Proverbien Kap. 8: 75 (1953-54) 411-451; A. Gelin, Le chant de Venfante (Pro_8:22-31): Bivichrét 2:7 (1954) 89-95; De Savignac, Note sur le sens du verset 8:22 des Proverbes: VT 4 (1954) 429-432; W. F. Albright, Some Canaanite-Phoenician Sources of Hebrew Wisdom lugar, for Pro_8:255: VTS 3 (F. Rowley) (1955) 1-16; J. B. Bauer, Initium viarum suarum = Primitiae^potentiae Dei (Pro_8:22): VD 35 (1957) 222-227; id., Encoré une fois sur Pro_8:22 : VT 8 (1958) 91-92; H. Gazelles, L'enfantement de la Sagesse en Prov 8: SacPag i (P.Gcmbloux 1959) 511-515. 16 1:5; 4:5-7; 15:32; 16:16; 17:16; 18:15; 19:8; 20,14. 17 Si bien los LXX han traducido Ýêôéóå ìå (creavit me), ellos dan ordinariamente al verbo qánáh el sentido de adquirir (êôáóèïá). Por lo demás, el crear puede entenderse también en el sentido de fundar, constituir, como ya advirtieron los Padres (Dinomio De Alejandría, MG 39:1630-32; Olimpiodoro De Alejandría, MG 93:417). 18 Gen_49:3; Exo_29:19; Lev_2:12; Deu_18:4; Deu_21:17; Sal_58:71; Sal_105:36. 19 Exo_33:13; Isa_52:2. 20 Job_26:14; Job_40:19 21 1Re_16:34; Sal_102:26; Sal_102:1 Pc 5:10. 22 Isa_40:19; Isa_44:10. 23 Exo_30:9; 1Cr_11:18. 24 Sam 10:1; 16:13. 25 Sal_2:6. 26 Isa_26:17; Jer_4:31. 27 Job_15:7; Sal_51:7; Isa_45:10. Cf. Zorell, Lexicón hebr. et aram. V.T. (Roma 1948) al verbo hil, p.226-227. 28 O.c., p.43. Cf. Santo. Tomás, I q.27 2.1. 29 1:4.7.10, etc. 30 1:31. 31 Cf. Job_38:1-41; Sab 7:22-8:1. Cf. moriarty, Cum eo eram cuneta componens (Pro_8:30): VD 27 (1949) 291-293; R. B. Y. Scott, Wisdom in Creation: The 'Amon of Pro_8:30; VT 10 (6o) 213-223. El texto hebreo lee 'amor? artista, arquitecto; lección confirmada por.Jos LXX, que traducen áñìüæïõóá, que compone, dirige aptamente, que pone en orden. Las versiones de Sí maco y Teodoción, en cambio, leen 'ámún, participio pasivo del verbo 'aman, llevar en los brazos, criar, amamantar, que traducen por niño, lactante. En este caso, en lugar de expresar el autor la actividad cíe la sabiduría, continuaría la imagen de la formación y crecimiento de la misma, presentándola corno un niño en sus brazos que se recrea con sus obras. Ego sapientia quasi filia Dei alebar divinis eius opibus et operibus, earum pluchra compositione specie et artificio me pascens et oblectans (A Lapide). 32 Mt 3:17; 17:5. 33 O.c., p.44. Cf. Robert, a.c., p.203-204. 34 1:32; 2:21-22; 3:16, etc. 35 Cf. comentario a Sab_7:22-30. 36 A Lapide hace en su voluminoso comentario aplicación a la Santísima Virgen de cada versículo.