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Lamentaciones.
Introducción.
1. Título y lugar en el canon.
En la versión de la Vulgata, al libro de Jeremías siguen estas Lamentaciones con el título de Threni, id est, Lamentationes lere-miae prophetae. Threni es la transcripción latina del èñÞíïé de los LXX, en el sentido de canto fúnebre o lamentación por la ruina de Jerusalén. En el Talmud se llama a estas composiciones fúnebres Qinot, palabra que no aparece en los manuscritos hebreos. En la Biblia hebrea se designa a estas composiciones poéticas fúnebres con el nombre de tekah que literalmente significa ¿Cómo? que es la primera palabra que abre la serie de las Lamentaciones, y que caracteriza el género elegiaco.
En el TM, las Lamentaciones están incluidas entre los Hagiógrafos o Megillót (lit. rollos), mientras que en las versiones de los LXX, Vg y Siríaca van a continuación de los escritos pro/éticos de Jeremías. Flavio Josefo las consideraba también como formando parte de los escritos de Jeremías 1. En las sinagogas se solían leer en el aniversario de la toma de Jerusalén por los babilonios (en el 9 de Ab: jul.-ag.), formando parte del duelo general que con ayunos se practicaba desde tiempos muy remotos por los judíos 2. Así, por razones de tipo litúrgico, las Lamentaciones fueron separadas del libro de Jeremías para unirlas a los Hagiógrafos, como Rut, Cantar de los Cantares, Eclesiastés y Ester, los cuales se leían, respectivamente, los días de Pentecostés, Pascua, Tabernáculos y Purim.
2. Contenido.
Este precioso libro poético-elegíaco consta de cinco cánticos, en los que se hace duelo por la destrucción del reino de Judá y, sobre todo, de la ciudad de Jerusalén por el ejército de Nabucodonosor en 586 a.C. 3 Sin pretender dar una exposición narrativa de hechos que da por conocidos, el autor de estos admirables cantos elegiacos desahoga su dolor a la vista de las ruinas humeantes de lo que era más querido a su alma de israelita fiel a la tradición. En sus efusiones íntimas alude a detalles que reflejan la situación triste del país y de la Ciudad Santa. Y, sobre todo, da un sentido teológico profundo a la catástrofe al decir que todo lo acontecido es en castigo de las transgresiones de Judá y de sus infidelidades para con Yahvé. Pero confía en la misericordia divina, y espera confiadamente que, después que pase la hora de la justicia, llegue la hora de la restauración; por eso en sus descripciones entremezcla constantemente súplicas ardientes por su pueblo, arruinado y disperso. De ahí que, más que un nexo lógico, existe un nexo psicológico en el desarrollo de las ideas, que suelen sucederse por asociación de escenas e imágenes que han impresionado particularmente al profeta. Son meditaciones dolorosas en las que predomina el sentimiento y el desahogo espontáneo, de forma que, mezcladas con súplicas por su pueblo, van imprecaciones para los enemigos que han causado tanta ruina y se alegran de la catástrofe.
Pudiéramos sintetizar el contenido ideológico de los cinco cánticos del modo siguiente:
1.Profundo dolor por la desolación total de la ciudad destruida (1:1 -22).
2.El verdadero autor de la catástrofe es Dios, porque en definitiva todo ha sido efecto de la intervención punitiva y vengadora de su justicia (2:1-22).
3.Con carácter más personal describe las tribulaciones y angustias de los justos (3:1-66).
4.El poeta detalla la triste suerte de las diversas categorías sociales, cargando la responsabilidad de la catástrofe a los dirigentes políticos del pueblo (4:1-22).
5.Con todo patetismo se describen las consecuencias de la toma de la ciudad, y, finalmente, se implora de la misericordia divina que acelere su restauración (5:1-22).
3. Forma poética.
Estas composiciones poéticas han sido redactadas según el metro llamado qinah o elegiaco, que se caracteriza por el empleo de versos con dos cadencias, que los que el segundo es más breve que el primero. Este metro aparece ya en composiciones muy antiguas de la Biblia, como en el canto de Débora y en la elegía de David sobre Saúl y Jonatán 5. Otra característica literaria de las Lamentaciones es que los cuatro primeros cánticos están compuestos según el orden alfabético. Así, cada uno de éstos tiene veintidós secciones, según el número del alefato hebreo. Los tres primeros están dispuestos en estrofas de tres versos, mientras que el cuarto en estrofas de dos.
En los cánticos primero, segundo y cuarto, la palabra inicial de cada estrofa comienza en su respectiva letra del alefato, mientras que en el cántico tercero la letra del alefato varía en cada verso de la estrofa. No obstante, respecto del carácter acróstico o alfabético de la composición tenemos que notar la anomalía de que en los cánticos segundo, tercero y cuarto, la letra phe precede al 'ain, lo que hasta ahora parece inexplicable. El quinto cántico no es acróstico, sino que únicamente consta de veintidós versos, conforme ai número de letras del alefato, pero sin orden alfabético en las iniciales de versos o estrofas 6.
Seguramente que este sistema artificial alfabético obedece a razones sisociales para facilitar la transmisión del texto en la memoria de los lectores u oyentes. No es un signo de decadencia literaria, como algunos autores modernos han querido insinuar, sino un procedimiento poético que sirve para revelar la ingeniosidad del autor, como otros procedimientos metrológicos de la poesía occidental, ahora despreciados porque coartan la libertad de expresión del poeta y porque parecen demasiado férreos y artificiales.
Característica literaria de estas admirables Lamentaciones es el estilo confidencial. Dios es interpelado e invocado, usando el pronombre de segunda persona, estableciéndose un íntimo coloquio entre el afligido, o comunidad dolorida, y Dios, que constituye el único objeto de confianza y esperanza. Por eso se prefiere el uso frecuente del pronombre en primera persona, para acentuar el carácter trágico del dolor y de la miseria, y de ahí, para mover a Dios a la misericordia. Esto contribuye a dar colorido, vivacidad y dramatismo al cántico. Otras características son la representación con imágenes atrevidas, que indican horror y peligro, de los enemigos, de la miseria. No faltan pensamientos de venganza y de consuelo.7 No debe, pues, buscarse un desarrollo sistemático de ideas, ya que lo sentimental prevalece en ellas sobre lo ideológico.
4. Autenticidad.
La tradición judía atribuye comúnmente las Lamentaciones al profeta Jeremías 8. En la versión de los LXX leemos el siguiente prólogo: Y sucedió después que Israel fue hecho cautivo, y Jerusalén devastada, que Jeremías se sentó a llorar y a lamentar con esta lamentación sobre Jerusalén, y dijo. En la Vg leemos un prólogo semejante 9. Por otra parte, sabemos que las Lamentaciones se ponían en el canon a continuación de los escritos de Jeremías 10. La tradición cristiana es unánime en este sentido, y sólo en el siglo XVIII se empezó a poner en duda la tesis jeremiana.
Los sostenedores de la autenticidad jeremiana de las Lamentaciones insisten en ciertas semejanzas de estilo entre éstas y los escritos de Jeremías. Así las expresiones virgen hija de Sión oprimida H, las lágrimas en las mejillas 12, cadena al cuello13, quejas contra los pecados de los sacerdotes y profetas 14, matanza de los propios hijos 15, pecados del pueblo 16, vana confianza en los aliados 17, tendencia a aludir al Deuteronomio 18. A esto se añade que parece necesario un testigo ocular de los hechos para describirlos con la viveza con que están las Lamentaciones, y nadie mejor que Jeremías para que, llevado de su profundo afecto a su pueblo, cantase la elegía sobre su ruina.
. En primer lugar se urge el hecho de por qué en la Biblia hebraica figuran entre los Hagiografos (o Ketubim), y 110 se insertaron en el libro de Jeremías, como formando una parte o apéndice del mismo. Por otra parte, extraña que no aparezca el nombre de Jeremías en el título de las Lamentaciones, lo que sería normal caso de que se reconociera su paternidad en los primeros tiempos que siguieron a su composición. Además, hay ciertas dificultades para atribuir a un mismo autor los cinco cánticos de las Lamentaciones. Así, en el primero, el orden de las letras que inician las estrofas es perfecto, mientras que en los cánticos segundo, tercero y cuarto, la phe viene antes del 'ain.
En 2:9 se dice de los profetas de Jerusalén que no han hallado visión de parte del Señor, lo que no es aplicable al propio Jeremías, que fue favorecido con tantas visiones y comunicaciones divinas. Y en 4:17 se dice de la esperada ayuda egipcia: se consumían nuestros ojos esperando vanamente el socorro, iban esperanzadas nuestras miradas hacia un pueblo que 110 pudo librarnos. Y sabemos que Jeremías fue siempre contrario a pedir ayuda a los egipcios 21. En 4:20 se alude al rey Sedecías: el que era nuestro aliento, el ungido de Yahvé, fue cogido en la trampa, aquel de quien decíamos: A su sombra viviremos entre las naciones. Y sabemos que Jeremías despreciaba a Sedecías por su ineptitud 22. Finalmente, los lexicólogos insisten en que la fraseología de Lam y Jer tiene más puntos de divergencia que de convergencia 23; y no faltan quienes ven coincidencias de lenguaje entre Lam y Ezequiel y otros escritos bíblicos 24. Por todas estas razones, hoy día muchos autores se inclinan por la tesis de que las Lamentaciones sólo en parte pueden atribuirse a Jeremías. Al menos los cánticos 1 y 5 parecen de época posterior al profeta 25.
5. Doctrina religiosa.
A través del lirismo de expresión y el sentimentalismo, característicos de estos bellísimos fragmentos poéticos, encontramos las grandes líneas teológicas proféticas. En los acontecimientos trágicos, el poeta sorprende los designios divinos sobre Judá pecador. Yahvé es el verdadero autor de la catástrofe, en cuanto que ha desencadenado su ira, largo tiempo contenida, sobre un pueblo que le ha sido infiel 26. La ruina de Jerusalén no es casual ni mera consecuencia de una mala política humana, sino que es la culminación de un proceso de alejamiento de la Ley divina. Yahvé es el que ha uiado a los enemigos de Judá para que sean instrumentos de su justicia, y ha descargado sobre una generación el castigo merecido por los pecados que se fueron acumulando a través de los siglos 27.
A pesar de la crisis terrible que esto representa para la nación judaica, el poeta tiene grandes esperanzas de restauración, y por ello ora confiadamente a su Dios 2S. Sabe que, si Yahvé es justo, es también misericordioso, y que, como llegó la hora del castigo, llegará la hora de la rehabilitación para Israel y del castigo para sus enemigos 29. El dolor es un medio de purificar a los individuos y a los pueblos 30; es la solución que encontramos en el libro de Job. Por ello, en estos admirables desahogos lírico-dramáticos hay un altísimo nivel espiritual, reflejo de un alma que vive de la fe y de la esperanza en Dios.
1 Cf. Flavio Josefo, Contra Apion. I 40. - 2 Cf. Jer 52:12-16. - 3 Según Flavio Josefo, el Targum y el mismo San Jerónimo, estas Lamentaciones fueron compuestas por Jeremías con motivo de la muerte del rey Josías en 609. Cf. Flavio Josefo, Ant. 10:5,i; Targum, com. a 4:20; San Jerónimo, Comm. in Zach. 12:11: PL 25:1515. - 4 Cf. Jue 5:2s. - 5 Cf. 2 Sam 1:195. - 6 En la Biblia conocemos otras composiciones alfabéticas. Así Sal 9; 10; 25; 34; 371 III; 112; 119; 145; Prov. 31:10-31; Nah 1:2-8. En el Sal_10:7-8 se da la inversión del phe y 'ain. - 7A. Ñåííá, Geremia 375. - 8 Flavio Josefo, Antiq. X 5:1; Targum, Baba bathra 153. - 9 Et factum est, postquam in captivitatem redactus est Israel, et lerusalem deserta est, sedit Teremias flens, et plnnxit lamentationc hac in lerusalem, et amaro animo suspirans, et eiulans, dixit. - 10 Cf. Orígenes, en Euseb., H. E. VI 25; San Epifanfo, Adv. haer. 8,6: PG 41:213; San Hilario, Pro/, in P.s. n.15: PL c.241; San Jerónimo, Pro/. G ale alus: PL 28,551. - 11 Lam 1:15; 2:13, y Jer 8:21s; 14:17. - 12 Lam 1:16; 2:11.18; 3:485, y Jer 9:1.18 (Vg.); 13:17; 14:17. - 13 Lam 1:14, y Jer 27:2. - 14 Lam 2:14; 4:135, y Jer 2:8; 5:31. - 15 Lam 2:20; 4:10, y Jer 19:9. - 16 Lam 1:5.8, y Jer 14:7; 16:10s. - 17 Lam 1:2.19, y Jer 2:18. - 18 Lam 1:3, y Deu_28:65; Lam 1:5, y Dt 28:44. - 19 Entre ellos, Budcle, Lóhr, Driver, Konig, Sellin, Streane, Pfeiffer. - 20 Así Goetsberger, Dennefeld, Notschcr y Clamen - 21 Cf. Jer 37:5-10. - 22 Cf. Jer 24:8-10. - 23 Cf. M. Lóiir, Der Sprachgebrauch des Buches der Klagelieder: Zatw 14 (1894) 31-50. - 24 Cf. Lam 1:1, e Is 47:85; 54:4; Lam 3:20, e Is 53:6; Lam 2:4, y Ez 24:16; Lam 4:11, y Ez 5:13; Lam 3:6, y Sal 143:3; Lam 3:24, y Sal 119:57. - 25 Cf. A. Penna, o.c., p.377.
Lamentaciones 4,1-22
4. Cuarta Lamentación: Jerusalen, Asediada.
De nuevo aparece el canto elegiaco dedicado expresamente a la ciudad profanada por el enemigo invasor. El acento vuelve a ser el de las primeras lamentaciones. Desaparece el carácter salmódico y sapiencial para imponerse el elegíaco-afectivo, hablando, más que la reflexión, el corazón punzante del profeta, testigo de la ruina de su patria. Vuelve el sistema acróstico sencillo, desapareciendo el triple amanerado del capítulo anterior. Este fragmento es muy similar al de la segunda lamentación (en el orden alfabético de letras, también aquí la Pe se pone antes del Ayin). Ambas elegías parecen completarse: en la segunda se destaca el desastre material de la ciudad, aquí la situación mísera de sus habitantes asediados. El motivo de la catástrofe es el mismo: los pecados de la clase dirigente, particularmente de los falsos profetas, que sedujeron al pueblo por caminos extraviados 1. Se suele dividir en tres partes: a) v.1-10: situación triste de los asediados; b) 13-20: causa de la catástrofe; c) 21-22: invocación contra Edom. Los v. 11-12 son como un intermedio.
1 Alef. ¡Cómo se ennegreció el oro, cómo el oro fino ha degenerado! Están las piedras sagradas esparcidas por los rincones de todas las calles.
El poeta contrapone dos situaciones: la esplendente vida de Judá, con su templo antes de la catástrofe, y la mísera situación después de la derrota. Jerusalén, ciudad santa, era como oro fino que se ha ennegrecido y desnaturalizado. Las cosas más sagradas están profanadas, dispersas como pedruscos inútiles por los rincones de las calles. Estas piedras sagradas lo mismo pueden ser las piedras del templo demolido que los ciudadanos dispersos y abandonados; se han convertido en escoria2. En Zac_9:15 se llama a los israelitas piedras de diadema. El pueblo israelita, en cuanto consagrado a Yahvé, era como una piedra preciosa de inestimable valor en comparación de los otros pueblos 3.
2 Bet. Los hijos de Sión, preciados y estimados como oro puro, ¡cómo son tenidos por vasijas de barro, obras de las manos del alfarero!
Aquí parece concretarse el sentido de piedras sagradas del verso anterior. Los hijos de Sión han sido tratados como vasijas inmundas y profanas, obra de alfarero. Los vencedores no han sabido calibrar el valor del pueblo vencido, escogido por Yahvé para desempeñar una misión excepcional entre los pueblos.
3 Guímel. Aun los chacales dan la teta y amamantan a sus crías. Pero la hija de mi pueblo se ha hecho tan cruel como los avestruces del desierto.
Es tanta la miseria de los habitantes de la ciudad, que las madres niegan a sus pequeñuelos darles el pecho, mostrando así más crueldad que las fieras del campo, los chacales 4; como los mismos avestruces, que, según la opinión popular, se despreocupan de sus hijos. En Job_39:15-16 se dice de ellos que dejan sus huevos en la arena sin preocuparse más de la suerte que les puede sobrevenir al poder ser pisados por los viandantes. La situación de tragedia de la ciudad asediada ha privado a las madres de los sentimientos maternales y humanitarios más elementales.
4 Dálet. La lengua de los niños de teta se ha pegado de sed al paladar. Los pequeñuelos piden pan, y no hay quien se lo parta.
La escasez es tal, que no hay para dar el alimento indispensable a los pequeñuelos. Los niños de pecho mueren de inanición por no haber quien les dé la leche. Como hemos hecho notar, el poeta dramatiza la situación para resaltar las preocupaciones angustiosas de los habitantes de Jerusalén, los cuales, en su obsesión de salvar su vida, se olvidan hasta de sus instintos más enraizados en la naturaleza, como el cuidado de las madres por sus hijitos.
5 He. Los que se nutrían de manjares delicados perecen por las calles. Los que se criaron vistiendo púrpura se abrazan a los estercoleros.
El cuadro de miseria se recarga incesantemente. Nadie ha podido librarse de la general penuria: los que en la vida social tenían un lugar privilegiado, se han visto obligados a vagabundear por las calles mendigando algo para su sustento, y tienen que andar por los lugares donde se echaban los residuos de las ciudades en busca de algún alimento. El contraste es radical y expresivo de la situación de miseria de los ciudadanos de Jerusalén.
6 Wau. Mayor ha sido la culpa de la hija de mi pueblo que la de la misma Sodoma, que fue destruida en un instante, sin que nadie pusiera en ella la mano.
Por la magnitud del castigo de Jerusalén se puede colegir la calidad de su culpa. Sodoma, en este sentido, fue menos culpable, ya que desapareció en un instante, mientras que Jerusalén fue agonizando lentamente a manos de hombres enemigos; por otra parte, aquélla murió a manos de Dios (sin que nadie pusiera en ella la mano), lo que es menos humillante. Los enemigos de Judá, despreciados por el pueblo elegido, han sido los ejecutores de la ira divina. Hubiera sido preferible (supuesta la mentalidad arrogante de los israelitas frente a los otros pueblos) que el propio Dios hubiera aniquilado directamente a su pueblo. Las ideas son radicales, con fuerte carga poética, y no han de ser interpretadas al pie de la letra.
7 Zain. Eran sus nazareos más resplandecientes que la nieve, más blancos que la leche, más rubicundos sus huesos que el coral, y un zafiro era su cuerpo.
La juventud de Israel era de una belleza desbordante, y entre ellos destacaban los nazareos 5. El poeta se recrea en la descripción de aquella juventud florida, que por su apostura era la encarnación de la belleza. Todo en ellos era gallardía y optimismo: un zafiro era su cuerpo. En su figura externa se adivinaba la esperanza de la nación futura.
8 Jet. Y están más negros que la negrura; no hay quien los conozca por las calles. Está su piel pegada a los huesos, seca como un leño.
Es la antítesis de la descripción radiante anterior. La ruina de Jerusalén ha cambiado hasta el mismo aire de la juventud, que está desconocida. Ha desaparecido el color sonrosado, rebosante de salud, y ha sido sustituido por el cetrino-amarillento, característico del que ha sufrido los envites del hambre y de la angustia.
9 Tet. Los muertos a espada fueron más dichosos que los caídos de hambre, que se consumen famélicos, faltos de los frutos de la tierra.
La muerte lenta por hambre es más trágica y deshonrosa que la del que muere en el campo de batalla luchando con el enemigo.
10 Yod. Manos de tiernas mujeres cocieron a sus hijos, sirviéronles de alimento 6 en el quebranto de la hija de mi pueblo.
La culminación de la miseria del asedio está representada por escenas de canibalismo, atestiguadas en otros pasajes de la Biblia 7 y repetidas en el asedio de Jerusalén por Tito 8. Tan grande ha sido el quebranto de la hija de mi pueblo, es decir, la ruina de Jerusalén, capital de la nación del profeta.
11 Kaf. Apuró Yahvé su saña, derramó su abrasada ira y encendió un fuego en Sión que ha consumido sus cimientos.
Toda la catástrofe de Judá ha sido un castigo enviado por la ira vengadora de Yahvé, que se ha ensañado con el pueblo escogido por sus infidelidades. Consecuencia de ello es que hasta los cimientos de la nación han desaparecido. El exilio babilónico representa el fin de Judá como nación.
12 Lamed. Nunca creyeron los reyes de la tierra, ni cuantos habitan en el mundo, que entraría el enemigo y adversario por las puertas de Jerusalén.
Con frase hiperbólica, el poeta destaca la segura convicción de inviolabilidad de Jerusalén, como ciudad sagrada, en la que estaba la morada de Yahvé, el escabel de sus pies en la tierra. Esta convicción, participada por sus habitantes 9, era también compartida por los reyes de la tierra. La frase tiene un tono de arrogancia muy judío. La especial protección que Yahvé había dispensado a su pueblo habría hecho creer a sus reinos enemigos que era inexpugnable 10. El recuerdo del levantamiento inesperado del asedio del ejército de Senaquerib dio origen a esta creencia 11.
13 Mem. Por los pecados de sus profetas, por las iniquidades de sus sacerdotes, que derramaban en ella sangre de justos.
Pero aquello que parecía increíble (la toma de Jerusalén) se ha hecho posible en virtud de la intervención punitiva de Yahvé por los pecados de los profetas y sacerdotes, que derramaron la sangre de los justos. Aquí el profeta parece aludir a ejecuciones de enemigos de la política mundana seguida por las clases directoras durante el asedio 12.
14 Nun. Erraban como ciegos por las calles manchados de sangre; no podían tocarse sus vestiduras.
El profeta aquí parece hacerse eco de determinadas escenas sangrientas durante el asedio de Jerusalén. La ley de la espada y de la opresión de los ciudadanos inocentes estaba a la orden del día. Después andaban errantes, despreciados de todos, pues nadie quería contaminarse con sus vestiduras, teñidas en sangre inocente.
15 Sámec. ¡Apartaos! ¡Un inmundo! les gritaban. ¡Apartaos, apartaos! ¡No toquéis! Cuando huyeron y anduvieron errantes, decíase entre las naciones: ¡No pueden quedarse!
Ante la presencia de estos culpables, errantes como ciegos por las calles, las gentes darán un grito de alerta como ante un leproso: ¡Apartaos! ¡Un inmundo! 13 Una profunda execración por parte del pueblo les acompaña por doquier como culpables de tantos crímenes y como cubiertos de la maldición divina. Naturalmente, todas éstas son escenas creadas, con fuerte dramatismo, por la imaginación del poeta para resaltar la culpabilidad de los sacerdotes y profetas falsos, que no cumplieron debidamente con su misión. Después de la catástrofe eran despreciados por su pueblo y aun por las naciones cuya amistad habían antes fomentado. Parece el profeta aludir con estas frases al desprecio general con que fueron recibidos en los pueblos circunvecinos los jefes judíos, que huyeron, después de la toma de Jerusalén por Nabucodonosor, a Egipto y otras naciones antiguas aliadas de Judá.
16 Ayin. Yahvé mismo los dispersó y no volverá a ellos su mirada. No hubo respeto para el sacerdote, ni piedad para el anciano.
En realidad, ha sido el mismo Yahvé quien los dispersó entre las naciones para ser prófugos entre pueblos extraños. Los ha echado de la tierra de Yahvé, y allá lejos no sentirán la mirada protectora de su Dios. Al aparecer como malditos de Yahvé, el pueblo no tuvo respeto ni consideración para los que constituían la jerarquía normal de la nación: los sacerdotes y los ancianos. Como prófugos, huyendo de la faz de su Dios, llevan un estigma por doquier que los hace abominables a todos. La maldición y persecución de Yahvé los seguirá aun en tierras extranjeras.
17 Pe. Se consumían aun nuestros ojos esperando nuestra ayuda. Iban esperanzadas nuestras miradas hacia un pueblo que no pudo librarnos.
El profeta se traslada mentalmente a las horas trágicas del asedio de Jerusalén, cuando había grandes esperanzas en la ayuda de potencias amigas que pudieran liberarlos del acoso de las tropas de Nabucodonosor. Sin duda que alude a las esperanzas puestas en las tropas del faraón egipcio Hofra, que les había prometido rápida ayuda militar 14. Jeremías siempre se opuso a estos cálculos humanos. Para él, la única política viable era la de Dios, único que podía salvarlos.
18 Sade. Espiaban nuestros pasos para impedirnos pasar por nuestras calles. Nuestro fin se acercaba, se cumplían nuestros días y ciertamente llegó nuestro fin.
Se recuerdan escenas trágicas del asedio: por las calles no se podía transitar, porque los asediantes babilónicos espiaban los pasos de los ciudadanos de Jerusalén cercados, teniéndolos al alcance de sus flechas. El fin trágico se acercaba por momentos. La prometida ayuda egipcia no llegaba.
19 Qof. Eran nuestros enemigos más veloces que las águilas del cielo, y nos perseguían por los montes y nos ponían celadas en el desierto.
Ahora pasa el poeta a describir las escenas de los fugitivos que habían logrado escapar del cerco de Jerusalén: por los montes eran cazados como alimañas 15, sin esperanza de salvación, ya que los enemigos eran velocísimos y maestros en poner emboscadas por los montes. y el desierto 15 *.
20 Res. El que era el aliento de nuestra boca, el ungido de fue capturado en su trampa, Yahvé, aquel de quien decíamos: A su sombra viviremos entre las naciones.
Esta despiadada persecución culminó en la captura del rey Se-decías, que era como el aliento de sus subditos. Es una frase expresiva para indicar la dependencia que de él tenían los judíos. Frases análogas aparecen aplicadas en las cartas de Tell-Amarna en Egipto 16. El poeta se siente conmovido ante la suerte desesperada del que colmaba sus ilusiones nacionales, el ungido de Yahvé, llamado así porque al ser consagrado rey se le ungía solemnemente en nombre de Yahvé 17. En la concepción teocrática de los israelitas, el rey era el representante vivo de Yahvé en la tierra, que debía empalmar un día con el Mesías o Ungido por excelencia. De ahí la profunda veneración por él. Con la desaparición del ungido de Yahvé, el rey Sedecías, se deshicieron las antiguas esperanzas de permanecer con dignidad como nación entre los pueblos: de quien decíamos: A su sombra viviremos entre las naciones. El rey, pues, es comparado a un árbol frondoso, bajo el cual pueden buscar sombra y protección sus subditos.
21 Sin. ¡Alégrate y tripudia, hija de Edom, que habitas la tierra de Us! 18 También a ti te llegará el cáliz, y te emborracharás y quedarás desnuda,
El canto cambia de destinatario y de acento. Ha cesado el tono elegiaco y empieza la sátira. Edom era el pueblo que más se había regocijado con la destrucción de Jerusalén 19. Irónicamente el poeta la invita a desahogar sus últimas alegrías, porque se le acerca la hora de beber el cáliz de la amargura, como Judá. Yahvé da a beber a todos los pueblos la copa de su ira vengadora 20, y ahora la va a poner ante los labios voluptuosos de Edom para que se embriague y quede desnuda, siendo por ello objeto de desprecio de las demás naciones 21.
22 Tau. Hija de Sión, tu iniquidad está expiada; ya no volverá (Yahvé) a arrojarte al cautiverio. Hija de Edom, El castigará tu iniquidad y pondrá al desnudo tus pecados.
Llega la hora de la rehabilitación de Sión, que con sus sufrimientos ha conseguido que ante Dios queden expiados sus pecádos 22. No volverán las pruebas del exilio. Al contrario, llega la hora de la justicia divina para Edom, que se ha alegrado por la ruina de Judá. Yahvé no puede dejar impune su iniquidad, y, castigándolo, pondrá al desnudo sus pecados, ya que el castigo es la medida de las transgresiones.
1 Cf. Lam_2:14; Lam_4:13. 2 Cf. Jer_6:30; Eze_22:18. 3 Cf. Deu_7:6; Deu_14:2; Jer_2:3. 4 Cf. Isa_13:22; Isa_34:13; Isa_35:7; Jer_9:10; Miq_1:8; Job_30:29. 5 Cf. Num_6:2-21. Muchos autores traducen, en vez de nazareas, príncipes. 6 Así según el TM. Algunos corrigen la palabra hebrea que traducimos por alimento por otra parecida que significa sepulcro. Pero los LXX siguen el texto masorético hebreo. 7 Cf. 2Re_6:28-29 : en el sitio de Samaría. 8 Cf. Flavio Josefo, Bell. lud. VI 20is. 9 Cf. Jer_7:4. 10 Cf. 2Re_19:34.35- 11 Cf. 2Re_19:345. 12 Cf. Jer_28:9. 13 Cf. Lev_13:45. 14 Cf. Jer_37:5; Isa_33:6. 15 Cf. Jer_52:8s. 15* Cf. Jer 39:4- 16 Séneca llama al emperador espíritu vital (De clementia I, 4). 17 Cf. 1Sa_2:10; 1Sa_2:2 Grón 6:42; Abd_1:3 :13. 18 Us estaba localizado entre Arabia e Idumea. Falta en el texto griego. 19 Cf. Jer_49:7-22. 20 Cf. Jer_25:15ss. 21 Cf. Lam_1:8; Gen_9:21; Nah_3:5; Jer_13:22. 22 Cf. Isa_40:1.