Times New Roman ;;;;
Ezequiel.
Introducción.
Vida del profeta.
Ezequiel (en hebreo Yejezque'el: Dios conforta) era de la clase sacerdotal , y fue llevado a Babilonia como cautivo en 598 a.C., juntamente con el rey Jeconías y parte de la aristocracia judaica. Según el mismo nos dice, moraba en una localidad llamada Tell-Abib, junto al río Kebar (o Naru Kabaru, de las inscripciones cuneiformes), al sur de Babilonia. Allí vivía con su esposa, participando de las penas de los exilados. En el año quinto de su cautividad (593), mientras se hallaba a orillas de dicho río, fue llamado misteriosamente al ministerio profético 2, que ejerció durante veintidós años. Su último escrito datado es del 572 a.C. (año 27 de su traslado a Babilonia). No sabemos cómo ni cuándo murió. Según una tradición antigua judaica, fue muerto por un juez1 del pueblo que había sido reprendido por el profeta 3.
Misión del profeta.
Como Jeremías tenía por misión predicar a los judíos de Palestina los caminos del Señor, anunciándoles los castigos y recriminándoles su pésima conducta de abandono de las vías del Señor, Ezequiel fue el hombre providencial que se ocupó de mantener viva la fe yahvista en el destierro de Babilonia. La situación era sumamente delicada, ya que los exilados, lejos de comprender el sentido de su destino en los planes de Dios - como castigo de sus pecados - , continuaban con su propensión a la idolatría. Acusaban a Yahvé de ser injusto con ellos al hacerles cargar con culpas de sus antepasados 4. Por otra parte, estaban seguros de que su exilio duraría muy poco tiempo, y, sobre todo, que Dios no permitiría la destrucción de Jerusalén y de su templo por los caldeos5. Ezequiel debía hacer frente a estas falsas concepciones, fustigar sus vicios, como la propensión a la idolatría, a los adulterios, perjurios y pecados contra la justicia social.
Sobre todo, como Jeremías en Jerusalén, predicaba contra la falsa confianza fetichista en el templo de Jerusalén como garantía de permanencia de la nación judaica. En la misión de Ezequiel tenemos que distinguir dos momentos o etapas: la anterior a la destrucción de la Ciudad Santa por los babilonios (587 a.C.), durante la cual tuvo que hacer frente a las falsas esperanzas de repatriación de los exilados, anunciándoles reiteradamente el colapso de la Ciudad Santa, y la etapa que siguió a la toma de Jerusalén por los caldeos. Se han cumplido sus profecías exterminadoras, y, ante la depresión colectiva nacional, empezó a predicar la resurrección de la nación, en una nueva teocracia ideal, en la que se cumplirían las íntimas aspiraciones individuales y colectivas de los descendientes de Abraham 6.
Basándose en numerosas alteraciones textuales, algunos autores han propuesto la tesis de que la predicación de Ezequiel, anterior a la destrucción de Jerusalén, tuvo por escenario Palestina, de forma que el profeta se dirigía, como Jeremías, a sus compatriotas que no habían sido llevados en la primera cautividad 7. Esta hipótesis, al principio deslumbradora e insinuante como solución a complejos problemas textuales del libro de Ezequiel, no parece en realidad que tenga muchos visos de objetividad histórica, ya que crea mayores problemas en relación a la vida y actividad literario-profética de Ezequiel, como veremos al tratar de la composición y datación de sus oráculos.
Ambiente histórico.
La situación política internacional de la época de Ezequiel es similar a la que hemos descrito en la introducción al libro de Jeremías. Después del colapso del imperio asirio en 612, en que tiene lugar la conquista de Nínive por Nabopolasar (625-605), caudillo babilonio, auxiliado por los medos, Egipto quiere conquistar la zona de influencia en las antiguas provincias conquistadas por Asiría; por ello, Necao II, en 609, sube, a través de Palestina y Siria, al encuentro de los ejércitos medo-babilónicos. Al pasar por Megiddo, junto al Carmelo, le sale al paso el rey Josías de Judá, que muere en el combate (609 a.C.); le sucedió su hijo Joacaz, pero éste fue depuesto por Necao II, que había establecido su cuartel general en Ribla, sobre el Orontes (Alta Siria). En su lugar colocó en el trono de Jerusalén al hijo de Josías, Eliaquim, al que cambió el nombre en Joaquim (609-598). Poco después el faraón fue vencido en Carquemis (606 a.C.) por las tropas acaudilladas por Nabucodonosor, hijo de Nabopolasar.
En 605 muere Nabopolasar, y su hijo le sucede en la dirección del nuevo imperio. Después de derrotar a los egipcios, Nabucodonosor hizo una incursión por Palestina (606-5). En el 603, el rey de Judá, Joaquim, confiado en Egipto, se insurreccionó contra el monarca caldeo, y éste se limitó de momento a enviar partidas de soldados que devastasen Judá. En 598 puso sitio formal a Jerusalén, durante cuyo asedio murió el rey Joaquim, y le sucedió su hijo Joaquín o Jeconías, el cual se rindió a los tres meses de reinado, siendo deportado con la aristocracia del país a Babilonia, y entre los cautivos estaba el propio Ezequiel. Las tropas caldeas saquearon el templo, llevándose los vasos sagrados.
El vencedor puso de rey en Jerusalén a Matanías, hijo de Josías, cambiándole el nombre en Sedecías (598-586). Al principio éste se mantuvo sumiso a Babilonia, pero por instigación del faraón Hofra se unió a una liga anticaldea organizada por Amón y Tiro. Las tropas de Nabucodonosor volvieron al asedio y tomaron la ciudad en julio-agosto de 586. La ciudad fue totalmente arrasada con su templo, y las fuerzas vivas de la población fueron deportadas, quedando sólo en el país los labriegos y peonaje. Sedecías, capturado por los babilonios, fue llevado a Ribla, donde delante de Nabucodonosor le sacaron los ojos después de asistir al asesinato de sus hijos. Después fue deportado. Con ello la catástrofe nacional del pueblo judío llegó a su colmo, y la crisis de la conciencia nacional fue el problema con que tuvieron que enfrentarse los profetas Jeremías en Palestina y Ezequiel en el exilio.
Contenido y estructura del libro.
Podemos dividirlo en tres partes bien netas. Después de una introducción en la que se relatan las circunstancias de la vocación profética del profeta (1:1-3:21), encontramos: a) una serie de oráculos contra Jerusalén y Judá (3:22-24:27); b) oráculos contra las naciones paganas (c.25-32), y c) promesas de restauración (c.33-48). Esta sistematización clara, lógica y aun cronológica de los escritos de Ezequiel ha llamado siempre la atención de los comentaristas, aunque recientemente los críticos han negado esta armoniosa estructura, ya que sorprenden muchas intercalaciones y desplazamientos que interrumpen el contexto 8. Con todo, la estructura lógica general y aun cronológica se mantiene, como se ve en el esquema siguiente:
Difisión del libro:
I. Oráculos anteriores a la destrucción de Jerusalén (58-6).
A) Introducción: Vocación del profeta (1:1-3:21).
B) Conminaciones contra Juda (3:22-24:27).
1.Anuncio del castigo sobre la Ciudad Santa (acciones simbólicas y oráculos: 3:22-7:27).
2.Visión de la idolatría en el templo. La gloria de Yahvé abandona la ciudad (8:1-11:25).
3.Vaticinios sobre la cautividad del rey y el pueblo. Juicio contra los falsos profetas, cortesanos y pecadores en general (12:1-23:40).
4.Epílogo: principio del cerco de Jerusalén.
C) Conminaciones contra las naciones paganas (25:1-32:32): Contra Amón, Moab, Edom, Filistea, Tiro, Sidón y Egipto.
II. Oráculos después de la destrucción de Jerusalén (586).
A) Preparación para la restauración (33:1-33). Invitación a la penitencia. La ruina, castigo por los pecados.
B) Vaticinios de restauración teocrática (34:1-39:29). Reunión de los dispersos israelitas. Devastación de Edom, renovación de la tierra de Israel. Repatriación del pueblo exilado. Desaparición de los enemigos de Israel.
C) Descripción del nuevo reino de Israel (40,1-48:35). El nuevo templo y su consagración. El nuevo culto, la nueva tierra de Canaán, su fertilidad y división 9.
Composición del libro y autenticidad.
El contenido literario de Ezequiel difiere bien de los libros de Amos, Oseas, Miqueas, Isaías y Jeremías. En éstos, lo esencial es el oráculo, o manifestación oral del profeta, puesta por escrito con todo su vigor e independencia. En el libro de Ezequiel, en cambio, parece que nos encontramos con un escritor que con estilo difuso y diluido va llenando páginas a base de descripciones de visiones y acciones simbólicas. Se le ha llamado profeta de gabinete, porque en sus escritos no está el oráculo conciso y nervioso de los antiguos profetas10, predominando la prosa deslavazada. Pero Ezequiel, más que escritor, es ante todo un predicador que dialoga con su auditorio y que realiza acciones simbólicas ante ellos 11. Bajo esta forma, es el más vivo, el más concreto de todos los profetas12. Pero debemos descubrir también al escritor que redacta sus oráculos para sus contemporáneos. Habla siempre en primera persona, y de hecho hay unidad sustancial de estilo en todos los escritos que se le atribuyen.
La tradición judaico-cristiana ha sostenido siempre la autenticidad de sus escritos, como obra del profeta del exilio, que trabajó en la formación del alma judía después de la catástrofe napional. Sin embargo, esto no quiere decir que el libro suyo, tal como hoy ha llegado a nosotros, sea obra redaccional definitiva del profeta. A pesar de un orden lógico general, hay, como hemos indicado, trastrueques y desajustes en el texto, y estas anomalías han dado lugar a teorías excéntricas respecto del origen del libro de Ezequiel. Así, hay quien adjudica al profeta del exilio sólo las partes poéticas, mientras que la masa prosaica sería obra de un redactor del siglo í 13. Incluso se ha supuesto que la redacción final del libro es del siglo ni a.C., obra de un anónimo que habría presentado los hechos como ocurridos en el siglo VII a.C. 14
Autores más moderados, como Herntrich y Bertholet, suponen que el libro de Ezequiel es de la época inmediata anterior o posterior a la caída de Jerusalén (597-6). El primero distingue dos autores, uno de los 39 primeros capítulos, que sería un profeta que vivió en Jerusalén en los años críticos que precedieron a la destrucción de la ciudad. Los c.40-48 serían, pues, obra de un redactor posterior a la época del exilio 15. El segundo cree que es Ezequiel el autor de todo el libro, pero que lo concerniente a la predicación anterior a la caída de Jerusalén fue escrito por él cuando habitaba en Palestina, mientras que los oráculos y escritos de restauración que siguieron a la destrucción de la Ciudad Santa fueron escritos por él mismo en Babilonia 16. Supone que Ezequiel es el autor sustancial, en cuanto que dejó resúmenes esquemáticos de sus profecías que fueron amplificados y publicados con su nombre por redactores posteriores que pertenecían a su escuela profética. Esta opinión ha sido aceptada por muchos autores aun católicos 17; pero, pasada la primera impresión de novedad, las cosas van volviendo a la tesis tradicional, ya que, si la nueva teoría parece dar razón del sentido de algunos textos, que parecen intercalaciones redaccionales posteriores, por otra parte, aplicada como tesis general al libro, crea mayores problemas de composición. Por ello creemos que es preferible mantener la posición tradicional, que considera a Ezequiel como autor de todo el libro (con ligeras excepciones) que lleva su nombre, y también es mejor suponer que el profeta desarrolló su ministerio desde el principio entre los exilados de Babilonia, como se desprende de sus oráculos y escritos.
Texto y versiones.
El texto hebreo masorético es muy deficiente y en muchos casos inservible. La versión griega de los LXX es, en general, literalista y parece estar basada en un texto hebreo anterior al TM. Por ello resulta muy útil para la reconstrucción de ciertas lecturas. En general, parece superior el texto de los LXX; sin embargo, también en la versión de los LXX hay omisiones y traducciones ininteligibles. Los papiros Chester Beatty (Ez 11-17) Y Scheide (Ez 19-39) han contribuido al estudio de la versión griega, pues datan del siglo II, y son, por tanto, anteriores a la Hexaplar de Orígenes. Sobre todo los papiros Scheide han servido para reivindicar muchas lecciones del TM. La versión de la Vg sigue en general al TM, mientras que la siro-hexaplar acepta muchas variantes de los LXX.
Índole literaria del libro de Ezequiel.
Característica del libro de Ezequiel es la abundancia de visiones: la cuadriga celeste de los querubes 18, los huesos secos 19, el nuevo templo 20, la fuente de aguas 21. Esto hace que su libro sea extremadamente misterioso y difícil de interpretar. Los autores no están concordes al calificar la objetividad de dichas visiones, pues mientras para unos esas fisiones son meras ficciones literarias en función de enseñanzas religiosas, para otros son fisiones reales representadas a su imaginación o a sus sentidos externos.
Otra característica del ministerio profético de Ezequiel es la de acciones simbólicas para representar plásticamente sus enseñanzas teológicas y sus oráculos conminatorios o de restauración. Así, por orden de Dios se encierra en su casa para significar el asedio de Jerusalén22, delinea el plano de la Ciudad Santa, acercando contra él planchas de hierro para simbolizar el próximo cerco por los babilonios 23; se corta los cabellos y los aventa para significar el destino de los exilados 24. También son frecuentes en los escritos de Ezequiel las parábolas o alegorías, como la de las dos hermanas meretrices25, la de la vid arrancada por el águila26, los dos cachorros 27, Oola y Ooliba 2S.
El estilo literario, en general, es prosaico e inferior al de Isaías y Jeremías. San Jerónimo lo define así: Sermo eius nec satis di-sertus nec admodum rusticus, sed ex utroque medie tempera-tus 29. Su propensión a lo visionario y alegórico hace que sea particularmente difícil su interpretación. Respecto de los c.40-49, en los que se habla de la estructura de la nueva teocracia, dice el mismo San Jerónimo: Scripturarum oceanum et mysteriorum Dei laby-rinthum 30. Llevado de la imaginación, el profeta traza idealmente los límites y organización del nuevo reino bajo la protección especial de Dios. Nos hallamos ya en el campo de la apocalíptica, donde lo nebuloso imaginario priva sobre lo racional concreto.
Esta propensión a lo visionario, simbólico y apocalíptico ha servido para que no pocos autores le hayan tachado de anormal y excéntrico, de forma que sus éxtasis y acciones extrañas provendrían de una naturaleza mórbida. Así, se le ha acusado de histérico, epiléptico, cataléptico y neurótico. En realidad, sus acciones simbólicas no son más extrañas que otras de los profetas anteriores, como Oseas, Jeremías y aun de Isaías 31. No debemos perder de vista que nos hallamos entre orientales, donde lo escénico tiene una importancia especial como medio de convencer. En concreto, Ezequiel nos dice de sí mismo que es un signo para la casa de Israel; de ahí que sus acciones simbólicas sean tan frecuentes, y desde luego tiene una mentalidad netamente simbolista. Por ello, a sus problemas familiares personales les da un sentido simbólico con proyección a la comunidad de exilados. Así, su mutismo32, la muerte de su esposa 33 y sus mismas enfermedades 34 tienen un mensaje para Israel. En este sentido podría comparársele a Oseas, cuya vida es una parábola en acción para sus compatriotas 35.
Doctrina teológica.
a) Atributos divinos. - La teología de Ezequiel sigue las líneas generales de sus predecesores, los profetas escritores, Amos, Isaías y Miqueas, pues destaca la universalidad, omnipotencia y justicia de Yahvé sobre todo. Su radio de acción no se limita a la tierra santa, sino que sigue a los deportados de Babilonia 36. Es el Señor único que está sobre todo poder. Los vivientes simbólicos que aparecen llevando el trono de su gloria son el símbolo del poder en los distintos reinos de la naturaleza: el león, el toro, el águila, en el reino animal, son los animales superiores, que en la mitología religiosa mesopotámica simbolizaban a determinadas divinidades. Ezequiel los pone a todos como escabel del Yahvé de los israelitas, que sigue amorosamente la suerte de sus exilados.
Es misericordioso y justo. Israel es su hijo predilecto 37, pero esta elección es totalmente gratuita, sin méritos por parte de aquél 38. Esto impone particulares deberes de gratitud y obediencia. Israel ha sido encontrada por Yahvé en el desierto como una expósita y ha sido elevada a la categoría de reina, esposa de Yahvé. En consecuencia, debía haber reconocido a su único Dios, pero ha pecado, separándose de Yahvé y yéndose tras los ídolos 39. Por eso, Yahvé, por su propia dignidad y santidad, debe castigarle, y el exilio es la pena merecida por las generaciones rebeldes que se han sucedido en Israel desde los tiempos de su instalación en Canaán 40.
b) Responsabilidad individual. - Una de las ideas nuevas en la teología de Ezequiel es la de la valoración del individuo como tal en sus relaciones para con Dios. Hasta entonces en la teología profética prevalecía la idea de la solidaridad, de forma que los componentes del pueblo israelita eran considerados más como ciudadanos de una colectividad que como individuos con derechos y deberes propios. Ante todo, los profetas consideran el destino de la nación como tal, porque la alianza del Sinaí ha sido hecha entre Dios y la nación41. En ese supuesto, las generaciones son solidarias en sus pecados y en sus méritos. Ciertamente que en el Deuteronomio se condena el castigo de los hijos por los pecados de sus padres, y viceversa42, y Jeremías se hizo eco de esta doctrina43, pero es Ezequiel el campeón y teorizante del individualismo44 en la tradición israelita. La catástrofe del 587 había tenido por efecto la pérdida de las ilusiones nacionales, y entonces la conciencia israelita se orientó más a los destinos e intereses del individuo como tal. Ezequiel se hace eco de este estado psicológico y formula el principio de la retribución individual estricta; los exilados se quejaban de que ellos estaban pagando por los pecados de sus antepasados. Esto parecía injusto, y es el profeta el que anuncia un nuevo estado de cosas: ¿Qué andáis repitiendo este proverbio. y decís: Los padres comieron las agraces y los hijos sufren la dentera? Por mi vida, dice Yahvé, que nunca más diréis este refrán. El alma que pecare, ésta morirá, y el hijo no llevará sobre sí la iniquidad del padre, ni el padre la del hijo; la justicia del justo será sobre él, y sobre él será la iniquidad del malvado45. Es sustancialmente la doctrina de Jeremías: En esos días ya no se dirá más: Nuestros padres comieron agraces, y los hijos sufrimos la dentera. Sino que cada uno morirá por su propia iniquidad: quien coma el agraz, ése sufrirá la dentera46.
Ezequiel insiste después en la justificación del pecador que se arrepiente de sus pecados y cambia de conducta: Todos los pecados que cometió no le serán recordados, y en la justicia que obró vivirá. ¿Quiero yo acaso la muerte del impío, dice Yahvé, y no más bien que se convierta de su mal camino y viva?47 Esta doctrina está muy por encima de la antigua, basada en la solidaridad. En el nuevo orden de cosas habrá ante todo justicia retributiva para cada individuo. Esta perspectiva, formulada así con toda valentía por Ezequiel, hará que se planteen en crudo la validez de las tesis tradicionales sobre la ecuación entre la virtud y el premio en esta vida.
Este examen del problema en la literatura sapiencial, sobre todo en Job, dará como fruto la formulación clara del principio de la retribución en ultratumba en el libro de la Sabiduría. Ezequiel no ha llegado a estas claridades, pero ha puesto las bases de la retribución individual en las relaciones de Dios con el hombre.
c) El mesianismo. - Sus ideas mesianicas adolecen de nacionalistas, ya que prevé la gloria de la nueva teocracia, vinculada a la restauración de Israel como nación. En sus idealizaciones sistemáticas y artificiales de la nueva era, piensa en Palestina como centro de la teocracia. Y en su falta de perspectiva histórica junta la próxima restauración después del destierro y la mesiánica definitiva. Al lado de estos anuncios mesiánicos colectivos, Ezequiel presenta vislumbres de un Mesías personal. En 17:22-24 habla de un retoño de un cedro (dinastía davídica) plantado en Sión, que se convertirá en un gran árbol bajo cuyas ramas se cobijarán los israelitas. En 34:23-31 se habla de un nuevo pastor, al que se identifica con David, el cual apacentará a su grey, que ha sido reunida por el propio Yahvé. Ese nuevo Pastor - como el rey David - será el lugarteniente de Yahvé: Yo seré su Dios, y mi siervo David será príncipe en medio de ellas (las ovejas). El profeta, pues, en estos vaticinios se sitúa en la línea de las profecías isaianas sobre el Emmanuel, en las que se anuncia un príncipe que inaugurará un reinado de paz y tranquilidad para los descendientes de Jacob. No hay alusiones universalistas, pero tampoco se refleja la idea de un rey despótico intransigente.
d) Ezequiel y el judaismo. - Se ha acusado a Ezequiel de haber sido el creador del alma judaica en sentido peyorativo, como expresión del hermetismo y exclusivismo que encontramos en la secta de los fariseos. En realidad, el profeta no ha hecho sino resaltar la conciencia de elección entre los exilados, para animarlos al cumplimiento de la Ley, cuya transgresión había traído la catástrofe nacional. Sin duda que, para hacer frente a las influencias religiosas babilónicas, Ezequiel - mentalidad esencialmente sacerdotal - urgió el cumplimiento de ciertas leyes rituales que fueran como un vallado defensivo. Los críticos independientes han querido deducir de esta preocupación levítica de Ezequiel que es el verdadero autor de toda la complicada legislación del Levítico. Pero un examen serio del problema hace ver que el profeta no sólo no es el autor de la legislación levítica, sino que muchas veces, al proclamar los principios que han de regir la nueva teocracia, contradice a determinadas leyes levíticas 48.
Ganonicidad del libro.
Según testimonio de San Jerónimo, los judíos no permitían la lectura del libro de Ezequiel antes de haber cumplido los treinta años49. Precisamente por cierta oposición entre la legislación de Ezequiel y la del Levítico, algunos rabinos se permitieron dudar de la canonicidad del libro de Ezequiel50. Pero de hecho fue recibido en el canon judaico sin dificultad. En el Eclo 49:8 se alaba a Ezequiel después de citar a Jeremías, y antes de los doce profetas menores. En el Í. Ô., el libro de Ezequiel no es citado expresamente, pero parece que hay alusiones51. En la Iglesia cristiana primitiva no ha habido dificultades especiales en la admisión de Ezequiel en el canon.
1 Ez 1:3. - 2 Ez 1:1-3:21. - 3 Así lo afirman el Pseudo-Epifanio, De vitis prophetarum g: PG 43:401, y San Isidoro De Sevilla, De ortu et obitu Patrum 39: PL 83:143; San Atanasio, Ór. de incarnatione Verbi 37: PG 25:160. - 4 Ez 18:2. 5 ez 24:21. - 6 Cf. Ez 37:1-28; 0.40-48. - 7 Esta tesis, propuesta primeramente por Herntrich y Bertholet, ha sido recientemente resucitada por P. Auvray, Le probléme historique du livre d'Ezechiel: RB 55 (1948) 503-19· - 8 He aquí algunos ejemplos de desplazamiento del texto: 3.16b-21 parece intercalado en el relato de la visión inaugural. Los versos del c.4 no siguen el orden debido. En los c.5.7 y 26 hay repeticiones y ampliaciones al texto original. Los v.8-17 del c.io son casi una repetición de 1:15-21, etc. Véase L. Dennefeld, o.c., p.462. - 9 Véase H. Hopfl-Miller-Meztinger, Introd. spec. in V. T. (Roma IQ4&) P·463 -465· - 10 P. Auvray, Ezechiel: La Sainte Bible de Jérusalem (París 1949) Ñ·9· - 11 Cf. Ez 12:9; 24:19; 33:10.17-20. - 12 id., ibid. - 13 Así G. Holscher, Der Dichter und das Buch: Bzatw 39 (1924)· - 14 C. Torrey, Pseudo-Ezekiel and the original prophecy (New Haven 1930). - 15 V. Herntrich, Ezekielprobleme: Bzatw 61 (1033). - 16 A. Bertholet, Hesekielprobleme: Mélanges F. Gumont (Bruselas 1936) p.517-523. - 17 Entre ellos el P. Dumeste: RB 46 (193?) 299, Y P. Auvray, Le probléme historique du livre d'Ezechiel: RB 55 (1948) 503-19. - 18 Ez 1:4-28; 10:1-22. - 19 Ez 37:1-28. - 20 Eze_40:1-43 :27. - 21 Ez 47:1-12. - 22 Ez 3:24-27. - 23 Ez4,is. - 24 Ez 5:4. - 25 Ez 16:1-63. - 26 Ez 17:1-24. - 27 Ez 19:1-9. - 28 Ez 23:1-49- - 29 San Jerónimo, Praef. in Ez.: PL 28:938 (995). - 30 id., Comm. in Ez., Prol. in librum 14: PL 25:448 (468). - 31 Cf. 1 Re 11:29-33; Is 20; Jer 13; 18; Os 0.1-3. - 32 Ez 3:26; 24:27; 33:22. - 33 Ez 24:15-24- - 34 Ez 4:4-17. - 35 Cf. Ose.i-3. - 36 Ez c.1-3. - 37 Ex 19:5; Ez 16:1-14. - 38 Ez 20,ss; Jer 2; 11:1-8. - 39 Ez 5:5-17; 16:15-34; 20. - 40 Ez 14:12-21; 17:1-21; cf. Jer 8:4-12; 16:10-17. - 41 Cf. Éxo_20:2. - 42 Cf. Dt 24:16; 2 Re 14:6. - 43 Jer 12:1; 31:29-30. - 44 P. Auvray, o.c., p.16. - 45 EZ 18:28. - 46 Jer 31:29-30. - 47 Ez 18:22-23.
Ezequiel 1,1-28
1. Visión de la Gloria de Yahve.
En este capítulo tenemos la visión inaugural de la misión profética de Ezequiel. Como Jeremías, también Ezequiel recibió una comunicación imaginaria de parte de Yahvé en la que se anunciaba su futura misión de profeta entre los exilados. Ezequiel debía ejercer una labor de apostolado entre los exilados en Babilonia para mantener la fe religiosa y la esperanza en la resurrección nacional de Israel. Como hemos visto en la introducción, algunos autores suponen una primera fase de apostolado de Ezequiel en Palestina, y, en este supuesto, la visión de este capítulo sería la inauguración de la segunda fase profética en Babilonia. Pero no se puede probar la fase profética de Ezequiel en Palestina. Por consiguiente, nos atenemos a la tesis tradicional, considerando a Ezequiel como profeta exclusivo de los exilados en Babilonia.
El capítulo consta de dos partes: a) introducción histórica (1-3); b) descripción de la visión inaugural (4-28).
Tiempo y lugar de la teofanía (1-3).
1 Y sucedió que en el año treinta, en el mes cuarto, a cinco del mes, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Kebar, se abrieron los cielos, y contemplé visiones de parte de Dios. 2 En el cinco del mes, en el año quinto de la deportación del rey Joaquín, 3fue palabra de Yahvé a Ezequiel, hijo de Buzí, sacerdote, en tierra de los caldeos, junto al río Kebar, y fue allí sobre él la mano de Yahvé.
La datación dada en el v.1 ofrece una gran dificultad, ya que no sabemos el punto de partida del cómputo el año treinta. Se han propuesto diversas soluciones. Unos autores suponen que es el año treinta de la vida de Ezequiel, mientras que otros toman como punto de partida la reforma de Josías en el 621, lo que nos llevaría hacia el 592-1, más o menos en concordancia con la fecha que da el v.2 (año quinto de Joaquín: 593). Otros autores prefieren computar el año treinta a partir de la subida al trono de Nabopo-lasar (625 a.C.)· No faltan quienes supongan corrompida la cifra, y así leen año trece; pero todas las versiones consignan la fecha de treinta del TM. El mes cuarto es el mes de Tammuz (junio-julio). El río Kebar parece ser el nar-Kabari (gran canal) de las inscripciones cuneiformes 1. Ezequiel, pues, se hallaba entre los deportados junto al gran canal y tuvo visiones celestes, que después va a concretar. No especifica si se trata de visiones imaginarias o sensibles, pero para el resultado doctrinal es lo mismo. En todo caso, la palabra visión en los profetas tiene el carácter genérico de comunicación divina sobrenatural. El v.2 es considerado por muchos autores como glosa marginal.
El año quinto del rey Joaquín es el 593, ya que el joven monarca comenzó su reinado en el asedio de Jerusalén del 598, siendo llevado en cautividad después de reinar sólo tres meses. La expresión fue sobre él la mano de Yahvé (v.3) aparece reiteradamente en el libro de Ezequiel 2, y designa el estado psicológico del profeta bajo la acción de Dios: está como poseído por una fuerza superior divina. Tal es la impresión que siente en la visión inaugural que con todo detalle va a describir.
Visión de los cuatro vivientes (4-14).
4 Miré, y he aquí que venía del septentrión un viento impetuoso, una nube densa, y en torno a la cual resplandecía un remolino de fuego, que en medio brillaba como bronce en ignición. 5 En el centro de ella había semejanza de cuatro seres vivientes, cuyo aspecto era éste: tenían semejanza de hombre, 6 pero cada uno tenía cuatro aspectos, y cada uno cuatro alas. 7 Sus pies eran rectos, y la planta de sus pies era como la planta del toro. Brillaban como bronce en ignición. 8 Por debajo dé las alas, a los cuatro lados, salían brazos de hombre, todos cuatro tenían el mismo semblante y las mismas alas, 9 que se tocaban las del uno con las del otro. Al moverse no se volvían para atrás, sino que cada uno iba cara adelante. 10 Su semblante era éste: de hombre y de león a la derecha los cuatro, de toro a la izquierda los cuatro y de águila los cuatro. n Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto; dos se tocaban las del uno con las del otro, y dos de cada uno cubrían su cuerpo. 12 Todos marchaban de frente, a donde les impelía el espíritu, sin volverse para atrás. 13 Había entre los vivientes (fuego) como de brasas, encendidas como antorchas, que discurrían por entre ellos, centelleaban y salían rayos. 14 Los vivientes iban y venían como el relámpago.
La visión del profeta es apocalíptica y difícil de entender, ya que interviene más la imaginación desbordada que la lógica del pensamiento. A la luz de los hallazgos arqueológicos asirios podemos hoy sorprender la fuente en que se inspiró el profeta para trazar este cuadro deslumbrante como pórtico solemne a su misión profética y a su libro. Estando el profeta junto al gran canal, vio venir como un turbión o densa nube acompañada de fuerte viento. En torno aparecía como un halo de fuego brillante como bronce en ignición. En medio de la nube, un núcleo ígneo. La nube brillante e ígnea viene del septentrión, es decir, de la región nórdica de Mesopotamia por la que pasaba la vía caravanera que habían seguido los exilados israelitas. Gomo veremos después, el sentido de la visión es mostrar que Yahvé ha seguido a los exilados en su destierro para protegerlos y darles esperanza de rehabilitación. Algunos autores creen ver en esta dirección del septentrión una alusión al olimpo babilónico, situado en la parte norte de Mesopotamia. En ese caso, el sentido de la visión era simbolizar la supremacía de Yahvé sobre todos los dioses mesopotámicos.
A medida que se acercaba el turbión, divisa el profeta en el centro ígneo cuatro vivientes. A primera vista, de frente le parecen semejanza de hombre por la cabeza y el pecho. Pero, fijándose bien, distingue en ellos cuatro aspectos o caras: de hombre por el rostro, de águila por las alas, de león y de toro por el cuerpo3. Concebida así la extraña visión, encontramos una explicación en los karibu asirios encontrados a la entrada del palacio de Jorsabad; en el c.10 de Ezequiel se los llama Kerubi o querubes. En efecto, en los colosos asirios que se ven en el museo de Louvre se pueden apreciar esos extraños seres con rostro barbado de hombre, alas de águila, bajo las cuales salen dos brazos de hombre (v.8), cuerpo mitad de toro y mitad de león. Eran los genios protectores de los palacios asirios4. Los cuatro vivientes juntaban dos de sus alas con las del más vecino, formando un soporte o plataforma. El conjunto de los vivientes caminaba siempre hacia adelante, sin volverse (v.8). En el v.10 insiste sobre su cuádruple composición: por delante, aspecto de hombre; en la derecha, aspecto de león; a la izquierda, de toro, y alas de águila 5. Con dos de las alas de cada uno extendidas en lo alto se formaba un trono, y con las otras dos de cada uno se cubrían el cuerpo en señal de respeto (v.1-1) 6.
El profeta ha logrado crear con los cuatro vivientes un inigualable trono para Yahvé. En ellos están representadas las criaturas más nobles de la creación: el hombre con su inteligencia, rey de la creación; el león y el toro con su fuerza, reyes de los animales terrestres; el águila, reina de las aves por su raudo y elevado vuelo. Estos animales, que en el folklore babilónico estaban destinados, como animales más nobles, a representar diversas divinidades, forman un trono al único Dios, al Yahvé de Israel. La concepción teológica es grandiosa en todos sus detalles7. En el número cuatro de los seres (con cuatro aspectos, y cuatro alas, y cuatro ruedas) puede verse la idea de la universalidad del dominio de Yahvé en las cuatro direcciones del universo 8.
Los cuatro vivientes caminaban de frente, sin volverse, movidos por el espíritu o soplo de Dios. En medio de los cuatro vivientes había fuego como de brasas (v.13), que centelleaban en continuo movimiento. El fuego, como elemento purificador y símbolo de la santidad, aparece constantemente en muchas teofanías del A.T. Yahvé se manifiesta siempre entre rayos y relámpagos y rodeado de nubes de fuego. Los autores semitas no encontraban mejor símbolo para indicar el carácter numénico de Dios que el fuego, a cuyo contacto todo se consume y purifica. A Moisés se apareció Yahvé en una zarza ardiendo 9
Descripción de las ruedas (15-21).
15 Y, mirando a los vivientes, descubrí junto a cada uno de ellos una rueda que tocaba la tierra. 16 Las ruedas parecían de turquesa, eran todas iguales, y cada una dispuesta como si hubiese una rueda dentro de otra rueda. 17 Cuando avanzaban marchaban hacia los cuatro lados, y no se volvían al caminar. 18 Mirando, vi que sus llantas estaban todo en derredor llenas de ojos. 19 Al ir los vivientes, giraban junto a ellos las ruedas, y al levantarse los vivientes sobre la tierra, se levantaban las ruedas. 20 Hacia donde los impelía el espíritu a marchar, marchaban, y las ruedas se alzaban a la vez con ellos, porque tenían las ruedas espíritu de vida. 21 Guando iban ellos, iban las ruedas; cuando ellos se paraban, se paraban ellas, y cuando se alzaban de la tierra, se alzaban, porque había en las ruedas espíritu de vida.
Los detalles de la visión van complicando la clara comprensión de la misma. El profeta multiplica las imágenes en función de las ideas, pero no siempre es fácil captar bien la imagen, pues resulta a menudo muy compleja. Así, contempla a los cuatro vivientes sobre cuatro ruedas, cada una de las cuales tiene otra en sentido opuesto, formando ángulo, de modo que, según se dice en el í.17, el carro con las cuatro ruedas y vivientes marchaba en las cuatro direcciones sin volverse. Hemos de pensar que aquí se trata de una visión apocalíptica; por tanto, no debemos preguntarnos si efectivamente el conjunto es técnicamente realizable en la práctica. Los profetas prescinden de muchas cosas, y se levantan sobre la realidad para declarar sus ideas, muchas veces envueltas a propósito en el misterio. Así, no sabemos el significado exacto del detalle de que las llantas estaban llenas de ojos (v.18). Quizá tuvieran un puro valor ornamental, o se quiere indicar que las ruedas fulguraban como chispas luminosas. No faltan quienes ven en esa pluralidad de ojos la omnisciencia divina, múltiple en las manifestaciones de su providencia. El profeta puntualiza después que tanto los vivientes como las ruedas se movían en completa sincronía, empujados por el espíritu o soplo divino.
Descripción de la plataforma (22-25).
22 Sobre las cabezas de los vivientes había una semejanza de firmamento, como de portentoso cristal, tendido por encima de sus cabezas, 23 y por debajo del firmamento estaban extendidas sus alas, que se tocaban dos a dos, la una con la del otro, mientras que las otras dos de cada uno cubrían su cuerpo. 24 Oía el ruido de las alas como ruido de río caudaloso, como voz del Omnipotente, cuando marchaban, como estruendo de campamento; cuando se detenían, plegaban las alas. 25 Y una voz hendió el firmamento que estaba sobre sus cabezas. Al pararse ellos plegaron sus alas.
Sobre los vivientes que tienen sus alas extendidas en alto, formando como una plataforma, había una placa sólida como firmamento de cristal (v.22); es la base del trono divino que se explicará a continuación. Al agitarse las alas se oía como un ruido ensordecedor semejante a la voz del Omnipotente 10, es decir, del trueno, o como el estruendo de un campamento militar que se pone en movimiento (v.24). El profeta oyó como una voz majestuosa que hizo parar el cortejo (v.25) 11.
El Señor, sentado sobre el trono (26-28).
26 Sobre el firmamento que estaba sobre sus cabezas había una piedra de apariencia de zafiro a modo de trono, y sobre la semejanza del trono, en lo alto, una figura semejante a un hombre que se erguía sobre él. 27 Y de lo que de él aparecía, de cintura arriba, era como el fulgor de un metal resplandeciente, y de cintura abajo, como el resplandor del fuego, y todo en derredor suyo resplandecía. 28 El esplendor que le rodeaba todo en torno era como el arco iris que aparece en las nubes en día de lluvia. Esta era la apariencia de la imagen de la gloria de Yahvé. A tal vista caí rostro a tierra, pero oí la voz de uno que hablaba.
El profeta distingue sobre la plataforma de cristal, soportada por las alas de los vivientes, una piedra de zafiro, de azul celeste,que hacía de trono. Es de notar en la descripción las frases aproximativas propias de los autores apocalípticos (a semejanza de., como, a modo.), que indican la trascendencia de las mismas cosas que se ven, presentadas de modo descriptivo imaginativo para dar una idea aproximada de ellas. Sobre el trono había una figura semejante a un hombre. (v.27) resplandeciente. Es Yahvé en toda su majestad y gloria, aureolado de un arco iris 12. Ante tal manifestación de la majestad divina, Ezequiel cae de rodillas en un sentimiento de adoración y de reconocimiento de su propia indignidad (v.28) 13.
El simbolismo de esta visión deslumbradora parece girar en torno a la idea de la presencia de Yahvé entre los exilados de Babilonia. Aunque Yahvé habite en Jerusalén, sin embargo, no los ha abandonado, y por eso los visita en toda su majestad, para dar idea de su omnipotencia, muy por encima de los ídolos babilónicos. Es el Señor absoluto de toda la naturaleza, sentado sobre los vivientes más nobles, que le sirven de escabel de sus pies: el toro, símbolo de la fuerza salvaje, dedicado en la mitología babilónica a Hadad, dios de las tormentas; el león, rey de los animales, dedicado a Samas e Istar y Enlil; el águila, reina de las aves, símbolo del sol. Toda la creación en su más noble manifestación está al servicio del Dios de Israel, que invade en su plena majestad el territorio de los dioses paganos. En todas partes se siente su dominio, como Señor de la naturaleza. Los exilados se creían en el destierro alejados de la providencia de su Dios. El castigo del cautiverio era para ellos como un velo que se interponía en las relaciones con el Dios de sus padres, y de ahí el desaliento y hasta la desesperación. Por eso, esta visión del profeta del exilio por excelencia quiere hacer ver que Yahvé está también al lado de los desterrados, que tiene providencia de ellos, y que va a abandonar definitivamente a Jerusalén, entregándola a la destrucción y reservando a los desterrados como núcleo de la futura restauración de Israel14.
1 Cf. A. Jeremías, Das A.T. im Lichte des A. Oriente (Leipzig 1916) p.617s. - 2 Cf. Eze_3:14.22; Eze_8:1; Eze_33:22; Eze_33:37, i; 40,1. - 3 Antes de los hallazgos de los karibu asirios se solía interpretar el texto en el sentido de que cada animal tenía cuatro rostros, lo que hace ininteligible el texto. - 4 Cf. H. Gressmann, Alt. Orient. Text. und Bild. (Berlín 1926) II ñg. 165:168. - 5 Los Santos Padres tomaron de esta visión los símbolos de los cuatro evangelistas. - 6 Cf. Isa_6:1. - 7 Cf. Les Cherubins: DBS i (1928) 74353, y Dhorme-Vincent, Les Cherubins: RB 35 (1926) 328-358. - 8 Cf. Zac 2:1; 2:3; 6:5. - 9 Cf. Exo_3:2.5; Exo_19:18; Exo_24:17; Deu_4:12. - 10 Cf. Eze_10:5; Job_37:48; Sal_29:3-9Sal_29:--11 La última parte del v.25 falta en los LXX. - 12.Cf.AP4:3. - 13 Cf. Isa_6:5; Jue_13:20; Tob_12:16; Dan_8:17. - 14 Sobre esta visión inaugural de Ezequiel pueden verse, además de los comentarios citados, los artículos siguientes: A. Van Hoonacker, Le títre primitif du livre d'Ez.: Revue Biblique Int., 9 (1912) 241-243; J- Goppens, Deux passages obscurs du livre d'Ez. 1:25 et 1:18: Muséon, 47 (1934) 259-263.