Times New Roman ;;;;
Daniel.
Introducción.
Vida Del Profeta.
El protagonista del libro de Daniel es un personaje de la nobleza judía, llamado en hebreo Dani'el (Dios es mi juez), el cual de niño fue llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor en el 605 a.C. (tercer año del reinado de Joaquim) 1. Educado con otros dos jóvenes judíos en la corte· babilonia en calidad de paje, llegó a granjearse la amistad de Nabucodonosor después de haberle revelado el sentido de un misterioso sueño profético 2. Consiguió así ocupar altos puestos en la corte babilónica, siendo objeto de conspiraciones de los altos funcionarios, que estaban celosos de su privilegiada posición palaciega 3. Según el relato bíblico, Daniel vivió por lo menos hasta el tercer año de Ciro (536 a.C.) 4.
En Ezequiel aparece un sabio, modelo de virtud y de rectitud moral, llamado Daniel, y que se supone vivió en tiempos antiguos con Noé y Job 5. En las listas posteriores a la cautividad encontramos de nuevo el nombre de Daniel 6.
Contenido y estructura del libro.
Según el texto de los LXX y de la Vg, el libro incluye dos grandes secciones: una protocanonica, escrita en hebreo y arameo, que comprende los doce primeros capítulos, y otra deuterocanónica, que incluye los c.13 y 14 y el fragmento lírico 3:24-90. La parte protocanónica se divide en dos partes por el contenido: a) histórica 1:1-6:29(28); b) profético-visionaria (7:1-12:13).
A) Sección protocanónica:
1. Parte histórica: 1:1-6:29(28).
a) Introducción histórica: Daniel en la corte real: 1:1-21.
b) Sueño de Nabucodonosor e interpretación: 2:1-40.
c) Los tres niños en el horno: 3:1-30(97).
d) Locura de Nabucodonosor y curación: 3:31(98)-4:34.
e) Banquete de Baltasar: 5:1-30(31).
f) Daniel en el foso de los leones: 6:1-29(28).
Parte profético-visionaria: 7:1-12:13. Visión de las cuatro bestias: 7:1-28. Visión del carnero y del macho cabrío: 8:15-28. Visión de las setenta semanas: 9:1-27. Visión sobre la suerte futura del pueblo: 10:1-12:13.
B) Sección deuterocanónica: 3:24-90; 13:1-14:42
a) Oración de Azarías y cántico de los tres niños: 3:24-90.
b) Historia de Susana: 13:1-64.
c) Historia de Bel y el dragón: 13:65-14:42.
Las perspectivas históricas de las dos grandes secciones (histórica y prof ética) difieren grandemente entre sí, ya que la primera (histórica) tiene por fondo hechos de la época del imperio babilónico y persa, mientras que la segunda (profética) supone el ambiente histórico de la época de los Seléucidas (s.II a.C.); son tiempos de persecución de los fieles israelitas, y el profeta los consuela con perspectivas próximas salvadoras.
Problema lingüístico.
El libro de Daniel, como hoy lo tenemos, está escrito en tres lenguas: a) hebrea: 1:1-2:4a y 8:1-12:13; b) aramea: 2:4b-7:28; c) griega: 3:24-90; 13:1-14:42. Las partes escritas en hebreo y arameo aparecen en el TM, mientras que la parte griega sólo en los LXX.
Esta diversidad lingüística plantea un problema no fácil de resolver, ya que no se ve la razón de por qué la parte histórica - homogénea por el contenido - esté escrita en hebreo y en arameo, y lo mismo, por qué el c.7, de contenido visionario y muy ligado al c.8, esté en arameo, mientras éste está en hebreo, y por qué el c.1 está en dos lenguas. Se han propuesto diversas soluciones, pero ninguna es totalmente convincente.
Unos suponen que primitivamente fue escrito todo en arameo y que después, para ocultar al vulgo el contenido misterioso de los capítulos visionarios, se los tradujo al hebreo, lengua accesible sólo a los eruditos e iniciados. Pero entonces queda el misterio de por qué el c.7, de contenido visionario, está en lengua vulgar aramea. Y, al mismo tiempo, por qué el c.1, de contenido histórico, está en hebreo, y lo mismo los v.1 y 2a del c.2.
Otros proponen la hipótesis contraria: originariamente habría sido escrito todo el libro (protocanónico) en hebreo; después se tradujo parte al arameo, dejando en hebreo la parte visionaria apocalíptica y el c.1, para que así tuviera más fácil acceso al canon judaico.
No faltan quienes suponen que el autor de todo el libro redactó desde el principio unas partes en hebreo y otras en arameo por razones que no conocemos. Lo más fácil es suponer que el libro, tal como ahora lo tenemos, es una recopilación de textos que corrían indistintamente en hebreo o arameo, y un redactor los juntó tal como los encontró. Así, pues, podemos concebir que corrían hojas sueltas con las narraciones históricas y visionarias, unas en hebreo y otras en arameo (sin que sepamos cuál era la lengua original), y que el compilador las reunió tal como las halló.
En todo caso es de notar que, a pesar de la diversidad de lenguas, existe una sustancial unidad de desarrollo lógico en todos los capítulos, lo que prueba que las dos lenguas son expresión de dos recensiones distintas, que, encontradas fragmentariamente en cada lengua, fueron juntadas por el compilador para completar el contenido ideológico.
Las partes deuterocanónicas, que, aunque están en griego, parecen ser traducción de un original arameo o hebreo 7, fueron añadidas después a la compilación del TM.
Composición y autenticidad.
Si complejo es el problema lingüístico del libro de Daniel, no lo es menos el de su origen y autenticidad. Dos son las opiniones sobre el origen y composición del libro de Daniel. Una que podemos llamar tradicional, según la cual el libro de Daniel, tal como hoy ha llegado a nosotros, es obra del propio protagonista del libro, Daniel. Es la tesis de la tradición judaica, aunque en el canon judaico el libro no haya figurado entre los profetas, sino entre los hagiografos.
Flavio Josefo dice que el libro de Daniel fue presentado a Alejandro Magno en Palestina para que viese en él cumplidas las antiguas profecías 8. En el libro I de los Macabeos parece se alude al de Daniel 9. Jesucristo cita profecías del libro de Daniel10. Por otra parte, el autor del libro parece conocer bien el ambiente cortesano de Babilonia y las costumbres de la época (suplicio de fuego y de las fieras).
Los críticos modernos, en general, no admiten que el libro de Daniel sea obra del famoso protagonista que vivía en la época babilónica, por razones históricas y lingüísticas. En efecto, al describir el autor los hechos del tiempo del imperio babilónico, incurre en una serie de inexactitudes históricas, difícilmente explicables en un· autor contemporáneo de los hechos. Así, a Baltasar se le presenta como hijo de Nabucodonosor, cuando en realidad fue hijo de Nabónides 11, el cual no era descendiente directo de Nabucodonosor. Por otra parte, aparece un misterioso personaje, llamado Darío el Medo, gobernador de Babilonia antes de Ciro 12. Además, en 9:1 se le llama hijo de Asuero (Jerjes). Así, pues, de un lado, el autor supone un gobernante medo, sucesor del rey babilonio y antecesor al persa, Ciro, y del otro aparece como hijo de un rey persa muy posterior a Ciro.
Por otra parte, los lexicólogos insisten en que el hebreo del libro de Daniel es tardío, posterior al del siglo VI a.C., y el arameo parece también posterior al de los papiros egipcios de Elefantina, del siglo V a.C. 13 Además, hay unas 15 palabras persas y tres de origen griego, lo que hace suponer una época de composición posterior al siglo VI.
Se insiste también en el hecho de que este libro de Daniel no figure en el canon judaico entre los pro/éticos, sino entre los hagiógrafos, y, por otra parte, en el elogio que el autor del Eclesiástico hace de los padres del A.T. no cita a Daniel como personaje famoso y digno de veneración, mientras cita a Isaías, a Jeremías y a Ezequiel14.
En contraste con las imprecisiones e inexactitudes de la parte histórica relativa al período babilónico-persa están las alusiones concretas históricas de la parte visionaria, donde el fondo histórico lo constituyen ciertamente las vicisitudes de la comunidad judía frente a la persecución de los Seléucidas sirios. En vez de perspectivas vagas, como es habitual en los escritos profetices, los c.7-9 Y sobre todo, el n nos dan una serie de puntualizaciones de tipo histórico que coinciden claramente con los hechos que conocemos de la lucha de los Seléucidas contra el pueblo judío y de las relaciones de aquéllos con los Ptolomeos de Egipto. Por estas razones, la mayor parte de los críticos actuales suponen que el libro de Daniel ha sido redactado en el siglo n, cuando la comunidad judía vivía bajo la persecución de Antíoco IV Epífanes (171-164 a.C.)15. Más en concreto, el libro parece redactado entre la profanación del templo de Jerusalén por Antíoco IV (168 a.C.) y su nueva consagración por Judas Macabeo (165 a.C.). Al menos, la última redacción del libro parece debe colocarse en esta época, sin que esto quite la posibilidad de que el redactor haya utilizado tradiciones y documentos más antiguos. Entre los autores católicos de nota, esta tesis está bastante generalizada 16.
Carácter apocalíptico del libro.
El P. Lagrange, al explicar las profecías mesiánicas del libro de Daniel, dice taxativamente: El libro que lleva el nombre de Daniel es el primero y más perfecto de los apocalípticos 17. Realmente, este libro difiere mucho de los escritos proféticos que hasta ahora hemos examinado, y quizá por ello en el canon judaico se le incluya entre los hagiógrafos y no entre los proféticos. Propio de los escritos apocalípticos es el aludir a hechos concretos históricos con profusión de imágenes simbólicas y desorbitadas. En los apocalípticos apócrifos del judaísmo, que empiezan a pulular desde el siglo III a.C., el autor se apropia el nombre de algún famoso personaje del A.T. (Henoc, Elias, Isaías) y transmite de parte de Dios revelaciones (áðïêÜëõøç) relativas a hechos presentes y futuros del pueblo judío. Esas revelaciones contienen dos partes: una anterior al autor del libro, en la que bajo forma externa profética se describen hechos históricos concretos (se relatan hechos pasados como si fueran futuros), y otra parte relativa a hechos que han de suceder realmente en el futuro, los cuales se describen con imágenes nebulosas, sin concretar detalles. Las ideas se pierden en una maraña de imaginación desorbitada.
En el libro de Daniel encontramos, en efecto, una parte histórica, en la que se estratifican los imperios que se suceden desde el babilonio al seléucida, pasando por el persa y el griego de Alejandro Magno. Todos se suceden históricamente según el plan providencial de Dios, hasta que llega el momento crucial de la aparición del reino de los santos, la inauguración mesiánica, precedida de una gran tribulación. Después la perspectiva del futuro es vaga e imprecisa, ya que se superponen los planos históricos y se confunden los hechos, pues, de un lado, se anuncia la inauguración mesiánica, y del otro, la resurrección de los cuerpos de los justos 18, es decir, según nuestra perspectiva evangélica, se confunden el plano de la iniciación del reino de los santos (era mesiánica) y la consumación del estadio terrestre, que culmina en la inauguración de la etapa mesiánica definitiva celeste. Así, lo escatológico se mezcla con lo histórico, porque la visión del futuro está totalmente diluida, sin contornos.
En esta parte segunda visionaria de Daniel, la perspectiva de una inminente irrupción de la era mesiánica lo domina todo. El profeta tiene prisa en acelerar los acontecimientos para consolar a sus contemporáneos, oprimidos por la persecución seléucida. Por eso presenta como inmediata la inauguración de los tiempos mesiánicos, y por otra parte destaca como modelo de fidelidad a las tradiciones judías al gran protagonista Daniel, fiel en todas las persecuciones sufridas en un ambiente pagano. Así, el libro tiene la finalidad de edificar piadosamente y la de consolar a los que sufren, presentando como inminentes las perspectivas mesiánicas.
Pero el carácter apocalíptico del libro de Daniel difiere totalmente del de los apócrifos en la elevación de pensamientos y al prescindir de fantasías cosmogónicas y de nociones ultranaciona-listas. El hagiógrafo ha creído conveniente utilizar este procedimiento literario apocalíptico para expresar sus ideas religiosas sobre la necesidad de ser fieles a la Ley de Dios y sobre el triunfo definitivo de Dios sobre los enemigos que históricamente se oponen a la implantación del reino de los santos.
San Juan utilizará este mismo procedimiento apocalíptico para presentar las grandes ideas del triunfo de Cristo sobre los anticristos, que se oponen a la expansión de su Iglesia en la historia. El vidente de Patmos utilizará mucho la imaginería del libro de Daniel, dando un sentido neo-testamentario. La finalidad, pues, de ambos libros es la misma, colocándose cada autor en su perspectiva vieja o neo-testamentaria. Y ambos autores no han creído indigno de la palabra de Dios este vehículo de transmisión apocalíptico, muy en consonancia con las modas literarias de su época en los medios culturales judaicos.
Texto y versiones.
El texto de las partes aramea y hebraica del TM es bastante deficiente. Muchas veces las antiguas versiones, que reflejan otro texto original premasorético, resultan más claras en determinados pasajes. Las indicaciones cronológicas que preceden a algunos capítulos son consideradas por algunos críticos como adiciones de escribas. La versión más antigua de estas partes aramaico-hebreas es la de los LXX, que parece ser del siglo 11 a.C. Como difiere bastante del TM, la Iglesia nunca aceptó oficialmente la versión de los LXX 19. Muchos autores creen que estas divergencias proceden de que el traductor tenía delante un texto diferente del TM.
La versión de los LXX fue desplazada por la de Teodoción, que es más concisa. Algunos críticos consideran la versión de Teodoción como una revisión de otra versión griega más antigua 20. Los papiros Chester Beatty (del s.11 d. C.) contienen la versión de los LXX. La Vg está hecha sobre un texto hebreo-aramaico muy afín al TM; pero San Jerónimo en la versión tiene en cuenta las versiones precedentes latinas y la griega de Teodoción. Para las partes deuterocanónicas, San Jerónimo se limitó a revisar una versión anterior muy afín a la de Teodoción.
Canonicidad.
En el TM, el libro de Daniel está, como hemos indicado, entre los hagiógrafos. En los LXX y la Vg está inmediatamente después del libro de Jeremías. San Jerónimo, en su famoso Prologus galeatus, sigue el orden del canon judío reflejado en el TM 21. Sin embargo, hay indicios de que aun entre los judíos se enumeraba el libro de Daniel entre los profetas 22. En la Iglesia cristiana no ha habido ninguna dificultad en la admisión del libro en el canon, si bien respecto de las partes deuterocanónicas hubo algunas dudas, como ocurrió respecto de todos los libros escritos en griego 23.
Doctrina teológica.
Como hemos dicho antes, este libro tiene una doble finalidad parenética: exhortar a la fidelidad a la Ley de los padres, presentando para ello el ejemplo insigne de fidelidad a Dios de Daniel en la corte corrompida e idolátrica de Nabucodonosor, y consolar en las tribulaciones presentes, presentando como inminente la inauguración de los tiempos mesiánicos, el reino de los santos, en el que desaparecería totalmente el pecado, para dar paso a la justicia perfecta. Se presenta al Dios de los judíos (nunca se le llama Yahvé) como el Dios único, omnipotente, omnisciente, que protege a sus siervos y aun los libera milagrosamente en premio a su fidelidad.
El Dios de Israel es el que dirige el curso de la historia universal, de forma que la sucesión de los imperios paganos no es sino el cumplimiento de los designios eternos de Dios en orden a la manifestación del reino de los santos. Este determinismo providencia-lista aparece en el grandioso esquema histórico, en el que el autor de Daniel nos presenta el gran combate entre Dios, que quiere establecer su reino, y los poderes históricos - encarnados en los grandes imperios - , que se oponen a su instauración. Esta visión esquemática de la historia no tiene otra finalidad que destacar la grandeza de la inauguración mesiánica, obra culminante de la omnipotencia divina. Dios habita en los cielos y gobierna el mundo por medio de ciertos agentes espirituales-angélicos, que ayudan y protegen al que es fiel a la Ley divina.
El mesianismo del libro de Daniel está totalmente dominado por la idea escatológica, en conformidad con el género apocalíptico adoptado para su formulación. Todos los imperios históricos son derrocados, para ser suplantados por el reino de los santos, que es la piedra caída del monte, no por mano del hombre 24, y el Hijo del hombre 25, que recibe el señorío, la gloria y el imperio del antiguo de días, que no es otro que el mismo Dios eterno, que preside los aconteceres de la historia humana, particularmente la suerte de los imperios.
El reino de los santos será el reinado de la justicia 26 y se extenderá a toda la tierra. No se habla de bendiciones terrenales, sino de manifestaciones puramente espiritualistas. Pero, en la mente del profeta, el estadio terrestre y celeste de la era mesiánica parecen confundirse, superponiéndose los planos históricos y metahistóricos; por eso anuncia la resurrección de los muertos (los justos israelitas) para que éstos asistan a la manifestación de la plena era mesiánica. Es un caso de falta de perspectiva en el tiempo. Los profetas viven de la esperanza de las grandes realizaciones mesiánicas, y, en su afán de acelerar su cumplimiento, juntan las perspectivas, quemando las etapas históricas.
1 Dan 1:1. Según Flavio Josefo, pertenecía a la familia real de Sedéelas (Ant. 10.10:1), - 2 Dan 2:195. - 3 Dan 6:1s. - 4 Dan 10:1. - 5 Cf. Ez 14:4.20; 28:3. Muchos autores creen que el Dn'l de Ezequiel es el famoso sabio de Ras Samra Danel. Cf. P. Joüon: Bi (1938) 283-5; P. Heinisch, Das Buch Ezechiel 77; L. Dennefeld, Daniel 631. - 6 Cf. Esd 8:2; Neh_10:7. - 7 En los recientes hallazgos de Qumrán se ha descubierto un texto hebreo. - 8 Flavio Josefo, Ant. 10:11:4.7; 112Cr_8:5. - 9 Cf. 1 Mac 2:595 y Dan 3:1-30; 6:11-29; 1 Mac 1:54 y Dan 9:27. - 10 Cf. Mt 24:15: abominationem desolationis quae dicta est a Daniele propheta (Dan 9:27). - 11 Dan 5.2. - 12 Dan6:1; 9:1. - 13 Cf. G. R. Driver: JBL (1926) p.115. - 14 Cf. Eclo49. - 15 El primero que propuso esta hipótesis fue el neoplatónico Porfirio (t 304 d·C.). Entre los críticos modernos, esta opinión fue seguida por Eichhorn, Ewald, Hitzig, Driver, etc. - 16 Se inclinan por esta solución M. J. Lagrange, Les prophéties messianiques de Daniel: RB (1904) 4945; bigot, art. Daniel: Dthc IV (1911) colóos; E. Bayer, Danielstudien (1912); L. Dennefeld, Daniel: La Sainte Bible, VII p.ósS; Gottsberger, Das Buck Daniel p.12; Charlier, La lecture chrétienne de la Bible ñ,ÀæÂ. - 17 Ì. J. Lagrange, art. cit, p.494. - 18 Dan 12:2. - 19 Cf. San Jerónimo, Prol. in Dan,: PL 25:493; In Dan. 4:5: PL 25:514. - 20 Cf. H. B. Swete, Introduction to the Oíd Testament in Greek p.48. - 21 Cf. San Jerónimo, Praef. in libros Samuel et Malachiam: PL 28,5533. - 22 Cf. Flavio Josefo, Contra Apion. 1:8: Canon de Meliton de Sardes (Euseb., Hist. Eccl 4:26: PG 20:396; R. De Journel, Ench. Patr. 190); Orígenes (Euseb., Hist. Eccl 6:25: PG 20,25; R. De Journel, Ench. Patr. 484). - 23 Cf. San Jerónimo, Prol. Galeatus: PL 28,596 (600-602); Ep. 53 ad Paul n.8: PL 22:545s. - 24 Dan 2:45. - 25 Dan 7:13. - 26 Dan 9:243.
Daniel 2,1-49
2. El Sueño de Nabucodonosor.
Una vez que se ha mostrado el origen de la sabiduría extraordinaria de Daniel, el hagiógrafo quiere probarla en un hecho concreto resonante, que iba a darle gran ascendencia en la corte babilónica. En este capítulo encontramos esbozadas las ideas teológicas del libro de Daniel, que se repiten constantemente en sus diferentes capítulos: a) la omnipotencia y supremacía del Dios de Israel, que comunica a Daniel una sabiduría superior a la de los magos; b) la sucesión de los grandes imperios está sujeta a la Providencia divina; c) sentido mesiánico de la historia: llegará un momento en que se implantará un nuevo reino judío, que sucederá a todos los reinos paganos. Estos no hacen sino preparar su venida, aunque sus protagonistas no lo sepan. De ahí la finalidad práctica del libro de exhortar a los judíos a permanecer fieles a su Ley, pues al fin han de triunfar, ya que las épocas de los imperios no son sino etapas de preparación de la manifestación del reino de Dios. La actual narración sobre el sueño de Nabucodonosor se parece en muchos detalles a la del Génesis sobre el sueño del faraón y su interpretación por José 1; pero en el caso de Daniel toda la interpretación es en función de una profecía mesiánica concreta; es decir, todos los imperios pasarán y a todos los sustituirá uno definitivo que no ha de pasar, el mesiánico judío, culminación de la historia.
Los magos, incapaces de interpretar el sueño (1-12).
1 El año doce del reinado de Nabucodonosor tuvo éste un sueño y turbóse en su espíritu, sin que pudiera dormir. 2 Hizo llamar el rey a magos y astrólogos, encantadores y caldeos, para que explicasen al rey su sueño. Vinieron, pues, y se presentaron ante el rey. 3 El rey les dijo: He tenido un sueño y estoy agitado, porque 110 sé ya cuál fue. 4 Entonces hablaron los caldeos al rey en lengua aramea: Vivas para siempre, oh rey! Di a tus siervos el sueño y te daremos su interpretación. 5 Respondió el rey diciendo a los caldeos: Palabra segura de mi parte, si no me mostráis el sueño y su interpretación, seréis descuartizados, y vuestras casas convertidas en muladares, 6 mientras que, si me decís el sueño y su interpretación, recibiréis de mí dones y mercedes y mucha honra; decidme, pues, el sueño y su interpretación. 7 Respondiéronle diciendo por segunda vez: Diga el rey el sueño a sus siervos y le daremos su interpretación. 8 El rey respondió diciendo: Veo claro que ponéis dilaciones, porque veis que la cosa se me ha ido. 9 Si no me decís el sueño, caerá sobre todos vosotros la misma sentencia. De cierto que pretendéis prepararos para decirme falsedades y mentiras mientras pasa el tiempo. Decid, pues, el sueño y conoceré que sois capaces de darme su interpretación. 10 Los caldeos respondieron al rey, diciéndole: No hay hombre sobre la tierra que pueda decir lo que el rey pretende; jamás tampoco rey alguno, por grande y poderoso que fuese, exigió cosa semejante de mago, astrólogo o caldeo. 11 Lo que pide el rey es imposible, y no hay nadie que al rey pueda decírselo, a no ser los dioses, que no moran entre los hombres. 12 El rey, con ira y gran furor, mandó matar a todos los sabios de Babilonia.
La datación del sueño se pone en el segundo año de Nabucodonosor, lo que parece prematuro, supuesto que los jóvenes hayan pasado tres años de aprendizaje. Por eso muchos autores leen año doce del reinado de Nabucodonosor. El rey tuvo un sueño que le inquietó, y quiso saber su sentido de los adivinos o caldeos, que en la terminología de los autores griegos era sinónimo de astrólogo, por la importancia que los caldeos daban a los estudios sobre el curso de los astros en orden al gobierno de la vida. Tiránicamente, Nabucodonosor exige de ellos que le digan primero el sueño que tuvo y después su interpretación. Quizá lo había olvidado en los detalles o tenía sólo una idea general, o aparentaba no recordarlo para probar la sagacidad de sus magos y adivinos.
La pretensión era inaudita y despótica. Los magos le piden que les narre el contenido del sueño 2. La frase vivas para siempre, ¡oh rey! es la usual en los formularios cortesanos orientales, como expresión de buen augurio 3. La reacción del despótico monarca fue amenazarlos con la muerte y la conversión de sus casas en un muladar4. Al contrario, si le dan a conocer su sueño e interpretación, los colmará de honores y de mercedes, pues habrán probado su sabiduría de excelentes adivinos. La prueba era difícil y cae dentro de la verosimilitud en los modos despóticos de los monarcas orientales de todos los tiempos. Los magos reconocen que no pueden conocer los pensamientos íntimos de un hombre. Sólo pueden acudir a los medios adivinatorios normales (v.10).
La pretensión, pues, del rey era algo inaudito en los anales de la magia. La respuesta de los adivinos, perfectamente razonable, exacerbó la ira del tirano, el cual mandó matar a todos los sabios y magos. Debemos notar cómo el hagiógrafo destaca la inutilidad de los hechiceros paganos para que por contraste brille más la intervención de la ciencia oculta de Daniel. No cabe duda que en todas estas narraciones hay mucho de convencional, pues es fácil captar las ideas teológicas que presiden los relatos.
Intervención de Daniel (13-28a).
13 Publicóse la orden, y ya iban a ser llevados a la muerte los sabios, y buscaban también a Daniel y a sus compañeros para matarlos. 14 Habló entonces Daniel avisada y prudentemente a Arioj, capitán de la guardia del rey, que había salido para matar a los sabios de Babilonia. 15 Habló y dijo a Arioj, capitán del rey: ¿Por qué esta orden del rey tan rigurosa? Entonces explicó Arioj la cosa a Daniel, 16 y Daniel, entrando al rey, le pidió que le diese tiempo y daría al rey la declaración. 17 Fue luego Daniel a su casa y comunicó el asunto a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros, 18 instándoles a pedir al Dios de los cielos que les revelase aquel misterio para que no hiciese perecer a Daniel y a sus compañeros con el resto de los sabios de Babilonia. 19 Entonces el misterio fue revelado a Daniel en visión nocturna, por lo cual Daniel bendijo al Dios de los cielos,20 diciendo: Bendito sea el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suya es la sabiduría y la fuerza. 21 El es quien ordena los tiempos y las circunstancias, depone reyes y los entroniza, da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. 22 El revela lo profundo y lo oculto, conoce lo que está en tinieblas, y con El mora la luz. 23 A ti, Dios de mis padres, te confieso y te alabo, que me has dado sabiduría y fortaleza, y me has dado a conocer lo que te hemos pedido, y nos has revelado el secreto del rey. 24 Después de esto fue Daniel a Arioj, a quien había mandado el rey matar a los sabios de Babilonia, y le dijo así: No extermines a los sabios de Babilonia; llévame a la presencia del rey, que yo le daré la explicación. 25 Llevó entonces Arioj prestamente a Daniel a la presencia del rey, y díjole así: He hallado a uno de los deportados de Judá que dará al rey la explicación. 26 Respondió el rey, diciendo a Daniel, a quien llamaban Baltasar: ¿Podrás tú declarar el sueño que vi y su interpretación? 27 Daniel respondió delante del rey diciendo: Lo que pide el rey es un misterio que ni sabios, ni astrólogos, ni magos, ni adivinos son capaces de descubrir al rey; 28 pero hay en los cielos un Dios que revela lo secreto y que ha dado a conocer al rey Nabucodono-sor lo que sucederá en el correr de los tiempos.
Daniel interviene ante decreto tan brutal, y habla con el capitán que iba a ser el que presidiría el piquete de ejecución, Arioj 5. La intervención del sabio hebreo es en extremo insinuante y prudente, de forma que logra convencer al capitán de que él puede interpretar lo que los magos babilonios no pudieron. El hagiógrafo tiene cuidado en notar que Daniel no fue consultado con el conjunto de los adivinos, porque su ciencia era muy superior. Es más, cuando Daniel se ofrece para interpretar, aún no sabe el sueño ni el sentido de él, pero tiene confianza absoluta en el poder de su Dios. Para 4 recibir la esperada comunicación divina se reunió con sus compañeros, para pedir juntamente la gracia extraordinaria a su Dios, por la que había de resplandecer la omnipotencia y providencia divinas. La plegaria fue escuchada al punto, y Daniel comprendió el misterioso sentido del sueño de Nabucodonosor. La primera reacción de Daniel fue dar gracias por la revelación comunicada (v.21).
Una vez más Dios se ha acordado de sus siervos, como lo había hecho con los antepasados de Israel. El Dios de los judíos es quien da sabiduría a los sabios y quien dirige el curso de la historia, entronizando y destronando reyes (v.21). Esta confesión alude ya al contenido de la revelación. Aunque el rey de Babilonia parecía firmemente establecido en su trono, sin embargo, llegará un día en que por designio divino será suplantado en su trono por otros reinos.
Después Daniel se ofrece para presentarse a Nabucodonosor y explicar su sueño. Ante el despótico monarca, el joven judío hace en el exordio constar que la revelación que va a comunicar no la ha obtenido por medios mágicos, como lo podrían hacer los demás adivinos babilónicos (v.27), sino que proviene del Dios que está en los cielos, que revela los secretos.
El sueño de Nabucodonosor (28-35).
28 He aquí tu sueño y la visión que has tenido en el lecho. 29 En tu lecho, ¡oh rey! te vinieron pensamientos de lo que vendrá después de este tiempo, y el que revela los secretos te dio a conocer lo que sucederá. 30 Si este misterio me ha sido revelado, no es porque haya en mí una sabiduría superior a la de todos los vivientes, sino para que yo dé a conocer al rey la explicación y llegues a conocer los pensamientos de tu corazón. 31 Tú, ¡oh rey! mirabas y estabas viendo una gran estatua. Era muy grande la estatua y de un brillo extraordinario. Estaba en pie ante ti, y su aspecto era terrible. 32 La cabeza de la estatua era de oro puro; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus caderas, de bronce; 33 sus piernas, de hierro, y sus pies, parte de hierro y parte de barro. 34 Tú estuviste mirando, hasta que una piedra desprendida, no lanzada por mano, hirió a la estatua en los pies de hierro y de barro, destrozándola. 35 Entonces el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro se desmenuzaron juntamente y fueron como tamo de las eras en verano; se los llevó el viento, sin que de ellos quedara traza alguna, mientras que la piedra que había herido a la estatua se hizo una gran montaña, que llenó toda la tierra.
El sueño de Nabucodonosor era muy extraño. Mientras el rey cavilaba sobre proyectos imperiales y sobre los posibles hechos que habían de sobrevenir sobre su imperio, tuvo un sueño que había de tener un sentido profético. El misterioso sueño tiene relación con lo que ha de suceder en los postreros días (v.28), frase que en la literatura profética alude a la época inmediata al establecimiento del reino mesiánico6. En ese sueño se ha revelado la sucesión de los imperios hasta la manifestación del reino mesiánico.
La introducción de Daniel es solemne, como corresponde a la importancia del sueño. En primer lugar confiesa humildemente que lo que va a decir no se debe a su sabiduría puramente humana. Y después concreta el sueño del monarca: ante sus ojos apareció una estatua colosal en forma humana. El coloso, sin embargo, no estaba hecho de un material homogéneo, y en esto estribaba la particularidad de la misma. Diversos metales estaban representados en su composición: la cabeza, de oro; el pecho y brazos, de plata; el vientre, de bronce; las piernas, de hierro, y los pies, mitad de hierro, mitad de bronce. La calidad de los metales va decreciendo a medida que se desciende de la cabeza a los pies. En el simbolismo que después explicará la diversidad cualitativa de los metales representaba también el valor diferente de los imperios simbolizados.
Nabucodonosor, en su sueño, consideraba admirado la estatua, cuando una piedra desprendida, no por mano (v.34), fue a dar contra la estatua, derribándola y descomponiéndola como tamo que se lleva el viento. Por otra parte, esa minúscula piedra fue después creciendo hasta convertirse en una gran montaña (v.35). Al decir que la piedra fue desprendida sin que la lanzara mano alguna, alude a un poder secreto divino, como explicará en la interpretación.
Interpretación del sueño (36-45).
36 He aquí el sueño. Daremos también al rey su interpretación. 37 Tú, ¡oh rey! eres rey de reyes, porque el Dios de los cielos te ha dado el imperio, el poder, la fuerza y la gloria. 38 El ha puesto en tus manos a los hijos de los hombres, dondequiera que habitasen; a las bestias de los campos, a las aves del cielo, y te ha dado el dominio de todo; tú eres la cabeza, de oro. 39 Después de ti surgirá otro reino menor que el tuyo, y luego un tercero, que será de bronce y dominará sobre toda la tierra. 40 Habrá un cuarto reino, fuerte como el hierro; como todo lo rompe y destroza el hierro, así él romperá todo, igual que el hierro, que todo lo hace pedazos. 41 Lo que viste de los pies y los dedos, parte de barro de alfarero, parte de hierro, es que este reino será dividido, pero tendrá en sí algo de la fortaleza del hierro, aunque viste el hierro mezclado con el barro. 42 Y el ser los dedos parte de hierro, parte de barro, es que este reino será en parte fuerte y en parte frágil. 43 Viste el hierro mezclado con barro porque se mezclarán por alianzas humanas, pero no se pegarán unos con otros, como no se pegan el hierro y el barro. 44 En tiempo de esos reyes, el Dios de los cielos suscitará un reino que no será destruido jamás y que no pasará a poder de otro pueblo; destruirá y desmenuzará a todos esos reinos, mas él permanecerá por siempre. 45 Eso es lo que significa la piedra que viste desprenderse del monte sin ayuda de mano, que desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que ha de suceder después. El sueño es verdadero, y cierta su interpretación.
Daniel empieza enfáticamente a exponer su interpretación, alabando la grandeza material de Nabucodonosor, conforme a las costumbres cortesanas. Se le da el título de rey de reyes (v.3y), corriente en la época persa. Las frases son absolutas: Nabucodonosor aparece como rey de los hombres y de los animales. La expresión plural daremos la interpretación puede considerarse como fórmula retórica, asociando a sus compañeros judíos a su revelación. Una vez captada la benevolencia del monarca con las alabanzas más desorbitadas, Daniel expone la interpretación: la estatua, con sus diferentes metales, representa diferentes imperios que se sucederán. La cabeza de oro simboliza el reino de Nabucodonosor (v.38). Las otras partes de la estatua simbolizan otros tantos reinos que sucederán al babilónico; el que sucederá a éste será menor que él (el pecho, de plata), mientras que el tercero (vientre de bronce) dominará sobre la tierra (v.39). A éste le sucederá otro que se distinguirá por su agresividad, rompiendo todo como el hierro (v.40). Este cuarto reino será, por un lado, fuerte como el hierro, pero también frágil como la arcilla, simbolizado en los pies de la estatua, mitad de hierro, mitad de barro (v.42). El profeta concreta diciendo que ese cuarto reino se tratará de reforzarlo con alianzas humanas, que al fin resultarán ineficaces (v.43). Este detalle es de sumo interés para encontrar la clave de identificación de este misterioso reino agresivo, fuerte y débil a la vez, como veremos a continuación. A este último reino suplantará un reino que no será destruido jamás. (v.44), simbolizado en la piedra que cae sobre la estatua, destruyéndola y convirtiéndose en una gran montaña.
Identificación de los Cuatro Reinos.
El profeta sólo nos da la identificación del primer reino, que es el babilónico. Por otra parte, da muchos detalles sobre el cuarto reino, que le preocupa de un modo especial, como veremos en las visiones de los capítulos séptimo y octavo, en que se concretarán más las particularidades de dicho reino. En realidad, esta visión de la estatua y la de las cuatro bestias del c.7 se explicitan mutuamente. Esto supuesto, ¿cuáles son los reinos simbolizados en la misteriosa estatua simbólica?
Los exegetas, en realidad, sólo convienen en el primero (la cabeza de oro), que, según la explicación misma de Daniel, es el reino de Nabucodonosor. En cuanto a la identificación de los otros tres reinos, las opiniones son varias: a) San Jerónimo, siguiendo a Josefo y al autor del cuarto libro de Esdras7, los identifica del modo siguiente: 1) neobabilónico: reino de Nabucodonosor (cabeza de oro); 2) imperio medo-persa (pecho de plata); 3) imperio griego de Alejandro y sucesores (vientre de bronce); 4) imperio romano (piernas, de hierro). Esta tesis estuvo muy en boga en la exégesis tradicional católica, b) Recientemente se ha preferido entre los exegetas católicos de mayor relieve la ecuación siguiente: 1) imperio neobabilónico; 2) imperio medo-persa; 3) imperio griego de Alejandro; 4) imperio de los Seléucidas de Siria y de los Lagidas de Egipto. Nosotros preferirnos esta última combinación, y explicamos nuestro punto de vista siguiendo a Lagrange 8. Respecto de la identificación del segundo reino (pecho de plata), convenimos con la posición tradicional en que se trata del imperio medo-persa, que sucedió históricamente al babilónico.
En el c.8, Daniel identifica explícitamente al carnero con dos cuernos con los reyes de Media y de Persia 9. Esto es muy importante para buscar la identificación de las partes de nuestra estatua. El tercer reino, que domina toda la tierra, es el imperio de Alejandro Magno, según se indica en 8:21 al identificar al macho cabrío que abate al carnero (Media y Persia) con el rey de Grecia. La parte más discutible es la identificación del cuarto reino, que se distingue por su agresividad. En nuestra tesis es el imperio de los sucesores de Alejandro, los Diadocos, que dominaron Palestina, es decir, los Seléucidas y los Lagidas. De nuevo tenemos que acudir para su identificación a lo que se nos dice en las visiones de las cuatro bestias del c.7 y a los cuatro reyes que salen del gran cuerno del rey de Grecia Deu_8:22, vencedor del carnero medo-persa.
Además, en 11:4-45 encontramos la clave para interpretar las alianzas humanas que simbolizan el hierro y el barro que caracterizan al cuarto reino (v.43). En ese capítulo se habla de las alianzas matrimoniales que entablarán los Seléucidas de Siria y los Lagidas de Egipto para unirse en la posesión de Palestina. Sin embargo, las tentativas fueron inútiles, y las dos grandes familias no pudieron fundirse, como no se pegan el hierro y el barro (v.41). Por otra parte, en 7:7 se habla de una bestia feroz con grandes dientes de hierro, que es suplantada por el reino de los santos. Como veremos en su lugar, esa bestia es fácil de identificar, por sus pormenores, con los Seléucidas, perseguidores del pueblo israelita en tiempo de los Macabeos. Ya San Jerónimo confiesa que el pequeño cuerno de la cuarta bestia del c.7 y el hombre despreciable Deu_11:21 designan a Antíoco IV Epífanes, perseguidor de los judíos en la época macabea.
Vemos, pues, que en las visiones del libro de Daniel hay una graduación en cuanto a la explicitación de su contenido: primero, en la visión de la estatua hay como un diseño general, y después, en las visiones sobre las cuatro bestias del c.7 y en las del carnero y macho cabrío del c.8, y, sobre todo, en las particularidades del c.11 se concretan más los detalles, llevándonos claramente a las incidencias de la época macabea, como veremos en su lugar.
En el c.7, el reino de los santos sucede al imperio de la cuarta bestia con dientes de hierro. Aquí, en la visión de la estatua, la piedrecita que derrumba el coloso con pies de barro es el reino que no será jamás destruido (v.44). Es el reino mesiánico, que permanecera para siempre (v.44). Su inauguración sucederá al colapso del último de los reinos, aunque en la perspectiva histórica no es necesario que la implantación de la nueva era mesiánica le siga inmediatamente.
De hecho sabemos que desde la época de los Macabeos, en que termina la perspectiva del profeta, hasta la aparición del Mesías, hay siglo y medio. Los profetas suelen prescindir en sus vaticinios mesiánicos del estadio intermedio que hay entre la época en que manifiestan el oráculo y la realización del mismo en la época mesiánica. Como hombres de su tiempo, están preocupados por la solución de los problemas candentes de sus contemporáneos, y, por otra parte, viven obsesionados con la era venturosa del Mesías, solución de todos los problemas. En su ansia de consolar a sus compatriotas, presentan como próxima muchas veces la aparición de la era deseada, si bien en cuanto al tiempo de su manifestación no hayan recibido luz particular de Dios.
Hemos visto esto en el caso del vaticinio del Emmanuel en Isaías, presentado por éste como solución al peligro creado por la invasión asiría. En realidad, el Niño excepcional no había de aparecer sino siete siglos largos más tarde. De igual modo, el autor del libro de Daniel vive preocupado por la tragedia de la guerra de Antíoco IV Epífanes contra el pueblo de Dios, y anuncia a sus contemporáneos la definitiva derrota de aquél, seguida de la instauración del reino de Dios, como veremos al explicar las visiones de los capítulos de la segunda parte. El autor del libro de Daniel concibe la historia como una colisión de fuerzas, simbolizadas en los diversos imperios, que se oponen a la instauración del reino por excelencia, el de los santos 10. En el capítulo 12 veremos dramatizada esta lucha entre imperios y la especial protección que tiene el reino de los santos bajo la tutela del arcángel Miguel .
Daniel, jefe de los sabios caldeos (46-49).
46 Entonces el rey Nabucodonosor cayó sobre su rostro y se prosternó ante Daniel, y mandó que le dieran ofrendas y perfumes. 47 Dirigió el rey la palabra a Daniel y dijo: En verdad que vuestro Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los reyes y que revela los secretos, pues tú has podido descubrir este misterio. 48 En seguida el rey engrandeció a Daniel, y le hizo muchos y grandes dones, y le constituyó gobernador de la provincia de Babilonia, y le hizo jefe supremo de todos los sabios de ésta. 49 Daniel rogó al rey que diese la intendencia de la provincia a Sidraj, Misaj y Abed-Nego. Pero Daniel permaneció en la corte del rey.
El rey quedó profundamente impresionado con la revelación del sueño y de su sentido, y le dio honores divinos a Daniel. Este los acepta como homenaje a su Dios, de quien había recibido la sabiduría (v.28). Con su revelación se había manifestado la grandeza del Dios de Israel, reconocido por Nabucodonosor como Dios de todos los dioses. Toda la narración se ordenaba a este reconocimiento de la superioridad del Dios de los judíos. En premio a la interpretación se le nombra gobernador de la provincia de Babilonia, y éste pide la participación en el gobierno para sus compañeros, que le han ayudado con sus oraciones.
En todo esto salta a la vista el estilo convencional del relato, muy similar al del libro de Ester, donde se habla del encumbramiento de Mardoqueo. Todo parece suponer que nos hallamos ante una composición didáctica religiosa al estilo de los libros de Job, Ester, Judit y Tobías, en los que las narraciones en torno a un protagonista se amoldan para resaltar determinadas ideas religiosas. El autor del libro de Daniel, viviendo en tiempo de los Macabeos, compone una serie de relatos en torno al gran personaje legendario Daniel, en los que se destaca la providencia del Dios de los judíos sobre sus siervos a través de la historia.
1 Cf. Gen 41. 2 El texto dice en lengua aramea, lo que parece glosa debida a un copista posterior, que creía que la lengua de la corte babilónica era el arameo, como lo fue más tarde en la época persa. 3 Así entre los persas (CuRT., Hisíor. VI 5). Lo mismo en las cartas de Tel-Amarna. 4 Cf. 2Re_10:27; Esd_6:11. 5 En Gen_14:1 aparece un Arioj rey de Ellasar, o Larsa, en Mesopotamia (cf. Jdt_1:6). 6 Cf. Isa_2:2; Miq_4:1. 7 Cf. 4 Esd_12:10-12; Flavio Josefo, Antiq. X 10:3; San Jerónimo: PL 25:504.530. 8 Cf. M. J. Lagrange: RB (1904) 5035; D. Buzy, Lessymbolesde l'Ancien Testament (1923) 266-80: RB (1918) 403-26; Dennefeld, Le Messianisme (1929) 173; J. Chaine, Introduction a la lecture des prophétes (1932) 260; M. Becher, Verbwn Domini (1924) 206-10. 9 Driver ve en los medos y los persas dos reinos diferentes. Cf. The Book of Daniel (1900) p.28-29 (Cambridge Bible). Pero en Dan_7:21 se identifican. 10 Dan_7:18s. 11 Sobre estas profecías de Daniel puede verse el artículo de A. Colunga Los vaticinios mesiánicos de Daniel: 21 (1920) 285-305. Saydón, siguiendo a Junker, se inclina a suponer que los cuatro famosos reinos no tienen un valor histórico, sino que la cifra de cuatro indica sólo la totalidad de los reinos que había de haber antes de la era mesiánica. Cf. Verbum Dei II p.625 (Barcelona 1956).