Daniel  7 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 28 versitos |
1 El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, tuvo Daniel un sueño, y vio visiones de su espíritu mientras estaba en su lecho. En seguida escribió el sueño.
2 Yo miraba durante mi visión nocturna, y vi irrumpir en el mar Grande los cuatro vientos del cielo
3 y salir del mar cuatro bestias, diferentes una de otra.
4 La primera bestia era como león con alas de águila. Yo estuve mirando hasta que le fueron arrancadas las alas y fue levantado de la tierra, poniéndose sobre los pies a modo de hombre, y le fue dado corazón de hombre.
5 Y he aquí que una segunda bestia, semejante a un oso, y que tenía en su boca entre los dientes tres costillas, se estaba a un lado, y le dijeron: Levántate a comer mucha carne.
6 Seguí mirando después de esto, y he aquí otra tercera, semejante a un leopardo, con cuatro alas de pájaro sobre su dorso y con cuatro cabezas, y le fue dado el dominio.
7 Seguía yo mirando en la visión nocturna, y vi la cuarta bestia, terrible, espantosa, sobremanera fuerte, con grandes dientes de hierro. Devoraba y trituraba, y las sobras las machacaba con los pies. Era muy diferente de todas las bestias anteriores y tenía diez cuernos.
8 Estando yo contemplando los cuernos, vi que salía de entre ellos otro cuerno pequeño, y le fueron arrancados tres de los primeros, y este otro tenía ojos como de hombre y una boca que hablaba con gran arrogancia.
9 Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un anciano de muchos días, cuyas vestiduras eran blancas como la nieve, y los cabellos de su cabeza como lana blanca. Su trono llameaba como llamas de fuego, y las ruedas eran fuego ardiente.
10 Un río de fuego procedíay salía de delante de él, y le servían millares de millares y le asistían millones de millones; el tribunal tomó asiento, y fueron abiertos los libros."
11 Yo seguía mirando a la bestia a causa de las grandes arrogancias que hablaba su cuerno, y la estuve mirando hasta que la mataron, y su cuerpo fue destrozado y arrojado al fuego para que se quemase.
12 A las otras bestias se les había quitado el dominio, pero les había sido prolongada la vida por cierto tiempo.
13 Seguía yo mirando en la visión nocturna, y vi venir sobre las nubes del cielo a un como Hijo de Hombre, que se llegó al anciano de muchos días y fue presentado ante éste,
14 Fuele dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno, que no acabará, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá.
15 Túrbeme sobremanera yo, Daniel, en mi cuerpo, y las visiones de mi mente me desasosegaron.
16 Llegúeme a uno de los asistentes y le rogué que me dijera la verdad acerca de todo esto. Hablóme él y me declaró la interpretación.
17 Esas grandes bestias, las cuatro, son cuatro reyes que se alzarán en la tierra.
18 Después recibirán el reino los santos del Altísimo y lo retendrán por siglos, por los siglos de los siglos.
19 Sentí entonces el deseo de informarme más exactamente acerca de la cuarta bestia, tan diferente de todas las otras, sobremanera espantosa, de dientes de hierro y garras de bronce, que devoraba y trituraba y hollaba las sobras con sus pies,
20 así como también acerca de los diez cuernos que tenía en la cabeza y de aquel otro que le había salido, y ante el cual se le habían caído tres, y que tenía ojos y boca que decía grandes arrogancias, y parecía más grande que todos los otros.
21 Vi yo que este cuerno hacía guerra a los santos y los vencía,
22 hasta que vino el anciano de muchos días y se hizo justicia a los santos del Altísimo, y llegó el tiempo en que los santos se apoderaron del reino.
23 Díjome así: La cuarta bestia es un cuarto reino sobre la tierra, que se distinguirá de todos los otros reinos y devorará la tierra toda y la triturará.
24 Los diez cuernos son diez reyes que en aquel reino se alzarán, y tras ellos se alzará otro que diferirá de los primeros y derribará a tres de estos reyes.
25 Hablará palabras arrogantes contra el Altísimo, y quebrantará a los santos del Altísimo, y pretenderá mudar los tiempos y la Ley. Aquéllos serán entregados a su poder por un tiempo, tiempos y medio tiempo.
26 Pero se sentará el tribunal y le arrebatarán el dominio, hasta destruirle y arruinarle del todo,
27 dándole el reino, el dominio y la majestad de todos los reinos de debajo del cielo al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino será eterno, y le servirán y obedecerán todos los señoríos.
28 Aquí acabó la plática. Yo, Daniel, anduve sobremanera turbado por mis pensamientos, demudado el color, y guardé todo esto en mi corazón.

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Introducción a Daniel 

Times New Roman ;;;;
Daniel.
Introducción.

Vida Del Profeta.
El protagonista del libro de Daniel es un personaje de la nobleza judía, llamado en hebreo Dani'el (Dios es mi juez), el cual de niño fue llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor en el 605 a.C. (tercer año del reinado de Joaquim) 1. Educado con otros dos jóvenes judíos en la corte· babilonia en calidad de paje, llegó a granjearse la amistad de Nabucodonosor después de haberle revelado el sentido de un misterioso sueño profético 2. Consiguió así ocupar altos puestos en la corte babilónica, siendo objeto de conspiraciones de los altos funcionarios, que estaban celosos de su privilegiada posición palaciega 3. Según el relato bíblico, Daniel vivió por lo menos hasta el tercer año de Ciro (536 a.C.) 4.
En Ezequiel aparece un sabio, modelo de virtud y de rectitud moral, llamado Daniel, y que se supone vivió en tiempos antiguos con Noé y Job 5. En las listas posteriores a la cautividad encontramos de nuevo el nombre de Daniel 6.

Contenido y estructura del libro.
Según el texto de los LXX y de la Vg, el libro incluye dos grandes secciones: una protocanonica, escrita en hebreo y arameo, que comprende los doce primeros capítulos, y otra deuterocanónica, que incluye los c.13 y 14 y el fragmento lírico 3:24-90. La parte protocanónica se divide en dos partes por el contenido: a) histórica 1:1-6:29(28); b) profético-visionaria (7:1-12:13).

A) Sección protocanónica
:
1. Parte histórica: 1:1-6:29(28).
a) Introducción histórica: Daniel en la corte real: 1:1-21.
b) Sueño de Nabucodonosor e interpretación: 2:1-40.
c) Los tres niños en el horno: 3:1-30(97).
d) Locura de Nabucodonosor y curación: 3:31(98)-4:34.
e) Banquete de Baltasar: 5:1-30(31).
f) Daniel en el foso de los leones: 6:1-29(28).

Parte profético-visionaria: 7:1-12:13. Visión de las cuatro bestias: 7:1-28. Visión del carnero y del macho cabrío: 8:15-28. Visión de las setenta semanas: 9:1-27. Visión sobre la suerte futura del pueblo: 10:1-12:13.

B) Sección deuterocanónica
: 3:24-90; 13:1-14:42
a) Oración de Azarías y cántico de los tres niños: 3:24-90.
b) Historia de Susana: 13:1-64.
c) Historia de Bel y el dragón: 13:65-14:42.

Las perspectivas históricas de las dos grandes secciones (histórica y prof ética) difieren grandemente entre sí, ya que la primera (histórica) tiene por fondo hechos de la época del imperio babilónico y persa, mientras que la segunda (profética) supone el ambiente histórico de la época de los Seléucidas (s.II a.C.); son tiempos de persecución de los fieles israelitas, y el profeta los consuela con perspectivas próximas salvadoras.

Problema lingüístico.
El libro de Daniel, como hoy lo tenemos, está escrito en tres lenguas: a) hebrea: 1:1-2:4a y 8:1-12:13; b) aramea: 2:4b-7:28; c) griega: 3:24-90; 13:1-14:42. Las partes escritas en hebreo y arameo aparecen en el TM, mientras que la parte griega sólo en los LXX.
Esta diversidad lingüística plantea un problema no fácil de resolver, ya que no se ve la razón de por qué la parte histórica - homogénea por el contenido - esté escrita en hebreo y en arameo, y lo mismo, por qué el c.7, de contenido visionario y muy ligado al c.8, esté en arameo, mientras éste está en hebreo, y por qué el c.1 está en dos lenguas. Se han propuesto diversas soluciones, pero ninguna es totalmente convincente.
Unos suponen que primitivamente fue escrito todo en arameo y que después, para ocultar al vulgo el contenido misterioso de los capítulos visionarios, se los tradujo al hebreo, lengua accesible sólo a los eruditos e iniciados. Pero entonces queda el misterio de por qué el c.7, de contenido visionario, está en lengua vulgar aramea. Y, al mismo tiempo, por qué el c.1, de contenido histórico, está en hebreo, y lo mismo los v.1 y 2a del c.2.
Otros proponen la hipótesis contraria: originariamente habría sido escrito todo el libro (protocanónico) en hebreo; después se tradujo parte al arameo, dejando en hebreo la parte visionaria apocalíptica y el c.1, para que así tuviera más fácil acceso al canon judaico.
No faltan quienes suponen que el autor de todo el libro redactó desde el principio unas partes en hebreo y otras en arameo por razones que no conocemos. Lo más fácil es suponer que el libro, tal como ahora lo tenemos, es una recopilación de textos que corrían indistintamente en hebreo o arameo, y un redactor los juntó tal como los encontró. Así, pues, podemos concebir que corrían hojas sueltas con las narraciones históricas y visionarias, unas en hebreo y otras en arameo (sin que sepamos cuál era la lengua original), y que el compilador las reunió tal como las halló.
En todo caso es de notar que, a pesar de la diversidad de lenguas, existe una sustancial unidad de desarrollo lógico en todos los capítulos, lo que prueba que las dos lenguas son expresión de dos recensiones distintas, que, encontradas fragmentariamente en cada lengua, fueron juntadas por el compilador para completar el contenido ideológico.
Las partes deuterocanónicas, que, aunque están en griego, parecen ser traducción de un original arameo o hebreo 7, fueron añadidas después a la compilación del TM.

Composición y autenticidad.
Si complejo es el problema lingüístico del libro de Daniel, no lo es menos el de su origen y autenticidad. Dos son las opiniones sobre el origen y composición del libro de Daniel. Una que podemos llamar tradicional, según la cual el libro de Daniel, tal como hoy ha llegado a nosotros, es obra del propio protagonista del libro, Daniel. Es la tesis de la tradición judaica, aunque en el canon judaico el libro no haya figurado entre los profetas, sino entre los hagiografos.
Flavio Josefo dice que el libro de Daniel fue presentado a Alejandro Magno en Palestina para que viese en él cumplidas las antiguas profecías 8. En el libro I de los Macabeos parece se alude al de Daniel 9. Jesucristo cita profecías del libro de Daniel10. Por otra parte, el autor del libro parece conocer bien el ambiente cortesano de Babilonia y las costumbres de la época (suplicio de fuego y de las fieras).
Los críticos modernos, en general, no admiten que el libro de Daniel sea obra del famoso protagonista que vivía en la época babilónica, por razones históricas y lingüísticas. En efecto, al describir el autor los hechos del tiempo del imperio babilónico, incurre en una serie de inexactitudes históricas, difícilmente explicables en un· autor contemporáneo de los hechos. Así, a Baltasar se le presenta como hijo de Nabucodonosor, cuando en realidad fue hijo de Nabónides 11, el cual no era descendiente directo de Nabucodonosor. Por otra parte, aparece un misterioso personaje, llamado Darío el Medo, gobernador de Babilonia antes de Ciro 12. Además, en 9:1 se le llama hijo de Asuero (Jerjes). Así, pues, de un lado, el autor supone un gobernante medo, sucesor del rey babilonio y antecesor al persa, Ciro, y del otro aparece como hijo de un rey persa muy posterior a Ciro.
Por otra parte, los lexicólogos insisten en que el hebreo del libro de Daniel es tardío, posterior al del siglo VI a.C., y el arameo parece también posterior al de los papiros egipcios de Elefantina, del siglo V a.C. 13 Además, hay unas 15 palabras persas y tres de origen griego, lo que hace suponer una época de composición posterior al siglo VI.
Se insiste también en el hecho de que este libro de Daniel no figure en el canon judaico entre los pro/éticos, sino entre los hagiógrafos, y, por otra parte, en el elogio que el autor del Eclesiástico hace de los padres del A.T. no cita a Daniel como personaje famoso y digno de veneración, mientras cita a Isaías, a Jeremías y a Ezequiel14.
En contraste con las imprecisiones e inexactitudes de la parte histórica relativa al período babilónico-persa están las alusiones concretas históricas de la parte visionaria, donde el fondo histórico lo constituyen ciertamente las vicisitudes de la comunidad judía frente a la persecución de los Seléucidas sirios. En vez de perspectivas vagas, como es habitual en los escritos profetices, los c.7-9 Y sobre todo, el n nos dan una serie de puntualizaciones de tipo histórico que coinciden claramente con los hechos que conocemos de la lucha de los Seléucidas contra el pueblo judío y de las relaciones de aquéllos con los Ptolomeos de Egipto. Por estas razones, la mayor parte de los críticos actuales suponen que el libro de Daniel ha sido redactado en el siglo n, cuando la comunidad judía vivía bajo la persecución de Antíoco IV Epífanes (171-164 a.C.)15. Más en concreto, el libro parece redactado entre la profanación del templo de Jerusalén por Antíoco IV (168 a.C.) y su nueva consagración por Judas Macabeo (165 a.C.). Al menos, la última redacción del libro parece debe colocarse en esta época, sin que esto quite la posibilidad de que el redactor haya utilizado tradiciones y documentos más antiguos. Entre los autores católicos de nota, esta tesis está bastante generalizada 16.

Carácter apocalíptico del libro.
El P. Lagrange, al explicar las profecías mesiánicas del libro de Daniel, dice taxativamente: El libro que lleva el nombre de Daniel es el primero y más perfecto de los apocalípticos 17. Realmente, este libro difiere mucho de los escritos proféticos que hasta ahora hemos examinado, y quizá por ello en el canon judaico se le incluya entre los hagiógrafos y no entre los proféticos. Propio de los escritos apocalípticos es el aludir a hechos concretos históricos con profusión de imágenes simbólicas y desorbitadas. En los apocalípticos apócrifos del judaísmo, que empiezan a pulular desde el siglo III a.C., el autor se apropia el nombre de algún famoso personaje del A.T. (Henoc, Elias, Isaías) y transmite de parte de Dios revelaciones (áðïêÜëõøç) relativas a hechos presentes y futuros del pueblo judío. Esas revelaciones contienen dos partes: una anterior al autor del libro, en la que bajo forma externa profética se describen hechos históricos concretos (se relatan hechos pasados como si fueran futuros), y otra parte relativa a hechos que han de suceder realmente en el futuro, los cuales se describen con imágenes nebulosas, sin concretar detalles. Las ideas se pierden en una maraña de imaginación desorbitada.
En el libro de Daniel encontramos, en efecto, una parte histórica, en la que se estratifican los imperios que se suceden desde el babilonio al seléucida, pasando por el persa y el griego de Alejandro Magno. Todos se suceden históricamente según el plan providencial de Dios, hasta que llega el momento crucial de la aparición del reino de los santos, la inauguración mesiánica, precedida de una gran tribulación. Después la perspectiva del futuro es vaga e imprecisa, ya que se superponen los planos históricos y se confunden los hechos, pues, de un lado, se anuncia la inauguración mesiánica, y del otro, la resurrección de los cuerpos de los justos 18, es decir, según nuestra perspectiva evangélica, se confunden el plano de la iniciación del reino de los santos (era mesiánica) y la consumación del estadio terrestre, que culmina en la inauguración de la etapa mesiánica definitiva celeste. Así, lo escatológico se mezcla con lo histórico, porque la visión del futuro está totalmente diluida, sin contornos.
En esta parte segunda visionaria de Daniel, la perspectiva de una inminente irrupción de la era mesiánica lo domina todo. El profeta tiene prisa en acelerar los acontecimientos para consolar a sus contemporáneos, oprimidos por la persecución seléucida. Por eso presenta como inmediata la inauguración de los tiempos mesiánicos, y por otra parte destaca como modelo de fidelidad a las tradiciones judías al gran protagonista Daniel, fiel en todas las persecuciones sufridas en un ambiente pagano. Así, el libro tiene la finalidad de edificar piadosamente y la de consolar a los que sufren, presentando como inminentes las perspectivas mesiánicas.
Pero el carácter apocalíptico del libro de Daniel difiere totalmente del de los apócrifos en la elevación de pensamientos y al prescindir de fantasías cosmogónicas y de nociones ultranaciona-listas. El hagiógrafo ha creído conveniente utilizar este procedimiento literario apocalíptico para expresar sus ideas religiosas sobre la necesidad de ser fieles a la Ley de Dios y sobre el triunfo definitivo de Dios sobre los enemigos que históricamente se oponen a la implantación del reino de los santos.
San Juan utilizará este mismo procedimiento apocalíptico para presentar las grandes ideas del triunfo de Cristo sobre los anticristos, que se oponen a la expansión de su Iglesia en la historia. El vidente de Patmos utilizará mucho la imaginería del libro de Daniel, dando un sentido neo-testamentario. La finalidad, pues, de ambos libros es la misma, colocándose cada autor en su perspectiva vieja o neo-testamentaria. Y ambos autores no han creído indigno de la palabra de Dios este vehículo de transmisión apocalíptico, muy en consonancia con las modas literarias de su época en los medios culturales judaicos.

Texto y versiones.
El texto de las partes aramea y hebraica del TM es bastante deficiente. Muchas veces las antiguas versiones, que reflejan otro texto original premasorético, resultan más claras en determinados pasajes. Las indicaciones cronológicas que preceden a algunos capítulos son consideradas por algunos críticos como adiciones de escribas. La versión más antigua de estas partes aramaico-hebreas es la de los LXX, que parece ser del siglo 11 a.C. Como difiere bastante del TM, la Iglesia nunca aceptó oficialmente la versión de los LXX 19. Muchos autores creen que estas divergencias proceden de que el traductor tenía delante un texto diferente del TM.
La versión de los LXX fue desplazada por la de Teodoción, que es más concisa. Algunos críticos consideran la versión de Teodoción como una revisión de otra versión griega más antigua 20. Los papiros Chester Beatty (del s.11 d. C.) contienen la versión de los LXX. La Vg está hecha sobre un texto hebreo-aramaico muy afín al TM; pero San Jerónimo en la versión tiene en cuenta las versiones precedentes latinas y la griega de Teodoción. Para las partes deuterocanónicas, San Jerónimo se limitó a revisar una versión anterior muy afín a la de Teodoción.

Canonicidad.
En el TM, el libro de Daniel está, como hemos indicado, entre los hagiógrafos. En los LXX y la Vg está inmediatamente después del libro de Jeremías. San Jerónimo, en su famoso Prologus galeatus, sigue el orden del canon judío reflejado en el TM 21. Sin embargo, hay indicios de que aun entre los judíos se enumeraba el libro de Daniel entre los profetas 22. En la Iglesia cristiana no ha habido ninguna dificultad en la admisión del libro en el canon, si bien respecto de las partes deuterocanónicas hubo algunas dudas, como ocurrió respecto de todos los libros escritos en griego 23.

Doctrina teológica.
Como hemos dicho antes, este libro tiene una doble finalidad parenética: exhortar a la fidelidad a la Ley de los padres, presentando para ello el ejemplo insigne de fidelidad a Dios de Daniel en la corte corrompida e idolátrica de Nabucodonosor, y consolar en las tribulaciones presentes, presentando como inminente la inauguración de los tiempos mesiánicos, el reino de los santos, en el que desaparecería totalmente el pecado, para dar paso a la justicia perfecta. Se presenta al Dios de los judíos (nunca se le llama Yahvé) como el Dios único, omnipotente, omnisciente, que protege a sus siervos y aun los libera milagrosamente en premio a su fidelidad.
El Dios de Israel es el que dirige el curso de la historia universal, de forma que la sucesión de los imperios paganos no es sino el cumplimiento de los designios eternos de Dios en orden a la manifestación del reino de los santos. Este determinismo providencia-lista aparece en el grandioso esquema histórico, en el que el autor de Daniel nos presenta el gran combate entre Dios, que quiere establecer su reino, y los poderes históricos - encarnados en los grandes imperios - , que se oponen a su instauración. Esta visión esquemática de la historia no tiene otra finalidad que destacar la grandeza de la inauguración mesiánica, obra culminante de la omnipotencia divina. Dios habita en los cielos y gobierna el mundo por medio de ciertos agentes espirituales-angélicos, que ayudan y protegen al que es fiel a la Ley divina.
El mesianismo del libro de Daniel está totalmente dominado por la idea escatológica, en conformidad con el género apocalíptico adoptado para su formulación. Todos los imperios históricos son derrocados, para ser suplantados por el reino de los santos, que es la piedra caída del monte, no por mano del hombre 24, y el Hijo del hombre 25, que recibe el señorío, la gloria y el imperio del antiguo de días, que no es otro que el mismo Dios eterno, que preside los aconteceres de la historia humana, particularmente la suerte de los imperios.
El reino de los santos será el reinado de la justicia 26 y se extenderá a toda la tierra. No se habla de bendiciones terrenales, sino de manifestaciones puramente espiritualistas. Pero, en la mente del profeta, el estadio terrestre y celeste de la era mesiánica parecen confundirse, superponiéndose los planos históricos y metahistóricos; por eso anuncia la resurrección de los muertos (los justos israelitas) para que éstos asistan a la manifestación de la plena era mesiánica. Es un caso de falta de perspectiva en el tiempo. Los profetas viven de la esperanza de las grandes realizaciones mesiánicas, y, en su afán de acelerar su cumplimiento, juntan las perspectivas, quemando las etapas históricas.

1 Dan 1:1. Según Flavio Josefo, pertenecía a la familia real de Sedéelas (Ant. 10.10:1), - 2 Dan 2:195. - 3 Dan 6:1s. - 4 Dan 10:1. - 5 Cf. Ez 14:4.20; 28:3. Muchos autores creen que el Dn'l de Ezequiel es el famoso sabio de Ras Samra Danel. Cf. P. Joüon: Bi (1938) 283-5; P. Heinisch, Das Buch Ezechiel 77; L. Dennefeld, Daniel 631. - 6 Cf. Esd 8:2; Neh_10:7. - 7 En los recientes hallazgos de Qumrán se ha descubierto un texto hebreo. - 8 Flavio Josefo, Ant. 10:11:4.7; 112Cr_8:5. - 9 Cf. 1 Mac 2:595 y Dan 3:1-30; 6:11-29; 1 Mac 1:54 y Dan 9:27. - 10 Cf. Mt 24:15: abominationem desolationis quae dicta est a Daniele propheta (Dan 9:27). - 11 Dan 5.2. - 12 Dan6:1; 9:1. - 13 Cf. G. R. Driver: JBL (1926) p.115. - 14 Cf. Eclo49. - 15 El primero que propuso esta hipótesis fue el neoplatónico Porfirio (t 304 d·C.). Entre los críticos modernos, esta opinión fue seguida por Eichhorn, Ewald, Hitzig, Driver, etc. - 16 Se inclinan por esta solución M. J. Lagrange, Les prophéties messianiques de Daniel: RB (1904) 4945; bigot, art. Daniel: Dthc IV (1911) colóos; E. Bayer, Danielstudien (1912); L. Dennefeld, Daniel: La Sainte Bible, VII p.ósS; Gottsberger, Das Buck Daniel p.12; Charlier, La lecture chrétienne de la Bible ñ,ÀæÂ. - 17 Ì. J. Lagrange, art. cit, p.494. - 18 Dan 12:2. - 19 Cf. San Jerónimo, Prol. in Dan,: PL 25:493; In Dan. 4:5: PL 25:514. - 20 Cf. H. B. Swete, Introduction to the Oíd Testament in Greek p.48. - 21 Cf. San Jerónimo, Praef. in libros Samuel et Malachiam: PL 28,5533. - 22 Cf. Flavio Josefo, Contra Apion. 1:8: Canon de Meliton de Sardes (Euseb., Hist. Eccl 4:26: PG 20:396; R. De Journel, Ench. Patr. 190); Orígenes (Euseb., Hist. Eccl 6:25: PG 20,25; R. De Journel, Ench. Patr. 484). - 23 Cf. San Jerónimo, Prol. Galeatus: PL 28,596 (600-602); Ep. 53 ad Paul n.8: PL 22:545s. - 24 Dan 2:45. - 25 Dan 7:13. - 26 Dan 9:243.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Daniel  7,1-28

7. Visión de las cuatro Bestias.
Con este capítulo se abre la segunda parte del libro de Daniel, de carácter visionario. El profeta ahora se presenta como profeta que recibe mensajes de Dios por intermedio de sus ángeles. Sustancialmente, el esquema ideológico de estas visiones está en la interpretación de la visión de la estatua que hemos estudiado en el capítulo segundo. Aquel diseño general en el que se anunciaba una sucesión de reinos históricos que habían de ser suplantados por un reino definitivo teocrático, va adquiriendo nuevos detalles y relieves.
Aunque las visiones aparecen encuadradas en la época babilónica, sin embargo, las alusiones a hechos de la época de la persecución de los judíos por los reyes de Siria sitúan al redactor de estas visiones puestas en boca de la gran figura tradicional de Daniel en la época macabea, es decir, en pleno siglo II a.C. Los rasgos históricos van intercalados con alusiones a una época escatológica pintada con caracteres apocalípticos. Muchas veces los planos histórico y escatológico se superponen. Esta oscuridad, característica de la literatura apocalíptica, hace muchas veces difícil adivinar el pensamiento del hagiógrafo.

Visión de las cuatro bestias (1-8).
1 El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, tuvo Daniel un sueño, y vio visiones de su espíritu mientras estaba en su lecho. En seguida escribió el sueño. 2 Yo miraba durante mi visión nocturna, y vi irrumpir en el mar Grande los cuatro vientos del cielo 3 y salir del mar cuatro bestias, diferentes una de otra. 4 La primera bestia era como león con alas de águila. Yo estuve mirando hasta que le fueron arrancadas las alas y fue levantado de la tierra, poniéndose sobre los pies a modo de hombre, y le fue dado corazón de hombre. 5 Y he aquí que una segunda bestia, semejante a un oso, y que tenía en su boca entre los dientes tres costillas, se estaba a un lado, y le dijeron: Levántate a comer mucha carne. 6 Seguí mirando después de esto, y he aquí otra tercera, semejante a un leopardo, con cuatro alas de pájaro sobre su dorso y con cuatro cabezas, y le fue dado el dominio. 7 Seguía yo mirando en la visión nocturna, y vi la cuarta bestia, terrible, espantosa, sobremanera fuerte, con grandes dientes de hierro. Devoraba y trituraba, y las sobras las machacaba con los pies. Era muy diferente de todas las bestias anteriores y tenía diez cuernos. 8 Estando yo contemplando los cuernos, vi que salía de entre ellos otro cuerno pequeño, y le fueron arrancados tres de los primeros, y este otro tenía ojos como de hombre y una boca que hablaba con gran arrogancia.

La datación de la visión en el año primero de Baltasar es considerada por muchos intérpretes como adición erudita de un glosista. No sabemos cuándo empezó a reinar Baltasar, hijo de Nabónides, aunque propiamente nunca llegó a la categoría plena de rey. Algunos creen que fue asociado al reino con su padre Nabónides en 550-49 a.C. Según el texto bíblico, Daniel tuvo en ese año una visión. El contenido de la visión es muy peregrino: En el mar Grande irrumpen los cuatro vientos del cielo (v.2). La expresión mar Grande designa muchas veces al Mediterráneo, pero aquí puede aludir al caos primitivo, al abismo revuelto por los cuatro vientos, símbolo de las fuerzas perturbadoras y nocivas, donde, según la mentalidad popular, habitaban los grandes monstruos, símbolo del mal.
En efecto, de ese caos tempestuoso van a surgir cuatro bestias, que simbolizarán cuatro reinos que se oponen al establecimiento del reino de los santos. La primera de las bestias era semejante a un león con alas de águila (v.4). La enumeración de éstas hay que entenderla paralelamente a la de los diferentes metales de la estatua vista por -Nabucodonosor (c.2). Esta primera bestia, pues, corresponde a la cabeza de oro de aquella visión. Aquí el león con sus alas parece ser un calco de las representaciones de los querubes alados, tan frecuentes en la estatuaria babilónica. Es el símbolo más apropiado, pues, para representar al imperio babilónico de Nabucodonosor. Debemos tener en cuenta, por otra parte, que el hagiógrafo nos presenta estos símiles de bestias como aproximaciones. Así dice: era como león., como leopardo... Estas frases nos llevan de lleno al género literario apocalíptico, en el que la imaginación va delante de la inteligencia, de tal forma que muchas veces se dan detalles que no tienen en realidad valor simbólico conceptual.
Como en la visión de la estatua aparecía simbolizado el reino babilónico por el metal más noble, y la parte superior del cuerpo (cabeza de oro), así también ahora va a ser simbolizado en los dos animales más nobles: el león y el águila; el primero, rey de los animales terrestres, y la segunda, reina de las aves. Hay en el libro de Daniel cierta benevolencia y admiración por los babilonios, como la hay en el libro de Ezequiel. El profeta puntualiza que a ese león alado le fueron arrancadas las alas, poniéndose en estado de erección con un corazón de hombre (v.4). La primera bestia perdió su carácter monstruoso que le daban la mezcla de león y de águila al quitársele las alas; pero también el león fue humanizado al levantarse sobre sus pies e infundírsele un corazón de hombre.
Quizá en esto haya una alusión al reconocimiento hecho por Nabucodonosor del Dios de Daniel, deponiendo así su hostilidad de fiera contra el reino de Dios (3:98-100). O bien en esa humanización hay que ver una alusión a 4:13, donde se habla de Nabucodonosor convertido en bestia y después restablecido en su categoría humana al recobrar su conciencia de hombre.
La segunda bestia era semejante a un oso (v.5). Corresponde al pecho de plata de la estatua. El animal y el metal aquí son de categoría inferior y simbolizarán el mismo reino, es decir, el medo-persa. Esta segunda bestia estaba alzada de un lado, simbolizando quizá la posición de acecho, o mejor, la supremacía persa sobre la meda, como parece insinuarse en 8:20. Este oso tiene en su boca tres costillas, posible alusión a la invasión llevada a cabo por Ciro en tres direcciones: Lidia (Asia Menor), Babilonia y Egipto. Veremos en el c.8, en la visión del carnero y el macho cabrío, que el carnero, representante de Persia, según dice el ángel Gabriel, acornea en tres direcciones: norte, sur y oeste, justamente las tres direcciones que llevaron los soldados de Ciro y Cambises. Su voracidad de conquistadores queda representada en la frase levántate a comer mucha carne (v.6).
La tercera bestia era semejante a un leopardo y corresponde a las piernas de bronce de la visión de la estatua (c.2). Esta bestia tiene cuatro alas sobre su dorso, para indicar la celeridad de águila en sus conquistas en las cuatro direcciones del viento. Es el imperio de Alejandro Magno, el conquistador-relámpago. El profeta ha escogido al leopardo para representar la agilidad inenarrable de este coloso de la conquista. Las cuatro cabezas de esta excepcional bestia parecen ser los cuatro sucesores de Alejandro, o Diadocos, que se repartieron el imperio del inmortal macedonio. Otros prefieren ver en las cuatro cabezas los cuatro reyes de Persia suplantados por Alejandro, según 11:2. Pero creemos que en el contexto (y por lo que veremos en el capítulo siguiente) se alude más bien a los cuatro Diadocos.
La cuarta bestia, que es la obsesión del profeta, es mucho más terrible y espantosa (v.7), y también más complicada y misteriosa. Corresponde a los pies de barro y de arcilla de la estatua de Nabucodonosor del c.2. Es tan rara esta bestia, que no encuentra el profeta con qué compararla. Por otra parte, es de una fiereza y voracidad sin límites, con grandes dientes de hierro, la cual no se contentaba con comer la presa, sino que machacaba las sobras con sus pies, solazándose en todo lo que fuera destrucción. Y su agresividad aumentaba porque tenía diez cuernos, entre los que sobresalía un nuevo cuerno pequeño especial, que, para que creciera, hubieron de ser arrancados tres cuernos de los diez anteriores. Por otra parte, ese pequeño cuerno tenía ojos como de hombre y una boca que hablaba con gran arrogancia (v.8).
La descripción es compleja y pormenorizada. Sin embargo, nos da la clave para la identificación de esta misteriosa cuarta bestia, que no es otra cosa que el imperio seléucida, opresor del pueblo de los santos, la nación judía en tiempo de los Macabeos. Sus diez cuernos son los diez predecesores de Antíoco IV Epífanes, que es el cuerno pequeño. que habla con arrogancia (v.8) ! Los tres cuernos arrancados son tres predecesores que han sido muertos por instigación de Antíoco IV Epífanes, a saber, Seleuco IV, su padre, Heliodoro, y Demetrio, hijo de Seleuco. Vemos, pues, aquí alusiones claras a hechos políticos de la época de los Macabeos. Esta impresión la veremos confirmada en la exégesis de los capítulos siguientes. Las arrogancias de Antíoco IV Epífanes aparecen declaradas en la historia de las guerras contra la nación judía en tiempo de los Macabeos y culminaron en la abominación de la desolación, a la que se alude en el c.8.

El anciano de días y el juicio (9-12).
9 Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un anciano de muchos días, cuyas vestiduras eran blancas como la nieve, y los cabellos de su cabeza como lana blanca. Su trono llameaba como llamas de fuego, y las ruedas eran fuego ardiente. 10 Un río de fuego procedíay salía de delante de él, y le servían millares de millares y le asistían millones de millones; el tribunal tomó asiento, y fueron abiertos los libros. 11 Yo seguía mirando a la bestia a causa de las grandes arrogancias que hablaba su cuerno, y la estuve mirando hasta que la mataron, y su cuerpo fue destrozado y arrojado al fuego para que se quemase. 12 A las otras bestias se les había quitado el dominio, pero les había sido prolongada la vida por cierto tiempo.

El vidente está consternado ante el espectáculo de aquellas bestias, que emergían del océano o abismo como principios maléficos; y, meditando sobre esta visión, ve en el cielo un espectáculo grandioso que le reconforta en sus sombríos pensamientos: un tribunal de justicia presidido por un anciano de días, escoltado por miríadas de seres que le glorifican (v.8). Su trono está envuelto en llamas de fuego, símbolo de la santidad de Dios, que todo lo purifica a su contacto. La descripción recuerda la de Ez 1. Ese anciano, venerable por sus días y por sus cabellos blancos, no es otro que el Eterno, que va a juzgar a los reinos de las naciones, simbolizados en las cuatro bestias. Ante El están abiertos los libros, en los que se registran las acusaciones y en los que se han de estampar las sentencias.
El juicio de las bestias comienza con la más maligna y perniciosa, la cuarta, que con sus arrogancias excitaba la ira divina. Fue condenada al fuego, como Asiría en la profecía de Isaías 2. Su destrucción será completa y definitiva. Las otras bestias reciben una sentencia más benigna, pues aunque se les quita el dominio, sin embargo, no se las condena a la total destrucción, sino que se les permite continuar como naciones, pero sin imperio. Con la desaparición de los cuatro reinos, simbolizados en las cuatro bestias y en los diversos metales de la estatua del c.2, se cierra el ciclo histórico de la oposición al reino de los santos, que va a hacer irrupción inmediatamente, como aquella piedrecita que cayó sobre la estatua de múltiples metales y se convirtió en un monte elevado, símbolo de un reinado de definitiva estabilidad.

El Hijo de Hombre (13-22).
13 Seguía yo mirando en la visión nocturna, y vi venir sobre las nubes del cielo a un como Hijo de Hombre, que se llegó al anciano de muchos días y fue presentado ante éste, 14 Fuele dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno, que no acabará, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá. 15Túrbeme sobremanera yo, Daniel, en mi cuerpo, y las visiones de mi mente me desasosegaron. 16 Llegúeme a uno de los asistentes y le rogué que me dijera la verdad acerca de todo esto. Hablóme él y me declaró la interpretación. 17 Esas grandes bestias, las cuatro, son cuatro reyes que se alzarán en la tierra. 18 Después recibirán el reino los santos del Altísimo y lo retendrán por siglos, por los siglos de los siglos. 19 Sentí entonces el deseo de informarme más exactamente acerca de la cuarta bestia, tan diferente de todas las otras, sobremanera espantosa, de dientes de hierro y garras de bronce, que devoraba y trituraba y hollaba las sobras con sus pies, 20 así como también acerca de los diez cuernos que tenía en la cabeza y de aquel otro que le había salido, y ante el cual se le habían caído tres, y que tenía ojos y boca que decía grandes arrogancias, y parecía más grande que todos los otros. 21 Vi yo que este cuerno hacía guerra a los santos y los vencía, 22 hasta que vino el anciano de muchos días y se hizo justicia a los santos del Altísimo, y llegó el tiempo en que los santos se apoderaron del reino.

En las nubes del cielo, en contraposición al mar Grande, de donde venían las bestias, contempla el profeta a un como hijo de hombre, es decir, algo parecido a un hombre. Como las bestias eran semejantes a un león., a un leopardo, así ahora lo que ve en lo alto es semejante a un hombre, que se acerca al anciano de días, el Juez eterno (v.13). La expresión hijo de hombre significa en la Biblia, como hemos visto en el libro de Ezequiel, simplemente uno que pertenece a la especie humana. Todo aquí tiene un valor simbólico, pues los cuatro reinos son simbolizados en cuatro bestias que vienen del mar, mientras que el nuevo reino que los suplanta definitivamente es muy superior a aquéllos, y por eso es figurado no en una bestia, sino en un hombre, y no viene de abajo, sino de lo alto, es decir, viene de Dios.
En la visión de la estatua de los múltiples metales, una piedrecita, no arrojada por mano de hombre, la derrumba y suplanta a los reinos simbolizados en los diversos metales. Pues aquí un reino que viene de lo alto, de Dios, recibe el señorío, la gloria y el imperio (v.14). Algunos autores han querido ver en esta procedencia, en las nubes del cielo, una alusión a un personaje de origen divino 3; pero en el contexto ese hijo de hombre no es propiamente una persona, sino una colectividad, el reino de los santos del Altísimo, como se dice en el í.17. Las cuatro bestias simbolizaban cuatro reinos o colectividades nacionales; el contexto, pues, exige que también lo simbolizado en el hijo de hombre sea una colectividad nacional, la comunidad teocrática de los tiempos mesiánicos.
Esto no excluye que en un segundo plano, y en un sentido pleno, esa comunidad esté representada por un personaje cumbre que la sintetice, el Mesías. De hecho sabemos que Cristo se apropió el título de Hijo del hombre en su predicación y aludió a su aparición solemne en las nubes del cielo4. El sentido mesiánico, pues, del fragmento es claro, sea que se trate de la colectividad mesianica o del Mesías personal, y así lo ha entendido la tradición judía y cristiana 5.
En el contexto de la profecía de Daniel se trata del anuncio de un futuro señorío e imperio, reconocido por iodos los pueblos y naciones, y ese dominio será eterno. (v.14); expresiones que en la literatura bíblica del A.T. se aplican siempre a la edad definitiva del mesianismo 6. Así lo declara uno de los asistentes al trono al propio Daríiel, cuando dice que después de los cuatro reinos surgirá el reino de los santos del Altísimo, que lo retendrá por los siglos de los siglos (v.18); y lo mismo se repite en el v.22. Esos santos del Altísimo no son otros que los judíos fieles (v.25), que serán los ciudadanos del reino mesiánico. Contra ellos se alzaba el pequeño cuerno de la cuarta bestia (v.20), es decir, Antíoco IV Epífanes. Este será al fin vencido, y los santos empezarán a sentirse ciudadanos de un nuevo reino como premio a sus sufrimientos.

El cuarto reino (23-28).
23 Díjome así: La cuarta bestia es un cuarto reino sobre la tierra, que se distinguirá de todos los otros reinos y devorará la tierra toda y la triturará. 24 Los diez cuernos son diez reyes que en aquel reino se alzarán, y tras ellos se alzará otro que diferirá de los primeros y derribará a tres de estos reyes. 25 Hablará palabras arrogantes contra el Altísimo, y quebrantará a los santos del Altísimo, y pretenderá mudar los tiempos y la Ley. Aquéllos serán entregados a su poder por un tiempo, tiempos y medio tiempo. 26 Pero se sentará el tribunal y le arrebatarán el dominio, hasta destruirle y arruinarle del todo, 27 dándole el reino, el dominio y la majestad de todos los reinos de debajo del cielo al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino será eterno, y le servirán y obedecerán todos los señoríos. 28 Aquí acabó la plática. Yo, Daniel, anduve sobremanera turbado por mis pensamientos, demudado el color, y guardé todo esto en mi corazón.

En este fragmento se concreta bien la cuarta bestia en sus luchas contra el reino de los santos, el pueblo judío. La pretensión de mudar los tiempos y la Ley es una clara alusión a las tentativas de los reyes seléucidas, sobre todo Antíoco IV Epífanes, para suprimir la religión judía en lo referente al culto y a la Ley en general7. El opresor se adueñará de los santos por un tiempo, tiempos y medio tiempo (v.26), es decir, por tres años y medio, que es lo que duró la expoliación del templo de Jerusalén, desde mediados del 168 a.C. al 25 de diciembre (Quisleu) del 164 a.C., en que fue purificado de nuevo el templo8.
Será la máxima prueba de los fieles judíos, pero al fin se les hará justicia, ya que el tribunal, o consejo judicial divino, arrebatará el dominio al perseguidor y lo dará a los santos, que lo retendrán por los siglos de los siglos (v.27). El desquite de éstos será total. Antíoco, vencido, es considerado por la tradición cristiana como tipo del anticristo, derrotado al fin del mundo. El profeta, después de anunciar todo esto, se siente pensativo (v.28), pues aún no comprende plenamente muchas cosas que ha visto. Es un modo de decir que el esclarecimiento vendrá en los capítulos que siguen.

1 He aquí la lista de los diez predecesores de Antíoco IV Epífanes: 1) Alejandro Magno (336-323), creador del imperio; 2) Seleuco I Nicator (312-280); 3) Antíoco I Soter (280-261); 4) Antíoco II Theos (261-247); 5) Seleuco II Calínico (246-226); 6) Seleuco III Cerauno (226-222); 7) Antíoco III el Grande (222-187); 8) Seleuco IV Filopator (186-176); 9) Heliodoro (176); i o) Demetrio I Soter (176). 2 Cf. Isa_30:33. 3 Cf. Exo_14:24; Exo_16:10; Lev_16:2; Num_9:15; Num_10:34; Num_10:11.25; Deu_31:15; Isa_19:1; Eze_1:4. 4 Cf. Mat_16:27; Mat_24:30; Mat_26:64; Me 13:26; Luc_21:27; Rev_1:7; Rev_14:14. 5 Los judíos llegaron a dar al Mesías el título de Anani, que significa El de las nubes. Cf. M. J. Lagrange, Le Messianisme chez les Juifs (1909) p.224-228; id., Le Judaisme av. . C. (1930) 62-69. En la tradición cristiana es común la aplicación a Cristo, interpretando sus palabras ante Caifas: San Justino, Dial, cum Tryph. 76.79: PG 6:651.662; San Ireneo, Contra haereses c.2O n.n: PG 7:1039-1040; Tertuliano, Adv. Marc. III 7; IV 39: PL 2, 358.488; San Jerónimo, In Dan. 7:13: PL 25:533; San Juan Crisóstomo, Adh. ad Theodo-rum lapsum 12; Homil. n contra Anamaeos 3; Expos. in Ps. no n.2: PG 47:294; 55:281; Eusebio, 'Demonst. Ev. 1.9 n.17: PG 22:806. 6 Sobre el sentido de este vaticinio cf. M. J. Lagrange, Les Prophéties messianiques de Daniel: RB 13 (1904) 504; D. Buzy, Les symboles de VA.T. (París 1923) p.29os; J. Gotts-Berger, Das Buch Daniel (Bonn 1929) p-56; S. R. Driver, The book of Daniel (Cambridge Bible, 1900) p.io2s; E. kónig, Die Messianische Weissagungen (Stuttgart 1923) p.296-297; J. Chaine, Introd. a la lecture des Prophétes (1929) Ñ·261; Saydon, Verbum Dei (Barcelona 1956) p.641s; Auge, Daniel: Biblia de Montserrat (1954) p.114s; G. Rinaldi, Dámele (Torino 1947) p.85s. 7 Cf. 1 Mac 44-49· 8 La frase un tiempo, tiempos y medio tiempo reaparece en 12:7.11.12, donde se habla de mil trescientos treinta y cinco días; Rev_11:2; Rev_13:5. En Dan_8:14 se habla de mil ciento cincuenta días, y en 12:11 de mil doscientos noventa días, que vienen, grosso modo, a equivaler a tres años y medio, que duró la profanación del templo. Cf. 1Ma_1:20.29; 1Ma_4:52-53.