Jonás 1 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 16 versitos |
1 Llegó a Jonas, hijo de Amitay, palabra de Yahvé, diciendo:
2 Levántate y ve a Ninive, la ciudad grande, y predica contra ella, pues su maldad ha subido ante mí.
3 Levantóse Jonas para huir lejos de Yahvé a Tarsis, bajó a Jope y halló un barco que estaba para ir a Tarsis. Pagó el pasaje y entró en él para irse con ellos a Tarsis, lejos de Yahvé.
4 Yahvé levantó en el mar un violento huracán, y fue tal la tormenta en el mar, que creyeron se rompería la nave.
5 Llenos de miedo, los marineros invocaban cada uno a su dios, y echaron al mar lo que llevaban en la nave para aligerarla de ello. Jonas, que había bajado al fondo de la nave, se había acostado y dormía profundamente.
6 Llegóse a él el patrón del barco y le dijo: ¿Qué estás ahí tú durmiendo? Levántate y clama a tu Dios. Quizá se cuidará de nosotros y no pereceremos.
7 Dijéronse unos a otros: Vamos a echar suertes a ver por quién nos viene este mal. Echaron suertes, y la suerte cayó en Jonas.
8 Entonces le dijeron: A ver, ¿de dónde vienes, cuál es tu tierra y de qué pueblo eres?
9 El les respondió: Yo soy hebreo y sirvo a Yahvé, Dios de los cielos, que hizo los mares y la tierra.
10 Aquellos hombres se atemorizaron sobremanera, y le dijeron: ¿Por qué has hecho esto? Pues sabían que iba huyendo de Yahvé, porque él se lo había declarado.
11 Dijéronle: ¿Qué vamos a hacer contigo para que el mar se nos aquiete? Porque el mar iba embraveciéndose cada vez más.
12 El les respondió: Agarradme y echadme al mar, y el mar se os aquietará, pues bien sé yo que esta gran tormenta os ha sobrevenido por mí.
13 Aquellos hombres hicieron por volver la nave a tierra, mas no pudieron, pues el mar cada vez más se embravecía.
14 Entonces clamaron a Yahvé, diciendo: ¡Oh Yahvé! Que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre y no nos imputes sangre inocente, pues tú, ¡oh Yahvé! has hecho como te plugo.
15 Y agarrando a Jonas, le echaron al mar, y el mar se aquietó en su furia.
16 Temieron aquellos hombres a Yahvé y le ofrecieron sacrificios y le hicieron votos.

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Introducción a Jonás

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Jonas.
Introducción.

Personalidad de Jonas.
Según el relato bíblico, Jonas (en hebreo Yonah: Paloma) recibió orden divina de predicar en Nínive la penitencia. El profeta desoyó la orden de Dios y en Jope tomó un barco en dirección contraria, hacia Tarsis. Por su desobediencia se suscitó una tempestad, y los marinos, después de consultar a suertes y caer ésta sobre Jonas, le arrojaron al mar. Un pez inmenso lo tragó y lo devolvió incólume a la orilla. Jonas, agradecido a esta liberación milagrosa, se fue a predicar a Nínive. El éxito de su predicación fue total, ya que, por orden del rey, todos los ninivitas, incluso las bestias, hicieron penitencia.
El profeta, malhumorado porque sus predicciones de exterminio no se cumplieron (pues Yahvé los perdonó por su penitencia), es reprendido por Dios por su espíritu mezquino, falto de liberalidad y de comprensión. Tal es el contenido del relato del libro de Jonas, cuyo protagonista lleva el mismo nombre patronímico de otro Jonas, hijo de Amitay, que profetizó a Jeroboam II la nueva extensión de su reino como en tiempos pasados 1. Pero este profeta era oriundo del norte de Palestina 2, mientras que el protagonista del libro de Jonas parece oriundo del reino del sur, ya que, después de recibir la orden de ir a Nínive, tomó un navio en Jope, en la costa meridional.

Carácter histórico-literario del libro.
Salta a la vista la diferencia del contenido del libro de Jonas respecto de los tradicionales escritos profetices, pues lejos de ser, como éstos, un repertorio de oráculos, es más bien una narración ano velada de un hecho concreto atribuido a un profeta. Por ello, los autores no concuerdan al juzgar de la historicidad de sus narraciones. Unos, siguiendo la opinión tradicional, toman la narración al pie de la letra, como un hecho histórico con grandes intervenciones milagrosas de Dios. Así, el Jonas del libro que lleva su nombre sería el mismo que profetizó en tiempo de Jeroboam II (787-746).
Los que sostienen esta opinión3, además de basarse en la tradición judaica4, apelan a las alusiones de Jesucristo a hechos de la vida de Jonas, como el haber estado tres días y tres noches en el vientre del pez5 y haber conseguido que los ninivitas hicieran penitencia6.
Otros autores, en cambio, basándose en ciertas anomalías y singularidades del libro de Joñas, suponen que éste es una composición didáctica a base de un personaje imaginario, cuyos hechos y reacciones debían expresar enseñanzas doctrinales. La narración, pues, según estos autores7, sería una parábola dramatizada, en la que aparece un protagonista con nombre propio, al estilo de la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro. Desde luego son tales las inverosimilitudes que aparecen en la narración de Jonas, que se tiene la impresión de que el autor del libro ha dejado suelta la imaginación, creando hechos para adaptarlos a una enseñanza teológica.
Así, Jonas recibe orden de trasladarse a Nínive, metrópoli que estaba a más de mil kilómetros de distancia de Palestina, patria de Jonas; arrojado al mar, es engullido por un cetáceo, en cuyo vientre permanece incólume tres días y tres noches, y Jonas, durante ese tiempo, tiene la tranquilidad para componer una bella oración rimada 8; su predicación de penitencia tiene tal éxito, que la ciudad en pleno se convierte, con el rey a la cabeza, el cual promulga un ayuno general: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no probarán bocado, no comerán ni beberán nada. Cúbranse de saco hombres y animales. 9
Y Jonas, en lugar de alegrarse por el fruto de su predicación, la penitencia - lo que es normal en todos los profetas - , se disgustó por ello, y, malhumorado, salió a un altozano para contemplar la ciudad. Milagrosamente creció un ricino para darle sombra, y al punto se secó, porque dispuso Dios un gusano que lo atacó de raíz 10.
No es verosímil que un predicador hebreo haya convertido en unos días a una ciudad pagana como Nínive. Por otra parte, conocemos muy bien la historia asiría de los siglos IX al VI, y no encontramos ningún eco de esta conversión en masa al Dios de los hebreos. Además, los milagros y portentos se suceden artificialmente, pues apenas se desencadena la tormenta, le traga el pez y le deja incólume en la playa; en Nínive, después de la predicación, viene la conversión total de sus habitantes, y después un árbol crece milagrosamente en un día, y en una noche muere. Todo esto da la impresión de ser escenas que imaginariamente se suceden en el escritor que las creó en función de ideas teológicas a expresar.
Indudablemente que el autor va tras de tesis concretas, y de ahí lo convencional de las narraciones. Por otra parte, hay ausencia sistemática de anotaciones geográficas e históricas relativas a la patria del protagonista y al nombre del rey de Nínive. De este modo, la narración parece más aérea y elástica. Por todas estas indicaciones parece que nos hallamos ante una composición didáctica ano velada, con unas enseñanzas doctrinales muy claras, como vamos a ver; se trata de una composición satírica en forma de parábola.

Tesis doctrinal del libro.
Aquí encontramos satirizadas las ideas particularistas judaicas respecto de la salvación de los otros pueblos. El judío, hermético y despectivo, por pertenecer al pueblo elegido, desprecia a todos los pueblos, y cree que éstos, por desconocer al verdadero Dios, están destinados al exterminio. Así, un amplio sector del pueblo hebreo esperaba impaciente el día de Yahvé, como un día de la manifestación de la ira divina sobre los pueblos gentiles.
Los profetas, por su parte, con sus generalizaciones sobre el castigo de Yahvé sobre las naciones, habían sobreexcitado estas esperanzas ultranacionalistas. El autor del libro de Jonas quiere demostrar prácticamente cómo muchas veces esos vaticinios conminatorios de los profetas son en el fondo condicionados. Jonas anunció en forma absoluta la destrucción de Nínive, y, sin embargo, la gran capital fue perdonada. La lección doctrinal es que todas las profecías conminatorias tienen eficacia sólo en el supuesto de que aquellos contra quienes se dirigen se obstinen en el pecado. Es la primera lección del libro de Jonas.
Pero lo principal es la afirmación de la tesis universalista. Dios no sólo perdona a los componentes de su pueblo elegido, sino a los pecadores paganos que cambien de conducta. Jonas - protagonista del libro - es la encarnación del particularismo judaico frente a las tenues corrientes universalistas que poco a poco se iban abriendo paso en la tradición israelita. Es el conflicto constante entre las ideas particularistas y universalistas, cuyo choque se agudiza en la época postexílica. Nehemías exige la separación de judíos de los moabitas y amonitas n, y Esdras prohíbe los matrimonios con los extranjeros 12.
Por otra parte, la comunidad judaica aceptaba los prosélitos procedentes del paganismo 13. En el libro de Zacarías (en la segunda parte), de un lado se refleja el espíritu de revancha sobre las naciones opresoras, y de otro, aparecen claros vaticinios universalistas 14. Malaquías, que protesta contra los matrimonios mixtos15, anuncia una ofrenda en todo el mundo a Yahvé 16. Esta corriente universalista tenía sus antecedentes en la tradición. Rut la moabita aparece entre los antepasados del gran rey David y se presenta como modelo de virtudes domésticas; más tarde, en la literatura sapiencial, Job, modelo de rectitud y temor de Dios, es un edomita.
El autor del libro de Joñas empalma con esta tradición universalista y ridiculiza satíricamente la posición cerrada y exclusivista judaica, simbolizada en el protagonista Joñas, que, en vez de alegrarse con la conversión de los ninivitas - buscada por Dios - , se entristece porque se les ha otorgado el perdón. Con su libro, el autor del libro de Joñas quiere dar a entender a sus compatriotas que los oráculos de destrucción contra las naciones lanzados por los profetas no se han de cumplir necesariamente.
Por otra parte, al presentar la conversión en masa de los ninivitas, el hagiógrafo ridiculiza irónicamente a los israelitas, que, a pesar de haber oído tantas predicaciones proféticas, no se han convertido aún a Yahvé, quedando ante El en peor condición. Es lo que Jesucristo dirá a los de Cafarnaúm y de Betsaida que no han querido recibir su doctrina: Los ninivitas se levantarán en el día del juicio contra esta generación y la condenarán; hicieron penitencia a la predicación de Joñas, y aquí hay algo más que Jonas 17.
El panorama, pues, doctrinal del libro de Jonas no puede ser más amplio: Yahvé es el Señor del universo, que domina las fuerzas del mar, a los animales, y que llama a la penitencia a los paganos que no le conocen; los ninivitas - símbolo del mundo pagano - responden mejor que los judíos a las llamadas de su Dios; los mismos marineros oran a sus dioses, mientras Joñas - símbolo del espíritu encanijado y exclusivista judío - está durmiendo tranquilamente en la nave. En todas estas narraciones hay una fina ironía contra las concepciones estrechas de los judíos. Por otro lado, el hagiógrafo destaca la superioridad religiosa de Israel frente a las otras naciones paganas, pues de Israel proviene la salvación de los mismos gentiles. Estas son las grandes directrices doctrinales que enseña el libro de Jonas. Los episodios particulares deben entenderse pues, como una parábola continuada, con muchas alusiones alegóricas.

Fuentes bíblicas y extrabíblicas del libro.
Ya hemos visto cómo los hagiógrafos suelen apoyarse muchas veces en sus afirmaciones sobre autoridades proféticas anteriores. Así, la doctrina del resto, que aparece por primera vez en Amos, es repetida en Isaías, Jeremías y Ezequiel. En los autores postexílicos se acentúa esta tendencia de los hagiógrafos a buscar apoyo en la tradición profética anterior al exilio. Teniendo en cuenta esto, el autor de este libro bien pudo tomar como protagonista de su composición didáctica a un personaje llamado Jonas, que en 2 Re 14:25 aparece esporádicamente profetizando a Jeroboam II y, por ser de época remota, se prestaba mejor para una ficción literaria.
Es lo que hará el autor del libro de Job. La tradición hablaba de un venerable personaje, modelo de virtud y amigo de Dios, llamado Job 18, y el autor lo escogió como protagonista de su composición didáctica para probar plásticamente que no existe ecuación entre virtud y premio en esta vida, ni entre castigo y pecado. En el libro de Jonas encontramos una serie de conceptos que bien pueden basarse en tradiciones escritas anteriores, como los libros de Jeremías, Ezequiel y los mismos Salmos 19.
Algunos autores acatólicos han pretendido encontrar antecedentes del libro de Jonas en las mitologías paganas. Así, traen a colación la historia del poeta griego Arión, arrojado al mar por los piratas y salvado por un delfín encantado con la música de su lira. Como en el caso de Joñas, los marineros deliberan sobre la suerte del pasajero que van a echar al agua 20. En una leyenda india, el hijo de un comerciante de Benarés, Mittavindaca, se embarcó a pesar de la prohibición de su madre; el barco fue detenido por una fuerza misteriosa. Se buscó la causa de este contratiempo entre los marineros, y la suerte cayó en Mittavindaca, y los marineros le pusieron en una balsa, diciendo: Muchos no deben perecer a causa de uno21; y el barco pudo surcar libremente el mar. En un texto egipcio del siglo ni, un funcionario naufragó en su viaje hacia tierras lejanas; desaparece su equipaje, y él permanece tres días agarrado a un poste en el agua, hasta que una ola lo lleva a una isla; después de tres días, una serpiente le llevó en su garganta a su morada, y allí le anuncia que después de cuatro meses será devuelto por el mismo mar a su patria.
Como puede colegirse de estos relatos, las semejanzas son puramente tangenciales y no prueban dependencia sustancial alguna, ya que la tesis del libro de Jonas es totalmente religiosa y completamente original 22.

Autor y fecha de composición.
Joñas aparece citado siempre en tercera persona, y no se pretende que el protagonista mismo haya compuesto el libro. Naturalmente, si el libro fuera escrito por el protagonista, no se hubiera colocado en un papel tan poco airoso como aparece en el libro canónico que lleva su nombre. Del contenido del libro sólo podemos deducir que el autor es un judío, que destaca la superioridad de Yahvé sobre todos los dioses y que participa de las corrientes universalistas, que se estaban abriendo paso en Judá, sobre todo después del exilio. Como el libro de Joñas aparece ya entre los escritos proféticos en el siglo n, cuando fue compuesto el Eclesiástico, y como, por otra parte, en el lenguaje abundan los arameísmos, se puede suponer que fue compuesto en los siglos IVy III a.C.

La historicidad de los hechos del libro de Jonas y las alusiones de Jesucristo
Como antes hemos indicado, los autores que sostienen la historicidad de los hechos narrados en el libro de Jonas se basan en las alusiones de Cristo: Como Jonas estuvo tres días en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el seno de la tierra 23; Los ninivitas se levantarán el día del juicio contra esta generación y la condenarán; hicieron penitencia a la predicación de Joñas, y hay aquí algo más que Jonas 24. ¿Cómo se salva la base de la argumentación de Cristo, si los hechos del libro de Jonas son mera ficción literaria ?
A nuestro entender, para que su argumentación probara, basta que los oyentes de Jesús creyeran en la realidad histórica de los hechos aludidos. Jesús, en ese caso, no habría hecho sino acomodarse a esta mentalidad concreta, sin prejuzgar el problema exegético de la historicidad del libro de Jonas. San Pablo argumenta a veces en sus epístolas a base de tradiciones legendarias, de historicidad más que dudosa. Así alude a una tradición del Targum: Quemadmodum autem loannes et Mambres restiterunt Moysi, ita et hi resistunt veritati. 25 Y en 1 Cor 20:4: Bibebant autem de spiritali, consequente eos petra, petra autem erat Christus. En la epístola de San Judas nos encontramos con otra alusión a leyendas judaicas: Cum Michael archangelus cum diabolo disputans altercaretur de Moysi corpore, non est ausus iudicium inferre blasphemiae, sed dixit: Imperet tibí Dominus.. La cita está tomada de la Asunción de Moisés.
De estas citas colegimos la libertad con que los autores sagrados utilizan la Sagrada Escritura canónica y aun los hechos de libros apócrifos, conocidos de los lectores, para los que probaban la argumentación en cuanto que recibían esos hechos como históricos. Así, Nuestro Señor bien pudo utilizar el mismo modo de argumentación, como cuando, adaptándose a la mentalidad del ambiente, alude a los espíritus malignos que andan por el desierto y, después de vagar por las zonas áridas, vuelven a la casa, que encuentran más limpia 26.
En la liturgia de la Iglesia latina tenemos varios casos de este tipo. En la misa de difuntos se dice: Ut cum Lázaro quondam paupere aeternam habeat réquiem. ¿Es que el uso de este texto en la liturgia supone la existencia histórica del Lázaro de la parábola del Señor? Lázaro aquí es un tipo literario que simboliza una idea teológica en la parábola. Del mismo modo, en la argumentación de Cristo, Jonas es un tipo literario aceptado por sus oyentes; y, por tanto, es lícita la argumentación a base de su supuesta existencia, sin que esto indique que Cristo enseñe formalmente que Jonas haya existido ni la penitencia de los ninivitas 27.

1 Cf. 2 Re 14:25. - 2 Era de Gath-Gefer, localidad identificada generalmente con Kh. Ez-zerra, a unos cinco kilómetros al nordeste de Nazaret. - 3 Haneberg-Weinhart, Zschokke, Kaulen-Hoberg, Knabenbauer, Vigouroux, Lippi, Kennedy. - 4 Cf. Targum de Jonathan; 3 Mac 6:8. La tradición cristiana primitiva refleja la misma sentencia historicista: San Jerónimo: PL 25:1132; San Agustín: PL 33:382; Tertuliano: PL 2:840; Ireneo: PG 7:942; San Justino: PG 6:7243. - 5 Lc 11:30. - 6 Mt 12:40. - 7 Así San Gregorio Nacianceno, Or. 2:106-109: PG 35:505-508; Teofilacto, Expos. in Ion. 4: PG 126:960-965; Driver, Gigot, A. van Hoonacker, H. Lesétre, E. Tobac, A. Bras-sac, M. Meinertz, Feuillet, etc. - 8 Jon 2:3. - 9 Jon 3:75. - 10 Jon 4:7. - 11 Cf. Neh 13:1-3; 13:28. - 12 Esdg,c12; Dt 23:7. - 13 Neh_10:29; Esd 6:21. - 14 Zac 9:6-7; 14:16-21. - 15 Mal 2:10-12. - 16 Mal 1.11. - 17 Mt 12:41. - 18 Cf. Ez 14:14.20. - 19 Cf. Jer_18:7-8; 26:13; Ez 26:16 y Jon 3:6. La oración de Joñas es muy similar a muchas expresiones de los Salmos (cf. Jon 2:3a y Sal 18:3; Jon 3:5 y Sal 120:1; Jon 3:4a y Sal 31 23, etc.). - 20 Sobre todas estas leyendas y las posibles influencias bíblicas véase el luminoso artículo de A. Feuillet, Les sources du livre de Joñas y Le sens du livre de Joñas: RB 54 (1947/ 161-86.340-61. - 21 Cf. Jon 1:14. - 22 Hoonacker trae otros dos ejemplos: Semíramis, hija de la diosa Derketo, transformada en pez, llegó de Ascalón a Nínive, donde fue transformada en paloma (en hebreo, Yonah: Joñas). Cf. Diod. de Sic., II 5:20. Incluso se han relacionado Yonah con el Oannes, dios pez, citado por Beroso. Véase Hoonacker, o.c., p.318-319. - 23 Mt 12:41. - 24 Mt 12:41. - 25 Este hecho es mencionado en el Targum de Jonatan y en el Talmud. - 26 Lc 13:15. - 27 Sobre toda esta argumentación véase la exposición excelente de Hoonacker, o.c., P-323-325.


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Jonás 1,1-17

1. Orden divina de predicar a los ninivitas.

Desobediencia de Jonas (1-3).
1 Llegó a Jonas, hijo de Amitay, palabra de Yahvé, diciendo: 2 Levántate y ve a Ninive, la ciudad grande, y predica contra ella, pues su maldad ha subido ante mí. 3 Levantóse Jonas para huir lejos de Yahvé a Tarsis, bajó a Jope y halló un barco que estaba para ir a Tarsis. Pagó el pasaje y entró en él para irse con ellos a Tarsis, lejos de Yahvé.

La narración se abre sin concretar la época y patria del protagonista, Jonas, hijo de Amitay. Conocemos un profeta de este nombre que profetizó en tiempos de Jeroboam II (787-756 a.C.) l. Es la época de la dominación incipiente asiría. El hagiógrafo bien pudo escoger este personaje como protagonista de una historia que se había de centrar en torno a la gran metrópoli de Ninive. Jonas recibe la orden de ir a predicar la penitencia en la ciudad grande de Ninive, símbolo del paganismo desenfrenado y símbolo también de la hostilidad contra Israel.
La misión de Jonas era realmente desconcertante para un judío, que creía sólo que su pueblo tenía derecho a gozar de la benevolencia y misericordia de Yahvé, su Dios. Como veremos, la tesis central del libro es el universalismo religioso. Para probarla, nada mejor4 que presentar a la capital del imperio asirio como acogida a la misericordia divina, después de haber manifestado claros signos de arrepentimiento y de penitencia. Yahvé no sólo se preocupa de los israelitas, sino que también tiene providencia de los paganos, y por eso quiere ofrecer una oportunidad de penitencia a los ninivitas, cuya maldad había subido hasta El (v.2).
Esta amplitud de miras y esta magnanimidad no es comprendida por el espíritu mezquino del judío Jonas, que no quiere saber nada de la conversión de los paganos, enemigos de su pueblo. Por eso, en vez de secundar la orden recibida, encaminándose hacia Mesopotamia, toma el camino contrario, hacia occidente, esperando huir lejos de Yahvé. En su estrecha mentalidad cree que fuera de Palestina, la tierra de Yahvé, se encontrará libre de la influencia de su Dios, que concibe como divinidad nacional, si bien le reconoce como el Creador de los cielos y de los mares (v.9).
En su afán de huir de Yahvé, toma en Jope (la actual Jáfá, junto a Tel-Aviv) un barco para dirigirse a Tarsis, la región más lejana y occidental de entonces. Generalmente se identifica a Tarsis con la Tartessos de los griegos y romanos, en la desembocadura del Guadalquivir, en España. Los fenicios tenían grandes relaciones con la costa meridional de España, y de hecho Tarsis llegó a significar la península Ibérica, el extremo occidental del mundo clásico conocido2. Por ello, las naves de gran tonelaje eran llamadas naves de Tarsis, pues eran las que solían hacer el recorrido de una punta a otra del Mediterráneo. Es interesante cómo el autor sagrado destaca la voluntad rebelde de Jonas al no querer obedecer, buscando una ruta totalmente opuesta a la debida. Más tarde (4:2) Jonas lamentará no haber podido llegar efectivamente al objetivo de su viaje, hacia Tarsis, para verse libre de la ingrata misión de predicar a los ninivitas.

La tormenta en el mar (4-9).
4 Yahvé levantó en el mar un violento huracán, y fue tal la tormenta en el mar, que creyeron se rompería la nave. 5 Llenos de miedo, los marineros invocaban cada uno a su dios, y echaron al mar lo que llevaban en la nave para aligerarla de ello. Jonas, que había bajado al fondo de la nave, se había acostado y dormía profundamente. 6 Llegóse a él el patrón del barco y le dijo: ¿Qué estás ahí tú durmiendo? Levántate y clama a tu Dios. Quizá se cuidará de nosotros y no pereceremos. 7 Dijéronse unos a otros: Vamos a echar suertes a ver por quién nos viene este mal. Echaron suertes, y la suerte cayó en Jonas. 8 Entonces le dijeron: A ver, ¿de dónde vienes, cuál es tu tierra y de qué pueblo eres? 9 El les respondió: Yo soy hebreo y sirvo a Yahvé, Dios de los cielos, que hizo los mares y la tierra.

El hagiógrafo destaca cómo, a pesar de la decisión de Jonas, Yahvé le obligará a la fuerza a cumplir su orden. Para ello levanta un huracán que hace imposible el viaje (v.4). La situación de la nave es desesperada. Para salvarla, los marineros arrojan las mercancías al mar. Irónicamente, el autor sagrado contrapone la actitud piadosa de los marineros paganos, que invocan a sus dioses respectivos, a la del hebreo Jonas, que, despreocupado, duerme tranquilo en el fondo de la nave (v.5). El patrón del barco le despierta y le invita a orar también a su propio Dios para que los libre de la muerte. En la mentalidad sincretista y mercantil de los fenicios, cada pueblo tenía su dios y su poder particular. Al invitar a Jonas, no sabía que el Dios de éste era el Señor del universo, como lo declara el propio Jonas.
Los marineros, supersticiosos, creyeron que había entre ellos alguno que había ofendido a su dios, contra el que éste descargara su ira. Por suertes, como era usual, decidieron buscar al culpable, y la suerte cayó precisamente en el indolente hebreo que dormía en el fondo de la nave. Designado Jonas, le preguntaron por su procedencia y origen para descubrir su culpabilidad respecto a su Dios. El viajero hebreo declara su patria y religión, y paladinamente confiesa que su Dios es el Señor de los cielos y de los mares, insinuando así que El ha tenido que enviar la espantosa tormenta.
La trama del relato es perfecta, no exenta de artificialidad literaria. El hagiógrafo contrapone bien las situaciones y las conductas de los respectivos personajes en orden a hacer resaltar su idea teológica sobre la omnipotencia divina y sus designios sobre Jonas, que, contra su voluntad, tendrá que rendirse a la tesis del universalismo religioso que late en toda la narración del libro.

Joñas es arrojado al mar (10-16).
10 Aquellos hombres se atemorizaron sobremanera, y le dijeron: ¿Por qué has hecho esto? Pues sabían que iba huyendo de Yahvé, porque él se lo había declarado. 11 Dijéronle: ¿Qué vamos a hacer contigo para que el mar se nos aquiete? Porque el mar iba embraveciéndose cada vez más. 12 El les respondió: Agarradme y echadme al mar, y el mar se os aquietará, pues bien sé yo que esta gran tormenta os ha sobrevenido por mí. 13 Aquellos hombres hicieron por volver la nave a tierra, mas no pudieron, pues el mar cada vez más se embravecía. 14 Entonces clamaron a Yahvé, diciendo: ¡Oh Yahvé! Que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre y no nos imputes sangre inocente, pues tú, ¡oh Yahvé! has hecho como te plugo. 15 Y agarrando a Jonas, le echaron al mar, y el mar se aquietó en su furia. 16 Temieron aquellos hombres a Yahvé y le ofrecieron sacrificios y le hicieron votos.

Los marineros quedan consternados al saber lo que había hecho Jonas con su Dios, y le preguntan por qué ha desobedecido. Llevados de su profundo sentimiento religioso, sabían que no se podía desafiar la ira de ningún Dios. En este caso, Jonas había sido un loco, y ahora insinúan que deben deshacerse de él para aplacar a Yahvé, aunque no se atreven a proponerlo claramente: ¿qué vamos a hacer contigo.? (v.11). El mar seguía cada vez más encrespado, sin duda porque el Dios de Jonas sigue terriblemente enojado. No se atreven a tomar la iniciativa contra Joñas, y es éste quien se ofrece a ello, pues reconoce noblemente que ha sido la causa de la desesperada situación de la nave. Quiere aplacar a Yahvé para que se salven los inocentes marineros.
Los marineros, sin embargo, hacían lo posible por acercar la nave a tierra, por si podían salvarse sin acudir al extremo de atentar contra la vida de Jonas (v.15). Pero todo fue inútil, y, decididos a deshacerse del infortunado hebreo, piden a Dios perdón por la acción que se ven obligados a cumplir; piden al Dios de Jonas que no se les impute la sangre de Jonas, al que consideran inocente por no haber cometido ninguna acción a sabiendas contra ellos (v.14); pero se someten a sus designios, pues ha dispuesto que sucediera así. Decidieron, pues, arrojar a Jonas al mar, y al punto la tempestad cesó. Reconocieron la omnipotencia del Dios de Jonas y trataron de ganar su benevolencia haciendo sacrificios y votos en acción de gracias (v.16).

1 Cf. 2Re_14:25. - 2 Cf. Isa_66:19; Sal_72:10; Eze_27:12.