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Ageo.
Introducción.
La personalidad del profeta.
Ageo (en hebreo Jaggai : Alegre: Hilario) representa una nueva época profética, puesto que pertenece a los repatriados de Babilonia, establecidos en Palestina después del decreto de retorno de Ciro, dado a los judíos en 537 a.C. La Biblia no nos da ninguna indicación patronímica del profeta; únicamente la fecha de su predicación. Por su interés por las cosas del templo, algunos autores quieren colegir que era de la clase sacerdotal, pero no hay indicación clara sobre el particular. Lo que sí parece cierto es que estaba en relaciones muy estrechas con la clase sacerdotal, como se infiere de la consulta que el profeta hizo a los sacerdotes sobre las leyes de impureza l. Aparece mencionado en el libro de Esdras 2.
Ambiente histórico de su ministerio.
Según la indicación cronológica que encabeza su libro, Ageo profetizó en el año segundo del rey Darío, siendo gobernador de Jerusalén Zorobabel, jefe civil de los repatriados - y conductor de la primera caravana de retorno - , y sumo sacerdote Josué 3. Es decir, la predicación de Ageo tuvo lugar hacia el 520 a.C., ya que el rey Darío de Persia reinó del 521 al 486 a.C. En el año 537 a.C., los judíos recibieron la autorización de Ciro para retornar a Judá; e incluso el rey persa les prometió ayuda en la reconstrucción del templo.
En el 536 a.C. comenzaron los trabajos de reconstrucción del templo, limpiando la explanada, levantando el altar de los holocaustos y echando los cimientos del nuevo templo4. Los comienzos de la restauración son tan modestos, que los ancianos, que habían conocido el antiguo templo de Salomón, lloraban desconsoladamente5. Para colmo de males, los samaritanos estorban los trabajos de reconstrucción, por lo que se detienen los trabajos hasta el segundo año de Darío 6. Fue un intervalo de crisis entre los repatriados, pues por la penuria reinante apenas se pudieron reunir las colectas indispensables para las obras.
En este ambiente de angustia y de penuria extrema, acompañada de descorazonamiento general en la comunidad judía, hay que entender el mensaje de consuelo y confortamiento del profeta Ageo. Ya no son los tiempos de peligro de invasiones inminentes de grandes ejércitos enemigos, en los que Isaías y Jeremías tienen que anunciar mensajes de castigo y llamadas a la penitencia. Tampoco son los días tristes del exilio, cuando Ezequiel tiene que hacer frente a los peligros de la idolatría en el ambiente mesopotámico. Ahora el imperio dominante - el persa - es sumamente tolerante desde el punto de vista religioso. Judá forma parte de una satrapía persa, con Samaría por capital, y los judíos son protegidos oficialmente por los mandatarios persas. Al menos Ciro se mostró magnánimo con los judíos y les facilitó la restauración nacional y religiosa.
Pero la crisis actual que padecen los repatriados es de índole psicológica. Los profetas preexílicos habían anunciado una restauración gloriosa después del destierro, y he aquí que la vida de Judá se desarrolla penosamente en medio de toda clase de dificultades. Por eso los profetas de esta época tendrán que sostener los ánimos anunciando una nueva era de esplendor y de gloria y exhortando a reedificar las ruinas como base de la futura restauración mesiánica.
Contenido y estructura del libro.
Sustancialmente, el mensaje de Ageo se reduce a una exhortación a la reedificación del templo - después de bastantes años de paralización de las obras reconstructivas - como condición y símbolo de la nueva restauración gloriosa nacional anunciada por los profetas. Su libro contiene cuatro exhortaciones habidas en el 520 a.C:
1. Exhortación a la edificación del templo: 1:1-15.
2. Gloria del nuevo templo: 2:1-9(10).
3. Vaticinio a los sacerdotes sobre la edificación del templo: 2:10-19(11-20).
4. Vaticinio o promesa a Zorobabel: 2:20-23(21-24).
El estilo literario, desde el punto de vista de expresión lingüística, es decadente en comparación con la edad de oro anterior de la lengua hebrea, ya que el lenguaje hebraico post-exílico está lleno de arameísmos. Los discursos están en prosa. El texto está bastante bien conservado, y sólo parece que hay algunas glosas.
No hay dificultad crítica alguna en adjudicar los oráculos al profeta Ageo, ya que responden bien, por su contenido, al ambiente histórico de su tiempo.
1 Ag 2:11. - 2 Cf. Esd 5:1; 6:14- - 3 Ag 1:1. - 4 Esd 3:2.8.10. - 5 Esd 3:12; Ag 2:4. - 6 Cf. Esd 4:5-24.
Hageo 2,1-23
2. Futuro glorioso de la comunidad teocrática.
La gloria del nuevo templo (1-10).
2 (1) El séptimo, a los veintiuno, fue palabra de Yahvé por mano del profeta Ageo, diciendo: 3 (2) Habla ahora a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y a Josué, hijo de Jeosadac, sumo sacerdote, y al resto del pueblo, y diles: 4 (3) ¿Quién queda de vosotros que viera esta casa en su primera gloria y cual la veis ahora? ¿No es verdad a vuestros ojos como nada? 5 (4) ¡Pues anímate, Zorobabel, dice Yahvé; anímate tú también, Josué, hijo de Jeosadac, sumo sacerdote, y cobra ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Yahvé, y a la obra! porque soy yo con vosotros, dice Yahvé de los ejércitos. 6 (5) Conforme a la alianza que con vosotros hice a vuestra salida de Egipto, estará en medio de vosotros mi espíritu, no temáis. 7 (6) Porque así dice Yahvé de los ejércitos: De aquí a poco haré aún temblar los cielos y la tierra, los mares y lo seco, 8 (7) y haré temblar a las gentes todas, y vendrán las preciosidades de todas las gentes, y henchiré de gloria esta casa, dice Yahvé de los ejércitos. 9 (8) Mía es la plata, mío es el oro, dice Yahvé de los ejércitos. 10 (9) La gloria de esta postrera casa será más grande que la de la primera, dice Yahvé de los ejércitos, y en este lugar daré yo la paz, dice Yahvé de los ejércitos.
Una vez puestos a la obra, el profeta quiere animar a los jefes y al pueblo, anunciándoles que la gloria del futuro templo superará a la del antiguo de Salomón a pesar de su aparente modestia. Los ancianos, que habían visto la grandiosidad del antiguo templo, destruido por los caldeos, debían de sentir gran nostalgia al ver la pobreza del- que ahora se levantaba. Pero el profeta contrapone la modestia de la nueva construcción con la grandeza moral que le está reservada.
El primero, salomónico, con toda su magnificencia, pereció en la catástrofe, mientras que el que ahora se levanta será el centro religioso del mundo en la nueva teocracia. La mente del profeta se proyecta a la esplendorosa era mesidnica, que será precedida de una conmoción general del mundo. Las ideas escatológicas y cósmicas aparecen ligadas en la mente profética a la inauguración mesiánica: Haré temblar los cielos y la tierra. (v.7/6). La frase es hiperbólica, conforme a la idealización profética. Ageo quiere hacer ver a sus oyentes que Dios transformará el mundo totalmente hasta convertir a su templo en centro del mismo.
Los repatriados estaban tristes, porque las grandes promesas de los profetas no se habían cumplido. Habían vuelto a la patria, pero tenían que estar sometidos a yugo extranjero. El profeta sale al paso de estos pesimismos, e indica que la gran era está aún por inaugurar y que Yahvé se encargará de trastocar todas las cosas hasta centrar a los pueblos en torno a Jerusalén y a su templo, pues todos los pueblos vendrán al templo con sus preciosidades (v.9/8). La Vulgata traduce: Et veniet Desideratus cunctis gentibus, el Deseado de las naciones, el Mesías personal. Pero tanto el texto masorético como la versión de los LXX no autorizan a entenderlo en este sentido personal, pues literalmente se dice que vendrá lo deseable de todas las naciones, e.d., lo más precioso, aplicado a objetos. La forma plural del verbo hebreo excluye la interpretación personal de la palabra jemdat (deseable) y exige un sentido colectivo. El contexto pide que eso deseable sean los tesoros preciosos de todos los pueblos que han de afluir para enriquecer el nuevo templo, que, como el antiguo de Salomón, será lleno de la gloria de Yahvé (v.8/7) 1.
El pueblo impuro (11/10-15/14).
11 (10) A veinticinco del noveno mes del año segundo de Darío fue la palabra de Yahvé por mano del profeta Ageo, diciendo: 12 (11) Así dice Yahvé de los ejércitos: Pregunta esto a los sacerdotes: 13 (12) Si uno lleva en las haldas de su vestido carnes consagradas y con sus haldas toca pan, manjares cocidos, vino, aceite o un alimento cualquiera, ¿quedará esto santificado? Los sacerdotes respondieron diciendo: No. 14 (13) Y dijo Ageo: Y si un inmundo por un cadáver tocare alguna cosa de éstas, ¿serían inmundas? Y respondieron los sacerdotes diciendo: Inmundas serían. 15 (14) Y replicó Ageo, diciendo: Pues así era este pueblo y esta gente delante de mí, dice Yahvé, y así toda la obra de sus manos y cuanto ofrecían era inmundo.
Este discurso fue pronunciado tres meses después de haber comenzado los trabajos. El 24 del noveno mes debía de ser hacia mediados de diciembre. En esta consulta a los sacerdotes, el profeta quiere poner de relieve el estado de impureza del pueblo por sus malas disposiciones. El primer caso es el siguiente: si alguno lleva a su casa algo de carne bendita (la parte que le corresponde después del sacrificio) en las haldas, o regazo formado con la túnica recogida hacia arriba, aunque estas haldas toquen otros alimentos profanos, no los santifican, es decir, no comunican el carácter sagrado a dichos alimentos, que continúan profanados, porque lo santo santifica sólo lo que toca directamente, que son las haldas (v.13/12). Así lo reconocen los sacerdotes.
Pero Ageo, por contraste, les pone ahora el caso contrario, para resaltar la idea que quiere inculcar: un hombre impuro por haber tocado a un cadáver contamina a todo lo que toca después 2. Es el caso del pueblo judío. Está impuro en sus disposiciones internas, y así contamina todo lo que hace, incluso lo que ofrecían en el altar (v.15-14), y por eso no pueden agradar a Dios. De la comparación de los dos casos parece deducirse que lo impuro tiene más poder contagioso que lo santo, aunque el primer caso sólo sea propuesto quizá para contraponerlo al segundo como artificio argumentativo.
El castigo será cambiado en bendición (16-20).
16 (15) Poned, pues, vuestra atención ahora desde este día en adelante; antes del día en que pusierais una piedra sobre otra en el templo de Yahvé,17 (16) ¿qué os pasaba? Venían al montón de veinte, y había diez; venían al lagar para sacar cincuenta, y había veinte. 18 (17) Os hería con tizón, añublo y con granizo toda obra de vuestras manos, mas no os volvíais a mí, dice Yahvé. 19 (18) Poned vuestra atención desde este día en adelante, desde el veinticuatro del noveno en adelante, desde que ha sido cimentado el templo de Yahvé. 20 (19) ¿No está aún la simiente en los graneros? ¡Todavía la vid, la higuera, el granado y el olivo no han dado fruto! Desde este día daré yo bendición.
El profeta, después de insistir en las mezquinas disposiciones del pueblo, que todo lo contaminan, y por ello pierden la protección de Yahvé, les dice que a causa de ellas tuvieron que sufrir necesidades. Por ello les invita a recordar el triste pasado antes de haber puesto una piedra sobre otra en el templo de Yahvé (v. 17/16). Así, venían al montón (que aparentaba tener) veinte (medidas) de grano, y no había más que diez; y lo mismo, iban al lagar a sacar cincuenta (medidas), y había (sólo) veinte. En cambio, desde ahora (veinticuatro del mes noveno en adelante) cambiará todo, pues se han decidido a reconstruir el templo de Yahvé. Y así les anuncia una bendición divina para la futura cosecha. La simiente está aún en el granero, pero a tiempo de recibir la bendición para que fructifique en la próxima cosecha; y los árboles frutales aún no tienen fruto (habla en diciembre); pero, en virtud de la bendición que Yahvé va a otorgar, fructificarán en una magnífica cosecha (v.20-18).
Promesa a Zorobabel (21-24).
21 (20) Fue por segunda vez la palabra de Yahvé a Ageo, a los veinticuatro del mismo mes, diciendo: 22 (21) Habla a Zorobabel, gobernador de Judá, y dile: Yo conmoveré los cielos y la tierra, 23 (22) y trastornaré los tronos de los reinos, y destruiré la fuerza del reino de las gentes, y volcaré el carro y a los que en él suben, y se vendrán abajo los caballos y los que en ellos cabalgan, los unos por la espada de los otros. 24 (23) Aquel día, dice Yahvé de los ejércitos, te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Sealtiel, mi siervo, dice Yahvé, y te haré como anillo de sello, porque yo te he elegido, dice Yahvé de los ejércitos.
Finalmente, el profeta dirige un mensaje de predilección a Zorobabel, promotor principal de la restauración del templo y aun de toda la organización de la vida de la comunidad judía postexiliana. De nuevo su mente se proyecta hacia los tiempos mesiánicos, que han de ser precedidos de un derrocamiento de los reinos con la conmoción de los cielos y la tierra (v. 22-21), según expresión estereotipada de la literatura apocalíptica. Zorobabel es saludado con el título excepcional de siervo de Dios (v.24-23) por su obra en favor de la restauración de la vida religiosa entre los repatriados, y, en premio a ello, Yahvé le da una bendición especial, pues será considerado como anillo de sello, es decir, lo más preciado, el objeto del que jamás se separa por ser el testimonio de la identificación personal. En Gen_41:42 se dice que el faraón dio a José su sello personal 3.
Nada insinúa en el contexto que Ageo considere a Zorobabel como la encarnación del Mesías personal futuro. Para el profeta, Zorobabel era el representante de una dinastía de la que había de surgir el verdadero predilecto de Yahvé, el Mesías. En este sentido, Zorobabel ya tenía una gloria especialísima y aun única. Es inverosímil suponer que Ageo esperara inmediata la aparición del Mesías, como para identificar a Zorobabel con él. Las circunstancias eran demasiado adversas y míseras en su tiempo como para dar pábulo a tan insensato optimismo. Para Ageo, Zorobabel es el gran anillo de la cadena dinástica que habría de desembocar en la aparición del Mesías.
1 Cf. 1Re_8:10. 2 Cf. Lev_22:4; Num_5:2; Num_9:10. 3 Cf. Cnt_8:6; Jer_22:24; Est_3:10.