Numeros  12 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 16 versitos |
1 María y Aarón murmuraban de Moisés por la mujer cusita que éste había tomado, pues había tomado Moisés por mujer a una cusita.
2 Decían: “¿Acaso sólo con Moisés habla Yahvé? ¿No nos ha hablado también a nosotros?” Oyó esto Yahvé.
3 Moisés era hombre mansísimo, más que cuantos hubiese sobre la haz de la tierra.
4 Y dijo luego a Moisés, a Aarón y a María: “Id los tres al tabernáculo de la reunión.”
5 Una vez allí, descendió Yahvé en la columna de nube y, poniéndose a la entrada del tabernáculo, llamó a Aarón y a María. Salieron ambos,
6 y él les dijo: “Oíd mis palabras: Si uno de vosotros profetizara, yo me revelaría a él en visión y le hablaría en sueños.
7 No así a mi siervo Moisés, que es en toda mi casa el hombre de confianza.
8 Cara a cara hablo con él, y a las claras, no por figuras; y él contempla el semblante de Yahvé. ¿Cómo, pues, os habéis atrevido a difamar a mi siervo Moisés?”
9 Y, encendido en furor contra ellos, fuese Yahvé.
10 Apenas se había retirado del tabernáculo la nube, apareció María cubierta de lepra, como la nieve; y miró Aarón a María, y la vio cubierta de lepra."
11 Dijo entonces Aarón a Moisés: “¡Oh mi señor, no eches sobre nosotros el peso de nuestro pecado ! Neciamente hemos obrado, hemos pecado.
12 Que no quede como el abortivo, que sale del vientre de su madre ya medio consumido.”
13 Clamó entonces Moisés a Yahvé, diciendo: “Ruégote, ¡oh Dios!, que la sanes.”
14 Respondió Yahvé: “Si su padre la hubiera escupido en el rostro, ¿no quedaría por siete días llena de vergüenza? Que sea echada fuera del campamento por siete días, y después volverá.”
15 Fue, pues, María echada fuera del campamento, y el pueblo no se movió hasta que hubiera tornado.
16 (TEXTO OMITIDO)

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Introducción a Numeros 

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Números.

Introducción.
El cuarto libro del Pentateuco lleva entre los hebreos el título de wayedabber (y dijo), que son las palabras con que empieza el TM1. Sin embargo, en las modernas Biblias hebraicas se le llama Benidbar (en el desierto), que es la quinta palabra hebrea del TM. Los LXX le pusieron un nombre alusivo al censo con que comienza el libro, traducido por la Vg Numeri, y así pasó a las lenguas modernas.

Contenido y División.
El título Números no da idea del contenido del libro, ya que el empadronamiento de las tribus sólo comprende algunos capítulos. Por eso es más significativo el título de las Biblias hebraicas actuales: En el desierto, ya que relata las incidencias de la azarosa marcha desde el Sinaí a Cades y después desde esta localidad (donde permanecieron los israelitas treinta y ocho años) hasta las estepas de Moab, frente a la tierra prometida. El libro es una miscelánea en la que se intercalan hechos históricos y leyes, no siendo fácil establecer una división lógica y clara. Podemos establecer una división atendiendo a los distintos escenarios geográficos: a) en el Sinaí (1:1-10:10); b) en el desierto de Cadesbarne (10:11-22:1); c) en las estepas de Moab, frente al Jordán (22:2-36:13). La duración de estas diversas etapas es muy desigual: diecinueve días en la primera, treinta y ocho años en la segunda y cinco meses para la tercera.
En la primera parte se acaba la organización del pueblo y del tabernáculo, según el plan comenzado en Éxodo. Al censo de las doce tribus, que nos da la cifra de 603.550 hombres de guerra, sigue el de los levitas destinados al servicio del santuario, 22.000 varones, contados desde un mes para arriba. El segundo empadronamiento, referido en el c.26, nos da la misma cifra. El pueblo es concebido como un ejército ordenado que se mueve con sus enseñas y jefes. La segunda sección comprende la fatigosa marcha hacia Cades, al sur de Bersabé. Los israelitas habían tomado esta dirección con ánimo de penetrar por el sur de Canaán, pero la cobardía les hizo desistir, y Dios los castigó a permanecer toda una generación en las estepas de Cades, donde no faltan algunos oasis. Después de treinta y ocho años de estancia se dirigieron hacia Edom; pero, al negárseles el paso, tuvieron que bajar hasta el golfo de Elán (Akaba) y subir por la frontera oriental de Edom y Moab hasta internarse frente al Jordán en las cercanías de Jericó. En la última parte se narran las victorias sobre los amorreos y los vaticinios de Balaam, la distribución de la Jordania septentrional entre Rubén, Gad y parte de Manasés.
En cada sección hay un grupo legislativo que interrumpe el hilo de la narración histórica. En general son leyes que apenas dicen relación con el contexto histórico, y son como suplementos a otras dadas anteriormente2, aunque hay algunas nuevas3.

Composición del Libro.
Aunque el libro tiene cierta unidad por el marco geográfico en que se encuadran los hechos y las leyes, sin embargo no existe unidad literaria. No hay ligazón entre los hechos y las partes legislativas, y los mismos hechos aparecen sin contornos cronológicos precisos, siendo a veces difícil señalar la prioridad entre ellos. Por todo esto, nos encontramos con el hecho de la complejidad de documentos utilizados por el último redactor. Encontramos relatos duplicados paralelos. También las secciones legislativas aparecen algunas veces duplicadas4. Supuesta esta composición, encontramos en Números tradiciones diversas que arrancan de la época del desierto y otras más recientes que llegarían a los tiempos de Esdras. Como en los otros libros, debemos admitir un núcleo primitivo histórico-legislativo de la época mosaica y un desarrollo posterior en los tiempos de la monarquía y aun después del exilio.

Historicidad de los Relatos.
Prescindiendo de las idealizaciones sobre el número de los israelitas, su organización y sobre otros hechos en conjunto, podemos decir que los hechos revelan la época del desierto y la geografía de la estepa. Las alusiones al hecho de que Moisés registró por escrito los lugares donde acampaban los israelitas nos dan una pista para entender cómo se han podido conservar los recuerdos de la vida del desierto5. Las incidencias del desierto, las impaciencias del pueblo, su nostalgia de los manjares característicos de Egipto6, encajan bien en la época mosaica. La lucha de Moisés contra las ingratitudes e inconstancia del pueblo es perfectamente verosímil en su cargo de jefe responsable de la marcha por el desierto, prometiéndoles una tierra feraz que no acababan de alcanzar. La prolongación de la estancia fue una gran prueba para la fe de Moisés y para su fortaleza excepcional. Moisés lo era todo: un rey, un legislador, un sacerdote y un profeta,7 y este carácter particular del gobierno de Moisés queda patente en relatos de Números8. Con su fuerte personalidad logró dominar a unas tribus recalcitrantes compuestas por gentes de dura cerviz.

Doctrina Religiosa.
a) Monoteísmo. Yahvé es el Señor que guía a Israel y vence a los enemigos. La victoria sobre los reyes amorreos es una prueba de la protección divina sobre su pueblo. Los oráculos de Balaam son una prueba del poder de Yahvé sobre los mismos gentiles, que terminan por reconocer su gloria. Israel es su hijo, y Yahvé le guía en su marcha hacia la tierra prometida9. Su santidad debe ser respetada; por eso el campamento de los israelitas debe ser convenientemente repartido, de forma que junto al tabernáculo estén sólo los levitas y sacerdotes. Las leyes de pureza deben ser cuidadosamente guardadas por el pueblo para entrar en relaciones con la divinidad.
b) Culto. Se da gran importancia a las regulaciones cultuales, para garantizar la santidad exigida al pueblo antes de acercarse a su Dios. Se destacan los privilegios de la clase sacerdotal (rebelión y castigo de Coré, Datan y Abirón). Se menciona al sumo sacerdote10, se indican los derechos de los sacerdotes y de los levitas11, que son sus auxiliares. Se enumeran los sacrificios diversos, y entre ellos el cotidiano o perpetuo, que no es mencionado en el Levítico12. Es propio de Números la fiesta de la Neomenia o luna nueva.13 Es un eco de la vida nómada del desierto, aunque no aparece en legislaciones anteriores. Es propia de este libro la oblación de harina y aceite en los sacrificios14, como se hacía en Babilonia15. Como hemos indicado, la legislación mosaica no es una creación totalmente original, sino que en muchos casos es una adaptación de ritos ancestrales de las tribus, conforme a la ley de la condescendencia de Dios con su pueblo para llevarle poco a poco a través de ritos externos, algunos comunes con las religiones paganas, a una forma superior de culto16.

1 Cf. San Jerónimo, Praef. in libros Sam. et Mal: PL 28,552. 2 Cf. Núm 5:5-8 y Lev 6:1-7; Núm 9:6-14 y Ex 12; Núm_15:1-15 y Lev c. 1-5. 3 Núm 6:1-21. 4 Las fiestas (Núm c.28-29 y Éxo_23:14-29 ; Lev 13; Dt 16); oblaciones ( Núm_15:1-16 ; c.18-19 y Lev c. 1-7.22; 17-30); funciones de los levitas (Núm c.3-4 y 18); sacrificios ( Núm_15:22-31 y Lev 4:13-35); ciudades de refugio ( Núm_35:9-34 y Dt 19:1-13). 5 Cf 33:1-2. 6 11.S. 7 Filón, De vita Mosis III 23. 8 Núm 12:1-15; 16:12-15. 9 Núm 10:33; 10:35; 21:14. 10 Núm 35:25-28; 32. 11 Núm 3:10; 4:11-16; 18:5-7; 5:5-10; 6:19-20; 15:20-21; 18:8-19. 12 Pero aparece en Ex 29:38-42. 13 Núm 28:11-15. 14 Num 15:1-16; 0:28-29. En Lev 2 Se Habla De Estas Oblaciones, Pero Separadas De Los Sacrificios. 15 Cf. F. Martin, Textes religieux assyiriens et babyloniens (1903) p.XVIII-XIX.243.253. 16 Sobre la condescendencia o synkatabasis de Dios en el A.T., véase H. Pinard De La Boullaye, Les inflltrations paíennes dans l'ancienne Loi, d'aprés les Peres et l'Église: Rech. de Se. Reí. (1919) p.199-200. En los Santos Padres: San Justino, Dialog. n.Í8.23: PG 6, 516.520-521.525; San Ireneo, Cont. haer. IV 14,3: PG 7,1011; Tertuliano, Ad. More, II 18: PL 2,306; Orígenes, In Num. hom. 17 n.1: PG 12,703; San Jerónimo, In Ez. VI 20: PL 25,194; Epist. 73,3: PL 22,678; Tomás de Aquino, 1-2 q.102 3.3.

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Numeros  12,1-16

12. Castigo de María, Hermana de Moisés.
1María y Aarón murmuraban de Moisés por la mujer cusita que éste había tomado, pues había tomado Moisés por mujer a una cusita. 2Decían: ¿Acaso sólo con Moisés habla Yahvé? ¿No nos ha hablado también a nosotros? Oyó esto Yahvé. 3Moisés era hombre mansísimo, más que cuantos hubiese sobre la haz de la tierra. 4Y dijo luego a Moisés, a Aarón y a María: Id los tres al tabernáculo de la reunión. 5Una vez allí, descendió Yahvé en la columna de nube y, poniéndose a la entrada del tabernáculo, llamó a Aarón y a María. Salieron ambos, 6y él les dijo: Oíd mis palabras: Si uno de vosotros profetizara, yo me revelaría a él en visión y le hablaría en sueños. 7No así a mi siervo Moisés, que es en toda mi casa el hombre de confianza. 8Cara a cara hablo con él, y a las claras, no por figuras; y él contempla el semblante de Yahvé. ¿Cómo, pues, os habéis atrevido a difamar a mi siervo Moisés? 9Y, encendido en furor contra ellos, fuese Yahvé. 10Apenas se había retirado del tabernáculo la nube, apareció María cubierta de lepra, como la nieve; y miró Aarón a María, y la vio cubierta de lepra. 11Dijo entonces Aarón a Moisés: ¡Oh mi señor, no eches sobre nosotros el peso de nuestro pecado ! Neciamente hemos obrado, hemos pecado. 12Que no quede como el abortivo, que sale del vientre de su madre ya medio consumido. 13Clamó entonces Moisés a Yahvé, diciendo: Ruégote, ¡oh Dios!, que la sanes. 14Respondió Yahvé: Si su padre la hubiera escupido en el rostro, ¿no quedaría por siete días llena de vergüenza? Que sea echada fuera del campamento por siete días, y después volverá. 15Fue, pues, María echada fuera del campamento, y el pueblo no se movió hasta que hubiera tornado.

Un nuevo episodio que podemos decir familiar, pues acaece entre los tres hermanos, hijos de Amram y Yoquebed. Pero en él se recalca el ascendiente especialísimo que Moisés tiene ante Dios, y por eso el autor sagrado lo recoge para escarmiento de todos, ya que Yahvé no permite que se ponga en duda la dignidad de profeta del amigo íntimo suyo. Los motivos de la murmuración de María y Aarón son dos: que tenía por mujer a una cusita o etíope1 y que Moisés era venerado como profeta por el pueblo, como si ellos no tuvieran también sus relaciones íntimas con Dios. Podemos suponer razonablemente que el primer motivo era el objeto de las murmuraciones de María, y el segundo de Aarón, que, después de haber sido elevado a la dignidad del sumo sacerdocio, no veía con buenos ojos el honor que el pueblo rendía a su hermano como principal confidente de Dios. La esposa cusita probablemente es Séfora, madianita2, pues los madianitas y cusitas o etíopes aparecen mencionados juntos en la tabla etnográfica3. Por otra parte, en ningún otro lugar se alude a un nuevo matrimonio de Moisés4. Aarón se considera también portavoz de los oráculos divinos (v.2), y, por consiguiente, no acepta de buen grado el monopolio de los mismos que el pueblo le atribuye. María era también una profetisa que, tocando el tambor, dirigía el canto de las mujeres y enardecía a las tribus de Israel5. Además, Aarón era el que consultaba a Yahvé por el urim y el tummim6. Todo esto daba pie para sus reclamaciones como dirigente del pueblo en paridad con Moisés. Este, por su parte, era hombre mansísimo... (v.5), y recibió esta protesta sin reaccionar violentamente, haciendo valer sus privilegios7. Sin embargo, es Dios el que va a reivindicar sus derechos excepcionales, haciendo un castigo ejemplar. Y primeramente proclama a la entrada del tabernáculo que con Moisés se comunica de un modo especial, cara a cara (v.8), como un amigo a otro amigo,8 y no en sueños o visiones (v.6), como suele hacerlo con los profetas9. Moisés es el confidente excepcional de Yahvé (v.7). Y, por tanto, ¿cómo se atreven a difamarle (v.8b) a él, que contempla el semblante de Yahvé, es decir, su manifestación gloriosa, sensible? El autor del Eclesiástico hace el elogio de Moisés, diciendo: Amado de Dios y de los hombres, cuya memoria vive en bendición, le hizo en la gloria semejante a los santos (ángeles) y le engrandeció haciéndole espanto de los enemigos... Cara a cara le dio sus preceptos, la ley de vida y de sabiduría, para enseñar a Jacob su alianza, y sus juicios a Israel.10 Y el autor de la Epístola a los Hebreos pondera la gloria de Moisés para exaltar la de Jesucristo, que está por encima de aquél11, ya que concentra en sus manos todo el conjunto de la economía de salvación, de la que es el jefe, puesto que es apóstol, sumo sacerdote y, como Moisés, fiel a Dios, que le ha hecho apóstol y mediador.12 En todo caso, Moisés es el mayor de los profetas del Antiguo Testamento, ya que Dios no le habló en enigmas o figuras, sino á Zas claras13. Y Yahvé castigó a María con la lepra por sus murmuraciones (v.10), pero no a Aarón. ¿Por qué? La lepra se compaginaba mal con la santidad sacerdotal, y por eso Dios no quiere presentar al sumo sacerdote como leproso y objeto de desprecio del pueblo. Aarón intercede ante Moisés para curar a su hermana, y Dios, recordando una antigua y conocida costumbre, según la cual el padre escupía al hijo que le hubiera ofendido, y, como consecuencia, el hijo quedaba recluido, lleno de vergüenza durante siete días (v.14a), exige que María, herida por Dios con la lepra, sea separada de la comunidad durante siete días (v.14b)14. María fue admitida sin que se hicieran los ritos de la purificación del leproso15. En todo este capítulo se quiere enaltecer la situación privilegiada de Moisés frente a Aarón y los demás futuros profetas. Sin embargo, ya se deja entender que la ponderación de las comunicaciones divinas con Moisés (cara a cara) es antro-pomórfica e hiperbólica, que no anula el dicho del evangelista: A Dios nadie le vio; pero el Unigénito del Padre, que mora en el seno del Padre, ése nos lo dio a conocer.16

1 Los dos términos pueden designar a gentes de raza no israelita, que radicaban en la península sinaítica. En Hab_3:7 se mencionan juntos Madián y Cusan como moradores de Arabia. 2 Ex 2:1ss. 3 Gen_10:7. Véase Abel, Géographie de la Palesline I 287. 4 El matrimonio con una madianita estaba permitido por la Ley, supuestas ciertas relaciones de Israel con ese pueblo (Gen_25:2; Exo_34:16). 5 Exo_15:20. 6 Exo_28:30. 7 Algunos autores traducen el heb. 'anaw por abatido, en vez de mansísimo, teniendo en cuenta que el temperamento de Moisés no era precisamente manso (cf. Exo_32:10 : Núm 16). 8 Cf. Exo_33:11; Deu_34:10. 9 El TM de v.6a es oscuro. Lit.: si Yahvé es vuestro profeta. Los LXX: si hubiera profeta vuestro para el Señor. 10 Eco_46:1-6. 11 Heb 3:2s. 12 A. Clamer, o.c., p.313. 13 Véase Tomás de Aquino, 2-2 q.174 a.4. 14 Cf. Lev_13:5; Lev_14:8. 15 Cf. Lev_14:1-32. 16 Jua_1:18.