Filipenses 2 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 30 versitos |
1 Si hay, pues, alguna consolación en Cristo, si algún refrigerio de amor, si alguna comunión de espíritu, si alguna ternura y misericordia,
2 haced cumplido mi gozo, teniendo todos el mismo pensar, la misma caridad, el mismo ánimo, el mismo sentir.
3 No hagáis nada por espíritu de competencia, nada por vanagloria; antes, llevados de la humildad, teneos unos a otros por superiores,"
4 no atendiendo cada uno a su propio interés, sino al de los otros.
5 Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús,
6 quien, existiendo en la forma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse al igual con Dios, sino que se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre"
7 (TEXTO OMITIDO)
8 se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre,
10 para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos,
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
12 Así, pues, amados míos, como siempre habéis obedecido, no sólo cuando estaba presente, sino mucho más ahora que estoy ausente, con temor y temblor trabajad por vuestra salud.
13 Pues Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito.
14 Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones,
15 a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo,
16 llevando en alto la palabra de vida, que en el día de Cristo será para gloria mía no haber corrido en vano ni haberme en vano afanado.
17 Y aunque tuviera que libarme sobre el sacrificio y el servicio de vuestra fe, me alegraría y me congratularía con todos vosotros.
18 Alegraos, pues, también vosotros de esto mismo, y congratulaos conmigo.
19 Espero en el Señor Jesús poder enviaros pronto a Timoteo, a fin de que yo también cobre ánimo conociendo vuestra situación.
20 Porque a ningún otro tengo tan unido a mí que sinceramente se preocupe de vuestras cosas,
21 pues todos buscan sus intereses, no los de Jesucristo.
22 Vosotros conocéis su probada fidelidad y que, como un hijo a su padre, me sirvió en el Evangelio.
23 A éste espero enviaros en seguida que sepa el resultado de mi causa,
24 y confío en el Señor que yo mismo podré ir pronto.
25 Entre tanto, he creído necesario enviaros a Epafrodito, nuestro hermano, cooperador y camarada mío, vuestro enviado y ministro en mis necesidades,
26 puesto que está suspirando por todos vosotros, y está angustiado, porque sabe que ha llegado a noticia vuestra que estuvo enfermo.
27 Ciertamente que estuvo a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no sólo de él, sino también de mí, para que yo no tuviera tristeza sobre tristeza."
28 Así, pues, le envío más prestamente, para que, viéndole de nuevo, os alegréis y yo quede más tranquilo.
29 Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría y honrad a los que son como él,
30 qUe por el servicio de Cristo estuvo a la muerte, habiendo puesto en peligro su vida, para suplir en mi servicio vuestra ausencia.

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Introducción a Filipenses

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;

Epístola a los Filipenses.

Introducción.

La Iglesia de Filipos.
Filipos, ciudad de Macedonia, colonia romana desde Augusto, fue la primera ciudad que el Apóstol evangelizó en Europa, al entrar en ella en su segundo viaje, entre fines del año 50 y principios del 51. Las circunstancias de esa evangelización están narradas con bastante detalle en Act 16:11-40, y ya las comentamos en su lugar. Parece que el Apóstol volvió a pasar por Filipos al menos dos veces, durante su tercer viaje misional (cf. Act 20:1-2 y 20:3-6); pero fueron estancias de muy corta duración.
Los fieles, a juzgar por el tono de la carta, procedían en su gran mayoría del gentilismo. Tanto más que en Filipos debían de ser poco numerosos los judíos, pues ni siquiera tenían sinagoga (cf. Act 16:13); al contrario que en otras muchas ciudades, como Tesalónica, Berea, Atenas, Corinto, etc. (cf. Act 17:1.10.17; 18:3). La iglesia de Filipos fue siempre muy adicta a San Pablo, hasta el punto de que éste, contra toda su costumbre, aceptó de los filipenses socorros en dinero (cf. 4:15-16; 2 Cor 11:9), y les llama cariñosamente su alegría y su corona (4:1).

Ocasión de la carta.
Hay en la carta algunos datos que pueden orientarnos al respecto. Son los siguientes: Pablo se halla preso (cf. 1:7.13.17), y los filipenses, enterados de su situación, envían a Epafrodito con el encargo de prestarle asistencia y entregarle socorros materiales de parte suya; pero, habiendo enfermado de gravedad, los filipenses, al saberlo, se afligieron mucho, por lo cual, una vez repuesto, Pablo, para tranquilizarlos, resolvió remitírselo a Filipos (cf. 2:25-30; 4:10-19), siendo portador, a lo que parece, de la presente carta, en la que el Apóstol muestra su agradecimiento por los socorros recibidos y desahoga su corazón de padre con aquellos sus hijos muy amados.
Todo esto puede darse por cierto. Ello es suficiente para poder decir que conocemos cuál fue la ocasión de la carta. Sin embargo, hay una cosa que ya no es tan clara, y es la de determinar cuál es la prisión aludida, durante la cual Pablo recibe socorros de los filipenses. La opinión tradicional, ya desde la época de los Santos Padres, es que se trata de la prisión romana (años 61-63), igual que para las cartas a Colosenses, Filemón y Efesios. Modernamente, sin embargo, hay bastantes autores (Penna, Benoit, González Ruiz, Dacquino) que se inclinan por una prisión que habría tenido lugar en Efeso, durante la larga estancia del Apóstol en esa ciudad entre los años 54-57 (cf. Act 19:1-40). El primero que propuso esta teoría fue H. Lisco en 1900. Dicen que, tratándose de Roma, difícilmente podrían explicarse esas numerosas idas y venidas, al menos proyectadas, entre filipenses y Pablo (cf. 2:19.24.25.26.28); mientras que, tratándose de Efeso, ciudad cercana y en continuo tráfico con Filipos, todo se explicaría fácilmente. Además, si la carta estuviera escrita durante la prisión romana, cuando el Apóstol había pasado ya dos veces por Filipos (cf. Act 20:1-2 y 20:3-6) después de la primera evangelización de aquellas regiones (cf. Act 16:11-17:15), difícilmente se entendería el que les dijera que, desde que le enviaron socorros cuando estaba en Tesalónica (cf. 4:16), no habían tenido hasta ahora oportunidad de manifestarle su afecto (cf. 4:11); mientras que, si está escrita desde Efeso, antes de esas dos visitas, cuando el Apóstol preparaba su viaje para ir a Macedonia (cf. Act 19:21; 1 Cor 16:5), todo resulta normal (cf. 2:24). También resulta normal el que les hable (2:19) del envío de Timoteo (cf. Act 19:22; 1 Cor 16, i o). Al contrario, si ponemos la carta escrita en Roma, esas promesas de viaje, al menos por lo que respecta a Pablo, chocan con el plan que deja entrever en la carta a los Romanos, donde habla de pasar a España (cf. Rom 15:28). Ni se arguya con las expresiones en todo el pretorio (1:13) y casa del César (4:22), que claramente parecen aludir a Roma; pues, por lo que toca a la primera expresión, sabemos que en todas las grandes ciudades del imperio, como era Efeso, solía haber destacamentos de pretorianos, y, por lo que toca a la segunda, sabemos que los esclavos y libertos del César estaban esparcidos por todo el mundo, y, sin duda, no faltaban en Efeso, donde nos consta que el emperador poseía grandes bienes.
Hemos de reconocer que, escrita la carta desde Efeso, muchos datos de la misma parecerían explicarse mejor. Pero ¿estuvo nunca San Pablo preso en Efeso? Este es el punto base que habría que probar, y que realmente no se prueba. No se trata de que durante su larga estancia en esa ciudad pudiera estar preso algunas horas, como ocurrió en Filipos (cf. Act 16:23-40) y pueden aconsejar algunos indicios (cf. 2 Cor 11:23; Rom 16:7), conforme expusimos al comentar Act 19:21-40; pues esto en realidad no resolvería nada, dado que la prisión de que se trata hubo de ser larga (cf. 1:22; 2:25). Ahora bien, ¿es creíble que San Lucas, que nos cuenta con tanto detalle la estancia efesina del Apóstol (cf. Act 19:1-40), no dijera ni una palabra de esa larga cautividad? Desde luego, está dentro de lo posible; pero es muy difícil de concebir 266. Seguimos, pues, creyendo que la carta a los Filipenses, lo mismo que las de Colosenses, Filemón y Efesios, está escrita durante la cautividad romana de Pablo, y más bien hacia el final, dada la confianza que muestra de su próxima liberación (cf. 1:25; 2:23-24). Con ello, las expresiones pretorio (1:13) y casa del César (4:12) conservan su sentido obvio y natural, que suelen tener en todos los documentos, a no ser que por el contexto aparezca claramente otra cosa.
Ni vale la razón, a veces alegada, de que doctrinalmente la carta a los Filipenses es más afín a las grandes cartas de Pablo, escritas durante su tercer viaje (Cor-Rom), que a las cartas de la cautividad (Col-Ef). Creemos que nada claro hay al respecto. Depende mucho del cristal con que mire cada uno. Tampoco nos convence la opinión propuesta recientemente por Dockx, de que la carta estaría escrita en Corinto, más bien que en Efeso 266.

Estructura o plan general.
La carta a los Filipenses no tiene tema doctrinal especial. Es la carta más carta de todas las del Apóstol. Este muestra su agradecimiento a los filipenses por los socorros recibidos y entabla con ellos una afectuosa conversación de padre con sus hijos, en la que, junto a noticias personales, va mezclando una serie de consejos sobre la vida cristiana, exhortándolos principalmente a la unión en la caridad, a la humildad, al gozo espiritual y a vivir alerta contra las insidias de los judaizantes.
Si se nos pide reducirla a esquema, podría ser éste:
Introducción (1:1-11).
Saludo epistolar (1:1-2) y acción de gracias (1:3-11)·
I. Noticias sobre su situación (1:12-26).
a) Su cautividad está contribuyendo al progreso del Evangelio (1:12-20).
b) Confianza de próxima liberación (1:21-26).

II. Exhortación a llevan una vida digna del creyente (1:27-2:18).
a) Constancia en el combate por la fe (1:27-30).
b) Vibrante llamada a la unidad en la humildad (2:1-11).
c) Vida de santidad en medio de un mundo perverso (2:12-18).

III. Proyectos de viaje (2:19-30).
a) Probable viaje de Timoteo, y posible también de Pablo, a Filipos (2:19-24)·
b) Viaje de Epafrodito, restablecido ya de su enfermedad (2:25-30).

IV. Exhortación final (3:1-4:9)
a) Cuidado con los judaizantes (3:1-16).
b) Cuidado con los que aspiran a lo terreno y no a lo celeste (3:17-21).
Epilogo (4:10-23).
c) Llamada a la concordia y al gozo espiritual (4:1-9). Agradecimiento por los socorros recibidos (4:10-20), saludos y bendición final (4:21-23).

El precedente esquema incluye la carta íntegramente, tal como nos es transmitida en códices y versiones. Advirtamos, sin embargo, que modernamente hay no pocos autores (Bornkamm, Murphy-O'Connor, Gnilka) que, aun admitiendo la autenticidad paulina de la carta, niegan su unidad literaria; es decir, nuestra carta actual sería en realidad una colección de cartas de Pablo, que en tiempos ya muy primitivos se habrían fusionado en una sola. Dicen que únicamente así podrían explicarse ciertas rupturas de tono que se observan en la carta, por ejemplo, en 3:1 y 4:10. Hay quienes suponen dos, tres y aun más cartas. Ciñéndonos a J. Gnilka, habría que suponer dos cartas: la de la prisión, personal y calurosa, dirigida a los fieles de Filipos (1:1-3:1 a -f 4:2-7.10-23), y la carta polémica, tajante y fría, mirando más bien a los herejes infiltrados en la comunidad (3:1 b-4:1 ;4:8-9).
Pues bien, no creemos que esos cambios de tono, pedidos en gran parte por los mismos hechos aludidos, nos obliguen a suponer que la carta no salió ya así de la pluma del Apóstol, que es como ha llegado a nosotros en todos los códices. La psicología de Pablo no se opone a esos cambios más o menos bruscos en una misma carta.

Perspectivas doctrinales.
Dado el carácter tan personal y particularizado de esta carta, apenas tiene objeto hablar de perspectivas doctrinales. Sin embargo, juzgamos útil recoger algunos puntos aludidos en la carta, de especial importancia dogmática.
Notemos, primeramente, la alusión a obispos y diáconos en el encabezamiento mismo de la carta: a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos con los obispos y diáconos (óõí Ýôðóêü-ttois êáé äéÜêïíïò). Es la primera vez que dichos términos aparecen en las cartas de Pablo. El hecho merece hacerse resaltar, dada la importancia que personajes bajo esas denominaciones adquirirán luego en la Iglesia. Desde luego, aquí no se especifica cuáles son las funciones de esos obispos y de esos diáconos, aunque parece darse claramente por supuesto que tienen funciones directivas y que son cargos o servicios permanentes. Concretar más, a base sólo de esta carta, es imposible. Tampoco se nos dice cómo se llegaba a esas funciones. En la introducción a las Pastorales hemos de volver a aludir a este punto; pues parece obvio, tratándose en ambas ocasiones de iglesias paulinas, que dichos términos tengan el mismo significado, si es que no hay nada en el contexto que insinúe lo contrario.
Un segundo punto que queremos también recoger son las afirmaciones de Pablo respecto a la vida de ultratumba. Lo normal en él, a partir ya de sus primeros escritos, es aludir a este tema con referencia expresa a la parusía o día del Señor, momento en que tendrá lugar nuestra resurrección corporal para vivir eternamente con Cristo (cf. 1 Tes 4:13-18; 1 Cor 15:51-53; Rom 8:18-25). En el mismo sentido hay también alusiones en esta carta (cf. 1:10; 2:16; 3:20-21). Pero aquí hay, además, un pasaje que mira directamente a esa etapa inmediata después de la muerte, antes de que tenga lugar la parusía, a la que claramente está refiriéndose cuando dice: morir es ganancia. De una parte, deseo morir para estar con Cristo, que es mucho mejor (1:21-23). Esta misma convicción la había dejado ya también traslucir en otra de sus cartas (cf. 2 Cor 5:6-8). Evidentemente, se trata de afirmaciones de enorme trascendencia en orden a clarificar el dogma cristiano sobre el futuro escatológico del ser humano. Por eso, hemos querido hacerlas resaltar.
Finalmente, es muy de notar también el pasaje que con razón se ha dado en llamar el himno cristológico de Filipenses (2:6-11). Es un verdadero canto a Cristo, presentando en breves pinceladas el conjunto todo de su actividad salvífica: partiendo de la condición divina, asume la condición de siervo; y de la cruz es exaltado por Dios y constituido Señor por encima de toda la creación. Como vemos, en la primera parte (v.6-8) Cristo aparece como sujeto; en la segunda (v.9-11), como objeto. La dificultad mayor estriba en poder determinar el sentido exacto de algunas expresiones: forma de Dios., rapiña., se anonadó., cosa que dejamos para el comentario 267. Aquí sólo queremos hacer hincapié en la dificultad de señalar cuál es concretamente la parte que hay que atribuir a San Pablo. En efecto, son mayoría los autores que suponen a Pablo influenciado, al igual que en otras varias ocasiones (cf. Col 1:15-20; Ef 1:3-14; 5:14; 1 Tim 3:16), por un himno cristiano primitivo, anterior a la carta, y que él comenta y se apropia sin decirlo 268. En principio, nada hay que se oponga a esta hipótesis; aunque nadie niega que Pablo, autor del himno de la caridad (cf. 1 Cor 13:1-13), tenía aptitudes más que suficientes para componerlo. Incluso podemos verlo ya preludiado de algún modo en 2 Cor 8:8-9. Con todo, dada la estructura tan elaborada de la composición algunos autores distinguen seis estrofas, que vienen a corresponderse con los versículos actuales; otros las reducen a tres , no parece probable que naciera totalmente junto con la carta. Hay quien supone que habría sido el mismo Pablo, para uso de la comunidad de Filipos, quien lo habría compuesto anteriormente; otros, en cambio, creen que hay expresiones e ideas poco corrientes en Pablo, lo que demostraría que el himno originariamente no es suyo. Creemos que no será posible llegar sin más datos que el examen mismo del texto a conclusiones ciertas.


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Filipenses 2,1-30

Vibrante llamada a la unidad en la humildad, 2:1-11.
1 Si hay, pues, alguna consolación en Cristo, si algún refrigerio de amor, si alguna comunión de espíritu, si alguna ternura y misericordia, 2 haced cumplido mi gozo, teniendo todos el mismo pensar, la misma caridad, el mismo ánimo, el mismo sentir. 3 No hagáis nada por espíritu de competencia, nada por vanagloria; antes, llevados de la humildad, teneos unos a otros por superiores, 4 no atendiendo cada uno a su propio interés, sino al de los otros. 5 Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, 6 quien, existiendo en la forma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse al igual con Dios, sino que se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre 8 se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, 10 para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Esa unidad que el Apóstol pedía a los filipenses en el combate por la fe, al decirles que se mantuviesen firmes en un mismo espíritu y luchasen a una (cf. 1:27), es aquí pedida de nuevo, pero con términos más apremiantes. Aún volverá al mismo tema más adelante, con referencia a un caso concreto (cf. 4:2). Ello deja entrever que, sin que podamos precisar la amplitud del peligro, divisiones intestinas amenazaban la paz de la comunidad de Filipos.
En la presente perícopa podemos distinguir dos partes: una, que es la que constituye propiamente la exhortación, en que directamente pide a los filipenses la unidad de caridad en todo, apelando al afecto que tienen hacia él (v.1-4); otra, que está en función de la primera, en que les propone el ejemplo de Cristo (v.5-11). Este ejemplo mira directamente, no a recomendar la unidad, sino la humildad y abnegación, que es la base de esa unidad, la cual suele fallar precisamente porque nos dejamos llevar de nuestro amor propio, con olvido del bien de los demás. El ejemplo no está tomado de este o aquel gesto particular de Cristo hacia los indigentes de Judea o de Galilea, sino de la aceptación misma ab aeterno de la condición humana con todas sus debilidades, cosa de mucho más profundo significado. Aunque gramaticalmente se trata sólo de proponer un ejemplo, a raíz de una exhortación moral, la doctrina sobre Cristo que aquí expone el Apóstol es de un valor dogmático extraordinario, y constituye, en frase del P. Prat, la fórmula más precisa y acabada de la cristología paulina. Es un verdadero himno cristológico, como ya indicamos en la introducción a la carta.
Viniendo a la primera parte (v.1-4), el Apóstol comienza en tono de súplica para así mover más a los fieles: si alguna consolación., si refrigerio., si comunión., si ternura., haced cumplido mi gozo. teniendo todos el mismo pensar., el mismo sentir (v.1-2). Advirtamos que no todos los autores interpretan en tono de súplica estos versículos, pues la construcción gramatical en el v.1 no es clara; creemos, sin embargo, que la interpretación dada es la más conforme al contexto, considerando los cuatro incisos del v.1 como cuatro motivos en apoyo de la petición del v.2. El sentido vendría a ser el siguiente: Si por amor de Cristo queréis procurarme alguna consolación en mis pruebas, si queréis darme un poco de refrigerio, si queréis hacerme gustar la dulzura de la unión espiritual, si queréis testimoniarme vuestro afecto y compasión., llevad hasta el colmo mi alegría, teniendo todos un mismo pensar y unas mismas aspiraciones. ¿Vais a negarme este favor que alegrará mis cadenas, vosotros mis queridos filipenses? Con lo que añade luego en los v.3-4, aconsejándoles que no hagan nada por espíritu de competencia o vanagloria, sino que, llevados de la humildad, trabajen por el bienestar del prójimo, el Apóstol no hace sino apoyar la petición anterior, yendo al fondo del problema y señalando cuáles suelen ser los obstáculos que se oponen a la unión y concordia mutua. Sabemos, en efecto, que sólo almas verdaderamente humildes son capaces de renunciar a todo egoísmo personal, del que nacen las discordias y la lucha.
A fin de hacer más eficaz su exhortación, les propone el ejemplo de Cristo (v.5-n). La frase que hemos traducido por tened los mismo sentimientos que tuvo Cristo (???????? ?? ???? ? ??? ?? ?????? ), en el texto griego no es del todo clara. Algunos la interpretan en sentido de comportaos entre vosotros como corresponde a quienes están en Cristo, es decir, reproduciendo en vuestra vida de comunidad la unión que tenéis como miembros de Cristo. Parece, sin embargo, que está más en consonancia con el contexto la interpretación tradicional reflejada en nuestra traducción, en sentido de alusión a los sentimientos o disposiciones de que mostró estar animado Cristo. Estos sentimientos son los que el Apóstol expone a continuación, y consisten en que, siendo Dios y, consiguientemente, teniendo derecho a los honores de Dios, que habría podido exigir incluso en su existencia humana después de la encarnación, renunció a ellos, tomando una naturaleza con las mismas debilidades y miserias que la de los demás hombres, sometiéndose, además, a una muerte sumamente ignominiosa, como era la muerte de cruz (v.6-8); a esta primera parte de humillación sigue una segunda, la de la exaltación por el Padre, que lo hace sentar a su diestra, dándole el nombre que está sobre todo nombre, de modo que toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (v.9-11). Tal es, en resumen, el contenido de esta narrativa dedicada a la persona de Cristo, propuesto como modelo a los filipenses. Dada su extraordinaria importancia dogmática, nos vamos a extender un poco más en el comentario.
Comenzaremos diciendo que el pasaje ha sido minuciosamente comentado por autores de todas las tendencias, católicos y acatólicos. La bibliografía al respecto, aparte los comentarios a la carta, es inmensa. Nuestro comentario lo vamos a ir centrando en torno a las palabras clave del pasaje, que iluminan todo el resto.
La primera de ellas es forma de Dios (v.6). ¿Qué quiere significar el Apóstol con la expresión en forma de Dios? (?? ????? ???? ). No cabe duda que está aludiendo a la condición de Cristo antes de la encarnación, como exige el contraste con forma de siervo, de que habla luego (cf. v.7). Al decir que existía en forma de Dios, no parece querer significar otra cosa, sino que es un ser que se presentaba como Dios, que ofrecía el aspecto o manera de ser de Dios. Tal es, en el lenguaje corriente, el significado de forma (????? ), que Tertuliano traduce por effigies y San Cipriano por figura (cf. Mar_16:12). Indica, pues, más que la naturaleza o esencia del ser, los atributos esenciales que manifiestan al exterior la naturaleza de ese ser. Claro es que, tratándose de Dios, el modo de existir no se distingue realmente de la esencia; de ahí que muchos Padres y teólogos hayan considerado el término forma (????? ) como equivalente de substancia (????? ) ? de naturaleza (????? ). En efecto, el término forma, respecto de Dios, es necesariamente metafórico. San Pablo habría usado esa expresión porque quería hacer resaltar la gloria radiante del Hijo de Dios antes de la encarnación, en contraste con la forma de siervo o manera de ser en su vida de Verbo encarnado.
Otro término clave del pasaje, y que ha sido muy discutido, es el término ????????? , que nosotros hemos traducido por codiciable tesoro (v.6). En todo el Nuevo Testamento sólo aquí aparece este término. Deriva del verbo ?????? (arrebatar, quitar por fuerza), y hay gran discusión sobre si ha de dársele sentido activo (acto de arrebatar, robo), que es el corriente de los derivados en ??? , ? sentido pasivo (presa, botín), cual si fuese sinónimo de ??????? . Los Padres latinos siguiendo el sentido que sugiere la Vulgata con la traducción rapiñara, se inclinan por la primera interpretación. Lo que San Pablo afirmaría es que el ser igual a Dios (?? ????? ??? ??? ) era para Cristo no una usurpación sino un bien de naturaleza, algo que le correspondía de pleno derecho. Sin embargo, la mayoría de los autores modernos, y creemos que con fundamento, se inclinan más bien al sentido pasivo, como más conforme con el contexto. San Pablo, en efecto, trata de presentar a Cristo como ejemplo perfecto de humildad y abnegación, y no parece ser ocasión de hacer resaltar sus reivindicaciones, sino sus renuncias a lo que tenía derecho. El sentido sería: Existiendo en la forma de Dios, es decir, siendo y mostrándose con las prerrogativas de Dios, no reputó presa o codiciable tesoro, que ávidamente se retiene, el seguir manifestándose como Dios, con las prerrogativas y honores de Dios, sino que, etc. No se trata, pues, de reivindicar para Jesucristo la igualdad de naturaleza con Dios, diciendo que no es una usurpación, sino de afirmar que renunció al rango o gloria radiante de Dios, que habría podido reivindicar incluso en su existencia humana. Por lo demás, filológicamente no parece haya dificultad alguna en dar a ????????? sentido pasivo, como encontramos muchas veces en los Padres griegos. Desde luego, por lo que respecta a la expresión, en cualquiera de las dos interpretaciones nos resulta un poco extraña. Es posible, conforme hoy defienden bastantes autores 269, que San Pablo hable de ese modo bajo el influjo, por antítesis, del caso de Adán (cf. Gen_3:5.22), con quien gusta de establecer paralelismo, como vemos en otras ocasiones (cf. Rom_5:12-21; 1Co_15:21-22).
Un tercer término, que ha dado también lugar a muchas discusiones, es el término se anonadó (???????? ), con el que están íntimamente relacionadas las expresiones forma de siervo (?????? ?????? ) y condición de hombre (??????? ???? 3??? ?? ?? 3?????? ). Por de pronto no puede admitirse, si es que no queremos poner un craso error en San Pablo, que ese anonadamiento o kenosis suponga despojarse de su naturaleza divina o de alguno de sus atributos intrínsecos y esenciales, como ciencia, poder, etc. De lo que se despojó, o lo que es lo mismo, a lo que renunció, fue a todas las prerrogativas de gloria y honor, que tanto convenían a su dignidad de Hijo de Dios. Creemos, no obstante la opinión contraria de algunos intérpretes, que San Pablo pone el anonadamiento, no precisamente en el hecho de la unión hipostática con la naturaleza humana, sino en el hecho de esa unión con una naturaleza humana pobre, sujeta a penalidades y miserias. También ahora, después de su exaltación por el Padre, el Hijo de Dios tiene unida hipostática-mente la naturaleza humana y, sin embargo, ha terminado su estado de kenosis (cf. v.9-11). No creemos que San Pablo hubiera hablado de kenosis si el Hijo de Dios, al hacerse hombre, se hubiera mostrado rodeado de gloria, como en la transfiguración (cf. Mat_17:2) o como Yahvé en las teofanías del Antiguo Testamento. Pero se privó de esa gloria, a la que como Hijo de Dios hecho hombre tenía derecho, y en eso estuvo su anonadamiento. Es así, en consecuencia, como ha de interpretarse la expresión forma de siervo (v.7); no simplemente que se hizo hombre, uniéndose hipostáticamente con la naturaleza humana, cosa que también conserva ahora, sino que se hizo hombre pobre y humilde, semejante en todo a los demás hombres, es decir, participando de todas las debilidades de la naturaleza humana, a excepción del pecado (cf. Heb_4:15). Y en esa condición de hombre (v.7), no se quedó donde el común de los hombres, sino que bajó más abajo, sometiéndose a la muerte más ignominiosa, como era la muerte de cruz (v.8).
A ese estado de anonadamiento sucede un estado de exaltación o apoteosis (v.9-11; cf. Jua_8:50-54). Es el reverso de la kenosis: Cristo recibe del Padre, como premio de su humillación, la gloria a que tenía derecho y a la que había renunciado en la encarnación. Es evidente que esta apoteosis, antítesis de la kenosis, no afecta a los atributos intrínsecos de la divinidad, que nunca dejó, sino exclusivamente a sus manifestaciones externas. Así ha de interpretarse la expresión el nombre sobre todo nombre (v.g), expresión de sabor abiertamente semítico, donde nombre está en lugar de la cosa o dignidad conferida a Cristo (cf. Efe_1:21), dignidad que está por encima de toda otra dignidad o rango, y no es otra que la dignidad divina que Cristo ya tenía (v.6), pero a cuyo honor o gloria extrínseca había renunciado (v.7), y ahora le es otorgada por el Padre con la resurrección y exaltación a su diestra en los cielos (cf. Hec_2:24-33; Jua_17:5). No otra cosa quiere decir el título de Señor (?????? ), que es como la designación personal de Cristo a raíz de su triunfo y está como reemplazando el nombre inefable divino (v.11; cf. Rom_10:9-13; 1Co_8:6; 1Co_12:3; Hec_1:36).
Con la expresión en los cielos, en la tierra y en los abismos (v.10) San Pablo quiere hacer resaltar la amplitud del señorío de Cristo, al que presenta como distinto de la universalidad de los seres creados y superior a todos ellos, separación y trascendencia que sólo a Dios competen (cf. Isa_45:18.24). Hay autores que suponen estar ahí aludidos solamente los seres inteligentes (ángeles, hombres y demonios); pero más bien parece que San Pablo está pensando con amplitud cósmica, incluyendo todas las criaturas, racionales y no racionales (cf. Efe_1:10; Col_1:16). Todas esas potestades cósmicas (cf. Efe_1:21; Col_2:10.15), que hasta ahora esclavizaban a la humanidad, deben doblar la rodilla al nombre de Jesús (v.10), es decir, ante la persona de Jesús, cuyo señorío universal y divino ha sido proclamado por el padre. Se ha producido en el cosmos un cambio de dominio.
La última expresión para gloria de Dios Padre (??? ????? ???? ?????? , ? .11) es interpretada por algunos autores como alusiva, no a la glorificación del Padre, sino a la del Hijo, que entra a compartir la gloria divina de Dios Padre. Sin embargo, juzgamos que debe retenerse la interpretación tradicional, más conforme con el tenor de las palabras y que en modo alguno contradice al contexto. Cierto que se viene hablando de la glorificación de Cristo; pero es corriente en San Pablo, y también en los demás autores sagrados, referir todo, como a fin último, a la gloria del Padre, fuente y origen primero de todo (cf. Rom_11:36; 1Co_15:28; Efe_1:14; Jua_17:1).

Vida de santidad en medio de un mundo perverso,Jua_2:12-18.
12 Así, pues, amados míos, como siempre habéis obedecido, no sólo cuando estaba presente, sino mucho más ahora que estoy ausente, con temor y temblor trabajad por vuestra salud.13 Pues Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito. 14 Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, 15 a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo, 16 llevando en alto la palabra de vida, que en el día de Cristo será para gloria mía no haber corrido en vano ni haberme en vano afanado.17 Y aunque tuviera que libarme sobre el sacrificio y el servicio de vuestra fe, me alegraría y me congratularía con todos vosotros.18 Alegraos, pues, también vosotros de esto mismo, y congratulaos conmigo.

San Pablo exhorta a los filipenses a trabajar con perseverancia y generosidad en la propia santificación. Es como una consecuencia práctica de cuanto acaba de decir sobre Cristo, primero sumiso y humillado y ahora glorioso en los cielos.
Cuando los exhorta a trabajar con temor y temblor (???? ????? ??? ?????? ) por su salud (? . 12) no quiere decir que hayan de hacerlo con miedo y angustia de ánimo, cosa que se opondría a ese gozo que constantemente les pide (cf. v.18; Jua_3:1; Jua_4:4), sino que es algo de fórmula ya hecha (cf. 2Co_7:15; Efe_6:5), recomendando atención diligente a lo que se hace, solícitos de no ofender al que está sobre nosotros. Y esto es tanto más necesario, tratándose de la obra de la salud, dado que en este trabajo es Dios mismo quien actúa en nosotros el querer y el obrar según su beneplácito (v.13). Nuestra dependencia de El es total. Hay, pues, que mirar mucho a no resistir a esa acción divina que es la acción de la gracia, sin la cual nada podríamos hacer en orden a nuestra salvación (cf. Jua_15:5). Esto no quiere decir que hayamos de permanecer pasivos y esperarlo todo de Dios, pues eso estaría en abierta oposición con el trabajad (???????????? ) del versículo anterior 270.
Consecuencia de esto es que no deben murmurar contra Dios, aunque encuentren dificultades en su camino, como murmuraron los israelitas en el desierto (cf. 1Co_10:10), ni discutir los planes de su Providencia, obra de su libre beneplácito (v.14). Es así únicamente como se mostrarán irreprensibles e hijos de Dios sin mancha, luciendo cual antorchas en medio de este mundo perverso (v.15; cf. Efe_5:8; Mat_5:14-16), llevando en alto la palabra de vida, que es el mensaje evangélico, con lo que no sólo alcanzarán ellos la salud, sino que serán para Pablo, su padre en la fe, un motivo de gloria en el día de Cristo o parusía (v.16; cf. 1:6).
Y aún añade más el Apóstol: aunque él tenga que morir, coronando así todos esos trabajos por el Evangelio, existe motivo para alegrarse mutuamente (v. 17-18). Que haya aquí una alusión a la posibilidad de su martirio, no parece caber duda. Hay autores que interpretan esa libación, no de la muerte, sino de los trabajos apostólicos en general, que son una especie de muerte continua (cf. 2Co_4:10); pero creemos que tal interpretación hace violencia al texto. Era la libación una ceremonia muy en uso, lo mismo en los sacrificios de los paganos que en los de los judíos (cf. Num_28:14), consistente en derramar sobre el altar en que se había ofrecido la víctima, o a su alrededor, un vaso lleno de licor. San Pablo se vale de ese lenguaje, aplicándolo metafóricamente al culto espiritual de los nuevos tiempos, igual que suele hacer en otras ocasiones (cf. 3:3; 4:18). Su muerte sería como una libación destinada a perfeccionar el sacrificio que son los fieles mismos de Filipos, cuya vida debe ser un acto de perenne adoración a Dios. No está claro si San Pablo se considera él mismo como oferente de ese sacrificio que tiene como víctima la fe de los filipenses, o, por el contrario, considera a los filipenses como oferentes ellos mismos del sacrificio de su vida de fe. En apoyo de esto último podría citarse Rom_12:1, donde los fieles son exhortados a ofrecer ellos mismos sus cuerpos como sacrificio agradable a Dios; mientras que, en apoyo de lo primero, puede citarse Rom_15:16-17, donde es Pablo mismo quien ofrece a Dios, como sacrificio agradable, la fe de los gentiles por él convertidos. No es fácil decidirse por una u otra de las interpretaciones. Ambas ofrecen buen sentido en este contexto.




III. Proyectos de Viajes, 2:19-30.

Probable viaje de Timoteo, y posiblemente también de Pablo, a Filipos, 2:19-24.
19 Espero en el Señor Jesús poder enviaros pronto a Timoteo, a fin de que yo también cobre ánimo conociendo vuestra situación. 2° Porque a ningún otro tengo tan unido a mí que sinceramente se preocupe de vuestras cosas, 21 pues todos buscan sus intereses, no los de Jesucristo. 22 Vosotros conocéis su probada fidelidad y que, como un hijo a su padre, me sirvió en el Evangelio. 23 A éste espero enviaros en seguida que sepa el resultado de mi causa, 24 y confío en el Señor que yo mismo podré ir pronto.

Con toda naturalidad, como suele hacerse en las cartas familiares, el Apóstol cambia de tema y de tono, dejando la exhortación y comenzando a hablar de sus proyectos sobre viajes a Filipos.
Confía en que podrá ir él personalmente (v.24); pero de momento piensa enviarles a Timoteo, una vez que conozca el resultado de su causa (v.23), y así tener noticias de ellos, que le alegrarán (v.19). Con esta ocasión hace un bello elogio de Timoteo (v.20-22), a quien los filipenses ya conocían, pues había acompañado a San Pablo cuando la evangelización de aquella ciudad (cf. Hec_16:1-3. 12; Hec_17:14), y posteriormente parece que había vuelto a pasar por allí, al menos dos veces (cf. Hec_19:22; Hec_20:4-6). No sabemos si, en efecto, este viaje de Timoteo se llevó o no a la práctica.
Extraña un poco la afirmación tan general de que, a excepción de Timoteo, todos buscan sus intereses, no los de Jesucristo (v.21). No es la única vez que Pablo se queja de la falta de colaboración (cf. Col_4:11; 2Ti_4:10), e incluso en esta misma carta critica la falta de pureza de intención en muchos (cf. 1:15-17;) pero no son afirmaciones tan absolutas. Es evidente que en ese todos, aun refiriéndolo exclusivamente al grupo de sus colaboradores entonces con él, hay que poner gran parte de hipérbole. La intención de Pablo es hacer resaltar la excelente disposición de Timoteo, el más unido a él, y preocupado sinceramente por los intereses de los filipenses.

Viaje de Epafrodito, restablecido ya de su enfermedad, 2:25-30.
25 Entre tanto, he creído necesario enviaros a Epafrodito, nuestro hermano, cooperador y camarada mío, vuestro enviado y ministro en mis necesidades, 26 puesto que está suspirando por todos vosotros, y está angustiado, porque sabe que ha llegado a noticia vuestra que estuvo enfermo. 27 Ciertamente que estuvo a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no sólo de él, sino también de mí, para que yo no tuviera tristeza sobre tristeza. 28 Así, pues, le envío más prestamente, para que, viéndole de nuevo, os alegréis y yo quede más tranquilo. 29 Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría y honrad a los que son como él, 30 qUe por el servicio de Cristo estuvo a la muerte, habiendo puesto en peligro su vida, para suplir en mi servicio vuestra ausencia.

Al paso que el viaje de Timoteo era todavía sólo proyecto, había ya un viaje decidido a Filipos, y era el de Epafrodito (v.25).
De este Epafrodito no tenemos más noticias que las que da el Apóstol en este breve pasaje de su carta. Vemos que pertenecía a la comunidad de Filipos y había sido enviado por aquellos fieles para llevar ayuda material a Pablo preso. El Apóstol se muestra agradecidísimo con él y no se cansa de repetir que le ha prestado grandes servicios. Había estado enfermo de gravedad, y de ello se habían enterado los filipenses; ahora, restablecido ya de la enfermedad, tiene deseos de volver a sus compatriotas, y Pablo se lo envía, para que, viéndole de nuevo, os alegréis y yo quede más tranquilo. Al enviárselo, no se olvida de recomendarles que lo reciban con toda alegría y que le muestren estima, pues ha trabajado tan solícitamente por el servicio de Cristo.