I Pedro 3 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 22 versitos |
1 Asimismo, vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que, si alguno se muestra rebelde a la palabra, sea ganado sin palabras por la conducta de su mujer,
2 considerando vuestro respetuoso y honesto comportamiento.
3 Y vuestro ornato no ha de ser el exterior del rizado de los cabellos, del ataviarse con joyas de oro o el de la compostura de los vestidos,
4 sino el oculto en el corazón, que consiste en la incorrupción de un espíritu manso y tranquilo; ésa es la hermosura en la presencia de Dios."
5 Así es como en otro tiempo se adornaban las santas mujeres que esperaban en Dios, obedientes a sus maridos.
6 Como Sara, cuyas hijas habéis venido a ser vosotras, obedecía a Abraham y le llamaba señor, obrando el bien sin intimidación alguna.
7 Igualmente vosotros, maridos, tratadlas con discreción, como a vaso más frágil, honrándolas como a coherederas de la gracia de vida, para que nada impida vuestras oraciones.
8 Finalmente, todos tengan un mismo sentir, sean compasivos, fraternales, misericordiosos, humildes,
9 no devolviendo mal por mal, ni ultraje por ultraje; al contrario, bendiciendo, que para esto hemos sido llamados, para ser herederos de la bendición:"
10 Pues quien quisiere amar la vida y ver días dichosos, cohiba su lengua del mal y sus labios de haber engañado.
11 Apártese del mal y obre el bien, busque la paz y sígala,
12 que los ojos del Señor miran a los justos, y sus oídos a sus oraciones, pero el rostro del Señor está contra los que obran el mal.
13 ¿Y quién os hará mal si fuereis celosos promovedores del bien? l4 Y si, con todo, padeciereis por la justicia, bienaventurados vosotros. No los temáis ni os turbéis,
15 antes glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere;"
16 pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo;"
17 que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.
18 Porque también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu
19 y en él fue a pregonar a los espíritus que estaban en la prisión,
20 incrédulos en otro tiempo, cuando en los días de Noé los esperaba la paciencia de Dios, mientras se fabricaba el arca, en la cual pocos, esto es, ocho personas, se salvaron por el agua.
21 Esta os salva ahora a vosotros, como antitipo, en el bautismo, no quitando la suciedad de la carne, sino demandando a Dios una buena conciencia por la resurrección de Jesucristo,
21 Puesto que Cristo padeció en la carne, armaos también del mismo pensamiento de que quien padeció en la carne ha roto con el pecado,
22 que, una vez sometidos a El los ángeles, las potestades y las virtudes, subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios.

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Introducción a I Pedro

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;

Primera Epístola de San Pedro.

Introducción.

El Apóstol San Pedro.
Su nombre primitivo era Simón, hijo de Juan! Era oriundo de Betsaida de Galilea 2 y, con su hermano Andrés, ejercía el oficio de pescador en el lago de Tiberíades 3. En un principio ambos hermanos fueron discípulos de San Juan Bautista 4. Pero pronto siguieron a Jesucristo 5, del cual recibió Simón el nombre de Pedro 6.
Hacia el año 42-43, San Pedro abandonó Jerusalén con motivo de la persecución de Herodes Agripa 23. ¿Se fue entonces a Roma? Así lo afirman varios autores antiguos: Eusebio 24, San Jerónimo 25, Orosio 26, y muchos autores modernos 27. Sin embargo, los testimonios de la tradición no son muy fuertes, ya que San Jerónimo y Orosio parecen depender de Eusebio; y la frase de Act 12:17: Y salió, yéndose a otro lugar, es demasiado vaga para apoyarse en ella. Lo más probable es que el apóstol no se haya alejado de Palestina, contentándose con salir de las regiones que pertenecían a Herodes Agripa. Sabemos que vivió durante cierto tiempo en Antioquía 28, de donde una antigua tradición le hace obispo 29. De todos modos, en el año 49-50 estuvo presente en el concilio de Jerusalén 30.
La venida y el martirio de San Pedro en Roma son probables. Se discute el año en que llegó, la duración de su permanencia y la fecha precisa de su muerte. Hoy varios autores piensan que Pedro llegó a Roma bajo el emperador Nerón (54-68). La fecha de su martirio debió de ser probablemente el año 67 32, aunque hay autores que piensan más bien en el año 64. La tradición parece inclinarse más por el año 67, ya que señala el año 14 de Nerón como fecha del martirio de San Pedro y San Pablo 33.

Los Destinatarios de la 1 Pe.
No sabemos si San Pedro había visitado las cristiandades del Asia Menor, a las cuales dirige su primera carta. No existen indicios de que el apóstol conociese personalmente a los destinatarios.
La carta va dirigida a los cristianos que habitaban en diversas regiones del Asia Menor: Ponto, Galacia, Capadocia, Asia proconsular, Bitinia42. Diversos indicios de la carta demuestran que los lectores eran en su mayoría convertidos del paganismo: les dice que vivían en la ignorancia de Dios43, lo cual no se podría decir de los judíos; que fueron llamados de las tinieblas a una luz admirable 44; que en un tiempo no eran pueblo de Dios ni habían conseguido misericordia 45. También supone que antes no eran hijos de Abraham 46; y en 4:355 recomienda a sus lectores el dejar de hacer, como en otro tiempo, la voluntad de los gentiles 47.
Varias de las regiones nombradas en el encabezamiento de la carta fueron evangelizadas por San Pablo y sus discípulos48. De Pedro no sabemos que haya predicado en aquellas regiones. Tal vez Pedro haya sabido por Silvano 49 las grandes dificultades por las que pasaba aquella Iglesia. Y, por razón de su autoridad apostólica, les haya escrito para exhortarlos y confirmarlos en la fe. Los destinatarios debían de pertenecer en su mayor parte a la clase social más humilde, como se desprende de las amonestaciones que dirige a los esclavos 50. En cambio, faltan las amonestaciones correlativas dirigidas a los patronos. Los cristianos son muy probados 51; pero, al mismo tiempo, saben que los demás cristianos del mundo entero han de sufrir del mismo modo 52. No parece que esto suponga que las persecuciones del Imperio romano ya hubieran empezado. Por la epístola se ve que se trata de vejaciones, de calumnias, no de persecuciones 53.

Ocasión y Finalidad de la 1 Pe.
Las pruebas que los cristianos tenían que sufrir de parte de los paganos y de los judíos, ponían en peligro su fe 54. Injurias, calumnias, vejaciones de todo género, debilitaban la fe de muchos, que podían volver a la vida disoluta anterior a su conversión 55. Por eso, la finalidad de la epístola es exhortar a los cristianos a ser fieles a su fe. Para esto les recuerda su incomparable dignidad 56 y el inmenso favor que el Señor les había hecho al llamarlos a su fe 57. Les exhorta a que cumplan con todo cuidado los deberes para con todos los hombres; que vivan piadosamente, para que, de este modo, puedan desenmascarar las calumnias de los enemigos.
La ocasión que motivó la 1 Pe debió de ser la situación difícil por la que atravesaban las comunidades cristianas del Asia Menor, perseguidas, calumniadas, injuriadas por los paganos y judíos 58. Pero ¿por qué no fue San Pablo el que escribió a dichas Iglesias, evangelizadas por él? Posiblemente porque San Pablo en aquel momento estaba ausente de Roma, empeñado en su viaje a España después Je ser liberado de su primera cautividad.

Fecha y lugar de composición de la 1 Pe.
Teniendo en cuenta ciertos indicios de la misma epístola, se puede colocar su composición hacia el año 63-64. No pudo ser escrita antes del año 60, es decir, antes del tercer viaje apostólico de San Pablo (54-58), ya que la epístola 59 supone que la religión cristiana había sido propagada en casi todas las provincias del Asia Menor. Además, hay en la 1 Pe reminiscencias de la epístola a los Romanos (57-58) y de la epístola a los Efesios (61-63). El hecho de que no se manden saludos de San Pablo en esta epístola de San Pedro, escrita desde Roma, hace suponer que San Pablo no se encontraba en Roma cuando fue escrita. Ahora bien, el Apóstol fue liberado en la primavera del año 63. Luego no pudo ser escrita antes del año 63. Tampoco pudo ser escrita después del año 64, ya que no se alude para nada a la persecución de Nerón, que estalló en el otoño de aquel año. Así piensan Felten60, Meinertz61, Holzmeister 62 y Teófilo García de Orbiso63.
En todo caso, la misma epístola se opone a una composición demasiado tardía, como el fin del siglo I o el siglo II. Los destinatarios pertenecen a la primera generación cristiana, ya que San Pedro les dice que no vuelvan a los errores paganos que han abandonado 64. La parusía es contemplada como próxima65. La organización jerárquica es todavía rudimentaria: las comunidades son gobernadas por presbíteros66.
El lugar de composición fue Roma, como se ve por la expresión Os saluda la Iglesia de Babilonia 67. Babilonia es un nombre simbólico que designa la Roma pagana, que era ciudad grande, rica, soberbia, adoradora de falsos dioses, perseguidora de los santos, como había sido la Babilonia de Mesopotamia. Así lo afirman escritores muy antiguos, como Papías, Clemente Alejandrino68, San Jerónimo 69 y otros. Este modo de ver es confirmado por el Apocalipsis 70 y por escritos apócrifos que emplean un simbolismo semejante71. Tiene muy poca probabilidad la opinión de algunos que piensan que la epístola fue escrita en Babilonia de Mesopotamia. En aquel tiempo, Babilonia estaba destruida, y en su lugar sólo existía un pueblecito medio desierto. Menos probabilidad tiene aún la teoría de otros que colocan la composición de la 1 Pe en Babilonia de Egipto, cerca de El Cairo. En el siglo i era tan sólo una estación militar.

Autor de la 1 Pe.
San Pedro se sirvió de la ayuda de Silvano para la composición de la epístola72. Silvano, llamado Silas en Act 15:22.32, era colaborador de San Pablo y había intervenido eficazmente en la expansión del cristianismo en Asia Menor. Conocía bien, por consiguiente, el ambiente de las comunidades cristianas del Asia Menor, a las que quería escribir San Pedro. Probablemente Silvano no fue un simple amanuense, sino un redactor fiel de las ideas de Pedro. En cuyo caso hay que suponer en el redactor el carisma de la inspiración, por haber intervenido de un modo considerable en la redacción de la carta.
El estilo de la epístola tiene reminiscencias paulinas. Esto se explica fácilmente si tenemos presente que Silvano redactor de la epístola era discípulo de San Pablo. De ahí las semejanzas entre la 1 Pe y las epístolas a los Romanos y a los Efesios principalmente; y algunas diferencias estilísticas entre la i y la 2 Pe, que pudo ser escrita por otro redactor. Las ideas de ambas epístolas son de Pedro, pero la lengua y el estilo pertenecen a dos redactores diversos 73.

Lengua y estilo de la 1 Pe.
La epístola fue escrita en griego, como admiten todos los autores. La opinión de San Jerónimo de que originariamente había sido escrita en arameo 74 es hoy día abandonada de todos. Los caracteres fundamentales de la lengua y del estilo de la 1 Pe se encuentran en los demás escritos neotestamentarios pertenecientes a la corriente petrina (2 Pe, discursos de San Pedro en los Hechos de los Apóstoles, evangelio de San Marcos). Su vocabulario, fraseología, etc., tienen bastante de común75.
El estilo de la 1 Pe es claro, sencillo y gramaticalmente correcto. La característica del estilo afirma Verdunoy es la frase invertebrada, sin continuación lógica exterior, pero dotada de una lógica interior real76. Un caso bien típico lo tenemos en la interminable frase de 1:3-12, en la que se amontonan preposiciones subordinadas, que hacen difícil una traducción literal. La influencia de la versión de los LXX es manifiesta, pues de 62 hapax del Nuevo Testamento que se encuentran en nuestra epístola, 34 se hallan en los LXX. Ciertos semitismos y algunas incorrecciones de estilo, como la omisión demasiado frecuente del artículo 77, el uso de la partícula ìç con participio en lugar del oú clásico 78, la ausencia de las conjunciones Üñá, ãå, Ýðåß, åðåéäÞ, ôå, äç, ðïõ, ðþò, áí, denuncian un autor no griego. La circunstancia de que en la 1 Pe no se empleen las partículas Que acabamos de indicar hace decir a Bigg 79: Este solo hecho hasta para demostrar que el autor no era un griego. San Pedro era, en efecto, un hombre sin instrucción 80. Sin embargo, el vocabulario de la epístola es rico, sus frases son flexibles, y sus expresiones, felices. El autor conoce las antítesis verbales elegantes 81 y atestigua un sentido agudo de la estructura rítmica 82. Por lo cual se ve que San Pedro se ha servido de un redactor.
El estilo de San Pedro es rico en imágenes, en metáforas. Sin embargo, ordinariamente, no son originales, sino ya conocidas de la Biblia. Expresa sus sentimientos con entusiasmo y con afecto, cautivando y encendiendo el alma de cada cristiano en deseos de imitar al divino paciente 83.
El estilo epistolar es más marcado que en la epístola de Santiago. Sin embargo, las exhortaciones morales le dan más bien el aspecto de una homilía, con ciertos rasgos epistolares. Las numerosas alusiones al bautismo 84 indican que el autor se ha servido para redactar su carta de expresiones e ideas provenientes de la catequesis bautismal85.
Hay serios indicios que prueban la dependencia de la 1 Pe respecto de la epístola de Santiago: encabezamiento semejante, empleo de las mismas palabras raras, las mismas citas del libro de los Proverbios 86.

Autenticidad y canonicidad de la 1 Pe.
La autenticidad petrina de la epístola ha sido negada o puesta en duda, desde principios del siglo XIX, por muchos acatólicos (H. von Soden, H. Gunkel, R. Knopf, Jülicher-Fascher). Los católicos, en cambio, a los que se unen también muchos acatólicos, defienden enérgicamente la genuinidad de la epístola.
En la tradición patrística no se encuentra la menor traza de duda acerca de la autenticidad y canonicidad de la carta. El primer testimonio canónico se encuentra en la 2 Pe, en donde se dice: Esta es, carísimos, la segunda epístola que os escribo. 87 Tanto en la Iglesia oriental como en la occidental abundan los testimonios explícitos sobre la autenticidad petrina de la epístola. San Ireneo cita varias veces de modo explícito la epístola 88. Lo mismo hacen Clemente Alejandrino 89, Orígenes 90, Tertuliano 91 y Eusebio, según el cual la 1 Pe pertenece a los libros llamados homologúmena (ôá üìïëïãïýìå-íá), ï sea los que son recibidos por todos sin ninguna oposición 92. Por eso puede decir Tricot: No hay libro en todo el Nuevo Testamento que tenga testimonios más antiguos o más explícitos que la 1 Petri.
La omisión de la 1 Pe en el Canon de Muratori teniendo presente el consentimiento unánime de la tradición de la Iglesia no ha de sorprender demasiado, pues podría explicarse por una mutilación o una corrupción del texto. Tanto más cuanto que el Pastor de Hermas conoce la 1 Pe 93 y fue muy utilizada en el decurso del siglo II Se encuentra también en todas las versiones antiguas: Siríaca, Vetus Latina, Cóptica, etc., y en los cánones antiguos de los libros sagrados.
El testimonio externo es confirmado por razones internas tomadas de la misma epístola. El autor se llama a sí mismo Pedro apóstol 94, testigo de la pasión de Cristo 95. Habla de Marcos como de su hijo 96, que, según una antiquísima tradición, era compañero y amanuense de Pedro. Alude con frecuencia, como testigo ocular, a los sermones y a los hechos de Jesús 97.

Doctrina de la 1 Pe.
Aunque la epístola se propone como finalidad esencial el exhortar y atestiguar 98, contiene, sin embargo, una gran riqueza doctrinal. Es importante observar que la 1 Pe recuerda frecuentemente las expresiones y los puntos doctrinales de los discursos de Pedro, que nos han sido transmitidos por los Hechos de los Apóstoles . Sin embargo, la enseñanza cristiana de la epístola ya no pertenece al estadio arcaico de la predicación apostólica.
Las principales ideas doctrinales de la epístola son las siguientes:
Dios es considerado como sabio 100, misericordioso 101, santo 102, padre 103, fiel104, juez universal y justo 105, creador 106, poderoso 107 y salvador108. El misterio de la Santísima Trinidad es profesado con bastante claridad 109.
Cristo es llamado Señor en diversos lugares 110. Lo considera como preexistente m, puesto que iluminaba a los profetas antiguos 112. San Pedro aplica a Cristo todo cuanto en el Antiguo Testamento es dicho de Yahvé 113. Jesucristo, siendo totalmente inocente 114, padeció y se sacrificó por nosotros 115. Sus sufrimientos y su muerte, que nos han de servir de modelos 116, han expiado por todos los pecados de los hombres 117. Después que Cristo murió en la cruz, fue a anunciar la salvación a los espíritus de los justos prisioneros en los infiernos 118. Resucitó 119, subió al cielo y está a la diestra de Dios 12°. Al final de los tiempos tendrá lugar la parusía de Cristo para juzgar a los vivos y a los muertos 121.
El hombre era pecador 122, pero había sido predestinado a la santidad 123. Por eso fue regenerado por Cristo mediante la fe 124, la sumisión a Dios 125 y el bautismo 126. El bautismo fue prefigurado por las aguas salvadoras del diluvio 127. El Espíritu nos regeneró y nos santificó 128. Por este motivo, el hombre puede esperar una vida bienaventurada en el cielo 129. Pero para obtenerla ha de despojarse de todos sus vicios y pecados 130, luchar contra el demonio 131 practicar la candad fraterna 132, imitar la santidad de Dios 133 y unirse a Jesucristo para dar a Dios el verdadero culto 134.
La Iglesia, o mejor, la doctrina eclesiológica, tiene mucha importancia en la I Pe. Los cristianos son entre sí hermanos 135 y miembros de Cristo 136. Constituyen un edificio viviente, cuyas piedras son ellos mismos, y la base, Jesucristo 137. Los cristianos han venido a formar el verdadero pueblo de Dios 138. Cristo los gobierna como supremo pastor 139. Los pastores visibles son los apóstoles y los presbíteros, los cuales han de mostrarse en su gobierno vigilantes, desinteresados, celosos, amables, ejemplares 140.

División de la 1 Pe.
Siendo nuestra epístola casi en su totalidad par enética o exhortativa, resulta difícil hacer una división perfecta. Si exceptuamos la introducción 141 y la conclusión 142, lo demás es una continuación ininterrumpida de exhortaciones morales, estrechamente asociadas a consideraciones doctrinales que las justifican. La preocupación dominante de la epístola es la vida cristiana como fuente de valor y de esperanza.
1) Encabezamiento (1:1-2).
2) Acción de gracias por la regeneración bautismal (1:3-12).
a) La salud de los cristianos (1:3-9).
b) La esperanza de los profetas (1:10-12).
3) Exhortación a la santidad (1:13-2:10).
a) Exhortación a la vigilancia (1:13-21).
b) A la caridad (1:22-25).
c) A la simplicidad (2:1-3).
d) El nuevo sacerdocio (2:4-10).
4) Diversas obligaciones de los cristianos (2:11-3:17).
a) El buen ejemplo entre los paganos (2:11-12).
b) Sumisión a las autoridades (2:13-17).
c) Deberes de los siervos respecto de sus señores (2:18-25).
d) Deberes mutuos de los esposos (3:1-?)·
e) Deberes de candad fraterna (3:8-12).
f) Comportamiento cristiano en el sufrimiento (s.^-1?)·
5) La resurrección y el descenso a los infiernos (3:18-4:6).
6) Proximidad de la parusía (4:7-1 1).
7) Síntesis de la epístola (4:12-19).
8) Advertencias a los diversos miembros de la comunidad (5:1-11).
a) Advertencias a los presbíteros (5:1-4).
b) Advertencias a los fieles (5:5-11).
9) Últimos avisos y saludos (5:12-14).



Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

I Pedro 3,1-22

Capitulo 3.

Deberes Mutuos de los Esposos, 3:1-7.
1 Asimismo, vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que, si alguno se muestra rebelde a la palabra, sea ganado sin palabras por la conducta de su mujer, 2 considerando vuestro respetuoso y honesto comportamiento. 3 Y vuestro ornato no ha de ser el exterior del rizado de los cabellos, del ataviarse con joyas de oro o el de la compostura de los vestidos, 4 sino el oculto en el corazón, que consiste en la incorrupción de un espíritu manso y tranquilo; ésa es la hermosura en la presencia de Dios. 5 Así es como en otro tiempo se adornaban las santas mujeres que esperaban en Dios, obedientes a sus maridos. 6 Como Sara, cuyas hijas habéis venido a ser vosotras, obedecía a Abraham y le llamaba señor, obrando el bien sin intimidación alguna. 7 Igualmente vosotros, maridos, tratadlas con discreción, como a vaso más frágil, honrándolas como a coherederas de la gracia de vida, para que nada impida vuestras oraciones.

El apóstol se preocupa también de la moral familiar. Quiere que la conducta de los esposos sea irreprensible. De este modo la buena conducta de la esposa podrá ganar al esposo que se muestra rebelde a la predicación evangélica. San Pedro supone que un cierto número de mujeres convertidas tenían maridos que eran todavía paganos y conservaban los prejuicios de los ambientes gentílicos contra el cristianismo. El apóstol quiere que traten de ganarlos a la fe mediante una vida santa y ejemplar! El ejemplo arrastra más que las palabras y las exhortaciones. Recuérdese si no el ejemplo de Santa Mónica, de la cual dice su hijo San Agustín: Sategit eum (maritum) lucrar i tibí loquens te illi moribus suis 2; y de tantas otras esposas cristianas que mediante una vida intachable lograron ganar sus esposos para Dios. La mujer ocupa ya en el cristianismo primitivo un puesto realmente preeminente, como no se conocía hasta entonces 3.
San Pedro recomienda a las esposas cristianas la sujeción amorosa, el espíritu de apostolado, la conducta casta y timorata, trazando de este modo las líneas fundamentales de la moral familiar 4.
También San Pablo inculca, en varias de sus epístolas 5, los deberes de los esposos cristianos. Sin embargo, San Pedro no se plantea el problema de la separación de los esposos en el caso de que constituyan un peligro para la fe del otro cónyuge 6, sino que se fija únicamente en los métodos suaves. Tal vez su propia experiencia7 le había enseñado el peligro de los medios violentos.
Pedro subraya la necesidad de la modestia en los adornos de la mujer cristiana. Con este motivo, el autor sagrado recuerda que las mujeres cristianas no han de complacerse en los refinamientos de la moda de entonces: no han de preocuparse por el rizado de los cabellos, ni por los adornos de oro puestos en la cabeza, en el cuello, en los brazos, en los dedos y hasta en las piernas; ni tampoco por los vestidos elegantes y bien ajustados (v.3). Ya Isaías flagelaba la poca modestia de las mujeres israelitas en la exhibición de sus adornos 8. El adorno que conviene sobre todo a la esposa cristiana es la belleza interior del carácter, que se manifiesta en una disposición no presuntuosa, sino serena (v.4), que agrada a Dios y a los hombres 9. Al adorno exterior y aparente opone San Pedro la hermosura interior, la realidad misma. La dulzura y la modestia son el más bello adorno de la mujer cristiana y contribuyen a la paz y al buen orden de la familia 10. Dios, que ve los corazones H y no juzga según las apariencias 12, considera de gran valor la vida abnegada y callada de la mujer cristiana 13.
El adorno interior es algo incorruptible y de inestimable precio delante de Dios. Con él fueron adornadas muchas mujeres del Antiguo Testamento, que son propuestas por Pedro como ejemplo a las esposas cristianas. Antiguamente, las mujeres santas practicaron la sumisión y la obediencia a sus maridos ayudadas y sostenidas por el pensamiento de agradar a Dios. Así lo hizo Sara, la cual llamaba a Abraham señor 14. Este título con el que la esposa hebrea se dirigía ordinariamente a su marido, en un matrimonio modelo, como el de Abraham y Sara, no era una pura fórmula, sino la expresión de la sumisión al marido, que ha de ser la virtud fundamental de la esposa cristiana.
La verdadera descendencia de Abraham y de Sara son los cristianos 15. Pero éstos no merecerán ser considerados hijos de Sara si no imitan sus virtudes 16, obrando el bien sin intimidación alguna (v.6). El autor sagrado debe de pensar, sin duda, en las amenazas con las que un marido pagano podía intimidar a su mujer 17. En la prueba, la mujer cristiana no ha de inquietarse por nada 18, antes bien ha de conservar la serenidad, preocupándose únicamente por hacer el bien y agradar a Dios.
Por lo que se refiere a los mandos, San Pedro les aconseja que cohabiten con sus esposas sabiamente (êáôÜ ãíþóéí), ï sea según las reglas de la sabiduría, de la prudencia y de la honestidad cristianas. Han de condescender con la natural debilidad física de las mujeres, tratándolas con respeto, con el honor debido a la compañera de la vida, y no como a simple objeto de placer (v.7). Porque también las mujeres son coherederas de la gracia de vida, es decir, del don gratuito de la fe y de la vida de la gracia. Cristo, al llamar a todos los hombres a la vida de la gracia y de la gloria, no ha hecho distinción alguna entre ambos sexos. Por eso, en el orden de la gracia, la mujer es igual, e incluso puede ser superior, al hombre, porque participa de la misma fe, de los mismos sacramentos y tiene derecho a la misma herencia. De este modo, la mujer es ennoblecida, preparando así su justa emancipación en el cuadro respetado de la autoridad marital. Es necesario respetar la paz y la moral familiar para que Dios escuche las oraciones de los esposos. Si falta la cohabitación comprensiva de los casados, faltará la moral familiar; y sin ésta, las oraciones perderán su eficacia 19.
La situación que el autor sagrado tiene ante la vista no es ya la de los maridos paganos (v.1-3), sino la de los esposos cristianos. La exhortación dirigida a éstos parece indicar que normalmente tenían esposas cristianas.
De los deberes de los cónyuges también trata San Pablo en varias de sus cartas 20.



Deberes de caridad fraterna, 3:8-12.
8 Finalmente, todos tengan un mismo sentir, sean compasivos, fraternales, misericordiosos, humildes, 9 no devolviendo mal por mal, ni ultraje por ultraje; al contrario, bendiciendo, que para esto hemos sido llamados, para ser herederos de la bendición: 10 Pues quien quisiere amar la vida y ver días dichosos, cohiba su lengua del mal y sus labios de haber engañado. 11 Apártese del mal y obre el bien, busque la paz y sígala, 12 que los ojos del Señor miran a los justos, y sus oídos a sus oraciones, pero el rostro del Señor está contra los que obran el mal.

Estas instrucciones van dirigidas a todos los cristianos. Todos deben inspirar su conducta en el Evangelio. Han de tener todos un mismo sentir (Vulgata: unánimes), es decir, un solo corazón y una sola alma, como hacían los primeros cristianos 21. Han de ser compasivos, estando dispuestos a participar de las penas y de las alegrías ajenas 22; fraternales con los miembros de la Iglesia 23, misericordiosos 24 y humildes en sus relaciones con los demás 25.
San Pablo también habla de las características de la caridad en la 1Co_13:4-7. Los cristianos han de practicar la caridad con todos los hombres, incluso con los enemigos y calumniadores. Por eso, en lugar de volver mal por mal, hay que desear el bien a nuestros enemigos. Tal fue la consigna que Jesús dio a sus seguidores: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. 26 Para ejercitar esta caridad heroica fueron llamados los cristianos, a fin que, perdonando y bendiciendo, obtengan como herencia la bendición del Padre celestial. El que ha sido llamado misericordiosamente a recibir una bendición, no debe maldecir, sino hacer bien a los que le maldigan.
En los v.10-12 el autor sagrado aduce el motivo por el cual los cristianos han de llevar a la práctica las recomendaciones de los versículos precedentes. Una cita del Sal_34:13-17 (según los LXX) recuerda a los fieles que una vida santa es el mejor título para que el Señor les escuche y los bendiga. Dios no se olvida del hombre que gobierna su lengua y obra el bien, sino que le concederá una vida pacífica y dichosa, y escuchará sus plegarias. En el salmo 34 se habla de la vida terrena; pero San Pedro aplica las palabras del salmista a la vida eterna, sublimándolas a la esfera de lo celeste.



Comportamiento del cristiano en el sufrimiento,Sal_3:13-17.
13 ¿Y quién os hará mal si fuereis celosos promovedores del bien? l4 Y si, con todo, padeciereis por la justicia, bienaventurados vosotros. No los temáis ni os turbéis, 15 antes glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; 16 pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; 17 que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.

Los que obran el bien pueden contar con la protección divina y todo lo que sufran por la fe les será recompensado con creces 27. De ahí que los promotores del bien no deben temer a nadie: ni a Dios ni a los hombres. Porque para quien ama a Dios todo coopera al bien. 28 Õ si los cristianos tienen que sufrir persecución por la virtud o por la religión que han abrazado, han de considerarse dichosos, porque entonces entran a formar parte de aquellos a los cuales pertenece el reino de los cielos. 29 Así lo ha prometido Jesús en el sermón de la Montaña y lo han repetido los apóstoles 30.
Aunque los destinatarios de la 1 Pe viven en medio de un mundo pagano y están expuestos a las calumnias 31, nada hay en la epístola que indique que ya nos encontramos en la época de las persecuciones.
San Pedro exhorta a los fieles a no temer a los perseguidores con los mismos términos que Yahvé dirigiera al profeta Isaías para animarlo a no temer las amenazas del rey Ajaz y del pueblo israelita 32. También Jesucristo recomendaba a sus discípulos: No se turbe vuestro corazón ni se intimide 33. El cristiano no ha de temer, sino más bien santificar y glorificar en su corazón a Cristo Señor (v.15), tributándole un culto interno y sincero. Esto nos recuerda la primera petición del Padrenuestro: santificado sea tu nombre. 34 En la cita que hace San Pedro de Isa_8:7-13 se atribuye a Cristo el título de Señor (êýñéïò en los LXX), que es dado en el texto del profeta a Yahvé. De este modo, el apóstol sitúa en el mismo plano de la divinidad a Yahvé y a Jesucristo, reconociendo claramente la divinidad de este último.
A continuación, Pedro exhorta a los fieles al estudio de la doctrina cristiana para que puedan defenderla tanto ante oyentes benévolos como ante adversarios. La mejor manera de estar prontos para justificar su fe es viviendo esa fe. Porque los fieles que viven su fe están siempre dispuestos a defenderla en todas partes, incluso ante los tribunales 35, y, si es necesario, con su propia sangre. San Pedro gusta hablar de la esperanza cristiana, caracterizando la fe o la religión como esperanza 36. Jesucristo había prometido a sus discípulos una asistencia especial del Espíritu Santo para que pudieran responder como convenía ante los tribunales 37. Sostenidos por la gracia del Espíritu Santo, los cristianos han de estar siempre prontos a comparecer ante los jueces e incluso a dar razón de su fe ante cualquiera que les pida razón de ella. Pero a condición de que se comporten en su defensa con mansedumbre y respeto, sin altanería y autosuficiencia 38. Sin embargo, han de hacerlo con plena conciencia de que dicen la verdad. De este modo, su conducta recta y su perfecta inocencia constituirán la respuesta victoriosa a las calumnias formuladas contra los cristianos (v.16). Llegarán a convencerse de que eran mentiras las calumnias lanzadas contra los fieles.
Las Actas de los mártires están llenas de respuestas sencillas y conmovedoras, pero francas y categóricas, hechas por personas sin ninguna instrucción pero firmemente persuadidas de su fe 39.
El sufrimiento tiene en el cristiano un valor y un sentido que no tiene en el impío. La justicia divina y humana exigen que el delito sea expiado. Pero los cristianos deben estar dispuestos a sufrir incluso sin culpa (v.17), imitando a Jesús, nuestro modelo (v. 18-22). Porque la resignación a la voluntad divina hacen fácil y meritorio el sufrimiento soportado, incluso injustamente, por amor de Dios.




La Resurrección de Cristo y su Descenso a los Infiernos, 3:18-4:6.
S an Pedro continúa exponiendo la idea del sufrimiento y de su sentido salvador en Jesucristo. La mención que hace de la muerte y resurrección de Cristo le lleva a una digresión dogmática sobre el descenso de Jesús a los infiernos (v.18), sobre el sentido típico del diluvio (v.20), sobre la ascensión de Cristo y la subordinación a El de todos los espíritus, tanto buenos como malos (v.22). Esta digresión dogmática dará motivo al apóstol para una nueva exhortación a la imitación de Jesucristo (4:1).

18 Porque también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu 19 y en él fue a pregonar a los espíritus que estaban en la prisión, 20 incrédulos en otro tiempo, cuando en los días de Noé los esperaba la paciencia de Dios, mientras se fabricaba el arca, en la cual pocos, esto es, ocho personas, se salvaron por el agua. 21 Esta os salva ahora a vosotros, como antitipo, en el bautismo, no quitando la suciedad de la carne, sino demandando a Dios una buena conciencia por la resurrección de Jesucristo, 22 que, una vez sometidos a El los ángeles, las potestades y las virtudes, subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios. 21 Puesto que Cristo padeció en la carne, armaos también del mismo pensamiento de que quien padeció en la carne ha roto con el pecado, 2 para vivir el resto del tiempo no en codicias humanas, sino en la voluntad de Dios. 3 Basta ya de hacer, como en otro tiempo, la voluntad de los gentiles, viviendo en desenfreno, en liviandades, en crápula, en comilonas y embriagueces y en abominables idolatrías. 4 Ahora, extrañados de que no concurráis a su desenfrenada liviandad, os insultan; 5 pero tendrán que dar cuenta al que está pronto para juzgar a vivos y a muertos. 6 Que por esto fue anunciado el Evangelio a los muertos, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en el espíritu según Dios.

En los í.18-22 aduce el autor sagrado el ejemplo de Cristo, el cual, siendo inocente, ha padecido y ha muerto para expiar por nuestros pecados40. La pasión y muerte de Cristo han de servir de estímulo a los cristianos cuando sean perseguidos injustamente. Jesucristo murió una vez por los pecados (v.18) de los hombres, para dar a Dios, ofendido, la satisfacción conveniente. El sacrificio de Jesucristo es único, porque es perfecto y de valor infinito, a diferencia de los sacrificios antiguos, que por su imperfección debían ser repetidos. El Nuevo Testamento insiste en esta unicidad de la muerte y de la resurrección de Cristo41. La razón de esta insistencia se ha de buscar en la idea de que el sacrificio de Cristo era absolutamente suficiente, en oposición a la insuficiencia de los sacrificios del Antiguo Testamento, que necesitaban repetirse continuamente.
San Pedro llama a Jesús el justo. Es una apelación que los cristianos adoptaron probablemente bajo la influencia de Isa_53:11 ya desde los primeros años de la Iglesia42.
El efecto de la muerte redentora del Señor fue el llevarnos a Dios (Vulgata: ut nos offerret Deo), es decir, acercarnos a Dios, del cual nos habíamos alejado por el pecado43. Cristo murió en su carne mortal sobre el madero de la cruz, pero resucitó glorioso cuando su alma glorificada se unió a su cuerpo, al cual comunicó la gloria de que ella estaba inundada44. En esa misma alma45 humana, ya gloriosa, unida a la divinidad, pero separada del cuerpo muerto, que todavía seguía en el sepulcro, Cristo descendió a los infiernos a predicar la buena nueva de su resurrección.
El texto griego, en lugar de infierno, tiene öõëáêÞ = cárcel. Esta cárcel era llamada seol por los hebreos, es decir, un lugar tenebroso adonde iban las almas de todos, buenos y malos, después de la muerte. Posteriormente, la teología rabínica distinguió en el seol dos partes: una estaba reservada a los condenados, para los cuales no había esperanza de redención; la otra estaba destinada a los justos que esperaban la venida del Redentor, y era llamada limbo o seno de Abraham. Sería a esta segunda parte a la que descendió Cristo inmediatamente después de su muerte y antes de su resurrección para anunciar a los justos la liberación (v.19)·
El sentido del verbo griego êçñýóóåé í = predicar, es indicado por el contexto general, que trata de la misericordia de Dios y de los efectos de la redención. La predicación tuvo que ser, por lo tanto, el anuncio de una buena nueva. La hipótesis de una predicación condenatoria estaría en contra del espíritu del pasaje. Además, êçñýóóåév, en el Nuevo Testamento, se emplea siempre para designar la predicación de una buena nueva. Es aquí, por consiguiente, el equivalente de åýáããåëßæåó3áé46.
Los espíritus que estaban en la prisión son las almas de los justos, muertos antes de la venida de Cristo al mundo. Hay bastantes autores, sobre todo de tendencia racionalista47, que ven en esos espíritus a los ángeles caídos, que el Libro de Henoc identifica con los hijos de Dios de que nos habla el libro del Génesis48. Sin embargo, parece mucho más probable que aquí se trata de las almas separadas de los difuntos y no de los ángeles caídos, pues en el v.20 se dice que esos espíritus son los incrédulos cuando se fabricaba el arca en tiempo de Noé. Ahora bien, a los ángeles caídos no se predicó 49, pues su caída es anterior a la fabricación del arca.
Entre los habitantes del seno de Abraham, a los cuales también Cristo predicó la buena nueva, el apóstol distingue especialmente a los contemporáneos de Noé (v.20), no para excluir a los demás, sino para mejor hacer resaltar la eficacia de la muerte redentora de Jesús, que alcanzó incluso a aquellos que en otro tiempo fueron considerados como grandes pecadores y provocaron la mayor catástrofe, o sea el mayor castigo de Dios sobre el mundo. Se trata de los contemporáneos de Noé, que primeramente, es decir, cuando Noé fabricaba el arca, habían sido incrédulos a sus exhortaciones al arrepentimiento y a la penitencia cuando la paciencia de Dios esperaba su conversión (v.20) Pero después, cuando se desencadenó el diluvio que confirmaba las palabras de Noé, al ver que no tenían ninguna posibilidad de librarse, se arrepintieron, y antes de morir pidieron a Dios perdón, y lo obtuvieron, aceptando la muerte como expiación por sus pecados 50.
La imagen del arca transportada por las aguas, en la cual se salvó Noé y su familia, sugiere a San Pedro un paralelismo con el bautismo cristiano, que salva al neófito pasando por el agua. El agua que fue motivo de ruina para muchos, fue al mismo tiempo el medio que Dios empleó para salvar a Noé y a los suyos. En el agua del diluvio ve el apóstol un tipo del agua del bautismo, que salva a los que la reciben. El pensamiento del autor sagrado se precisará más en el v.21.




Descenso de Cristo a los Infiernos.
El hecho del descenso de Cristo a los infiernos es un dogma de fe que se encuentra en los símbolos 51 y es enseñado por la Iglesia Ortodoxa.
La tradición eclesiástica ha visto siempre en el texto de la 1Pe_3:19-20 la enseñanza de este dogma. Cristo habría descendido al infierno en el triduo posterior a su muerte y antes de resucitar. Los intérpretes cristianos más antiguos entienden por infierno (öõëáêÞ = cárcel) aquella parte del seol en donde se encontraban las almas de los justos del Antiguo Testamento, llamada en el Nuevo Testamento seno de Abraham53 y, posteriormente, limbo de los santos padres 54. San Agustín, sin embargo, dio una explicación más bien espiritual del descenso de Cristo a los infiernos. Según este Padre, Cristo preexistente in spiritu habría intervenido por intermedio de Noé para predicar a los contemporáneos del diluvio la verdad que los había de librar de la prisión, o sea de las tinieblas de la ignorancia y del pecado 55. Esta opinión de San Agustín influyó de manera decisiva sobre los escritores de la Iglesia latina. La Iglesia oriental, por el contrario, continuó viendo en el texto de la 1 Pe la enseñanza del descenso de Cristo al infierno 57. El cardenal Cayetano fue el primero en oponerse a la opinión de San Agustín, enseñando que Cristo, con su alma separada del cuerpo, descendió a los infiernos, en el triduo anterior a su resurrección, para anunciar a las almas de los contemporáneos de Noé, arrepentidos antes de morir, el mensaje de su liberación. Esta explicación fue adoptada y divulgada por San Roberto Belarmino, convirtiéndose en la sentencia común entre los teólogos católicos modernos 58. Por eso, dice G. Philips: De todas las disertaciones de la teología católica, se deduce claramente que el alma de Cristo, separada de su cuerpo, pero siempre unida a su persona divina, descendió a los infiernos como verdadero triunfador, no para predicar una salud tardía y suprema, sino para abrir a los justos reunidos en el seno de Abraham el acceso a la felicidad del cielo. De este modo, el descenso al reino de los muertos constituye un complemento real de la redención. Es la aplicación de los méritos del sacrificio expiatorio a todos aquellos que ya se encontraban preparados para gozar de ellos inmediatamente, es decir, todos los elegidos del Antiguo Testamento.59
Toda la tradición cristiana pone de relieve, de un modo muy especial, el carácter salvífico y misericordioso del descenso de Cristo a los infiernos. No descendió para intimar a los malvados la condenación eterna, sino más bien para anunciar a los justos del Antiguo Testamento la buena nueva de la liberación. No fue a llevarles, como piensan algunos (Petavio, Tobac), los dones del Espíritu Santo, que dan acceso al cielo y que no poseían los justos del Antiguo Testamento. Porque, según la opinión más común entre los teólogos, los justos del Antiguo Testamento eran ya hijos adoptivos de Dios y poseían la gracia santificante, aunque en modo menos abundante que en el Nuevo Testamento60. Tampoco es admisible la opinión de algunos autores, que ven en la expresión åí ö êáé el nombre de ¸íþ÷ (J. Cramer, Rendel-Harris); y atribuyen a Henoc el descenso a los infiernos. Por todo el contexto se ve claramente que el sujeto es Cristo y no Henoc61. Para otros autores, Cristo habría ido al infierno a predicar la conversión a los condenados. Con este motivo, Jesucristo habría cumplido la apocatastasis, o sea la restauración de todo, llevando consigo al cielo a todos, buenos y malos. En el infierno sólo habrían quedado los demonios 62. Esta teoría antigua está condenada.
En el v.21 de la 1 Pe el autor sagrado precisa más su pensamiento. Las ocho personas que fueron salvadas por medio del agua del diluvio son una figura de los que son salvados por medio del agua del bautismo. Como en tiempo de Noé no hubo salvación fuera del arca, así fuera de la Iglesia tampoco hay salvación. Pero en el caso del diluvio se trata de la salvación de la vida física; en el bautismo se trata de la vida sobrenatural de la gracia. El agua del diluvio, que permitió a algunas personas salvarse, simboliza la economía de la Antigua Ley, cuyas prescripciones rituales sólo conferían una purificación puramente exterior y carnal. El bautismo cristiano, en cambio, obtiene la regeneración del alma. El rito mismo del bautismo es una petición el mismo neófito la formulaba en el momento de bautizarse hecha a Dios para obtener una buena conciencia, libre de todo pecado 63. Su eficacia proviene de la resurrección de Jesucristo, con quien los cristianos fueron sepultados en el bautismo y han resucitado a una nueva vida 64. Cristo resucitó dice San Pablo para nuestra justificación.65 Además, la vida que recibe el cristiano en el bautismo es una participación de aquella vida que tuvo Cristo después de su resurrección.
El bautismo cristiano es el antitipo del agua del diluvio, que era el túttos imperfecto en el Antiguo Testamento de la nueva realidad del bautismo de Cristo. El agua del diluvio prefiguraba de una manera imperfecta el bautismo en la economía actual de la salvación 66.
El apóstol, después de haber hablado de los diversos aspectos de la redención de Cristo (v. 18.19.21), termina describiendo su glorificación definitiva, que comprende la ascensión, la sesión a la diestra de Dios y la sujeción de los espíritus celestes. San Pablo, en su epístola a los Efesios 67, tiene un texto paralelo, que algunos autores consideran como la fuente del pasaje de San Pedro. Sin embargo, la dependencia es muy dudosa. Es mejor pensar que ambos apóstoles se inspiran en la catequesis primitiva y en el símbolo de la fe cristiana, en donde se encuentran frecuentemente las mismas alusiones68. San Pedro enseña que Cristo glorificado es superior a todas las jerarquías angélicas, comprendidas incluso las de los ángeles caídos. El es Señor universal de todas las criaturas 69.

1 Cf. 1Co_7:135. 2 Cf. San Agustín, Confesiones 9:9:19: PL 32:772. 3 Cf. F. Blanke-f. J. Leenhardt, Die Stellung der Frau im í. T. und in der alten Kir-che (Zürich 1949); P. Ketter, Cristo y la Mujer (Madrid 1945). 4 De Ambroggi, o.c. p.126. 5 Cf. Efe_5:22-24; 1Ti_2:9-15; Tit_2:4-5. 6 1Co_7:12-17. 7 Mat_26:3335.518. 8 Isa_3:18-24; cf. 1Ti_2:9-10. Véase también Testamento de los XII Patriarcas: Rubén 5:5; Juvenal, Sátiras 6:487-507. 9 El griego del comienzo del v.4, dice (lit): el hombre oculto del corazón, es decir, la vida interior que adorna la virtud. La expresión hombre oculto del corazón corresponde a la frase paulina hombre interior (Rom_7:22s). 10 M. Sales, o.c. p-543. 11 Rom 8:27; 1Co_4:5. 12 1Sa_16:7. 13 Me 14:3. 14 Gen_18:12 : 'adonai = señor mío. 15 Gáls,7ss. 16 Jn8:39- 17 Cf. San Justino, Apología II 2; Tertuliano, Ad uxorem 2:5. 18 Cf. Pro_3:25. 19 1Co_7:5. 20 Rom_7:2-3; 1Co_7:1-15; Efe_5:22-33; Col_3:18-19; 1Ti_2:9-12; Tit_2:3-5. 21 Hec_4:32; cf. Jua_17:21-23; Rom_12:16. 22 Rom 12:15; 1Co_12:26. 23 1Pe_1:22; cf. Jua_13:34; Rom_13:8. 24 La expresión griega significa tener buen corazón; cf. Efe_4:32. La Vulgata añade: modesti, que no se encuentra en el griego. 25 Humilde, en el griego literario, tiene ordinariamente el sentido peyorativo de abyecto, despreciable, etc. En cambio, San Pedro da a estos términos un sentido mucho más elevado, les da un sentido cristiano. 26 Mat_5:44; Lev_6:28; cf. Rom_12:14; 1Co_4:125. 27 Mat_5:10-12. 28 Rom g,28. 29 Mat_5:10. A propósito de ésta y otras bienaventuranzas que se encuentran en el í. Ô., cf. S. Bartina, Los macarismos del Nuevo Testamento: EstEcl 34 (1960) 57-88. 30 Mat_5:10-12; Rom_8:18; Stg_1:12. 31 1Pe_2:12.15. 32 is 8,12s. 33Jn_1:14 :27; cf. Mat_10:28; Rom_8:18. En la Patrología orientalis (Rom_19:5755) se cita cierto Agraphon, en el cual dice Jesús a Juan: Si de crimine aliquo quispiam homo te arguat falso, magis etiam magisque Deo gratias age; in libro enim vitae tuae calumnia eius adiungetur meritis tuis teipso ne cogitante quidem. 34 Mat_6:9; Lev_11:2. 35 Las expresiones áðïëïãßá = respuesta, justificación, y áßôåÀí ëüãïí = pedir razón, se emplean principalmente tratándose de procesos ante tribunales. 36 1Pe_1:3.13.21; 1Pe_3:5.15. 37 Mat_10:19; Le 12,lis. 38 San Pedro sabía, por la experiencia amarga de su negación de Cristo (Mar_14:29-31. 66-72), a dónde puede llevar la presunción. Por eso exhorta a dar razón de su fe con dulzura y temor. 39 De Ambroggi, o.c. p.131; F. Ogara: 40 17 (1937) 161-165. 41 Pe 2:21; cf. Ley 5:7; 6:23; 14:19. 42 Cf. Hec_3:14; Hec_7:52; 43 22:14. 44 Rom_1:4; 1Ti_3:16; Heb_9:14. Pero parece más probable entenderlo en el sentido de alma. En este caso se explicará más fácilmente el pasaje en el que se habla del descenso de Cristo a los infiernos (v.19-20). 45 La expresión åí ö es entendida por algunos autores en sentido adverbial, y traducida: porque (Boatti), o bien en efecto, por consiguiente (cf. 1Pe_4:4). Sin embargo, el contexto y el sentido obvio exige que sea unida con el ðíåøìáôé que precede. Cf. De Ambroggi, o.c. p.133. 46 A propósito del descenso de Cristo a los infiernos, véanse Tomás, Suma Teológica 3 q.52; K. Gachwind, Ole Niederfahrt Christi in die Unterwelt: Ntl. Abh. (Münster in W. 1911); A. Vitti, Descensus Christi ad inferos: VD 7 (1927) 111-118.138-144.171-181; J. chaine, Deséente du Christ dans l'enfer (1Pe_3:19)'· DBS 2 (1934) 418-428; Tricot." DTC 12 (1935) 1767-71- 47 F. Spitta, Christi Predigt an die Geister (Gottingen 1890) y otros, como R. Knopf, F. Hauck, B. Reicke, K. Gachwind, J. Jeremías, E. G. Selwyn. 48 Gen 6:2s. 49 El Libro de Henoc 13,iss, dice que a los ángeles caídos se les conminó únicamente la sentencia condenatoria. En cambio, por la 2Pe_2:5 vemos que existía la tradición de una predicación de Noé a sus contemporáneos. 50 El adverbio ðüôå, que la Vulgata traduce por aliquando, podría también traducirse por prius ( == primeramente), contrapuesto a un postea (= más tarde) sobrentendido. Els entido ería: primeramente fueron incrédulos; más tarde, poco antes de morir, creyeron y se arrepintieron. Cf. De Ambroggi, o.c. p.134. 51 D6. 52 0429. 53 Lev_16:22-23. 54 Así lo entienden.el Pastor de Hermas, Sim. 9:16; Clem. Alej. Strom. 5:1:5: PL 9:268; San Atanasio, Ad Epictetum; PG 26:1050; San Hilario, In Psalmum 118: PL 9:5725; San Epifanio, Haer. 20: PG 41:275; Rufino, Comment. in Symbol 28: PL 21:364; San Jerónimo, In Isaiam 54:9:10: PL 24:540. 55 Epist. 164 ad Evodiwn: PL 33:709-713. 56 Cf. San Beda Ven.: PL 93:58; Glossa: PL 114:686; Tomás, Suma Teol 3 q.52 a.2 ad 3. 57 Cf. San J. Damasceno, Deflde orthodoxa 3:29: PG 94:1101; Ecumenio: PG 119:557; Teofilacto: PG 125:1232. 58 Baste con ver J. Chaine, Descente du Christ dans l'enfer: DBS 2:415-423; A. M. vit-ti, Descensus Christi ad inferas: VD 7 (1927) p.n6; De Ambroggi, o.c. ñ.é 59 La deséente du Christ aux enfers: Rev. Eccl. de Liége (1932-1933) 286. 60 Cf. P. Bonnetain, Grdce: DBS 2:701-1319; G. Philips sigue la opinión de Petavio V Tobac: ver G. philips, La gráce des justes dans l'A. T.: EThL 24 (1948) 23-58. 61 Cf. A. M. Vitti, Descensus Christi ad inferas iuxta apocryphos: VD 7 (1927) 138-144. 62 Así San Cirilo Alej., Hom. Pasch. 7: PG 72:552. 63 Cf. E. M. Boismard, Une liturgie baptismale dans la i Pe: RB 63 (1956) 182-208. 64 Rom_6:3-11. 65 Rom_4:25. 66 Rom_5:14; 1Co_10:6. El descenso de Cristo a los infiernos tiene una gran importancia en la tipología bautismal, pues la tradición cristiana posterior ve en el bautismo una prefiguración de la bajada de Cristo a los infiernos. Cf. P. Lundberg, La typologie baptismale dans l'ancienne église (Upsala 1942) p.64-74; O. rouseau, La deséente aux enfers fondement soté-riologique du baptéme chrétien: RSR 40 (1951-52) 273-297. 67 Efe_1:20-22. 68 Cf. Col_1:18; Col_2:10. 69 Flp_2:10. Respecto de la ascensión, véase V. Larrañaga, La ascensión de N. Señor en el í, Ô. (Roma 1938). La frase de la Vulgata: Deglutiens mortem ut vitae aeternae heredes efficeremur, falta en los cód. griegos y en algunos latinos. Se lee en San Agustín y en Dídimo. Es una glosa de origen latino.