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Segunda Epístola de San Pedro.
Introducción.
Autenticidad y Canonicidad de la Carta.
No hay duda que la epístola se presenta como una carta del apóstol San Pedro. El autor se identifica claramente, llamándose Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo 1. Se considera testimonio de la transfiguración sobre el Tabor 2; recuerda la predicción de su muerte hecha por Cristo 3. Afirma haber escrito anteriormente una carta a sus lectores4, aludiendo indudablemente a la primera epístola de San Pedro. Y habla de San Pablo, presentándolo como su colega en el apostolado 5.
Por otra parte, del examen interno de la epístola parece deducirse que la carta pertenece a la última época de la edad apostólica. A veces el autor parece hablar de los apóstoles como si no formara parte de ellos6. La primera generación cristiana parece ya haber desaparecido, los padres han muerto 7. Ya se había llegado a formar una colección, aunque tal vez incompleta, de las epístolas de San Pablo 8. La parusía ya no se presenta tan inminente como en la primera epístola de Pedro 9, pues algunos se extrañan que no haya llegado 10. La diversidad de estilo, de vocabulario y preocupaciones de cada una de las dos epístolas parecen reflejar dos ambientes y dos épocas diversas.
Teniendo en cuenta estas divergencias y las razones que parecen abogar por una época de composición un tanto tardía, no es de extrañar que, ya desde la antigüedad, los escritores se hayan preguntado si ambas cartas habrían sido escritas por un mismo autor.
El origen apostólico de la 2 Pe es difícil de probarlo históricamente por deficiencia de la tradición antigua de la Iglesia y por las razones arriba indicadas. Falta en el Fragmento Muratoriano (hacia 150); la Iglesia siríaca no la recibió hasta el siglo VI. La tradición patrística no nos habla de la autenticidad petrina de esta epístola hasta el siglo ni. Tertuliano (c. a.240) no la cita, ni San Cipriano (f 248). Orígenes (f 255) es el primer escritor eclesiástico que la cita, el cual, aunque personalmente cree que la epístola es de San Pedro n, confiesa que se discutía su autenticidad petrina 12. Eusebio de Cesárea (f 340) la coloca entre el número de los escritos antilegómena, es decir, entre los libros cuya autenticidad era discutida; y él personalmente no la considera como canónica 13.
San Jerónimo (f 420), haciéndose eco de estas dudas, escribía a principios del siglo IV: (Pedro) escribió dos epístolas que son llamadas católicas, la segunda de las cuales muchos niegan que sea de él a causa de la diversidad de estilo con la primera.15 Y en otro lugar explica él mismo esta diferencia de estilo, diciendo: Las dos epístolas que llevan el nombre de Pedro difieren entre ellas tanto por el estilo como por el carácter. Por donde descubrimos que, según las necesidades, se ha servido de diversos intérpretes. 16
Sin embargo, encontramos en la tradición patrística testimonios en favor de la canonicidad de la 2 Pe. El canon del codex Claromon-tanus, que es antiguo, contiene la 1 y 2 Pe. También en el papiro Bodmer IX, del siglo ni, se encuentra la 2 Pe 17. Firmiliano, obispo de Cesárea de Capadocia (f 269), en la Epístola a Cipriano 18, afirma que los santos apóstoles Pedro y Pablo, en sus epístolas, execraron a los herejes y nos amonestaron a huir de ellos. Como la 1 Pe no habla para nada de los herejes, hay que concluir que Firmiliano se refiere a la 2 Pe. Metodio, obispo de Olimpo, en Licia, casi contemporáneo de Firmiliano, cita 2 Pe 3:8 como obra apostólica y, por lo tanto, canónica. San Atanasio (f 373 admite la 2 Pe sin mencionar ninguna duda, y la cita varias veces 19. Lo mismo hace San Gregorio Nacianceno (f 390) 20. También San Basilio (f 379) cita la 2 Pe como una autoridad que dirime una discusión 21. San Ambrosio (f 397) cita la 2 Pe como escritura sagrada 22. El concilio de Laodicea (h. 3.360-365) y las Constitutiones Apostolicae, atribuyen dos epístolas a San Pedro. El concilio Hiponense (a.393) considera las dos epístolas de San Pedro como canónicas 23. El III y IV concilios de Cartago (3.397 Y 459) admiten en el canon la 2 Pe sin hacer ninguna distinción de la l Pe.
Por consiguiente, a partir de la segunda mitad del siglo IV, se puede decir que existe ya acuerdo moralmente unánime entre los testimonios de la tradición sobre el origen apostólico y la canonicidad de la 2 Pe 24. Sin embargo, J. Chaine observa: Por lo que se refiere a la autenticidad de la 2 Pe, la tradición tiene numerosos testimonios favorables, pero también ha conservado el recuerdo de controversias y de negaciones. La tradición no es suficiente, por lo tanto, para zanjar la cuestión de saber si la epístola es o no es de San Pedro. Ante las incertidumbres de la tradición, la respuesta pertenece sobre todo a la crítica interna. 25
Los autores modernos están divididos por lo que se refiere a la autenticidad de la epístola. Unos defienden que San Pedro es el autor de la epístola. Y explican las divergencias en el estilo y en las ideas, así como la insistencia del autor por identificarse con San Pedro, por el hecho de haber utilizado el apóstol un nuevo secretario-redactor distinto del de la 1 Pe. Otros creen que el autor se ha servido de un seudónimo o de una ficción literaria. Y atribuyen la epístola a un cristiano de cultura helenística, aunque perteneciente a la raza judía. Este cristiano, probablemente discípulo de San Pedro, habría compuesto la carta hacia el año 80. Se propone transmitir una enseñanza apostólica, como lo demostraría la insistencia del autor por identificarse con San Pedro. Emplea la seudo-nimia, corriente entre los judíos de aquella época, para mejor acreditar su epístola.
Esta segunda solución está de acuerdo con la decisión del concilio de Trento, que, sin zanjar la cuestión de la autenticidad, coloca la epístola entre los escritos canónicos 26.
Destinatarios
Esta epístola va dirigida, como la 1 Pe, a los cristianos convertidos de la gentilidad que vivían en Asia Menor. Porque de ellos se dice que desde hace poco tiempo se han visto libres de las contaminaciones de los paganos 27. Pero están en peligro de perder la fe y las buenas costumbres a causa de los falsos maestros 28. Estos, viciosos y soberbios, transforman la libertad cristiana en licencia 29, esforzándose en dividir la comunidad de los fieles 30. Desprecian la enseñanza de los apóstoles 31 y rechazan la doctrina referente a Cristo y a los ángeles 32. Se rebelan contra la jerarquía eclesiástica 33. Son hombres licenciosos entregados a los bajos instintos de la carne 34.
San Pablo ya les ha escrito para ponerles en guardia contra los que tentaren apartarlos de la verdad evangélica, especialmente por lo que se refiere al juicio del Señor y a su parusía 35. Tal vez se aluda a la epístola de San Pablo a los de Efeso, que tiene el carácter de una circular.
¿Quiénes eran esos herejes o malos cristianos contra los que habla la epístola? Sabemos que desde la segunda mitad del siglo i después de Cristo en el Asia Menor existían herejes que introducían costumbres licenciosas, que repudiaban la doctrina referente a Cristo y a los ángeles y se entregaban a especulaciones, que hacían presentir la gnosis sistemática del siglo n. Las semejanzas existentes entre los impíos de la 2 Pe y los discípulos de Carpócrates o los arcónticos no bastan para probar la composición tardía de esta epístola.
Ocasión y finalidad de la epístola.
De lo dicho a propósito de los destinatarios, resulta claro que el apóstol, habiendo recibido noticias inquietantes sobre la actividad nefasta de esos herejes en las comunidades cristianas del Asia Menor, se decide a escribirles. Quiere ante todo animarlos y exhortarlos a resistir valientemente a los atractivos del mal, a vivir cristianamente y a guardar intacta su fe en la parusía del Señor.
Doctrina de la epístola.
Dos son los puntos principales que toca la 2 Pe: la parusía y la guarda de una fe incontaminada. La 2 Pe se sitúa en una perspectiva claramente escatológica. A partir de la resurrección, la humanidad está viviendo en la última fase de su historia. Espera la llegada del día del Señor, que marcará el fin del mundo presente e inaugurará una era de justicia 36. La enseñanza dogmática principal de la 2 Pe es la certeza de la parusía y las sanciones que la acompañaran 37. Es en función de esta espera como ha de ser resuelta la alternativa entre la virtud cristiana y la vida licenciosa de los herejes 38. La garantía de esta fe son los oráculos de los profetas y la enseñanza de los apóstoles 39.
Dios es considerado como creador40, juez universal, justo y misericordioso41. La Trinidad es prácticamente profesada: el Padre42, el Hijo 43 y el Espíritu Santo 44.
Jesucristo es llamado Dios 45 y considerado como Hijo de Dios 46. El es nuestro Señor47 y Salvador48, que ahora es glorificado por siempre (3:18) y reina como soberano sobre el reino eterno49. El es el autor de la fe y de los dones que la acompañan (1:2s). Vendrá el día del juicio, es decir, la parusía 50, a premiar a los buenos y a castigar a los malos 51.
El Espíritu Santo es inspirador de los profetas y de las Escrituras 52. Estas toman su valor de la inspiración divina. Las cartas de San Pablo forman también parte de estas Escrituras inspiradas 53.
El hombre, redimido por Jesucristo 54, recibe de El la fe, que está basada en el conocimiento íntimo, perfecto, de Dios y de Jesucristo 55. La fe crece por la práctica de las virtudes 56. Defiende al hombre del pecado57 y le garantiza el acceso al reino eterno58. La fe trae como consecuencia el hacer al hombre partícipe de la vida divina, es decir, le da la gracia, que es presentada por 2 Pe como una participación de la naturaleza divina 59. El hombre debe crecer en la gracia y en el conocimiento de Jesucristo 60 y estar preparado para el juicio divino61.
Lengua y estilo.
El estilo de la 2 Pe es, en general, bastante fluido, con cierta tendencia al énfasis oratorio. El vocabulario es bastante elegante y a veces un tanto rebuscado. En las partes polémicas de la epístola la frase se hace a veces retorcida, llena de anacolutos, de transiciones menos elegantes62, de repeticiones insistentes. A pesar de lo reducida que es la epístola, contiene 56 hapax legómena, de los cuales 33 no se encuentran en ninguna otra parte de la Biblia. La 2 Pe está escrita, como dice el P. Abel, en un griego aprendido de los libros63. Es, por lo tanto, un griego correcto, y demuestra que el autor poseía una buena cultura griega.
Aunque ciertas palabras o expresiones sean semejantes a las de la 1 Pe 64, el lenguaje de la 2 Pe difiere bastante de la i Pe: es menos sencillo, menos afectivo. Ideas análogas son expresadas con palabras completamente diferentes65. Un mismo ejemplo da lugar a interpretaciones muy diversas 66.
Las diferencias de estilo entre ambas epístolas son atribuidas por San Jerónimo a dos secretarios diversos que habrían ayudado a San Pedro en la composición de las dos epístolas.
La 2 Pe y la epístola de Judas.
Por el contrario, existe grande afinidad entre la 2 Pe y la de Judas. A veces el paralelismo es tan estrecho que no se podría explicar adecuadamente por una común dependencia de otra fuente. El saludo y la despedida son muy semejantes en ambas epístolas; las doctrinas características son las mismas (Cristo preexistente, criterios de la ortodoxia, etc.), los adversarios son los mismos. El orden y la concatenación de ideas son frecuentemente las mismas; a veces incluso las palabras y las expresiones son idénticas 67. Tanto en la segunda Pe como en Judas se encuentran las mismas recomendaciones 68. Por consiguiente, existe indudable dependencia entre ambas. ¿Cuál es la primera? La mayoría de los críticos creen que la epístola de Judas es anterior, como lo demuestra su estilo más conciso, más espontáneo, más claro. Los retoques y refundición redaccional pertenecen a la 2 Pe. Se puede decir que toda la epístola de Judas está incorporada en la 2 Pe. Confrontando ambas epístolas, resulta claro que el autor de la 2 Pe conoce el texto de Judas y omite algunas cosas intencionadamente. Se explica bien que Pedro haya pasado por alto los textos de Judas que se inspiraban en obras apócrifas y podían comprometer su carta 69. Por el contrario, sería difícil admitir que Judas los haya añadido intencionadamente a la diatriba de Pedro contra los falsos cristianos. Además, en la 2 Pe encontramos los ejemplos bíblicos de Noé y de Lot, cuya supresión en Judas sería difícil de explicar en el caso de admitir la dependencia de Judas respecto de Pedro. Por otra parte, si Judas hubiera conocido la carta de Pedro, sería difícil comprender por qué ha conservado únicamente la parte central relativa a las aberraciones de los falsos doctores. Varios textos de la 2 Pe sólo son plenamente comprensibles si se confrontan con los lugares paralelos de Judas 70.
División.
La 2 Pe, además del saludo inicial y la exhortación y doxología final, consta de tres partes:
1. Saludo (1:1-2).
2. Exhortación a la santidad (1:3-21).
a) La liberalidad divina (1:3-11).
b) El testimonio apostólico (1:12-18).
c) La palabra profética (1:19-21).
3. Los falsos doctores (2:1-22).
a) El peligro que suponen (2:1-3).
b) Las lecciones del pasado (2:4-10).
c) El castigo futuro (2:11-22).
4. El día del Señor (3:1-16).
a) Exhortación a creer en la parusía (3:1-2).
b) La incredulidad de los falsos doctores (3:3-4).
c) Su reputación (3:5-10).
d) Exhortación a prepararse convenientemente para ese día (3,n-16).
5. Exhortación y doxología final (3:17-18).
1 2 Pe 1:1. 2 1:16-18. 3 I.13-15; cf. Jua_21:18 . 4 2 Pe 3:4; cf. 1 Pe 4:7-17; 5 3:1s. 6 3:2. 7 3:4 8 3:15-16. 9 5:1 10 2 Pe 3:9-10. 11 In Lev hom. 4:4: PG 12:437; Jua_14:1179 ; In los. 7:1: PG 12:857. 12 Apud Eusebio, Hist. Eccl 6:258; PG 20:584. 13 Híst. Ecd. 3:25: PG 20:215.269. 14 Enarr. in 2 Pe 3:5: PG 39.1774- Sin embargo, la comenta y hace uso de la 2 Pe en su tratado De Trinitate 1:15.285.32: PG 39:313.409.416.429. 15 De vir. illustr. i: PL 23:638. 16 Epist. ad Hedib. 120:11: GSEL 55:508. 17 Cf. RB(196i) 137- 18 75:6: PL 3:11-59 = GSEL 3:8135. 19 Oratio c. Árlanos 1:16; De Trinitate 1:7: PG 26:45; 28:1125. 20 Carm. líber I 12; Sect. 1:12:37: PG 37:474. 21 Adv. Eun. 5: PG 29:712. 22 De Fide 1:19; 3:12; Epist. 43:10: PL 16:557.608.839.1134. 23 EB 16-17. 24 Gf. J. Chaine, Les Építres catholiques* (París 1939) p.1-12. 25 Ibid. p.13. 26 Cf. R. Leconte, Les Építres catholiques, en La Sainte Bible de Jérusalem (París 1953) 96; D 784; J. gantinat, Les Építres catholiqu.es, en Introduction a la Bible de A. Robert-A. Feuillet vol.2 (Tournai 1959) p-595· 27 2 Pe 2:1-8-20. 29 2:25. 30.13:35; 31 1:16. 32 2:10-12. 33:17. 33 Cf. Jud_1:16 ss. 34 Cf. Jud_1:10 :19. 35 3:15. 36 2 Pe 3:10.13. 37 1:11.19; 3:4-5. 38 2:1.2.19. 39 1:4.16ss; 3:2. 40 3:5. 41 2:3ss; 3:7.9.15. 42 1:17. 43 1:17- 44 1:21. 45 1:1 46 1:17 47 1:8-11: 4·16; 2:20; 3:2.15:18. 48 1:1-11; 2:20; 3:2.18. 49 1:19; 2:9. 50 1:11. 51 1:11; 2:2.93.12. 52 1:19-21. 53 3:15-16. 54 2:1. 55 I,2S.8; 2:20. 56 1:5-8; 3:11.14.17.18. 57 1:10. 58 1:11 59 1:4; cf. 2 Cor 3:18; Heb 3:14; 6:4; Jn 1:12; 5:53ss; 1 Jn 1:3. 60 3:18. 61 3)14· Cf. G. Thils, L'einseignement de S. Fierre. Études bibliques 2.a ed. (París 1943) 62 1:19; 2:1.8.12.22. 63 Grammaire du Grec Biblique. Études bibliques (París 1927) p.XXXI. 64 Cf. 1 Pe 2:12 = 2 Pe 1:16; 1 Pe 4:3 = 2 Pe 2:2. 65 Cf. 1 Pe 1:7.13; 4:13 y 2 Pe 1:16; 3:4.12. 66 Cf. 1 Pe 3:20-21 y 2 Pe 2:5; 3:5-7- 67 Cf. 2 Pe 2:1-3:3 y Jud_1:4-18 68 2 Pe 3:23 y Jud_1:17-18 . 69 Cf. Jud_1:7 :9.13.14.15. 70 Cf. R. Leconte, o.c. p. 90-91.
II Pedro 3,1-18
Capitulo 3.
El Día del Señor, 3:1-18.
El autor sagrado ya había hablado de la parusía del Señor (1:16). Ahora vuelve a tratar de nuevo esta cuestión, que era rechazada por los falsos doctores con el fin de atraer más fácilmente a los cristianos a sus inmoralidades. Previene a sus lectores contra estos malvados y los exhorta a esperar la venida del Señor. Esta parte constituye una verdadera apocalipsis de Pedro.
Exhortación a creer en la parusía, 3:1-2.
1 Esta es, carísimos, la segunda epístola que os escribo, y en ella he procurado excitar con mis avisos vuestra sana inteligencia, 2 a fin de que traigáis a la memoria las palabras predichas por los santos profetas y el precepto del Señor y Salvador, predicado por vuestros apóstoles.
Al término de la diatriba contra los falsos doctores, se dirige a los fieles llamándoles carísimos (Üãáôôçôïß). Lo mismo sucede en la epístola de Judas (v.17). La alusión a una primera epístola (v.1) parece referirse a la 1 Pe. En dicha epístola encontramos insinuado en forma expositiva todo lo que aquí se presenta en forma polémica. En la 1 Pe también se citan los testimonios de los profetas y de los evangelizadores l. Se habla del valor salvífico de la pasión de Jesús, de su resurrección y ascensión 2, y se trata de la par usía del Señor 3. Los destinatarios de la 2 Pe tienen la inteligencia sana, es decir, que todavía no han sido contaminados por las doctrinas de los falsos doctores. Sin embargo, el autor quiere ponerlos en sobreaviso y recordarles la enseñanza tradicional para que no sean contaminados.
Ante todo han de tener presente lo que han predicho 4 los santos profetas. y vuestros apóstoles (v.2), que han transmitido a los fieles el programa de vida de Cristo. También en la epístola de Judas (v.17) se encuentra una alusión semejante a las palabras predichas por los apóstoles. La expresión nuestros apóstoles no excluye al autor de la epístola de entre ellos. Sin embargo, la generación apostólica aparecerá ya como en el pasado en el í.ö El autor no se presenta, desde luego, como el padre en la fe de los fieles a los cuales escribe. Precepto tiene aquí sentido amplio: es la doctrina cristiana (cf. 2:21).
Incredulidad de los falsos doctores, 3:3-4.
3 Y, ante todo, debéis saber cómo en los postreros días vendrán con sus burlas escarnecedores, que viven según sus propias concupiscencias 4y dicen: ¿Dónde está la promesa de su venida? Porque, desde que murieron los padres, todo permanece igual desde el principio de la creación.
Los fieles han de saber que los esfuerzos de los herejes y escarnecedores del nombre de Dios han sido predichos para los postreros días (v.3). El pensamiento resulta más claro en Judas (v.18) que en nuestra epístola: los herejes que han de venir han sido anunciados por los apóstoles, los cuales recibieron, a su vez, esta enseñanza del mismo Cristo5. Esos herejes serán gentes escarnecedoras que se burlarán de las creencias más santas, con el fin de legitimar su vida licenciosa. Se ríen de la parusía del Señor diciendo: ¿Dónde está el cumplimiento del prometido retorno de Cristo? Ha pasado toda una generación de creyentes sin ser testigos de esa parusía, y continúan igual todas las cosas, pues la naturaleza no ha sido destruida por ninguna catástrofe, que, según la predicción de Cristo, había de tener lugar antes de su retorno6. Luego, si nada ha ocurrido hasta ahora, es muy probable que nada ocurra en el futuro.
Jesucristo había dicho efectivamente que vendría en su gloria, pero sin indicar el momento. El amor que los fieles profesaban a Cristo, sus esperanzas de la retribución y sus deseos de verle les hacían pensar en un retorno próximo, que se manifiesta en toda la primera generación cristiana. También los apóstoles esperaban la parusía, aunque nada enseñaron sobre el tiempo en que sucedería. Sin embargo, con el pasar de los años se sintió la necesidad de disociar la parusía y el juicio final de las esperanzas escatológicas con las cuales eran unidos. Bajo la presión de los hechos se daba un progreso teológico, no en el sentido que cambiase la revelación, sino en cuanto que había que mirar y expresar los datos revelados independientemente de una concepción temporal que no formaba parte de ellos y que resultaba difícil mantener 7.
Los padres del v.4 no son los antepasados del Antiguo Testamento, sino los cristianos de la, primera generación que habían muerto.
Refutación de los Falsos Doctores, 3:5-10.
5 Es que voluntariamente quieren ignorar que en otro tiempo hubo cielos y hubo tierra, salida del agua y en el agua asentada por la palabra de Dios;6 por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en el agua, 7 mientras que los cielos y la tierra actuales están reservados por la misma palabra para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los impíos. 8 Carísimos, no se os caiga de la memoria que delante de Dios un solo día es como mil años, y mil años como un solo día. 9 No retrasa el Señor la promesa, como algunos creen; es que pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia. 10 Pero vendrá el día del Señor como ladrón, y en él pasarán con estrépito los cielos, y los elementos, abrasados, se disolverán, y asimismo la tierra con las obras que en ella hay.
El hagiógrafo la emprende ahora directamente contra los falsos profetas, que se burlaban de la parusía, y refuta sus errores.
El autor sagrado rechaza primeramente el argumento en que se apoyaban los falsos doctores para negar la parusía: la estabilidad de. la naturaleza. El apóstol afirma que en la naturaleza se operó un gran cambio por medio del diluvio (v.5-7), especialmente en lo que se refiere a los hombres. Por el diluvio volvió la tierra al estado en que se halló al principio, antes de la separación de las aguas y de la tierra en el día tercero de la creación. Si los falsos doctores no quieren reconocer esta verdad, es que voluntariamente se hacen cómplices de esta ignorancia. La creación y la destrucción operada por las aguas son garantía de la destrucción final que será producida por el fuego.
Para el autor de la 2 Pe el fin del mundo será una inmensa conflagración (v.7.10.12ss). La idea de que el fin del mundo vendría por el fuego parece ser de origen persa. Posteriormente esta concepción se hizo corriente en el mundo greco-romano, de donde pasó a los judíos y cristianos 8.
En este pasaje de la 2 Pe parecen confluir según Mollat 9 dos influencias: una especulación filosófica greco-romana, según la cual el mundo terminará abrasado por el fuego, y una concepción bíblica, según la cual el fuego significaría la venida de Dios y el castigo de los malvados. En el Antiguo Testamento, el triunfo de Yahvé va acompañado de un fuego vengador que destruye los enemigos de su causa y alcanza hasta los elementos materiales del mundo. El autor sagrado tal vez aluda en el v.7 a los vaticinios de Isaías: He aquí que llega Yahvé en fuego, y es su carro un torbellino. Porque va a juzgar Yahvé por el fuego. 10 Y en otro lugar: Pasarán los cielos como humo, se envejecerá como un vestido la tierra u. Del fuego en conexión con el juicio hablan también los profetas Miqueas 12, Sofonías 13, Daniel 14 y el Sal_98:3. San Pablo también habla del fuego del juicio 15, y enseña que Jesucristo se manifestará en un incendio de llamas para hacer escarmiento 16. Los escritos apócrifos judíos también aluden frecuentemente al tema del fuego que destruirá y renovará el universo 17. Otro tanto sucede con los escritos cristianos en donde se trata este tema 18.
A continuación (v.8) el autor sagrado responde a la pregunta sarcástica de los falsos doctores: ¿Dónde está la promesa de su venida? (v.4). Para Dios no hay tiempo, pues todo está presente en su mente, y, por consiguiente, las distinciones temporales que nosotros establecemos no tienen sentido en los planes divinos. La dilación es una prueba de la paciencia de Dios, como dice San Agustín, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos tengan tiempo para arrepentirse (v.8) 19. El apóstol se inspira en el Sal_90:4 : Mil años son a tus ojos como el día de ayer, que ya pasó; como una vigilia de la noche. La literatura rabínica pretende descubrir en este salmo conclusiones sobre la duración de los tiempos mesiánicos y sobre el fin del mundo 20. También los milenaristas se sirvieron de este texto de la 2 Pe para apoyar sus doctrinas sobre el milenio de felicidad en este mundo. Sin embargo, el apóstol no dice absolutamente nada sobre el milenio, sino que se limita simplemente a aplicar al caso concreto el pensamiento del salmista, el cual niega toda medida entre la eternidad de Dios y el breve tiempo de nuestra vida.
El Señor es paciente, pero debemos prevenirnos contra la presunción y no diferir demasiado el arrepentimiento, porque vendrá el día del Señor como un ladrón (v.10). Es una imagen bíblica muy expresiva para describir el día de la venida del Señor. Había sido empleada por Jesús 21, y lo será después por la tradición22. En aquel día, el universo desaparecerá y serán consumidos los cielos, los astros (óôïé÷åßá), la tierra con todo lo que en ella hay.
La escatología judía admitía la caída de los astros 23 como uno de los elementos característicos del día del Señor. El fuego celeste abrasará, penetrará todas las cosas para purificarlas y ponerlas al descubierto. En la escatología de los primeros siglos tanto judía como cristiana, el fuego tenía una parte preponderante en la conflagración final24. San Pablo mismo, en 1Co_3:10-15, afirma que en aquel día las obras de cada uno serán probadas por el fuego y quedarán de manifiesto.
Exhortación a prepararse convenientemente para ese día,1Co_3:11-16.
11 Pues si todo de este modo ha de disolverse, ¿cuáles debéis ser vosotros en vuestra santa conversión y en vuestra piedad, 12 en la expectación de la llegada del día de Dios, cuando los cielos, abrasados, se disolverán, y los elementos, abrasados, se derretirán? 13 Pero nosotros esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva, en que tiene su morada la justicia, según la promesa del Señor, 14 Por esto, carísimos, viviendo en esta esperanza, procurad con diligencia ser hallados en paz, limpios e irreprochables delante de El, 15 y creed que la paciencia del Señor es para nuestra salud, según que nuestro amado hermano Pablo os escribió conforme a la sabiduría que a él le fue concedida. 16 Es lo mismo que hablando de esto enseña en todas sus epístolas, en las cuales hay algunos puntos de difícil inteligencia, que hombres indoctos e inconstantes pervierten, no menos que las demás Escrituras, para su propia perdición.
La idea de la parusía y de la caducidad del mundo ha ejercido siempre un grande influjo sobre la espiritualidad tanto judía como cristiana 25.
El autor sagrado resume lo que acaba de decir y saca una conclusión práctica. Puesto que el mundo presente está destinado a desaparecer y el día del Señor vendrá de repente como un ladrón, hay que estar preparados llevando una vida santa. Los plurales in sanctis conversationibus et pietatibus (Vgta.) indican las múltiples manifestaciones de la santidad y de la piedad que han de resplandecer en toda la conducta de los cristianos. Viviendo santamente, los cristianos podrán esperar con confianza el día del Señor; y, al mismo tiempo, completarán el número de los elegidos, y así acelerarán la hora de la venida del Señor 26. El Señor espera pacientemente y difiere su retorno para dejar tiempo a los culpables al arrepentimiento 27; porque cuanto mayor sea el número de los fieles, más pronto vendrá el Señor (v.12). Seguramente el autor sagrado alude a la idea difundida en los ambientes judíos, según la cual la aceleración o retardo de los tiempos mesiánicos dependía de los méritos o pecados de Israel 28.
La catástrofe cósmica es, sin embargo, motivo de alegría para los fieles que la esperan y la aceleran con el deseo y la oración. Más allá de la tragedia y de la prueba, entrevén la transfiguración del universo. El mundo futuro será un mundo en donde la justicia y la santidad habitarán (v. 13). Estas mismas ideas las encontramos en Isa_65:17; Isa_66:22. San Pablo también presenta a la naturaleza como una persona que espera con inquietud la transformación 29. Y San Pedro, en un discurso de los Hechos de los Apóstoles 30, habla de la restauración de todas las cosas.
Si los cristianos esperan este mundo nuevo, deben comportarse de tal manera que sean hallados por el Señor en una disposición moral y espiritual tal que les permita entrar en él (v.14). La espera de la parusía era un poderoso motivo de santificación 31. Además, los fieles han de ver en el retardo de la parusía una prueba de la voluntad salvífica universal de Dios, que espera para que todos se enmienden y practiquen la virtud (v.15). El apóstol confirma su exhortación con la autoridad de San Pablo, que había enseñado la misma verdad en una epístola enviada a los mismos destinatarios de la 2 Pe. ¿De qué epístola se trata? La epístola a los Romanos 32 y la i a los Corintios 33 hablan de las numerosas gracias de conversión que el Señor da a los elegidos; pero no es probable que la 2 Pe haya sido escrita a los cristianos de Roma o de Corinto. Es difícil determinar con precisión de qué carta se trata. La mayor parte de los comentaristas están acordes en admitir que se alude o bien a Golosenses 34, en donde se encuentra una sentencia análoga a la de San Pedro, o bien a Efesios, en la cual se dan varias exhortaciones a la santidad 35. Algunos autores creen que se trata de una epístola perdida 36.
El autor de la 2 Pe habla de Pablo como de un amado hermano (v.15), en el cual reconoce el carisma de la sabiduría. Esta sabiduría tal vez se refiere a un conocimiento extraordinario de los misterios revelados. Pero como el v.16 reconoce el carácter sagrado de los escritos de Pablo, es muy posible que podamos ver en esa sabiduría, que dirigía al apóstol cuando escribía, el carisma de la inspiración divina.
Después de aludir a una epístola determinada de San Pablo, el autor de la 2 Pe habla de las demás cartas del Apóstol de los Gentiles, en donde exhorta a la santidad, a la preparación para la parusía (v.16). Los falsos doctores debían de apoyarse en San Pablo cuando prometían la libertad 37. A lo cual replica el autor de la 2 Pe diciendo que Pablo enseñaba lo mismo que él en todas sus epístolas. La expresión todas sus epístolas no significa necesariamente que el autor de la 2 Pe conociese todo el cor pus paulinum actual. Puede referirse a todas las cartas conocidas entonces por el autor de la 2 Pe y por los destinatarios de esta epístola. Existía ya, por consiguiente, una colección paulina, sin que podamos decir cuántas cartas contenía. Este detalle de la 2 Pe es de gran importancia, porque nos hace conocer que en las diversas Iglesias se comenzaron a recoger, desde muy temprano, los escritos de los apóstoles. Es el comienzo del canon del Nuevo Testamento.
En esas cartas de San Pablo, reconoce el autor de la 2 Pe, se encuentran puntos de difícil inteligencia, que gentes ignorantes de la verdad evangélica y mal fundamentados en la fe pervierten (v.16). De este modo la palabra de Dios sirve para perder las almas. Los textos torcidamente interpretados por los falsos doctores serían probablemente los que tratan de la Ley y de la libertad cristiana y los que hablan de la parusía, que eran obscuros por naturaleza 38. Se formula aquí implícitamente el principio de hermenéutica escrituraria según el cual la interpretación de las Escrituras no puede ser abandonada al sentir de cada uno. El trato que dan esos falsos doctores a las epístolas de San Pablo es el mismo que dan a las demás Escrituras (v.16). La expresión ôÜò ëïéðÜò ãñáöÜò designa el Antiguo Testamento. Por aquí se ve que la 2 Pe coloca las epístolas de Pablo al mismo nivel de las Escrituras. Y demuestra que nuestro autor considera las epístolas paulinas en el mismo plano de autoridad y dignidad que las Sagradas Escrituras. En toda la literatura judía y cristiana, la Escritura o Escrituras designan los escritos sagrados y normativos, los escritos inspirados, en cuanto que fueron compuestos bajo la inspiración del Espíritu Santo 39. Este versículo 16 de la 2 Pe implica implícitamente la doctrina eclesiástica de la canonicidad y de la inspiración de as epístolas paulinas y de todo el Nuevo Testamento, pues no hay razón alguna para juzgar de otro modo los escritos de los demás apóstoles.
Exhortación y doxología final,Isa_3:17-18.
17 Vosotros, pues, amados, que de antemano sois avisados, estad alerta, no sea que, dejándoos llevar del error de los libertinos, vengáis a decaer en vuestra firmeza. 18 Creced más bien en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo. A El la gloria así ahora como en el día de la eternidad.
El autor sagrado vuelve, en la advertencia final, sobre el pensamiento del v.14; y recomienda a los fieles vigilar para no ser seducidos por los falsos doctores (v.17), y crecer en el conocimiento y en la gracia de Dios.
Los lectores de la 2 Pe estaban siempre en peligro de ser seducidos por los falsos doctores que interpretaban torcidamente las enseñanzas apostólicas. Por eso el autor sagrado les dice que deben permanecer firmes en la fe profesada, guardando intactos los principios de su vida cristiana. Han de esforzarse, además, por crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (v.18). La vida cristiana no es algo estático, sino que debe crecer cada día en gracia y en conocimiento de Dios. Al principio de la epístola, el autor deseaba esta gracia y conocimiento a sus lectores40. Ahora termina con el mismo pensamiento en forma de inclusio semítica.
La carta se concluye con una doxología a Cristo que recuerda la de 1Pe_4:11. En este último versículo de la 2 Pe se afirma claramente la divinidad de Cristo.
1Pe_1 1:10-12.25. 2 1:3-18; 2:4; 3:18-22; 4:1-13; 5:1 3 1:7-11; 4.552Cr_11:13; 2Cr_5:4-10· Es, pues, probable que el autor sagrado se refiera a la i Pe, que ya por entonces se había difundido con bastante rapidez entre los fieles y las iglesias. No descartamos tampoco la hipótesis de que se pueda referir a una carta del apóstol, que se ha perdido. 4 El predixi de la Vg. es erróneo. 5 Hec_20:23-31; 2Ti_3:1-9; 2Ti_4:3; cf. Me 13:22; Mat_24:24. Estos textos se refieren a profecías generales acerca de la aparición de herejías y disensiones antes de la segunda venida de Cristo. Pero nuestro autor bien pudiera referirse a tradiciones orales que no han llegado hasta nosotros. 6 Cf. Mar_13:19. 7 J. Chaine, o.c. p.Sas. Cf. Tertuliano, De patientia 2; Eusebio, Hist. Eccl. 7:24:25. 8 Cf. J. Chaine, Cosmogonie aquatique et conflagration finale d'aprés la 2 Pe: RB (1937) 207-216; J. Plessis, Babylone et la Bible: DBS I 716-736. Para comprender la idea de la 2 Pe hay que tener presente que la tierra había emergido de entre las aguas por la acción del espíritu de Dios (Gen_1:2.9). Con el diluvio la tierra vuelve a ser cubierta por las aguas (Gen_7:11), con lo que retorna en cierto modo al caos primitivo. De este segundo caos le saca la acción del viento (pneuma) enviado por Dios (Gen_8:1). Es en este sentido en el que se puede hablar de una nueva creación. 9 1:18 3 8 10 Isa_66:15s. 11 Isa_51:6; cf. Isa_65:17; Isa_66:22. 12 1:4 13 En DBS IV 1379. 14 7:8-10. 15 1Co_3:13-15 16 2Te_1:73. La Vida de Adán y Eva 49 habla de dos juicios, uno por el agua y el otro por el fuego. Cf. Oráculos sibil. 4:1735. 17 Cf. strack-billerbeck, III p.775- 18 Hermas, Vis. 4:3:3 (Funck, I 464); Apoc. Petr. aetiop. 5; San Justino, Apol. I 20:4. 19 1Ti_2:4; cf. £2 18:23. 20 Gf. M. J. Lagrange, Le Messianisme chez les Juifs (París 1909) 186-209; Strack-Bil-Lerbeck, III p.773s. 21 Mt 24:42-44; Luc_12:38-40. 22 1Te_5:2; Rev_3:31Rev_16:15· 23 Cf. Isa_34:4; Jl 2,ios; Isa_3:15; Mat_24:29; Apo_6:12ss. 24 Cf. Mts.11; Mat_11:3.16. 25 Gf. R. schnackenburg, DiesittlicheBotschaft des Neuen Test. (München 1954)p.127-34· 26 Cf. U. Holzmeister, Num et quomodo docente S. Petro (Hec_3:195; 2Pe_3:12) paru-siam decelerare possimus: VD 18 (1938) 299-307. 27 Cf. v.9. 28 Cf. Bonsirven, Le Judaísme vol.1 p.379ss; A. Charue, o.c. p.soo; De Ambroggi, o.c. p.iqs. 29 Rom_8:19-22; cf. 1Co_7:31. Ver A. Colunga, El cielo nuevo y tierra nueva: Sal 3 (1956) 485-492; J. M. González Ruiz, Gravitación escatológica del Cosmos en el í. Ô. en XIV SemBibEsp (Madrid 1954) 103-127; A. Viard, Expectatio creaturae (Rom_8:19-22) : RB 59 (1952) 337-354· 30 3:21. 31 J. Chaine, o.c. 93. 32 2:4-10; 9.22SS. 33 1Co_1:7-8. 34 1:22ss. 35 Gf. 1:5-14; 4:30; 5:53. 36 Cf. RB (1902) 573SS. El P. C. Spicq., Les Epítres pastorales (París 1947) p.XCV, cree que aquí se cita explícitamente un pasaje de 1Ti_1:16. 37 2Pe_2:19. El autor sagrado no nos dice cuáles eran los puntos doctrinales difíciles de entender y que los falsos doctores interpretaban mal. Tal vez se refiera a la doctrina paulina sobre la libertad de la Ley. 38 Gf. 2Te_2:5. 39 Cf. 1:21.