Judith 4 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 15 versitos |
1 Así que los hijos de Israel que moraban en Judá oyeron todo cuanto había hecho a los gentiles Holofernes, general en jefe del ejército de Nabucodonosor, rey de los asirios, y cómo había saqueado todos los templos y los había destruido,
2 sintieron grandísimo miedo y se turbaron por Jerusalén y por su templo del Señor, su Dios;"
3 pues recientemente habían subido de la cautividad, y hacía poco que se había reunido todo el pueblo de Judea, y el mobiliario y el altar y la casa habían sido santificados después de su profanación.
4 Enviaron, pues, a toda la región de Samaría y sus aldeas a Betorón, Belmain, Jericó, Joba, Aisora y al valle de Salem,
5 y ocuparon todas las cimas de los montes altos y amurallaron sus aldeas, y se aprovisionaron de vituallas en previsión de la guerra, pues recientemente habían recogido la cosecha de sus campos.
6 Escribió Joaquín, que por aquellos días era sumo sacerdote en Jerusalén, a los moradores de Betulia y de Bet-Omestaim, enfrente de Esdrelón, ante la llanura que está junto a Dotan,
7 diciéndoles que resistiesen en las subidas de las montañas, pues por ellas era el acceso a Judea, y como éste era estrecho, sería fácil aun a sólo dos hombres impedir el paso a los que llegaban.
8 Ejecutaron los hijos de Israel las órdenes de Joaquín, el sumo sacerdote, y del senado de todo el pueblo de Israel, que tenía su asiento en Jerusalén.
9 Todos los hijos de Israel clamaron con gran instancia a Dios y se humillaron con gran fervor;"
10 ellos, sus mujeres y sus hijos, todos los extranjeros o jornaleros, y sus esclavos, vistiéronse de saco.
11 Todos los israelitas, las mujeres y los niños, los moradores de Jerusalén, se postraron ante el santuario, cubriéndose de ceniza sus cabezas; mostraron sus sacos al Señor y revistieron de saco el altar."
12 Todos a una clamaron al Dios de Israel, pidiéndole con ardor que no entregase al saqueo sus hijos ni diese sus mujeres en botín, ni las ciudades de su heredad a la destrucción, ni el santuario a la profanación y al oprobio, regocijando a los gentiles.
13 Escuchó el Señor sus clamores y miró su aflicción. Ayunaba el pueblo todos los días en toda Judea y en Jerusalén ante el santuario del Señor omnipotente.
14 Joaquín, sumo sacerdote, y todos los sacerdotes que asistían en la presencia del Señor y le servían, ceñían de saco su cintura al ofrecer el holocuasto perfecto y los votos y las ofrendas del pueblo,
15 y echaban cenizas sobre sus tiaras, y clamaban al Señor con todas sus fuerzas pidiendo que se dignase visitar a toda la casa de Israel.

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Introducción a Judith

Times New Roman ;;;

Judit
Introducción.

División del libro y texto.
Dos partes cabe distinguir en el libro: 1) Antecedentes al asedio de Betulia (c.1-6). 2) Victoria del pueblo judío (c.7-16).
El texto hebreo o arameo, en que fue escrito originariamente el libro, se perdió desde muy antiguo. Orígenes no lo conoció y San Jerónimo afirma que revisó la antigua versión latina basándose en un ejemplar escrito en arameo.
El texto griego se ha conservado en tres formas principales: 1) la de las unciales  A S; 2) forma peculiar de los códices 19 y 108; 3) texto del manuscrito 58 (Vaticano Reginense), del que dependen los textos de la Vetus Latina y Pesitta. Los manuscritos 19 y 108 representan el texto de Luciano, y en ellos se inspiran la versión aramea y la Vulgata. San Jerónimo, a instancias de sus amigos, tradujo el libro precipitadamente, fijándose más en el sentido que en la letra del texto. Quiso él acabar con la multiplicidad viciosa de manuscritos - no dice si eran griegos - y pone en latín lo que encontró en un texto aramaico. Huic (ludit) unam lucubratiuncu-lam dedi, magis sensum e sensu, quam ex verbo verbum transfe-rens. Multorum codicum varietatem vitiosissimam amputavi; solum ea, quae intelligentia integra in verbis Ghaldaeis invenire po-tui, Latinis expressi (Trae, ad Jdt: PL 29:39). Se sospecha que el texto aramaico utilizado por San Jerónimo era más una paráfrasis de estilo targúmico que una simple versión del texto hebreo primitivo.
Se conocen tres textos hebraicos de Judit con carácter midrástico, que de ninguna manera pueden identificarse con el texto hebreo primitivo. Dos de ellos fueron publicados por A. Yellineck 1, y el tercero por M. Gaster 2. Este último coloca la historia de Judit en la época del sitio de Jerusalén por Seleuco, no mencionándose a Nabucodonosor ni Holofernes 3. El texto de nuestro comentario se ajusta al texto griego publicado en la edición que hizo Sixto V del texto de los LXX, teniendo asimismo a la vista el texto editado por A. Rahlfs 4.

Autor y fecha de composición.
Llámase libro de Judit por ser ella la protagonista, no por haberlo escrito. No podemos determinar quién fue su autor ni fijar la fecha de su composición. Se ha dicho que su autor lo fue también del libro del Eclesiástico5, lo que nos confirma todavía más en nuestra impresión de que el libro fue escrito en tiempos posteriores al destierro. Las razones que se aducen para una fecha anterior a la cautividad carecen de valor 6. Grintz fija la data de la composición en el período persa. Dos testimonios explícitos tenemos en el libro que hablan de la cautividad como de un acontecimiento histórico: 4:2-3; 5:19. Por consiguiente, se excluye toda fecha de composición anterior a Darío.
En el libro se vislumbran no pocos elementos persas. En efecto, la frase que se aplica a Nabucodonosor de gran rey, señor de toda la tierra, es el título que se daba a los reyes persas. La invocación de Dios como Dios del cielo es peculiar de los persas (Esd 5:6; papiros de Elefantina); el ejército invasor era persa (16:10); Holofernes y Bagoas son nombres de origen persa. Las armas que utiliza el ejército (akinakés, 13:6; 16:9) tienen el mismo origen, así como la expresión preparar la tierra y el agua (2:7).
Pero el mismo examen revela la presencia de elementos helenísticos. Alejandro fue el primer monarca que se arrogó, aun en vida, honores divinos. Su ejemplo fue seguido por los seléucidas, especialmente por Antíoco Epifanes, que mandó colocar en el templo de Jerusalén la estatua de Júpiter Olímpico y grabar en sus monedas las palabras Antíoco Rey Dios Epifanes Nicéforo. Una costumbre helenista es la de adornarse con coronas de laurel (3:7; 15:13)·.
La importancia que se da a las observancias legales, más minuciosas que en la Ley misma (10:5); la devoción hacia Jerusalén, al templo y al sacerdocio; la moda de los arcaísmos, sugieren la época de Ben Sirach (180 a.C.) o la de los Macabeos. Estos indicios, unidos a las analogías que presentan con los apócrifos, jubileos y Salmos de Salomón, pueden situar al autor y la fecha de composición del libro hacia el año 70. Aventurando todavía una hipótesis, cabe conjeturar que el autor escribió su libro a instancia de los fariseos, deseosos de glorificar con el seudónimo de Judit a su bienhechora, la reina y viuda Alejandra (76-67 a.C.). Que el autor escribió su libro en Palestina, está fuera de duda.

Finalidad del libro.
El autor del libro de Judit se propuso una finalidad concreta al escribirlo. Quien lo lea de corrida y superficialmente creerá que su autor no tuvo otro empeño que el de narrar una serie de hechos históricos. Pero detrás de esta corteza histórica se perfila claramente una idea religiosa directriz, que acaso ocupa el primer plano en la mente del autor sagrado, conducente a demostrar la providencia y fidelidad divinas hacia su pueblo escogido. Dios sometió a Israel al crisol de la prueba (8:27) con el fin de tantear hasta dónde llegaba su fidelidad. Permitió que éste se encontrara al borde del abismo, pero intervino en el momento crítico y lo salvó.

¿Judit libro histórico?
Hemos dicho que bajo la corteza histórica se vislumbra en el libro el desarrollo de una tesis religiosa. Pero cabe preguntar: ¿Tiene solidez esta corteza o más bien es una pantalla de que se sirvió el autor como de medio apto para proponer una enseñanza religiosa? En otras palabras: Los hechos que figuran en el libro, ¿corresponden en todo o en parte a una realidad objetiva o deben considerarse como ficción creada por el autor? Estas preguntas no están lanzadas al azar, sino que las sugieren las múltiples antinomias históricas y geográficas del libro. Sabido es que las dificultades de por sí no son suficientes para que dudemos inmediatamente de la historicidad de un libro bíblico, que aparentemente se presenta como tal; pero son un toque de atención que obliga al exegeta a un examen más detenido del texto.
Las dificultades históricas de mayor relieve del libro de Judit son las siguientes: 1) De Nabucodonosor, que reinó en Babilonia desde 604 hasta 562, se dice que era rey de los asirios. 2) Se afirma que el mencionado monarca reinó en Nínive, capital de Asiría, que fue destruida el año 612 por la acción combinada de Nabopolasar y Ciaxares. 3) Dícese (1:5) que Nabucodonosor combatió y derrotó a Arfacsad, rey de los medos. 4) Por el texto se deduce que en los días de la invasión de Holofernes no había rey en Israel; un sumo sacerdote, Joaquín, asistido por un consejo de ancianos, ejercía el poder supremo. 5) Hacía poco que los judíos habían subido de la cautividad de Babilonia y habían edificado el templo (538-458). 6) El general en jefe del ejército de Nabucodonosor es llamado Holofernes, nombre de origen persa, no babilónico; dígase lo mismo del nombre del eunuco Bagoas. ¿Cómo pudo Nabucodonosor reinar sobre Nínive, destruida antes de subir él al trono? ¿Por qué se llama rey de los asirios, cuando en realidad lo fue de Babilonia? ¿Cómo pudo combatir a Arfacsad, monarca que no figura en el catálogo de los reyes medos y persas? Sabido es que Nabucodonosor destruyó a Jerusalén y al templo, enviando a los judíos a la cautividad de Babilonia; ahora bien, ¿cómo puede armonizarse esta noticia con la de que habían los judíos reedificado la ciudad y el templo y de que habían subido hacía poco del cautiverio? ¿Cómo se explica que un rey de Babilonia reine sobre los asirios, en Nínive, y tenga como generalísimo de su ejército a un persa?
A estas dificultades de orden histórico se juntan otras de carácter geográfico y topográfico. El libro de Judit, escribe De Vaux, demuestra una arrogante indiferencia por la historia y la geografía. El itinerario del ejército de Holofernes (2:21-28) es un desafío a la geografía. Ante las dificultades mencionadas, y teniendo en cuenta los modos de decir y narrar empleados por el autor sagrado, pierde terreno la sentencia tradicional, que admitía la historicidad total del libro, y cobran actualidad las opiniones de los partidarios de una exégesis más libre y más ajustada a lo que realmente quiso decir y expresar el autor.
El pensamiento actual sobre el género literario de Judit lo resume Lefévre en estos términos: Solamente pueden darse dos hipótesis: o los hechos se ocultan cuidadosamente por el empleo de seudónimos, o el autor escribe, con una finalidad didáctica, una historia ficticia, utilizando para ello elementos sacados de épocas muy distintas7. Existe una corriente entre los exegetas que tratan de encajar dentro de un marco histórico determinado los hechos y el ambiente general que se supone en el texto. A este fin se han hecho tentativas para identificar al personaje que se esconde bajo el nombre de Nabucodonosor. Se han barajado más de quince nombres, que abarcan un período de unos mil años, desde Adadnirari III (787 a.C.) hasta Adriano (138 d. C.) 8.
Puede ser que, al utilizar el autor sagrado el nombre de Nabucodonosor, quisiera reunir en él los rasgos más salientes de todos y cada uno de los antiguos monarcas orientales y griegos, cuyo distintivo era el orgullo, la impiedad, la ambición y el odio hacia Yahvé y a su pueblo elegido. Para el autor, Nabucodonosor es una figura sintética, ejemplar, simbólica y apocalíptica. Es el adversario poderoso e impío del pueblo de Israel. Es un monarca que sobrevive a sí mismo, ya que ataca a Israel incluso en los tiempos posteriores a la cautividad. Es un personaje de todos los tiempos y de ninguno en particular. No es nombre concreto; es una fuerza, una idea encarnada. Es el orgullo personificado, es Satanás (Stein-Mann, 24). Aquior, lo mismo que Nabucodonosor, tiene en el texto función de tipo (Cazelles).
En cuanto al personaje central, Judit, se identifica en 16:4 con la nación judía. Según De Vaux, Judit, palabra que significa la judia, representa el partido de Dios, identificado con el de la nación 9. Es probable que Judit no sea otra que Jael de Jue 4:5, transformada, primeramente por los de Elefantina y últimamente por los judíos de Leontópolis, en la heroína que conocemos con el nombre de Judit. 10
Como escribimos en otro lugar n terminamos este apartado diciendo que con datos extraídos de la historia de la lucha secular de los pueblos paganos contra Israel compuso el autor sagrado una narración, en la que hechos sucedidos en diversos períodos históricos forman unidad por razón de la identidad de fines que les atribuye. Se barajan nombres, reales o fingidos, de personajes, con preferencia de tiempos antiguos. Según el P. Guillet, una de las leyes del género apocalíptico es la de sintetizar la historia en visiones globales 12. Son muchos actualmente los que clasifican a Judit entre la literatura apocalíptica. Lo que ésta proclama con lenguaje pro-fético, lo dice nuestro autor empleando el estilo simple de un relato 13.

Valor doctrinal de Judit.
Es un libro fundamentalmente religioso. La tesis central del mismo se plantea en 5:20-21. Especial providencia de Dios por el pueblo de Israel mientras éste le sea fiel, no solamente rechazando la idolatría, sino evitando aun las más leves transgresiones legales. Puede permitir Dios que le sobrevengan grandes calamidades, pero aun entonces debe Israel esperar en Dios, que permite estos males para probar su fidelidad, no para castigarle.
El pecado es el gran enemigo de la alianza. El mayor de todos es la idolatría; pero también otras faltas menos graves debilitan los lazos de la alianza. Quienes juzgan las acciones de Judit con un enfoque moderno, le achacan varios pecados: mentira, seducción, acción voluntaria de ponerse en peligro próximo de pecar, asesinato de Holofernes, utilización de medios ilícitos para lograr un bien. Pero no es el de Judit un libro de casos de conciencia, ni aun de edificación, sino más bien un tratado teológico. Ningún pecado le recrimina el autor sagrado, que ve en ella un instrumento débil del que se sirve Dios para castigar a los enemigos de su pueblo. Por el hecho de que su pureza salió ilesa de las provocaciones de Holofernes, a quien decapitó, algunos teólogos consideran a Judit como figura de la Inmaculada Concepción. A María se aplican las palabras de 15:9.

Canonicidad.
Se clasifica entre los siete libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento. Según Orígenes 14 y San Jerónimo 15, los judíos leían el libro. Muchos Padres de los siglos n y ni consideran el libro como parte integrante de la Biblia 16. Por dudar de su canonicidad, San Jerónimo no puso mucho esmero en su traducción o revisión de un texto aramaico. Pero el mismo santo Doctor cambió de parecer (Epist. 65: PL 12:623; 25:1394) al verse libre de los prejuicios rabínicos. Afirma San Jerónimo que el concilio de Nicea in numero sanctarum scripturarum computasse al libro de Judit (PL 39,39) 17·

1 Beth ha-Midrasch (Leipzig 1853),
2 An Unknown Hebrew versión of the history of Judith: Proceedings of the Society oí d blical Archaeology, 16 (1893-94) 156-163.
3 C. Meyer, Zur Entstehungsgeschichte des Buches Judith: B 3 (1922) I93-2O3·,
4 Stuttgart 1952. Sobre la cuestión textual véase A. M. dubarle, Les textes diverse Uvre de Judith: VT 8 (1958) 344-373·
5 A. Jansen, Der verschollene Verfasser des Buches Judith: Theologie und Glaube, 4 U912) 269-277.
6 B. Mariahi, Introductio in libros sacros Veteris Testamenti (Roma 1958) 277-278,
7 Introduction a la Bible I (1957) 1747.
8 Véase Soubigou, Miller; G. Brunner, Der Nabuchodonosor des Buches judith (Berlín 1959).
9 Bible de Jérusalem (1956) 493-494.
10 J. Edgar Bruns, The genealogy of Judith: The Catholic Bibljcal Quarterly, 18 (1956) Ú9-22; Judith orjael: ibid., 16 (1954) 12-14.
11 Verdad y Vida, U.
12 Thémes Bibliques (París 1951) 137-38-
13 Lefévre, Judith: DBS 1319; arnaldich, l.c., 99-100.
14 Epist. ad lulianurri Africanwn 13: PG 11:80.
15 Praefatio in Libr. ludith: PL 29:3?
16 Clemente De Alejandría, Strom. 2:17: PG 8:969; orígenes, De oratione i32: PG 11:452.
17 Véase A. M. Dubarle, La mentían de Judith dans la littérature ancienne, Juíve et cnn~ tienne: RB 66 (1959) 514-549·


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Judith 4,1-15;;

Pánico en Judea (4:1-3).
1 Así que los hijos de Israel que moraban en Judá oyeron todo cuanto había hecho a los gentiles Holofernes, general en jefe del ejército de Nabucodonosor, rey de los asirios, y cómo había saqueado todos los templos y los había destruido, 2 sintieron grandísimo miedo y se turbaron por Jerusalén y por su templo del Señor, su Dios; 3 pues recientemente habían subido de la cautividad, y hacía poco que se había reunido todo el pueblo de Judea, y el mobiliario y el altar y la casa habían sido santificados después de su profanación.

La noticia de que Holofernes destruía y saqueaba los templos cayó como una bomba sobre Israel. El texto supone la unidad nacional. Tanto los de Judá como los hijos de Israel forman parte de la nación hebraica. No se alude al reino del Norte (Israel) ni al del Sur (Judea), sino al pueblo que adora a un mismo Dios en su templo de Jerusalén. A pesar de su mucho temor (sfodra, sfodra, que corresponde al hebraico meod, meod), sabrán reaccionar hasta morir con tal de impedir que Holofernes repita en Jerusalén lo que hizo con los pueblos que se le rindieron. El pánico de los judíos era tanto más explicable cuanto que recientemente (prosfatos) habían subido de la cautividad y hacía poco (neosti) que se había reunido el pueblo en Judea en torno al templo.
¿Pertenece el v.3 al texto original? En dicho versículo se mencionan tres acontecimientos: 1) regreso de la cautividad; 2) reagrupación del pueblo en Judea; 3) purificación del templo y de su mobiliario. ¿De qué cautividad y repoblación habla el autor? Del famoso exilio de Babilonia y de la repoblación de Judea bajo la égida de Esdras y Nehemías. Impresionados por consideraciones religiosas, reaccionaron los judíos y decidieron morir antes que ver saqueado y destruido el templo (oikós, casa) del Señor. Si el pueblo judío está dispuesto a morir para defender a Yahvé y su templo, ¿no les protegerá Dios y será con ellos (5:21) al ver su buena disposición?

Resistencia al enemigo (4:4-5).
4 Enviaron, pues, a toda la región de Samaría y sus aldeas a Betorón, Belmain, Jericó, Joba, Aisora y al valle de Salem, 5 y ocuparon todas las cimas de los montes altos y amurallaron sus aldeas, y se aprovisionaron de vituallas en previsión de la guerra, pues recientemente habían recogido la cosecha de sus campos.

Se enviaron mensajeros a toda la región para anunciar el propósito de resistir a Holofernes. El sujeto del verbo enviar son los hijos de Israel, de que se habló en el v.1. Llevaban los enviados la orden de que se ocuparan las cimas de los montes, se adueñaran de los desfiladeros de las montañas, se amurallaran las ciudades y se hicieran provisiones. Se menciona en primer lugar la región de Samaría, porque se hallaba amenazada directamente. Ninguna alusión a la enemistad existente entre samaritanos y judíos después del exilio (Esd_4:1-5; Neh_4:33-35; Jo 4:9)· Toda la retahila de lugares geográficos se suprimen en la Vulgata, la cual se limita a decir: Y enviaron a toda la región de Samaría hasta Jericó. No es de suponer que el autor sagrado tenga mucho interés en dar a este elenco un valor geográfico estricto. Los israelitas habían segado ya (2:27), lo cual nos dice que los hechos narrados tienen lugar en los meses de junio-julio, o sea en pleno verano de Palestina.

Suma sacerdote y estratega (4:6-8).
6 Escribió Joaquín, que por aquellos días era sumo sacerdote en Jerusalén, a los moradores de Betulia y de Bet-Omestaim, enfrente de Esdrelón, ante la llanura que está junto a Dotan, 7 diciéndoles que resistiesen en las subidas de las montañas, pues por ellas era el acceso a Judea, y como éste era estrecho, sería fácil aun a sólo dos hombres impedir el paso a los que llegaban. 8 Ejecutaron los hijos de Israel las órdenes de Joaquín, el sumo sacerdote, y del senado de todo el pueblo de Israel, que tenía su asiento en Jerusalén.

Habiendo dado el autor un carácter religioso al ataque de Holofernes, era lógico que fuera el sumo sacerdote el que, en nombre de Dios, se enfrentara contra el general impío. Además de su cargo religioso, reunía en su persona la autoridad política suprema de la nación, ayudado en este cometido por un senado (gerousia; 2Ma_11:27). No había en Jerusalén ni rey ni gobernador; un sacerdote rige los destinos de la nación hebraica. La sede del mismo estaba en Jerusalén. Supone el texto la existencia de un santuario central y nacional en Jerusalén. El sumo sacerdote Joaquín (Vulgata Eliacim) figura en la línea de los sumos sacerdotes en Neh_12:10; Neh_12:12; Neh_12:26.
Betulia tiene la misión de aplastar la soberbia de Nabucodonosor. No hay duda de que el texto localiza la ciudad al norte de Samaría, no lejos del desfiladero que conduce a la planicie de Esdrelón. Según el texto, se hallaba Betulia en la subida de un monte al pie del cual brotaba un manantial (Neh_6:11; Neh_7:3.7)· Entre la ciudad y el campo de Holofernes (Neh_7:1-3) se extendía una pequeña planicie. Judit y su sierva atravesaron el campamento, rodearon el valle y subieron al monte de Betulia (Neh_13:10). Se hallaba cerca de Dotáin (Neh_4:6). La corriente más en boga entre los exegetas tiende a localizar Betulia en Sheik Shibel, a quince kilómetros al noroeste de Sanur y a ocho al sudoeste de Djenin. Entre Sheik Shibel y Dotáin se extiende la planicie de Schael Arrabeh, que produce abundantes pastos por la abundancia de aguas que manan de dos manantiales. Con los datos que se dan en los capítulos siguientes se puede llegar a una localización más exacta de Betulia. La orden de Joaquín era de ocupar las pendientes o subidas (anábaseis) de la montaña, porque por ellas era el acceso (eisódos) a Judea. Era fácil impedir el paso de los que, dada la estrechez del desfiladero (prosbasis), veíanse obligados a caminar de dos en dos. El tránsito de la planicie de Dotáin a Esdrelón es mucho más ancho de lo que supone el texto, cuyas palabras deben entenderse en sentido hiperbólico.

Oraciones, ayunos y sacrificios (Neh_4:9-12).
9 Todos los hijos de Israel clamaron con gran instancia a Dios y se humillaron con gran fervor; 10ellos, sus mujeres y sus hijos, todos los extranjeros o jornaleros, y sus esclavos, vistiéronse de saco. 11 Todos los israelitas, las mujeres y los niños, los moradores de Jerusalén, se postraron ante el santuario, cubriéndose de ceniza sus cabezas; mostraron sus sacos al Señor y revistieron de saco el altar. 12 Todos a una clamaron al Dios de Israel, pidiéndole con ardor que no entregase al saqueo sus hijos ni diese sus mujeres en botín, ni las ciudades de su heredad a la destrucción, ni el santuario a la profanación y al oprobio, regocijando a los gentiles.

Comprende el pueblo que, si no guarda Yahvé la ciudad, en vano vigilan sus centinelas (Sal. 127). La única fuerza efectiva con que contaba Israel era el favor de su Dios, que se había comprometido a no entregar a su pueblo predilecto en manos de los enemigos, a menos que le fuera infiel. Bien decía Aquior a Holofernes que, si en Israel no había ninguna culpa o pecado contra su Dios, pasara de largo y no le molestara, porque su Dios lo protegerá y será con él (Neh_5:20-21). La iniciativa de prepararse a la lucha con armas espirituales parte del pueblo. El autor del libro se contagia de este fervor religioso. Únicamente en este lugar se menciona el acto de revestir el altar del santuario con un saco. Para más forzar a Yahvé, extendían sus sacos ante el Señor (v.11), a la manera de Ezequías, que desplegó ante Yahvé (2Re_19:14) las cartas de Senaquerib. La ley mosaica sólo prevé un día de ayuno oficial al año, el día grande de la Expiación (Lev_16:29; Lev_23:27; Num_29:7). En los libros de Ester, Tobías y Judit se percibe mejor que en otros la importancia creciente que toma el ayuno en la piedad de los ambientes judíos (Est_4:1-3; Est_9:32; Est_14:2; Tob3.10-11; Est_12:8; Jud_4:8-10; Jud_8:6; Jud_9:1; Jud_12:9) 1.

Los sacerdotes, solidarios con el pueblo (Jud_4:13-15).
13 Escuchó el Señor sus clamores y miró su aflicción. Ayunaba el pueblo todos los días en toda Judea y en Jerusalén ante el santuario del Señor omnipotente. 14 Joaquín, sumo sacerdote, y todos los sacerdotes que asistían en la presencia del Señor y le servían, ceñían de saco su cintura al ofrecer el holocuasto perfecto y los votos y las ofrendas del pueblo, 15 y echaban cenizas sobre sus tiaras, y clamaban al Señor con todas sus fuerzas pidiendo que se dignase visitar a toda la casa de Israel.

En la Vulgata se representa a Eliacim (Joaquín) de viaje por todo Israel, exhortando a todos a perseverar en la oración y en el ayuno, prometiéndoles la ayuda divina. Los sacerdotes dan ejemplo a los fieles, que se solidarizan con ellos. El sumo sacerdote, los simples sacerdotes y los levitas clamaban al Señor con todas sus fuerzas al ofrecer el holocausto perpetuo y los votos y las ofrendas del pueblo. En vez de echar la ceniza sobre la cabeza, como los laicos, lo hacían sobre sus tiaras (kidareis (Exo_28:40; Exo_29:9).
En este capítulo se describe la reacción del pueblo judío al anuncio de la presencia de Holofernes en sus fronteras. Pensar en una rendición era temerario, mayormente después de la conducta de Holofernes para con los que pactaron con él. La oposición bélica que se planea es más ideal que efectiva; la verdadera fuerza del pueblo judío se halla en su vida religiosa y moral.