Judith 6 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 21 versitos |
1 En cuanto cesó el tumulto de las gentes que rodeaban al consejo, dijo Holofernes, general en jefe del ejército asirio, a Aquior y a los moabitas, en presencia de todo el pueblo extranjero: “¿Quién eres tú, Aquior, y vosotros, mercenarios de Efraím, para profetizar como lo habéis hecho hoy, diciendo que no luchemos contra la nación israelita porque la protege su Dios?
2 ¿Qué dios hay si no es Nabucodonosor?
3 Este ha enviado su ejército y los borrará de la faz de la tierra, sin que su Dios pueda librarlos; pero nosotros, siervos de Nabucodonosor, los aplastaremos como a un solo hombre, y no podrán resistir el empuje de nuestra caballería."
4 Con ella inundaremos su tierra, y bañaremos en sangre sus montañas, y llenaremos de cadáveres sus valles, y no podrán mantenerse en pie delante de nosotros, y todos enteramente perecerán, dice el rey Nabucodonosor, señor de toda la tierra, y sus palabras no quedarán sin cumplimiento.
5 Pero tú, Aquior, mercenario de Amón, que tales discursos has tenido este día de tu insensatez, no volverás a ver mi rostro hasta que yo no haya castigado a esa nación de huidos de Egipto.
6 Cuando yo vuelva, atravesará tu cuerpo el hierro de mi ejército, y la muchedumbre de mis lanceros tu costado, y caerás bañado en tu sangre.
7 Mis siervos te llevarán a la montaña y te pondrán en una de las ciudades de la subida,
8 y no perecerás hasta que con ellos seas aniquilado.
9 Ya que tan firme esperanza tienes de que no sean conquistados, no se abata tu rostro. De cuanto he dicho, ni una palabra caerá en el vacío.”
10 Luego ordenó Holofernes a los siervos que estaban a su lado en la tienda que tomasen a Aquior y le llevaran a Betulia, entregándole a los israelitas.
11 Cogiéronle los siervos de Holofernes, y le condujeron fuera del campamento, que estaba en el llano, y le llevaron del llano a la montaña, a las fuentes que están por debajo de Betulia.
12 En cuanto los de la ciudad los vieron, tomaron sus armas y salieron a la cima del monte. Los honderos se mantuvieron en sus puestos y arrojaron piedras sobre los asirios.
13 Pero ellos, ocultándose en los repliegues de la montaña, amarraron a Aquior y le abandonaron a raíz del monte, volviéndose a su amo.
14 Bajaron de la ciudad los hijos de Israel, dieron con él y le desataron, y, llevándole a Betulia, le entregaron a los jefes de la ciudad.
15 Eran éstos en aquellos días Ocias, hijo de Mica, de la tribu de Simeón; Abrís, hijo de Otoniel, y Carmis, hijo de Malquiel;"
16 los cuales convocaron luego a los ancianos de la ciudad. Todos los jóvenes y las mujeres concurrieron también a la asamblea, y, puesto Aquior en medio del pueblo, le interrogó Ocias acerca de lo sucedido.
17 Dióles cuenta él de los discursos habidos en la sesión de Holofernes, y de lo que había dicho a los príncipes asirios, y de las insolencias proferidas por Holofernes contra los israelitas.
18 Postrándose en tierra el pueblo, clamaron a Dios, diciendo:
19 “Señor, Dios del cielo, mira el orgullo de éstos y apiádate de nuestro linaje humillado, y pon hoy tus ojos en el rostro de tus santos.”
20 Consolaron a Aquior y le alabaron grandemente.
21 Ocias le sacó de la asamblea y le condujo a su casa, donde le dio un banquete, al que invitó a todos los ancianos. Toda aquella noche estuvieron invocando el auxilio del Dios de Israel.

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Introducción a Judith

Times New Roman ;;;

Judit
Introducción.

División del libro y texto.
Dos partes cabe distinguir en el libro: 1) Antecedentes al asedio de Betulia (c.1-6). 2) Victoria del pueblo judío (c.7-16).
El texto hebreo o arameo, en que fue escrito originariamente el libro, se perdió desde muy antiguo. Orígenes no lo conoció y San Jerónimo afirma que revisó la antigua versión latina basándose en un ejemplar escrito en arameo.
El texto griego se ha conservado en tres formas principales: 1) la de las unciales  A S; 2) forma peculiar de los códices 19 y 108; 3) texto del manuscrito 58 (Vaticano Reginense), del que dependen los textos de la Vetus Latina y Pesitta. Los manuscritos 19 y 108 representan el texto de Luciano, y en ellos se inspiran la versión aramea y la Vulgata. San Jerónimo, a instancias de sus amigos, tradujo el libro precipitadamente, fijándose más en el sentido que en la letra del texto. Quiso él acabar con la multiplicidad viciosa de manuscritos - no dice si eran griegos - y pone en latín lo que encontró en un texto aramaico. Huic (ludit) unam lucubratiuncu-lam dedi, magis sensum e sensu, quam ex verbo verbum transfe-rens. Multorum codicum varietatem vitiosissimam amputavi; solum ea, quae intelligentia integra in verbis Ghaldaeis invenire po-tui, Latinis expressi (Trae, ad Jdt: PL 29:39). Se sospecha que el texto aramaico utilizado por San Jerónimo era más una paráfrasis de estilo targúmico que una simple versión del texto hebreo primitivo.
Se conocen tres textos hebraicos de Judit con carácter midrástico, que de ninguna manera pueden identificarse con el texto hebreo primitivo. Dos de ellos fueron publicados por A. Yellineck 1, y el tercero por M. Gaster 2. Este último coloca la historia de Judit en la época del sitio de Jerusalén por Seleuco, no mencionándose a Nabucodonosor ni Holofernes 3. El texto de nuestro comentario se ajusta al texto griego publicado en la edición que hizo Sixto V del texto de los LXX, teniendo asimismo a la vista el texto editado por A. Rahlfs 4.

Autor y fecha de composición.
Llámase libro de Judit por ser ella la protagonista, no por haberlo escrito. No podemos determinar quién fue su autor ni fijar la fecha de su composición. Se ha dicho que su autor lo fue también del libro del Eclesiástico5, lo que nos confirma todavía más en nuestra impresión de que el libro fue escrito en tiempos posteriores al destierro. Las razones que se aducen para una fecha anterior a la cautividad carecen de valor 6. Grintz fija la data de la composición en el período persa. Dos testimonios explícitos tenemos en el libro que hablan de la cautividad como de un acontecimiento histórico: 4:2-3; 5:19. Por consiguiente, se excluye toda fecha de composición anterior a Darío.
En el libro se vislumbran no pocos elementos persas. En efecto, la frase que se aplica a Nabucodonosor de gran rey, señor de toda la tierra, es el título que se daba a los reyes persas. La invocación de Dios como Dios del cielo es peculiar de los persas (Esd 5:6; papiros de Elefantina); el ejército invasor era persa (16:10); Holofernes y Bagoas son nombres de origen persa. Las armas que utiliza el ejército (akinakés, 13:6; 16:9) tienen el mismo origen, así como la expresión preparar la tierra y el agua (2:7).
Pero el mismo examen revela la presencia de elementos helenísticos. Alejandro fue el primer monarca que se arrogó, aun en vida, honores divinos. Su ejemplo fue seguido por los seléucidas, especialmente por Antíoco Epifanes, que mandó colocar en el templo de Jerusalén la estatua de Júpiter Olímpico y grabar en sus monedas las palabras Antíoco Rey Dios Epifanes Nicéforo. Una costumbre helenista es la de adornarse con coronas de laurel (3:7; 15:13)·.
La importancia que se da a las observancias legales, más minuciosas que en la Ley misma (10:5); la devoción hacia Jerusalén, al templo y al sacerdocio; la moda de los arcaísmos, sugieren la época de Ben Sirach (180 a.C.) o la de los Macabeos. Estos indicios, unidos a las analogías que presentan con los apócrifos, jubileos y Salmos de Salomón, pueden situar al autor y la fecha de composición del libro hacia el año 70. Aventurando todavía una hipótesis, cabe conjeturar que el autor escribió su libro a instancia de los fariseos, deseosos de glorificar con el seudónimo de Judit a su bienhechora, la reina y viuda Alejandra (76-67 a.C.). Que el autor escribió su libro en Palestina, está fuera de duda.

Finalidad del libro.
El autor del libro de Judit se propuso una finalidad concreta al escribirlo. Quien lo lea de corrida y superficialmente creerá que su autor no tuvo otro empeño que el de narrar una serie de hechos históricos. Pero detrás de esta corteza histórica se perfila claramente una idea religiosa directriz, que acaso ocupa el primer plano en la mente del autor sagrado, conducente a demostrar la providencia y fidelidad divinas hacia su pueblo escogido. Dios sometió a Israel al crisol de la prueba (8:27) con el fin de tantear hasta dónde llegaba su fidelidad. Permitió que éste se encontrara al borde del abismo, pero intervino en el momento crítico y lo salvó.

¿Judit libro histórico?
Hemos dicho que bajo la corteza histórica se vislumbra en el libro el desarrollo de una tesis religiosa. Pero cabe preguntar: ¿Tiene solidez esta corteza o más bien es una pantalla de que se sirvió el autor como de medio apto para proponer una enseñanza religiosa? En otras palabras: Los hechos que figuran en el libro, ¿corresponden en todo o en parte a una realidad objetiva o deben considerarse como ficción creada por el autor? Estas preguntas no están lanzadas al azar, sino que las sugieren las múltiples antinomias históricas y geográficas del libro. Sabido es que las dificultades de por sí no son suficientes para que dudemos inmediatamente de la historicidad de un libro bíblico, que aparentemente se presenta como tal; pero son un toque de atención que obliga al exegeta a un examen más detenido del texto.
Las dificultades históricas de mayor relieve del libro de Judit son las siguientes: 1) De Nabucodonosor, que reinó en Babilonia desde 604 hasta 562, se dice que era rey de los asirios. 2) Se afirma que el mencionado monarca reinó en Nínive, capital de Asiría, que fue destruida el año 612 por la acción combinada de Nabopolasar y Ciaxares. 3) Dícese (1:5) que Nabucodonosor combatió y derrotó a Arfacsad, rey de los medos. 4) Por el texto se deduce que en los días de la invasión de Holofernes no había rey en Israel; un sumo sacerdote, Joaquín, asistido por un consejo de ancianos, ejercía el poder supremo. 5) Hacía poco que los judíos habían subido de la cautividad de Babilonia y habían edificado el templo (538-458). 6) El general en jefe del ejército de Nabucodonosor es llamado Holofernes, nombre de origen persa, no babilónico; dígase lo mismo del nombre del eunuco Bagoas. ¿Cómo pudo Nabucodonosor reinar sobre Nínive, destruida antes de subir él al trono? ¿Por qué se llama rey de los asirios, cuando en realidad lo fue de Babilonia? ¿Cómo pudo combatir a Arfacsad, monarca que no figura en el catálogo de los reyes medos y persas? Sabido es que Nabucodonosor destruyó a Jerusalén y al templo, enviando a los judíos a la cautividad de Babilonia; ahora bien, ¿cómo puede armonizarse esta noticia con la de que habían los judíos reedificado la ciudad y el templo y de que habían subido hacía poco del cautiverio? ¿Cómo se explica que un rey de Babilonia reine sobre los asirios, en Nínive, y tenga como generalísimo de su ejército a un persa?
A estas dificultades de orden histórico se juntan otras de carácter geográfico y topográfico. El libro de Judit, escribe De Vaux, demuestra una arrogante indiferencia por la historia y la geografía. El itinerario del ejército de Holofernes (2:21-28) es un desafío a la geografía. Ante las dificultades mencionadas, y teniendo en cuenta los modos de decir y narrar empleados por el autor sagrado, pierde terreno la sentencia tradicional, que admitía la historicidad total del libro, y cobran actualidad las opiniones de los partidarios de una exégesis más libre y más ajustada a lo que realmente quiso decir y expresar el autor.
El pensamiento actual sobre el género literario de Judit lo resume Lefévre en estos términos: Solamente pueden darse dos hipótesis: o los hechos se ocultan cuidadosamente por el empleo de seudónimos, o el autor escribe, con una finalidad didáctica, una historia ficticia, utilizando para ello elementos sacados de épocas muy distintas7. Existe una corriente entre los exegetas que tratan de encajar dentro de un marco histórico determinado los hechos y el ambiente general que se supone en el texto. A este fin se han hecho tentativas para identificar al personaje que se esconde bajo el nombre de Nabucodonosor. Se han barajado más de quince nombres, que abarcan un período de unos mil años, desde Adadnirari III (787 a.C.) hasta Adriano (138 d. C.) 8.
Puede ser que, al utilizar el autor sagrado el nombre de Nabucodonosor, quisiera reunir en él los rasgos más salientes de todos y cada uno de los antiguos monarcas orientales y griegos, cuyo distintivo era el orgullo, la impiedad, la ambición y el odio hacia Yahvé y a su pueblo elegido. Para el autor, Nabucodonosor es una figura sintética, ejemplar, simbólica y apocalíptica. Es el adversario poderoso e impío del pueblo de Israel. Es un monarca que sobrevive a sí mismo, ya que ataca a Israel incluso en los tiempos posteriores a la cautividad. Es un personaje de todos los tiempos y de ninguno en particular. No es nombre concreto; es una fuerza, una idea encarnada. Es el orgullo personificado, es Satanás (Stein-Mann, 24). Aquior, lo mismo que Nabucodonosor, tiene en el texto función de tipo (Cazelles).
En cuanto al personaje central, Judit, se identifica en 16:4 con la nación judía. Según De Vaux, Judit, palabra que significa la judia, representa el partido de Dios, identificado con el de la nación 9. Es probable que Judit no sea otra que Jael de Jue 4:5, transformada, primeramente por los de Elefantina y últimamente por los judíos de Leontópolis, en la heroína que conocemos con el nombre de Judit. 10
Como escribimos en otro lugar n terminamos este apartado diciendo que con datos extraídos de la historia de la lucha secular de los pueblos paganos contra Israel compuso el autor sagrado una narración, en la que hechos sucedidos en diversos períodos históricos forman unidad por razón de la identidad de fines que les atribuye. Se barajan nombres, reales o fingidos, de personajes, con preferencia de tiempos antiguos. Según el P. Guillet, una de las leyes del género apocalíptico es la de sintetizar la historia en visiones globales 12. Son muchos actualmente los que clasifican a Judit entre la literatura apocalíptica. Lo que ésta proclama con lenguaje pro-fético, lo dice nuestro autor empleando el estilo simple de un relato 13.

Valor doctrinal de Judit.
Es un libro fundamentalmente religioso. La tesis central del mismo se plantea en 5:20-21. Especial providencia de Dios por el pueblo de Israel mientras éste le sea fiel, no solamente rechazando la idolatría, sino evitando aun las más leves transgresiones legales. Puede permitir Dios que le sobrevengan grandes calamidades, pero aun entonces debe Israel esperar en Dios, que permite estos males para probar su fidelidad, no para castigarle.
El pecado es el gran enemigo de la alianza. El mayor de todos es la idolatría; pero también otras faltas menos graves debilitan los lazos de la alianza. Quienes juzgan las acciones de Judit con un enfoque moderno, le achacan varios pecados: mentira, seducción, acción voluntaria de ponerse en peligro próximo de pecar, asesinato de Holofernes, utilización de medios ilícitos para lograr un bien. Pero no es el de Judit un libro de casos de conciencia, ni aun de edificación, sino más bien un tratado teológico. Ningún pecado le recrimina el autor sagrado, que ve en ella un instrumento débil del que se sirve Dios para castigar a los enemigos de su pueblo. Por el hecho de que su pureza salió ilesa de las provocaciones de Holofernes, a quien decapitó, algunos teólogos consideran a Judit como figura de la Inmaculada Concepción. A María se aplican las palabras de 15:9.

Canonicidad.
Se clasifica entre los siete libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento. Según Orígenes 14 y San Jerónimo 15, los judíos leían el libro. Muchos Padres de los siglos n y ni consideran el libro como parte integrante de la Biblia 16. Por dudar de su canonicidad, San Jerónimo no puso mucho esmero en su traducción o revisión de un texto aramaico. Pero el mismo santo Doctor cambió de parecer (Epist. 65: PL 12:623; 25:1394) al verse libre de los prejuicios rabínicos. Afirma San Jerónimo que el concilio de Nicea in numero sanctarum scripturarum computasse al libro de Judit (PL 39,39) 17·

1 Beth ha-Midrasch (Leipzig 1853),
2 An Unknown Hebrew versión of the history of Judith: Proceedings of the Society oí d blical Archaeology, 16 (1893-94) 156-163.
3 C. Meyer, Zur Entstehungsgeschichte des Buches Judith: B 3 (1922) I93-2O3·,
4 Stuttgart 1952. Sobre la cuestión textual véase A. M. dubarle, Les textes diverse Uvre de Judith: VT 8 (1958) 344-373·
5 A. Jansen, Der verschollene Verfasser des Buches Judith: Theologie und Glaube, 4 U912) 269-277.
6 B. Mariahi, Introductio in libros sacros Veteris Testamenti (Roma 1958) 277-278,
7 Introduction a la Bible I (1957) 1747.
8 Véase Soubigou, Miller; G. Brunner, Der Nabuchodonosor des Buches judith (Berlín 1959).
9 Bible de Jérusalem (1956) 493-494.
10 J. Edgar Bruns, The genealogy of Judith: The Catholic Bibljcal Quarterly, 18 (1956) Ú9-22; Judith orjael: ibid., 16 (1954) 12-14.
11 Verdad y Vida, U.
12 Thémes Bibliques (París 1951) 137-38-
13 Lefévre, Judith: DBS 1319; arnaldich, l.c., 99-100.
14 Epist. ad lulianurri Africanwn 13: PG 11:80.
15 Praefatio in Libr. ludith: PL 29:3?
16 Clemente De Alejandría, Strom. 2:17: PG 8:969; orígenes, De oratione i32: PG 11:452.
17 Véase A. M. Dubarle, La mentían de Judith dans la littérature ancienne, Juíve et cnn~ tienne: RB 66 (1959) 514-549·


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Judith 6,1-21Times New Roman ;;

Intervención de Holofernes (6:1-9).
1 En cuanto cesó el tumulto de las gentes que rodeaban al consejo, dijo Holofernes, general en jefe del ejército asirio, a Aquior y a los moabitas, en presencia de todo el pueblo extranjero: ¿Quién eres tú, Aquior, y vosotros, mercenarios de Efraím, para profetizar como lo habéis hecho hoy, diciendo que no luchemos contra la nación israelita porque la protege su Dios? 2 ¿Qué dios hay si no es Nabucodonosor? 3 Este ha enviado su ejército y los borrará de la faz de la tierra, sin que su Dios pueda librarlos; pero nosotros, siervos de Nabucodonosor, los aplastaremos como a un solo hombre, y no podrán resistir el empuje de nuestra caballería. 4 Con ella inundaremos su tierra, y bañaremos en sangre sus montañas, y llenaremos de cadáveres sus valles, y no podrán mantenerse en pie delante de nosotros, y todos enteramente perecerán, dice el rey Nabucodonosor, señor de toda la tierra, y sus palabras no quedarán sin cumplimiento. 5 Pero tú, Aquior, mercenario de Amón, que tales discursos has tenido este día de tu insensatez, no volverás a ver mi rostro hasta que yo no haya castigado a esa nación de huidos de Egipto. 6 Cuando yo vuelva, atravesará tu cuerpo el hierro de mi ejército, y la muchedumbre de mis lanceros tu costado, y caerás bañado en tu sangre. 7 Mis siervos te llevarán a la montaña y te pondrán en una de las ciudades de la subida, 8 y no perecerás hasta que con ellos seas aniquilado. 9 Ya que tan firme esperanza tienes de que no sean conquistados, no se abata tu rostro. De cuanto he dicho, ni una palabra caerá en el vacío.

Acallado el tumulto popular, intervino Holofernes violentamente. En presencia de Moab y de toda la muchedumbre de extranjeros increpó a Aquior y a los mercenarios de Amón. Su ejército les demostrará que se han equivocado al meterse en profetas de mal agüero. Holofernes rechaza la posibilidad de que el Dios de Israel, pueblo formado como huidos de Egipto, pueda prevalecer contra el omnipotente Nabucodonosor. Anuncia la derrota completa de Israel, que no podrá resistir el empuje de su caballería. Aquior será testigo de este desastre. Holofernes no menciona el nombre de Betulia, pero da a entender que los judíos preparan la resistencia en una de las ciudades de la subida. Estaba tan creído Nabucodonosor de su victoria, que no temía que Aquior revelara a los de Betulia sus planes guerreros. Pero la razón fundamental por la cual Aquior es entregado y colocado en Betulia es para que, una vez cortada la cabeza de Holofernes, diera fe de que era la del generalísimo del ejército de Nabucodonosor.

Aquior es llevado a Betulia (6:10-13).
10 Luego ordenó Holofernes a los siervos que estaban a su lado en la tienda que tomasen a Aquior y le llevaran a Betulia, entregándole a los israelitas. 11 Cogiéronle los siervos de Holofernes, y le condujeron fuera del campamento, que estaba en el llano, y le llevaron del llano a la montaña, a las fuentes que están por debajo de Betulia. 12 En cuanto los de la ciudad los vieron, tomaron sus armas y salieron a la cima del monte. Los honderos se mantuvieron en sus puestos y arrojaron piedras sobre los asirios. 13 Pero ellos, ocultándose en los repliegues de la montaña, amarraron a Aquior y le abandonaron a raíz del monte, volviéndose a su amo.

Por las palabras del texto se deduce que no existía un frente continuo, sino focos aislados de resistencia. De ahí que los siervos de Holofernes penetraran en territorio israelita y se acercaran a Betulia. Al divisarlos los hombres de la ciudad, en vez de salir a su encuentro y rechazarles, subieron a la cima del monte, desde donde los honderos lanzaban piedras contra los intrusos.

Aquior con los jefes de Betulia (6:14-17).
14 Bajaron de la ciudad los hijos de Israel, dieron con él y le desataron, y, llevándole a Betulia, le entregaron a los jefes de la ciudad. 15 Eran éstos en aquellos días Ocias, hijo de Mica, de la tribu de Simeón; Abrís, hijo de Otoniel, y Carmis, hijo de Malquiel; l6 los cuales convocaron luego a los ancianos de la ciudad. Todos los jóvenes y las mujeres concurrieron también a la asamblea, y, puesto Aquior en medio del pueblo, le interrogó Ocias acerca de lo sucedido. 17 Dióles cuenta él de los discursos habidos en la sesión de Holofernes, y de lo que había dicho a los príncipes asirios, y de las insolencias proferidas por Holofernes contra los israelitas.

Una vez regresaron los asirios a su campamento, descendieron los hombres del pueblo a la falda del monte; hallaron a Aquior y, desatándolo, le entregaron a los jefes (arjontes) de la ciudad, pertenecientes a la tribu de Simeón. El autor del libro trata de rehabilitar a Simeón, poco afortunado en la bendición de Jacob (Gen_49:5-7), y cuya tribu llevó siempre una vida lánguida y deslucida (2Cr_15:9; 2Cr_34:6), fundida con la tribu de Judá. Judit (2Cr_9:2-4) alaba a Simeón por haberse vengado de los extranjeros que habían violado a una doncella. Los otros dos arjontes eran Cabris (Num_26:45; Gen_46:17) y Carmis (Jos_7:1; 1Cr_2:7).

Oraciones y banquetes (1Cr_6:18-21).
18 Postrándose en tierra el pueblo, clamaron a Dios, diciendo: 19 Señor, Dios del cielo, mira el orgullo de éstos y apiádate de nuestro linaje humillado, y pon hoy tus ojos en el rostro de tus santos. 20 Consolaron a Aquior y le alabaron grandemente. 21 Ocias le sacó de la asamblea y le condujo a su casa, donde le dio un banquete, al que invitó a todos los ancianos. Toda aquella noche estuvieron invocando el auxilio del Dios de Israel.

Durante aquella noche perseveraron en la oración, invocando el auxilio de Dios. En este momento crucial para la ciudad no existen preparativos de carácter militar y estratégico. Saben ellos que la victoria o la derrota está en manos de Dios.

1 Chroru 2: PG 19:486.
2 Solino, 35:4-
3 Pliió, Hist. Natur. 13:41: Eßá vocant spadones, qui apud eos etiam regnaverg.
4 Çerüdïtï,6:48-49·
1 T. Chary, Les prophétes et le cuite a partir de l'exil (París 1955) 200-201,