Judith 9 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 14 versitos |
1 Judit, postrándose rostro a tierra, echó ceniza sobre su cabeza y descubrió el cilicio que llevaba ceñido. Era precisamente la hora en que se ofrecía en Jerusalén, en la casa de Dios, el incienso de la tarde, cuando clamó Judit con gran voz al Señor, diciendo:
2 “Señor, Dios de mi padre Simeón, en cuya mano pusiste la espada para vengarse de los extranjeros, los cuales soltaron la cintura de una virgen para deshonrarla y desnudaron sus muslos para confusión, profanando su seno para su oprobio.
3 Porque tú dijiste: No será así. Y ellos lo hicieron. Por esto entregaste sus príncipes a la muerte, y su lecho, avergonzado por su engaño, siendo engañado a su vez, a la sangre. Y heriste a los esclavos con los poderosos, y a los poderosos en sus tronos.
4 Diste sus mujeres al saqueo, y sus hijas al cautiverio, y todos sus bienes en reparto entre tus hijos amados, los cuales se inflamaron en tu celo y abominaron la contaminación de su sangre y te invocaron en su auxilio. ¡Oh Dios, Dios mío! Escucha también a mí, que soy viuda.
5 Pues fuiste tú el autor de aquellos hechos y de cuantos le precedieron y siguieron, y lo presente y lo futuro tú lo dispusiste, y lo que tú dispusiste se hizo.
6 "Tú planeaste lo que estaba por venir, y sucedía como tú lo habías decretado, y se presentaba a ti, diciendo: Heme aquí. Pues todos tus caminos están dispuestos, y previstos tus juicios."
7 Mira que los asirios tienen un ejército poderoso, se engríen de sus caballos y jinetes, se enorgullecen de la fuerza de sus infantes, tienen puesta su confianza en sus broqueles, en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no saben que tú eres el Señor que decide las batallas, cuyo nombre es Yahvé,
8 Quebranta su fuerza con tu poder, pulveriza su fuerza con tu ira, porque han resuelto violar tu santuario, profanar el tabernáculo en que se posa tu glorioso nombre y derribar con el hierro los cuernos de tu altar.
9 "Pon los ojos en su soberbia, descarga tu cólera sobre su cabeza, dame a mí, pobre viuda, fuerza para ejecutar lo que he premeditado."
10 Hiere con la seducción de mis labios al siervo con el príncipe y al príncipe con el siervo, y quebranta su orgullo por mano de una mujer,
11 Que no está tu poder en la muchedumbre, ni en los valientes tu fuerza; antes eres tú el Dios de los humildes, el amparo de los pequeños, el defensor de los débiles, el refugio de los desamparados y el salvador de los que no tienen esperanza."
12 Sí, sí. Dios de mis padres y Dios de la heredad de Israel, Señor de los cielos y de la tierra, Creador de las aguas, Rey de toda la creación, escucha mi plegaria
13 y dame una palabra seductora que cause heridas y cardenales en aquellos que han resuelto crueldades contra tu alianza, contra tu santa casa, contra el monte de Sión, contra la casa que es posesión de tus hijos.
14 Haz que todo tu pueblo y cada una de sus tribus reconozca y sepa que tú eres el Dios de toda fortaleza y poder y que no hay otro fuera de ti que proteja al linaje de Israel.”

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Introducción a Judith

Times New Roman ;;;

Judit
Introducción.

División del libro y texto.
Dos partes cabe distinguir en el libro: 1) Antecedentes al asedio de Betulia (c.1-6). 2) Victoria del pueblo judío (c.7-16).
El texto hebreo o arameo, en que fue escrito originariamente el libro, se perdió desde muy antiguo. Orígenes no lo conoció y San Jerónimo afirma que revisó la antigua versión latina basándose en un ejemplar escrito en arameo.
El texto griego se ha conservado en tres formas principales: 1) la de las unciales  A S; 2) forma peculiar de los códices 19 y 108; 3) texto del manuscrito 58 (Vaticano Reginense), del que dependen los textos de la Vetus Latina y Pesitta. Los manuscritos 19 y 108 representan el texto de Luciano, y en ellos se inspiran la versión aramea y la Vulgata. San Jerónimo, a instancias de sus amigos, tradujo el libro precipitadamente, fijándose más en el sentido que en la letra del texto. Quiso él acabar con la multiplicidad viciosa de manuscritos - no dice si eran griegos - y pone en latín lo que encontró en un texto aramaico. Huic (ludit) unam lucubratiuncu-lam dedi, magis sensum e sensu, quam ex verbo verbum transfe-rens. Multorum codicum varietatem vitiosissimam amputavi; solum ea, quae intelligentia integra in verbis Ghaldaeis invenire po-tui, Latinis expressi (Trae, ad Jdt: PL 29:39). Se sospecha que el texto aramaico utilizado por San Jerónimo era más una paráfrasis de estilo targúmico que una simple versión del texto hebreo primitivo.
Se conocen tres textos hebraicos de Judit con carácter midrástico, que de ninguna manera pueden identificarse con el texto hebreo primitivo. Dos de ellos fueron publicados por A. Yellineck 1, y el tercero por M. Gaster 2. Este último coloca la historia de Judit en la época del sitio de Jerusalén por Seleuco, no mencionándose a Nabucodonosor ni Holofernes 3. El texto de nuestro comentario se ajusta al texto griego publicado en la edición que hizo Sixto V del texto de los LXX, teniendo asimismo a la vista el texto editado por A. Rahlfs 4.

Autor y fecha de composición.
Llámase libro de Judit por ser ella la protagonista, no por haberlo escrito. No podemos determinar quién fue su autor ni fijar la fecha de su composición. Se ha dicho que su autor lo fue también del libro del Eclesiástico5, lo que nos confirma todavía más en nuestra impresión de que el libro fue escrito en tiempos posteriores al destierro. Las razones que se aducen para una fecha anterior a la cautividad carecen de valor 6. Grintz fija la data de la composición en el período persa. Dos testimonios explícitos tenemos en el libro que hablan de la cautividad como de un acontecimiento histórico: 4:2-3; 5:19. Por consiguiente, se excluye toda fecha de composición anterior a Darío.
En el libro se vislumbran no pocos elementos persas. En efecto, la frase que se aplica a Nabucodonosor de gran rey, señor de toda la tierra, es el título que se daba a los reyes persas. La invocación de Dios como Dios del cielo es peculiar de los persas (Esd 5:6; papiros de Elefantina); el ejército invasor era persa (16:10); Holofernes y Bagoas son nombres de origen persa. Las armas que utiliza el ejército (akinakés, 13:6; 16:9) tienen el mismo origen, así como la expresión preparar la tierra y el agua (2:7).
Pero el mismo examen revela la presencia de elementos helenísticos. Alejandro fue el primer monarca que se arrogó, aun en vida, honores divinos. Su ejemplo fue seguido por los seléucidas, especialmente por Antíoco Epifanes, que mandó colocar en el templo de Jerusalén la estatua de Júpiter Olímpico y grabar en sus monedas las palabras Antíoco Rey Dios Epifanes Nicéforo. Una costumbre helenista es la de adornarse con coronas de laurel (3:7; 15:13)·.
La importancia que se da a las observancias legales, más minuciosas que en la Ley misma (10:5); la devoción hacia Jerusalén, al templo y al sacerdocio; la moda de los arcaísmos, sugieren la época de Ben Sirach (180 a.C.) o la de los Macabeos. Estos indicios, unidos a las analogías que presentan con los apócrifos, jubileos y Salmos de Salomón, pueden situar al autor y la fecha de composición del libro hacia el año 70. Aventurando todavía una hipótesis, cabe conjeturar que el autor escribió su libro a instancia de los fariseos, deseosos de glorificar con el seudónimo de Judit a su bienhechora, la reina y viuda Alejandra (76-67 a.C.). Que el autor escribió su libro en Palestina, está fuera de duda.

Finalidad del libro.
El autor del libro de Judit se propuso una finalidad concreta al escribirlo. Quien lo lea de corrida y superficialmente creerá que su autor no tuvo otro empeño que el de narrar una serie de hechos históricos. Pero detrás de esta corteza histórica se perfila claramente una idea religiosa directriz, que acaso ocupa el primer plano en la mente del autor sagrado, conducente a demostrar la providencia y fidelidad divinas hacia su pueblo escogido. Dios sometió a Israel al crisol de la prueba (8:27) con el fin de tantear hasta dónde llegaba su fidelidad. Permitió que éste se encontrara al borde del abismo, pero intervino en el momento crítico y lo salvó.

¿Judit libro histórico?
Hemos dicho que bajo la corteza histórica se vislumbra en el libro el desarrollo de una tesis religiosa. Pero cabe preguntar: ¿Tiene solidez esta corteza o más bien es una pantalla de que se sirvió el autor como de medio apto para proponer una enseñanza religiosa? En otras palabras: Los hechos que figuran en el libro, ¿corresponden en todo o en parte a una realidad objetiva o deben considerarse como ficción creada por el autor? Estas preguntas no están lanzadas al azar, sino que las sugieren las múltiples antinomias históricas y geográficas del libro. Sabido es que las dificultades de por sí no son suficientes para que dudemos inmediatamente de la historicidad de un libro bíblico, que aparentemente se presenta como tal; pero son un toque de atención que obliga al exegeta a un examen más detenido del texto.
Las dificultades históricas de mayor relieve del libro de Judit son las siguientes: 1) De Nabucodonosor, que reinó en Babilonia desde 604 hasta 562, se dice que era rey de los asirios. 2) Se afirma que el mencionado monarca reinó en Nínive, capital de Asiría, que fue destruida el año 612 por la acción combinada de Nabopolasar y Ciaxares. 3) Dícese (1:5) que Nabucodonosor combatió y derrotó a Arfacsad, rey de los medos. 4) Por el texto se deduce que en los días de la invasión de Holofernes no había rey en Israel; un sumo sacerdote, Joaquín, asistido por un consejo de ancianos, ejercía el poder supremo. 5) Hacía poco que los judíos habían subido de la cautividad de Babilonia y habían edificado el templo (538-458). 6) El general en jefe del ejército de Nabucodonosor es llamado Holofernes, nombre de origen persa, no babilónico; dígase lo mismo del nombre del eunuco Bagoas. ¿Cómo pudo Nabucodonosor reinar sobre Nínive, destruida antes de subir él al trono? ¿Por qué se llama rey de los asirios, cuando en realidad lo fue de Babilonia? ¿Cómo pudo combatir a Arfacsad, monarca que no figura en el catálogo de los reyes medos y persas? Sabido es que Nabucodonosor destruyó a Jerusalén y al templo, enviando a los judíos a la cautividad de Babilonia; ahora bien, ¿cómo puede armonizarse esta noticia con la de que habían los judíos reedificado la ciudad y el templo y de que habían subido hacía poco del cautiverio? ¿Cómo se explica que un rey de Babilonia reine sobre los asirios, en Nínive, y tenga como generalísimo de su ejército a un persa?
A estas dificultades de orden histórico se juntan otras de carácter geográfico y topográfico. El libro de Judit, escribe De Vaux, demuestra una arrogante indiferencia por la historia y la geografía. El itinerario del ejército de Holofernes (2:21-28) es un desafío a la geografía. Ante las dificultades mencionadas, y teniendo en cuenta los modos de decir y narrar empleados por el autor sagrado, pierde terreno la sentencia tradicional, que admitía la historicidad total del libro, y cobran actualidad las opiniones de los partidarios de una exégesis más libre y más ajustada a lo que realmente quiso decir y expresar el autor.
El pensamiento actual sobre el género literario de Judit lo resume Lefévre en estos términos: Solamente pueden darse dos hipótesis: o los hechos se ocultan cuidadosamente por el empleo de seudónimos, o el autor escribe, con una finalidad didáctica, una historia ficticia, utilizando para ello elementos sacados de épocas muy distintas7. Existe una corriente entre los exegetas que tratan de encajar dentro de un marco histórico determinado los hechos y el ambiente general que se supone en el texto. A este fin se han hecho tentativas para identificar al personaje que se esconde bajo el nombre de Nabucodonosor. Se han barajado más de quince nombres, que abarcan un período de unos mil años, desde Adadnirari III (787 a.C.) hasta Adriano (138 d. C.) 8.
Puede ser que, al utilizar el autor sagrado el nombre de Nabucodonosor, quisiera reunir en él los rasgos más salientes de todos y cada uno de los antiguos monarcas orientales y griegos, cuyo distintivo era el orgullo, la impiedad, la ambición y el odio hacia Yahvé y a su pueblo elegido. Para el autor, Nabucodonosor es una figura sintética, ejemplar, simbólica y apocalíptica. Es el adversario poderoso e impío del pueblo de Israel. Es un monarca que sobrevive a sí mismo, ya que ataca a Israel incluso en los tiempos posteriores a la cautividad. Es un personaje de todos los tiempos y de ninguno en particular. No es nombre concreto; es una fuerza, una idea encarnada. Es el orgullo personificado, es Satanás (Stein-Mann, 24). Aquior, lo mismo que Nabucodonosor, tiene en el texto función de tipo (Cazelles).
En cuanto al personaje central, Judit, se identifica en 16:4 con la nación judía. Según De Vaux, Judit, palabra que significa la judia, representa el partido de Dios, identificado con el de la nación 9. Es probable que Judit no sea otra que Jael de Jue 4:5, transformada, primeramente por los de Elefantina y últimamente por los judíos de Leontópolis, en la heroína que conocemos con el nombre de Judit. 10
Como escribimos en otro lugar n terminamos este apartado diciendo que con datos extraídos de la historia de la lucha secular de los pueblos paganos contra Israel compuso el autor sagrado una narración, en la que hechos sucedidos en diversos períodos históricos forman unidad por razón de la identidad de fines que les atribuye. Se barajan nombres, reales o fingidos, de personajes, con preferencia de tiempos antiguos. Según el P. Guillet, una de las leyes del género apocalíptico es la de sintetizar la historia en visiones globales 12. Son muchos actualmente los que clasifican a Judit entre la literatura apocalíptica. Lo que ésta proclama con lenguaje pro-fético, lo dice nuestro autor empleando el estilo simple de un relato 13.

Valor doctrinal de Judit.
Es un libro fundamentalmente religioso. La tesis central del mismo se plantea en 5:20-21. Especial providencia de Dios por el pueblo de Israel mientras éste le sea fiel, no solamente rechazando la idolatría, sino evitando aun las más leves transgresiones legales. Puede permitir Dios que le sobrevengan grandes calamidades, pero aun entonces debe Israel esperar en Dios, que permite estos males para probar su fidelidad, no para castigarle.
El pecado es el gran enemigo de la alianza. El mayor de todos es la idolatría; pero también otras faltas menos graves debilitan los lazos de la alianza. Quienes juzgan las acciones de Judit con un enfoque moderno, le achacan varios pecados: mentira, seducción, acción voluntaria de ponerse en peligro próximo de pecar, asesinato de Holofernes, utilización de medios ilícitos para lograr un bien. Pero no es el de Judit un libro de casos de conciencia, ni aun de edificación, sino más bien un tratado teológico. Ningún pecado le recrimina el autor sagrado, que ve en ella un instrumento débil del que se sirve Dios para castigar a los enemigos de su pueblo. Por el hecho de que su pureza salió ilesa de las provocaciones de Holofernes, a quien decapitó, algunos teólogos consideran a Judit como figura de la Inmaculada Concepción. A María se aplican las palabras de 15:9.

Canonicidad.
Se clasifica entre los siete libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento. Según Orígenes 14 y San Jerónimo 15, los judíos leían el libro. Muchos Padres de los siglos n y ni consideran el libro como parte integrante de la Biblia 16. Por dudar de su canonicidad, San Jerónimo no puso mucho esmero en su traducción o revisión de un texto aramaico. Pero el mismo santo Doctor cambió de parecer (Epist. 65: PL 12:623; 25:1394) al verse libre de los prejuicios rabínicos. Afirma San Jerónimo que el concilio de Nicea in numero sanctarum scripturarum computasse al libro de Judit (PL 39,39) 17·

1 Beth ha-Midrasch (Leipzig 1853),
2 An Unknown Hebrew versión of the history of Judith: Proceedings of the Society oí d blical Archaeology, 16 (1893-94) 156-163.
3 C. Meyer, Zur Entstehungsgeschichte des Buches Judith: B 3 (1922) I93-2O3·,
4 Stuttgart 1952. Sobre la cuestión textual véase A. M. dubarle, Les textes diverse Uvre de Judith: VT 8 (1958) 344-373·
5 A. Jansen, Der verschollene Verfasser des Buches Judith: Theologie und Glaube, 4 U912) 269-277.
6 B. Mariahi, Introductio in libros sacros Veteris Testamenti (Roma 1958) 277-278,
7 Introduction a la Bible I (1957) 1747.
8 Véase Soubigou, Miller; G. Brunner, Der Nabuchodonosor des Buches judith (Berlín 1959).
9 Bible de Jérusalem (1956) 493-494.
10 J. Edgar Bruns, The genealogy of Judith: The Catholic Bibljcal Quarterly, 18 (1956) Ú9-22; Judith orjael: ibid., 16 (1954) 12-14.
11 Verdad y Vida, U.
12 Thémes Bibliques (París 1951) 137-38-
13 Lefévre, Judith: DBS 1319; arnaldich, l.c., 99-100.
14 Epist. ad lulianurri Africanwn 13: PG 11:80.
15 Praefatio in Libr. ludith: PL 29:3?
16 Clemente De Alejandría, Strom. 2:17: PG 8:969; orígenes, De oratione i32: PG 11:452.
17 Véase A. M. Dubarle, La mentían de Judith dans la littérature ancienne, Juíve et cnn~ tienne: RB 66 (1959) 514-549·


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Judith 9,1-14;;

Rostro en tierra (9:1).
1 Judit, postrándose rostro a tierra, echó ceniza sobre su cabeza y descubrió el cilicio que llevaba ceñido. Era precisamente la hora en que se ofrecía en Jerusalén, en la casa de Dios, el incienso de la tarde, cuando clamó Judit con gran voz al Señor, diciendo:

Consciente de la responsabilidad que había cargado sobre sus hombros, Judit postróse en tierra en actitud suplicante, echó ceniza sobre sus cabellos (4:11) y, quitándose las prendas exteriores con que se había revestido, dejó ver el vestido o túnica de penitencia que llevaba a raíz de sus carnes. El autor sagrado hace coincidir este momento solemne, del cual pendía la salvación de Israel, con la hora en que se ofrecía en Jerusalén el incienso de la tarde (Exo_30:7; Exo_34:3; Sal_141:2) y en la hora en que se encendían las lámparas del santuario (Exo_30:8). En todo el libro tiene el hagiógrafo su pensamiento fijo en el templo de Jerusalén (Exo_4:2-3; Exo_4:6-Exo_8:11-15; Exo_5:19; Exo_8:21-25; Exo_9:8-13).

Judit evoca el recuerdo del pasado (Exo_9:2-5).
2 Señor, Dios de mi padre Simeón, en cuya mano pusiste la espada para vengarse de los extranjeros, los cuales soltaron la cintura de una virgen para deshonrarla y desnudaron sus muslos para confusión, profanando su seno para su oprobio. 3 Porque tú dijiste: No será así. Y ellos lo hicieron. Por esto entregaste sus príncipes a la muerte, y su lecho, avergonzado por su engaño, siendo engañado a su vez, a la sangre. Y heriste a los esclavos con los poderosos, y a los poderosos en sus tronos. 4 Diste sus mujeres al saqueo, y sus hijas al cautiverio, y todos sus bienes en reparto entre tus hijos amados, los cuales se inflamaron en tu celo y abominaron la contaminación de su sangre y te invocaron en su auxilio. ¡Oh Dios, Dios mío! Escucha también a mí, que soy viuda. 5 Pues fuiste tú el autor de aquellos hechos y de cuantos le precedieron y siguieron, y lo presente y lo futuro tú lo dispusiste, y lo que tú dispusiste se hizo.

Judit pertenecía a la tribu de Simeón. Se recuerdan hechos del pasado que Dios permitió que sucedieran para bien de su pueblo. Uno de ellos fue la manera como Simeón vengó el honor ultrajado de su hermana Dina (Gen_34:1-29). Simeón fue en aquella ocasión instrumento de Dios para vengar a una virgen de Israel por el ultraje inferido por un extranjero. El hecho de Dina y sus consecuencias tienen relación con la hora presente. Dina y Judit se exponen a perder el honor; pero así como Dina obró con ligereza al salir sola para ver a los hijos de aquella tierra (Gen_34:1), Judit sale fuera de la ciudad por inspiración divina y después de un maduro examen y largas oraciones y penitencias. Los hermanos de Dina, Leví y Simeón, se enfurecieron por el ultraje hecho a ella, y, espada en mano, penetraron en la ciudad y mataron a todos los varones. Los otros hijos de Jacob se arrojaron sobre los muertos y saquearon la ciudad por haber sido deshonrada su hermana (Gen_34:27). Jacob recrimina la conducta de los hermanos por la crueldad del hecho y por las funestas consecuencias que puede acarrearles (Gen_34:30; Gen_49:5-7). Judit, en cambio, alaba aquella explosión patriótica y religiosa de su antepasado (Gen_34:31). Para Judit, la violación de Dina fue un atentado al honor del alma judía. El malvado Si-quem del Génesis es el prototipo de Holofernes, y la joven viuda se imagina tener en sus débiles manos la fuerza y vigor de Simeón, y, como él, sabrá vengar la audacia y osadía del que pretende ahora destruir a Israel. Lo que hizo Siquem era una cosa que no debía hacerse (Gen_34:7; 2Sa_13:12). En el v.3 se anuncia la ley del talión, al decir que sobre aquel mismo lecho en que se consumó el engaño y seducción de Dina, perpetróse también la muerte del seductor y de sus cómplices. Judit se vengará del impío Holofernes dándole muerte en aquel lecho donde él pretendía abusar de ella. De la hazaña de Judit se hablará de generación en generación entre los hijos de nuestra raza (2Sa_8:32) y nadie se atreverá a reprobar su conducta. Gomo en el caso de Siquem, saldrán de la ciudad todos los habitantes de Betulia y saquearán el campamento asirio, entonando a continuación grandes alabanzas a la que en adelante será llamada el orgullo de Jerusalén y la gloria de Israel (2Sa_15:9).

Momento crucial (2Sa_9:6-8).
6 Tú planeaste lo que estaba por venir, y sucedía como tú lo habías decretado, y se presentaba a ti, diciendo: Heme aquí. Pues todos tus caminos están dispuestos, y previstos tus juicios. 7 Mira que los asirios tienen un ejército poderoso, se engríen de sus caballos y jinetes, se enorgullecen de la fuerza de sus infantes, tienen puesta su confianza en sus broqueles, en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no saben que tú eres el Señor que decide las batallas, cuyo nombre es Yahvé, 8 Quebranta su fuerza con tu poder, pulveriza su fuerza con tu ira, porque han resuelto violar tu santuario, profanar el tabernáculo en que se posa tu glorioso nombre y derribar con el hierro los cuernos de tu altar.

Tanto la historia de la humanidad en general como la del pueblo elegido en particular son obra de Dios. A él pertenece el pasado, el presente y el porvenir. Por voluntad divina se han presentado los asirios en las puertas de Palestina. Como en otro tiempo los egipcios confiaban en sus armas y fueron aniquilados (Exo_14:19-29), también los asirios se enorgullecen de sus infantes, de sus caballos y de sus jinetes. Pero no saben que basta que Dios dirija su vista hacia el campo asirio, como hizo con los egipcios (Vulgata), para ser aniquilados. Dios ama a los humildes y aborrece el orgullo de las naciones paganas (Eze_25:6-7; Eze_28:6-10; Eze_30:6; Eze_31:10). A la viuda humilde, Dios la ensalzará; al general orgulloso lo humillará.

Súplica anhelante (Eze_9:9-14).

9 Pon los ojos en su soberbia, descarga tu cólera sobre su cabeza, dame a mí, pobre viuda, fuerza para ejecutar lo que he premeditado. 10 Hiere con la seducción de mis labios al siervo con el príncipe y al príncipe con el siervo, y quebranta su orgullo por mano de una mujer, 11 Que no está tu poder en la muchedumbre, ni en los valientes tu fuerza; antes eres tú el Dios de los humildes, el amparo de los pequeños, el defensor de los débiles, el refugio de los desamparados y el salvador de los que no tienen esperanza. 12 Sí, sí. Dios de mis padres y Dios de la heredad de Israel, Señor de los cielos y de la tierra, Creador de las aguas, Rey de toda la creación, escucha mi plegaria 13 y dame una palabra seductora que cause heridas y cardenales en aquellos que han resuelto crueldades contra tu alianza, contra tu santa casa, contra el monte de Sión, contra la casa que es posesión de tus hijos. 14 Haz que todo tu pueblo y cada una de sus tribus reconozca y sepa que tú eres el Dios de toda fortaleza y poder y que no hay otro fuera de ti que proteja al linaje de Israel.

La figura de Holofornes se describe con frases que se aplican a los agentes de Satanás. ¿Es posible que Judit triunfe de las fuerzas del mal coligadas? Ella es débil; es el símbolo de una raza indefensa ante la potencia de un imperio pagano que domina el mundo conocido. Uno de los motivos que le mueven a depositar su esperanza en Dios lo encuentra Judit en las páginas de la Biblia en que Yahvé aparece como el protector de los humildes y de los pobres, amparo de los pequeños, refugio de los desamparados y salvador de los que no tienen esperanza (1Sa_2:7; Isa_13:11; Isa_14:4; Sal_9:10; Sal_10:14; Sal_18:28; Sal_22:25; Sal_35:10; Sal_72:12, etc.). No es la venganza personal lo que impele a Judit a obrar, sino un interés religioso. Pide una palabra seductora como única arma que puede blandir contra el impío Holofernes, que amenaza destruir todo lo que Israel considera como más santo y venerable: la alianza, el templo, Jerusalén, lugar este último donde se reúnen los hijos de Dios (Deu_32:5-19; Isa_1:2; Sab_9:7; Sab_12:19-21). El discurso de Judit está a tono con la seriedad del momento. En todo él, en prosa rimada, se vislumbra su matiz poético, un estudiado patetismo, que va creciendo poco a poco hasta desbordar en las últimas palabras. Las ideas se exponen atropelladamente a impulsos del fuego que consumía su corazón, abrasado, como su padre Simeón, por el celo de Dios y por el honor de su pueblo. Al finalizar la última estrofa, tanto Judit como el autor del poema tienen la segundad de que la suerte del ejército invasor está echada. En el libro de Judit Yahvé no habla, y menos todavía en el de Ester, pero obra.