Sabiduría 7 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 30 versitos |
1 Yo soy hombre mortal, semejante a todos, nacido del que primero fue formado de la tierra, y en el seno de mi madre se formó mi carne;"
2 consolidándose por unos diez meses la semilla de un hombre y el placer del sueño.
3 Y nacido, respiré el aire común, y caí en la misma tierra que todos, y lloré igual que los otros,
4 Y fui criado entre pañales y con cuidados;"
5 Porque no hay rey que tenga otro modo de venir a ser;"
6 una es la entrada de todos en la vida, e igual la salida.
7 Por eso oré y me fue dada la prudencia; invoqué al Señor y vino sobre mí el espíritu de la sabiduría."
8 Y la preferí a los cetros y a los tronos, y en comparación con ella tuve en nada la riqueza.
9 No la comparé a las piedras preciosas, porque todo el oro ante ella es un grano de arena, y como el lodo es la plata ante ella.
10 La amé más que a la salud y a la hermosura, y antepuse a la luz su posesión, porque el resplandor que de ella brota es inextinguible.
11 Todos los bienes me vinieron juntamente con ella, y en sus manos me trajo una riqueza incalculable.
12 Yo me gocé en todos estos bienes, porque es la sabiduría quien los trae, pero ignoraba que fuese ella la madre de todos.
13 Sin miras torcidas la aprendí y sin envidia la comunico, y a nadie escondo sus riquezas.
14 Es para los hombres tesoro inagotable, y los que de él se aprovechan se hacen partícipes de la amistad de Dios, recomendados a El por los dones adquiridos con la disciplina.
15 Déme Dios hablar según deseo y pensar dignamente de los dones recibidos, porque El es el guía de la sabiduría y el que corrige a los sabios.
16 Porque en sus manos estamos nosotros y nuestras palabras, y toda la prudencia y la pericia de nuestras obras;"
17 pues El nos da la ciencia verdadera de las cosas y el conocer la constitución del universo y la fuerza de los elementos;"
18 el principio, el fin y el medio de los tiempos, el curso regular de los astros y los cambios de las estaciones;"
19 el ciclo de los años y la posición de las estrellas;"
20 la naturaleza de los y los instintos de las fieras, la fuerza de los espíritus y los razonamientos de los hombres, las diferencias de las plantas y las virtudes de las raíces.
21 Todo lo que me estaba oculto lo conocí a las claras, porque la sabiduría, artífice de todo, me lo enseñó.
22 pues en ella hay un espíritu: inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado, claro, impasible, benévolo, agudo, incoercible, bienhechor,
23 amante de los hombres, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso, omnisciente, que penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles;"
24 porque la sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve; se difunde y lo penetra todo a causa de su pureza;"
25 porque es un hálito del poder divino y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente, por lo cual nada manchado hay en ella.
26 Es el resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de su bondad.
27 y siendo una, todo lo puede; permaneciendo la misma, todo lo renueva, y a través de las edades se derrama en las almas santas, haciendo amigos de Dios y profetas."
28 Que Dios a nadie ama sino al que mora con la sabiduría.
29 Es más hermosa que el sol, supera a todo el conjunto de las estrellas, y, comparada con la luz, queda vencedora;"
30 porque a la luz sucede la noche, pero la maldad no triunfa sobre la sabiduría.

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Introducción a Sabiduría

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Sabiduria
Introducciïn.

Título.
En los manuscritos griegos y en las versiones latina antigua, Vulgata, siríaca y armena, el libro es intitulado Sabiduría de Salomón, y con este título lo designan los Padres de los tres primeros siglos. Pero ya San Jerónimo y San Agustín advirtieron que la atribución salomónica responde a un artificio literario que indicaremos después. San Melito extendió la designación al libro de los Proverbios 1, y San Epifanio al Eclesiástico 2, pero se reservó después para este libro por su contenido eminentemente sapiencial, que rebasa el de los otros libros didácticos.

Contenido.
El libro de la Sabiduría comprende tres partes claramente distintas. La primera (1-5) considera la sabiduría desde el punto de vista moral y pone de relieve los beneficios que percibirán quienes sigan sus enseñanzas y las consecuencias fatales que sufrirán quienes las desdeñan, exhortando vivamente a todos los mortales a seguir los caminos que ella señala. La segunda (6-9) contempla la sabiduría desde el punto de vista más bien intelectual, y habla de su origen, naturaleza y propiedades, presentando en unos capítulos maravillosos el culmen de la revelación anticotestamentaria respecto de la Sabiduría divina. La tercera (10-19), de tipo histórico práctico, confirma cuanto ha dicho sobre los efectos de la sabiduría y consecuencias de su ausencia a base de la historia de Israel, en contraste con la de los pueblos egipcio, cananeo y sodomita. Intercala una larga sección sobre la idolatría (13-15), en que hace una fina ironía de los ídolos y expone las consecuencias morales a que lleva el culto.

División.
Parte Primera (1-5): la sabiduría, fuente de felicidad e inmortalidad.
Exigencias de la sabiduría y origen de la muerte (1).
Razonamientos de los impíos y juicio del autor sagrado (2).
Contrastes entre la suerte de los justos y de los impíos (3-4).
El justo y el impío ante el juicio final (5).
Parte Segunda (6-9): Naturaleza De La Sabiduría.
La sabiduría y los reyes (6).
Salomón elogia y pide al Señor la sabiduría (6:22-7:21).
Propiedades de la sabiduría (7:22-30).
Actitud de Salomón ante los beneficios de la sabiduría (8).
Plegaria del rey sabio en demanda de la sabiduría (9).
Parte Tercera (10-19): La Sabiduría En La Historia De Israel.
Sección 1.a (10-12): Los patriarcas y Moisés. Los egipcios y cananeos.
La sabiduría guía a los patriarcas y a Moisés (10:1-11:4).
Castigo de los egipcios (1.a plaga) (11:5-27).
Castigo de los cananeos (12:1-18).
Lecciones que de ellos se infieren (12:19-27).
Sección 2.a (13-15): La idolatría, pecado opuesto a la Sabiduría.
Necedad de los que adora á las criaturas (13:1-9).
Ironía del culto a los ídolos (13:10-14:14).
Origen de ciertas idolatrías (14:15-21).
Consecuencias morales de la idolatría (14:22-31).
Dicha de los israelitas y necedad de los idólatras (15).
Sección 3.a (16-19): Suerte de Israel y de los opresores.
Las codornices y las plagas de los animales (16:1-14).
El maná y la plaga del granizo y fuego (16:15-29).
Las tinieblas de Egipto; no afectan a los hebreos (17:1-18:4).
La muerte de los primogénitos egipcios (18:5-19).
Dios castiga con la muerte a los israelitas rebeldes (18:20-25).
Los israelitas y egipcios ante el mar Rojo (19:1-123).
Castigo de los sodomitas y egipcios (19:12b-16).
Resumen y conclusión (19:17-20).

La terminación un tanto brusca ha hecho pensar a algunos 3 que el autor no terminó su obra (Grotius) o que se perdió el final de la misma (eichhorn). No hay motivo para tal suposición. El sabio pretendió ilustrar el contenido de las dos primeras partes con la historia de Israel, en contraste con la de los egipcios y cananeos, la cual resalta más en el período a que el autor limita su exposición. Por lo demás, la última perícopa del libro es una especie de resumen, y el verso que la termina, una verdadera conclusión.

Autor.
Algunos autores han considerado el libro de la Sabiduría como un conjunto de sentencias o fragmentos yuxtapuestos, por lo que asignaron su composición a varios autores4. No hay razones suficientes para ello. Existe unidad en el tema y fin propuesto por el autor, como puede observarse en el precedente resumen del contenido del libro y división propuesta del mismo. El final de cada una de sus partes se enlaza bien, sin dificultad alguna, con la siguiente 5. El estilo es lo suficientemente semejante en las diversas partes de la obra como para que todas ellas puedan ser atribuidas a un mismo autor; los hebraísmos y arameísmos no arguyen un autor judío para algunas de sus sentencias o partes; pueden explicarse muy bien por el conocimiento que del hebreo y arameo tenía el autor y el influjo de la literatura sapiencial precedente 6.
El autor del libro se presenta en ocasiones como el rey Salomón7, y a él lo atribuyen en sus títulos las versiones antiguas. De ahí que los Padres y escritores eclesiásticos atribuyeran la obra al rey sabio. Pero ya San Jerónimo juzgó el título seudoepigráfico 8, y San Agustín advirtió que, si bien era costumbre atribuir el libro a Salomón, los entendidos negaban que fuese suyo 9, Y con toda razón. El libro de la Sabiduría fue compuesto en griego; ahora bien, la lengua griega no se difundió en Oriente hasta después de las conquistas de Alejandro Magno. El ambiente filosófico en que se mueve su autor nos lleva también a los siglos que preceden inmediatamente la venida de Cristo. Finalmente, el autor sagrado cita conforme a la versión de los LXX, compuesta en los siglos III-II antes de Cristo. Siendo Salomón del siglo IX a.C., no pudo en modo alguno ser el autor literario del libro de la Sabiduría.
Quién haya sido el compositor de la obra atribuida al rey sabio, no es fácil determinarlo. San Agustín dice que muchos atribuyeron el libro, como el Eclesiástico, a Jesús, hijo de Sirac, y él mismo opinó de este modo 10, si bien después se retractó H; no es fácil que Ben Sirac, judío, escribiese un libro en griego y tan claramente alejandrino. San Roberto Belarmino 12, A Lapide 13, Hanneberg 14 y otros, queriendo concordar el origen salomónico con la composición muy posterior del libro, opinaron que éste había sido compuesto por un judío alejandrino, que se valió para ello de escritos salomónicos hoy perdidos. Pero no hay razones positivas para tal afirmación, ni se explica que los judíos dejasen perder escritos de Salomón conservados hasta entonces 15. San Jerónimo dice que en su tiempo algunos escritos atribuían el libro a Filón, filósofo platónico de Alejandría 16. Se dice que, habiendo sido deputado por los judíos alejandrinos para obtener de Calígula el derecho de ciudadanía romana para sus compatriotas, fracasado en su misión, escribió el libro para consolar a los judíos y mantener firme su esperanza en el Señor, que vela por su pueblo y castiga a sus opresores 17. Poderosas razones militan en contra de la atribución filoniana; el estilo y doctrina de la Sabiduría y de los escritos de Filón son muy diferentes, y los puntos de contacto se explican satisfactoriamente por el hecho de que el libro sagrado ha sido compuesto por un alejandrino. Además, Filón nace hacia el año 20 a.C. y muere el 40 d.C., y, en consecuencia, habría escrito el libro durante la vida de Jesucristo; no se explica, en este supuesto, ni que el Espíritu Santo inspirase en esta época a un judío que permanecía obstinado en el judaismo, ni que los cristianos recibiesen como inspirado su libro y lo incluyesen en el catálogo de libros del Antiguo Testamento 18.
Para resolver la cuestión no tenemos más dato seguro que el libro mismo, y de la lectura de éste todo lo que se puede concluir es que su autor es un judío, como indica el conocimiento profundo que tiene de la Biblia, el amor inmenso al pueblo israelita, su confianza en Dios, la fe en los padres y en la recompensa de la otra vida; de la diáspora, a juzgar por el conocimiento que denota de la filosofía y otras peculiaridades griegas, como los juegos 19, y su lucha contra el materialismo, epicureismo20; concretamente de Alejandría, dado el tono y estilo tan claramente alejandrinos, la mención de la zoolatría, sólo existente en Egipto, y el hecho de que en esta ciudad, gran centro filosófico, existía una gran colonia judía.

Fecha y lugar de composición.
Como fecha tope antes de la cual no puede haber sido compuesto el libro de la Sabiduría, podría señalarse alrededor del año 150, en que estaba concluida la versión de los LXX, conforme a la cual cita textos bíblicos precedentes el autor del libro 21. Tampoco debió de ser compuesto después del año 63, en que comienza la dominación romana, a que no hace el autor alusión alguna. Toda la época intermedia se caracterizó, bajo la dinastía de los Ptolomeos, por el ambiente de idolatría, inmoralidad y persecución de los judíos que respira el libro sagrado. Algunos, basándose en las duras pruebas a que parecen sometidos los judíos, opinan que fue escrito en los días de Ptolomeo VII (145-117), bajo cuyo reinado tuvo lugar una persecución de los judíos. Dado el tono apacible y académico en que se expresa el sabio, y que la persecución, más que de los poderes públicos, parece provenir de los impíos, la mayoría de los autores colocan la composición del libro más bien en los años siguientes (125-50 a.C.).
El lugar de composición fue, sin duda, Egipto, como indican el lugar tan importante que este país ocupa en el libro, las alusiones a la filosofía y religión egipcias y la descripción de las plagas. Y concretamente Alejandría, por las razones indicadas antes a propósito del autor.

Destinatarios y finalidad.
Dado que no conocemos el autor determinado que nos indicara los destinatarios de su obra y la finalidad que se propuso al escribirlo, hemos de averiguarlo a base del examen interno del libro y del ambiente y circunstancias históricas en que fue escrito.
En el siglo I antes de Jesucristo existía en Alejandría una numerosa colonia, judía..Dio origen a. ella el mismo Alejandro Magno al conceder a los israelitas los mismos derechos que a los griegos 22. A los que voluntariamente se establecían en la ciudad se añadieron los prisioneros judíos que Ptolomeo I (323-305) trajo a Egipto después de la conquista de Jerusalén por sus ejércitos, y los descontentos y fugitivos que durante los reinados siguientes escapaban de la persecución de los Seléucidas de Siria en Palestina. Según Filón, de los cinco distritos de la ciudad, dos eran enteramente judíos 23. Tenían su organización propia, con su etnarca, o jefe supremo, los arcantes, que le asistían y resolvían en los asuntos administrativos y judiciales de la comunidad, y la guerusía, o senado de ancianos de 71 miembros, como el sanedrín de Jerusalén 24, que presidían los arcontes; tenían la misión de consejeros. Salvo raras excepciones 25, permanecieron fieles al templo de Jerusalén, al que peregrinaban y pagaban el tributo anual del didracma.
En el país de los Ptolomeos, los israelitas tenían que vivir en medio de un ambiente de idolatría e inmoralidad. La época de los Lagidas, como antes indicamos, se distinguió por un paganismo epicureísta, desenfrenado y corruptor, que invadía la corte misma de Alejandría. A ello se unía con frecuencia la persecución, unas veces por parte de los poderes públicos, otras por parte de los judíos que, vencidos por aquel ambiente, habían apostatado de la fe de sus mayores. Aquélla comenzó con Ptolomeo IV Filopator (221-203), que entró en Jerusalén y violó el sancta sanctorum, lo que excitó la animosidad de los judíos palestinenses, que él vengó persiguiendo a los judíos de Alejandría. Entonces los judíos se ponen de parte de Antíoco III el Grande (223-187), que después de diversas vicisitudes se asegura el dominio de Samaría y Judea hacia el año 200. Desde entonces, las relaciones entre los israelitas y la corte alejandrina permanecieron tirantes y de vez en cuando surgía la persecución.
En estas circunstancias escribió su libro el autor de la Sabiduría. Evidentemente lo dirige en primer lugar a los judíos de Alejandría, con el fin de mantener firmes a los justos en su religión frente a un ambiente tan adverso, y volver al recto sendero a los que, llevados por el deseo de una vida más cómoda, renegaron de la fe de sus padres. A los primeros los anima con la esperanza en un más allá más feliz, premio de su fidelidad; ante los ojos de los segundos pone de relieve la suerte de los impíos y el tremendo castigo que les espera. En verdad sólo los israelitas podrían comprender la historia de los patriarcas y la providencia de Dios sobre sus antepasados, cuya fe y tradiciones ellos deben conservar como pueblo escogido a quien Dios ha confiado la misión de transmitir al mundo la Ley. Pero indudablemente el autor ha tenido una segunda intención al componer su libro: atraer a los gentiles a la religión israelita, en la que se encierra la verdadera sabiduría. Se dirige de modo especial a los reyes, advirtiéndoles que han de dar cuenta estrecha al Señor del ejercicio de su poder y poniéndoles como modelo al rey Salomón, que pasó a la posteridad como el rey sabio por excelencia. Y en general a todos los paganos, con la pretensión de hacerles sentir admiración por la doctrina judaica y apartarles de la idolatría, que irónicamente les ridiculiza. A esta segunda finalidad es seguramente debido el hecho de que el sabio evita en su libro toda cuestión de pureza legal, manteniéndose en los puntos sustanciales de la Ley.

Doctrina religiosa.
1. Dios. - Se afirma la demostrabilidad de su existencia por las criaturas, por lo que quienes desconocen la existencia de Dios son inexcusables 26. Dios ha creado el mundo 27, lo conserva 28 y gobierna con su providencia 29, de modo que es el Señor del universo 30. Los atributos divinos que más hace resaltar el autor son, especialmente en la tercera parte, la misericordia y la justicia: la misericordia y bondad con los israelitas, cuyo inevitable castigo terminaba siempre con la misericordia y el perdón; pero también con los mismos enemigos de su pueblo escogido, a quienes castigaba dura, pero lentamente, con el fin de darles lugar al arrepentimiento de sus pecados 31. Pero Dios, infinitamente misericordioso, lo es en el mismo grado justo, y, por lo mismo, no puede menos de castigar a quienes, habiendo podido descubrir su existencia, no lo conocieron 32; a los mismos israelitas, cuando se apartaban del recto sendero 33; a los egipcios, por su mala conducta con Israel y su repugnante idolatría 34; a los cananeos, por sus supersticiones y sus prácticas idolátricas, crueles e inhumanas en extremo 35; a los sodomitas, que dieron mala acogida a los enviados del Señor 36. Y castigará en el mas allá a cuantos pecadores no se arrepientan de sus pecados 37.
2. La Sabiduría. - Los Proverbios afirmaron el origen divino de la Sabiduría y declararon su papel en la creación; dedican un buen número de sentencias a sus enseñanzas en el orden religioso, pero se extienden mucho más en dar consejos de sabiduría y prudencia meramente humanas en orden a la vida práctica. El Ecle-siastés, con su espíritu crítico, niega que la sabiduría humana pueda proporcionar al nombre la felicidad plena y perfecta que anhela su corazón, pero reconoce su valor en relación con esa felicidad relativa posible en este mundo. El Eclesiástico insistirá más bien en el aspecto moral de la sabiduría, principio de todas las virtudes, para cada una de las cuales tiene Ben Sirac una, cuando no varias recomendaciones. El autor de la Sabiduría nos presenta el culmen de la revelación anticotestamentaria respecto de la Sabiduría divina (6-9) y hace resaltar los efectos morales y espirituales de la Sabiduría en quienes siguen sus enseñanzas, en contraste con las consecuencias a que la impiedad expone a los malvados (1-5) ilustrando sus afirmaciones con facetas de la historia de Israel y los pueblos egipcio y cananeo (10-19).
La Sabiduría procede de Dios 38. Es un hálito del poder divino y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente, resplandor de la luz eterna, espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de su bondad 39. Convive con Dios 40, se sienta junto a su trono 41, conoce los secretos de la ciencia de Dios y es directora de sus obras 42. Asistió a Dios en la creación del universo43, en la formación del hombre44; conserva y gobierna todas las cosas45. El sabio enumera 21 propiedades de la Sabiduría, entre otras su espíritu inteligente y santo, su unicidad y multiplicidad, su omnipotencia y omnisciencia46. Todo lo cual indica que la Sabiduría participa de la naturaleza divina. En su relación con los hombres, la doctrina del autor sagrado preludia la doctrina de la gracia santificante: Dios posee la Sabiduría 47 y la comunica a los hombres 48. Es presentada en paralelismo con el Espíritu de Dios49. Ella se adelanta a la acción del ser humano por conseguirla50. Habita en las almas santas, no mora en los pecadores51; hace triunfar del mal52. Hace amigos de Dios 53, es buena consejera de los hombres 54, los asiste en sus trabajos 55, les enseña las virtudes 56; implica la guarda de los preceptos. Lleva a la inmortalidad57. Naturalmente, vale más que todos los bienes de la tierra58.
Al expresarse de esta manera el autor sagrado, ¿se limitó a personificar el atributo divino o tenía en su mente la segunda Persona de la Santísima Trinidad? Creemos que el autor sagrado ha personificado el atributo divino con el fin de presentar las cosas de una manera más gráfica, más viva y expresiva, lo que está muy de acuerdo con la psicología oriental. Los escritores del Antiguo Testamento suelen personificar los atributos divinos por las razones indicadas59. El que sea la sabiduría el que aquí se describe más vivamente es debido a que escriben autores sapienciales, para quienes la sabiduría constituía el objeto primario de sus especulaciones. Concretamente, el libro de la Sabiduría es un escrito poético cuyas descripciones están llenas de imágenes y se personifica en él incluso la necedad60. De hecho, los judíos no entendieron las afirmaciones del sabio de la segunda Persona; más aún, cuando Jesucristo, bastantes años más tarde, les habla de su divinidad, ellos se escandalizan. Aferrados a su rígido monoteísmo, no estaban preparados para recibir el gran paso que supondría en la revelación dar a conocer aquí la segunda Persona.
Pero al personificar la Sabiduría, atributo divino, el autor sagrado ha empleado una terminología y una manera de expresarse que conviene al misterio trinitario. No la presenta como persona divina, pero la describe como tal. Puso las premisas: En el principio existía la Sabiduría, y la Sabiduría estaba en Dios. No le faltó más que decir: Y esa Sabiduría es Dios. La conclusión la sacaría San Juan en el prólogo a su Evangelio. El sabio, en consecuencia, se coloca en un plano intermedio entre la mera personificación del atributo y la afirmación de la Persona. Y el Espíritu Santo, que lo inspiraba, quería con ello ir preparando la revelación del misterio de la Santísima Trinidad, que tendría lugar en la plenitud de los tiempos, que se iba acercando. En el Nuevo Testamento, Sabiduría y Cristo son términos equivalentes. San Pablo aplicará a Jesucristo lo que en este libro se dice de la Sabiduría, llamándole hijo de su amor61, imagen de Dios62, esplendor de su gloria y la imagen de su substancia63. Y cuanto San Juan dice del Verbo, especialmente en el prólogo, conviene a la Sabiduría divina que nos presenta el autor de este libro sapiencial64.
3. Postrimerías. - La muerte. - No es obra de Dios65, sino que entró en el mundo por la envidia del diablo 66. Con su conducta, los malvados la llaman y miran como amiga67. No se preocupa de ella el autor; para el justo es sencillamente el paso a la inmortalidad, que lo libra de los males de la vida presente.
La inmortalidad del alma. - El libro de la Sabiduría nos presenta la primera expresión cierta de la vida inmortal en el más allá, con lo que se resuelve el problema de los sufrimientos del justo, que preocupa sobremanera al autor del libro de Job, y el enigma que tortura a Cohelet, que siente en el corazón el deseo de una felicidad plena y perfecta, que luego no encuentra en las cosas de este mundo. Después de la muerte, el justo gozará de paz y recibirá un premio eterno, un reino glorioso y una hermosa corona68, de modo que aquélla es para ellos una traslación69, una liberación70. Para los justos, los sufrimientos no son más que una prueba pasajera que purifica las almas y les hace merecer una inmortalidad más feliz71. Diversa suerte espera a los impíos: no tendrán esperanza ni consuelo en el día del juicio 72; el Señor se reirá de ellos, serán entre los muertos oprobio sempiterno, serán desolados y sumergidos en el dolor73. A la hora de la muerte exclamarán viendo la suerte de los justos: Erramos el camino de la verdad y la luz de la justicia no nos alumbró74. El castigo será proporcionado al crimen y dignidad del pecador75. Si el justo recibe un premio eterno en el cielo junto a Dios, el impío recibirá idéntico castigo en el hades o infierno76.
¿Resurrección de los cuerpos? - No se afirma expresamente. Para la tesis de su libro bastaba al autor afirmar la inmortalidad del alma. Tal vez creyó prudente no hacer de ella mención explícita en atención a los posibles lectores paganos, que encontrarían en esta doctrina un fuerte obstáculo para aceptar la religión israelita. Que el autor creyera en la resurrección de los muertos parecen indicarlo los siguientes datos enumerados por Weber: su concepción del hombre, compuesto de cuerpo y alma; la descripción que hace del juicio general, como una escena terrestre en que justos y pecadores se ven cara a cara (5:1-2; cf. v.17ss); su concepción de Dios, que quiere la vida (2:235) y no la muerte y puede vivificar a aquellos que han pasado por la muerte (16:13); su fidelidad a las creencias judías, favorables en su conjunto a la resurrección (Bonsirven, Le judaisme palestinien... t.i p.468-48s); la semejanza entre Sab 3:17 y Dan 12:2-3, Que trata de la resurrección77.
4. La Idolatría. - El autor dedica una sección de su libro a la idolatría, el gran pecado opuesto a la Sabiduría. Comienza declarando que los filósofos gentiles pudieron y debieron descubrir al verdadero Dios y caer en la cuenta de la vanidad de los ídolos 78. Afirma que la idolatría no existió desde siempre, sino que es una aberración de la humanidad, que, por lo mismo, tendrá su fin79. Explica el origen de algunas clases de idolatría: el culto a los muertos80, a los reyes81. Afirma la nada de los ídolos, que ridiculiza con ironía82. Muestra, entre las diversas clases de idolatría que menciona, especial repugnancia por la zoolatría de los egipcios, que daban culto a los más repugnantes animales 83. Describe los funestos efectos morales de la idolatría84.
5. ¿El Mesías? - Muchos Padres afirmaron que el capítulo 2 contiene una profecía de la pasión de Jesucristo. Si bien en sentido literal el autor se refiere a los sufrimientos de los justos, sus afirmaciones se verifican de modo eminente en el Mesías y sus perseguidores, por lo que tal vez el Espíritu Santo las inspiró al autor sagrado en relación con El (cf. comentario al c.2). Y ciertamente el autor preparó sus caminos: El libro de la Sabiduría - escribe el P. Lagrange - está todo él compenetrado del valor del alma, sin especificar por medio de quién será salvada; predica la salvación misma del Evangelio, sin decir quién será el Salvador. El Evangelio contiene la misma doctrina, pero añade que el Salvador del alma es el Mesías y que este Mesías es Jesús de Nazaret. 85

Canonicidad.
El libro de la Sabiduría es uno de los deuterocanónicos. Los judíos palestinenses no lo admitieron en el canon de libros sagrados seguramente porque fue escrito en época tardía y no en la lengua y patria de los libros santos. Los judíos de Alejandría, en cambio, lo incluyeron en su catálogo de libros inspirados, como atestigua su presencia en la versión de los LXX.
La Iglesia, al recibir como texto oficial la mencionada versión, lo retuvo como canónico. El Nuevo Testamento lo cita numerosas veces, y si bien no lo aduce expresamente como canónico, no se explica la frecuencia y modo como lo hace de no considerarlo como tal 86. Los Padres de los tres primeros siglos lo citan como libro inspirado. En los siglos siguientes, a excepción de algunos, que, como San Jerónimo, influenciados por los judíos palestinenses, lo consideraban como aptos para la edificación de los fieles, pero no para probar los dogmas 87, lo retuvieron como canónico. San Agustín defendió enérgicamente la inspiración contra los semipelagia-nos 88. Los concilios de Hipona de los años 193 y 397 89, el de Car-tago del año 419 90, la carta de Inocencio I a Exuperio de Tolosa, del 405 91; el decreto del papa Gelasio del 494 92 y el decreto de Eugenio IV a los jacobitas del 1441 93 lo incluyeron en la lista de libros canónicos. Con razón el concilio Tridentino, basándose en la tradición, definió la inspiración del libro 94, acabando con las dudas esporádicas de algunos autores que, llevados, sin duda, de la autoridad de San Jerónimo, disentían del sentir universal de la Iglesia, como Hugo de San Víctor (1141), San Antonino (f 1459), Cayetano (1532).
Los protestantes, que al principio de la Reforma sostenían la inspiración del libro, terminaron por negarla. Los modernos ven incluso en él toda una serie de errores filosóficos bajo el influjo de la filosofía platónica y alejandrina 95. Los ortodoxos, que conservaron durante siglos el canon completo, bajo la influencia de la crítica protestante se han ido inclinando por el canon corto que excluye los deuterocanónicos del A.T.

Lengua y género literario.
Es cosa admitida que el libro de la Sabiduría fue escrito en griego. Lo afirma explícitamente San Jerónimo en su introducción a los libros sapienciales 96. Y lo refleja el mismo libro con sus vocablos y palabras compuestas, propias de la lengua griega; con su estilo elegante y fluido en largos períodos, en distinción a las frases yuxtapuestas o uniformemente unidas por la conjunción copulativa; con la riqueza de sinónimos completamente extraños a la lengua hebrea; con los términos y expresiones tomadas de la vida y filosofía griegas. El colorido hebraico que le dan los hebraísmos, frases que se inician con la partícula copulativa, el paralelismo de algunos capítulos, las cadencias rítmicas, se explican satisfactoriamente por el conocimiento que el autor tenía de la literatura bíblica, que, como buen israelita, le sería familiar; de ahí que sean más frecuentes donde el autor se inspira más en aquélla.
En cuanto al género literario, pertenece al género sapiencial. Prosa tratada conforme a las reglas del paralelismo hebreo. Pero presenta notable diferencia con algunos de los libros sapienciales. En las dos primeras partes presenta un desarrollo metódico y orgánico de la sabiduría, sus propiedades y efectos, que contrasta con las sentencias y fragmentos sueltos de Proverbios y Eclesiástico, y está más de acuerdo con la fecha de composición y ambiente en que fue escrito el libro. Más peculiar es el género literario de la última parte, que amplía y poetiza con un fin didáctico-religioso los datos bíblicos del Éxodo, viniendo a ser una descripción oriental de las plagas de Egipto, una idealización de la historia de Israel y unos relatos irónicos del culto a los ídolos en que se mezclan la historia y la poesía 97.

Texto y versiones.
Tenemos del libro de la Sabiduría el texto griego, las versiones latina, siríaca, armena y árabe. El texto griego, que se encuentra a veces incompleto en los códices BSA, se conserva en numerosos códices. El mejor de todos ellos es el Vaticano, que los críticos toman como base de sus ediciones 9S. La versión latina es anterior al siglo ni. Por no considerar el libro como inspirado, San Jerónimo no lo cor rigió 99ni hizo una nueva versión. Refleja bastante bien el original, por lo que es útil al crítico, aunque a veces resulta ininteligible sin la ayuda de aquél. Contiene algunas adiciones 100.
De las otras versiones, la armena (s.7) es seguramente la más importante por su fidelidad. De escaso valor es en este libro la siro-peshitta, que da una traducción libre y poco inteligible 101.

1 Euseb., Hist. Eccl IV 6. - 2 Adv. haeres. 76. - 3 Cf. Dom Calmet, Comment. litt. in V. et N.T. - 4 Nachtigal ve en el libro una especie de antología formada de fragmentos compuestos por los más diversos autores (Das Buch der Weisheit, 1799). Houbigant atribuyó 1-9 a Salomón; 10-19 a un autor muy posterior, posible traductor de la primera parte (Tro/, ad Sap. et Eccles., 1777). Bretschneider, 1-6:8 a un judío del tiempo de Antíoco Epífanes; 6:9-9:18 a un judío que reivindica en los días de disto para Israel la posesión de la verdadera sabiduría; 10-19 a un judío contemporáneo de Filón (cf. grimm, Einleit. p.ia). De manera parecida opinan W. Weber, Oesterley y Gártner. - 5 5:23 con 6:1; 9:18 con io:1ss. - 6 Cf. Vigouroux; DB V 1359. - 7 7:1-7; 8:1455.9:1s. - 8 AZius pseudoepigraphus, qui Sapientia Salomonis inscribitur... ipse stylus graecam elo-quentiam redolet (Praef. in lib. Salomonis: PL 28:5573). - 9 Dúo (libri) quorum unus Sapientia, alter Ecclesiasticus dicitur, propter eloquii nonnullam similitudinem ut Salomonis dicantur obtinuit consuetudo; non autem esse ipsius, non dubitant doctiores (De civ. Dei XVII 20). - 10 De doctrina christ. 11 8. - 11 Retract. II 4. - 12 De Verb. Dei I 13. - 13 Commentar. in lib. Sap. (citamos siempre conforme a la Editio Nova [París 1891] t.8 p.202-203. - 14 Rev. bibl VI 4:30. - 15 Cf. Cornely-Hagen, Compendium Introductionis in S. Scripturas p.368. - 16 Praef. in lib. Salom.: PL 28:1242. - 17 Lesétre, Le livre de la Sagesse (París 1880) p.8-9; fl. Josefo, Antiq. 18:10. - 18 A Lapide cita algunos autores que juzgaron que el libro había sido escrito no por este Filón, sino por otro que vivió por el año 160 a.C., en tiempo del pontífice Onías (o.c., p.264). - Fl. Josefo (Contr. Ap. I 23) y Eusebío (Praep. evang. IX 20) hablan de un Filón más antiguo que el conocido filósofo, pero constatan que era un pagano que en sus escritos se refiere a los judíos. Tampoco hay razones para pensar que uno de los LXX, de nombre Filón, compusiese el libro. - 19 4:2. - 20 1:16; 2:9. - 21 Cf. 2:12 y el texto griego de Is 3:10; 15.10 e Is44:20. - 22 fl. Josefo, De bello iud, II 18:7; Contra Ap. II 4. Ptolomeo I confirmó la igualdad de derechos (cf. fl. josefo, Antiq. XII 1:1). - 23 Cf. Schürer, Geschichte des Judischen Volkes im Zeitalter Jesa Christi (Leipzig 1909 ed.4.a) p.34-30; J. Vandervorst, artículo Dispersión en DBS II 432. - 24 Filón, In Flaccwn 10. Cf. fl. Josefo, De bello iud. VII 10,1; Tosephta, Sukka IV. - 25 La colonia judía de Elefantina en el siglo í tenía su templo. También lo tenía la colonia militar judía establecida en Eleontópolis hacia el año 160. - 26 13:1-9 - 27 1:14; 11:7-18. - 28 1:13-14; 6:7-8; 11:26; 12:12-13. - 29 6:8; 11:26; 12:12-13; 14:3; 19:20. Cf. G. Golombo, Doctrina de providentia divina in Libro Sapientiae (Diss. Antonianum) (Roma 1953). - 30 11:21.23; 16:13.24. - 31 9:1; 11:21-12:2.8.16; 15:1. - 32 13:8-9. - 33 11:10; 12:22; 18:20. - 34 11:5-25; 14:29-30; 15:18-16:1ss; 17:2ss; 18:433; 19:2-435. - 35 12:1-l8. - 36 19:12b-14. - 37 5:18-24. - 38 6:2.2; 9:6. - 39 7:25-26. - 40 8:3; 9:3 - 41 9:4ss. - 42 7:21-22; 8:4.6. - 43 9:9-12. - 44 9:2-3. - 45 1:7; 7:27; 8:1. - 46 7:22-23- - 47 8:3-4. - 48 7:15. - 49 1:4-7; 7:22-23; 9:17 - 50 6:14-17- - 51 1:4; 7:27. - 52 7:30. - 53 7:14.28. - 54 8:9. - 55 9:10. - 56 8:7. - 57 6:17-20; 8:13.17. - 58 7:8-11; 8:6-9. - 59 Cf. Sal 55:115s. - 60 Prov 9:13-18. - 61 Col 1:13 (Sab 8:3). - 62 Col 1:16 (Sab 7:26). - 63 Reb 1:3 (Sab 7:25-26). - 64 Cf. 1:1 (Sab 8:3; 9:4.9); 1:3 (Sab 7:12.21; 8:6; 9:9); 1:4 (Sab 7:10.22.23.27); 3:13 (Sab 9:10); 5:20 (Sab 8:3; 9:9); 5:26 (Sab 7:27); 6:25 (Sab 8:21; 9:4); 8:46 (Sab 7:25); 14:21 (Sab 6:16);.16:27 (Sab 7:28). Cf. G. Ziener, Johannesevangelium und Weisheit (Diss. Ñ. É. Â.) (Roma 1957); id., Die Verwendungder Schrift im Bucheder Weisheit: TrTZ 66 (1957) 138-152. - 65 1:13 - 66 2:24-25. - 67 1:16. - 68 5:16.. - 69 4:10. - 70 4:14. - 71 3:1-4:19; 5:15-16; 6:15-21; 8:17; 15:3. - 72 l8. - 73 4:18-19. - 74 5:6. - 75 6:6-9. p. 197-199; H. Bückers, Die Unsterblichkeitslehre des Weisheitsbuches, ihr Ursprung und ihre Bedeutung (Münster 1938); J. P. Weisengoff, Dead and Inmortality in the Book of Wisdom: CBQ 3 (1941) 104-133; A. Dufont-Sommer, De L'immortalité dans la Sagesse de Salomón; REG 62 (1949) 80-87 (A Sab 3:7); J. pedersen, Wisdom and Inmortality: VT 53 (Dedic. a Rowley) (1955); M. García Cordero, Intuiciones de retribución en el más allá en la literatura sapiencial: GT 82 (1955) 3-24; M. Delcor, L'immortalité de l'dme dans le Livre de la Sagesse et dans les documents de Qumrám: NRT 77 (i955) 614-630. - 76 1:12.140; 4:19; 17:14-21. Cf. W. Weber, Die Unsterblichkeit der Weisheit Salamos: ZWTh (1925) 444; R. schüts, Les idees eschatologiques du Livre de la Sagesse (París 1935) - 77 Le Livre de la Sagesse (Pirot-Clamer, La Sainte Bible VI) (París 1946) p.386. - 78 13:1-9. - 79 14:13-14. - 80 14:15-16. - 81 14:16-18. - 82 13:10-14:2. - 83 15:18-19. - 84 14:22-31. - 85 RB 4 (1907) 85-104. - 86 A las citas y alusiones de San Juan y San Pablo mencionadas a propósito de la doctrina sobre la Sabiduría pueden añadirse las siguientes: Lc 12:20 (Sab 15:8); 9:31 (Sab 3:2; 7:6); 19:44 (Sab 3:7); Rom 1:26-28 (Sab 11:15-16; 12:27); 9:21s (Sab 15:7); 9:22 (Sab 12:20); 11:32 (Sab 11:24); 1 Cor 6:2 (Sab 3:8); 10:4 (Sab 10,17); 2 Cor 5:4 (Sab 9:15); Ef 6:13-17 (Sab 5, 18-20); Gol 1:15-17 (Sab 7:12.22.26-27); Sant 1:12 (Sab 3:4-5); 2:6; 5:5-6 (Sab 2:6-12.16.20); 3, 17 (Sab 7:22-23); 4:1 (Sab i,n); 5:9 (Sab 5, 6); 1 Pe 1:7; 2:12 (Sab 3:6-7); Ap 2:16 (Sab 6:5); 3:12 (Sab 3:14); 16:6 (Sab 16:9). - 87 San Jerónimo, Praef. in libr. Salomonis, Prolog, galeat.: PL 28:1307-1308; San Ata-Nasio, Epist. Fest. I 767 (en otros escritos lo cita como inspirado; cf. Contra Arian. 2:32; ad Serap. Epist. 1:26; cf. la misma Epist. Fest. 11:5; 2:7, etc.). Cf. J. Ruwet, Le canon alexan-drin des Écritures. Saint Athanase: Bib 33 (1952) 1-29; San Epifanio, De mensuris: PG 41, 213; San Juan Damasceno, De fide orthodox. IV, 17; Rufino, Expos. symbol. 37. - 88 De praedestinat. sanct. XIV 27:28; De don. persev. XVII. - 89 EB 11. - 90 EB 14; Dz92. - 91 EB 16; Dz96. - 92 EB 19; Dz 162. - 93 EB 32; Dz 706. - 94 Eb 43; Dz 784. - 95 V.gr., 1:4 (el cuerpo la causa del pecado); 1:7 (Dios alma del mundo, emanatismo estoico); 8:19-20 (preexistencia de las almas); 11:18 (eternidad de la materia). - 96 El libro qui Sapientia Salomonis inscribí tur... apud Hebraeos nusquam est, quia et ipse stylus graecam eloquentiam redolet (Praef. in libr. Salomonis: PL 28:1242). - 97 Cf. F. Feldmann, Die literarische Art von Weisheit Kap. 10-19: ThGl (1909) 17835; L. Mariés, Remarques sur la forme poétique du livre de la Sagesse: RB 5 (1908) 251-257; E. Galbiati, Leges compositionis in prosa bíblica observatae: VD 30 (1952) 353-355. - 98 A. Reusch, Observationes criticae in lib. Sapientiae (Bonn 1861); W. J. Deane, The Book of Wisdom, the greek text, the latín Vülgate and the authorised English versión (Oxford 1881); H. B. Swete, The Oíd Testament in Greek II (Cambridge 1922). - 99 Porro in eo libro, qui a plerisque Sapientia Salomonis inscribitur, et in Ecclesiastico... cálamo temperavi (se abstuvo de corregirlo): tamtummodo canónicas Scripturas vobis emendare desiderans, et studium meum certis magis quam dubiis commendare (Praef. in libr. Salomonis: PL 29:4275). - 100 Cf. Reusch, o.c.; Bruyne, Étude sur le texte latín de la Sagesse: RBén (1929) loiss; P. W. Skehan, Notes on the Latín Text of the Book of Wisdom: CBQ.4 (1942) 230-243. - 101 F. Feldmann, Textkritische Materialíen zum Book der Weisheit aus der sahidischen, syrohexaplarischen und armenischen Uebersetzung (Friburgo 1902) p.41-87; J. Holzmann, Die Peschitta zum Buche der Weisheit, Eine kritishexegetísche Studie (Friburgo 1903).



Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Sabiduría 7,1-30Times New Roman ;;

7. Salomón Elogia la Sabiduría y Describe sus Propiedades.

Salomón adquirió la sabiduría mediante la oración (1-14).
1 Yo soy hombre mortal, semejante a todos, nacido del que primero fue formado de la tierra, y en el seno de mi madre se formó mi carne; 2 consolidándose por unos diez meses la semilla de un hombre y el placer del sueño. 3 Y nacido, respiré el aire común, y caí en la misma tierra que todos, y lloré igual que los otros, 4 Y fui criado entre pañales y con cuidados; 5 Porque no hay rey que tenga otro modo de venir a ser; 6 una es la entrada de todos en la vida, e igual la salida. 7 Por eso oré y me fue dada la prudencia; invoqué al Señor y vino sobre mí el espíritu de la sabiduría. 8 Y la preferí a los cetros y a los tronos, y en comparación con ella tuve en nada la riqueza. 9 No la comparé a las piedras preciosas, porque todo el oro ante ella es un grano de arena, y como el lodo es la plata ante ella. 1° La amé más que a la salud y a la hermosura, y antepuse a la luz su posesión, porque el resplandor que de ella brota es inextinguible. J1 Todos los bienes me vinieron juntamente con ella, y en sus manos me trajo una riqueza incalculable. 12 Yo me gocé en todos estos bienes, porque es la sabiduría quien los trae, pero ignoraba que fuese ella la madre de todos. 13 Sin miras torcidas la aprendí y sin envidia la comunico, y a nadie escondo sus riquezas.14 Es para los hombres tesoro inagotable, y los que de él se aprovechan se hacen partícipes de la amistad de Dios, recomendados a El por los dones adquiridos con la disciplina.

Hecho el anuncio de su enseñanza sobre la sabiduría, Salomón afirma que no fue la nobleza de origen quien le alcanzó tal excelso don. Su origen fue el de cualquier otro mortal; proviene de Adán, padre del género humano, y su cuerpo se formó en el seno de su madre, donde la semilla del hombre y el placer del sueño se consolidaron a lo largo de diez meses. El placer del sueño se refiere sencillamente al deleite que acompaña al acto de la generación, designado aquí eufemísticamente con el vocablo sueño. El autor señala diez meses para el tiempo de la gestación, debido a que antes de la reforma del calendario, llevada a cabo por Julio César, los egipcios, griegos y romanos computaban por meses lunares, que tenían alternativamente veintinueve o treinta días; el nacimiento tenía en este cómputo lugar hacia la mitad del mes décimo, y, comenzado éste, se computaba por mes entero.
También su nacimiento fue como el de los demás, acompañado de ese llanto que provoca la primera entrada brusca del aire en los pulmones. Le fueron prodigados los mismos cuidados que ha de recibir todo niño en el tiempo que sigue a su nacimiento. Y al final le espera la suerte común a todos los vivientes, la muerte le volverá polvo de la tierra. No hay rey que tenga otro principio u otro fin de sus días. Seguramente el autor sagrado tiene en su mente aquellos reyes orientales, especialmente los egipcios, que se atribuían origen y sangre divina y un ser superior al de los otros hombres, cuya actitud implícitamente reprueba.
No teniendo Salomón la sabiduría por nacimiento ni por su dignidad real, hubo de poner en práctica los medios para conseguirla. Acudió en su demanda a la oración, y Yahvé le otorgó sabiduría y prudencia (v.7); el primer término puede designar la ciencia especulativa, y el segundo la práctica. Y con su actitud enseña a todos el camino para alcanzar la auténtica sabiduría. Añade que la antepuso a los tronos y riquezas, en conformidad con la constante enseñanza de los sabios 1. Cuando se le apareció en sueños el Señor en Gabaón y le dijo: Pídeme lo que quieras que te dé, no pidió vida larga ni riquezas, sino un corazón sabio para gobernar a su pueblo 2. La estimó más que la salud (v.10), que en ocasiones no es fácil conservar sin la ciencia y prudencia que da la sabiduría; más que la hermosura, cosa pasajera y vana en comparación con la sabiduría, cuyos frutos perseveran en la gloria inmortal; más que la misma luz, la cual cede a las tinieblas, mientras que el resplandor que comunica la sabiduría brillará por los siglos, sin oscurecerse jamás 3. De la Sabiduría encarnada nos dice San Juan que es la luz verdadera que ilumina a todo hombre, y que en la patria no habrá día ni noche, porque la luz será el Cordero inmaculado, luz inextinguible que iluminará con resplandores eternos las mansiones celestiales4. Advierte Girotti que en estos versos el sabio nos da también una excelente contraseña para juzgar si verdaderamente tenemos el espíritu de la sabiduría y el espíritu de Dios, que es ver si estimamos a Dios incomparablemente más que todas las otras cosas, si no deseamos más que a El, si colocamos en El nuestra grandeza y nuestra esperanza, y si, aun privados de todo lo demás, nos encontramos felices de poseerlo a El solo.5
Salomón no pidió en su oración más que la sabiduría; pero, en premio a su desinterés, Dios le otorgó además una gran gloria y riquezas incalculables, por lo que pasó a la posteridad no sólo como el rey sabio por excelencia, sino como el más glorioso y potentado rey de Israel. Todo esto trajo días de felicidad al gran rey; a la alegría de su amistad con el Señor se unía la que provenía de tan estimables bienes materiales, venidos de su mano como la sabiduría, que se los proporcionó. El hijo de David constata que aprendió la sabiduría sin miras egoísticas; la pidió al Señor con el fin de poder gobernar sabia y prudentemente a su pueblo. Y le ilusiona comunicar a los demás la sabiduría que él aprendió, sin que espíritu alguno de envidia, incompatible con la verdadera sabiduría, pueda impedirle manifestar a todos los beneficios que su posesión reporta. Hay uno que los sobrepasa a todos, la amistad de Dios, Señor de todos ellos, a que lleva el cumplimiento de su voluntad, primera exigencia de las prescripciones de la sabiduría.

Invocación a Dios, autor de toda sabiduría (7:15-21).
15 Déme Dios hablar según deseo y pensar dignamente de los dones recibidos, porque El es el guía de la sabiduría y el que corrige a los sabios. 16 Porque en sus manos estamos nosotros y nuestras palabras, y toda la prudencia y la pericia de nuestras obras; 17 pues El nos da la ciencia verdadera de las cosas y el conocer la constitución del universo y la fuerza de los elementos; 18 el principio, el fin y el medio de los tiempos, el curso regular de los astros y los cambios de las estaciones; 19 el ciclo de los años y la posición de las estrellas; 20 la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras, la fuerza de los espíritus y los razonamientos de los hombres, las diferencias de las plantas y las virtudes de las raíces. 21 Todo lo que me estaba oculto lo conocí a las claras, porque la sabiduría, artífice de todo, me lo enseñó.

Abrumado por la grandeza y sublimidad de la sabiduría, Salomón se siente como impotente para declarar sus misterios. Por ello implora de Dios, que da la sabiduría a los sabios y los guía por la senda de sus dictámenes, le conceda pensar rectamente de los dones de la sabiduría y expresarse con acierto y gracia. Nosotros, nuestras palabras y nuestras obras están en las manos de Dios; como dijo el poeta que citaría San Pablo en su discurso a los atenienses, en El vivimos, nos movemos y existimos 6- Es Dios, por lo mismo, quien tiene que poner en nuestra, boca las palabras acertadas; de lo contrario, como afirma el sabio, no seríamos capaces de expresar los conceptos de nuestra mente 7. Es El quien tiene que darnos el conocimiento práctico de lo que tenemos que hacer y el arte de saber dirigir nuestras obras; de lo contrario, no acertaremos con el éxito de las mismas.
Fue Dios quien dio a Salomón la ciencia verdadera de las cosas ; una ciencia sin engaño, porque procede de la fuente de toda verdad (v.17). El autor detalla el objeto de esa ciencia, ampliando los datos del historiador de los Reyes 8. El Señor le dio a conocer la organización armónica del universo y la fuerza de sus elementos constitutivos, que eran, según los griegos, el fuego, el agua, el aire y la tierra 9; las diversas épocas de la historia, el retorno periódico de los solsticios, base para la distinción de las estaciones; los diversos ciclos de años en uso entre los antiguos, como el de Calipe, de setenta y seis años; el de Hiparco, de trescientos cuatro, y sobre todo el ciclo lunar de Meton, de diecinueve años; la posición de las estrellas en las diversas épocas del año, conocimientos astronómicos y cronológicos muy estimados por los antiguos. A ellos se añaden en el v.2O los zoológicos y antropológicos: el conocimiento de las propiedades generales y características de los animales, que sólo una fina observación psicológica proporciona a los espíritus observadores; del poder de los espíritus invisibles, principalmente cíe los malos, sobre los que la tradición atribuía a Salomón un conocimiento y poder especial 1°; de los razonamientos de los hombres mediante la observación y diálogo con ellos, que le hacía descubrir sus intenciones ocultas, como demostró en el caso de las dos mujeres que alegaban el derecho de maternidad sobre el niño vivo 11. Por último, los conocimientos botánicos; el rey sabio conocía las diversas especies de plantas y las propiedades curativas que encierran las raíces de algunas de ellas. Concluye afirmando que fue la sabiduría quien le comunicó todos estos conocimientos enumerados. De Salomón dice el historiador sagrado que su sabiduría sobrepasó a la de los orientales y egipcios, de modo que la misma reina de Sabá vino a probarle con enigmas, reconociendo que su ciencia era superior a cuanto le había sido ponderada 12. La última frase presenta la sabiduría como artífice de todo y prepara la perícopa siguiente, en que el autor se remonta a la sabiduría divina para describir sus propiedades.

Propiedades de la sabiduría (7:22-30).
22 pues en ella hay un espíritu: inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado, claro, impasible, benévolo, agudo, incoercible, bienhechor, 23 amante de los hombres, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso, omnisciente, que penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles; 24 porque la sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve; se difunde y lo penetra todo a causa de su pureza; 25 porque es un hálito del poder divino y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente, por lo cual nada manchado hay en ella. 26 Es el resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de su bondad. 27 y siendo una, todo lo puede; permaneciendo la misma, todo lo renueva, y a través de las edades se derrama en las almas santas, haciendo amigos de Dios y profetas. 28 Que Dios a nadie ama sino al que mora con la sabiduría. 29 Es más hermosa que el sol, supera a todo el conjunto de las estrellas, y, comparada con la luz, queda vencedora; 30 porque a la luz sucede la noche, pero la maldad no triunfa sobre la sabiduría.

El autor sagrado nos presenta en esta perícopa la naturaleza de la sabiduría a través de sus atributos o propiedades. Contiene, juntamente con las perícopas similares de Proverbios 13 y Eclesiástico 14, la más alta revelación viejotestamentaria sobre la Sabiduría divina y en orden al misterio de la Santísima Trinidad. El número de los atributos que enumera, 21: 3 X 7, puede ser intencionado, dado que tanto el 3 como el 7 son números sagrados, y expresar la perfección suprema de la Sabiduría. El sabio no ha intentado en su enumeración un orden lógico, y toda agrupación en este sentido resultará arbitraria.
Hay en la Sabiduría un espíritu 15; inteligente, término empleado por los filósofos estoicos, que definían a Dios como un soplo inteligente y abrasador, designa una propiedad de la sabiduría, la cual penetra los misterios de las cosas ocultas y comunica a los sabios la ciencia de las mismas. Es también santo, por su origen divino, que afirmará en seguida; por los efectos santos que produce en las almas buenas y por el odio al pecado, que le impide morar en las almas esclavas del mismo 16. Es un espíritu único (ìïíïãåíÝò), unigénito 17 en su esencia, pues se identifica con la divinidad; y a la vez múltiple, pues, conteniendo todas las perfecciones finitas, puede producir innumerables efectos en el mundo material y en las almas. San Pablo, escribiendo a los corintios, describe las múltiples actividades de un solo y único Espíritu 18. Es sutil, pues penetra todas las cosas a causa de su inmaterialidad; la cual le hace también ágil para poder ofrecerse al hombre en todas partes y en todas las circunstancias de su vida; San Pablo enumera la agilidad entre las propiedades de los cuerpos glorificados 19. Con su inteligencia penetrante llega a las últimas causas de las cosas, a lo más profundo del corazón humano, y con una prontitud y rapidez incomprensible para el entendimiento humano, que precisa de tiempo para penetrar las cosas a que él puede llegar, por su dependencia de la materia. Su santidad y espiritualidad lo hacen inmaculado, libre de toda mancilla, material y moral, por lo que no se contamina al contacto con las cosas materiales; hace vencer en combates inmaculados 20 y no convive con el hombre que no tiene su corazón puro. Es un espíritu claro, que manifiesta a todos sus enseñanzas ciertas e infalibles, que todos pueden reconocer sin peligro de engaño. Su inmaterialidad le hace impasible, no sufre al ponerse en contacto con la materia; y su bondad lo dispone a ser benévolo, dispuesto a hacer a los demás seres partícipes de ella; busca por todas partes a los dignos, escribió antes el sabio 21, y se muestra en sus caminos a todos benigna. Hay también en la Sabiduría un espíritu agudo, perspicaz para penetrar las cosas arcanas y discernir los enigmas; incoercible, pues está por encima de todas las cosas y es independiente de ellas, por lo que nadie puede resistir a su voluntad. La Sabiduría no sólo es benévola, sino que tiene un espíritu de hecho bienhechor, que derrama sus bienes sobre la creación entera, especialmente sobre los seres humanos, pues es amante de los hombres, a quienes hace amigos suyos y conduce a la gloria inmortal 22; la Sabiduría encarnada, además de tomar la naturaleza humana, daría la vida por ellos y perpetuaría su presencia entre los mortales en el misterio del Amor. Además, el espíritu de la Sabiduría es estable, inmutable en la ejecución de sus consejos, de modo que puede uno fiarse y abandonarse a ella; propiedad que resalta frente a la actitud del hombre, que cambia con tanta frecuencia sus planes. Y está seguro del éxito en sus resoluciones; sumamente inteligente, conoce la relación entre los medios y el fin y no se equivoca al proponer aquéllos, mientras que a los mismos sabios y poderosos le fallan las suyas. Y también tranquilo; nada turba su paz, porque todo obedece a sus disposiciones, y sus proyectos se realizan puntualmente, porque es todopoderoso, ya que el poder del Altísimo está en la Sabiduría 23; y omnisciente: intervino como artífice en la creación de las cosas y está en el secreto de todas ellas, las cuales, además, penetra con su inteligencia. Finalmente, el espíritu de la Sabiduría penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles 24, es decir, los de los hombres y los de los seres invisibles, aun los más elevados, porque a causa de su pureza, entendida aquí en el sentido que llamamos a Dios acto puro, es más sutil y penetrante que todos ellos. El autor coloca la Sabiduría en un plano superior al de las criaturas más perfectas, y el conjunto de atributos que le atribuye es claro que sólo puede convenir a la divinidad, con la que la Sabiduría se identifica.
Después de enumerar los atributos de la Sabiduría, el autor sagrado se remonta a su origen y relaciones con Dios, haciéndonos vislumbrar, a través de unas cuantas imágenes, las más inmateriales que ha encontrado en la naturaleza, la naturaleza íntima de la misma (v.25-20). La Sabiduría es un hálito del poder divino, que sale de la boca del Altísimo, como dice Ben Sirac 25; como procede de nosotros el hálito que emitimos, procede del poder omnipotente de Dios la Sabiduría. Lo mismo expresa la imagen siguiente: una emanación pura de la gloria de Dios, y siendo consustancial con la divinidad, que la ha engendrado, es sumamente pura e inmaterial, por lo que, aunque penetra todas las cosas, no recibe de ellas mancilla alguna. Es también resplandor de la luz eterna; San Juan dice expresamente que Dios es luz 26, y de ella aparece rodeado en las teofanías del Antiguo Testamento 27. La Sabiduría es como un reflejo esplendoroso de la luz divina y coeterna como ella. El concilio Niceno llama al Verbo luz salida de la luz 28, y San Juan dice de la Sabiduría encarnada que es la luz verdadera que luce en las tinieblas e ilumina a todo hombre 29. La cuarta imagen, espejo sin mancha del actuar de Dios, hay que entenderla no en sentido activo, el instrumento en que se representa la imagen, sino en sentido pasivo, la imagen reflejada. En las operaciones de la Sabiduría se refleja el actuar de Dios, pues sus obras son obras que Dios hace con su Sabiduría, y sin la cual no lleva a cabo cosa alguna. En una de sus discusiones con los judíos, Jesucristo afirmaba: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque lo que éste hace lo realiza igualmente el Hijo 30. Finalmente, la Sabiduría es imagen de la bondad de Dios; difundida por todas las obras de la creación, especialmente en el hombre, refleja y está pregonando esa bondad infinita de Dios que le impulsó a darles la existencia. La Sabiduría encarnada, a que San Pablo llama imagen de la sustancia de Dios 31, de su bondad ontológica, constituye la imagen más palpable y sorprendente de la bondad moral de Dios para con el hombre.
Parece como si el autor no quedara contento con cuanto lleva dicho sobre la naturaleza de la Sabiduría - no es fácil expresarse hablando sobre ella a los mortales -, y añade unas precisiones más sobre el poder de la misma (v.28). Siendo una, simple e indivisible, todo lo puede; extiende su actividad a toda la multitud existente de seres y produce innumerables efectos diversos; lo puede todo como Dios y El nada hace sin ella. Y permaneciendo la misma, en su inmutable eternidad, renueva todas las cosas en la naturaleza que contemplan nuestros ojos, y también en el orden de la gracia, transformando al hombre viejo en una imagen cada día más perfecta del nuevo Adán, pues su actividad se extiende también al orden moral: a través de las edades se derrama en las almas santas, haciendo amigos de Dios y profetas. Por su esencia, la Sabiduría, como Dios, penetra incluso los pecadores; pero sólo las almas santas, las que viven en gracia diríamos nosotros, son objeto de sus comunicaciones sobrenaturales; como afirmó el sabio, no mora en cuerpo esclavo del pecado, de modo que se aleja del hombre cuando incurre en él 32. A tales almas la Sabiduría las hace amigos de Dios; así se llama varias veces en los libros sagrados a Abraham 33, y, como él, otros muchos gozaron en el Antiguo Testamento de la intimidad de Dios. Jesucristo llamaría amigos suyos a sus discípulos en la noche de la Cena, porque les dio a conocer cuanto había oído de su Padre 34. Esa nota de intimidad con Dios viene a significar también la afirmación de que la Sabiduría hace a las almas santas profetas, dado que hacía tiempo que no se daba en Israel la profecía para hablar 35. Y siendo la Sabiduría imagen de la bondad de Dios, es condición indispensable para que el hombre goce del amor de Dios el que ella more en él con una unión íntima 36, lo que supone un cumplimiento fiel de sus enseñanzas y la consiguiente ausencia de pecado. Refiriéndose a la Sabiduría encarnada, dijo el Padre que él tiene puestas todas sus complacencias en su Hijo 37, y, por tanto, en la medida que un alma refleje ante el Padre la imagen de Jesucristo, se agradará en ella. El Padre y el Hijo, reveló aquélla, aman y establecen su morada en quienes cumplen los mandamientos y viven en gracia de Dios.
Concluye el autor sagrado con un elogio de la sabiduría (v.2Q-3o), ensalzando una vez más su hermosura y su poder. Como resplandor de la luz eterna de Dios, supera a cualquier otra luz creada como lo infinito a lo finito; la luz del sol no es sino una participación de la luz inextinguible de la Sabiduría: aquél ilumina los cuerpos, mientras que ésta penetra las almas; a la luz creada suceden las tinieblas; la Sabiduría, por el contrario, resplandece siempre y jamás puede ser vencida por las tinieblas del error y del mal. La sabiduría del mundo es desigual e inconstante: hoy se muestra fuerte y justa, mañana, en cambio, vil e injusta; está mezclada de luz y tinieblas, de bien y de mal. La sabiduría de Dios y de los hombres de Dios es siempre igual (Ïéêïôôé) 38. Al elogio de su belleza añade en el í. é del capítulo siguiente la exaltación de su poder, que ejerce fuerte y suavemente a la vez sobre todos los seres de la creación, que ella gobierna 39. Cuanto se propone consigue, sin que nadie pueda resistir a su poder; pero sin violencia, moviendo a las cosas conforme a su naturaleza y ofreciendo a la voluntad libre del hombre el bien que decide su obrar; y así, movidas por ella, las causas necesarias obran sin violencia, y las ubres sin necesidad40. La doctrina de esta perícopa sobre la Sabiduría es verdaderamente sublime y señala un progreso en relación con la de los otros libros sapienciales. Ella contiene la más alta revelación anticotesta-mentaria sobre la misma. La Sabiduría participa de la naturaleza divina y es igual a Dios, de quien procede, con quien convive y cuyos atributos posee. Cierto que en sentido literal no se rebasan los límites de una fuerte personificación del atributo divino; los judíos del tiempo de Cristo no tenían ni el más mínimo conocimiento de una segunda Persona en Dios. Pero, teniendo en cuenta las expresiones empleadas por el autor sagrado, que aplica después a Cristo San Pablo, para quien Sabiduría y Cristo son términos equivalentes41, y el paralelismo, que hemos ido haciendo notar, entre las afirmaciones del sabio y las que acerca de Jesucristo encontramos en el Nuevo Testamento, pensamos que el Espíritu Santo, al inspirar a nuestro autor, quiso preparar en estas perícopas el camino a la revelación del misterio trinitario, y que nosotros, a la luz de las revelaciones neotestamentarias, podemos descubrir en ellas un sentido más profundo que el que el autor humano captó y quiso expresar para sus lectores 42.

1 Job 28:15-19; Prob 3:14-15; 7:11-15-16; 8:11-19; 16:16. - 2 1Re_3:9. - 3 3:13; Pro_6:23. - 4 1:15; Rev_21:5. - 5 O.c,, p.288. - 6 Hec_17:28. - 7 Pro_16:1. 2Co_3:5. - 82Cr_4:29.33. - 9 Cf. las mismas expresiones en Platón, Aristóteles (De Mundo 5). - 10 fl. Josefo, Antiq. 8:2. - 11 3:16-28 - 12 1Re_4:30; 1Re_4:1, 1Re_4:1-7. - 13 1:20-33; 8:1-36. - 14 C.24 - 15 El códice Alejandrino dice: Es ella un espíritu. En el fondo coinciden (cf. 1:6). El texto aceptado insistiría en la personificación de la Sabiduría y nos acercaría más a la revelación del Espíritu Santo. San Pablo enumera las diversas manifestaciones del Espíritu Santo en 1 Cor 12, que los autores relacionan con 22-24. - 16 1:3-6; 7:27. - 17 Cf. Jua_1:14.18. - 18 1 Cor 12. 20 4:2. - 19 1Co_15:43. - 21 6:16. - 22 11:6 6:18; 7:14; Pro_8:31. -Pro_23 18:15; Sal_32:6. - 24 La Vulgata considera los tres últimos términos como otros tantos epítetos de la Sabiduría. Dado que esas tres propiedades han sido ya antes enumeradas, es preferible la lección del texto griego. - 25 Eco_24:3. - 26 1Jn_1:5. - 27 Exo_24:17; Eze_1:27-28; Sal_50:3; Sal_104:1-2. - 28 Dz 54 - 29 Jua_1:5-9. - 30 Jua_5:19-31 Heb_1:3. -Heb_32 1:4-5 - 34 Jua_15:14-15. - 33 2Cr_20:7; Isa_41:8; Stg_2:23. - 35 Gen_20:7; Sal_105:15. - 36 El verbo óõíïéêÜù expresa la más íntima unión con la sabiduría, que en 8:1 el auto sagrado expresará bajo la imagen del esposo y la esposa. - 37 Mat_3:17; Mat_17:5. - 38 O.c., p.293. - 39 Cf. 8:14; 15:1; Eco_24:3-6. - 40 Cf. San Agustín, Contra M. V; De civ. Dei VII 30. - 41 Cf. Introducción: Doctrina religiosa: La Sabiduría, El Mesías. - 42 Cf. Introducción: Doctrina religiosa: La Sabiduría.