Jueces 16 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 31 versitos |
1 Fue Sansón a Gaza, donde había una meretriz, a la cual entró.
2 Se les dijo a las gentes de Gaza: “Ha venido aquí Sansón.” Y le cercaron y estuvieron toda la noche en acecho cerca de la puerta de la ciudad. Se estuvieron tranquilos durante la noche, diciéndose: “Al alba le mataremos.”
3 Sansón estuvo acostado hasta media noche. A media noche se levantó, y, tomando las dos hojas de la puerta de la ciudad con las jambas y el cerrojo, se las echó al hombro y las llevó a la cima del monte que mira hacia Hebrón.
4 Después amó a una mujer del valle de Sorec, de nombre Dalila.
5 Los príncipes de los filisteos subieron a ella y la dijeron: “Sedúcele para saber en qué está su gran fuerza y cómo podríamos apoderarnos de él, para atarle y castigarle. Si lo haces, te daremos cada uno mil cien siclos de plata.” Dijo, pues,
6 Dalila a Sansón: “Dime, te ruego, en qué está tu gran fuerza y con qué habrías de ser atado para sujetarte.”
7 Sansón respondió: “Si me atasen con siete cuerdas húmedas, que no se hubieran secado todavía, me quedaría sin fuerzas y sería como otro hombre cualquiera.”
8 Subiéronle los príncipes de los filisteos las siete cuerdas húmedas, sin secar todavía, y ella le ató con ellas.
9 Como tenía en su cuarto gentes en acecho, le gritó: “¡Sansón, los filisteos sobre ti!” El rompió las cuerdas como se rompe un cordón de estopa cuando se le pega fuego, y quedó desconocido el secreto de su fuerza.
10 Dalila dijo a Sansón: “Te has burlado de mí y me has engañado. Dime, pues, ahora con qué hay que atarte.”
11 El le dijo: “Si me atan con cuerdas nuevas que no hayan sido empleadas para ningún otro uso, me quedaré sin fuerzas y seré como otro cualquiera.”
12 Dalila cogió cuerdas nuevas y le ató con ellas. Después le gritó: “¡Sansón, los filisteos sobre ti!” pues tenía en el cuarto gentes en acecho. El rompió como un hilo las cuerdas que tenía en los brazos.
13 Dalila dijo a Sansón: “Hasta ahora te has burlado de mí y no me has dicho más que mentiras. Dime de una vez con qué hay que atarte.” El le dijo: “Si entretejes con un lizo las siete trenzas de mi cabeza y las fijas con una clavija de tejedor, me quedaré sin fuerzas y seré como otro hombre cualquiera.”
14 Dalila le adormeció y entretejió con un lizo las siete trenzas, las fijó con la clavija de tejedor y le gritó: “¡Sansón, los filisteos sobre ti!” Y despertando de su sueño, arrancó la clavija y el entretejido, y quedó desconocido el secreto de su fuerza.”
15 Ella le dijo: “¿Cómo puedes decir que me quieres, cuando tu corazón no está conmigo? Por tres veces te has burlado de mí y no me has descubierto en qué está tu gran fuerza.”
16 Y le importunaba incesantemente, siempre insistiendo en su demanda, hasta llegar a producirle un tedio de muerte.
17 Y le abrió de par en par su corazón, diciendo: “Nunca ha tocado la navaja mi cabeza, pues soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si me rapasen, perdería mi fuerza, quedaría débil y sería como todos los otros hombres,”
18 Dalila vio que en verdad le había abierto de par en par su corazón; y mandó llamar a los príncipes de los filisteos, diciéndoles: “Subid, que esta vez ya me ha abierto de par en par su corazón.” Subieron, llevando el dinero en sus manos."
19 Le durmió ella sobre sus rodillas, y, llamando un hombre, hizo que raparan las siete trenzas de la cabellera de Sansón, que comenzó a debilitarse. Había perdido su fuerza,
20 y ella le dijo entonces: “¡Sansón, los filisteos sobre ti!” El se despertó, diciendo: “Saldré como tantas otras veces y me sacudiré,” pues no sabía que Yahvé se había apartado de él.
21 Los filisteos lo tomaron prisionero, le sacaron los ojos y, llevándole a Gaza, le encadenaron con doble cadena de bronce, y en la cárcel le pusieron a hacer dar vueltas a la muela.
22 Entretanto, volvieron a crecerle los pelos de la cabeza, después de haber sido rapada.
23 Los príncipes de los filisteos se congregaron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón, su dios, y, para regocijarse, decían: “Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo.”
24 El pueblo, al verle, alababa a su dios, diciendo: “Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a nuestro enemigo, al que asolaba nuestra tierra y mató a tanta gente.”
25 Cuando su corazón se alegró, dijeron: “Que traigan a Sansón para que nos divierta.”
26 Sansón fue sacado de la cárcel y tuvo que bailar ante ellos. Habíanle puesto entre las columnas, y Sansón dijo al mozo que le hacía de lazarillo: “Déjame tocar las columnas que sostienen la casa, para apoyarme.”
27 Estaba la casa llena de hombres y mujeres. Allí estaban los príncipes de los filisteos, y había sobre el techo más de tres mil personas, hombres y mujeres, viendo bailar a Sansón.
28 Entonces invocó Sansón a Yahvé, diciendo: “Señor, Yahvé, acuérdate de mí; devuélveme la fuerza sólo por esta vez, para que ahora me vengue de los filisteos por mis dos ojos.”
29 Sansón se agarró a las dos columnas centrales que sostenían la casa, y, haciendo fuerza sobre ellas, sobre la una con la mano derecha, sobre la otra con la mano izquierda,
30 dijo: “¡Muera yo con los filisteos!” Tan fuertemente sacudió las columnas, que la casa se hundió sobre los príncipes de los filisteos y sobre todo el pueblo que allí estaba, siendo los muertos que hizo al morir más que los que había hecho en vida.
31 Sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron y se lo llevaron, y le sepultaron entre Sora y Estaol, en la sepultura de Manué, su padre. Juzgó a Israel durante veinte años.

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Introducción a Jueces

Times New Roman ;;; Riched20 5.40.11.2210;
Jueces.
Introducción.

Título del Libro.
El libro lleva en hebreo el título de Shofetim, que los LXX han traducido por Kritai, jueces, de donde el título de la Vulgata: Líber iudicum: Libro de los jueces. Pero el calificativo de jueces no corresponde propiamente a la misión primordial de estos héroes, que consistía en salvar a Israel o a una tribu de la opresión de sus enemigos y restablecer el orden político, más o menos comprometido. El título más apropiado a ellos es el de libertador, que corresponde a la significación primitiva del verbo shafat, establecer, restablecer. Es lógico que, una vez obtenida la victoria, con el prestigio que esto les daba, quedaran al frente de la tribu o de las tribus que les habían elegido por lider, ejerciendo su plena autoridad sobre las mismas. La condición social de estos hombres es muy distinta, pues mientras unos eran guerreros, como Aod, Barac y Gedeón, otros eran ricos propietarios, como Jair y Abdón, o aventureros, como Jefté, y héroes populares, como Sansón. Pero todos poseen un carisma o marca divina (valor, sabiduría, habilidad o fuerza), que les convierte en jefes o jueces salvadores de Israel1.

Lugar en el canon.
En las Biblias hebraicas va entre el libro de Josué y el primero de Samuel, ocupando el segundo lugar en la colección conocida por el nombre de profetas anteriores. En el canon alejandrino y en la Vulgata, el libro se coloca entre los libros históricos Josué y Rut. Los judíos consideraban el libro como profetice.

Texto.
Fue escrito originariamente en hebreo y se ha conservado en buen estado, excepto en el cántico de Débora. Burney, que lo ha investigado a fondo, lo cree superior al texto de los libros de Samuel y comparable con el de las partes narrativas de los libros de Josué y Reyes 2. Se encuentra en él cierta confusión y transposición de letras y palabras, ditografías y glosas. El texto griego de los LXX se ha conservado bajo distintas formas. Después de los estudios de Pretzl 3, se admiten comúnmente tres recensiones del mismo. El texto de la antigua koiné fue revisado por Orígenes, cuya recensión se conserva en sirohexaplar, cód. A y B, este último con terminología propia4. Luciano utilizó esta revisión con elementos propios, que difieren del texto masorético y que provienen de otro original griego. La recensión de Luciano se encuentra en Ka, en muchos minúsculos y en el códice Lugdunensis de la Vetus Latina. Hesiquio trató de ajustar la recensión de Orígenes al texto masorético, utilizando palabras que figuraban en la antigua koiné. Así, pues, según Pretzl, se dispone de dos fuentes para la crítica textual del texto masorético: las lecciones de la antigua koiné y la recensión de Luciano. La Vulgata sigue, en general, el texto hebreo, con adición de algunas glosas aclaratorias.

Argumento y División.
El libro de los Jueces trata de la historia del pueblo judío a partir de la muerte de Josué hasta la institución de la monarquía o, en el estado actual del mismo, hasta el advenimiento de Samuel. Sin embargo, esta historia se presenta en forma esquemática, fragmentaria e incompleta, recogiendo únicamente algunos hechos aislados que sirven al autor de base para el desarrollo y confirmación de su tesis filosófico-religiosa, expresada claramente en 2:11-19; 10:6-16. El carácter de la misma es pragmático, a cuatro tiempos: prevaricación, castigo; arrepentimiento, liberación. Israel es infiel a Yahvé y rinde culto a los ídolos; en castigo, Dios le entrega en manos de sus enemigos. Este revés le induce a penitencia, y Dios, misericordioso, le envía un libertador, muerto el cual, vuelve a las andadas. Esta verdad religiosa se ilustra con seis cuadros históricos que cuentan las hazañas de otros tantos jueces, a los cuales se añaden breves noticias referentes a personajes de menor relieve, que, por esto mismo, se ha convenido en llamar jueces menores.
En líneas generales, el libro se divide en tres partes bien definidas: 1) una doble introducción: política (1:1; 2:5) Y religiosa (2:6; 3:6); 2) cuerpo del libro (3:7; 16:31); 3) dos apéndices (17:1; 21:25).

Marco Histórico y Cronología.
El libro de los Jueces carece de sistema cronológico propiamente dicho y la mayor parte de las cifras que se dan en el libro son puramente convencionales. ¿A qué época de la historia universal corresponden los hechos narrados en el libro? ¿Cuál fue la duración aproximada de este período? Dos fechas de valor desigual permiten señalar los términos a quo y ad quera del período de los jueces.
Para determinar el término ad quem parten los autores de la fecha de la fundación del templo de Jerusalén en 968, año cuarto del reinado de Salomón. Este sucedió en el trono a su padre, David, en c.973, reinando cuarenta años sobre todo Israel. El reinado de David abarca desde c.1010 hasta C.970. No sabemos a punto fijo los años de la permanencia de Saúl en el trono, que, según Act 13:21, fueron cuarenta; pero los autores le atribuyeron una duración que oscila entre los veinte y treinta años. Se indica el año 1030 como fecha de la elevación de Saúl al trono, fecha que coincide más o menos con el término del período de los jueces.
Es más difícil determinar el término a quo, ya que depende de fecha de la salida de Israel de Egipto y de la duración de la campaña de Josué. Está en crisis la hipótesis que señala el éxodo hacia el año 1450. Una segunda opinión, apoyada por hechos históricos y ^queológicos de indiscutible valor, cree que el éxodo tuvo lugar durante el largo reinado de Ramsés II (1301-1235) o en tiempos de Mernefta (1225-1205).
No existe en el libro de los Jueces una cronología perfecta. Los números que allí figuran tienen un valor muy desigual, pues mientras algunos parecen bastante precisos, otros, en cambio, las cifras redondas, sobre todo 40, 80, 20, obedecen a un plan premeditado del redactor o redactores del libro. Los hechos narrados no se desarrollaron con la precisión cronológica que puede sugerir una lectura superficial del libro, sino más bien se trata de un conjunto de piezas fragmentarias de aquel período, que los redactores posteriores han reunido en un todo orgánico al servicio de una tesis religiosa. No existía unidad entre las tribus, y las guerras de unas no inquietaban la paz de otras, o, simultáneamente, los enemigos acosaban a los israelitas en diversos puntos de su territorio. Por lo mismo, algunos jueces ejercían sus funciones al mismo tiempo, y podían coincidir los períodos de opresión y de paz (Jue 10:7). La autoridad de los jueces se extendía a una o varias tribus, nunca a todo Israel.

Los pueblos enemigos.
Durante el lapso comprendido entre 1220-1040, las dos grandes potencias rivales, Egipto y Asiría, apenas intervienen en los asuntos de Palestina. Egipto se muestra cada vez menos activo, atento a solucionar los problemas de orden interno, y sólo interviene esporádicamente en acciones bélicas hacia el exterior para defender sus fronteras, amenazadas por los pueblos del mar, como en 1192, bajo Ramsés III. Por parte de Asiría, sólo Teglatfalasar I (1 112-1074) emprendió una campaña hacia el oeste, reduciendo a tributo a las ciudades de Byblos, Sidón, Arward; pero no se atrevió a atacar a Tiro (Surra) ni a los reinos de Hamat, Damasco y Soba, ni a franquear las fronteras de Palestina. El imperio de los hititas sólo persistía como un recuerdo en Palestina, con insignificantes islotes dejados en el territorio en su retirada. Los enemigos principales contra los cuales tuvieron que luchar los israelitas para arrebatarles los territorios de TransJordania y Cisjordania y mantenerlos en sus manos fueron los cananeos, filisteos, amonitas, amalecitas, moabi-tas y madianitas. De los dos primeros nos ocuparemos brevemente.

Cananeos.
Pueblo abierto a las más dispares influencias, asimiló elementos de las diversas culturas. Como todos los otros pueblos, fueron politeístas, siendo Baal su dios principal, unido a las divinidades femeninas de Anat, Asnera, Astarté, Qadesh. El culto de la fecundidad y fertilidad era el centro de la religión cananea. Características del mismo son los sacrificios humanos (Jer 7:31; Ez 15:21; 1 Re 16:34) y la prostitución sagrada de hombres y mujeres. Todas las facultades productoras de vida eran santas y sagradas. El culto se ejercía en los altos (bamoth), donde se levantaban las masseboth y asheroth, que representaban, respectivamente, las divinidades masculina y femenina. Con este pueblo entró en contacto Israel y convivió con él en momentos en que su religión había caído en su nivel más bajo 5.

Filisteos.
De la avalancha de los pueblos del mar formaban parte los filisteos, procedentes de Licia y Caria, o de Caftor (Deut 2:23; Jer 47:4), que, a través del Asia Menor, pretendieron ganar las tierras fértiles de Egipto. A principios del siglo XII a. Q, Ramsés III resistió en Siria a los nuevos invasores no semitas (incircuncisos los llama la Biblia); pero los filisteos fueron descendiendo por la costa mediterránea, estableciéndose a fines del segundo milenio en la región marítima comprendida entre Gaza y Jaifa, con una profundidad hacia el interior que oscilaba entre los veinte y sesenta kilómetros. Agrupábanse en torno a cinco grandes centros, a los que se da el nombre de pentápolis filistea: Gaza, Ascalón, Azoto, Acarón y Gat. Las cinco ciudades tenían un régimen autónomo, aunque en casos extraordinarios se unían para salvar a la nación. Al frente de cada distrito había los llamados seranim (tiranos), con autoridad civil y militar, ocupando el mando supremo del ejército unido los sarim (1 Sam 18:30). Su organización era superior a la de los israelitas, lo mismo que su cultura, industria, agricultura, comercio, economía, etc. Los filisteos fueron un constante peligro para los israelitas, a quienes oprimían empujándoles hacia el macizo central6.

Características literarias del libro de los Jueces.
Lo primero que se echa de ver al recorrer sus páginas es la repetición de ciertas fórmulas estereotipadas, que indican el punto de vista filosófico-religioso del autor. Con estas fórmulas aparece claramente delineado el pragmatismo a cuatro tiempos de que hemos hablado. Este tema central se expone en las dos introducciones, histórica (1:1; 2:5) y cultual (2:6; 3:6; 6:8-10; 10:10-16). Estas fórmulas, convenientemente clasificadas por Tamisier (Introducción 138-139) Y Delorme, son las siguientes:
Prevaricación. (A): Los hijos de Israel hicieron el mal a los ojos de Yahvé (2:11; 3:7; 12; 4:1; 6:1; 13:1). (B): Se apartaron de Yahvé y sirvieron a los Baales (2:11), baales y aseras (3:7), a Baal y Astarté (2:13; 10:7). Castigo (C): Encendióse la cólera de Yahvé contra Israel (2:14-20; 3:8; 107). (D): (Yahvé) los entregó en manos de salteadores (2:14); Se Cusan Risataím (3:8), en manos de Jabín (4:2), a Madián'(6:1), en manos de los filisteos y en manos de los hijos de Amón (10:7); o también, Yahvé hizo fuerte a Eglón (3:12). (E) Por consiguiente, los hijos de Israel sirvieron a Cusan Risataím siete años (3:8), a Eglón dieciocho años (3:14), a Jabín veinte años (4:3) a Madián siete años (6:1), a los filisteos y amonitas dieciocho años (10:8).
Arrepentimiento. (F): Clamaron a Yahvé los hijos de Israel (3:9; 15; 4:3; 6:6; 10:10).
Liberación. (G): Suscitó Yahvé a los hijos de Israel un libertador (3:9-15). H Quedó humillado (Moab, Jabín, Madián) bajo la mano de Israel (3:30; 4:23; 8:28). (I): Los libertadores (Otoniel, Tola, Jefté, Abesán, Elón, Abdón, Sansón) juzgaron a Israel diez años (3:10; 10:2.3; 12:7; 9:11; 14; 15:20; 16:31). (J): Estuvo en paz la tierra durante diez años (3:11, 30; 5:32; 8:28).
En función a esta idea central se han escogido las narraciones que el autor o los autores han insertado en el libro. Entre aquéllas y las frases redaccionales se han revelado diferencias ideográficas y de estilo, que se explican por el hecho de que los autores no han elaborado los relatos históricos, sino que se han limitado a seleccionarlos y agruparlos de conformidad con las exigencias del tema central. Al autor no le interesa el hecho histórico por sí mismo, sino desde el punto de vista religioso. Por lo mismo, se cree autorizado a reproducir simplemente los fragmentos, yuxtaponerlos en un plan preconcebido, cercenarlos, resumirlos y amplificarlos, glosarlos y aun modificarlos ligeramente. De este modo, los hechos históricos incorporados en el libro ofrecen garantía de veracidad. La historia del libro de los Jueces es religiosa,

Composición del libro.
El libro es anónimo; de donde la diversidad de opiniones sobre su autor y tiempo de su composición. La tradición judía y muchos Padres lo atribuyen a Samuel o a un autor contemporáneo de David (Schulz). Algunos han pensado en Ezequías, y Ricardo Simón lo adjudica a Esdras. La mayoría de los críticos acatólicos extienden a este libro la composición a base de los conocidos documentos J y E, reunidos más tarde por uno o más redactores. Actualmente, católicos y acatólicos están acordes en admitir en el libro la presencia de documentos antiguos que utilizaron el autor o los autores. H. Gressmann7 prefiere que se hable de tradiciones más bien que de documentos. Desnoyers 8 admite una doble redacción; la primera efectuóse en el reino de Israel por escritores originarios de los medios profetices, levíticos y profetices. En esta primera redacción se narraba la historia de los jueces del Norte y contenía la lista de los jueces menores. Un redactor del reino de Judá completó aquella obra con documentos procedentes del sur en tiempos del rey Exequias. Según Desnoyers, el movimiento literario deuteroca-nónico pudo también haber dejado huellas en una reedición del libro de los Jueces. Cazelles y Tamisier exponen más concretamente esta hipótesis.
En nada se opone al dogma de la inspiración el hecho de que muchos autores concurrieran a la composición del libro de los Jueces. Muy probablemente, sólo el autor último que redactó el libro en la forma que hoy tiene el beneficio del carisma de la inspiración.

Enseñanza religiosa.
De misterioso se ha calificado al período de los jueces 9. Y lo es de verdad. Empezamos por no saber cuándo comenzó y cuándo acabó ni a qué período preciso de la historia universal pertenece. En el libro encontramos una cronología imprecisa, una historia fragmentaria, anecdótica, engarzada solamente por el pensamiento religioso dominante del autor. Pero del análisis del libro se deduce que nos hallamos en una época de transición en la historia de Israel. Las tribus habían atravesado el Jordán, y durante muchos años dedicábanse a la penosa tarea de conquistar paulatinamente la tierra prometida. En contacto con la religión y cultos cananeos, tan halagadores a los sentidos, fue enfriándose el entusiasmo de los israelitas por Yahvé, olvidándose de sus preceptos y abandonando el camino que su Dios les había trazado. Ante las tentativas de sincretismo religioso, no dejó Dios de darles un toque de atención, recordándoles que no había renunciado a los derechos de propiedad sobre su pueblo. En sus páginas se vislumbra también claramente que no quiere Dios la perdición de Israel, su desaparición de entre las gentes, sino que se convierta y viva.
A pesar de su moral rústica, los israelitas de este período, incluyendo a sus jefes, son admirables por su fe en Dios, a quien acuden en tiempos de prueba. Esta fe les llevará al triunfo de sus enemigos años más tarde.

1 De Vaux, Israel: Dictionnaire de la Bible, Suppl. col.739; O. Grether, Die Bezeich-nung Richten für die charismatischer Helden der Vorstaatlichen Zeit: Zeitsch. f. Altt. Wis-senschaft, 57 (1939) 110-121.
2 C. F. Burney, The Book ofjudges (Londres 1920).
3 Septuaginta problem im Buch Richter: Â 7 (1926) 233-269; 353-383.
4 J. Schreiner, Septuagintü-Massora des Buches der Richter. Eine textkritische Studie (Roma 1957).
5 A. Âåá, Canaan e Cananei: Enciclopedia Cat. Italiana, III col.480-486; B. Maisler, Canaan and the Canaanites: Basor, 102 (1946) 7-12; G. Pavlovski, De religione Cananaeorum tempore occupationis israeliticae: Verbum Domini, 27 (1949) 143-163.193-205.
6 Véase R. A. st. Macalister, The Philistines, their History and Civilisation (Londres 1911); G. Van Rad, Das Reich Israel una die Philister: Palástinajahrbuch, 29 (1933) 30-42; O. Eis-Sfeldt, Philister und Phonizer (Leipzig 1936).
7 Die Anfange Israels (Góttingen 1922).
8 tiistoire: I. La période des Juges 404-406,
9 E. Robertson, The Period of the Judges. A Mistery Period in the History of Israel: Bul-letin of the John Rylands Library, 30 (1946) 3-36,

Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

Jueces 16,1-31

Sansón en Gaza (16:1-3).
1Fue Sansón a Gaza, donde había una meretriz, a la cual entró. 2 Se les dijo a las gentes de Gaza: Ha venido aquí Sansón. Y le cercaron y estuvieron toda la noche en acecho cerca de la puerta de la ciudad. Se estuvieron tranquilos durante la noche, diciéndose: Al alba le mataremos. 3Sansón estuvo acostado hasta media noche. A media noche se levantó, y, tomando las dos hojas de la puerta de la ciudad con las jambas y el cerrojo, se las echó al hombro y las llevó a la cima del monte que mira hacia Hebrón.

Sansón tenía buena musculatura, pero el corazón débil. Desde Leji (texto de los LXX) marchó a Gaza (Jos_13:3). La fama que aureolaba a Sansón hizo que se esparciera la voz de su presencia en la ciudad. Inmediatamente las autoridades tomaron las medidas oportunas para apresarlo. Durante todo el día (no toda la noche, como se lee en TM) se pusieron guardias a la puerta de a ciudad para impedir su salida, mientras algunas patrullas volantes recorrían sus calles para localizarle. Sucedió que Sansón, al terminar sus quehaceres, entró en casa de una meretriz (Jos_11:1; Jos_2:11). Había ya anochecido cuando supieron su paradero, por lo cual las autoridades no juzgaron oportuno proceder inmediatamente a su detención, porque, entre los antiguos, el sueño era considerado como algo sagrado, no pudiéndose matar a nadie durante el mismo (Exo_14:20; 1Sa_19:11). Durante la noche se cerraban las puertas de la ciudad, y, juzgando que Sansón no podría escapar, los guardias se retiraron a descansar, conviniendo en matar a Sansón al rayar el alba del día siguiente. Pero Sansón se levantó de noche, arrancó las puertas de la ciudad con jambas y el cerrojo, se las echó al hombro y las llevó a una colina vecina, al este de la ciudad, desde donde se divisaban los montes de Hebrón. De Gaza a Hebrón hay más de setenta kilómetros. Por lo mismo, no puede admitirse la interpretación de los que hacen andar a Sansón todo este recorrido con las puertas a la espalda.

Dalila traiciona a Sansón (1Sa_16:4-14).
4Después amó a una mujer del valle de Sorec, de nombre Dalila. 5Los príncipes de los filisteos subieron a ella y la dijeron: Sedúcele para saber en qué está su gran fuerza y cómo podríamos apoderarnos de él, para atarle y castigarle. Si lo haces, te daremos cada uno mil cien siclos de plata. Dijo, pues, 6 Dalila a Sansón: Dime, te ruego, en qué está tu gran fuerza y con qué habrías de ser atado para sujetarte. 7 Sansón respondió: Si me atasen con siete cuerdas húmedas, que no se hubieran secado todavía, me quedaría sin fuerzas y sería como otro hombre cualquiera. 8Subiéronle los príncipes de los filisteos las siete cuerdas húmedas, sin secar todavía, y ella le ató con ellas. 9Como tenía en su cuarto gentes en acecho, le gritó: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! El rompió las cuerdas como se rompe un cordón de estopa cuando se le pega fuego, y quedó desconocido el secreto de su fuerza. 10Dalila dijo a Sansón: Te has burlado de mí y me has engañado. Dime, pues, ahora con qué hay que atarte. 11 El le dijo: Si me atan con cuerdas nuevas que no hayan sido empleadas para ningún otro uso, me quedaré sin fuerzas y seré como otro cualquiera. 12 Dalila cogió cuerdas nuevas y le ató con ellas. Después le gritó: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! pues tenía en el cuarto gentes en acecho. El rompió como un hilo las cuerdas que tenía en los brazos. 13 Dalila dijo a Sansón: Hasta ahora te has burlado de mí y no me has dicho más que mentiras. Dime de una vez con qué hay que atarte. El le dijo: Si entretejes con un lizo las siete trenzas de mi cabeza y las fijas con una clavija de tejedor, me quedaré sin fuerzas y seré como otro hombre cualquiera. 14 Dalila le adormeció y entretejió con un lizo las siete trenzas, las fijó con la clavija de tejedor y le gritó: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y despertando de su sueño, arrancó la clavija y el entretejido, y quedó desconocido el secreto de su fuerza.

Enamoróse Sansón de una mujer de Sorec (la actual Surte, en el valle Serar, a cuatro kilómetros de Sora), llamada así por sus famosos viñedos (Isa_5:2; Jer_2:21). No dice el texto si esta mujer era filistea o hebrea, pero se presume que era israelita. Dalila es de significación incierta en hebreo; en árabe significa la indicadora, por lo cual puede dudarse si era éste su nombre primitivo o un sobrenombre que le dio la tradición popular por razón de su comportamiento con Sansón. Los príncipes (sarnim, Jos_13:9) de los filisteos entran en trato con Dalila para apoderarse de Sansón y le ofrecen por sus servicios una cantidad, que, traducida en números, repreresenta una suma considerable, que Hummelauer, a últimos del siglo pasado, valoraba en 250.000 francos. Sin embargo, la mayoría de los expositores estima que se trata de una suma convencional que equivale a decir que le entregarían mil siclos y que estaban dispuestos a elevar aún esta cantidad. Para no impresionar a Dalila, los príncipes no hablan de dar muerte a Sansón, sino solamente de apoderarse de él y castigarle. Estaban interesados en que Dalila arrancara de Sansón el secreto de su fuerza, o, en otras palabras, de dónde provenía el que su fuerza fuese tan grande. Para los primitivos, el origen de este vigor extraordinario no puede ser más que un mana, que está sujeto a fuerzas mágicas; por esto mismo, Sansón señala de hecho recetas mágicas para destruir esta fuerza. En el v.17 indica Sansón el origen sobrenatural de su fuerza. El número siete, que emplea Sansón, es un número sagrado, y aquí, según Lagrange, tiene valor de encanto mágico.

Sansón Cede a los Halagos de la Mujer (Jos_16:15-20).
15 Ella le dijo: ¿Cómo puedes decir que me quieres, cuando tu corazón no está conmigo? Por tres veces te has burlado de mí y no me has descubierto en qué está tu gran fuerza. 16Y le importunaba incesantemente, siempre insistiendo en su demanda, hasta llegar a producirle un tedio de muerte. 17Y le abrió de par en par su corazón, diciendo: Nunca ha tocado la navaja mi cabeza, pues soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si me rapasen, perdería mi fuerza, quedaría débil y sería como todos los otros hombres, 18Dalila vio que en verdad le había abierto de par en par su corazón; y mandó llamar a los príncipes de los filisteos, diciéndoles: Subid, que esta vez ya me ha abierto de par en par su corazón. Subieron, llevando el dinero en sus manos. 19Le durmió ella sobre sus rodillas, y, llamando un hombre, hizo que raparan las siete trenzas de la cabellera de Sansón, que comenzó a debilitarse. Había perdido su fuerza, 20y ella le dijo entonces: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! El se despertó, diciendo: Saldré como tantas otras veces y me sacudiré, pues no sabía que Yahvé se había apartado de él.

Dalila puso en juego toda su astucia femenina para ablandar el corazón del héroe, presionándole hasta causarle angustias de muerte. Por fin, Sansón sucumbió. Rapada su larga cabellera por un hombre llamado al efecto, quedaba violado el voto del nazareato y, como consecuencia, le retiraba Dios el carisma de la fuerza que le habla otorgado en vistas a su misión, quedando reducido a la condición de un hombre cualquiera. Durante toda su vida se mostró Sansón infiel a su condición de nazir: banqueteaba como los otros ingiriendo bebidas alcohólicas, que le estaban prohibidas; diversas veces había tenido contacto con cadáveres, y, por fin, no supo conservar intacta su larga cabellera, que era el signo externo más característico de su total consagración a Yahvé. La historia de Sansón nos enseña a qué grado de inconsciencia puede llegar un hombre que da rienda suelta a la sensualidad.

Venganza y Muerte de Sansón (Jos_16:21-31).
21 Los filisteos lo tomaron prisionero, le sacaron los ojos y, llevándole a Gaza, le encadenaron con doble cadena de bronce, y en la cárcel le pusieron a hacer dar vueltas a la muela. 22Entretanto, volvieron a crecerle los pelos de la cabeza, después de haber sido rapada. 23 Los príncipes de los filisteos se congregaron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón, su dios, y, para regocijarse, decían: Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo. 24El pueblo, al verle, alababa a su dios, diciendo: Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a nuestro enemigo, al que asolaba nuestra tierra y mató a tanta gente. 25Cuando su corazón se alegró, dijeron: Que traigan a Sansón para que nos divierta. 26 Sansón fue sacado de la cárcel y tuvo que bailar ante ellos. Habíanle puesto entre las columnas, y Sansón dijo al mozo que le hacía de lazarillo: Déjame tocar las columnas que sostienen la casa, para apoyarme. 27Estaba la casa llena de hombres y mujeres. Allí estaban los príncipes de los filisteos, y había sobre el techo más de tres mil personas, hombres y mujeres, viendo bailar a Sansón. 28Entonces invocó Sansón a Yahvé, diciendo: Señor, Yahvé, acuérdate de mí; devuélveme la fuerza sólo por esta vez, para que ahora me vengue de los filisteos por mis dos ojos. 29Sansón se agarró a las dos columnas centrales que sostenían la casa, y, haciendo fuerza sobre ellas, sobre la una con la mano derecha, sobre la otra con la mano izquierda, 30dijo: ¡Muera yo con los filisteos! Tan fuertemente sacudió las columnas, que la casa se hundió sobre los príncipes de los filisteos y sobre todo el pueblo que allí estaba, siendo los muertos que hizo al morir más que los que había hecho en vida. 31Sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron y se lo llevaron, y le sepultaron entre Sora y Estaol, en la sepultura de Manué, su padre. Juzgó a Israel durante veinte años.

Los filisteos se apoderaron fácilmente de su enemigo, al cual le arrancaron los ojos, suplicio muy frecuente entre los orientales (1Sa_11:2; 2Re_25:7; Jer_52:11; texto de los LXX), y, atado de manos y pies con una doble cadena de bronce, lo condujeron a Gaza, condenándole a dar vueltas a la muela, trabajo propio de mujeres y esclavos (Exo_11:5; Isa_47:2). Su cabeza volvió a poblarse, pero no por ello debía renacer su fuerza extraordinaria de antes. Tratado como un esclavo y blanco de las burlas de los filisteos, reflexionó Sansón sobre su conducta e infidelidad a la misión para la cual Dios le había escogido. Su oración debió de ser ferviente; su arrepentimiento, verdadero, por lo cual Dios le concedió de nuevo el carisma de la fuerza que le había retirado. Dagón era una divinidad semita, protectora del trigo (dagan), muy venerada en todo el Oriente Medio desde Babilonia al Mediterráneo. Los filisteos adoptaron a este dios, rindiéndole un culto especial en Azoto (1Sa_5:2; 1Ma_10:84; 1Ma_11:4) y Gaza. Más tarde esta divinidad fue identificada falsamente con una divinidad con cuerpo de pez (dag). Junto al dios se veneraba a Atargates (2Ma_12:26).
Los príncipes y todo el pueblo aclamaban a su dios por haberles librado de Sansón, su enemigo. Cuando su corazón se alegró por el mucho vino, reclamaron su presencia para que les divirtiera. Obligado a bailar al son de instrumentos y zarandeado de una parte a otra, fue el hazmerreír de toda aquella gente ebria de vino y de triunfo. Ya agotado, se le concedió un leve descanso a la sombra de una terraza sostenida por columnas. Sansón pidió a su lazarillo que le permitiera apoyarse en una de las columnas de la casa, o de la sala cabe al templo, donde estaban reunidos los filisteos para consumir el resto de las víctimas ofrecidas en sacrificio (2Ma_9:46; 1Sa_1:9; 1Sa_9:22). Entonces Sansón invocó a Dios, pidiéndole le devolviera la fuerza de otro tiempo. Al tener conciencia de que Dios había oído su oración, se agarró a las dos columnas centrales, sobre las cuales se apoyaba el edificio, y las sacudió con tanta fuerza que la casa se hundió, quedando él mismo sepultado, junto a un gran número de filisteos, entre los escombros.
No cabe hablar de suicidio directo y voluntario en este caso de Sansón, ya que él quiso directamente la muerte de sus enemigos, los filisteos, y sólo indirectamente atentó contra su vida propia. A pesar de sus debilidades, Sansón pasó a la historia con la fama de un juez que hizo justicia a los enemigos de su pueblo, gracias a un carisma que le otorgó Dios gratuitamente. San Pablo alaba su fe y confianza en Dios (Heb_11:32). El autor sagrado recogió de la tradición popular esta historia, conservando toda su ingenuidad y los rasgos humorísticos e hiperbólicos con que la había revestido la imaginación de un pueblo que admiraba la bravura de los héroes de la independencia nacional. La historia de Sansón confirma la tesis que el autor sagrado ha desarrollado en todo el libro a base de hechos históricos anecdóticos.

1 P. Humbert, Les métamorphoses de Samson en Vempreinte israélite sur la légende de Sam-son: Revue d'Histoire des Religions, 80 (1919) 154-170; A. Lods, Quelques remarques sur l'histoire de Samson: Actes du Gongrés International d'Histoire des Religions (París 1923) 504-516: E. Kalt, Samson, (Freiburg 1912).
1 Levesque: RB 7 (1900) 5955.