I Macabeos 1 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 66 versitos |
1 Sucedió que Alejandro el Macedonio, hijo de Filipo, una vez hubo salido del país de los Kittin y derrotado a Darío, rey de los persas y de los rnedos, reinó en su lugar, primeramente en Grecia.
2 Combatió muchas batallas, expugnó muchas fortalezas y dio muerte a reyes de la tierra.
3 Atravesándola hasta sus fronteras, se apoderó de los despojos de la muchedumbre de pueblos, y la tierra enmudeció a su presencia.
4 Juntó poderosos ejércitos,
5 sometió provincias nacionales y reyes, que le pagaron tributo.
6 Después de todo esto guardo cama y tuvo el presentimiento de que se moría.
7 Llamando a sus oficiales, los nobles que con él se habían criado desde su juventud, dividió aún en vida su reino entre ellos.
8 Había reinado Alejandro doce años cuando le arrebató la muerte.
9 Sus generales hiciéronse cargo del poder, cada uno en el lugar que le toco en suerte.
10 Todos ciñeron la corona después de su muerte, y sus hijos después de ellos durante muchos años, llenando la tierra de males.
11 De ellos salió un retoño de pecado, Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco, que estuvo en Roma como rehén y se apoderó del reino el año 13 de la era de los griegos.
12 Salieron de Israel por aquellos días hijos inicuos, que sedujeron a muchos, diciendo: “Ea, hagamos alianza con las naciones vecinas, pues desde que nos separamos de ellas nos han sobrevenido tantos males.”
13 Estas palabras aparecieron bien a sus ojos.
14 Algunos del pueblo apresuráronse a ir al rey, el cual les dio facultad para seguir las costumbres de los gentiles.
15 En virtud de estos, levantaron en Jerusalén un gimnasio, conforme a los usos paganos;"
16 se restituyeron los prepucios, abandonaron la alianza santa para asociarse con los gentiles, y se vendieron para obrar el mal.
17 Una vez que Antíoco se consolidó en el trono, concibió el propósito de ser rey de la tierra de Egipto, a fin de reinar sobre las dos naciones.
18 Entró en ella con un poderoso ejército, con carros, elefantes y jinetes y con una gran flota,
19 e hizo la guerra a Tolomeo, rey de Egipto. Atemorizado éste, huyó ante él, y fueron muchos los que cayeron heridos.
20 Antíoco se apoderó de las ciudades fuertes de Egipto y volvió cargado de despojos.
21 El año 14, después de haber vencido a Egipto, Antíoco vino contra Israel,
22 y subió a Jerusalén con un poderoso ejército.
23 Entró altivo en el santuario, arrebató el altar de oro, el candelabro de las luces con todos sus utensilios, la mesa de la proposición, las tazas de las libaciones, las copas, los incensarios, la cortina, las coronas, y arrancó todo el decorado de oro que cubría el templo.
24 Se apoderó asimismo de la plata, del oro y de los vasos preciosos, y se llevó los tesoros ocultos que pudo hallar, y con todo se volvió a su tierra.
25 Hicieron gran matanza y profirieron palabras insolentes.
26 Un gran duelo se levantó en Israel y en todos sus lugares;"
27 jefes y ancianos gimieron; las doncellas y los jóvenes languidecieron, la belleza de las jóvenes palideció."
28 El recién casado entonó una lamentación, y la que estaba sentada en la cama hizo duelo;"
29 tembló la tierra a causa de los que la habitaban, y toda la casa de Jacob se cubrió de confusión.
30 Pasados dos años, envió el rey al jefe de los tributos a las ciudades de Judea y presentóse en Jerusalén con un ejército poderoso.
31 Hablóles con falsía palabras de paz, en las que ellos creyeron.
32 Pero de repente se arrojó sobre la ciudad, causando en ella gran estrago y haciendo perecer a muchos del pueblo de Israel.
33 Saqueó la ciudad y la incendió, y destruyó sus casas y los muros que la cercaban.
34 Llevaron cautivas a las mujeres y a los niños y se apoderaron de los ganados.
35 Edificaron la ciudad de David con un muro alto y fuerte, torres también fuertes, convirtiéndola en ciudadela.
36 Instalaron allí gente impía, hombres malvados, que en ella se hicieron fuertes.
37 La aprovisionaron de armas y vituallas, y, juntando los despojos de Jerusalén, los depositaron en ella, viniendo a ser para la ciudad un gran lazo.
38 Fue una asechanza para el santuario, una grave y continua amenaza para Israel.
39 Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron.
40 A causa de ello huían los moradores de Jerusalén, que vino a ser habitación de extraños. Se hizo extraña a su propia prole, y sus hijos la abandonaron.
41 Su santuario quedó desolado como el desierto; sus fiestas se convirtieron en duelo; sus sábados en oprobio, y en desprecio su honor."
42 A la medida de su gloria creció su deshonra, y su magnificencia se volvió en duelo.
43 El rey Antíoco publicó un decreto en todo su reino de que todos formaran un solo pueblo, dejando cada uno sus peculiares leyes.
44 Todas las naciones se avinieron a la disposición del rey.
45 Muchos de Israel se acomodaron a este culto, sacrificando a los ídolos y profanando el sábado.
46 Por medio de mensajeros, el rey envió a Jerusalén y a las ciudades de Judá órdenes escritas de que siguieran todos aquellas leyes, aunque extrañas al país;"
47 que se suprimiesen en el santuario los holocaustos, el sacrificio y la libación;"
48 que se profanasen los sábados y las solemnidades;"
49 que se contaminase El santuario y el pueblo santo;"
50 que se edificasen altares y santuarios y templos idolátricos y se sacrificasen puercos y impuros;"
51 que dejasen a los hijos incircuncisos; que manchasen sus almas con todo género de impureza y de abominación, de suerte que diesen al olvido la Ley y mudasen todas sus instituciones,"
52 y que quien se negase a obrar conforme a este decreto del rey fuera condenado a muerte.
53 Tal fue el decreto publicado en todo el reino. En todo Israel instituyó inspectores,
54 y a las ciudades de Judá les dio la orden de que sacrificasen cada una por sí, ciudad por ciudad.
55 Se les unieron muchos del pueblo, todos los que abandonaron la Ley. Fueron grandes los males que cometieron en la tierra,
56 obligando a los verdaderos israelitas a ocultarse en todo género de escondrijos.
57 El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco edificaron sobre el altar la abominación de la desolación, y en las ciudades de Judá de todo alrededor edificaron altares;"
58 ofrecieron incienso en las puertas de las casas y en las calles,
59 y los libros de la Ley que hallaban los rasgaban y echaban al fuego.
60 A quien se le hallaba con un libro de la alianza en su poder y observaba la Ley, en virtud del decreto real se le condenaba a muerte.
61 Por estar ellos en el poder, procedían de esta manera en las ciudades, un mes y otro mes, contra los israelitas que eran descubiertos.
62 El veinticinco del mes ofrecían sacrificios sobre el altar construido sobre el antiguo de los holocaustos.
63 Las mujeres que circuncidaban a sus hijos eran muertas, según el decreto,
64 con los hijos colgados a su cuello, ejecutándose al mismo tiempo a sus familiares y a los que habían practicado la circuncisión.
65 Muchos en Israel se mantuvieron fuertes en su resolución de no comer cosa impura, prefiriendo morir a contaminarse con los alimentos y profanar la santa alianza, y por ello murieron.
66 Muy grande fue la cólera que descargó sobre Israel.

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Introducción a I Macabeos

Times New Roman CE;Times New Roman ;;;
Macabeos

Introducción.
En las épocas asmonea y herodiana vieron la luz pública cuatro libros que llevan el título que encabeza estas líneas. El primero y segundo forman parte integrante del canon cristiano, mientras que el tercero y el cuarto, que ya en tiempos de Eusebio y Orígenes llevaban el mismo título que ostentan hoy, han sido relegados entre los apócrifos. En el tercero se narran los designios de Tolomeo IV Filopator contra los judíos de Egipto. Libro escrito probablemente en Alejandría antes del año 70 antes de Jesucristo, se distingue por la pureza de su lengua y estilo y por un vocabulario rico y esmaltado de palabras raras 1. El IV libro de los Macabeos está escrito en forma de discurso, en el que se comenta ampliamente el martirio de Eleazar y de los siete hermanos Macabeos. En un tiempo formó parte de la Biblia cristiana 2.

Macabeos.
La palabra se encuentra en los manuscritos más antiguos. El título Makkabaion se lee en los códices Sinaítico y Alejandrino. En el primero aparece la forma antigua de Makkabaikón. Desde fines del siglo II y en el ni, los autores eclesiásticos griegos designaban los dos primeros libros con el título de t a makkabaika. Entre los escritores latinos suelen citarse: Líber primus, o líber secundus Maæeha-baeorum. Por vez primera este nombre se da a Judas (1 Mac 2:4-16; 2 Mac 8:5-16; 10:1-16), pasando luego, por extensión, a sus hermanos y sucesores.
No es fácil determinar qué significa este término. Descartada la interpretación cabalística y la que propuso S. I. Curtiss 3, recogemos las dos que hoy están más en boga. Unos (Perles, Grand-Claudon, etc.) derivan el vocablo del hebreo maqqebeth Que 4:21; Jer 10:4) o de la palabra aramaica maqqaba, con el significado de martillo, por haber machacado ellos duramente a los enemigos o por tener Judas la cabeza en forma de martillo. Zeitlin, Bevan, Abel y Penna creen que macabeo viene de la raíz naqab, que significa nombrar (Is 62:2) 4. Originariamente el libro I de los Macabeos llevaba el título hebraico Sarbeth-Sarbanaíel, cuya significación todavía no ha sido explicada satisfactoriamente 5. Recientemente A. Yadrijevic 6 cree que el título del libro I es Angustíae filiorum Dei; el del segundo, Angustiae templi.

I Macabeos.

Autor.
Se ignora su nombre. Por el libro puede colegirse que fue un judío de Palestina conocedor de la topografía del país, versadísimo en la lengua bíblica, admirador ferviente de la familia asmonea, desde el padre hasta el último miembro de la familia que el autor conoció. Por razón de la minuciosidad histórica de que hace gala, se cree que fue testigo ocular de la mayoría de los hechos que refiere y que siguió de cerca y con entusiasmo todos los esfuerzos de los Macabeos para el triunfo de la causa del judaismo ortodoxo. Nada se sabe de su condición; unos suponen que pertenecía a la casta sacerdotal, otros lo niegan. También los críticos andan divididos al querer adivinar su ideología. Para unos fue de ideas y tendencias saduceas (Üesterley, Geiger, Abel); para otros, un filofariseo. Lo cierto es que no oculta sus simpatías por la dinastía asmonea. Según él, nadie puede suplantarles en la dirección de la guerra.

Fecha de composición.
En esta cuestión procedemos también por conjeturas. Del autor hemos dicho que fue un ferviente admirador de la familia de los asmoneos; la meticulosidad de los hechos que narra revela que fue testigo ocular de los mismos. Ahora bien, pudo él recordar perfectamente los hechos que se desarrollaron en Palestina desde la muerte de Antíoco IV Epifanes (año 175 a.C.) hasta el reinado de Juan Hircano (135-104 a.C.). No es posible señalar el término a quo de la composición. Pudo empezarlo en tiempos de Simón, o también antes, y terminarlo en los días del reinado de Juan Hircano (16:23), cuyo texto se aduce para probar que la obra fue acabada después de la muerte de Juan Hircano (año 104 a.C.). A este texto se acogen muchos exegetas y críticos para señalar la fecha de la composición del libro: Oesterley la fija entre el 90-70; Abel Bentzen, Schürer, Kautzch, 100-90; Lods, 100-60; Grimm, 105-64. Pero se puede dudar de la autenticidad literaria de los dos últimos versículos del libro, que pueden ser una adición post scriptum del editor, del traductor o de cualquier otro. Más posibilidades caben para señalar el término ad quera. Los sucesores de Aristóbulo y Alejandro empañaron la gloria de sus antepasados. Si el autor hubiera sido testigo de su conducta, hubiera frenado sus entusiasmos por la dinastía asmonea. Una fecha tope es el año 63 a.C., en que Pompeyo el Grande profanó brutalmente el templo de Jerusalén, granjeándose con ello el odio de los judíos. Este hecho es incompatible con la simpatía que el autor siente por los romanos (8:1-32; 12:1; 14:40). En definitiva, la fecha de la composición del libro va desde el año 140 (Torrey, Oesterley) hasta el 63 antes de Cristo (Loos).

Fuentes.
En contra de las tentativas de J. von Destinon 7 y Lods 8, no puede ponerse en duda la homogeneidad del libro I de los Macabeos 9. A lo más, podríamos considerar como adición posterior los v.23-24 del c.16. En todas las páginas anteriores existe trabazón perfecta y una idea rectora, que procede de un mismo autor. Hasta qué punto cada uno de los hechos que se narran proceden de la información ocular o de un testimonio oral o escrito, es imposible determinarlo. Acaso haya en 9:22 una alusión a un texto que refería la historia de Judas Macabeo, que el autor tuvo entre manos.
A la información personal, oral o escrita, se añade la consulta de los archivos oficiales, de los cuales transcribió el autor algunos documentos que se insertan. Pudo copiarlos textualmente, traducirlos a veces del texto original (hebraico o latino), abreviarlos, simplificarlos, amplificarlos, con el empleo masivo de la retórica, resumirlos libremente o limitarse a extractar uno u otro punto para colocarlo en un contexto no del todo homogéneo. Del hecho de transcribir un documento no se infiere que el autor apruebe su contenido en todos sus pormenores. Los documentos que se intercalan en el texto son: 1) carta de los israelitas de Galaad (5:10-13); 2) carta de los romanos a Judas (8:1-32); 3) carta de Alejandro Balas a Jonatán (10:18-20); 4) carta de Demetrio I a Jonatán (10:25-45); 5) carta de Demetrio II a Jonatán (11:30-37); 6) carta de Antíoco VI a Jonatán (11:57); ?) carta de Jonatán a los de Esparta (12:6-18); 8) carta de Ario a Onías (12:20-23); 9) carta de Demetrio II a Simón (13:36-40); 10) carta de los espartanos a Simón (14:20-23); n) carta de Antíoco VI a Simón (15:2-9); 12) carta del cónsul Lucio a Tolomeo (15:16-21); 13) inscripción en honor de Simón (14:27-45).
Algunos críticos han impugnado su autenticidad, siendo Willrich 10 el que lleva en esto la voz cantante, coreado débilmente por algunos otros 11. Actualmente convienen todos en admitir la autenticidad de conjunto. No existe fundamento alguno para afirmar que el autor ha inventado los documentos o de que los haya falsificado intencionadamente. Ni de la misma carta de Ario a Onías (12:20-23) existen razones contra su autenticidad.
En el libro se encuentran algunas secciones poéticas que sugieren la idea de una colección de cantos populares compuestos con ocasión de la guerra santa (1:25-28; 1:37-40; 2:8-12; 3:3-9; 14:14-15). Otros autores atribuyen estas secciones al autor mismo, que las compuso con el intento de imitar los cánticos del Salterio y de las Lamentaciones.

Carácter histórico.
No se han puesto objeciones graves contra el valor histórico del libro considerado en su conjunto. Puede discutirse este o aquel detalle (1:6; 8:1-32); poner en tela de juicio la autenticidad plena de este o aquel documento (12:5-23), pero todos están acordes en admitir un fondo histórico firme y real. Aún más, por ser el autor contemporáneo de los sucesos que narra, se concede mucha importancia a algunos detalles históricos, a las noticias interesantes y concretas sobre topografía macabaica, al enfoque general de su historia y a las noticias sobre el carácter y temperamento de sus héroes. A ello, como hemos dicho, se añade el uso de documentos de primera mano.

Género literario.
No se puede juzgar la historia antigua según los cánones de la crítica histórica moderna. Nuestro autor es hijo de su tiempo, y de conformidad a los gustos de sus lectores escogió los modos de decir y narrar que emplea. Para él Israel es el centro hacia donde convergen todas las miradas del universo. Dos mundos se enfrentan en su libro: el paganismo y el judaismo. Aquél contaba con fuerzas militares formidables (3:38; 4:28; 15:13, etc.), en contraste con el diminuto ejército israelita. Sin embargo, a veces el número de soldados judíos se exagera notoriamente (4:34; 12:41) 12. El fenómeno es propio de la literatura patética, y, en general, de toda la historiografía antigua (Heródoto). Las cifras que llaman nuestra atención no creaban ninguna dificultad a los lectores inmediatos del libro. A menudo el autor no da a una determinada cifra un valor absoluto. En hebreo se emplea la palabra rebaba, muchedumbre, para expresar el número diez mil, que en plural o dual puede significar el doble.
Otra característica de la historiografía antigua son los discursos que se ponen en boca de los héroes y personajes que entran en escena. Es propio de la historia semítica antigua atribuir a los personajes aquellas ideas o reacciones de ánimo que brotan o se experimentan en determinadas circunstancias bajo los efectos de una impresión especial. Sistemáticamente se muestra parcial al ocultar los reveses de los judíos y poner de relieve las derrotas, defectos y designios malos de los enemigos de Israel. Pero, como señala certeramente Abel, su parcialidad no llega al extremo de convertir en victoria lo que fue humillante derrota (2 Mac 13:9-24, que parece contradecir a 1 Mac 6:28-63). En sus páginas hallan eco palabras y frases de la antigua literatura hebraica, que el autor conocía perfectamente y que asimiló. En fin, si los métodos históricos usados no se ajustan a los que utiliza la historiografía moderna, cabe, sin embargo, decir que no por ello desmerece el fondo histórico del libro.

Cronología.
La cronología y geografía, llamadas los ojos de la historia, ocupan un lugar de honor en nuestro libro. Multitud de fechas y datos concretos se encuentran en él. El autor utiliza el calendario seléucida y enumera los meses según la costumbre judía. Sabido es que la era seléucida empieza el año 312 con la conquista de Babilonia por Seleuco. Pero el cómputo difiere según que el año empiece en primavera o en otoño. En Siria y Occidente empezaba el año con el mes de Tishri (septiembre-octubre), es decir, el año 312. En Babilonia comenzaba el mes de Nisán (marzo-abril) del año 311. De ahí que, según los lugares, haya en el cómputo una diferencia de un año.
¿Qué cómputo siguen los libros de los Macabeos? Unos admiten el mismo cómputo en ambos libros (Kugler, Meyer, Lagrange, Grandclaudon) a partir del año 312; otros distinguen un cómputo a partir del año 312 para los asuntos profanos y del 311 para noticias de carácter religioso (Vaggar1). Gibert, Kolbe, Unger, Bickermann y Abel sostienen que, para el autor del libro I de los Macabeos, el primer año de los seléucidas empieza el 311; para el del segundo, el año 312. Ninguno de los dos cómputos puede resolver todas las dificultades cronológicas que surgen de la confrontación de las fechas de nuestros libros con otros documentos paganos. Nos atenemos al cómputo de Abel.

Doctrina religiosa.
En ninguna parte del libro se menciona de manera explícita el santo nombre de Dios, que es sistemáticamente sustituido por otras expresiones, tales como cielo (3:50-60; 4:10-40; 9:46; 12:15; 16:2). Esta ausencia de los nombres que se emplean en la literatura bíblica para designar a Dios se suple en las versiones. Este mismo fenómeno hemos encontrado en el libro de Ester. Pero tanto en éste como en el i de los Macabeos, aunque se excluya el nombre de Dios en sus páginas, su presencia se adivina en cada una de ellas. Era tal el respeto que se tenía por estos nombres venerables, que nadie se atrevía a pronunciarlos, reservándose su uso exclusivamente a los sacerdotes durante el ejercicio del culto. Toda la historia de los Macabeos es eminentemente religiosa, y la idea de Dios domina en todos los renglones del libro. Siente el autor gran simpatía y celo por la Ley y las antiguas instituciones (1:15; 3:21; 14:14), por el templo y la Ciudad Santa (1:21; 2:7; 4:38.59; 7:37.42; 9:54·)·Conoce maravillosamente los libros sagrados, a los cuales tiene gran devoción (3:48; 12:9) y cita diversas veces (2:52-60; 7:17). Las cosas indecisas y difíciles de resolver se reservan al juicio del profeta que ha de venir (4:46; 9:27; 14:41).

Canonicidad.
No sabemos si en algún tiempo formó parte del canon judío palestinense. Se encuentra en la versión de los LXX, que refleja el canon judío alejandrino. En la tradición cristiana influyó el recelo y la animosidad de los judíos contra él. Lo encontramos en los antiguos catálogos mommseniano y claramontano (s.III). El concilio Florentino (1442) lo incluyó en el canon de los libros sagrados. El concilio Tridentino confirmó la doctrina del Florentino y quitó toda distinción entre libros proto y deuterocanónicos.

Texto.
El texto original hebraico se ha perdido. La versión griega se ha conservado en los códices unciales: Sinaítico, Alejandrino y Véneto, y en muchos minúsculos. El texto más antiguo parece ser el de los códices Sinaítico y Véneto. De esta versión existe la edición crítica preparada por A. Rahlfs 13, que se basa en el Sin. y tiene en cuenta las antiguas traducciones latinas (De Bruyne). Otra versión crítica del texto griego se debe a Werner Kappler 14. La versión latina fue publicada por D. de Bruyne y Sodar 15. Según De Bruyne, la antigua traducción latina reproduce un texto anterior y mejor que el retransmitido por los antiguos unciales griegos.

1 Véase H. Willrich, Der historische Kern des III Makkabaerbuches: Hermes, 39 (1904) 244-258.
2 Véase A. Dupont-Sommer, Le quatriéme Uvre des Machabées (París 1939).
3 The Ñame Maccabee historically and philologically examined (Londres 1876).
4 A. A. Bevan, The Ongin of the Ñame Maccabee: The Journal of Theological Studies, 30 (1929) 190-193-
5 A. Schulte, Der hebraiche Titel des ersten Makkabaerbuches: Biblische Zeitschrift, 7 (1909) 254ss; J. Boehmer, Sarbeth Sarbanaiel: Theologische Studien und Kritiken, 73 (1903) 332-338.
6 Tria Aenigmata hebraica librorum Machabaeorum: Antonianum, 33 (1958) 267.
7 Die Quellen des Fl Josephus (Kiel 1882).
8 Histoire de la littérature hebraique et juive (París 1950). 780
9 E. W. Ettelson, The Integrity of I Maccabeos (New Haven 1925).
10 Urkundenfalschungen in der hellenistisch-jüdischen Literatur (Gottingen 1924).
11 Oesterley, Apocrypha (Oxford 1913); Introduction ßá the Qooks of the Apocrypna (Londres 1935); lods, l.c., etc.
12 Otros ejemplos en Knabenbauer, 17; Bévenot, 34-35.
13 Septuaginta (Stutgart 1935).
14 Septuaginta. Vetus Testamentum graecum auctoritate societatis litterarum Gottingensis editum vol.9 fasc.1: Maccabaeorum líber primus (Góttingen 1936).
15 Les anciennes traductions latines des Macchabées (Maredsous 1932).


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

I Macabeos 1,1-63Times New Roman ;;

Introducción (1:1-66).

Alejandro Magno (1:1-10).
1 Sucedió que Alejandro el Macedonio, hijo de Filipo, una vez hubo salido del país de los Kittin y derrotado a Darío, rey de los persas y de los rnedos, reinó en su lugar, primeramente en Grecia. 2 Combatió muchas batallas, expugnó muchas fortalezas y dio muerte a reyes de la tierra. 3 Atravesándola hasta sus fronteras, se apoderó de los despojos de la muchedumbre de pueblos, y la tierra enmudeció a su presencia. 4 Juntó poderosos ejércitos, 5 sometió provincias nacionales y reyes, que le pagaron tributo. 6 Después de todo esto guardo cama y tuvo el presentimiento de que se moría. 7 Llamando a sus oficiales, los nobles que con él se habían criado desde su juventud, dividió aún en vida su reino entre ellos. 8 Había reinado Alejandro doce años cuando le arrebató la muerte. 9 Sus generales hiciéronse cargo del poder, cada uno en el lugar que le toco en suerte. 10 Todos ciñeron la corona después de su muerte, y sus hijos después de ellos durante muchos años, llenando la tierra de males.

Con un rápido bosquejo histórico señala el autor las raíces de la situación política y religiosa de Palestina, contra la cual se levantó la dinastía asmonea. Este resumen histórico ocupa todo el capítulo primero. En el verano del año 336 fue asesinado Filipos, sucediéndole en el trono su hijo Alejandro, a la sazón de veinte años de edad. El año anterior (335) subió al trono su futuro rival, Darío III Codomano, por gracia del eunuco Bagoas. En el pecho del joven macedonio hervía el deseo de vengar las ofensas que había infligido a Grecia el imperio persiano. Una vez afianzado en el trono y reforzadas las fronteras de Macedonia, cruzó los Dardanelos en la primavera del año 334, al frente de treinta mil soldados de infantería y cinco mil de caballería. Le seguía un reducido número de letrados, entre los cuales descuella Tolomeo, que recibió el encargo de tener al día la Crónica de los acontecimientos. Apenas desembarcó en Abidos, consiguió la gran victoria de Granico (mayo-junio del año 334), que le abrió las puertas de Asia. A medida que se internaba iban cayendo en su poder las ciudades costeras. En octubre del año 333, la victoria sobre Darío Codomano abre al helenismo las puertas de Oriente. Las bases de Adrados, Biblos y Sidón se le rinden; Tiro cerróle sus puertas. Después de seis meses de sitio cayó la ciudad en su poder (julio del año 332). En su marcha hacia el sur sitió a Gaza, que se le rindió a los dos meses. En noviembre del año 332 llega victorioso al valle del Nilo. En la primavera del 331 se encuentra nuevamente en Tiro, en donde organizó la provincia siro-palestinense.
Cuenta Flavio Josefo que, después de la conquista de Gaza, Alejandro visitó Jerusalén, en donde fue acogido con grandes honores por parte del pueblo y del sumo sacerdote Yaddúa, ofreciendo sacrificios en el templo y concediendo grandes favores al pueblo judío. Se cree que esta noticia es una pura leyenda.
Ante los grandes triunfos de Alejandro enmudeció la tierra (Jue_3:11-30; 2Cr_13:23; Isa_14:7), por lo que su corazón se engrió y llenó de orgullo, hasta el límite de reclamar para sí honores divinos. En el oasis de Siwa, los sacerdotes legitimaron su advenimiento al trono de los faraones, declarándolo hijo de Dios. A estas locas pretensiones alude el autor del libro, ya que nacimiento divino y dominación universal son dos pretensiones inseparables 2. El autor del libro juzga a Alejandro por la fama que de él se ha conservado entre el pueblo, sin pretender estudiar a fondo el alma y las gestas del famoso general macedonio.
La muerte le sorprendió antes de nombrar sucesores. Al preguntársele en vida cuál sería su sucesor, respondió: El mejor 3. Es posible que en vida manifestara vagamente su pensamiento sobre quiénes debían sucederle a su muerte. El autor sagrado no quiere entrar en detalles. Cualquiera que fuese la última voluntad del conquistador, el texto sagrado tiene en cuenta preferentemente el hecho histórico de la división de mando entre los más conspicuos generales, faltando una sucesión dinástica directa (Dan_11:4). Rábano Mauro explicaba el texto bíblico de la siguiente manera: Dividió, a saber: dejó que su reino se dividiera. En el consejo de oficiales se sistematizó la sucesión de Alejandro. Por unos veinte años, el imperio único sobrevivió a los conatos de las fuerzas disolventes. Las intrigas empezaron entre los Diádocos, o sea, los sucesores, eliminándose uno a otro. Después de la victoria naval contra Tolomeo en Salamina de Chipre, año 306, Antígono se arrogó el título de rey, ejemplo que imitaron Tolomeo en Egipto, Lisímaco en Tracia, Seleuco en Babilonia, Gasandro en Macedonia. Prácticamente, Palestina sólo tuvo roces con los lágidas y los seléucidas, especialmente en el período comprendido entre el año 280 al 219 antes de Cristo. Durante todo este espacio de tiempo se multiplicaron los males sobre la tierra. El peor de ellos para el autor sagrado fue la penetración en tromba de la cultura griega, en el amplio sentido de la palabra, en Palestina, con graves amenazas para el judaísmo tradicional.

El retoño de iniquidad (Dan_1:11).

11 De ellos salió un retoño de pecado, Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco, que estuvo en Roma como rehén y se apoderó del reino el año 130 de la era de los griegos.

Antíoco III el Grande (223-187 a.C.) fue derrotado en Magnesia el año 190. Entre las cláusulas del armisticio firmado en Apamea figuraba la de entregar veinte rehenes, a elección de los romanos, entre los que estaba su hijo menor, Antíoco. Los impuestos de guerra que P. Escipión el Africano impuso a Antíoco vaciaron las arcas reales de Siria. Para llenarlas, el rey asaltó de noche el templo de Bel, en Elimaida, pereciendo en manos de los defensores del santuario. La misma necesidad de dinero retuvo en todo tiempo la atención de su hijo Seleuco IV Filopator (187-175), reducido a la condición de agente de tasas. Enterado por Apolonio de Tarso de las riquezas existentes en el templo de Jerusalén, mandó a su ministro Heliodoro con la misión de que se apoderara de ellas (2Ma_3:1-34). Poco después el rey murió en manos de Heliodoro. Un año antes (175 a.C.), su hijo Demetrio fue enviado a Roma en calidad de rehén, en lugar de Antíoco IV Epifanes. Este retoño de iniquidad, como le llama nuestro autor, tuvo noticia en Atenas de la muerte de su hermano Seleuco. Con la ayuda de Eumenio II de Pérgamo apoderóse del trono que dejó vacante su hermano. Para los judíos fue Antíoco un usurpador; un hombre despreciable ocupará su puesto, sin estar revestido de la dignidad real. Pero sobrevendrá de improviso y se apoderará del reino por la intriga (Dan_11:21). El advenimiento de Antíoco al trono tuvo lugar el año 137 de la era de los griegos, que corresponde al año 175 antes de Cristo.

Los heraldos del helenismo (Dan_1:12-16).
12 Salieron de Israel por aquellos días hijos inicuos, que sedujeron a muchos, diciendo: Ea, hagamos alianza con las naciones vecinas, pues desde que nos separamos de ellas nos han sobrevenido tantos males. 13 Estas palabras aparecieron bien a sus ojos. 14 Algunos del pueblo apresuráronse a ir al rey, el cual les dio facultad para seguir las costumbres de los gentiles. 15 En virtud de estos, levantaron en Jerusalén un gimnasio, conforme a los usos paganos; 16 se restituyeron los prepucios, abandonaron la alianza santa para asociarse con los gentiles, y se vendieron para obrar el mal.

Ya en tiempos de Antíoco III existía en Jerusalén un grupo partidario del helenismo (2 Mac c.3). Muchos judíos sentían la necesidad de abandonar moldes antiguos para colocarse en el nivel cultural de los pueblos de la gentilidad. El aislamiento judío era considerado por los griegos como signo de barbarie. La libertad de costumbres, de expresión y organización encandilaban a la juventud judía. El ideal griego era tentador; desde el punto de vista humano era una locura renunciar a él. Para los helenizantes, el aislamiento impuesto por la Ley (Exo_34:11-16; Deu_7:1-11; Deu_12:29-31) había acarreado infinitos males a la nación judaica (Jer_44:16-19). Los más exaltados pedían la abrogación de la Ley mosaica, la destrucción total de los rollos de la Tora y la facultad de poder comer las carnes que el judaísmo consideraba impuras. El hecho de que algunos acudan al rey de Siria para conseguir de él la autorización de seguir las costumbres paganas, se explica, o bien para escapar a las penas que la Ley dictaba contra los apóstatas (Lev_24:14), o para pedir al rey abrogara el decreto de Antíoco III por el que se concedía a cada pueblo el derecho de seguir sus leyes y costumbres propias 4. El jefe de esta expedición fue Jasón, al que concedió el rey la autorización para instalar un gimnasio y una mancebía en Jerusalén. Una vez en el poder, se dio a introducir las costumbres griegas entre sus conciudadanos (2Ma_4:9-10). Los jóvenes judíos actuaban desnudos en el gimnasio griego, lo que dio pie a que se introdujera la costumbre de practicar una operación dolorosa, conocida por el nombre de epispasmós (1Co_7:18)5, con el fin de borrar las señales de la circuncisión, considerada por los griegos como un atentado contra la dignidad personal e integridad corporal.

Antíoco contra Tolomeo (1Co_1:17-20).
17 Una vez que Antíoco se consolidó en el trono, concibió el propósito de ser rey de la tierra de Egipto, a fin de reinar sobre las dos naciones. 18 Entró en ella con un poderoso ejército, con carros, elefantes y jinetes y con una gran flota, 19 e hizo la guerra a Tolomeo, rey de Egipto. Atemorizado éste, huyó ante él, y fueron muchos los que cayeron heridos. 20 Antíoco se apoderó de las ciudades fuertes de Egipto y volvió cargado de despojos.

El año 172, el rey Tolomeo VI Fitometor cumplía catorce años de edad. Al morir su madre, Cleopatra, hermana de Seleuco IV y de Antíoco Epifanes, pasó el joven monarca a depender de dos tutores, que planearon la conquista de la Gelesiria, a saber, de los territorios de Fenicia y Palestina, que constituían el dote que Cleopatra debía aportar al casarse con Tolomeo V. Enterado Antíoco de los planes de los tutores del rey por confidencias del embajador enviado a las fiestas de la entronización, hizo un despliegue de fuerzas en Palestina con el fin de impresionarles. Más tarde, aprovechando la coyuntura de que los romanos estaban empeñados en la guerra contra Perseo, rey de Macedonia, repelió la agresión de Egipto contra Palestina, penetrando con un numeroso ejército en las riberas del Nilo. En esta campaña empleó Antíoco carros armados con hoces (2 Mac 13:2), que habían usado profusamente los aquemé-nides, por razón de su gran movilidad en las pistas de la costa mediterránea. El elefante era el animal preferido por los seléucidas, recibiendo Seleuco I el título de elefantarco. Puesto en fuga el ejército egipcio, Antíoco ocupó Pelusio, penetró hasta Menfis, hizo prisionero al joven monarca y se dirigió a Alejandría, cuyo sitio tuvo que abandonar. Con un inmenso botín regresó a Palestina (Dan_11:25-28), donde llegó el año 169, 143 de la era de los seléucidas.

Saqueo del templo (Dan_1:21-24).
21 El año 143, después de haber vencido a Egipto, Antíoco vino contra Israel, 22 y subió a Jerusalén con un poderoso ejército. 23 Entró altivo en el santuario, arrebató el altar de oro, el candelabro de las luces con todos sus utensilios, la mesa de la proposición, las tazas de las libaciones, las copas, los incensarios, la cortina, las coronas, y arrancó todo el decorado de oro que cubría el templo. 24 Se apoderó asimismo de la plata, del oro y de los vasos preciosos, y se llevó los tesoros ocultos que pudo hallar, y con todo se volvió a su tierra.

Sus motivos tenía Antíoco para dirigirse a Jerusalén antes de entrar en Siria. En efecto, durante su permanencia en Egipto circuló el rumor de que había muerto, lo que aprovechó Jasón, animador del partido filoegipcio y ex sumo sacerdote depuesto por el rey, para adueñarse de Jerusalén. Menelao entregó a Antíoco una importante cantidad con el fin de que le nombrara sumo sacerdote. El rey, avaro y necesitado de dinero, satisfizo sus anhelos, lo que obligó a Jasón a huir de Jerusalén y refugiarse en la región de Ammán (2Ma_4:23-26), en TransJordania. Dispuesto a quitar de en medio a todos sus rivales, aprovechó Menelao los servicios del regente Andrónico para asesinar a Onías III, el sumo sacerdote legítimo, hermano de Jasón. En el golpe de mano que dio este último contra Jerusalén logró apoderarse de la ciudad, pero no pudo expugnar la ciudadela, al norte del templo, en donde se refugió Menelao. Al enterarse Jasón de que Antíoco se acercaba a la ciudad con s á poderoso ejército, huyó de nuevo hacia su refugio de TransJordania, buscando asilo entre los nabateos, cuyo rey, Areta I, lo encarceló.
Antíoco entró triunfante en Jerusalén. Acompañado por Menelao, sumo sacerdote, penetró en el templo, señalando a su paso por el lugar sagrado los objetos preciosos que debían entrar en el bagaje real (2Ma_5:11-18).
La idea de los derechos de la monarquía divina era tan arraigada, que el dios Epifanes se creía con el derecho de disponer de la riqueza de los templos de su imperio sin cometer un pecado de sacrilegio6. Antíoco proclamóse dios después de la victoria sobre Tolomeo VI, añadiendo al nombre el título de Theós Epiphanés, dios manifiesto, es decir, el dios solar Hor, título que lleva Tolomeo V en el decreto de Roseta. Con el tiempo, el simple apelativo de Epiphanés pudo designar más bien un título honorífico, correspondiente a ilustre. También se le conoció por el sobrenombre de epímane, maniático7.

Luto en Israel (2Ma_1:25-29).
25 Hicieron gran matanza y profirieron palabras insolentes. 26 Un gran duelo se levantó en Israel y en todos sus lugares; 27 jefes y ancianos gimieron; las doncellas y los jóvenes languidecieron, la belleza de las jóvenes palideció. 28 El recién casado entonó una lamentación, y la que estaba sentada en la cama hizo duelo; 29 tembló la tierra a causa de los que la habitaban, y toda la casa de Jacob se cubrió de confusión.

El saqueo del templo exacerbó el ánimo de los fieles, que demostraron públicamente su disconformidad con el proceder de Antíoco y del sumo sacerdote Menelao. La guardia real debió castigar su valentía con la muerte de los manifestantes, derramando su sangre sobre el pavimento sagrado, ya contaminado por las plantas de un rey gentil (2Ma_5:12-13). Tal parece ser el sentido de la frase epóiesen fonoktonían (Num_35:33; Sal_106:38). Es una fantasía de Posidonio de Apamea la noticia de que Antíoco en su visita al templo vio a un hombre barbudo montado sobre un asno y con un libro en las manos. Este relato grotesco dio pie a que se propalara la fábula de que los judíos rendían culto a una cabeza de asno.
El pillaje del templo desencadenó un duelo general, que el autor describe empleando el estilo de la quinah, o lamentación.

Apolonio en Jerusalén (Sal_1:30-34).
30 Pasados dos años, envió el rey al jefe de los tributos a las ciudades de Judea y presentóse en Jerusalén con un ejército poderoso. 31 Hablóles con falsía palabras de paz, en las que ellos creyeron. 32Pero de repente se arrojó sobre la ciudad, causando en ella gran estrago y haciendo perecer a muchos del pueblo de Israel. 33Saqueó la ciudad y la incendió, y destruyó sus casas y los muros que la cercaban. 34Llevaron cautivas a las mujeres y a los niños y se apoderaron de los ganados.

A los dos años del saqueo del templo, a saber, en el año 145 de la era seléucida y 167 antes de Cristo, otro infortunio debía probar al sufrido pueblo judío. Soñaba Antíoco con anexionar Egipto a su imperio. Pero esta última vez no sucederán las cosas como en la primera (Dan_11:29), porque una embajada capitaneada por Popilio Laenas entregó a Antíoco el ultimátum del senado romano por el que se le intimaba a que abandonara Egipto si no quería perder la amistad de Roma. Viendo la inutilidad de sus esfuerzos, respondió: Haré lo que el senado disponga. La noticia de la humillación real llegó a Palestina, llenando de gozo al partido pro-egipcio, que se forjaba la ilusión de pasar pronto a depender de Tolomeo. Pero fue Jerusalén el blanco de las iras del rey (Dan_11:30). Un emisario real, llamado Apolonio (2 Mac 5:24), penetró en Judea el año 167 antes de Cristo al frente de veintidós mil soldados. D ícese que era el cobrador de tributos, o, según la interpretación de Abel, el misarca, por ser comandante de los misios. Fingió Apolonio que venía en calidad de amigo, sin abrigar aviesas intenciones contra el pueblo judío. Un sábado reunió sus tropas en los alrededores de la ciudad bajo la mirada curiosa de un público ocioso por la ley del descanso sabático, fiado en las palabras de paz del misarca. Cuando el público era más numeroso y ante el desconcierto general, se lanzaron los soldados contra la muchedumbre, que, presa de pánico, se atropellaba desordenadamente, buscando la manera de huir de la soldadesca, que blandía sus espadas desenvainadas contra los despavoridos judíos. Día de gran duelo para la ciudad mártir.

La fundación del Acra (1:35-37).
35 Edificaron la ciudad de David con un muro alto y fuerte, torres también fuertes, convirtiéndola en ciudadela. 36 Instalaron allí gente impía, hombres malvados, que en ella se hicieron fuertes. 37 La aprovisionaron de armas y vituallas, y, juntando los despojos de Jerusalén, los depositaron en ella, viniendo a ser para la ciudad un gran lazo.

Se cree que, en tiempos de los Macabeos, la expresión ciudad de David se empleaba para designar la población que se levantaba al este del templo (2:31; 7:32; 14:36; Ant. lud. 12:5:4)· Entre el Acra y el templo mediaba el valle de Tiropeón. Desde el lugar alto del Acra dominábase perfectamente la explanada del templo, de manera que los sirios podían hacer abortar o aplastar los intentos de rebelión de parte de los judíos. En esta fortaleza, rodeada de potentes muros, vivía una guarnición militar siria, sus familias y las de algunos judíos apóstatas. Para casos de emergencia, contenía depósitos de armas, víveres y objetos requisados a los particulares.

El santuario desolado (1:38-42).
38 Fue una asechanza para el santuario, una grave y continua amenaza para Israel. 39 Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron. 40 A causa de ello huían los moradores de Jerusalén, que vino a ser habitación de extraños. Se hizo extraña a su propia prole, y sus hijos la abandonaron. 41 Su santuario quedó desolado como el desierto; sus fiestas se convirtieron en duelo; sus sábados en oprobio, y en desprecio su honor. 42 A la medida de su gloria creció su deshonra, y su magnificencia se volvió en duelo.

Los ciudadanos del Acra eran dueños de vidas y haciendas. Desde su posición elevada dominaban el templo, ridiculizaban las ceremonias religiosas y hacían extorsión a los peregrinos que acudían al lugar sagrado. Los mismos habitantes de la ciudad, fieles a las tradiciones patrias, huyeron de la misma para no ser el escarnio de sus con-nacionales apóstatas. El lugar que dejaban era ocupado inmediatamente por algún advenedizo de la gentilidad, de tal manera que, poco a poco, la Ciudad Santa convirtióse en morada de extraños. La vida religiosa se extinguió.

Edicto de Antíoco (1:43-45).
43 El rey Antíoco publicó un decreto en todo su reino de que todos formaran un solo pueblo, dejando cada uno sus peculiares leyes. 44 Todas las naciones se avinieron a la disposición del rey. 45 Muchos de Israel se acomodaron a este culto, sacrificando a los ídolos y profanando el sábado.

Dos tesis se debatían entre los judíos: la de los conservadores, que trataban de aislar a Israel del mundo que los rodeaba con el fin de impedir que elementos paganos entraran en el judaísmo tradicional; la de los helenizantes, que achacaban al aislamiento el germen de los males que aquejaban a Israel. Abrir las fronteras y permitir que nuevos aires rejuvenecieran una religión y una cultura exótica y retrógrada era la máxima aspiración de los sincretistas judíos. Antíoco, según nuestro texto, quiso terminar con los particularismos dentro de su reino; de ahí el decreto de unificación nacional. Los pueblos paganos no opusieron a ello dificultad alguna; pero Israel sí. Los apóstatas aceptaron satisfechos la imposición real, sacrificando a los ídolos.

El edicto obliga a los judíos (1:46-52).
46 Por medio de mensajeros, el rey envió a Jerusalén y a las ciudades de Judá órdenes escritas de que siguieran todos aquellas leyes, aunque extrañas al país; 47que se suprimiesen en el santuario los holocaustos, el sacrificio y la libación; 48que se profanasen los sábados y las solemnidades; 49que se contaminase El santuario y el pueblo santo; 50 que se edificasen altares y santuarios y templos idolátricos y se sacrificasen puercos y animales impuros; 51 que dejasen a los hijos incircuncisos; que manchasen sus almas con todo género de impureza y de abominación, de suerte que diesen al olvido la Ley y mudasen todas sus instituciones, 52 y que quien se negase a obrar conforme a este decreto del rey fuera condenado a muerte.

La ley general se aplicó inexorablemente a los judíos. Un enviado especial de Antíoco llegó a Jerusalén y a todas las ciudades de Judea para notificar a todos el contenido de la orden real. Más que por iniciativa propia, Antíoco decidióse a dar este paso instigado por los judíos apóstatas (Dan_11:30). Empezó Antíoco por abolir el decreto de su padre Antíoco III en favor de los judíos, por el cual, entre otros privilegios, se les concedía que todos los que forman parte del pueblo tienen obligación de vivir conforme a las leyes de sus antepasados.8 El pretexto invocado por Epifanes era la reunificación del imperio, resquebrajado por gran variedad de costumbres y religiones. En vez del altar legítimo, mandó el rey que se levantaran altares a los falsos dioses (Ose_10:8; Num_23:1; Jer_7:31), templos (teméne), con terrenos propios alrededor, y que se multiplicaran por los pueblos, campos y montañas las hornacinas con el correspondiente icono del dios en cuyo honor se erigían. Era Antíoco ferviente devoto de Júpiter Olímpico. Pero acaso pretendió que debía ser él el dios que sustituyera a Yahvé. El año 166 acogía con satisfacción el grito enfervorizado de la muchedumbre que en Dafne le aclamaba como Theós Epiphánes Nikéforos. Es de suponer que el culto oficial del rey divinizado establecido por Antíoco III en cada satrapía fue reforzado por Epifanes. A los judíos estaba terminantemente prohibido comer y sacrificar animales impuros (Lev_11:7; Deu_14:8). Antíoco mandó que se sacrificaran cerdos y otros animales impuros, tales como perros, camellos, liebres, etc. Con su decreto había herido de muerte al judaísmo ortodoxo. No había lugar ni persona que gozara de pureza legal.

Medidas diabólicas (Deu_50:53-56).
53Tal fue el decreto publicado en todo el reino. En todo Israel instituyó inspectores, 54 y a las ciudades de Judá les dio la orden de que sacrificasen cada una por sí, ciudad por ciudad. 55 Se les unieron muchos del pueblo, todos los que abandonaron la Ley. Fueron grandes los males que cometieron en la tierra, 56obligando a los verdaderos israelitas a ocultarse en todo género de escondrijos.

Los inspectores (episkopoi) cuidaron del cumplimiento del decreto en Jerusalén y ciudades de Palestina. La Ley mosaica no autorizaba la celebración de sacrificios fuera de Jerusalén. Las medidas tomadas por Antíoco lograron la adhesión de muchos vacilantes en la fe. Su ejemplo fue causa de grandes males. Los verdaderos israelitas veíanse obligados a renunciar a la vida de sociedad y a esconderse en parajes solitarios y desérticos, esperando tiempos mejores.

Actos sacrilegos (Deu_1:57-60).
57El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco edificaron sobre el altar la abominación de la desolación, y en las ciudades de Judá de todo alrededor edificaron altares; 58 ofrecieron incienso en las puertas de las casas y en las calles, 59y los libros de la Ley que hallaban los rasgaban y echaban al fuego. 60A quien se le hallaba con un libro de la alianza en su poder y observaba la Ley, en virtud del decreto real se le condenaba a muerte.

Convertida Jerusalén en ciudad griega, su templo tenía que correr la misma suerte. Por su condición de Polis, el Acra debía incorporarse al santuario local, por ser el templo, a los ojos de los griegos, uno de los elementos principales de la nueva ciudad. De ahí que a principios de diciembre del año 167 empezó la transformación del templo, perdiendo su condición de santuario de Yahvé y convirtiéndose en templo idolátrico. Sobre el altar de los holocaustos fue levantada la abominación de la desolación. Esta peregrina expresión procede de Daniel (Deu_9:27; Deu_11:31; Deu_12:11), discutiéndose sobre el significado que le quiso dar el profeta. Para Flavio Josefo 9, confirmado por el v.62 de nuestro texto y 4:43, la frase designa un altar profano de pequeñas dimensiones que se levantó sobre el grandioso altar judío. En 2Ma_6:2 se alude acaso a una estatua en honor de Júpiter Olímpico. Sea cual fuese su naturaleza específica, se trata evidentemente de algo que desconcertaba a los judíos ortodoxos al ver convertido el templo de Yahvé en guarida de ídolos. Esto era una abominación horrible, idea que expresa el texto original con las palabras hebraicas siqqus mesommem. Dioses paganos habían arrebatado a Yahvé la propiedad del altar donde antes se le ofrecían sacrificios. Era la primera vez que se cometía tan horrendo crimen. Antes, durante los reinados de Ajab y Manases (2 Re 16, i o; 2Ma_21:1; 2Ma_23:11-12), Yahvé quedaba en su casa, dueño de la misma, lo que no sucedía ahora. El altar idolátrico empezó a construirse el 15 de Casleu, inaugurándose solemnemente el 25 del mismo mes, por coincidir con el natalicio del rey y las fiestas de Dionisios (2 Mac 6.7).
Toda Palestina se paganizó. Exponentes del nuevo cambio eran los altares que se levantaron en todas, las ciudades, las hornacinas en honor de Apolo, Mercurio, Diana, que en cantidad respetable invadieron los caminos, los campos, los manantiales, los bosques y montes. A las divinidades colocadas en los pórticos de las casas se les ofrecía incienso o se les demostraba devoción con otras manifestaciones externas. Con saña especial, los esbirros del rey Quemarón los ejemplares de la Torah que pudieron atrapar, por contenerse allí la regla de fe y costumbres por la que se regía el pueblo judío.

Firmes en la fe (2Ma_1:61-66).
61 Por estar ellos en el poder, procedían de esta manera en las ciudades, un mes y otro mes, contra los israelitas que eran descubiertos. 62 El veinticinco del mes ofrecían sacrificios sobre el altar construido sobre el antiguo de los holocaustos. 63 Las mujeres que circuncidaban a sus hijos eran muertas, según el decreto, 64 con los hijos colgados a su cuello, ejecutándose al mismo tiempo a sus familiares y a los que habían practicado la circuncisión. 65 Muchos en Israel se mantuvieron fuertes en su resolución de no comer cosa impura, prefiriendo morir a contaminarse con los alimentos y profanar la santa alianza, y por ello murieron. 66 Muy grande fue la cólera que descargó sobre Israel.

Cada año, en el natalicio de Antíoco, se tenían grandes banquetes, en los que se servía la carne sacrificada a los ídolos. Los inspectores reales tenían la misión de recorrer las ciudades con el fin de arrestar a los que no asistían a los actos oficiales en honor del rey (2Ma_6:7). Se perseguía la práctica de la circuncisión, matando a la madre que la autorizaba, a los familiares de la misma y al encargado de ejecutarla. Para que la muerte de las madres fuera más cruel, se les entregaban sus propios hijos, que morían conjuntamente, suspendidos del cuello de la que les había dado la vida 10.
El autor sagrado ha puesto de relieve la conducta de muchos judíos que se doblegaron a las órdenes del rey. Muchos otros huyeron al desierto para no contaminarse y poder observar la Ley, o lucharon valientemente con las armas al lado de los jefes asmoneos, y muchos prefirieron morir a quebrantar los preceptos graves que les imponía la ley mosaica. El autor sagrado reconoce que los males que afligieron a Israel fueron efecto de un castigo que infirió Dios a su pueblo por sus muchos pecados (2Ma_6:17; 2Ma_6:12; 2Ma_7:8-33; 2Ma_8:5).

1 Ant. lud. 11,8,4.
2 Radet, Alexandre le Grana 128; I. P. V. D. Balsdon, The Divinity of Alexander; Historia, 1 (1950) 363-388.
3 arriano, Áðá?'. 7123,3,
4 Flavio Josefo, Ant. Jud_1:12, Jud_1:3,3.
5 Celso, De Medicina 7.25,1; S. epifanio, De Mensuris 16: PG 43,264.
6 Abel, Histoire I 120.
7 Polibio, 26,10.
8 E. Bickermann, Une proclamation seléucide reldtive au temple de Jeruzalem: Syria, 25 (1946) 67-85; Abel, Histoire I 89-90,
9 Ant. lud. 12:5:4. La Biblia comentada 2
10 Flavio Josefo, Ant. lud. 12:5:4; 2Ma_6:10.