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Macabeos
Introducción.
En las épocas asmonea y herodiana vieron la luz pública cuatro libros que llevan el título que encabeza estas líneas. El primero y segundo forman parte integrante del canon cristiano, mientras que el tercero y el cuarto, que ya en tiempos de Eusebio y Orígenes llevaban el mismo título que ostentan hoy, han sido relegados entre los apócrifos. En el tercero se narran los designios de Tolomeo IV Filopator contra los judíos de Egipto. Libro escrito probablemente en Alejandría antes del año 70 antes de Jesucristo, se distingue por la pureza de su lengua y estilo y por un vocabulario rico y esmaltado de palabras raras 1. El IV libro de los Macabeos está escrito en forma de discurso, en el que se comenta ampliamente el martirio de Eleazar y de los siete hermanos Macabeos. En un tiempo formó parte de la Biblia cristiana 2.
Macabeos.
La palabra se encuentra en los manuscritos más antiguos. El título Makkabaion se lee en los códices Sinaítico y Alejandrino. En el primero aparece la forma antigua de Makkabaikón. Desde fines del siglo II y en el ni, los autores eclesiásticos griegos designaban los dos primeros libros con el título de t a makkabaika. Entre los escritores latinos suelen citarse: Líber primus, o líber secundus Maæeha-baeorum. Por vez primera este nombre se da a Judas (1 Mac 2:4-16; 2 Mac 8:5-16; 10:1-16), pasando luego, por extensión, a sus hermanos y sucesores.
No es fácil determinar qué significa este término. Descartada la interpretación cabalística y la que propuso S. I. Curtiss 3, recogemos las dos que hoy están más en boga. Unos (Perles, Grand-Claudon, etc.) derivan el vocablo del hebreo maqqebeth Que 4:21; Jer 10:4) o de la palabra aramaica maqqaba, con el significado de martillo, por haber machacado ellos duramente a los enemigos o por tener Judas la cabeza en forma de martillo. Zeitlin, Bevan, Abel y Penna creen que macabeo viene de la raíz naqab, que significa nombrar (Is 62:2) 4. Originariamente el libro I de los Macabeos llevaba el título hebraico Sarbeth-Sarbanaíel, cuya significación todavía no ha sido explicada satisfactoriamente 5. Recientemente A. Yadrijevic 6 cree que el título del libro I es Angustíae filiorum Dei; el del segundo, Angustiae templi.
I Macabeos.
Autor.
Se ignora su nombre. Por el libro puede colegirse que fue un judío de Palestina conocedor de la topografía del país, versadísimo en la lengua bíblica, admirador ferviente de la familia asmonea, desde el padre hasta el último miembro de la familia que el autor conoció. Por razón de la minuciosidad histórica de que hace gala, se cree que fue testigo ocular de la mayoría de los hechos que refiere y que siguió de cerca y con entusiasmo todos los esfuerzos de los Macabeos para el triunfo de la causa del judaismo ortodoxo. Nada se sabe de su condición; unos suponen que pertenecía a la casta sacerdotal, otros lo niegan. También los críticos andan divididos al querer adivinar su ideología. Para unos fue de ideas y tendencias saduceas (Üesterley, Geiger, Abel); para otros, un filofariseo. Lo cierto es que no oculta sus simpatías por la dinastía asmonea. Según él, nadie puede suplantarles en la dirección de la guerra.
Fecha de composición.
En esta cuestión procedemos también por conjeturas. Del autor hemos dicho que fue un ferviente admirador de la familia de los asmoneos; la meticulosidad de los hechos que narra revela que fue testigo ocular de los mismos. Ahora bien, pudo él recordar perfectamente los hechos que se desarrollaron en Palestina desde la muerte de Antíoco IV Epifanes (año 175 a.C.) hasta el reinado de Juan Hircano (135-104 a.C.). No es posible señalar el término a quo de la composición. Pudo empezarlo en tiempos de Simón, o también antes, y terminarlo en los días del reinado de Juan Hircano (16:23), cuyo texto se aduce para probar que la obra fue acabada después de la muerte de Juan Hircano (año 104 a.C.). A este texto se acogen muchos exegetas y críticos para señalar la fecha de la composición del libro: Oesterley la fija entre el 90-70; Abel Bentzen, Schürer, Kautzch, 100-90; Lods, 100-60; Grimm, 105-64. Pero se puede dudar de la autenticidad literaria de los dos últimos versículos del libro, que pueden ser una adición post scriptum del editor, del traductor o de cualquier otro. Más posibilidades caben para señalar el término ad quera. Los sucesores de Aristóbulo y Alejandro empañaron la gloria de sus antepasados. Si el autor hubiera sido testigo de su conducta, hubiera frenado sus entusiasmos por la dinastía asmonea. Una fecha tope es el año 63 a.C., en que Pompeyo el Grande profanó brutalmente el templo de Jerusalén, granjeándose con ello el odio de los judíos. Este hecho es incompatible con la simpatía que el autor siente por los romanos (8:1-32; 12:1; 14:40). En definitiva, la fecha de la composición del libro va desde el año 140 (Torrey, Oesterley) hasta el 63 antes de Cristo (Loos).
Fuentes.
En contra de las tentativas de J. von Destinon 7 y Lods 8, no puede ponerse en duda la homogeneidad del libro I de los Macabeos 9. A lo más, podríamos considerar como adición posterior los v.23-24 del c.16. En todas las páginas anteriores existe trabazón perfecta y una idea rectora, que procede de un mismo autor. Hasta qué punto cada uno de los hechos que se narran proceden de la información ocular o de un testimonio oral o escrito, es imposible determinarlo. Acaso haya en 9:22 una alusión a un texto que refería la historia de Judas Macabeo, que el autor tuvo entre manos.
A la información personal, oral o escrita, se añade la consulta de los archivos oficiales, de los cuales transcribió el autor algunos documentos que se insertan. Pudo copiarlos textualmente, traducirlos a veces del texto original (hebraico o latino), abreviarlos, simplificarlos, amplificarlos, con el empleo masivo de la retórica, resumirlos libremente o limitarse a extractar uno u otro punto para colocarlo en un contexto no del todo homogéneo. Del hecho de transcribir un documento no se infiere que el autor apruebe su contenido en todos sus pormenores. Los documentos que se intercalan en el texto son: 1) carta de los israelitas de Galaad (5:10-13); 2) carta de los romanos a Judas (8:1-32); 3) carta de Alejandro Balas a Jonatán (10:18-20); 4) carta de Demetrio I a Jonatán (10:25-45); 5) carta de Demetrio II a Jonatán (11:30-37); 6) carta de Antíoco VI a Jonatán (11:57); ?) carta de Jonatán a los de Esparta (12:6-18); 8) carta de Ario a Onías (12:20-23); 9) carta de Demetrio II a Simón (13:36-40); 10) carta de los espartanos a Simón (14:20-23); n) carta de Antíoco VI a Simón (15:2-9); 12) carta del cónsul Lucio a Tolomeo (15:16-21); 13) inscripción en honor de Simón (14:27-45).
Algunos críticos han impugnado su autenticidad, siendo Willrich 10 el que lleva en esto la voz cantante, coreado débilmente por algunos otros 11. Actualmente convienen todos en admitir la autenticidad de conjunto. No existe fundamento alguno para afirmar que el autor ha inventado los documentos o de que los haya falsificado intencionadamente. Ni de la misma carta de Ario a Onías (12:20-23) existen razones contra su autenticidad.
En el libro se encuentran algunas secciones poéticas que sugieren la idea de una colección de cantos populares compuestos con ocasión de la guerra santa (1:25-28; 1:37-40; 2:8-12; 3:3-9; 14:14-15). Otros autores atribuyen estas secciones al autor mismo, que las compuso con el intento de imitar los cánticos del Salterio y de las Lamentaciones.
Carácter histórico.
No se han puesto objeciones graves contra el valor histórico del libro considerado en su conjunto. Puede discutirse este o aquel detalle (1:6; 8:1-32); poner en tela de juicio la autenticidad plena de este o aquel documento (12:5-23), pero todos están acordes en admitir un fondo histórico firme y real. Aún más, por ser el autor contemporáneo de los sucesos que narra, se concede mucha importancia a algunos detalles históricos, a las noticias interesantes y concretas sobre topografía macabaica, al enfoque general de su historia y a las noticias sobre el carácter y temperamento de sus héroes. A ello, como hemos dicho, se añade el uso de documentos de primera mano.
Género literario.
No se puede juzgar la historia antigua según los cánones de la crítica histórica moderna. Nuestro autor es hijo de su tiempo, y de conformidad a los gustos de sus lectores escogió los modos de decir y narrar que emplea. Para él Israel es el centro hacia donde convergen todas las miradas del universo. Dos mundos se enfrentan en su libro: el paganismo y el judaismo. Aquél contaba con fuerzas militares formidables (3:38; 4:28; 15:13, etc.), en contraste con el diminuto ejército israelita. Sin embargo, a veces el número de soldados judíos se exagera notoriamente (4:34; 12:41) 12. El fenómeno es propio de la literatura patética, y, en general, de toda la historiografía antigua (Heródoto). Las cifras que llaman nuestra atención no creaban ninguna dificultad a los lectores inmediatos del libro. A menudo el autor no da a una determinada cifra un valor absoluto. En hebreo se emplea la palabra rebaba, muchedumbre, para expresar el número diez mil, que en plural o dual puede significar el doble.
Otra característica de la historiografía antigua son los discursos que se ponen en boca de los héroes y personajes que entran en escena. Es propio de la historia semítica antigua atribuir a los personajes aquellas ideas o reacciones de ánimo que brotan o se experimentan en determinadas circunstancias bajo los efectos de una impresión especial. Sistemáticamente se muestra parcial al ocultar los reveses de los judíos y poner de relieve las derrotas, defectos y designios malos de los enemigos de Israel. Pero, como señala certeramente Abel, su parcialidad no llega al extremo de convertir en victoria lo que fue humillante derrota (2 Mac 13:9-24, que parece contradecir a 1 Mac 6:28-63). En sus páginas hallan eco palabras y frases de la antigua literatura hebraica, que el autor conocía perfectamente y que asimiló. En fin, si los métodos históricos usados no se ajustan a los que utiliza la historiografía moderna, cabe, sin embargo, decir que no por ello desmerece el fondo histórico del libro.
Cronología.
La cronología y geografía, llamadas los ojos de la historia, ocupan un lugar de honor en nuestro libro. Multitud de fechas y datos concretos se encuentran en él. El autor utiliza el calendario seléucida y enumera los meses según la costumbre judía. Sabido es que la era seléucida empieza el año 312 con la conquista de Babilonia por Seleuco. Pero el cómputo difiere según que el año empiece en primavera o en otoño. En Siria y Occidente empezaba el año con el mes de Tishri (septiembre-octubre), es decir, el año 312. En Babilonia comenzaba el mes de Nisán (marzo-abril) del año 311. De ahí que, según los lugares, haya en el cómputo una diferencia de un año.
¿Qué cómputo siguen los libros de los Macabeos? Unos admiten el mismo cómputo en ambos libros (Kugler, Meyer, Lagrange, Grandclaudon) a partir del año 312; otros distinguen un cómputo a partir del año 312 para los asuntos profanos y del 311 para noticias de carácter religioso (Vaggar1). Gibert, Kolbe, Unger, Bickermann y Abel sostienen que, para el autor del libro I de los Macabeos, el primer año de los seléucidas empieza el 311; para el del segundo, el año 312. Ninguno de los dos cómputos puede resolver todas las dificultades cronológicas que surgen de la confrontación de las fechas de nuestros libros con otros documentos paganos. Nos atenemos al cómputo de Abel.
Doctrina religiosa.
En ninguna parte del libro se menciona de manera explícita el santo nombre de Dios, que es sistemáticamente sustituido por otras expresiones, tales como cielo (3:50-60; 4:10-40; 9:46; 12:15; 16:2). Esta ausencia de los nombres que se emplean en la literatura bíblica para designar a Dios se suple en las versiones. Este mismo fenómeno hemos encontrado en el libro de Ester. Pero tanto en éste como en el i de los Macabeos, aunque se excluya el nombre de Dios en sus páginas, su presencia se adivina en cada una de ellas. Era tal el respeto que se tenía por estos nombres venerables, que nadie se atrevía a pronunciarlos, reservándose su uso exclusivamente a los sacerdotes durante el ejercicio del culto. Toda la historia de los Macabeos es eminentemente religiosa, y la idea de Dios domina en todos los renglones del libro. Siente el autor gran simpatía y celo por la Ley y las antiguas instituciones (1:15; 3:21; 14:14), por el templo y la Ciudad Santa (1:21; 2:7; 4:38.59; 7:37.42; 9:54·)·Conoce maravillosamente los libros sagrados, a los cuales tiene gran devoción (3:48; 12:9) y cita diversas veces (2:52-60; 7:17). Las cosas indecisas y difíciles de resolver se reservan al juicio del profeta que ha de venir (4:46; 9:27; 14:41).
Canonicidad.
No sabemos si en algún tiempo formó parte del canon judío palestinense. Se encuentra en la versión de los LXX, que refleja el canon judío alejandrino. En la tradición cristiana influyó el recelo y la animosidad de los judíos contra él. Lo encontramos en los antiguos catálogos mommseniano y claramontano (s.III). El concilio Florentino (1442) lo incluyó en el canon de los libros sagrados. El concilio Tridentino confirmó la doctrina del Florentino y quitó toda distinción entre libros proto y deuterocanónicos.
Texto.
El texto original hebraico se ha perdido. La versión griega se ha conservado en los códices unciales: Sinaítico, Alejandrino y Véneto, y en muchos minúsculos. El texto más antiguo parece ser el de los códices Sinaítico y Véneto. De esta versión existe la edición crítica preparada por A. Rahlfs 13, que se basa en el Sin. y tiene en cuenta las antiguas traducciones latinas (De Bruyne). Otra versión crítica del texto griego se debe a Werner Kappler 14. La versión latina fue publicada por D. de Bruyne y Sodar 15. Según De Bruyne, la antigua traducción latina reproduce un texto anterior y mejor que el retransmitido por los antiguos unciales griegos.
1 Véase H. Willrich, Der historische Kern des III Makkabaerbuches: Hermes, 39 (1904) 244-258.
2 Véase A. Dupont-Sommer, Le quatriéme Uvre des Machabées (París 1939).
3 The Ñame Maccabee historically and philologically examined (Londres 1876).
4 A. A. Bevan, The Ongin of the Ñame Maccabee: The Journal of Theological Studies, 30 (1929) 190-193-
5 A. Schulte, Der hebraiche Titel des ersten Makkabaerbuches: Biblische Zeitschrift, 7 (1909) 254ss; J. Boehmer, Sarbeth Sarbanaiel: Theologische Studien und Kritiken, 73 (1903) 332-338.
6 Tria Aenigmata hebraica librorum Machabaeorum: Antonianum, 33 (1958) 267.
7 Die Quellen des Fl Josephus (Kiel 1882).
8 Histoire de la littérature hebraique et juive (París 1950). 780
9 E. W. Ettelson, The Integrity of I Maccabeos (New Haven 1925).
10 Urkundenfalschungen in der hellenistisch-jüdischen Literatur (Gottingen 1924).
11 Oesterley, Apocrypha (Oxford 1913); Introduction ßá the Qooks of the Apocrypna (Londres 1935); lods, l.c., etc.
12 Otros ejemplos en Knabenbauer, 17; Bévenot, 34-35.
13 Septuaginta (Stutgart 1935).
14 Septuaginta. Vetus Testamentum graecum auctoritate societatis litterarum Gottingensis editum vol.9 fasc.1: Maccabaeorum líber primus (Góttingen 1936).
15 Les anciennes traductions latines des Macchabées (Maredsous 1932).
I Macabeos 11,1-74Times New Roman ;;
Tolomeo, dueño de la costa (11:1-8).
1 El rey de Egipto juntó grandes fuerzas, como las arenas del mar, y muchas naves, con el intento de apoderarse por engaño del reino de Alejandro y agregarlo a su propio reino. 2 Con pretextos de paz se encaminó a Siria, abriéndosele las puertas de las ciudades y saliendo todos a recibirle, pues era orden del rey Alejandro que le saliesen al encuentro, como a suegro suyo. 3 Así que Tolomeo entraba en las ciudades, ponía en ella guarniciones. 4 Al entrar en Azoto le enseñaron el templo de Dagón incendiado, la ciudad y sus cercanías destruidas, arrojados en el campo los cadáveres y al borde de los caminos los montones de los que habían caído en la batalla. 5 Contáronle lo que había hecho Jonatán, con el fin de hacérsele odioso, pero el rey callaba. 6 Vino Jonatán al encuentro del rey en Jope con gran aparato, se saludaron y durmieron allí. 7 Jonatán le acompañó luego hasta el río llamado Eleutero, y luego se volvió a Jerusalén. 8 El rey Tolomeo se adueñó de todas las ciudades de la costa hasta Seleucia del mar, meditando perversos planes contra Alejandro.
Tolomeo había protegido a Alejandro Bala en su logrado intento de ocupar el trono de Siria. A él entregó su hija Cleopatra, estableciéndose entre ambos monarcas una corriente de simpatía y amistad. En esta coyuntura en que Alejandro veía amenazado su trono por el norte y sur, se alegra de que su padre político se dirija a Antioquía, por contribuir esta visita a elevar su prestigio ante los pueblos vecinos. No sospechaba Alejandro que su suegro abrigara turbios designios; por lo mismo, dio orden de que le salieran al encuentro y le recibieran con gran boato. El taimado Tolomeo aprovechó las facilidades que le daba su yerno para minar su poder y apoderarse de su reino. En cada ciudad que visitaba dejaba una guarnición. En Azoto escuchó sin pestañear el relato de los destrozos causados a la ciudad por Jonatán, sin pronunciarse en pro o en contra. En secreto concebía Tolomeo el proyecto de tener en Jonatán a un vasallo incondicional. Obedeciendo acaso a órdenes de Alejandro, y para granjearse la confianza de Tolomeo, Jonatán acompañó al rey egipcio hasta el río Eleutero, al norte de Trípolis y a trescientos kilómetros de Jope. El astuto Jonatán pudo conjeturar que no todo era oro de ley en el proceder de Tolomeo, por lo que se despidió de él en la frontera de Siria superior y regresó a Jerusalén. Aires de tempestad se cernían sobre el trono de Alejandro y no quiso Jonatán inmiscuirse en cuestiones de familia.
Tolomeo se declara (11:9-13).
9 Envió embajadores a Demetrio, diciéndole: Ven, hagamos alianza, y te daré mi hija, la que tiene Alejandro, y reinarás sobre el reino de tus padres. 10 Me pesa haberle dado mi hija, pues ha buscado asesinarme. 11 Õ con calumnias procuraba hacerle odioso, por codicia de su reino. 12 Al fin le quitó la hija y se la dio a Demetrio, rompiendo con Alejandro y haciendo manifiestas sus enemistades. 13 Entró Tolomeo en Antioquía y se ciñó a su cabeza dos coronas: la de Asia y la de Egipto.
Al llegar a Seleucia, puerto de Antioquía, quitóse Tolomeo el antifaz. Desde allí púsose en comunicación con Demetrio II (10:67), que todavía no había llegado a Antioquía, ofreciéndole como esposa su hija Cleopatra Tea. Esta, que hasta entonces fue mujer de Alejandro Bala, habíase fugado de Antioquía para salir al encuentro de su padre en Seleucia. Gomo pretexto para retirar su confianza a Alejandro alega Tolomeo el designio de éste de asesinarle. Cuenta Flavio Josefo que, durante su marcha triunfal por las ciudades de la costa, al llegar a Tolemaida fue objeto de un atentado por parte de Ammonio, favorito de Alejandro. Al negarse éste a entregar al culpable, se encendió la ira de su suegro Tolomeo.
Mientras Tolomeo se apoderaba de Antioquía y pactaba con Demetrio II, Alejandro encontrábase en los montes de Cilicia ocupado en sofocar un levantamiento. Los dos ministros suyos, Hiera-ce y Diodato, no pudiendo hacer frente al ejército de Tolomeo, le abrieron las puertas de la ciudad y le franquearon el trono de Siria. Gustoso hubiera Tolomeo ceñido la corona de Siria; pero, ante el temor de Roma, contentóse con anexionar a Egipto, Celesiria y Fenicia, entregando a Demetrio los otros territorios del imperio sirio.
Muerte de Alejandro (11:14-19).
14 Hallábase por aquellos días el rey Alejandro en Cilicia, por haberse rebelado los de aquellos lugares, 15 cuando oyó que su suegro venía contra él en son de guerra. Tolomeo sacó su ejército y le fue al encuentro con poderosas fuerzas y le puso en huida. 16 Huyó Alejandro a la Arabia en busca de refugio, mientras que el rey Tolomeo quedó triunfante. 17 El árabe Zabdiel cortó la cabeza a Alejandro y se la envió a Tolomeo. 18 Tres días más tarde moría el rey Tolomeo, y los suyos, que estaban en las fortalezas, perecían a mano de los moradores de las mismas. 19 Y así reinó Demetrio el año ciento sesenta y siete.
Nuestro autor no disimula las simpatías que siente por Alejandro, por el hecho de haber nombrado a Jonatán sumo sacerdote. Por lo mismo, calla el hecho de que Alejandro tuvo que abandonar Antioquía precipitadamente, perseguido por las tropas de su suegro, buscando refugio en Arabia, en una de las regiones colindantes con el desierto, en las cercanías de Alepo, la Beqa o Palmira, donde fue asesinado por Zabdiel. Pero Tolomeo debía seguirle en el camino hacia la sepultura; a consecuencia de una herida recibida en la batalla del río Onoporos, al tercer día de haber llegado la cabeza de Alejandro a Antioquía, dejaba de existir. Demetrio II tomó el sobrenombre de Nicanor por haber ganado la batalla de Onoporos.
Entrevista de Demetrio y Jonatán (11:20-28).
20 Por aquellos días reunió Jonatán a los hombres de Judea, para tomar la ciudadela de Jerusalén, contra la cual construyó muchas máquinas de guerra. 21 Pero algunos de los impíos, enemigos de su propia nación, se fueron al rey y le informaron de cómo Jonatán tenía asediada la fortaleza. 22 Oído lo cual, se irritó, y, viniendo a Tolemaida, escribió a Jonatán que levantase el cerco de la ciudadela y viniera a su encuentro a toda prisa, para conferir con él en Tolemaida. 23 Recibido el mensaje, Jonatán ordenó continuar el asedio, y se rodeó de algunos ancianos de Israel y sacerdotes, y resolvió aventurarse al peligro. 24 Tomando consigo plata, oro, un vestido y otros muchos presentes, fue a ver al rey a Tolemaida, hallando en él buena acogida, 25 no obstante que algunos impíos de su nación le acusaban. 26 Hizo el rey según lo que habían hecho sus antecesores, honrándole en presencia de todos sus enemigos. 27 Le confirmó en el sacerdocio y en cuantos honores tenía de antes, y le hizo inscribir en el número de sus primeros amigos. 28 Jonatán solicitó del rey que hiciese libres de tributos la Judea y las tres toparquías de Samaría, prometiéndole, en cambio, trescientos talentos.
Jonatán estaba al margen de las luchas por el trono de Siria. Amparándose en las promesas que le hizo Demetrio I (10:32), Jonatán cercó la ciudadela de Jerusalén con ánimo de acabar con ella. Durante el asedio llegaron noticias de la muerte de su aliado Alejandro y de la subida al trono de Demetrio II. Los judíos apóstatas quisieron sacar provecho de la situación acusando a Jonatán. Demetrio, alarmado, desplazóse a Tolemaida y llamó a cuentas al jefe judío, ordenándole, entre tanto, levantara el cerco de la ciudadela. Jonatán, rodeado de un grupo de ancianos y sacerdotes, marchó a Tolemaida. Su nobleza y los presentes que hizo al rey en señal de vasallaje cambiaron el corazón del monarca. A ambos sería más provechosa una política de acercamiento que el fragor de las guerras.
Carta de Demetrio (11:29-37).
29 Asintió el rey, y de todas estas cosas escribió a Jonatán una carta del tenor siguiente: 30 El rey Demetrio a Jonatán, su hermano, y a la nación de los judíos, salud. 31 Os enviamos, para que de ello os informéis, copia de la carta que hemos escrito a Lástenes, nuestro pariente, acerca de vosotros: 32 El rey Demetrio a Lástenes, su padre, salud. 33 Hemos resuelto favorecer a la nación de los judíos, nuestros amigos, que nos han sido fieles. 34 Les confirmamos, pues, la posesión de los territorios de la Judea y de los tres distritos de Aferema, Lida y Ramata, que fueron desprendidos de Samaría e incorporados a Judea. Todos los sacrificadores de Jerusalén quedan exentos del tributo que el rey recibía antes de ellos cada año, de los frutos del campo y de los árboles. 35 Igualmente los restantes tributos que nos pagaban, de los diezmos, de las salinas y de las coronas, que nos pertenecen, desde ahora 36 se los condonamos todos, y serán anulados desde ahora para siempre. 37 Así, pues, haced una copia de este decreto y entregádsela a Jonatán para que se deposite en el monte santo y en lugar visible.
Para dar curso oficial a los tratados de paz concertados entre Demetrio y Jonatán escribió aquél una carta a Lástenes, el general de Creta que le había ayudado en la conquista de Siria, y que gozaba ahora de su máxima confianza l. Es posible que la carta fuera entregada a Jonatán durante su permanencia en Tolemaida y que la llevara consigo a Jerusalén para darla a conocer al pueblo. Demetrio se muestra generoso con los judíos. Pero, comparando esta carta con el decreto de Demetrio (10:28-45), se observa la omisión del calificativo de ciudad sagrada que se otorgaba a Jerusalén y la de otros privilegios. Hay necesariamente una gran diferencia entre las concesiones arrancadas en circunstancias críticas y las que se otorgan por un rey que domina la situación y que regula sus liberalidades conforme a la medida de su política.
Maniobras de Tritón (11:38-40).
38 Viendo el rey Demetrio que había llegado a dominar el reino y nadie se le oponía, disolvió su ejército, enviándolo a sus casas, excepto las fuerzas extranjeras que había reclutado en las islas de las gentes. Esto le atrajo la enemiga de cuantos habían pertenecido al ejército de sus padres. 39 Trifón, que había sido antes de los parciales de Alejandro, cuando vio que las tropas murmuraban contra Demetrio, se dirigió al árabe Emalcue, que criaba a Antíoco, hijo de Alejandro, niño todavía, 40 apremiándole para que se lo entregase, a fin de sentarlo en el trono de su padre. Le comunicó cuanto había hecho Demetrio, y el descontento de su ejército contra él, y permaneció allí bastantes días.
El erario real estaba en crisis. Para remediar la situación económica disolvió Demetrio su ejército, exceptuando las fuerzas provenientes de las islas de las gentes (Gen_10:5-32; Sof_2:11). Esta medida le indispuso con los soldados que le habían apoyado con tanto entusiasmo 2. A ello se juntó la conducta de Lástenes, hombre sin religión y sin conciencia, que obligó a su señor a realizar los actos más indignos 3. Trifón, nacido en Casiana, distrito de Apamea, general que fue de Alejandro, al darse cuenta del descontento que cundía entre los soldados que habían sido licenciados, fue a entrevistarse con el árabe Emalcue, apremiándole para que le entregara a Antíoco, el hijo de Alejandro (Sof_11:54). De la situación tambaleante de Siria dióse perfecta cuenta Jonatán, quien trató de sacar el mejor partido de ella.
Soldados judíos en Antioquía (Sof_11:41-51).
41 Entre tanto, envió Jonatán al rey una súplica para que retirase la guarnición de la ciudadela de Jerusalén y de las otras fortalezas, porque hostigaban a Israel. 42 Respondió Demetrio a Jonatán, diciéndole: No sólo esto te haré a ti y a tu pueblo, sino que os colmaré de honores cuando llegue la ocasión propicia. 43 Por el momento me harías un gran favor enviándome algunas tropas auxiliares, porque mi ejército está disuelto. 44 Accedió Jonatán, mandándole a Antioquía tres mil hombres escogidos, de cuya llegada se alegró mucho el rey. 45 Amotináronse contra él los de la ciudad, en número de ciento veinte mil, pretendiendo matarle. 46 Se recluyó él en su palacio, mientras los ciudadanos ocupaban las calles de la ciudad y comenzaban el asalto. 47 Llamó el rey en su auxilio a los judíos, que acudieron luego, se distribuyeron por la ciudad, 48 mataron aquel día hasta cien mil hombres, incendiaron la ciudad y la saquearon. Así libraron al rey. 49 Cuando vieron los de la ciudad que los judíos eran dueños de ella a su arbitrio, perdieron el ánimo, y, suplicantes, clamaron al rey, diciendo. 50 Perdónanos y haz que cesen ya los judíos de combatir contra nosotros y contra la ciudad. 51 Y depusieron las armas e hicieron la paz. Los judíos adquirieron grande gloria ante el rey y ante todo su reino y volvieron a Jerusalén cargados de botín.
La ciudadela de Jerusalén era una espina clavada en el corazón del judaísmo. Jonatán, especulando sobre el estado de descomposición del ejército sirio, pide a Demetrio que retire la guarnición del Acra y de todas las fortalezas de la línea Báquides (Sof_9:50-51). Tres mil soldados judíos de exportación llegaron a Antioquía en un momento crucial. La suerte, en un principio, fue adversa a los judíos, que combatían en calidad de tropas extranjeras4 al lado de las fuerzas adictas al monarca. Soldados indígenas y extranjeros lograron romper el cinturón de la masa que se atrepellaba para asaltar el palacio real. Los soldados pasaron a la ofensiva, matando hasta cien mil hombres, cifra que acaso el mismo autor conceptuaba como aproximada o como medio hiperbólico para expresar la idea de que hubo una carnicería espantosa. Los soldados judíos regresaron victoriosos a Jerusalén, cargados de botín y aureolados con la fama de haber conseguido una relevante victoria.
Un hombre informal (Sof_11:52-53).
52 Sentóse Demetrio en su trono, y la tierra calló ante él. 53 No cumplió el rey lo que había prometido, y se enajenó a Jonatán, porque, además de no corresponder a los beneficios que le había hecho, le molestaba mucho.
El valor y arrojo de los soldados judíos salvaron a Demetrio. La matanza de Antioquía causó sensación universal. Por un tiempo la tierra calló ante él. Pero la victoria no había henchido sus arcas exhaustas, lo que le movió a exigir de los judíos el pago de todos los tributos y diezmos como hasta ahora. Para obligar a Jonatán mandó algunos generales al frente de numeroso ejército (Sof_11:63-74).
Trifon, a la carga (Sof_11:54-56).
54 Después de estos sucesos volvió Trifón con el niño Antíoco, a quien proclamó rey, ciñéndole la corona. 55 Luego se juntaron a él todas las tropas que Demetrio había licenciado e hicieron a éste la guerra, obligándole a huir derrotado. 56 Trifón se apoderó de los elefantes y ocupó Antioquía.
No se había granjeado Demetrio la simpatía del pueblo. Trifón lo sabía, y por ello insistió y obtuvo del árabe Emalcue (Sof_11:40) la custodia del pequeño Antíoco VI Dionisios, a quien proclamó rey, ciñéndole la corona. Los que habían sido licenciados del ejército de Demetrio apoyaron a Trifón. Creyó Demetrio que se trataba de un vulgar bandolero y salió a su encuentro con pocas fuerzas. Al primer ataque, el rey tuvo que huir precipitadamente, refugiándose en Seleucia, mientras Trifón entronizaba al joven monarca de seis años en el palacio real de Antioquía.
Antíoco VI Dionisios y Jonatán (Sof_11:57-59).
57 Antíoco el joven escribió a Jonatán, diciéndole: Yo te confirmo en el sumo sacerdocio y te constituyo sobre las cuatro ciudades, y serás de los amigos del rey. 58 Y le envió vajilla de oro, dándole el derecho de beber en vaso de oro, de vestir púrpura y llevar la fíbula de oro. 59 A Simón, su hermano, le instituyó general, desde la Escalera de Tiro hasta los confines de Egipto.
El joven rey escribe lacónicamente a Jonatán, diciéndole que le confirmaba en el cargo de sumo sacerdote y le constituía sobre las cuatro ciudades y le aseguraba la amistad real. Llama la atención el número cuatro, cuando anteriormente se ha hablado de tres, que pasaron al dominio de Jonatán (Sof_10:30-38; Sof_11:28). Probablemente la cuarta ciudad era Acarón (Sof_10:89). No se olvidó de honrar a Simón, nombrándole general de la región comprendida entre el actual Kas en-Naqura, al norte, hasta el llamado torrente de Egipto, o wadi el-Aris, en el sur.
Jonatán recluta nuevas tropas (Sof_11:60-62).
60 Partió Jonatán y recorrió las ciudades del lado de acá del río, y se le incorporaron todas las tropas auxiliares de Siria. Vino a Ascalón y le hicieron los de la ciudad un recibimiento muy honroso. 61 De allí pasó a Gaza, que le cerró sus puertas, pero él la asedió e incendió los arrabales, saqueándolos. 62 Entonces los de Gaza le pidieron la paz, que les fue otorgada, dándole en rehenes los hijos de sus jefes, que envió a Jerusaíén, y atravesó la tierra hasta llegar a Damasco.
Jonatán abraza la causa del joven monarca y se desplaza por toda la provincia de Abarnahara (Sof_7:8) en busca de soldados mercenarios, preferentemente aquellos que habían pertenecido al ejército de Demetrio.
En guerra contra Demetrio (Sof_11:63-74).
63 En esto tuvo noticias Jonatán de que algunos generales de Demetrio habían llegado a Cades de Galilea con grandes fuerzas, con el propósito de apartarle de toda intervención en el gobierno. 64 Dejando a su hermano Simón en Judá, les salió al paso. 65 Simón fue contra Betsur, la combatió muchos días, teniéndola cercada, 66 hasta que pidieron la paz, que les otorgó. Los arrojó de allí, apoderándose de la ciudad y poniendo guarnición en ella. 67 Entre tanto, acampó Jonatán con su ejército junto a las aguas de Genesaret, y muy de madrugada se puso en marcha hacia la llanura de Asor, 68 donde encontró al ejército extranjero, que había puesto una emboscada en los montes. Se trabó la batalla, 69 y los emboscados salieron de la celada, 70 y los de Jonatán huyeron, no quedando a su lado sino Matatías, hijo de Absalón, y Judas, hijo de Calfi, capitanes del ejército. 71 Jonatán entonces rasgó sus vestiduras, se echó tierra sobre la cabeza y oró. 72 Volvió luego a la lucha contra los enemigos, los derrotó y puso en fuga. 73 Viendo esto los que de los suyos huían, se volvieron de nuevo a él, y todos a una los persiguieron hasta Cades, hasta su campo, donde hizo alto. 74 Cayeron de los extranjeros aquel día unos tres mil hombres. Jonatán se volvió a Jerusaíén.
En tierras de Damasco se enteró Jonatán de la infiltración de generales de Demetrio en Cades de Neftalí (Jos_19:37; Jos_20:7), en la Alta Galilea. Acaso Demetrio envió por mar su tropa escogida de legionarios cretenses. Posiblemente, la presencia de estas tropas tenía la misión de advertir a Jonatán cuan peligroso era su papel de propagandista del joven monarca Antíoco VI. Jonatán no se arredró por este desplegamiento de fuerzas y marchó contra el enemigo. Entre tanto, el autor sagrado señala una acción esporádica de Simón contra la fortaleza de Betsur, que cayó en su poder.
Jonatán cayó en la trampa que le había tendido el enemigo al ocultar parte de su ejército en uno de los valles que descienden de la montaña. Jonatán no contaba con ellos; de ahí que el primer choque fuéle adverso. Confortado con la oración, vuelve a presentar batalla, que gana.