I Macabeos 6 Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944) | 63 versitos |
1 Atravesaba el rey Antíoco las regiones altas de Persia cuando tuvo noticia de que en Elimaida, en Persia, había una ciudad célebre por su riqueza de plata y oro.
2 Había en ella un templo extraordinariamente rico, en el cual se guardaban armaduras de oro, corazas y armas que había dejado allí Alejandro el de Filipo, rey de Macedonia, el primero que reinó sobre los griegos.
3 Llegado a ella, intentó apoderarse de la ciudad, pero no pudo, porque, conocidos sus propósitos en la ciudad,
4 le resistieron con las armas, viéndose forzado a retirarse huyendo, para volverse con gran pena a Babilonia.
5 En Persia le alcanzó un correo, que le dio a saber cómo los ejércitos enviados a tierra de Judea habían sido derrotados; que Lisias había ido contra ella"
6 con un ejército fuerte si los hay y había huido ante los judíos, que se habían hecho muy fuertes en armas y soldados con el botín grande que habían cogido a los ejércitos por ellos vencidos;"
7 que habían destruido la abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén y habían cercado de altos muros el santuario, como antes estaba, y la ciudad de Betsur.
8 Cuando recibió estas noticias quedó aterrado e intensamente conmovido; tanto, que cayó en el lecho enfermo de tristeza al ver que los sucesos no habían correspondido a sus deseos."
9 Pasó allí muchos días, porque la tristeza se renovaba sin cesar, y hasta creyó morir.
10 Haciendo llamar a sus amigos, les dijo: “Huye de mis ojos el sueño y mi corazón desfallece por la preocupación,
11 pensando en qué tribulación y tempestad me hallo yo, tan bueno, tan amado por mi suave gobierno.
12 Pero ahora me acuerdo de los males que hice en Jerusalén, de los utensilios de oro y plata que de allí tomé, de los habitantes de Judea que sin causa exterminé.
13 Ahora reconozco que por esto me han sobrevenido tantas calamidades y que de mi gran tristeza moriré en tierra extraña.
14 Y llamando a Filipo, uno de sus amigos, le instituyó por regente de todo el reino,
15 entregándole la diadema, el manto real y el anillo, y encargándole la tutela y educación de Antíoco, su hijo, hasta ponerlo en el trono.
16 Murió Antíoco allí el año 149.
17 Al saber Lisias la muerte del rey, entronizó en lugar del padre a Antíoco, su hijo, a quien de joven había educado, y le apellidó Eupator.
18 Los de la ciudadela tenían a Israel asediado en el santuario, molestándoles de continuo y apoyando la causa de los gentiles,
19 Judas resolvió quitarlos de en medio, y para ello convocó a todo el pueblo para cercarlos en forma.
20 Concentradas las tropas, pusieron el cerco el año 150 y construyeron ballestas y máquinas.
21 Pero algunos de los sitiados salieron, y, juntándose con ellos otros de los impíos de Israel, se dirigieron al rey en queja, diciendo: “¿Cuándo será que hagas justicia y defiendas a nuestros hermanos?”
22 Nosotros con gusto nos hemos sometido a tu padre y obedecimos sus decretos, viviendo según sus disposiciones.
23 Por este motivo nos hemos granjeado la enemistad de nuestros conciudadanos y,
24 lo que es más aún, han matado a todos los nuestros que han caído en sus manos y se han incautado de nuestros bienes.
25 Y no sólo contra nosotros han alzado la mano, sino contra tus dominios.
26 Ahora mismo están acampados contra la ciudadela en Jerusalén, con el intento de apoderarse de ella, y han fortificado el templo y la ciudad de Betsur,
27 y si no les tomas la delantera, harán cosas mayores y no podrás dominarlos.”
28 El rey se irritó al oír estas noticias, y convocó a todos sus amigos, a los capitanes de su ejército y de la caballería.
29 Hasta de los otros reinos y de las islas del mar le vinieron tropas mercenarias.
30 Alcanzó el número de sus fuerzas a cien mil hombres de a pie, veinte mil de a caballo y treinta y dos elefantes adiestrados para la guerra;"
31 todos los cuales, llegando por la Idumea, acamparon enfrente de Betsur y la combatieron por largo tiempo con máquinas; pero los cercados hicieron una salida, y, luchando valientemente, les prendieron fuego."
32 Judas levantó el cerco que tenía puesto a la ciudadela y vino a acampar junto a Betzacaría, enfrente del campamento del rey.
33 Este se levantó de madrugada, y, moviendo el campo a toda prisa, se dirigió por el camino de Betzacaría. Dispuestas las fuerzas para la batalla, dio con las cornetas la señal de atacar.
34 Los elefantes, ante los cuales habían puesto zumo de uvas y de moras para excitarlos a la pelea,
35 fueron distribuidos por las falanges, colocando al lado de cada elefante mil hombres, protegidos con cotas de malla y con yelmos de bronce en la cabeza, y a más quinientos caballos escogidos
36 precedían a la bestia dondequiera que iba y la acompañaban, sin apartarse de ella.
37 Sobre éstas iban montadas fuertes torres de madera, bien protegidas y sujetas al elefante, y en cada una dos o tres nombres valerosos, que combatían desde las torres, y su indio conductor.
38 El resto de la caballería lo colocó a la derecha y a la izquierda, en las dos alas del ejército, para hostigar al enemigo y proteger las falanges.
39 En cuanto el sol comenzó a brillar sobre los escudos de oro y bronce, brillaron los montes con ellos y resplandecían como llamas de fuego.
40 Una gran parte del ejército del rey se desplegó en los montes altos, otra en el llano, y todos iban con paso seguro y buen orden.
41 Los judíos quedaron espantados al oír el estruendo de tal muchedumbre, el marchar de aquella masa y el chocar de sus armas. Era a la verdad un ejército extremadamente grande y poderoso.
42 Se acercó Judas con el suyo, se trabó la lucha, y cayeron del ejército del rey seiscientos hombres.
43 Eleazar, hijo de Savarán, vio una de las bestias protegidas con coraza regia, que superaba a todas las otras, y, pareciéndole que debía ser la del rey,
44 se propuso salvar a su pueblo y hacerse un nombre eterno.
45 Lleno de valor, corrió por en medio de la falange hacia ella, matando a derecha y a izquierda y haciendo que todos se apartasen de él.
46 Llegado al elefante, se puso debajo de él y le hirió. Cayó el elefante encima de él, y allí mismo murió.
47 Viendo los judíos la gran fuerza del rey y el empuje de su ejército, se retiraron.
48 El ejército real los persiguió de cerca en dirección a Jerusalén, y acampó contra la Judea y el monte Sión.
49 El rey negoció las paces con los de Betsur, que salieron de la ciudad por no tener ya vituallas para prolongar más la resistencia, pues aquel año era año de reposo para la tierra.
50 Ocupó el rey Betsur y puso guarnición en ella para defenderla.
51 Durante mucho tiempo estuvo acampado contra el santuario, y puso allí ballestas, máquinas y lanzafuegos, catapultas, escorpiones para lanzar dardos y honderos.
52 Los judíos, por su parte, construyeron máquinas contra las máquinas enemigas y lucharon durante muchos días,
53 pero escaseaban los víveres en sus almacenes, por ser el año séptimo, y los que se habían refugiado en Judea huyendo de los gentiles, habían consumido los restos de las reservas,
54 y como el hambre se había apoderado de ellos, dejaron en el santuario una poca gente, y los demás se dispersaron, yendo cada uno a su hogar.
55 Supo en esto Lisias que Filipo, a quien el rey Antíoco antes de morir había encomendado la crianza de su hijo Antíoco hasta instalarle en el trono,
56 había vuelto de Persia y de Media, y con él las tropas del rey, y que pretendía apoderarse del gobierno del reino.
57 Dióse prisa entonces Lisias a volverse, diciendo al rey, a los generales del ejército y a la tropa: “De día en día perdemos fuerzas, escasean las provisiones, y la plaza que combatimos es muy fuerte, y debemos ocuparnos en las cosas del reino.
58 Tendamos, pues, la mano a estos hombres, hagamos las paces con ellos y con todo su pueblo,
59 y convengamos en que vivan según sus leyes, como antes. Precisamente a causa de estas leyes, que nosotros hemos pretendido abrogar, se han irritado y han hecho todo esto.”
60 Fue bien acogida la propuesta por el rey y los generales, y enviaron mensajeros de paz a los judíos, que la aceptaron.
61 El rey y los generales les juraron, y en virtud de esto salieron de la fortaleza.
62 Entró el rey en el monte de Sión, y, viendo lo fuerte del sitio, quebrantó el juramento que había hecho y mandó destruir el muro que lo cercaba.
63 Luego se apresuró a partir, y, volviéndose a An-tioquía, halló a Filipo dueño de la ciudad y la atacó, logrando apoderarse de ella por la fuerza.

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Introducción a I Macabeos

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Macabeos

Introducción.
En las épocas asmonea y herodiana vieron la luz pública cuatro libros que llevan el título que encabeza estas líneas. El primero y segundo forman parte integrante del canon cristiano, mientras que el tercero y el cuarto, que ya en tiempos de Eusebio y Orígenes llevaban el mismo título que ostentan hoy, han sido relegados entre los apócrifos. En el tercero se narran los designios de Tolomeo IV Filopator contra los judíos de Egipto. Libro escrito probablemente en Alejandría antes del año 70 antes de Jesucristo, se distingue por la pureza de su lengua y estilo y por un vocabulario rico y esmaltado de palabras raras 1. El IV libro de los Macabeos está escrito en forma de discurso, en el que se comenta ampliamente el martirio de Eleazar y de los siete hermanos Macabeos. En un tiempo formó parte de la Biblia cristiana 2.

Macabeos.
La palabra se encuentra en los manuscritos más antiguos. El título Makkabaion se lee en los códices Sinaítico y Alejandrino. En el primero aparece la forma antigua de Makkabaikón. Desde fines del siglo II y en el ni, los autores eclesiásticos griegos designaban los dos primeros libros con el título de t a makkabaika. Entre los escritores latinos suelen citarse: Líber primus, o líber secundus Maæeha-baeorum. Por vez primera este nombre se da a Judas (1 Mac 2:4-16; 2 Mac 8:5-16; 10:1-16), pasando luego, por extensión, a sus hermanos y sucesores.
No es fácil determinar qué significa este término. Descartada la interpretación cabalística y la que propuso S. I. Curtiss 3, recogemos las dos que hoy están más en boga. Unos (Perles, Grand-Claudon, etc.) derivan el vocablo del hebreo maqqebeth Que 4:21; Jer 10:4) o de la palabra aramaica maqqaba, con el significado de martillo, por haber machacado ellos duramente a los enemigos o por tener Judas la cabeza en forma de martillo. Zeitlin, Bevan, Abel y Penna creen que macabeo viene de la raíz naqab, que significa nombrar (Is 62:2) 4. Originariamente el libro I de los Macabeos llevaba el título hebraico Sarbeth-Sarbanaíel, cuya significación todavía no ha sido explicada satisfactoriamente 5. Recientemente A. Yadrijevic 6 cree que el título del libro I es Angustíae filiorum Dei; el del segundo, Angustiae templi.

I Macabeos.

Autor.
Se ignora su nombre. Por el libro puede colegirse que fue un judío de Palestina conocedor de la topografía del país, versadísimo en la lengua bíblica, admirador ferviente de la familia asmonea, desde el padre hasta el último miembro de la familia que el autor conoció. Por razón de la minuciosidad histórica de que hace gala, se cree que fue testigo ocular de la mayoría de los hechos que refiere y que siguió de cerca y con entusiasmo todos los esfuerzos de los Macabeos para el triunfo de la causa del judaismo ortodoxo. Nada se sabe de su condición; unos suponen que pertenecía a la casta sacerdotal, otros lo niegan. También los críticos andan divididos al querer adivinar su ideología. Para unos fue de ideas y tendencias saduceas (Üesterley, Geiger, Abel); para otros, un filofariseo. Lo cierto es que no oculta sus simpatías por la dinastía asmonea. Según él, nadie puede suplantarles en la dirección de la guerra.

Fecha de composición.
En esta cuestión procedemos también por conjeturas. Del autor hemos dicho que fue un ferviente admirador de la familia de los asmoneos; la meticulosidad de los hechos que narra revela que fue testigo ocular de los mismos. Ahora bien, pudo él recordar perfectamente los hechos que se desarrollaron en Palestina desde la muerte de Antíoco IV Epifanes (año 175 a.C.) hasta el reinado de Juan Hircano (135-104 a.C.). No es posible señalar el término a quo de la composición. Pudo empezarlo en tiempos de Simón, o también antes, y terminarlo en los días del reinado de Juan Hircano (16:23), cuyo texto se aduce para probar que la obra fue acabada después de la muerte de Juan Hircano (año 104 a.C.). A este texto se acogen muchos exegetas y críticos para señalar la fecha de la composición del libro: Oesterley la fija entre el 90-70; Abel Bentzen, Schürer, Kautzch, 100-90; Lods, 100-60; Grimm, 105-64. Pero se puede dudar de la autenticidad literaria de los dos últimos versículos del libro, que pueden ser una adición post scriptum del editor, del traductor o de cualquier otro. Más posibilidades caben para señalar el término ad quera. Los sucesores de Aristóbulo y Alejandro empañaron la gloria de sus antepasados. Si el autor hubiera sido testigo de su conducta, hubiera frenado sus entusiasmos por la dinastía asmonea. Una fecha tope es el año 63 a.C., en que Pompeyo el Grande profanó brutalmente el templo de Jerusalén, granjeándose con ello el odio de los judíos. Este hecho es incompatible con la simpatía que el autor siente por los romanos (8:1-32; 12:1; 14:40). En definitiva, la fecha de la composición del libro va desde el año 140 (Torrey, Oesterley) hasta el 63 antes de Cristo (Loos).

Fuentes.
En contra de las tentativas de J. von Destinon 7 y Lods 8, no puede ponerse en duda la homogeneidad del libro I de los Macabeos 9. A lo más, podríamos considerar como adición posterior los v.23-24 del c.16. En todas las páginas anteriores existe trabazón perfecta y una idea rectora, que procede de un mismo autor. Hasta qué punto cada uno de los hechos que se narran proceden de la información ocular o de un testimonio oral o escrito, es imposible determinarlo. Acaso haya en 9:22 una alusión a un texto que refería la historia de Judas Macabeo, que el autor tuvo entre manos.
A la información personal, oral o escrita, se añade la consulta de los archivos oficiales, de los cuales transcribió el autor algunos documentos que se insertan. Pudo copiarlos textualmente, traducirlos a veces del texto original (hebraico o latino), abreviarlos, simplificarlos, amplificarlos, con el empleo masivo de la retórica, resumirlos libremente o limitarse a extractar uno u otro punto para colocarlo en un contexto no del todo homogéneo. Del hecho de transcribir un documento no se infiere que el autor apruebe su contenido en todos sus pormenores. Los documentos que se intercalan en el texto son: 1) carta de los israelitas de Galaad (5:10-13); 2) carta de los romanos a Judas (8:1-32); 3) carta de Alejandro Balas a Jonatán (10:18-20); 4) carta de Demetrio I a Jonatán (10:25-45); 5) carta de Demetrio II a Jonatán (11:30-37); 6) carta de Antíoco VI a Jonatán (11:57); ?) carta de Jonatán a los de Esparta (12:6-18); 8) carta de Ario a Onías (12:20-23); 9) carta de Demetrio II a Simón (13:36-40); 10) carta de los espartanos a Simón (14:20-23); n) carta de Antíoco VI a Simón (15:2-9); 12) carta del cónsul Lucio a Tolomeo (15:16-21); 13) inscripción en honor de Simón (14:27-45).
Algunos críticos han impugnado su autenticidad, siendo Willrich 10 el que lleva en esto la voz cantante, coreado débilmente por algunos otros 11. Actualmente convienen todos en admitir la autenticidad de conjunto. No existe fundamento alguno para afirmar que el autor ha inventado los documentos o de que los haya falsificado intencionadamente. Ni de la misma carta de Ario a Onías (12:20-23) existen razones contra su autenticidad.
En el libro se encuentran algunas secciones poéticas que sugieren la idea de una colección de cantos populares compuestos con ocasión de la guerra santa (1:25-28; 1:37-40; 2:8-12; 3:3-9; 14:14-15). Otros autores atribuyen estas secciones al autor mismo, que las compuso con el intento de imitar los cánticos del Salterio y de las Lamentaciones.

Carácter histórico.
No se han puesto objeciones graves contra el valor histórico del libro considerado en su conjunto. Puede discutirse este o aquel detalle (1:6; 8:1-32); poner en tela de juicio la autenticidad plena de este o aquel documento (12:5-23), pero todos están acordes en admitir un fondo histórico firme y real. Aún más, por ser el autor contemporáneo de los sucesos que narra, se concede mucha importancia a algunos detalles históricos, a las noticias interesantes y concretas sobre topografía macabaica, al enfoque general de su historia y a las noticias sobre el carácter y temperamento de sus héroes. A ello, como hemos dicho, se añade el uso de documentos de primera mano.

Género literario.
No se puede juzgar la historia antigua según los cánones de la crítica histórica moderna. Nuestro autor es hijo de su tiempo, y de conformidad a los gustos de sus lectores escogió los modos de decir y narrar que emplea. Para él Israel es el centro hacia donde convergen todas las miradas del universo. Dos mundos se enfrentan en su libro: el paganismo y el judaismo. Aquél contaba con fuerzas militares formidables (3:38; 4:28; 15:13, etc.), en contraste con el diminuto ejército israelita. Sin embargo, a veces el número de soldados judíos se exagera notoriamente (4:34; 12:41) 12. El fenómeno es propio de la literatura patética, y, en general, de toda la historiografía antigua (Heródoto). Las cifras que llaman nuestra atención no creaban ninguna dificultad a los lectores inmediatos del libro. A menudo el autor no da a una determinada cifra un valor absoluto. En hebreo se emplea la palabra rebaba, muchedumbre, para expresar el número diez mil, que en plural o dual puede significar el doble.
Otra característica de la historiografía antigua son los discursos que se ponen en boca de los héroes y personajes que entran en escena. Es propio de la historia semítica antigua atribuir a los personajes aquellas ideas o reacciones de ánimo que brotan o se experimentan en determinadas circunstancias bajo los efectos de una impresión especial. Sistemáticamente se muestra parcial al ocultar los reveses de los judíos y poner de relieve las derrotas, defectos y designios malos de los enemigos de Israel. Pero, como señala certeramente Abel, su parcialidad no llega al extremo de convertir en victoria lo que fue humillante derrota (2 Mac 13:9-24, que parece contradecir a 1 Mac 6:28-63). En sus páginas hallan eco palabras y frases de la antigua literatura hebraica, que el autor conocía perfectamente y que asimiló. En fin, si los métodos históricos usados no se ajustan a los que utiliza la historiografía moderna, cabe, sin embargo, decir que no por ello desmerece el fondo histórico del libro.

Cronología.
La cronología y geografía, llamadas los ojos de la historia, ocupan un lugar de honor en nuestro libro. Multitud de fechas y datos concretos se encuentran en él. El autor utiliza el calendario seléucida y enumera los meses según la costumbre judía. Sabido es que la era seléucida empieza el año 312 con la conquista de Babilonia por Seleuco. Pero el cómputo difiere según que el año empiece en primavera o en otoño. En Siria y Occidente empezaba el año con el mes de Tishri (septiembre-octubre), es decir, el año 312. En Babilonia comenzaba el mes de Nisán (marzo-abril) del año 311. De ahí que, según los lugares, haya en el cómputo una diferencia de un año.
¿Qué cómputo siguen los libros de los Macabeos? Unos admiten el mismo cómputo en ambos libros (Kugler, Meyer, Lagrange, Grandclaudon) a partir del año 312; otros distinguen un cómputo a partir del año 312 para los asuntos profanos y del 311 para noticias de carácter religioso (Vaggar1). Gibert, Kolbe, Unger, Bickermann y Abel sostienen que, para el autor del libro I de los Macabeos, el primer año de los seléucidas empieza el 311; para el del segundo, el año 312. Ninguno de los dos cómputos puede resolver todas las dificultades cronológicas que surgen de la confrontación de las fechas de nuestros libros con otros documentos paganos. Nos atenemos al cómputo de Abel.

Doctrina religiosa.
En ninguna parte del libro se menciona de manera explícita el santo nombre de Dios, que es sistemáticamente sustituido por otras expresiones, tales como cielo (3:50-60; 4:10-40; 9:46; 12:15; 16:2). Esta ausencia de los nombres que se emplean en la literatura bíblica para designar a Dios se suple en las versiones. Este mismo fenómeno hemos encontrado en el libro de Ester. Pero tanto en éste como en el i de los Macabeos, aunque se excluya el nombre de Dios en sus páginas, su presencia se adivina en cada una de ellas. Era tal el respeto que se tenía por estos nombres venerables, que nadie se atrevía a pronunciarlos, reservándose su uso exclusivamente a los sacerdotes durante el ejercicio del culto. Toda la historia de los Macabeos es eminentemente religiosa, y la idea de Dios domina en todos los renglones del libro. Siente el autor gran simpatía y celo por la Ley y las antiguas instituciones (1:15; 3:21; 14:14), por el templo y la Ciudad Santa (1:21; 2:7; 4:38.59; 7:37.42; 9:54·)·Conoce maravillosamente los libros sagrados, a los cuales tiene gran devoción (3:48; 12:9) y cita diversas veces (2:52-60; 7:17). Las cosas indecisas y difíciles de resolver se reservan al juicio del profeta que ha de venir (4:46; 9:27; 14:41).

Canonicidad.
No sabemos si en algún tiempo formó parte del canon judío palestinense. Se encuentra en la versión de los LXX, que refleja el canon judío alejandrino. En la tradición cristiana influyó el recelo y la animosidad de los judíos contra él. Lo encontramos en los antiguos catálogos mommseniano y claramontano (s.III). El concilio Florentino (1442) lo incluyó en el canon de los libros sagrados. El concilio Tridentino confirmó la doctrina del Florentino y quitó toda distinción entre libros proto y deuterocanónicos.

Texto.
El texto original hebraico se ha perdido. La versión griega se ha conservado en los códices unciales: Sinaítico, Alejandrino y Véneto, y en muchos minúsculos. El texto más antiguo parece ser el de los códices Sinaítico y Véneto. De esta versión existe la edición crítica preparada por A. Rahlfs 13, que se basa en el Sin. y tiene en cuenta las antiguas traducciones latinas (De Bruyne). Otra versión crítica del texto griego se debe a Werner Kappler 14. La versión latina fue publicada por D. de Bruyne y Sodar 15. Según De Bruyne, la antigua traducción latina reproduce un texto anterior y mejor que el retransmitido por los antiguos unciales griegos.

1 Véase H. Willrich, Der historische Kern des III Makkabaerbuches: Hermes, 39 (1904) 244-258.
2 Véase A. Dupont-Sommer, Le quatriéme Uvre des Machabées (París 1939).
3 The Ñame Maccabee historically and philologically examined (Londres 1876).
4 A. A. Bevan, The Ongin of the Ñame Maccabee: The Journal of Theological Studies, 30 (1929) 190-193-
5 A. Schulte, Der hebraiche Titel des ersten Makkabaerbuches: Biblische Zeitschrift, 7 (1909) 254ss; J. Boehmer, Sarbeth Sarbanaiel: Theologische Studien und Kritiken, 73 (1903) 332-338.
6 Tria Aenigmata hebraica librorum Machabaeorum: Antonianum, 33 (1958) 267.
7 Die Quellen des Fl Josephus (Kiel 1882).
8 Histoire de la littérature hebraique et juive (París 1950). 780
9 E. W. Ettelson, The Integrity of I Maccabeos (New Haven 1925).
10 Urkundenfalschungen in der hellenistisch-jüdischen Literatur (Gottingen 1924).
11 Oesterley, Apocrypha (Oxford 1913); Introduction ßá the Qooks of the Apocrypna (Londres 1935); lods, l.c., etc.
12 Otros ejemplos en Knabenbauer, 17; Bévenot, 34-35.
13 Septuaginta (Stutgart 1935).
14 Septuaginta. Vetus Testamentum graecum auctoritate societatis litterarum Gottingensis editum vol.9 fasc.1: Maccabaeorum líber primus (Góttingen 1936).
15 Les anciennes traductions latines des Macchabées (Maredsous 1932).


Fuente: Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Notas

I Macabeos 6,1-63;;

Muerte de antíoco epifanes (6:1-17).

Antíoco en Elimaida (6:1-4).

1 Atravesaba el rey Antíoco las regiones altas de Persia cuando tuvo noticia de que en Elimaida, en Persia, había una ciudad célebre por su riqueza de plata y oro. 2 Había en ella un templo extraordinariamente rico, en el cual se guardaban armaduras de oro, corazas y armas que había dejado allí Alejandro el de Filipo, rey de Macedonia, el primero que reinó sobre los griegos. 3 Llegado a ella, intentó apoderarse de la ciudad, pero no pudo, porque, conocidos sus propósitos en la ciudad, 4 le resistieron con las armas, viéndose forzado a retirarse huyendo, para volverse con gran pena a Babilonia.

Dijo el autor sagrado que partió Antíoco de Antioquía el año seléucida 147 y que, atravesando el Eufrates, dirigióse hacia las regiones altas (3:37). Antíoco conoció en su campaña éxitos y de-r rotas. Pero las guerras habían agotado todavía más las cajas de caudales. Había ido a Oriente en busca de dinero (3:31), y regresaba más pobre. Pensó entonces solucionar su problema económico con el asalto de un templo extraordinariamente rico de la provincia de Elimaida. Calculaba él que tendría más suerte que su padre al intentar el saqueo del templo de Bel. Por el texto griego aparece que se considera a Elimaida como ciudad, cuando en realidad se daba este nombre a una región montañosa del Elam. Pudo ser que el traductor interpretara mal la palabra medinah, provincia, dándole el sentido de ciudad. A partir de Ciro se empleaba la palabra Persia para designar no solamente la región de Elam, sino también la totalidad del imperio de los aqueménides, particularmente la región adyacente del golfo Pérsico l.

Malas noticias de occidente (6:5-7).

5 En Persia le alcanzó un correo, que le dio a saber cómo los ejércitos enviados a tierra de Judea habían sido derrotados; que Lisias había ido contra ella 6 con un ejército fuerte si los hay y había huido ante los judíos, que se habían hecho muy fuertes en armas y soldados con el botín grande que habían cogido a los ejércitos por ellos vencidos; 7 que habían destruido la abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén y habían cercado de altos muros el santuario, como antes estaba, y la ciudad de Betsur.

Al revés sufrido en su intento de apoderarse de los tesoros de un templo de Elam se añade la noticia de una retahíla de fracasos de las tropas sirias en Palestina (4:21-61). Es probable que estas noticias las recibiera Antíoco a medida que se iban desarrollando los acontecimientos. Es significativo, para conocer el estilo narrativo del autor, escuchar de boca de un pagano la expresión de que Judas y los judíos habían destruido la abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén.

Últimos momentos de Antíoco (6:8-13).
8 Cuando recibió estas noticias quedó aterrado e intensamente conmovido; tanto, que cayó en el lecho enfermo de tristeza al ver que los sucesos no habían correspondido a sus deseos. 9 Pasó allí muchos días, porque la tristeza se renovaba sin cesar, y hasta creyó morir. 10 Haciendo llamar a sus amigos, les dijo: Huye de mis ojos el sueño y mi corazón desfallece por la preocupación, 11 pensando en qué tribulación y tempestad me hallo yo, tan bueno, tan amado por mi suave gobierno. 12 Pero ahora me acuerdo de los males que hice en Jerusalén, de los utensilios de oro y plata que de allí tomé, de los habitantes de Judea que sin causa exterminé. 13 Ahora reconozco que por esto me han sobrevenido tantas calamidades y que de mi gran tristeza moriré en tierra extraña.

¿Dónde alcanzó el correo a Antíoco Epifanes? Según 2Ma_9:3, se hallaba el rey en Ecbatana. Es posible que un copista inadvertidamente escribiera este nombre en vez de Ispadana, en el territorio de Gabiene. Las noticias adversas que había recibido contribuyeron decididamente a quebrantar la salud y la moral del rey, tanto que, aterrado e intensamente conmovido, cayó en el lecho (2Ma_1:5-6), para no levantarse más. De la extraña enfermedad que aquejó a Antíoco escribe Polibio que el rey volvióse loco, según dicen algunos, a causa de ciertas manifestaciones de la cólera divina. En 2Ma_9:1ss se describe su repugnante enfermedad. Es evidente que la descripción de la misma hecha por Jasón de Cirene no es más que una inocente venganza del escritor. Con expresiones de colorido bíblico dice Antíoco en nuestro texto que huye el sueño de él (Gen_31:40), que su corazón desfallece por la preocupación (1Sa_17:32). Trata de paliar sus desventuras con el recuerdo de la popularidad de que gozaba entre los suyos a causa de la suavidad de sus métodos de gobierno. Pero encuentra una mancha en su pasado: los males que ha causado a Jerusalén y al templo. Según Flavio Josefo 2, la causa de su muerte debe buscarse en el saqueo sacrilego del templo de Jerusalén. Es el mismo rey el que achaca a estos hechos sacrilegos el origen de tantas calamidades que le aquejan (v.13). El Dios de los judíos le ha castigado. ¿Por qué no culpa, en parte, de estos males a los dioses y diosas del templo de Elimaida, que intentó desvalijar? Porque, a los ojos del autor sagrado, los dioses paganos no existen en realidad; como el Salmista podría decir que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen (Sal_115:5; Sal_115:135 :I6).
A la enfermedad se añade el castigo de tener que morir en tierra extraña. Tabe, donde murió, según testimonio de Polibio, formaba parte del imperio seléucida, en el extremo oriental del mismo. El autor sagrado escribe, no sin una gran dosis de ironía, que en las puertas de la muerte tuvo que confesar Antíoco su derrota vencido por el Dios cuyo templo saqueó. Si fue bueno para sus subditos paganos, no pudo mostrarse más déspota para con los judíos, a quienes quiso arrebatar su fe.

Testamento y muerte del rey (Sal_6:14-17).
14 Y llamando a Filipo, uno de sus amigos, le instituyó por regente de todo el reino, 15 entregándole la diadema, el manto real y el anillo, y encargándole la tutela y educación de Antíoco, su hijo, hasta ponerlo en el trono. l6 Murió Antíoco allí el año 149. 17 Al saber Lisias la muerte del rey, entronizó en lugar del padre a Antíoco, su hijo, a quien de joven había educado, y le apellidó Eupator.

La muerte se adueñaba del enfermo. Antes de expirar llamó a Filipo, encomendándole la tutela y educación de su hijo. Es posible que el monarca moribundo desconfiara de Lisias, a quien había hecho antes idéntico encargo (Sal_3:33), por las graves derrotas que habían sufrido sus tropas en Judea. Pronto Filipo perderá los derechos de tutela sobre el joven monarca. La muerte sobrevino durante el verano del año 163 antes de Jesucristo, correspondiente al 149 de la era griega. La noticia de su muerte se esparció como reguero de pólvora, llegando a oídos de Lisias, quien, prescindiendo de la última voluntad del rey, y conforme a lo que le manifestó éste antes de emprender su campaña oriental (Sal_3:33), entronizó al hijo de Epifanes, Antíoco V Eupator (163-162). Afirma Appiano 3 que Antíoco Epifanes murió dejando un niño de nueve años, que los sirios llamaron Eupator a causa de la bondad y virtudes de su padre. Lisias, añade, fue el tutor del niño. Cree Bévenot que la noticia de Eusebio4, según la cual contaba Eupator catorce años de edad cuando sucedió a su padre, es más conforme a la realidad. El mencionado autor se basa en que el joven monarca intervino personalmente en el ataque de Betsur y de Jerusalén (v.31). Con el reino, dice Flavio Josefo 5, heredó de su padre el odio contra el pueblo judío.

Judas ataca la ciudadela (Sal_6:18-20).
18 Los de la ciudadela tenían a Israel asediado en el santuario, molestándoles de continuo y apoyando la causa de los gentiles, i9 Judas resolvió quitarlos de en medio, y para ello convocó a todo el pueblo para cercarlos en forma. 20 Concentradas las tropas, pusieron el cerco el año 150 y construyeron ballestas y máquinas.

También la noticia de la muerte de Antíoco llegó a Jerusalén, queriendo Judas aprovechar aquel interregno para eliminar el principal obstáculo para el culto en el templo de Jerusalén. Debió también Judas calcular que el nombramiento de dos regentes traería división en el ejército, ocasión que podría aprovechar él para resolver el problema de la ciudadela que el difunto rey había establecido en el corazón del judaismo (Sal_1:35-37). Empezó el cerco el año 150, o sea, el 162 antes de Jesucristo, utilizando Judas máquinas de guerra, al estilo de los grandes ejércitos.

Fugitivos de la ciudadela en Antioquía (Sal_6:21-27).
21 Pero algunos de los sitiados salieron, y, juntándose con ellos otros de los impíos de Israel, se dirigieron al rey en queja, diciendo: ¿Cuándo será que hagas justicia y defiendas a nuestros hermanos? 22 Nosotros con gusto nos hemos sometido a tu padre y obedecimos sus decretos, viviendo según sus disposiciones. 23 Por este motivo nos hemos granjeado la enemistad de nuestros conciudadanos y, 24 lo que es más aún, han matado a todos los nuestros que han caído en sus manos y se han incautado de nuestros bienes.25 Y no sólo contra nosotros han alzado la mano, sino contra tus dominios. 26 Ahora mismo están acampados contra la ciudadela en Jerusalén, con el intento de apoderarse de ella, y han fortificado el templo y la ciudad de Betsur, 27 y si no les tomas la delantera, harán cosas mayores y no podrás dominarlos.

Flavio Josefo añade el detalle de que los fugitivos escaparon de noche de la ciudad, marchándose al campo, donde encontraron algunos judíos apóstatas, con los cuales siguieron camino de Antioquía para informar al rey6. Los encargados de informar al rey eran judíos apóstatas, que expusieron al rey que Judas y los suyos consolidaban sus posiciones de día en día. Si se les deja en paz, no habrá nadie, dentro de poco tiempo, que pueda dominarlos. En 2Ma_13:3 se dice que entre los judíos que se entrevistaron con el rey estaba Menelao.

Antíoco Eupator en Idumea (2Ma_6:28-31).
28 El rey se irritó al oír estas noticias, y convocó a todos sus amigos, a los capitanes de su ejército y de la caballería. 29 Hasta de los otros reinos y de las islas del mar le vinieron tropas mercenarias. 30 Alcanzó el número de sus fuerzas a cien mil hombres de a pie, veinte mil de a caballo y treinta y dos elefantes adiestrados para la guerra; 31 todos los cuales, llegando por la Idumea, acamparon enfrente de Betsur y la combatieron por largo tiempo con máquinas; pero los cercados hicieron una salida, y, luchando valientemente, les prendieron fuego.

Seguramente que en la audiencia estaba presente Lisias (2Ma_13:2). En nombre del rey, convocó éste un gran consejo de amigos del monarca fallecido y de oficiales del ejército para reclutar soldados. Es muy probable que haya una hipérbole en el número de los soldados de Lisias. El elefante se usaba corrientemente en el ejército sirio, pero se tendía a prescindir de él. Aun en el supuesto de que el número ingente de soldados fuera una realidad, no es de suponer que todos fueran enviados a Palestina. El itinerario del ejército fue el de siempre: por la costa mediterránea hasta la altura de Azoto o de Gaza, torciendo luego a izquierda, en dirección a Hebrón. Por mucho tiempo Betsur resistió al cerco e infligió graves pérdidas al enemigo, pero comprendió Judas que tal resistencia no podía prolongarse.

Judas abre un nuevo frente de batalla (2Ma_6:32-41).
32 Judas levantó el cerco que tenía puesto a la ciudadela y vino a acampar junto a Betzacaría, enfrente del campamento del rey. 33 Este se levantó de madrugada, y, moviendo el campo a toda prisa, se dirigió por el camino de Betzacaría. Dispuestas las fuerzas para la batalla, dio con las cornetas la señal de atacar. 34 Los elefantes, ante los cuales habían puesto zumo de uvas y de moras para excitarlos a la pelea, 35 fueron distribuidos por las falanges, colocando al lado de cada elefante mil hombres, protegidos con cotas de malla y con yelmos de bronce en la cabeza, y a más quinientos caballos escogidos 36 precedían a la bestia dondequiera que iba y la acompañaban, sin apartarse de ella. 37 Sobre éstas iban montadas fuertes torres de madera, bien protegidas y sujetas al elefante, y en cada una dos o tres nombres valerosos, que combatían desde las torres, y su indio conductor. 38 El resto de la caballería lo colocó a la derecha y a la izquierda, en las dos alas del ejército, para hostigar al enemigo y proteger las falanges. 39 En cuanto el sol comenzó a brillar sobre los escudos de oro y bronce, brillaron los montes con ellos y resplandecían como llamas de fuego. 40 Una gran parte del ejército del rey se desplegó en los montes altos, otra en el llano, y todos iban con paso seguro y buen orden. 41 Los judíos quedaron espantados al oír el estruendo de tal muchedumbre, el marchar de aquella masa y el chocar de sus armas. Era a la verdad un ejército extremadamente grande y poderoso.

Judas tenía cercada la ciudadela de Jerusalén mientras los sirios atacaban Betsur. Al recibir noticias de que la guarnición judía de esta fortaleza veíase desbordada por el enemigo, levantó el cerco de la ciudadela y pensó en abrir otro frente para distraer las fuerzas enemigas en el lugar conocido hoy día por Tell-Zacaría. Un judío llamado Rodoco (2Ma_13:21) reveló al rey los planes militares de Judas. A este nuevo frente de batalla corrió el grueso de las fuerzas de Lisias, con innumerable infantería, caballería y algunos elefantes. Con estos animales pensaban los sirios imponerse a los judíos. Con el fin de enardecerlos para la lucha, poníanles delante jugo de uvas, literalmente sangre de uvas (Gen_49:11; Deu_32:14) y de moras; junto a los mismos había un piquete de infantería y algunos caballos acostumbrados a la lucha. Los testimonios antiguos que cita Bochart7 prueban que el color blanco excita al elefante (abel). La verdadera razón de colocar jugo de uvas ante los elefantes se nos escapa. Cada elefante llevaba una torre de madera, que ocupaban algunos guerreros especializados en el lanzamiento de flechas, además del cornac que conducía al animal.
Judas y sus soldados pudieron contemplar y admirar la disciplina militar y las armas con que estaba equipado el ejército que debía enfrentarse con ellos. No cabe duda que Lisias logró un éxito psicológico sobre la moral de las tropas de Judas Macabeo.

Heroísmo de Eleazar (Deu_6:42-46).
42 Se acercó Judas con el suyo, se trabó la lucha, y cayeron del ejército del rey seiscientos hombres. 43 Eleazar, hijo de Savarán, vio una de las bestias protegidas con coraza regia, que superaba a todas las otras, y, pareciéndole que debía ser la del rey, 44 se propuso salvar a su pueblo y hacerse un nombre eterno. 45 Lleno de valor, corrió por en medio de la falange hacia ella, matando a derecha y a izquierda y haciendo que todos se apartasen de él. 46 Llegado al elefante, se puso debajo de él y le hirió. Cayó el elefante encima de él, y allí mismo murió.

Judas no rehusó el combate. En el primer encuentro cayeron seiscientos soldados del ejército de Lisias; no dice el autor cuántos fueron los muertos de la parte de Judas. La presión del enemigo se hacía sentir cada vez más. Debía de ser crítica la situación al decidirse Eleazar a realizar una hazaña extraordinaria, que o bien podía desbaratar al ejército sirio o terminar con su vida. En contra de lo que él creía, el elefante en cuestión era el proigumeno, o sea el primer elefante, el que aventaja a los otros por su estampa y coraje. Muchos Santos Padres han examinado la moralidad del acto, preguntándose si su hazaña equivale a un suicidio indirecto. San Ambrosio exalta su valor, intrepidez y menosprecio de la muerte de este héroe, que quiso salvar a Israel dando muerte al opresor del mismo 8.

Huida y rendición (Deu_6:47-54).
47 Viendo los judíos la gran fuerza del rey y el empuje de su ejército, se retiraron. 48 El ejército real los persiguió de cerca en dirección a Jerusalén, y acampó contra la Judea y el monte Sión. 49 El rey negoció las paces con los de Betsur, que salieron de la ciudad por no tener ya vituallas para prolongar más la resistencia, pues aquel año era año de reposo para la tierra. 50 Ocupó el rey Betsur y puso guarnición en ella para defenderla. 51 Durante mucho tiempo estuvo acampado contra el santuario, y puso allí ballestas, máquinas y lanzafuegos, catapultas, escorpiones para lanzar dardos y honderos. 52 Los judíos, por su parte, construyeron máquinas contra las máquinas enemigas y lucharon durante muchos días, 53 pero escaseaban los víveres en sus almacenes, por ser el año séptimo, y los que se habían refugiado en Judea huyendo de los gentiles, habían consumido los restos de las reservas, 54 y como el hambre se había apoderado de ellos, dejaron en el santuario una poca gente, y los demás se dispersaron, yendo cada uno a su hogar.

El elefante con la coraza regia había caído muerto, y, sin embargo, la presión del enemigo no cedía, más bien aumentaba de manera amenazadora. El autor sagrado tiende el velo del silencio sobre la honda impresión que causó en la tropa la muerte de Eleazar; pero, al decirnos que los soldados judíos emprendieron la fuga hacia Jerusalén, confiesa veladamente que Judas fue derrotado por el enemigo. Un destacamento de valientes continuaba resistiendo en Betsur, pero pronto debían también entregarse, acuciados por el hambre. Habíase llegado a la carencia de víveres por razón del año sabático y porque los judíos traídos de otras regiones habían consumido las reservas. La tierra, según la Ley mosaica (Exo_23:10-11; Lev_25:2-7; Num_10:32), debía descansar el año séptimo, durante el cual era permitido a los pobres apropiarse de cuanto producían espontáneamente los terrenos baldíos. El año 162 antes de Jesucristo, 150 de la era seléucida, era sabático. Desde septiembre-octubre del año anterior había cesado todo trabajo agrícola en los campos cultivados por judíos tradicionalistas. El rey perdonó la vida de los defensores de Betsur. Dejó allí un destacamento real, con gentes originarias de Siria, de Idumea y judíos apóstatas. Bá-quides la fortificó (Num_9:52), cayendo más tarde en manos de Simón (Num_11:65; Num_14:7-33) 9·
Una vez conquistada la fortaleza de Betsur, atacó Lisias el recinto del templo, empleando para ello gran cantidad de máquinas de asalto. Los defensores del templo fabricaron armas para contrarrestar las de los enemigos. Pero la superioridad de éstos era aplastante. Además, desde la ciudadela controlaban los sirios el área del templo. Ante este panorama, los soldados de Judas huyeron al campo en busca de alimentos y para salvar sus vidas en las dificultades del desierto.

Lisias pacta con Judas (Num_6:55-63).
55 Supo en esto Lisias que Filipo, a quien el rey Antíoco antes de morir había encomendado la crianza de su hijo Antíoco hasta instalarle en el trono, 56 había vuelto de Persia y de Media, y con él las tropas del rey, y que pretendía apoderarse del gobierno del reino. 57 Dióse prisa entonces Lisias a volverse, diciendo al rey, a los generales del ejército y a la tropa: De día en día perdemos fuerzas, escasean las provisiones, y la plaza que combatimos es muy fuerte, y debemos ocuparnos en las cosas del reino. 58 Tendamos, pues, la mano a estos hombres, hagamos las paces con ellos y con todo su pueblo, 59 y convengamos en que vivan según sus leyes, como antes. Precisamente a causa de estas leyes, que nosotros hemos pretendido abrogar, se han irritado y han hecho todo esto. 60 Fue bien acogida la propuesta por el rey y los generales, y enviaron mensajeros de paz a los judíos, que la aceptaron. 61 El rey y los generales les juraron, y en virtud de esto salieron de la fortaleza. 62 Entró el rey en el monte de Sión, y, viendo lo fuerte del sitio, quebrantó el juramento que había hecho y mandó destruir el muro que lo cercaba. 63 Luego se apresuró a partir, y, volviéndose a An-tioquía, halló a Filipo dueño de la ciudad y la atacó, logrando apoderarse de ella por la fuerza.

En un momento crítico intervino la Providencia en favor del pueblo judío. Filipo, que había sido nombrado regente del imperio y tutor de Antíoco V, reemplazando a Lisias, había llegado a Antioquía al frente de sus tropas. La noticia alarmó a Lisias, que temía por su posición dentro del imperio. Entendió Lisias que la política iniciada por Antíoco Epifanes contra Israel no conducía a nada positivo, por lo que juzgó que debía volverse a la situación existente en tiempos de Antíoco III. Propuso al rey, a los generales y a la tropa estos sus puntos de vista, que fueron aprobados unánimemente. Porque, además del peligro de Filipo y de las dificultades militares, existía en Palestina el problema de la manutención del ejército, agravado por el descanso de los campos durante el año sabático. Se hicieron proposiciones de paz con los judíos, que se aceptaron inmediatamente, por encontrarse también ellos en situación precaria. Los Macabeos reconocieron la soberanía seléucida sobre Palestina a cambio de autorizarles a regirse en conformidad a sus leyes religiosas, como antes (v.59). Judas conservará su condición de jefe, subordinado a la autoridad real de Antioquía (2Ma_11:22-26). El rey marchó precipitadamente a la capital del reino, pero antes, como medida de prudencia, abatió el muro que cercaba el monte Sión para quitar a los judíos toda ocasión de atrincherarse de nuevo allí. Los judíos interpretaron aquel acto como violación de la libertad de culto y profanación de un lugar santo, mientras que el jefe sirio lo juzgó como simple medida de seguridad. Antíoco V y su tutor, Lisias, se enfrentaron con las tropas de Filipo en Antioquía, prevaleciendo sobre él. Filipo pudo escapar a Egipto y ponerse bajo el amparo de Tolomeo VI Filo-metor (2Ma_9:29). Supone Flavio Josefo que Antíoco Eupator se apoderó de Filipo, a quien encarceló y mandó matar poco después 10.