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Macabeos
Introducción.
En las épocas asmonea y herodiana vieron la luz pública cuatro libros que llevan el título que encabeza estas líneas. El primero y segundo forman parte integrante del canon cristiano, mientras que el tercero y el cuarto, que ya en tiempos de Eusebio y Orígenes llevaban el mismo título que ostentan hoy, han sido relegados entre los apócrifos. En el tercero se narran los designios de Tolomeo IV Filopator contra los judíos de Egipto. Libro escrito probablemente en Alejandría antes del año 70 antes de Jesucristo, se distingue por la pureza de su lengua y estilo y por un vocabulario rico y esmaltado de palabras raras 1. El IV libro de los Macabeos está escrito en forma de discurso, en el que se comenta ampliamente el martirio de Eleazar y de los siete hermanos Macabeos. En un tiempo formó parte de la Biblia cristiana 2.
Macabeos.
La palabra se encuentra en los manuscritos más antiguos. El título Makkabaion se lee en los códices Sinaítico y Alejandrino. En el primero aparece la forma antigua de Makkabaikón. Desde fines del siglo II y en el ni, los autores eclesiásticos griegos designaban los dos primeros libros con el título de t a makkabaika. Entre los escritores latinos suelen citarse: Líber primus, o líber secundus Maæeha-baeorum. Por vez primera este nombre se da a Judas (1 Mac 2:4-16; 2 Mac 8:5-16; 10:1-16), pasando luego, por extensión, a sus hermanos y sucesores.
No es fácil determinar qué significa este término. Descartada la interpretación cabalística y la que propuso S. I. Curtiss 3, recogemos las dos que hoy están más en boga. Unos (Perles, Grand-Claudon, etc.) derivan el vocablo del hebreo maqqebeth Que 4:21; Jer 10:4) o de la palabra aramaica maqqaba, con el significado de martillo, por haber machacado ellos duramente a los enemigos o por tener Judas la cabeza en forma de martillo. Zeitlin, Bevan, Abel y Penna creen que macabeo viene de la raíz naqab, que significa nombrar (Is 62:2) 4. Originariamente el libro I de los Macabeos llevaba el título hebraico Sarbeth-Sarbanaíel, cuya significación todavía no ha sido explicada satisfactoriamente 5. Recientemente A. Yadrijevic 6 cree que el título del libro I es Angustíae filiorum Dei; el del segundo, Angustiae templi.
I Macabeos.
Autor.
Se ignora su nombre. Por el libro puede colegirse que fue un judío de Palestina conocedor de la topografía del país, versadísimo en la lengua bíblica, admirador ferviente de la familia asmonea, desde el padre hasta el último miembro de la familia que el autor conoció. Por razón de la minuciosidad histórica de que hace gala, se cree que fue testigo ocular de la mayoría de los hechos que refiere y que siguió de cerca y con entusiasmo todos los esfuerzos de los Macabeos para el triunfo de la causa del judaismo ortodoxo. Nada se sabe de su condición; unos suponen que pertenecía a la casta sacerdotal, otros lo niegan. También los críticos andan divididos al querer adivinar su ideología. Para unos fue de ideas y tendencias saduceas (Üesterley, Geiger, Abel); para otros, un filofariseo. Lo cierto es que no oculta sus simpatías por la dinastía asmonea. Según él, nadie puede suplantarles en la dirección de la guerra.
Fecha de composición.
En esta cuestión procedemos también por conjeturas. Del autor hemos dicho que fue un ferviente admirador de la familia de los asmoneos; la meticulosidad de los hechos que narra revela que fue testigo ocular de los mismos. Ahora bien, pudo él recordar perfectamente los hechos que se desarrollaron en Palestina desde la muerte de Antíoco IV Epifanes (año 175 a.C.) hasta el reinado de Juan Hircano (135-104 a.C.). No es posible señalar el término a quo de la composición. Pudo empezarlo en tiempos de Simón, o también antes, y terminarlo en los días del reinado de Juan Hircano (16:23), cuyo texto se aduce para probar que la obra fue acabada después de la muerte de Juan Hircano (año 104 a.C.). A este texto se acogen muchos exegetas y críticos para señalar la fecha de la composición del libro: Oesterley la fija entre el 90-70; Abel Bentzen, Schürer, Kautzch, 100-90; Lods, 100-60; Grimm, 105-64. Pero se puede dudar de la autenticidad literaria de los dos últimos versículos del libro, que pueden ser una adición post scriptum del editor, del traductor o de cualquier otro. Más posibilidades caben para señalar el término ad quera. Los sucesores de Aristóbulo y Alejandro empañaron la gloria de sus antepasados. Si el autor hubiera sido testigo de su conducta, hubiera frenado sus entusiasmos por la dinastía asmonea. Una fecha tope es el año 63 a.C., en que Pompeyo el Grande profanó brutalmente el templo de Jerusalén, granjeándose con ello el odio de los judíos. Este hecho es incompatible con la simpatía que el autor siente por los romanos (8:1-32; 12:1; 14:40). En definitiva, la fecha de la composición del libro va desde el año 140 (Torrey, Oesterley) hasta el 63 antes de Cristo (Loos).
Fuentes.
En contra de las tentativas de J. von Destinon 7 y Lods 8, no puede ponerse en duda la homogeneidad del libro I de los Macabeos 9. A lo más, podríamos considerar como adición posterior los v.23-24 del c.16. En todas las páginas anteriores existe trabazón perfecta y una idea rectora, que procede de un mismo autor. Hasta qué punto cada uno de los hechos que se narran proceden de la información ocular o de un testimonio oral o escrito, es imposible determinarlo. Acaso haya en 9:22 una alusión a un texto que refería la historia de Judas Macabeo, que el autor tuvo entre manos.
A la información personal, oral o escrita, se añade la consulta de los archivos oficiales, de los cuales transcribió el autor algunos documentos que se insertan. Pudo copiarlos textualmente, traducirlos a veces del texto original (hebraico o latino), abreviarlos, simplificarlos, amplificarlos, con el empleo masivo de la retórica, resumirlos libremente o limitarse a extractar uno u otro punto para colocarlo en un contexto no del todo homogéneo. Del hecho de transcribir un documento no se infiere que el autor apruebe su contenido en todos sus pormenores. Los documentos que se intercalan en el texto son: 1) carta de los israelitas de Galaad (5:10-13); 2) carta de los romanos a Judas (8:1-32); 3) carta de Alejandro Balas a Jonatán (10:18-20); 4) carta de Demetrio I a Jonatán (10:25-45); 5) carta de Demetrio II a Jonatán (11:30-37); 6) carta de Antíoco VI a Jonatán (11:57); ?) carta de Jonatán a los de Esparta (12:6-18); 8) carta de Ario a Onías (12:20-23); 9) carta de Demetrio II a Simón (13:36-40); 10) carta de los espartanos a Simón (14:20-23); n) carta de Antíoco VI a Simón (15:2-9); 12) carta del cónsul Lucio a Tolomeo (15:16-21); 13) inscripción en honor de Simón (14:27-45).
Algunos críticos han impugnado su autenticidad, siendo Willrich 10 el que lleva en esto la voz cantante, coreado débilmente por algunos otros 11. Actualmente convienen todos en admitir la autenticidad de conjunto. No existe fundamento alguno para afirmar que el autor ha inventado los documentos o de que los haya falsificado intencionadamente. Ni de la misma carta de Ario a Onías (12:20-23) existen razones contra su autenticidad.
En el libro se encuentran algunas secciones poéticas que sugieren la idea de una colección de cantos populares compuestos con ocasión de la guerra santa (1:25-28; 1:37-40; 2:8-12; 3:3-9; 14:14-15). Otros autores atribuyen estas secciones al autor mismo, que las compuso con el intento de imitar los cánticos del Salterio y de las Lamentaciones.
Carácter histórico.
No se han puesto objeciones graves contra el valor histórico del libro considerado en su conjunto. Puede discutirse este o aquel detalle (1:6; 8:1-32); poner en tela de juicio la autenticidad plena de este o aquel documento (12:5-23), pero todos están acordes en admitir un fondo histórico firme y real. Aún más, por ser el autor contemporáneo de los sucesos que narra, se concede mucha importancia a algunos detalles históricos, a las noticias interesantes y concretas sobre topografía macabaica, al enfoque general de su historia y a las noticias sobre el carácter y temperamento de sus héroes. A ello, como hemos dicho, se añade el uso de documentos de primera mano.
Género literario.
No se puede juzgar la historia antigua según los cánones de la crítica histórica moderna. Nuestro autor es hijo de su tiempo, y de conformidad a los gustos de sus lectores escogió los modos de decir y narrar que emplea. Para él Israel es el centro hacia donde convergen todas las miradas del universo. Dos mundos se enfrentan en su libro: el paganismo y el judaismo. Aquél contaba con fuerzas militares formidables (3:38; 4:28; 15:13, etc.), en contraste con el diminuto ejército israelita. Sin embargo, a veces el número de soldados judíos se exagera notoriamente (4:34; 12:41) 12. El fenómeno es propio de la literatura patética, y, en general, de toda la historiografía antigua (Heródoto). Las cifras que llaman nuestra atención no creaban ninguna dificultad a los lectores inmediatos del libro. A menudo el autor no da a una determinada cifra un valor absoluto. En hebreo se emplea la palabra rebaba, muchedumbre, para expresar el número diez mil, que en plural o dual puede significar el doble.
Otra característica de la historiografía antigua son los discursos que se ponen en boca de los héroes y personajes que entran en escena. Es propio de la historia semítica antigua atribuir a los personajes aquellas ideas o reacciones de ánimo que brotan o se experimentan en determinadas circunstancias bajo los efectos de una impresión especial. Sistemáticamente se muestra parcial al ocultar los reveses de los judíos y poner de relieve las derrotas, defectos y designios malos de los enemigos de Israel. Pero, como señala certeramente Abel, su parcialidad no llega al extremo de convertir en victoria lo que fue humillante derrota (2 Mac 13:9-24, que parece contradecir a 1 Mac 6:28-63). En sus páginas hallan eco palabras y frases de la antigua literatura hebraica, que el autor conocía perfectamente y que asimiló. En fin, si los métodos históricos usados no se ajustan a los que utiliza la historiografía moderna, cabe, sin embargo, decir que no por ello desmerece el fondo histórico del libro.
Cronología.
La cronología y geografía, llamadas los ojos de la historia, ocupan un lugar de honor en nuestro libro. Multitud de fechas y datos concretos se encuentran en él. El autor utiliza el calendario seléucida y enumera los meses según la costumbre judía. Sabido es que la era seléucida empieza el año 312 con la conquista de Babilonia por Seleuco. Pero el cómputo difiere según que el año empiece en primavera o en otoño. En Siria y Occidente empezaba el año con el mes de Tishri (septiembre-octubre), es decir, el año 312. En Babilonia comenzaba el mes de Nisán (marzo-abril) del año 311. De ahí que, según los lugares, haya en el cómputo una diferencia de un año.
¿Qué cómputo siguen los libros de los Macabeos? Unos admiten el mismo cómputo en ambos libros (Kugler, Meyer, Lagrange, Grandclaudon) a partir del año 312; otros distinguen un cómputo a partir del año 312 para los asuntos profanos y del 311 para noticias de carácter religioso (Vaggar1). Gibert, Kolbe, Unger, Bickermann y Abel sostienen que, para el autor del libro I de los Macabeos, el primer año de los seléucidas empieza el 311; para el del segundo, el año 312. Ninguno de los dos cómputos puede resolver todas las dificultades cronológicas que surgen de la confrontación de las fechas de nuestros libros con otros documentos paganos. Nos atenemos al cómputo de Abel.
Doctrina religiosa.
En ninguna parte del libro se menciona de manera explícita el santo nombre de Dios, que es sistemáticamente sustituido por otras expresiones, tales como cielo (3:50-60; 4:10-40; 9:46; 12:15; 16:2). Esta ausencia de los nombres que se emplean en la literatura bíblica para designar a Dios se suple en las versiones. Este mismo fenómeno hemos encontrado en el libro de Ester. Pero tanto en éste como en el i de los Macabeos, aunque se excluya el nombre de Dios en sus páginas, su presencia se adivina en cada una de ellas. Era tal el respeto que se tenía por estos nombres venerables, que nadie se atrevía a pronunciarlos, reservándose su uso exclusivamente a los sacerdotes durante el ejercicio del culto. Toda la historia de los Macabeos es eminentemente religiosa, y la idea de Dios domina en todos los renglones del libro. Siente el autor gran simpatía y celo por la Ley y las antiguas instituciones (1:15; 3:21; 14:14), por el templo y la Ciudad Santa (1:21; 2:7; 4:38.59; 7:37.42; 9:54·)·Conoce maravillosamente los libros sagrados, a los cuales tiene gran devoción (3:48; 12:9) y cita diversas veces (2:52-60; 7:17). Las cosas indecisas y difíciles de resolver se reservan al juicio del profeta que ha de venir (4:46; 9:27; 14:41).
Canonicidad.
No sabemos si en algún tiempo formó parte del canon judío palestinense. Se encuentra en la versión de los LXX, que refleja el canon judío alejandrino. En la tradición cristiana influyó el recelo y la animosidad de los judíos contra él. Lo encontramos en los antiguos catálogos mommseniano y claramontano (s.III). El concilio Florentino (1442) lo incluyó en el canon de los libros sagrados. El concilio Tridentino confirmó la doctrina del Florentino y quitó toda distinción entre libros proto y deuterocanónicos.
Texto.
El texto original hebraico se ha perdido. La versión griega se ha conservado en los códices unciales: Sinaítico, Alejandrino y Véneto, y en muchos minúsculos. El texto más antiguo parece ser el de los códices Sinaítico y Véneto. De esta versión existe la edición crítica preparada por A. Rahlfs 13, que se basa en el Sin. y tiene en cuenta las antiguas traducciones latinas (De Bruyne). Otra versión crítica del texto griego se debe a Werner Kappler 14. La versión latina fue publicada por D. de Bruyne y Sodar 15. Según De Bruyne, la antigua traducción latina reproduce un texto anterior y mejor que el retransmitido por los antiguos unciales griegos.
1 Véase H. Willrich, Der historische Kern des III Makkabaerbuches: Hermes, 39 (1904) 244-258.
2 Véase A. Dupont-Sommer, Le quatriéme Uvre des Machabées (París 1939).
3 The Ñame Maccabee historically and philologically examined (Londres 1876).
4 A. A. Bevan, The Ongin of the Ñame Maccabee: The Journal of Theological Studies, 30 (1929) 190-193-
5 A. Schulte, Der hebraiche Titel des ersten Makkabaerbuches: Biblische Zeitschrift, 7 (1909) 254ss; J. Boehmer, Sarbeth Sarbanaiel: Theologische Studien und Kritiken, 73 (1903) 332-338.
6 Tria Aenigmata hebraica librorum Machabaeorum: Antonianum, 33 (1958) 267.
7 Die Quellen des Fl Josephus (Kiel 1882).
8 Histoire de la littérature hebraique et juive (París 1950). 780
9 E. W. Ettelson, The Integrity of I Maccabeos (New Haven 1925).
10 Urkundenfalschungen in der hellenistisch-jüdischen Literatur (Gottingen 1924).
11 Oesterley, Apocrypha (Oxford 1913); Introduction ßá the Qooks of the Apocrypna (Londres 1935); lods, l.c., etc.
12 Otros ejemplos en Knabenbauer, 17; Bévenot, 34-35.
13 Septuaginta (Stutgart 1935).
14 Septuaginta. Vetus Testamentum graecum auctoritate societatis litterarum Gottingensis editum vol.9 fasc.1: Maccabaeorum líber primus (Góttingen 1936).
15 Les anciennes traductions latines des Macchabées (Maredsous 1932).
I Macabeos 8,1-32Times New Roman ;;
Los Romanos entran en escena.
Fama y proezas de los romanos (8:1-8).
1 Llegó a oídos de Judas la fama de los romanos de que eran muy poderosos, que se mostraban benévolos con todos los que se adherían a ellos, y con quienes a ellos venían hacían alianza y amistad. 2 Le contaron de sus guerras y de las hazañas que habían realizado en la Gaíia, apoderándose de ella y sometiéndola a tributo; 3 cuanto habían hecho en España, apoderándose de las minas de oro y plata que allí hay y adueñándose de toda la tierra con su prudencia y paciencia, 4 no obstante estar este país muy distante de ellos; y cómo a los reyes que desde los confines de la tierra habían ido contra ellos los habían derrotado, infligiéndoles tan gran descalabro, que los restantes les pagaban tributo cada año. 5 Y que a Filipo y a Perseo, reyes de los Kittim, los habían derrotado en guerra y los habían subyugado, 6 y a Antíoco el Grande, rey de Asia, que estuvo en guerra con ellos y que tenía ciento veinte elefantes, y caballería, y carros, y ejército muy numeroso, le habían vencido 7 y tomado prisionero, imponiéndole un gran tributo a él y a los que en el reino le sucedieron, obligándole a dar rehenes 8 y a ceder las mejores provincias, tales como la Jonia, la Media y la Lidia, que aquéllos cedieron al rey Eumenes.
La mano de los seléucidas pesaba cada día más sobre Israel. La lucha del helenismo contra el yahvismo arreciaba, agravada por la apostasía de muchos judíos, que buscaban en aquél la libertad de conciencia y de costumbres que no encontraban en la rígida religión ancestral de Israel. El resto de Israel corría peligro de reducirse a su mínima expresión. Volviendo la vista a su alrededor, veíase el horizonte cerrado; en medio de tanta soledad vislumbraron una vaga esperanza en un imperio famoso, de las tierras de los Kittim, que tenía la fama de proteger a los pueblos pequeños oprimidos por las grandes potencias. En Palestina había llegado la noticia de que Roma había ayudado a Tolomeo Filometor, a Eumenes, rey de Pérgamo; a Timarco, gobernador de Babilonia. El senado reconoció a Demetrio como rey amigo, sólo en 160, mientras se comportara como tal. 1 De ello concluyeron los Macabeos que Roma veía con malos ojos la política sectaria de los seléucidas. Los romanos eran poderosos, invencibles, metódicos, prudentes, tenaces, simples en el porte externo, fieles a sus palabras y con los pueblos amigos, aliados incondicionales de las naciones que se acogían a su protección. A ello se añade que ninguno entre ellos lleva diadema ni viste púrpura, no teniendo, por lo mismo, ocasión de engreírse. En vez de confiar el gobierno a un dictador despótico, disponen de un senado que mira por el bien del pueblo y por su buen gobierno. La fama fácilmente hermoseaba y alteraba cuanto concernía a un pueblo conocido desde Palestina únicamente por el eco de sus estrepitosas victorias. Todo el elogio ditirámbico a favor de los romanos puede interpretarse como una sátira velada contra los griegos, cuya dominación y cultura combatían los Macabeos (Penna, Vaccari).
La idea de recabar la ayuda de los romanos se venía incubando desde tiempo. Que Judas se dirigiera al senado poco antes del advenimiento de Demetrio, puede inferirse de la carta de recomendación de Cayo Fanio, cónsul en 161 antes de Cristo, cuya finalidad era facilitar el paso de embajadores judíos a través del territorio de Cos de vuelta de su misión en Roma 2.
La fama de que gozaban los romanos iba respaldada por hechos concretos. Los romanos se cubrieron de gloria combatiendo contra tois galatais 3. Cartagineses y romanos se disputaron el dominio de España para apoderarse de sus minas 4. Los reyes de los confines de la tierra son acaso Aníbal, Asdrúbal, que a través de las columnas de Hércules, situadas al fin del mundo, llegaron a España.
Los romanos fueron también poderosos en Oriente. Filipo V fue derrotado por los romanos en Cinocéfale (197 a.C.); la misma suerte corrió Perseo en Pidna, el año 168, por obra de Emilio Paulo. Antíoco III sucumbió ante el talento militar de Escipión el Africano en la batalla de Magnesia (190), perdiendo su hegemonía en Oriente y siendo constreñido a pagar un fuerte tributo. Los historiadores paganos (Appiano, Tito Livio) no dicen que Antíoco cayera prisionero. El autor sagrado refiere los rumores que circulaban en torno a la derrota de Antíoco, sin comprometer su propio juicio ni pretender examinar la verdad de los hechos a que se aludía. La India no perteneció nunca a los seléucidas, ni la Media fue cedida a los romanos. Para obviar esta dificultad, creen algunos que en el texto original se leían los nombres de Jonia y Nisia, en vez de los de India y Media, que por un error introdujo en el texto un copista. Es cierto que los romanos entregaron a Eumenes las regiones de esta parte del Taurus, o sea la Misia, Lidia, Frigia, Licaonia y parte de Cara y Licia.
Conducía con los aliados y los enemigos (8:9-13).
9 Los griegos quisieron ir contra ellos y aniquilarlos; pero, en cuanto les fue conocido el propósito, 10 enviaron contra ellos un general que los combatió, cayendo de los griegos muchos en el campo, siendo llevados cautivos las mujeres, y los hijos, saqueados los bienes, subyugada la tierra, destruidas las fortalezas y reducidos a servidumbre hasta hoy. 11 A los demás reinos e islas, cuantos se les opusieron, totalmente los subyugaron. 12 Pero a sus aliados y amigos que en ellos confían les guardan fidelidad, y así habían logrado dominar los reinos próximos y remotos. Cuantos saben de su fama los temen, 13 y cuantos son por ellos ayudados para reinar, reinan, y a los que no quieren los destituyen, y así han adquirido gran poder.
Quisieron los griegos medir sus fuerzas con Roma, como hicieron antes con Persia; pero fueron vencidos. En un principio, los romanos se comportaron suavemente en la guerra contra la Liga Etolia, que se había aliado con Antíoco (190 a.C.). Más tarde mostráronse duros con ellos en la guerra, que acabó con la destrucción de Corinto por el cónsul Lucio Mummio y la anexión de Grecia a Roma, formando la provincia romana de Acaya. Como puede observarse, el autor sagrado incluye en el cuadro trazado acontecimientos posteriores a los rumores que llegaron a oídos de Judas. Lo mismo hace al aludir a las islas de Chipre y Creta (í. 11). Con los aliados son los romanos buenos amigos. La situación apurada en que se encontraban los judíos ortodoxos les impedía ver el interés egoísta y el tacto diplomático que imperaba en las relaciones de Roma con los pueblos aliados.
Régimen democrático de los romanos (8:14-16).
14 Entre ellos nadie lleva diadema ni viste púrpura para engreírse con ella. 15 En vez de esto se ha creado un senado, y cada día deliberan trescientos veinte senadores, que de continuo miran por el bien del pueblo y por su buen gobierno. 16 Cada uno encomienda a uno solo el mando y el dominio de toda su tierra, y todos obedecen a este único, sin que haya entre ellos envidias ni celos.
En Palestina había llegado la noticia de que el senado se componía de trescientos veinte miembros, en vez de trescientos, como consta de los autores latinos. Tampoco el senado, en contra de lo que decía el vulgo y el autor sagrado recoge, se reunía todos los días, pues lo hacía en casos de necesidad y en las calendas e idus de cada mes. Asimismo era equivocada la noticia de que cada año se encomendara el mando a un individuo. Según Vaccari, se alude aquí a la institución del consulado anual. Se sabe que los cónsules romanos eran siempre dos; pero a las expediciones a tierras lejanas iba solamente uno. Es también posible que la idea de un cónsul naciera en Palestina por haberse entrevistado los embajadores judíos en Roma con uno solo de los cónsules.
Delegados judíos a Roma (8:17-21).
17 Eligió Judas a Eupolemo, hijo de Juan, hijo de Acco, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los envió a Roma para hacer con ellos amistad y alianza,18 librándose así del yugo del reino griego, pues veían que el designio de éste era someter a Israel a servidumbre. 19 Llegaron a Roma después de un largo viaje, entraron en el senado, y, tomando la palabra, dijeron: 20 Judas Macabeo, sus hermanos y el pueblo de los judíos nos envían para hacer con vosotros alianza de paz y pedir que nos inscribáis en la lista de vuestros aliados y amigos. 21 Estas palabras fueron bien recibidas.
El primer mensajero fue Eupolemo (2Ma_4:11), con nombre helenizado, pero fiel a los principios del yahvismo. Se cree que es el autor de una historia de los reyes de Judá, de que hablan Eusebio 5, Clemente de Alejandría y San Jerónimo 6. En ella, aunque respetuoso con el texto sagrado, tiene una concepción helenista de la historia. La familia de Acco vióse obligada, después del exilio, a probar sus títulos genealógicos para poder ejercer el sacerdocio (Esdr 2:61; Neh_7:63). El otro enviado se llamaba Jasón, forma helenizada de la palabra hebraica Josué, o Jesús. Era hijo de Eleazar, que murió mártir a los noventa años en defensa de la Ley (2Ma_6:18ss). El viaje fue largo y, muy probablemente, por mar. Dos cosas pedía Judas a los romanos: trabar amistad con ellos y obtener ayuda contra el enemigo seléucida.
Documento oficial (2Ma_8:22-32).
22 He aquí la copia de la carta que escribieron en tablas de bronce, y que enviaron a Jerusalén para que les fuese memorial de paz y de alianza: 23 Salud a los romanos y al pueblo judío por mar y por tierra para siempre, y que la espada y el enemigo estén siempre lejos de ellos. 24 Si el pueblo de los romanos fuera el primero atacado o lo fuese alguno de sus aliados en todo su imperio, 25 el pueblo de los judíos les prestará auxilio, según las circunstancias lo dicten, con plena lealtad. 26 Al enemigo no le dará ni suministrará trigo, armas, plata ni naves. Esta es la voluntad de los romanos, y guardarán este convenio sin compensación ninguna. 27 Asimismo, si primero el pueblo judío es atacado, los romanos le ayudarán lealmente, según las circunstancias lo dicten, 28 y al enemigo no le darán ni trigo, ni armas, ni plata, ni naves. Tal es la voluntad de los romanos. 29 Conforme a estas condiciones se conciertan los romanos con el pueblo judío. 30 Si después de este acuerdo unos y otros quisieren añadir o quitar alguna cosa, podrán hacerlo a voluntad, y lo añadido o quitado será o dejará de ser valedero. 31 Cuanto a los daños que les ha causado el rey Demetrio, ya hemos escrito a éste diciendo: ¿Por qué impones tan pesado yugo sobre nuestros amigos y socios los judíos? 32 Si vuelven a quejársenos de ti, les haremos justicia, haciéndote la guerra por mar y por tierra.
Era costumbre que tales tratados internacionales se grabaran en bronce; una copia se depositaba en el Capitolio y la otra se mandaba al Estado con el cual se hacía alianza. Falta en el texto recogido en el libro sagrado el preámbulo de este documento, que se omitió adrede para evitar la transcripción de nombres paganos, tales como Capitolio, Júpiter, etc. El documento fue redactado en latín, con traducción griega, traducido al hebreo por el autor del libro y vertido más tarde al griego, tal como se ha conservado hoy. En confirmación de la autenticidad del documento se aduce el hecho de que está redactado en el mismo estilo que los otros contratos firmados entre los romanos y los griegos, señalándose, en concreto, el aequum foedus encontrado en la isla de Stampolia (antigua Astupalea), del año 105 antes de Cristo. La analogía entre este contrato y el que figura en nuestro texto es palpable 7. El documento impone a las dos partes firmantes obligaciones iguales (aequum foedus).
Los V.3I-32 no forman parte del documento. Más bien contienen la narración hecha por los embajadores sobre las consecuencias inmediatas del tratado firmado. Un toque de alarma a Demetrio por parte de los romanos equivalía a un aviso serio.