“
y sirvan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra.» Y así fue. Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para regir el día, y el lucero pequeño para regir la noche, y las estrellas; ”
1:16 Sus nombres se omiten adrede: el Sol y la Luna, divinizados por todos los pueblos vecinos. Aquí son simples focos que alumbran la tierra y fijan el calendario. La divinización de los astros era tan tentadora que el autor, haciéndose eco de la fantasía popular, tiene que reconocerles todavía un papel de «potencias», Gén_1:16, que podían «regir», Gén_1:18, algo que pertenece también a las representaciones tradicionales.