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A la mujer le dijo: «Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará.» ”
3:16 Aunque Dios no condena directamente a la pareja, sino a la serpiente y a la tierra, hombre y mujer se ven profundamente afectados por ella: la mujer en cuanto madre y esposa (a tenor de la antropología cultural semita), y el hombre, como trabajador, sufren las consecuencias de su transgresión. El hombre debe esforzarse por arrancar sus medios de subsistencia a una tierra hostil que está muy lejos de parecerse al jardín del Edén. La mujer deja de ser la asociada del hombre y su igual, Gén_2:18-24, porque el hombre actúa ya como señor y somete a la mujer. No se puede concluir apresuradamente que sin el pecado la condición de la pareja hubiera sido diferente, pero sí hay una percepción profunda de las consecuencias de la transgresión: el pecado del hombre y de la mujer trastorna la armonía y el orden dispuestos por Dios. Sin embargo, para que de aquí se infiera claramente la enseñanza de un pecado hereditario, habrá que esperar a que san Pablo ponga en paralelo la solidaridad de todos en Cristo salvador y en Adán pecador, Rm 5.