2Cr 18,4-11

Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta en este día la palabra de Yahvé.» El rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, y les dijo: «¿He de ir a guerrear contra Ramot de Galaad o debo desistir?» Le respondieron: «Sube, porque Dios la entregará en manos del rey.» Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí todavía otro profeta de Yahvé al que consultar?» Dijo el rey de Israel a Josafat: «Hay todavía un hombre para consultar a Yahvé por su medio, pero yo le odio, pues no me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» Dijo Josafat: «No hable el rey de esta manera.» Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae enseguida a Miqueas, hijo de Yimlá.»
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados en sus tronos, vestidos con sus galas, en la era que se encuentra a la entrada de la puerta de Samaría, mientras todos los profetas estaban en trance ante ellos. Sedecías, hijo de Quenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro, y decía: «Así dice Yahvé: Con éstos acornearás a Aram hasta acabar con ellos.» Todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo: «¡Sube contra Ramot de Galaad! Tendrás éxito. Yahvé la entregará en manos del rey.»

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