2Ma 11,13-33
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Paz con los judíos. Cuatro cartas relativas al tratado.
Pero Lisias no era hombre sin juicio. Reflexionando sobre la derrota que acababa de sufrir, y comprendiendo que los hebreos eran invencibles porque el Dios poderoso luchaba con ellos, les propuso por una embajada la reconciliación bajo toda clase de condiciones justas; y que además obligaría al rey a hacerse amigo de ellos. Macabeo asintió a todo lo que Lisias proponía, preocupado por el interés público; pues el rey concedió cuanto Macabeo había pedido por escrito a Lisias acerca de los judíos.
La carta escrita por Lisias a los judíos decía lo siguiente: «Lisias saluda a la población de los judíos. Juan y Absalón, vuestros enviados, al entregarme el documento copiado a continuación, me han rogado una respuesta sobre lo que en el mismo se significaba. He dado cuenta al rey de todo lo que debía exponérsele; lo que era de mi competencia lo he concedido. Por consiguiente, si mantenéis vuestra buena disposición hacia el Estado, también yo procuraré en adelante colaborar en vuestro favor. En cuanto a los detalles, tengo dada orden a vuestros enviados y a los míos de que los discutan con vosotros. Seguid bien. Año ciento cuarenta y ocho, el veinticuatro de Dióscoro.»
La carta del rey decía lo siguiente: «El rey Antíoco saluda a su hermano Lisias. Habiendo pasado nuestro padre donde los dioses, deseamos que los súbditos del reino vivan sin inquietudes para entregarse a sus propias ocupaciones. Teniendo oído que los judíos no están de acuerdo en adoptar las costumbres griegas, como era voluntad de mi padre, sino que prefieren seguir sus propias costumbres, y ruegan que se les permita acomodarse a sus leyes, deseosos, por tanto, de que esta nación esté tranquila, decidimos que se les restituya el templo y que puedan vivir según las costumbres de sus antepasados. Bien harás, por tanto, en enviarles emisarios que les den la mano, para que al saber nuestra determinación, se sientan confiados y se dediquen con agrado a sus propias ocupaciones.»
La carta del rey a la nación era como sigue: «El rey Antíoco saluda al Senado de los judíos y a los demás judíos. Sería nuestro deseo que os encontrarais bien; también nosotros gozamos de salud. Menelao nos ha manifestado vuestro deseo de volver a vuestros hogares. A los que vuelvan antes del treinta del mes de Xántico se les ofrece la mano y libertad para que los judíos se sirvan de sus propios alimentos y leyes como antes, y ninguno de ellos sea molestado en modo alguno a causa de faltas cometidas por ignorancia. He enviado a Menelao para que os anime. Seguid bien. Año ciento cuarenta y ocho, día quince de Xántico.»
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Paz con los judíos. Cuatro cartas relativas al tratado.
Pero Lisias no era hombre sin juicio. Reflexionando sobre la derrota que acababa de sufrir, y comprendiendo que los hebreos eran invencibles porque el Dios poderoso luchaba con ellos, les propuso por una embajada la reconciliación bajo toda clase de condiciones justas; y que además obligaría al rey a hacerse amigo de ellos. Macabeo asintió a todo lo que Lisias proponía, preocupado por el interés público; pues el rey concedió cuanto Macabeo había pedido por escrito a Lisias acerca de los judíos.
La carta escrita por Lisias a los judíos decía lo siguiente: «Lisias saluda a la población de los judíos. Juan y Absalón, vuestros enviados, al entregarme el documento copiado a continuación, me han rogado una respuesta sobre lo que en el mismo se significaba. He dado cuenta al rey de todo lo que debía exponérsele; lo que era de mi competencia lo he concedido. Por consiguiente, si mantenéis vuestra buena disposición hacia el Estado, también yo procuraré en adelante colaborar en vuestro favor. En cuanto a los detalles, tengo dada orden a vuestros enviados y a los míos de que los discutan con vosotros. Seguid bien. Año ciento cuarenta y ocho, el veinticuatro de Dióscoro.»
La carta del rey decía lo siguiente: «El rey Antíoco saluda a su hermano Lisias. Habiendo pasado nuestro padre donde los dioses, deseamos que los súbditos del reino vivan sin inquietudes para entregarse a sus propias ocupaciones. Teniendo oído que los judíos no están de acuerdo en adoptar las costumbres griegas, como era voluntad de mi padre, sino que prefieren seguir sus propias costumbres, y ruegan que se les permita acomodarse a sus leyes, deseosos, por tanto, de que esta nación esté tranquila, decidimos que se les restituya el templo y que puedan vivir según las costumbres de sus antepasados. Bien harás, por tanto, en enviarles emisarios que les den la mano, para que al saber nuestra determinación, se sientan confiados y se dediquen con agrado a sus propias ocupaciones.»
La carta del rey a la nación era como sigue: «El rey Antíoco saluda al Senado de los judíos y a los demás judíos. Sería nuestro deseo que os encontrarais bien; también nosotros gozamos de salud. Menelao nos ha manifestado vuestro deseo de volver a vuestros hogares. A los que vuelvan antes del treinta del mes de Xántico se les ofrece la mano y libertad para que los judíos se sirvan de sus propios alimentos y leyes como antes, y ninguno de ellos sea molestado en modo alguno a causa de faltas cometidas por ignorancia. He enviado a Menelao para que os anime. Seguid bien. Año ciento cuarenta y ocho, día quince de Xántico.»
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