G& . amp . amp . amp . eacute . n 2,4-8

Ésos fueron los orígenes del cielo y la tierra, cuando fueron creados.
La prueba de la libertad. El Paraíso.
El día en que hizo Yahvé Dios la tierra y el cielo, no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahvé Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo. Pero un manantial brotaba de la tierra y regaba toda la superficie del suelo. Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
Luego plantó Yahvé Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jer_10:11 s

[2] Gén 1:1—2:4

NOTAS

2:4 (a) En hebreo tôledôt, propiamente «generaciones», y luego historia de un antepasado y de su linaje, ver Gén_6:9; Gén_25:19; Gén_37:2. Con el empleo de esta palabra se desmitifica la creación, que es el comienzo de la historia y no, como en Sumer y Egipto, una serie de generaciones divinas.

2:4 (b) La sección 2:4b-3:24 pertenece a las tradiciones yahvistas. Utiliza sistemáticamente el nombre divino compuesto «Yahvé Dios» (yhwh 'elohîm), que no es muy habitual. Este doble título podría deberse a una revisión tardía (ver griego). Más bien que un «segundo relato de la creación» (ya que el paralelismo con 1:1—2:4a es sólo parcial), lo que tenemos aquí es la narración de la formación del hombre y de la mujer (los animales no son formados más que como un ensayo para encontrar al hombre una «ayuda adecuada»), unida a otra sobre el paraíso y la caída. Hay, pues, al menos dos grandes tradiciones, la de la creación del hombre y la mujer, la «antropogonía» de Gén_2:4-8 y Gén_2:18-24, y la del paraíso y la caída, Gén_2:9 y Gén_2:15-17; Gn 3. Lo que ha movido al autor a soldarlas es probablemente el hecho de que las dos hablan de un jardín, por más que las connotaciones parezcan un poco diferentes: suelo que el hombre debe cultivar (relación entre Gén_2:8 y la descripción del «antes», Gén_2:6), jardín de delicias que el hombre no tiene que cultivar (labrar con fatiga el suelo forma parte del castigo infligido, Gén_3:17). Pero hay una parte del texto actual que sirve para unificar los elementos de los dos relatos (e incluso de motivos aislados, como el de los cuatro ríos, Gén_2:10-14). El autor que unificó todo esto conoció incluso variantes; éstas aparecen incidentalmente, en particular cuando nos enteramos de que Dios quiere guardar la entrada del jardín para que el hombre no pueda acceder a él, Gén_3:22 y Gén_3:24, breve pasaje preparado probablemente por la mención conjunta de los dos árboles en Gén_2:9. Aquí aparentemente no se trata de un castigo para el hombre a causa de una infracción ya cometida, sino de una medida preventiva. El conjunto construye un relato animado y popular. Si el hombre y la mujer (e incluso probablemente el resto de la creación, al menos por implicación, y no sólo los animales de los que habla Gén_2:18-20) tienen su origen en Dios, el conjunto del relato quiere sobre todo explicar las limitaciones del hombre y de la mujer, Gén_3:16-19. Si hay limitación, si ésta no se identifica con el hecho de ser una criatura, no puede venir de Dios, a menos que sea un castigo infligido a causa de una infracción grave por parte del hombre y de la mujer. Ahora bien, siendo esa transgresión coextensiva al conjunto de la humanidad, debe situarse en el origen, en la pareja que no es sólo la primera desde el punto de vista cronológico, sino también el principio de toda la humanidad. Si este texto guarda alguna relación con el dogma del pecado original, su expresión es simbólica. Ella misma, la dimensión simbólica, está en el origen de las afirmaciones subsiguientes de la Escritura en relación con ese dogma: no debe buscarse aquí todo lo que sobre él se ha leído después, ya se trate de «relecturas bíblicas», p.e. la de Pablo (Rom_5:12 s; 1Co_15:21-22), ya de formulaciones dogmáticas de la Iglesia.
Genesis 2, 4

REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Ecl_3:20 s; Ecl_12:7; Sab_15:8; Sab_15:11; Sal_104:29 s; Job_34:14 s; Job_33:4; 1Co_15:45

NOTAS

2:6 En hebr. `ed, palabra de significado incierto. La traducimos a la luz del contexto y apoyándonos en Job_36:27 y en el hecho de que, en Núm_21:17 y en algunos paralelos semíticos, «subir» (verbo que traducimos por «brotar») se dice de un manantial.
Genesis 2, 6

NOTAS

2:7 (a) El hombre, 'âdam, viene del suelo, 'adâmah, ver Gén_3:19. Este nombre colectivo será el nombre propio del primer ser humano, Adán, ver Gén_4:25; Gén_5:1, Gén_5:3.

2:7 (b) Es la palabra nefes, que designa al ser animado por un soplo vital (también manifestado por el «espíritu», ruaj, Gén_6:17+; Isa_11:2+), ver Sal_6:5+ [Sal_6:4].
Genesis 2, 7

NOTAS

2:8 «Jardín» se traduce por «paraíso» en la versión griega, y luego en toda la tradición literaria. «Edén» es un nombre geográfico imposible de localizar, y tal vez significara «estepa». Podría compararse con el bit adini asirio-babilónico, región a orillas del Éufrates, de la que hablan también algunos textos bíblicos, Amó_1:5; 2Re_19:12; Isa_37:12; Eze_27:23. Pero los israelitas interpretaron la palabra según la raíz hebr. `dn: «delicias». La distinción entre Edén y el jardín, expresada aquí y en Gén_2:10, se difumina luego: se habla de «jardín de Edén», Gén_2:15; Gén_3:23-24. En Eze_28:13 y Eze_31:9, Edén es el «jardín de Dios», y en Isa_51:3 Edén, el «jardín de Dios», se contrapone al desierto y a la estepa.
Genesis 2, 8

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